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Textos presentados :

RC-B6-0387/2006

Debates :

PV 04/07/2006 - 10
CRE 04/07/2006 - 10

Votaciones :

PV 06/07/2006 - 6.13

Textos aprobados :


Acta literal de los debates
Martes 4 de julio de 2006 - Estrasburgo Edición DO

10. Consecuencias económicas y sociales de la reestructuración de empresas en Europa (debate)
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  El Presidente. De conformidad con el orden del día, se procede al debate sobre la declaración de la Comisión relativa a las consecuencias económicas y sociales de la reestructuración de empresas en Europa.

 
  
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  Günter Verheugen, Vicepresidente de la Comisión. (DE) Señor Presidente, Señorías, beneficios sin precedentes por un lado, cierres de plantas y traslados por otro. En la Unión Europea muchas personas se hacen todos los días la misma pregunta molesta: ¿cuándo me afectará? ¿Cuándo estará mi puesto de trabajo en peligro? ¿Cuándo me tocará a mí?

En el proceso de transformación de Europa Central y Oriental sola se han derrumbado economías enteras y se han perdido millones de puestos de trabajo. No obstante, los ciudadanos lo han comprendido, porque se ha debido a la mala gestión comunista. Sin embargo, muchas personas no pueden entender lo que está ocurriendo en varios sectores industriales de los Estados miembros de la Unión Europea más antiguos: textil, calzado, muebles, electrodomésticos, productos farmacéuticos, coches –industrias de transformación que siempre se han considerado seguras– han empezado a rodar cuesta abajo.

Muy pocas personas han estado preparadas para este cambio estructural que estamos viviendo. Por tanto, ya va siendo hora de ayudar a muchas personas desorientadas a reorientarse. La importancia del debate de hoy va más allá del posible cierre de una fábrica de coches en Portugal. Se trata de un debate sobre el futuro del empleo en Europa.

También va siendo hora de decir unas cuantas verdades.

En primer lugar, hemos entrado en una nueva fase de competencia y el ritmo del cambio estructural va a acelerarse aún más. Ante este panorama no debemos cerrar los ojos. La competencia es un hecho vital, nos guste o no. No es cuestión de si podemos sobrevivir intactos a la competencia. La gran cuestión social de nuestra época es cuántas perspectivas arruinará esta competencia; por decirlo en otras palabras, la gran cuestión social de nuestra época es el futuro de nuestros puestos de trabajo.

Ya va siendo hora de que afrontemos esta cuestión. Quien piense que hay otros asuntos prioritarios no está en contacto con el mundo actual y sus desafíos. Necesitamos un crecimiento seguro desde el puntos de vista ambiental, más sostenible, y precisamos más y mejores puestos de trabajo, de lo contrario la cara social de Europa se tornará fría y cínica, lo que supondría una afronta para nuestros principios europeos de responsabilidad compartida entre el individuo y la sociedad, de solidaridad, justicia social y cohesión social.

La palabra clave para una sociedad europea del siglo XXI que busca ofrecer a sus ciudadanos nuevas perspectivas es «competitividad». Todos sabemos que la Fortaleza Portugal, la Fortaleza Alemania, la Fortaleza Polonia o la Fortaleza Europa no son una opción en el mundo abierto del siglo XXI. Hemos de adoptar una competencia abierta; debemos llegar a la cima y hacer que la competencia crezca en la búsqueda de las mejores soluciones, la mejor tecnología y los niveles más altos.

En segundo lugar, hemos lanzado una política común europea de crecimiento y empleo. Esta política ha de impulsarse con vigor en Europa, en el ámbito nacional y regional, de lo contrario nos quedaremos mirando consternados brecha tras brecha en nuestro modelo social en forma de fábricas cerradas y laboratorios de investigación que se han trasladado al extranjero, lo que ya está sucediendo. Quiero advertir a todos en contra de la idea de que podemos sobrellevar el traslado de las instalaciones de producción porque todavía nos queda la investigación y el desarrollo. Si la producción se va, la investigación y el desarrollo le seguirán.

Una política de crecimiento y empleo ha de ser una política que cree un clima empresarial favorable para todas las empresas. Los empleos se crean en negocios, empresas, y también son las empresas las que recortan los puestos de trabajo. Ningún edicto del Gobierno de un Estado miembro o del conjunto de la Unión Europea puede cambiar esto en lo más mínimo. Sin embargo, podemos impulsar una política que cree las condiciones externas que permitan a las empresas hacer su trabajo, expandirse, invertir y crear empleos en Europa, y que todo ello les resulte atractivo. Este es el significado de la expresión «política favorable a las empresas».

En tercer lugar, más que nunca se precisa una política industrial activa que mantenga a la industria en Europa. La ilusión de que la industria ahora puede relegarse a los museos es tan falsa como la noción de que la industria es el principal contaminante del mundo. Aconsejo a los que sigan pensando así que lo vuelvan a pensar. Los que llevarían la industria fuera de Europa están jugando con el futuro de los ciudadanos que trabajan en la industria, el futuro de las personas que trabajan en servicios asociados a la industria, sectores que no solo emplean a millones de personas, sino a varias decenas de millones, y el futuro de pequeñas y medianas empresas de toda la cadena de suministro; en pocas palabras, están jugando con el futuro de la propia Europa.

Necesitamos mantener un sector industrial fuerte en Europa con empresas que actúen en el mercado mundial. No solo buscamos campeones europeos; necesitamos líderes en el mercado mundial para que nuestras empresas sean realmente competitivas en el escenario mundial. Ningún Gobierno puede darles el éxito; eso depende de los propios esfuerzos de las empresas. Sin embargo, podemos respaldarles incondicionalmente.

Esa fue la tarea del Grupo de alto nivel CARS 21. Hay doce millones de puestos de trabajo en la Unión Europea vinculados directa o indirectamente a la fabricación de vehículos. Hemos hablado con todos los grupos interesados sobre lo que se puede y debe hacer para mantener una industria automovilística fuerte en Europa. Espero que el Parlamento entienda por qué, en torno a las futuras normas sobre la emisión de gases, estoy en contra de una política de «bajar la cabeza y arremeter» y a favor de formular propuestas que podamos poner sobre la mesa cuando llegue la hora, seguros porque sabemos que nuestros elevados niveles son tecnológicamente viables y que también serán asequibles para la mayoría de las personas.

Señorías, hoy día ya somos capaces de fabricar un coche con cero emisiones, pero no hay nadie que yo conozca personalmente que pueda permitirse un coche así, y no imagino que nadie de este Parlamento pueda hacerlo. Hemos de poner nuestro granito de arena para garantizar que sigue siendo posible fabricar y vender coches europeos, no por los coches, ni siquiera por quienes los compran y los conducen, sino por quienes necesitan los puestos de trabajo.

Otra cosa es que una política industrial activa no se detenga en las fronteras de la antigua Unión Europea, sino que abarque también a los nuevos Estados miembros. La ampliación no es la maldición de la fuerza de trabajo europea, ni la causa del cambio estructural. La verdad es que, en 17 de 20 industrias, la antigua Unión Europea tiene una gran ventaja; solo en tres industrias los nuevos Estados miembros son más competitivos. Una de ellas, de hecho, es la industria automovilística. No obstante, esto nos servirá de ayuda cuando China y otros países recién desarrollados se conviertan en grandes competidores en el mercado automovilístico.

En cuanto a la propia industria automovilística, que, por supuesto, fue el desencadenante de este debate, deseo expresar mi firme convicción de que a largo plazo la conservaremos y que será fuerte, pero dentro de diez años será bastante diferente. Habrá consolidaciones. Basta con leer los periódicos de hoy para conocer las conversaciones transatlánticas sobre este mismo tema.

Lo que podemos predecir con cierto grado de certidumbre es una imagen mixta, una imagen para Europa occidental y otra para Europa central y oriental. En Europa occidental ya no habrá más crecimientos importantes en la fabricación de vehículos. Solo habrá un ligero aumento de la demanda. Es más probable que la productividad crezca más rápido que la demanda, y cualquiera con un conocimiento mínimo de economía sabe lo que eso significa: que aumentará la presión sobre los empleos del sector de la fabricación de coches en los Estados miembros más antiguos.

Que nosotros sepamos, los grandes fabricantes europeos, y lo mismo puede decirse de General Motors, no tienen planes de transferir su capacidad de producción fuera de Europa occidental. Sin embargo, y esta es la cuestión destacada, establecerán nuevas fábricas de producción donde la demanda de sus productos sea la máxima. Esta tendencia ya puede observarse claramente en toda la industria automovilística europea.

No obstante, entre las ventajas vemos que no solo los fabricantes europeos, sino también los de otras partes del mundo, están empezando a concentrar una vez más las capacidades de investigación y desarrollo en Europa, especialmente en las antiguas ubicaciones. También a este respecto, las operaciones europeas de General Motors no son una excepción.

Las empresas, Señorías, tienen una gran responsabilidad social con respecto a Europa, lo que debe ser patente en todas partes. No voy a criticar ninguna decisión tajante de traslado corporativa, ni tengo derecho a hacerlo. Además, sería estúpido hacerlo, por que la globalización de la producción y de la investigación es inevitable si una empresa quiere tener éxito a largo plazo en una industria competitiva. No obstante, critico a quienes anteponen los beneficios a corto plazo a las soluciones sostenibles. Critico a quienes, cuando están bajo presión, eligen cortar y correr como la opción más barata, sin consideración alguna con respecto a las personas que dejan en la calle. Critico a quienes se pagan grandes salarios pero que no valen ni un céntimo como directores responsables, porque han llevado a su empresa contra la pared y han desaprovechado los trabajos que una vez proporcionaron.

Quiero que las empresas en Europa se esfuercen constantemente por subir, que alcancen nuevas cotas de innovación, que puedan alterar su perfil, que formen a sus empleados para que se ocupen también de nuevas tareas. Nosotros, por supuesto, tenemos el deber de ayudarles en todo esto. Sin embargo, también hemos de señalar los límites de la acción política. Las decisiones corporativas de cerrar o trasladar fábricas son decisiones que toman las empresas, y ningún Gobierno ni ninguna Unión Europea pueden invalidarlas, ya sea en el caso Azambuja o en cualquier otro.

No obstante, tenemos algunas normas muy claras, y hemos de insistir firmemente en que se respeten. Entre ellas se incluye la cuestión vital del diálogo entre la dirección y los trabajadores, por ejemplo. Cuando se va a cerrar o trasladar una planta, este diálogo ha de incluir lo siguiente: ¿qué ha hecho la empresa para dar a sus empleados despedidos un nuevo futuro, por ejemplo desde el punto de vista de la formación, la educación ulterior y el reciclaje industrial? De lo cual se desprende otra pregunta: ¿en qué hemos contribuido?

Nosotros también tenemos el instrumento de la ayuda a las empresas con dificultades, que también se utilizó en el caso Azambuja. Las concesiones de ayuda se autorizaron en 2002. En otras palabras, las dificultades de la planta no son totalmente nuevas. No obstante, permítanme dejar muy claro que los pagos de la ayuda estatal que se autorizó en ese caso y que adoptó la forma de ayuda a la inversión con cargo al presupuesto portugués se concedieron en virtud de las normas europeas, según las cuales la empresa beneficiaria ha de permanecer en su lugar durante al menos cinco años después de haber hecho la inversión por la que ha recibido ayuda.

A instancias de la Comisión, el Gobierno portugués investiga actualmente si la planta también recibió dinero de los fondos europeos. En caso afirmativo, a ese respeto también tendríamos que insistir en el estricto cumplimiento de nuestras condiciones, y les puedo prometer que la Comisión lo hará. Los ingresos fiscales europeos deben servir para estabilizar fábricas en suelo europeo, no para suprimir puestos de trabajo.

(Aplausos)

 
  
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  José Albino Silva Peneda, en nombre del Grupo del PPE-DE. – (PT) Señor Presidente, señor Comisario, Señorías, el proceso actual de reestructuración industrial es, en gran medida, consecuencia de la globalización. La primera observación que hay que hacer es que esta nueva era ha contribuido a reducir la pobreza en todo el mundo.

Merece la pena seguir promoviendo la libre circulación de productos, mercancías y personas, aunque sea desde el punto de vista del crecimiento económico, que muchos países de todo el mundo disfrutan de forma sostenible. No obstante, no convirtamos el mercado en una vaca sagrada; aunque los valores que rigen nuestra acción política reconocen muchas de las virtudes de las leyes del mercado, también sabemos que las autoridades políticas desempeñan un papel vital en la regulación y el funcionamiento de dicho mercado.

La Unión Europea y el Parlamento no han de rechazar esta función. En el proyecto de informe sobre el modelo social europeo, que se debatirá en esta Cámara en septiembre, instaremos a la Unión Europea a que adopte una actitud con respecto a terceros países con un alto crecimiento económico que promueva la democracia, la libertad, el respeto de los derechos humanos, la protección ambiental, la justicia social y la regulación del mercado laboral.

En nuestra opinión, será responsabilidad de Europa desempeñar un papel crucial en la búsqueda de un equilibrio entre el crecimiento económico y la búsqueda de normas sociales y ambientales decentes en las potencias mundiales emergentes. Si se quiere que esas directrices prevalezcan en el exterior, habrá que centrar el máximo interés interno en una mayor competitividad. A este respecto aplaudo las observaciones que ha hecho hoy aquí el Comisario.

Los próximos pasos están recogidos en la Estrategia de Lisboa. Con respecto a la manera de proceder, quiero reiterar que sigo creyendo que sería muy buena idea fortalecer el papel que desempeña la Comisión en la aplicación de esta estrategia. Aunque la globalización pueda verse como una oportunidad para las empresas europeas, el mismo proceso, tal y como ha dicho la Comisión en esta Cámara, también implica riesgos en el espacio europeo. Uno de los riesgos es la posible desaparición del mapa industrial de las regiones y sectores cuya base económica es la industria de transformación.

Por tanto, creo que es preciso intervenir a escala europea para definir y ejecutar políticas públicas que promuevan la cohesión regional y social, con vistas a prevenir el fenómeno de la exclusión. Es muy importante, porque si queremos atraer a los ciudadanos al proyecto europeo, no podemos dejar que los sentimientos de pérdida de esperanza y confianza arraiguen en ciertas regiones fuera de los principales centros de población. Por tanto, celebro la iniciativa de la Comisión de crear el Fondo de Adaptación a la Globalización. Las empresas, como las personas, nacen, crecen y mueren. Lo importante con respecto al crecimiento del empleo es que la tasa de natalidad de las empresas debería ser siempre superior a la tasa de mortalidad.

Con respecto a la función de la Unión Europea y sus instituciones, creo que no deberían apoyar iniciativas políticas encaminadas a mantener vivas industrias o fábricas que son insostenibles a medio plazo. No sería el camino correcto; más bien, sería una especie de falso amanecer que alimentaría vanas ilusiones. Por otro lado, el camino correcto tendría que basarse en la competitividad de la economía europea, que depende del equilibrio de las cuentas públicas, de sistemas de educación y formación eficaces, de la justicia que actúa con prontitud, de sistemas fiscales competitivos, de una mayor flexibilidad en el mercado laboral y de mayores incentivos para la investigación.

Sin economías competitivas no hay inversiones. Sin inversiones no hay empleo ni justicia social. El Parlamento debería centrar sus esfuerzos en debatir y definir instrumentos políticos que puedan ayudar a aumentar la competitividad y la cohesión regional y social de la Unión Europea. Naturalmente apoyamos todas las iniciativas encaminadas a supervisar el uso de fondos públicos por parte de empresas privadas, y pensamos que este tipo de ayuda debería asociarse a objetivos a medio plazo de empleo y desarrollo regional. Creo que no corresponde al Parlamento hacer juicios sobre casos concretos, que es lo que parece que ha sido la raíz de este debate.

A este respecto, quisiera concluir promoviendo el diálogo entre las partes implicadas con vistas a lograr la mejor solución posible que, de acuerdo con la última información que tengo, podría satisfacer a todos.

 
  
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  Martin Schulz, en nombre del Grupo del PSE. – (DE) Señor Presidente, Señorías, estoy muy agradecido al Comisario por sus observaciones. Han dado de lleno en el corazón del debate que debemos celebrar sobre el futuro de la industria europea.

Azambuja es un caso concreto, pero representa a muchos otros. Es sintomático de una opción equivocada en cuanto al rumbo de la política industrial europea. No existe duda alguna de que debemos ser competitivos y de que las racionalizaciones forman parte de este esfuerzo, de que el crecimiento de la productividad es necesario y de que, si una mayor productividad conduce a la pérdida de trabajos en una empresa, esta ha de contrarrestarse con la creación de nuevos puestos de trabajo en otro lugar o en la misma región a través de inversiones innovadoras. Todo eso es evidente, y tenemos que realizar inversiones selectivas para garantizar que así ocurra. No obstante, lo que no deben hacer y no pueden perdonar nuestras políticas, y contra lo que lucharemos los socialistas en Europa, es tratar brutalmente la vida de las personas.

En el transcurso de mi carrera política, como alcalde de una ciudad alemana, he experimentado la frialdad y la forma calculadora con que las empresas han llevado a las administraciones nacionales, regionales y municipales a pelearse entre ellas cuando se trata de invertir en la implantación de empresas. La imaginación de los consejos de administración es ilimitada cuando se trata de obtener el apoyo público a la inversión como incentivo para la implantación de empresas. Imaginación que solo es equiparable a su falta absoluta de imaginación cuando se trata de acarrear su responsabilidad en épocas de crisis. Esto es precisamente lo que ahora observamos por parte de General Motors.

Le agradezco lo que nos ha contado. Usted comprobará si los fondos europeos fueron a parar a esa fábrica; si así fue, la empresa debe permanecer en su ubicación portuguesa. Eso sería una buena noticia. Pero, ¿entonces, qué ocurre en Portugal? Será el mismo escenario que vimos hace unos pocos meses cuando se puso a la mano de obra sueca en contra de la mano de obra alemana del mismo grupo industrial. Quien reduzca al máximo los niveles de bienestar, quien permita los salarios más bajos, ese gana. Menos derechos sociales y salarios más bajos son los criterios básicos para tomar decisiones con respecto al lugar. Es una forma de capitalismo que los ciudadanos de Europa no quieren, y hemos de combatirlo.

Si, como en mi país, una empresa –en este caso no se trata de un fabricante de coches, sino de la empresa de servicios financieros Allianz– obtiene beneficios por valor de 4 400 millones de euros y decide echar a 8 000 empleados altamente cualificados para maximizar los beneficios de sus accionistas, esta decisión no es solo inmoral –de un capitalista no puedo, ni lo hago, esperar moralidad–, sino que es también socialmente irresponsable. Hemos de estudiar cómo podemos utilizar la legislación nacional y europea para frenar ese tipo de política empresarial. En el caso de los grandes grupos de empresas con operaciones internacionales, se trata, por supuesto, de decisiones empresariales adoptadas por el grupo, y no podemos influir en ellas. Pero el impacto de esas decisiones empresariales afecta a toda la sociedad. Por este motivo creemos que la aplicación de los principios democráticos en estas decisiones forma parte integral de la democracia económica.

Hoy día, los fondos de alto riesgo compran empresas como activos. Vivimos en un mundo económico donde los principales fondos compran grandes empresas, las borran del registro lo antes posible para reorganizarlas lo más rápido posible y las venden de inmediato para obtener beneficios. La empresa, el lugar donde está ubicada y toda la región se ven entonces reducidas a productos comerciales. ¡Este no puede ser el futuro económico de Europa! Por consiguiente, la forma de reestructurar la economía europea determinará la futura cohesión social de Europa.

En la segunda mitad del siglo XX, la idea que subyacía a la Unión Europea, la idea que subyacía al mercado único en el que hoy vivimos, era que el progreso económico y tecnológico debía ir acompañado de progreso social. Hemos llegado a una fase donde la maximización de los beneficios viene acompañada de la disminución de la seguridad social. Si no detenemos esta tendencia y regresamos a lo que logramos con éxito en la segunda mitad del siglo XX, a saber, combinar el crecimiento económico con seguridad social, estaremos renunciando a la estabilidad social de nuestras sociedades europeas, y la inestabilidad social está siempre en el origen de la inestabilidad política, lo que, a su vez, conduce a una pérdida de seguridad. Por este motivo, la reestructuración de las empresas en Europa es un desafío al que debemos responder en el ámbito social.

(Aplausos)

 
  
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  Lena Ek, en nombre del Grupo ALDE. (EN) Señor Presidente, los sentimientos de los que pierden sus puestos de trabajo no necesitan explicación. No hace falta mucha imaginación para entender su desesperación, su miedo al futuro y sus problemas económicos, día tras día. En eso, el Parlamento Europeo está unido: por encima de los partidos políticos, por encima de los países europeos, el modelo social europeo, los trabajadores y los desempleados tienen nuestro apoyo.

Pero cuando se trata de decidir en concreto lo que debe hacerse, nuestras opiniones difieren mucho. Creo firmemente que es un grave error tratar de proteger los puestos de trabajo impidiendo la modernización, la reestructuracion y la mundialización. Puede que eso sea bueno hoy, pero será desastroso mañana. Nuestra respuesta a la mundialización no puede ser la evasión y el conservadurismo, sino su aceptación y la preparación de los ciudadanos para hacerle frente. No se debe impedir la reestructuración, sino facilitar la transición a los afectados.

Este es el punto de partida de la Alianza de los Liberales y Demócratas en el Parlamento Europeo para afrontar los retos que nos plantean la reestructuración industrial y la mundialización. Creemos que la Unión Europea puede y debe tener un papel, pero para facilitar la transición, no para obstruirla. No estamos en contra del cambio. Estamos a favor del cambio. Porque de lo contrario, dentro de diez años tendremos todos nuestros puestos de trabajo en China o en otras bellas regiones fuera de Europa. Estamos a favor de la cooperación, la educación y el crecimiento económico, pero siempre que vayan acompañados de responsabilidad social y medioambiental. Esa es nuestra labor en el Parlamento Europeo.

Existen una serie de ámbitos en los que necesitamos políticas europeas, no solo para mantener, sino para crear nuevos puestos de trabajo en toda la Unión. En el centro de eso encontramos la Agenda de Lisboa. En primer y principal lugar, se trata de fortalecer al individuo. Europa puede ayudar alentando y financiando programas de aprendizaje permanente, aprendizaje de idiomas e intercambio cultural, por poner algunos ejemplos. Ayudan a prepararse para un mercado de trabajo en transición donde muy pocos puestos de trabajo están asegurados de por vida. Ya no hay puestos de trabajo de por vida, pero podría haber trabajo de por vida.

En segundo lugar, se trata de fortalecer la industria europea para que sea competitiva en el siglo XXI. Permitiendo el acceso a un mercado interior aún mayor que promueva la investigación y la innovación en Europa, creamos nuevas oportunidades que terminarán por crear nuevos puestos de trabajo.

En tercer lugar, para lograr eso necesitamos un diálogo social reforzado sobre aspectos del cambio como la necesidad que tienen las empresas de facilitar la transición a los que pierden sus puestos de trabajo, así como legislación medioambiental para un desarrollo económico sostenible.

Eso tiene mucho que ver con el liderazgo europeo, con explicar los retos a los que nos enfrentamos y con hacer todo lo que podamos para facilitar el viaje al futuro y preparar a las personas y a las empresas; pero no con hacer falsas promesas, proteger los puestos de trabajo y esperar beneficios políticos a corto plazo.

Esa es la respuesta de los liberales a los retos de la mundialización y la reforma industrial.

 
  
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  Pierre Jonckheer, en nombre del Grupo Verts/ALE. – (FR) Señor Presidente, señor Comisario, le he escuchado atentamente. He leído también en las agencias de prensa que la Comisión ha declarado que el proceso de reestructuración y deslocalización realizado por Opel se considera normal y respeta las normas de los distintos fondos europeos.

Pienso realmente, y su intención estaba clara, que no tiene mucho sentido que el Parlamento y algunos de nuestros colegas critiquen reiteradamente, mes tras mes, el capitalismo mundial o el capitalismo total: vivimos en un mundo en el que la competencia es cada vez más dura y en el que el futuro del sector del automóvil vendrá sin duda más determinado por alianzas Renault-Nissan-GM como la que se ha anunciado, que no por los procesos de los que hablamos hoy.

Dicho esto, si queremos desempeñar un papel, yo por mi parte desearía que pudiese responder, como Comisario y dado que tiene la responsabilidad sobre estas cuestiones en la Comisión, a cuatro preguntas concretas:

La primera: siempre hemos defendido la idea del comité de empresa europeo y de los observatorios de relaciones laborales para anticipar este tipo de cambios. En este Parlamento hemos querido que se reforzaran las disposiciones del tipo del comité de empresa europeo. ¿No considera, desde este punto de vista, que la Comisión debe tomar iniciativas para reforzar esta legislación?

Segunda pregunta: la Comisión Barroso ha propuesto un fondo de ajuste para los casos de reestructuraciones asociadas a la globalización –no sé si el caso de Opel entra en este supuesto–, pero ¿de qué se trata exactamente? ¿Puede asegurarnos que este fondo servirá realmente para ayudar, durante un período de transición, a los trabajadores damnificados por este tipo de procesos para que puedan rehacer sus carreras profesionales gracias a programas de formación?

Tercera pregunta: ha hecho usted referencia, y con razón, al programa CARS 21, a la atención prestada por la Comisión a los programas de investigación y desarrollo y a los vehículos del futuro. Suponiendo –que no es mi caso– que el coche particular fuera un modo de desarrollo sostenible para el siglo XXI, en particular para las ciudades europeas, resulta desconcertante comprobar, sabiendo que el coche menos dañino para el medio ambiente deberá tener un motor híbrido, como el modelo Prius de Toyota, para los próximos veinticinco años, que los constructores europeos sigan retrasados en este terreno. ¿Cuál es su evaluación de los programas de investigación y desarrollo en la materia y de la comercialización de este tipo de productos?

Por último, cuarto punto: está totalmente claro –y el ejemplo de Opel es muy chocante desde este punto de vista– que asistimos a la competencia entre territorios colindantes: Portugal y España. ¿No considera que es deber de la Comisión y de la Unión Europea imponer, dentro del respeto de las normas de la competencia, unas normas mínimas comunes a las empresas que operan en territorio comunitario, y pienso en particular –sin decir que sea una panacea– en una armonización del impuesto de sociedades?

Estos son cuatro tipos de acción que la Comisión, como guardiana de los Tratados y promotora del interés común europeo, debería alentar. A este respecto, lamento decirle, señor Comisario, que su Comisión nos sigue pareciendo demasiado poco activa y demasiado poco ambiciosa en los distintos aspectos que acabo de mencionar.

 
  
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  Ilda Figueiredo, en nombre del Grupo GUE/NGL.(PT) Este debate es de vital importancia, pero lo será aún más si de él salen medidas encaminadas a garantizar que no siempre sean los trabajadores lo más afectados por la reestructuración y el traslado de empresas y grandes grupos económicos con beneficios millonarios, tal y como ha ocurrido en Portugal.

Esta vez, los trabajadores de Opel Portugal, parte del grupo General Motors –a quienes saludamos a través de su delegación presente en esta Cámara– están sufriendo una terrible angustia, a medida que siguen este debate con gran interés y con la esperanza de recibir del Parlamento y la Comisión el tipo de solidaridad que han obtenido de trabajadores de General Motors de países de la Unión Europea, como Suecia, Alemania y España, cuyo futuro también está amenazado.

Mientras aparecen noticias en los medios de comunicación sobre conversaciones entre empresas de la industria del automóvil relacionadas con General Motors y otros, los trabajadores de Opel Portugal, sus familias y los ciudadanos y las autoridades locales y regionales de Azambuja y las zonas circundantes viven con la amenaza del desempleo y las dificultades del desarrollo que pueden conducir al cierre. Esta situación es aún más dramática porque estamos hablando de un país donde el desempleo y la pobreza van en aumento. Por tanto, las observaciones del señor Silva Peneda son terriblemente insensibles.

Hay que prestar mucha más atención a las fusiones y reestructuraciones industriales. La ayuda comunitaria debe estar supeditada a acuerdos a largo plazo en materia de empleo y desarrollo local. Es preciso dar prioridad a la protección de los trabajadores cuando se reestructuren las empresas del sector de fabricación, incluida la garantía absoluta de que se informará completamente a los trabajadores, de que participarán plenamente y de que ejercerán una influencia decisiva en todo el proceso.

Sabemos que existen alternativas al cierre de Opel Portugal. Sabemos que con voluntad política la empresa puede seguir funcionando con normalidad. Se trata de una empresa que reúne las condiciones para garantizar la productividad y donde se han emprendido iniciativas supervisadas por los trabajadores. General Motors ha de mantener su parte del trato y la Comisión ha de adoptar las medidas necesarias para garantizar que Opel Portugal funcione con normalidad y se asegure el empleo con derechos.

 
  
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  Zdzisław Zbigniew Podkański, en nombre del Grupo UEN. – (PL) Señor Presidente, la reestructuración de empresas en Europa se debe a un aumento de la capacidad de producción, la aplicación de nuevas tecnologías y a la globalización de toda la economía. Este proceso acarrea graves consecuencias sociales y económicas. La producción se concentra en regiones más fuertes desde el punto de vista económico y tecnológico, a costa de las regiones menos desarrolladas. Esto es especialmente visible en los nuevos Estados miembros, donde han desaparecido sectores industriales enteros. En Polonia, por ejemplo, la industria ligera y, en gran medida, los sectores de fabricación de coches, la electrónica y la minería han desaparecido, llevándose con ellos puestos de trabajo.

La globalización progresiva de la producción y la liberalización de mercados han comportado un aumento de la separación entre la vertiente económica y la social. Las regiones con elevados niveles de producción agrícola y una red desarrollada de industrias agrícolas y alimentarias, como el azúcar, la fruta y las verduras y la refrigeración, en particular, son las que más pierden. Polonia es de nuevo uno de los países que más han sufrido y está situada en una de las regiones más afectadas. Por tanto, ¿quién se beneficia? Se benefician y seguirán beneficiándose los «antiguos» Estados miembros y las regiones industriales económicamente potentes, especialmente porque la Unión Europea dirige la mayor parte de sus esfuerzos a obtener beneficios del comercio con terceros países de artículos manufacturados, que constituyen el 85 % del volumen de ventas de productos. Los productos agrícolas solo constituyen el 15 % del volumen de ventas. Lo que nos lleva a la pregunta fundamental: ¿qué relación guarda la política de las autoridades de la Unión Europea en el ámbito empresarial con los principios básicos de la Unión Europea, como la solidaridad europea, la igualdad de oportunidades, el desarrollo sostenible o los derechos humanos?

 
  
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  Philip Bushill-Matthews (PPE-DE). – (EN) Señor Presidente, voy a empezar dando las gracias al señor Comisario por sus sensatos y prudentes comentarios al presentar este debate y, en particular, por hacer especial hincapié en los ciudadanos, porque ocupan un lugar central en el tema que estamos debatiendo.

Solo quiero insistir en dos observaciones importantes que él ha hecho. Una es sobre el cambio estructural. Estoy totalmente de acuerdo en que el cambio estructural ha venido para quedarse y que, de hecho, se acelerará. Así que la cuestión no es cómo detenerlo, sino cómo aprovecharlo y gestionarlo.

La segunda observación importante que quiero destacar es que la respuesta no es el proteccionismo ni de los países que tratan de poner barreras, ni de las empresas que tratan de proteger los viejos puestos de trabajo cuando el mercado avanza.

Estoy de acuerdo con la señora Ek en que hoy en día es posible que las personas no tengan asegurado un puesto de trabajo de por vida, pero creo que siguen teniendo derecho a esperar la posibilidad de vivir con un trabajo. La pregunta, por tanto, es qué puede hacerse para ayudar y qué no debe hacerse.

Creo que, como diputados al Parlamento Europeo, no debemos tener este tipo de debate cada vez que una gran empresa cierra o reduce su plantilla, para que nosotros los políticos podamos demostrar que nos preocupamos –aunque, por supuesto, nos preocupemos– y «demos la impresión de hacer algo» en todos los casos, señalando con el dedo a empresas concretas. No creo que este tipo de debates periódicos sirvan de ayuda. No deben utilizarse para tratar de ganar titulares en nuestros países.

Lo que creo que podemos y debemos hacer es asegurarnos de ayudar a crear un clima regulador en el que pueda florecer el espíritu emprendedor, para que puedan crearse espontáneamente más puestos de trabajo nuevos; cuando una puerta tiene que cerrarse, se puede alentar que otras se abran.

Creo también que la mejor forma de seguridad en el empleo que puede tener una persona está en el conjunto de capacidades que adquiere, y ahí es donde deben estar nuestras prioridades. Tenemos que asegurarnos de que, cuando se hable de inversión, las empresas reconozcan que la inversión en recursos humanos es la más importante que se puede hacer. La inversión de los países en recursos humanos es también la más importante que pueden hacer. Si hacemos esto bien, habremos recorrido un largo camino para hacer frente al reto del cambio.

 
  
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  Jan Andersson (PSE).(SV) Señor Presidente, voy a centrarme en mi intervención en los aspectos principales de la reestructuración. Sin embargo, quiero decir que apoyo a los trabajadores portugueses en sus esfuerzos por conservar y desarrollar su empleo. Por mi experiencia pasada también sé, tal y como ha apuntado el señor Schulz, que GM no siempre ha actuado bien con respecto al diálogo social, por ejemplo, en las relaciones con sus fábricas de Alemania y Suecia, cuando enfrentó entre sí a los trabajadores de ambos países. No es un tipo de conducta que me agrade.

Comparto la opinión de que la reestructuración no es algo nuevo. Más bien, es algo con lo que siempre hemos vivido. En mi ciudad natal había una vez una fábrica de caucho, pero ya no está allí. En aquella época casi todos los habitantes de la ciudad trabajaban en esta fábrica. También en el futuro seguirá habiendo reestructuración. En algunos casos la reestructuración se lleva a cabo muy mal. Lo que acarrea pérdidas de trabajo y la región en cuestión recibe un duro golpe. Sin embargo, también existen ejemplos positivos de reestructuración, en los que se han creado nuevos puestos de trabajo y las regiones han podido sobrevivir e incluso avanzar, con empleos a plazo más largo. Entonces, ¿cuál es el secreto? Bueno, hay unos cuantos factores clave. Son la responsabilidad social, la participación y el enfoque a largo plazo.

En primer lugar, el enfoque a largo plazo. No tengo en gran consideración las empresas que no tienen algún tipo de plan a largo plazo de cómo van a abordar con éxito la competencia mundial y que solo aceptan subvenciones a corto plazo antes de abandonar la región en la que se encuentran. Además, la participación es necesaria, y me refiero a la participación del activo más importante que tienen las empresas, a saber, sus empleados. Los empleados son el recurso más importante de las empresas y no basta con darles información y consultarles cuando se van a efectuar cambios. Los empleados tendrían que formar parte del proceso de reestructuración. Deberían poder participar en él e influir en él. De este modo no habría necesidad de salir a la calle a manifestarse. De este modo pueden crearse nuevos puestos de trabajo. Asimismo, existe una necesidad de demostrar responsabilidad social desde muy temprano y de formar al personal para que pueda afrontar los desafíos a largo plazo del futuro y de las regiones, ya que a menudo son las empresas quienes desempeñan un papel importante en las regiones donde se necesita demostrar responsabilidad social.

En cuanto a la industria automovilística, está cada vez más globalizada, lo que consiste en un número cada vez menor de empresas. La reestructuración será necesaria. En el ámbito europeo podemos hacer algunas cosas. Como ha señalado el señor Jonckheer, podemos fortalecer los comités de empresa y las directivas relativas a estos. Podemos trabajar en torno a la información y las consultas. Creo que en el ámbito europeo necesitamos acuerdos marco entre las industrias y los sindicatos a fin de poder gestionar los cambios que se producirán en el futuro. Esto será cada vez más importante. La reestructuración es algo con lo que tenemos que vivir, pero puede convertirse en algo positivo si se permite a los empleados participar activamente y si las empresas implicadas demuestran responsabilidad social.

(Aplausos en algunos escaños)

 
  
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  Roberto Musacchio (GUE/NGL). – (IT) Señor Presidente, Señorías, no está de más recordar que estamos hablando de personas reales, que también nos están escuchando y que, por lo tanto, necesitan respuestas prácticas.

Hace un año intervine en esta Cámara para hablar de la industria siderúrgica y sobre Terni, una ciudad italiana que veía amenazado su sustento por las operaciones de una multinacional. Las opiniones que expresó este Parlamento resultaron muy útiles. Hoy me veo obligado a retomar el mismo tema a propósito de otra planta, la fábrica Eaton en el Piamonte, cuyos trabajadores también corren peligro debido al comportamiento de una multinacional; también quisiera recordar el caso de Getronix, y otros se han referido a Opel, como acabamos de escuchar.

En todos esos casos, al igual que en el de Terni, podemos y debemos prestar ayuda. También debemos intervenir para impedir que todo esto vuelva a suceder, es decir, para evitar que las multinacionales –las cuales, dicho sea de paso, cosechan beneficios e incluso gozan de ayudas públicas, incluidas ayudas europeas– se aprovechen de Europa y enfrenten directamente a un país contra otro, a unos trabajadores contra otros.

Tenemos que decidir que es necesario combatir el dumping y los traslados de empresas mediante normas concretas, puesto que nada tienen que ver con la competencia y el mercado, sino que en realidad socavan la cohesión social y nos imponen unos costes insoportables a todos.

Para combatir estos fenómenos se requieren respuestas prácticas, una de las cuales es fortalecer de verdad a los comités de empresa europeos. Conceder más poderes a los trabajadores y sindicatos también nos ayudará a consolidar una concepción del tipo de desarrollo que necesita Europa.

Algunas personas confían en este mercado especulativo, convencidas de que incluso podría tener un resultado neto positivo desde el punto de vista del empleo, lo que en realidad no es cierto; creo que la política debe ocuparse de qué es necesario que se produzca en Europa y, por lo tanto, también debemos actuar en ese ámbito.

Considero que quienes luchan a favor de la integración europea deben reconocer que la unidad, y no la división, de los trabajadores europeos es un activo esencial para la construcción de esta Europa unida y, por consiguiente, esta Asamblea debe asumir un firme compromiso, no a favor del dumping, sino de una armonización creciente de la normativa y de los derechos.

 
  
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  Malcolm Harbour (PPE-DE). – (EN) Señor Presidente, no es coincidencia que mi colega, el señor Bushill-Matthews, y yo mismo hayamos pedido intervenir en este debate. Los dos procedemos de la región de West Midlands del Reino Unido, una región que históricamente ha dependido mucho de la industria automovilística, que ha pasado por muchos ciclos de cierre de plantas y reestructuraciones.

El otro día fui a hablar a una escuela en Coventry y les dije a los niños: «¿Sabéis dónde esta la tienda de vídeos Blockbuster y el supermercado? En los años ochenta, yo trabajaba allí en una fábrica de coches que empleaba a 20 000 personas.»

No hay nada nuevo en eso. Lo estamos planteando como si fuera algo nuevo. La inversión creará puestos de trabajo y dará solución a los problemas de los que han hablado muchos colegas de este lado de la Cámara: inversión en coches nuevos, inversión en fábricas nuevas, inversión en robots que abaratarán el coste de producción, e inversión en calidad. Le pregunto al señor Schulz de dónde va a salir tanta inversión. Va a salir de los beneficios. A la industria automovilística no le faltan defensores de causas perdidas; lo que le faltan son más beneficios para invertir en esos nuevos productos. Eso está sucediendo en las empresas prósperas.

Otra fábrica en la que yo trabajé durante mis 30 años en el sector –la planta de Oxford de lo que fue la British Motor Corporation– es ahora una de las fábricas de coches con más éxito en Inglaterra, la que produce el Mini. Se ven Minis por todas partes, se ven Minis en Estados Unidos. BMW –los propietarios de esa fábrica, una empresa alemana– está invirtiendo 250 millones de libras esterlinas en fabricar un coche nuevo allí y le damos las gracias a BMW por eso. Va a crear otros mil puestos de trabajo. Un motor que antes se fabricaba en Brasil, se va a fabricar ahora en Birmingham, en mi circunscripción.

Quiero decirle a mis amigos en Portugal, y muchos de ellos hablarán dentro de poco sobre estas cuestiones: vengan y hablen con los que hemos vivido ese problema antes. Uno de los días más tristes de mi vida fue cuando tuve que ir a la fábrica de coches de Longbridge para reunirme con el administrador judicial de esa fábrica, que había quebrado. Yo empecé a trabajar allí en 1967, cuando empleaba a 25 000 personas, y ese día entré en una fábrica desierta.

Esa es la realidad de la vida industrial. Así ha sido desde hace mucho tiempo. La cuestión es cómo hacer frente a eso. Necesitamos mejor empleo, necesitamos pleno empleo, necesitamos reconversión profesional y necesitamos ayudar a las personas despedidas a encontrar un nuevo empleo. Si algo no puede salvarse, tendremos las respuestas a ello. Nos hemos implicado en Longbridge, dónde 5000 trabajadores han sido despedidos. Estamos trabajando en Peugeot actualmente y en otras zonas. Vengan y hablen con nosotros sobre las medidas prácticas que estamos adoptando y dejen de quejarse en esta Cámara de los problemas. Todos hemos pasado por ellos cada día. No tengamos más debates como este. Pensemos en seguir un camino positivo.

 
  
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  Jean-Louis Cottigny (PSE).(FR) Señor Presidente, Señorías, estoy tentado de retomar las palabras del señor Harbour. Si él ha vivido despidos y reestructuraciones, yo mismo he sido despedido tres veces por motivos económicos y reestructuraciones en la región francesa de Nord Pas-de-Calais. El Grupo Socialista en el Parlamento Europeo está a favor a una política que permita a las empresas crear empleo, modernizarse y favorecer el desarrollo económico. Pero al hablar de desarrollo económico, el Grupo del PSE habla también de apoyo social, para crear riqueza, pero también para redistribuirla. Europa debe mostrar su modelo social europeo.

Para ello hemos trabajado colectivamente y más de un 80 % de nosotros hemos votado a favor de un informe sobre las reestructuraciones y el empleo en el que decimos que sin duda hay que prever alguna forma de apoyo, pero que también necesitamos ilustrar a Europa sobre lo que somos y lo que hacemos. Hemos votado, por una muy amplia mayoría, a favor de decir que si Europa aporta una ayuda económica y dinero público y, en un momento dado, nos damos cuenta de que existe un «turismo de subvención», ese dinero debe reembolsarse. General Motors, donde el año pasado fueron más de 500 000 los trabajadores afectados por reestructuraciones, es hoy un ejemplo que nos preocupa. No nos quejamos, pero pensamos que hay que respetar a todo el mundo, y en particular a los trabajadores.

Las reestructuraciones son necesarias para el mantenimiento de la competitividad económica de nuestras empresas, pero no por ello están menos cargadas de consecuencias. En el caso de General Motors hoy, como en muchos casos de reestructuración, los ciudadanos europeos esperan una respuesta firme de la Unión. El señor Barroso nos ha dado esa respuesta al pedir a la nueva Presidencia finlandesa que encarne la Europa de los resultados. Pues bien, la Europa de los resultados empieza aquí, en esta Cámara, con un mensaje firme dirigido a los trabajadores que están hoy en apuros. Por supuesto, hay que tomar medidas de apoyo en relación con la formación y la ayuda, pero desde hoy debemos preguntarnos cómo se reembolsará el dinero público que se ha repartido.

(Aplausos)

 
  
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  Helmuth Markov (GUE/NGL). – (DE) Señor Presidente, señor Comisario, los cierres de fábricas, como ahora en Portugal, no son casos aislados. En 2005 se perdieron más de medio millón de empleos en la Unión Europea debido a medidas de reestructuración.

Las empresas que cotizan en bolsa, dondequiera que tengan su sede, están registrando beneficios sin precedentes. Las ventas están aumentando de manera vertiginosa mientras se reducen drásticamente las plantillas. En los últimos tres años, la productividad de las empresas incluidas en el índice bursátil alemán DAX aumentó una media del 6,5%. Sin duda, esto significa que son competitivas. En el marco del debate sobre qué podemos hacer, tenemos que preguntarnos si los fundamentos para la concesión de las ayudas son los adecuados.

Quisiera hacer algunas propuestas, muchas de las cuales todavía no se han contemplado en absoluto. ¿No es cierto que las ayudas se conceden en primer lugar a los productos y procesos innovadores, a la investigación y al desarrollo tecnológico, y no para las plantas y equipos? Creo que esta clasificación se podría utilizar para limitar la concesión de ayudas.

Mi segunda pregunta es la siguiente: ¿es prudente limitar la recuperación a cinco años? El período de amortización de los equipos suele ser de 10 a 15 años. Lógicamente, las empresas deberían rembolsar los fondos durante el período necesario para amortizar los gastos en bienes de capital.

En tercer lugar, ¿no creen que en el momento de valorar si se debe conceder o no una ayuda habría que verificar e insistir en que las empresas que operan a escala mundial cumplan las directrices de la Organización Mundial de la Salud y de la Organización Internacional del Trabajo y las normas aplicables en materia de emisiones en todos los lugares donde operen? Cualquier empresa que no lo haga sencillamente no debe ser elegible para la obtención de ayudas.

En cuarto lugar, ¿es prudente apoyar a empresas que no están vinculadas por un convenio colectivo y donde los sindicatos no pueden ejercer influencia alguna? En esos casos, los contribuyentes europeos pagan por partida doble. Financiamos la investigación y desarrollo de las empresas y su gasto en equipos, y después estas despiden a su personal y se espera que los contribuyentes sufraguen también el coste de los subsidios de desempleo. Desde luego, se trata de un mal planteamiento económico.

Una última observación: si deseamos impulsar una auténtica política estructural y regional, es necesario establecer una vinculación mucho más estrecha entre las necesidades de apoyo de las empresas y los beneficios regionales que reporte dicho apoyo.

 
  
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  Edite Estrela (PSE) .(PT) General Motors está despidiendo a millares de trabajadores europeos. El año pasado se perdieron 9 000 puestos de trabajo en Alemania. Este año se han anunciado 900 despidos en el Reino Unido y, hace poco, el cierre de la planta de Azambuja en Portugal, que ha funcionado durante décadas y en la que trabajan 1 200 personas.

Quisiera aprovechar esta oportunidad para saludar a los representantes de la planta de Azambuja que hoy se encuentran presentes en el hemiciclo y expresarles nuestra solidaridad. Cuando hablamos de millares de despidos, no se trata solo de grandes cifras, de estadísticas y porcentajes, sino también de tragedias humanas y familiares, y estoy consternada por el desconocimiento de esta situación que han manifestado algunos diputados.

El cierre de la planta de Azambuja nos afecta a todos, pues puede suponer un paso más hacia el desmantelamiento progresivo de otras plantas de General Motors en la Unión Europea y su posterior traslado al Este: a Rusia o Asia. Por esto merece la pena que celebremos este debate. Es de agradecer que el señor Schulz tomara la iniciativa de programar el debate y brindarnos la oportunidad de obtener algunas respuestas.

En primer lugar, ¿qué se puede hacer para evitar el cierre de la planta de Azambuja? Este debate también debería contribuir a hacer comprender a las multinacionales que no pueden limitarse a «usar y tirar»; no pueden recibir incentivos, en forma de fondos comunitarios o de exenciones fiscales en algún Estado miembro, y luego trasladarse a otro para obtener nuevas ayudas y más ventajas. El cierre de fábricas no se puede considerar normal. Se tiene que poder evitar y debemos hacer todo lo posible, al igual que la Comisión, para asegurarnos de que esto no vuelva a repetirse y de que el Fondo de Adaptación a la Globalización se aplique cuando las cosas vayan mal.

 
  
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  Pier Antonio Panzeri (PSE).(IT) Señor Presidente, Señorías, las preguntas que se plantean en la comunicación de la Comisión son muy importantes. Ante los cambios que han tenido lugar y que siguen ocurriendo en las industrias nacionales y a escala europea, Europa se enfrenta con el problema de la gestión de los procesos de reestructuración industrial, que tienen repercusiones sumamente graves para los trabajadores y para las diferentes regiones.

El señor Harbour se preguntaba hace unos momentos cuál sería el tema del futuro. Mi respuesta es la siguiente: «El tema del futuro es cómo gestionar estos procesos». Existen muchos casos que plantean problemas y estos se llaman traslado de empresas, incumplimiento de los acuerdos sindicales y pérdida de puestos de trabajo.

Abarcan desde el caso de General Motors hasta el de muchas pequeñas y medianas empresas, pasando por lo que está sucediendo en la planta Eaton del Piamonte, por ejemplo, una empresa donde el proceso de reestructuración y el incumplimiento de los acuerdos alcanzados con los sindicatos están poniendo seriamente en peligro los puestos de trabajo. Para hacer frente a esta situación, tenemos que adoptar una posición firme a escala europea que incluya una gestión eficaz de dichos procesos, lo cual mejorará también la coherencia de los propios objetivos de Lisboa y del propio diálogo social, que se considera uno de los pilares de la citada estrategia.

Por ello pido que se adopte una posición común que fortalezca y llene de contenido la actuación de las instituciones europeas en ese ámbito, comenzando por el Parlamento.

Quisiera destacar un último aspecto: al parecer ha quedado perfectamente claro que la reestructuración exige una revisión de los instrumentos comunitarios disponibles. Se trata solo de un ejemplo y me gustaría conocer la opinión del Comisario al respecto: si en verdad queremos gestionar esos procesos, es imprescindible fortalecer y reformar los comités de empresa europeos. Es necesario actualizar la Directiva si queremos responder a las nuevas exigencias en ese contexto.

Espero que el Parlamento en su conjunto y la Comisión puedan adoptar una posición común al respecto.

 
  
  

PRESIDENCIA DEL SR. ONESTA
Vicepresidente

 
  
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  Joel Hasse Ferreira (PSE).(PT) Señor Presidente, Señorías, la situación de Azambuja es alarmante. Millares de trabajadores, algunos de los cuales se encuentran presentes hoy en el hemiciclo, están amenazados de despido. Esta amenaza pesa sobre miles de empresas proveedoras y familias trabajadoras de Azambuja y las zonas vecinas, además de afectar a los trabajadores de General Motors.

Hace poco me reuní con la Comisión de los Trabajadores Portugueses, el alcalde y mi colega diputada al Parlamento europeo, señora Madeira, pero ahora quisiera decirles que el problema tiene una dimensión más amplia, de ámbito europeo. Sabemos que General Motors ha tenido problemas estratégicos y que ha pedido a Renault Nissan que intervenga y colabore en la gestión. Sin embargo, esto no exime a la empresa de sus responsabilidades.

La resolución que hemos presentado encara a General Motors con sus responsabilidades europeas y expone con toda claridad lo que está sucediendo en Azambuja. Señor Presidente, Señorías, los cambios estratégicos y la reestructuración de empresas tienen que tomar en consideración que los trabajadores son seres humanos y no solo factores de producción. La UE necesita contar con una estrategia clara, con un medio más adecuado para hacer frente a esos problemas, si desea que el modelo social europeo funcione como es debido. La resolución que hemos presentado constituye un paso en esa dirección.

 
  
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  Jamila Madeira (PSE).(PT) La situación a la que se han referido los oradores precedentes es muy real para los trabajadores de General Motors en Portugal. Lamentablemente también es una historia conocida en los últimos tiempos en la UE, como ya se ha dicho en esta Cámara.

Las empresas reciben ayudas comunitarias y nacionales, así como incentivos para establecerse en una región y un país determinados, y luego se trasladan, huyendo de las normas de conducta vigentes, sin reparo ni respeto alguno por los cientos o miles de trabajadores y a menudo familias enteras, a los que se despide en un santiamén. La búsqueda de una fácil maximización de los beneficios y el fenómeno de la globalización no pueden justificar la tragedia económica y social que sufren los eslabones más débiles de la cadena económica.

Señor Comisario, el Fondo de Adaptación a la Globalización, adoptado en el Consejo Europeo de diciembre, no tiene el cometido ni la capacidad de evitar todas las situaciones que se han dado en Europa. Se trata de un fondo internacional destinado a paliar un pequeño número de despidos por reajuste de plantillas en un número reducido de países como resultado de los cambios que se están registrando en el comercio a escala mundial. Es necesario hacer más. Para ello, la UE debe definir con claridad el plan de acción que deberían seguir las empresas manufactureras de Europa y las que deseen acceder con sus productos a este mercado de 455 millones de consumidores. Para estar en condiciones de dar ejemplo al mundo, tenemos que empezar por exigir que se respeten el modelo social europeo y los derechos humanos, y hacerlo de forma diferente.

 
  
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  Günter Verheugen, Vicepresidente de la Comisión. – (DE) Señor Presidente, Señorías, permítanme hacer dos breves observaciones. En relación con el caso que ha ocupado un lugar tan destacado en las aportaciones al presente debate, concretamente el de Azambuja, la acusación de que la empresa obtiene enormes beneficios a expensas de sus trabajadores y de los contribuyentes europeos resulta bastante insostenible, ya que los tiempos en que General Motors registraba beneficios han quedado muy atrás, tanto en Europa como en otras partes del mundo. Si recuerdo bien, las últimas pérdidas anuales se elevaron a diez mil millones de dólares, que desde luego no son poca cosa. Por lo tanto, es necesario juzgar este caso de un modo bastante distinto a los que tenía en mente el señor Schulz, por ejemplo, cuando se ha referido a ciertas formas del capitalismo moderno que sin duda tienen efectos sociales negativos, que ninguna persona razonable puede negar.

En segundo lugar, en este Parlamento existe un claro acuerdo en el sentido de que el cambio estructural es inevitable y también de que no es preciso aceptarlo resignadamente, como el sol o la lluvia, sino que se puede hacer algo frente a los cambios estructurales y, de hecho, es preciso hacerlo, ya que de ello depende el bienestar de la población. La actuación crucial que puede emprender una política económica moderna es configurar el cambio estructural de manera que la población no se sienta abandonada y reducida a la condición de víctima. Y ese es precisamente el objetivo de nuestra política.

Aquí se han presentado varias propuestas muy interesantes. Quisiera centrar la atención al menos en una de ellas y hacer especial hincapié en que por mi parte también estoy firmemente convencido de que fortalecer los derechos de los trabajadores en Europa permitiría configurar los cambios estructurales de una manera más favorable.

 
  
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  El Presidente. – Al término del debate he recibido cinco propuestas de resolución(1)de conformidad con el apartado 2 del artículo 103 del Reglamento.

El debate queda cerrado.

La votación tendrá lugar el jueves a las 12.00 horas.

 
  

(1) Cf. Acta.

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