Paloma López Bermejo (GUE/NGL), por escrito. – Para la izquierda del sur de Europa no es noticia que la UE está al servicio de la gran industria alemana. ¿Y qué oligopolio es más poderoso que el del automóvil? Lo vimos en la comisión de investigación del dieselgate, donde se evidenció que la Comisión conocía y permitía las manipulaciones de las emisiones de NOx, aun a costa de la calidad del aire en nuestras ciudades. Y lo vemos ahora, cuando Alemania permite que estos coches diésel sigan circulando sin que las compañías paguen el coste de reparar el hardware de los motores manipulados. Ni Volkswagen, ni Daimler, ni Audi, ni Porsche. Ninguna compañía tiene derecho a fijar cuál debe ser el futuro de la industria del automóvil, y menos violando la legislación vigente. Son la rapacidad y el cortoplacismo de la gran industria alemana los que están retrasando la transición hacia motores más limpios y eficientes. Y si perdemos ese tren, serán los trabajadores quienes pierdan su empleo frente a las importaciones de otros países. Y ese sí que será el fin de la industria del automóvil en Europa.