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Textos presentados :

RC-B6-0435/2007

Debates :

PV 14/11/2007 - 2
CRE 14/11/2007 - 2

Votaciones :

PV 15/11/2007 - 5.5
CRE 15/11/2007 - 5.5

Textos aprobados :


Acta literal de los debates
Miércoles 14 de noviembre de 2007 - Estrasburgo Edición DO

2. El interés europeo: Triunfar en la era de la mundialización (debate)
Acta
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  Presidente. − Señorías, me complace ver que, al menos, se encuentran presentes dos presidentes de grupo. No había reparado en la presencia de uno de ellos ahora mismo, pero ahí viene rápidamente a ocupar su asiento.

El próximo punto es la presentación de las declaraciones por parte del Consejo y de la Comisión sobre el interés europeo: triunfar en la era de la mundialización.

 
  
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  Manuel Lobo Antunes , Presidente en ejercicio del Consejo. (PT) Señor Presidente, Presidente de la Comisión, Señorías, la mundialización no es meramente un fenómeno que deba ser considerado por sus consecuencias económicas e implicaciones tecnológicas; para ustedes, Señorías, para los miembros del Consejo de la Unión Europea y para todos nosotros, es fundamentalmente y de hecho una cuestión política. Entraña la pérdida de puestos de trabajo, la crisis de las religiones, la desaparición de sectores económicos, y nuevas amenazas para la seguridad y el medio ambiente, pero entraña igualmente nuevas oportunidades de empleo, nuevos sectores de producción y precios más bajos para una amplia variedad de productos, lo que facilita una mejor asignación de recursos financieros y el crecimiento del comercio de bienes y servicios.

La mundialización ha fomentado un intercambio de ideas y de contactos entre las personas sin precedentes. Las perspectivas para el enriquecimiento económico y cultural son enormes, pero también lo son los riesgos de que se produzcan nuevas y variadas formas de desequilibrios mundiales. Nos enfrentamos al reto de modelar esta nueva y cada vez más fluida interdependencia en un mundo cada vez más reducido. Especialmente, aceptar y regular la mundialización es una cuestión clave para nuestras democracias y para el propio concepto de democracia eficaz: ¿seremos capaces de mantener el control político de las opciones fundamentales de la gobernanza económica y de tantos otros aspectos de nuestra vida en manos de nuestro pueblo y de nuestros representantes electos?

Creo firmemente que en diversos ámbitos cruciales los europeos sólo seremos eficaces si somos capaces de proporcionar nuevas soluciones políticas colectivas a la mayor parte de los graves problemas de nuestro tiempo, como son el crecimiento económico y la creación de empleo, la protección medioambiental, la energía, la migración y la lucha contra el terrorismo.

La Unión Europea ha estado poniendo al día sus políticas internas para garantizar la competitividad y el desarrollo justo y sostenible. El fortalecimiento de la cohesión social y el respeto por el medio ambiente deben regir las reformas económicas, y la inversión en investigación, innovación y educación deben dirigir el crecimiento y el empleo. Sin embargo, no estamos solos, y sería irresponsable adoptar una posición introspectiva, convencidos de la eficacia de satisfacer el interés propio. Este nuevo mundo carece de muros o bastiones efectivos; debemos trabajar junto con otros países y regiones para alcanzar resultados positivos para todos.

La estabilidad, la libertad, la seguridad y la prosperidad serán estables y duraderas sólo si se comparten. Tal es la vocación de Europa. Debemos liderar y modelar la mundialización de acuerdo con nuestros principios y valores, mirando al exterior con una actitud universalista, como hicimos en los mejores momentos de nuestra historia común.

Trabajando conjuntamente, la UE y sus Estados miembros han demostrado que pueden abordar problemas y desafíos comunes haciendo uso de la experiencia ganada en cincuenta años de integración. El nuevo Tratado de Lisboa proporciona unas condiciones institucionales más eficaces y transparentes para que la UE desempeñe su papel en el mundo. El reto consiste en mantener y fortalecer lo que hemos alcanzado en dicho período de tiempo y en hallar modos de defender nuestros intereses y proyectar nuestros valores comunes más allá de nuestras fronteras.

El renovado Tratado de Lisboa ha proporcionado el marco para que Europa responda a dicho reto, y el lanzamiento de un nuevo ciclo de gobernanza nos proporciona la oportunidad de reflexionar sobre el camino que pretendemos seguir. La Comunicación de la Comisión objeto del debate de hoy es un punto de partida excelente para el mismo y ha proporcionado las bases para la negociación entre los Jefes de Estado y de Gobierno en la reunión informal mantenida en Lisboa el pasado 19 de octubre. Nuestro trabajo en el Consejo se basa en dicho documento y pretende definir un paquete de textos que contribuya a la preparación del nuevo ciclo de la Estrategia de Lisboa.

El Consejo Ecofin de esta semana ha adoptado sus conclusiones, el Consejo «Competitividad» celebrado el 22 de noviembre aprobará igualmente algunos textos, y el Consejo de Empleo de los días 5 y 6 de diciembre prevé adoptar conclusiones sobre el futuro de la Estrategia Europea de Empleo en el contexto del nuevo ciclo de la Estrategia de Lisboa, mientras que otras formaciones del Consejo han abordado cuestiones relevantes para la preparación del nuevo ciclo. Puedo confirmar que estamos de acuerdo en lo esencial con la Comisión: la renovada Estrategia de Lisboa debe continuar siendo el marco idóneo para la respuesta europea a los principales retos que afrontamos, especialmente el de la mundialización. Europa está realizando grandes progresos. Los objetivos establecidos en los cuatro ámbitos prioritarios: empleo, conocimiento e innovación, entorno empresarial, y energía y cambio climático, que fueron seleccionados en el año 2006, siguen siendo adecuados.

Las principales líneas del nuevo ciclo deben preservar la estabilidad necesaria para consolidar los resultados; al mismo tiempo, es importante realizar ajustes y mejoras para que pueda alcanzarse el pleno potencial de la renovada Estrategia de Lisboa. Al aprovechar el impulso generado por los avances que ya hemos conseguido, nuestra prioridad debe ser acelerar el ritmo de los cambios para fortalecer nuestras economías.

La UE tiene responsabilidades globales y debe estar mejor preparada para afrontar la mundialización mediante un enfoque estratégico, coherente y determinado a escala global. Entre tanto, debemos permanecer firmemente comprometidos para poner en práctica medidas a escala nacional que nos permitan abordar más eficazmente los problemas surgidos del cambio demográfico, la calidad de las finanzas públicas y su sostenibilidad a largo plazo, el mercado laboral, el empleo, la cohesión social, el mercado interior, la competitividad, la investigación y la innovación, la energía y el cambio climático, y la educación y la formación.

Al mismo tiempo, el programa comunitario de Lisboa tiene un importante papel que desempeñar en el nuevo ciclo, al ofrecer garantías más eficaces para la necesaria coherencia de las reformas. Debe reforzarse la titularidad del Parlamento y del Consejo, así como desarrollarse el intercambio de buenas prácticas entre los Estados miembros. La migración tiene un papel fundamental que desempeñar en el contexto de la mundialización, al ayudar a incrementar el potencial de crecimiento y facilitar los ajustes necesarios. Según un informe reciente que ha presentado el Consejo esta semana sobre los efectos de esta situación en la movilidad de la mano de obra, el crecimiento demográfico de la UE se está viendo favorecido cada vez más por los flujos migratorios, y debería tenerse en cuenta el modo decisivo en que éstos contribuyen a reforzar la flexibilidad necesaria para afrontar las crisis y compensar los bajos niveles de movilidad intrarregional.

En este contexto mundializado, debe reforzarse y desarrollarse la dimensión exterior de la Estrategia de Lisboa, proyectando los objetivos políticos y económicos de la UE y las normas sociales y medioambientales más allá de sus fronteras. Como ustedes saben, ese aspecto se abordó en las negociaciones de los Jefes de Estado y de Gobierno en la reunión informal mantenida en Lisboa, en la cual desarrollamos particularmente cuestiones relativas a la inestabilidad del mercado financiero y al cambio climático. Ese interesante y estimulante debate político, en el que también participó el Presidente de esta Cámara, reforzó nuestra fe en el futuro.

Como ya ha señalado aquí el Primer Ministro portugués, José Sócrates, Europa tiene el deber de liderar el proceso de la mundialización, y además se encuentra en posición de hacerlo así, aprovechando las nuevas oportunidades que se han originado, incluidas las pertenecientes al ámbito de las ideas y del intercambio cultural. Al fortalecer las relaciones entre los pueblos y la interdependencia entre las naciones, la UE está realizando una contribución esencial para la paz y la estabilidad mundial. Europa cuenta con las condiciones políticas e institucionales para responder de manera coherente a los desafíos que plantea la mundialización en los ámbitos económico, social y medioambiental, y por lo tanto puede influenciar dicho proceso. Necesitamos una cooperación estratégica más sólida con nuestros socios para desarrollar una nueva agenda global que combine la apertura recíproca de los mercados, la mejora de las normas medioambientales, sociales, financieras y de propiedad intelectual, y la necesidad de apoyar la capacidad institucional de los países en desarrollo.

Asimismo, como ha anunciado el Primer Ministro portugués al finalizar la reunión informal de Lisboa, va a aprobarse una declaración de la UE sobre la mundialización en la Cumbre Europea de los días 13 y 14 de diciembre, lo que constituirá una señal clara para los ciudadanos y el mundo de la determinación y el compromiso de los dirigentes europeos por estimular la capacidad de la UE para influenciar la agenda de la mundialización y hallar las respuestas adecuadas.

Los retos a los que nos enfrentamos son a la vez complejos y estimulantes, y la Presidencia portuguesa continuará trabajando en ellos. Contamos con el apoyo del Parlamento Europeo, como siempre hemos hecho, para promover y desarrollar la acción europea y nacional, acordada a escala global, que permita a Europa asumir sus responsabilidades en el contexto mundial y superar con éxito futuros desafíos.

En ocasiones, tendemos a olvidar lo que Europa significa para tantas personas en este mundo globalizado. Las imágenes de los inmigrantes postrados en nuestras playas son un cruel recordatorio de esa realidad y de lo privilegiados que somos en Europa, que se ha convertido en bastión de la esperanza, esperanza que es posible consolidar en un modelo que combina la libertad, el crecimiento económico, la justicia social y la protección medioambiental basados en la asociación, la cooperación y la responsabilidad compartida.

No es sólo nuestro éxito como europeos lo que está en juego. Como ustedes saben, el lema de nuestra Presidencia es «Una Europa más fuerte para un mundo mejor» y creemos sinceramente que Europa debe desempeñar un papel crucial en el desarrollo de un mundo más justo y equilibrado.

 
  
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  José Manuel Barroso, Presidente de la Comisión. − (PT) Señor Presidente, Secretario de Estado Adjunto y para Asuntos Europeos en representación de la Presidencia del Consejo, Señorías, la mundialización es el tema central para esta generación de europeos. Afecta a las vidas de todos nuestros ciudadanos de un modo o de otro; por lo tanto, es oportuno que haya ocupado un lugar prioritario en la agenda europea.

Como ustedes saben, estoy convencido de que la agenda europea del siglo XXI debe organizarse principalmente en torno al tema de la mundialización, al mismo tiempo que, naturalmente, debe mantener los valores y los principios que siempre han informado el proyecto europeo. Sin embargo, la mundialización debe ser considerada también una oportunidad para que Europa defienda y reafirme sus intereses en un mundo cada vez más interdependiente. Por lo tanto, me complace profundamente participar en el debate sobre esta cuestión organizado por el Parlamento Europeo.

Como acaba de decir el Secretario de Estado, el documento que la Comisión elaboró el mes pasado sobre el interés europeo ha generado un debate excelente en el Consejo Europeo informal celebrado en Lisboa. En particular, me alentó el estimulante consenso alcanzado en relación con nuestras ideas sobre cómo responder a la mundialización. Asimismo, quisiera agradecer a la Presidencia portuguesa su apoyo constante a esta agenda europea global y a la necesidad de dar a la Estrategia de Lisboa una dimensión que pueda responder a los retos de la mundialización.

Asimismo, respaldamos la idea de una declaración sobre la mundialización en el Consejo Europeo de diciembre. Sería una manera excelente de consolidar dicho consenso, que también debe verse favorecido aquí en el Parlamento Europeo mediante la elaboración de una propuesta de Resolución común sobre tan importante cuestión.

De hecho, la Unión Europea ha venido desarrollando una respuesta gradual y verdaderamente europea a la mundialización, que ha fomentado que los europeos aprovechen al máximo dicho fenómeno y que reconoce las preocupaciones legítimas de quienes afrontan el cambio; sin embargo, puesto que no debe olvidarse que a algunas personas puede afectarles negativamente, también debemos tener una respuesta para ellas.

Creo que el interés europeo radica en hallar el correcto equilibrio, pero en ningún caso puede tratarse de una respuesta temerosa o derrotista, sino que debe basarse en la confianza. Efectivamente, en los últimos meses ha surgido un nuevo interés: la turbulencia de los mercados financieros ha mostrado el grado en que la salud de la economía europea guarda relación con los avances globales, mientras que las extremas condiciones climáticas han mostrado la gravedad de las consecuencias potenciales del cambio climático y la necesidad cada vez más acuciante de hallar una respuesta a este problema. Cada día vemos que los puestos de trabajo, la energía, la salud de nuestros ciudadanos y la calidad de vida en toda Europa están siendo influenciados por una dimensión global.

Señor Presidente, estoy convencido de que la confianza debe ser nuestro punto de partida. Tenemos la experiencia de ser la mayor economía del mundo y su mayor exportador. Hemos sido pioneros en abordar de manera innovadora los nuevos problemas – pensemos en el comercio de derechos de emisión – y hemos establecido algunas reglas básicas claras que nos han servido a todos.

Primero, tenemos la responsabilidad de proteger a nuestros ciudadanos sin ser proteccionistas. Debemos dirigir nuestras políticas de forma que otros tomen el mismo camino que nosotros y se abran al mundo. No debemos cerrar puertas; al contrario, tenemos que conseguir que otros las abran. El proteccionismo para Europa, que es el mayor exportador del mundo, sería una doctrina contraproducente.

Segundo, estamos abiertos, pero no somos ingenuos. Eso significa que no queremos que se aprovechen de nosotros los que no respetan determinados principios básicos. Ese fue el espíritu en el que se basaron nuestras recientes propuestas para asegurar que las disposiciones en materia de inversión energética se apliquen también a empresas de terceros países.

Tercero, un sistema regulado puede ser muy beneficioso, y la experiencia que tiene la Unión Europea la sitúa en un lugar especialmente bueno para proporcionar una sólida base de regulación a escala mundial; una manera concreta de dar forma a la mundialización. Seamos sinceros: si queremos economías abiertas, necesitamos algunas reglas. Los mercados no pueden funcionar sin instituciones, y en la Unión Europea tenemos más experiencia que nadie en conciliar legislaciones diferentes, en aunar las diferentes experiencias nacionales. Por eso creo sinceramente que estamos mejor equipados que ninguna otra entidad del mundo para dar forma a la mundialización; no para imponer, sino para proponer nuestro modelo en esta fase de la mundialización que ahora iniciamos.

Disponemos también de algunas herramientas para ayudarnos a afrontar la mundialización con confianza. Nunca ha estado tan claro como ahora que el euro es un factor de estabilidad en el sistema financiero internacional. La posibilidad de utilizar el Derecho comunitario para establecer objetivos vinculantes respecto a los gases de efecto invernadero y las energías renovables nos confiere además una credibilidad inigualable, y la Estrategia de Lisboa renovada constituye un claro estímulo para la reforma en Europa.

Cuando relanzamos la Estrategia de Lisboa en 2005, tratamos de mejorarla en algunos aspectos. Aumentamos la participación y la responsabilidad mediante una estrecha colaboración entre los Estados miembros y la Comisión. Dejamos claro cuál era el trabajo que había que hacer con recomendaciones específicas para cada país. Todos los Estados miembros tienen ahora sus propios programas de reforma nacional y reconocen que se está realizando un esfuerzo colectivo para avanzar con esas reformas. Asimismo, hemos vuelto a orientar los instrumentos financieros de la Unión hacia el crecimiento y el empleo.

Los resultados están empezando ahora a dar frutos. A pesar de la preocupación que sigue existiendo, la situación ha mejorado: en la Unión Europea de los 27 se han creado 6,5 millones de empleos en los dos últimos años; y se prevé la creación de 8 millones más durante el período 2007-2009. Las reformas de Lisboa han reforzado, indudablemente, el potencial de crecimiento de la economía europea.

Sin embargo, el conformismo no tiene cabida aquí: queda mucho trabajo por hacer. Los Estados miembros y la Unión tienen que presionar para que se siga adelante con la reforma. Esa es la mejor forma de hacer más resistentes nuestras economías ante un futuro económico incierto.

Las cuatro áreas prioritarias acordadas en 2006 proporcionan el marco adecuado para Lisboa: investigación e innovación; un entorno más favorable para las empresas (reduciendo los excesivos procedimientos administrativos y creando unas condiciones más favorables para la inversión); mayor empleabilidad; y las grandes cuestiones de la energía y el cambio climático. Estos ámbitos, y la definición de los mismos, han dado a la estrategia un enfoque mucho más nítido. Evidentemente, los cuatro ámbitos están estrechamente relacionados entre sí. Nunca seremos una economía basada en el conocimiento y con bajas emisiones de carbono sin unos trabajadores altamente cualificados, sin más investigación y sin más innovación.

Por eso quiero insistir en esta cuestión de la investigación y la innovación. Quiero aprovechar esta oportunidad para dar las gracias al Parlamento Europeo por haber apoyado la propuesta de la Comisión a favor del triángulo del conocimiento: investigación, educación e innovación. De hecho, quiero darles las gracias y llamar su atención sobre la necesidad de trabajar conjuntamente para que el proyecto Galileo siga siendo un gran proyecto europeo, y quiero darles también las gracias por haber apoyado el proyecto del IET.

Estamos avanzando en la necesidad de un espacio europeo del conocimiento. De hecho, en nuestro documento una de las novedades ha sido, precisamente, la presentación de la idea de una quinta libertad: la libertad de circulación del conocimiento en la Unión Europea.

Nunca conseguiremos un dinamismo renovado sin un clima favorable también para nuestras PYME. Hay 23 millones de PYME en Europa. Por eso creo que si combinamos todos esos aspectos, podremos crear un círculo virtuoso que nos ayudará a conseguir todos nuestros objetivos de golpe.

Mientras nos preparamos para el lanzamiento del próximo ciclo trianual, tenemos que revisar la estrategia en función de las lecciones aprendidas y las nuevas circunstancias. Tenemos que centrar más nuestra atención en la dimensión social. La mejor arma contra la desigualdad y la exclusión social es aumentar la inversión en educación y formación a todas las edades y, como ya dije antes, no todo el mundo está beneficiándose de la mundialización. Si queremos estar seguros del apoyo de los ciudadanos de la Unión Europea a nuestro programa de trabajo, tendremos que considerar, a su debido tiempo, las cuestiones relacionadas con la dimensión social. Esa es la razón de de que, por ejemplo, la Comisión haya propuesto un ajuste en el Fondo Europeo de Adaptación a la Globalización, precisamente porque hemos reconocido desde el principio la necesidad de dar respuestas concretas en estos ámbitos.

Me anima especialmente el acuerdo alcanzado por los interlocutores sociales respecto a la serie de principios de flexiguridad propuestos por la Comisión antes de verano. De hecho, en el Consejo Europeo informal celebrado en Lisboa recibimos la excelente noticia del acuerdo alcanzado por los interlocutores sociales europeos. Espero que el Consejo Europeo de diciembre pueda respaldar esos principios. Así se proporcionará una muy buena base para que cada Estado miembro defina un equilibrio óptimo entre flexibilidad y seguridad en sus mercados de trabajo.

Enérgica implantación de las reformas pendientes, mayor hincapié en las capacidades y la educación, medidas concretas para convertir a Europa en una economía con bajas emisiones de carbono: estas son, desde mi punto de vista, las prioridades para el siguiente ciclo.

Las directrices integradas constituyen un importante instrumento de coordinación, un marco común para que los diferentes Estados miembros emprendan sus propios programas nacionales de reforma. El análisis y la retroinformación de los Estados miembros demuestra que las directrices están funcionando y que son la base del Programa de Lisboa de la Comunidad. Yo creo que, aunque es necesario actualizarlas, si no funcionan mal no debemos cambiarlas.

Necesitamos hacer algo también para conseguir que la Estrategia de Lisboa progrese al mismo ritmo en todos los Estados miembros: si la reforma avanza más despacio en un Estado miembro, eso tendrá obviamente repercusiones en los otros. Necesitamos, asimismo, una mayor implicación de los parlamentos, los interlocutores sociales y las autoridades locales y regionales.

El compromiso de esta Cámara con la Estrategia de Lisboa ha sido crítico para mantener el impulso. Junto con el Vicepresidente Verheugen y todo el Colegio, deseo que estrechemos nuestra colaboración al iniciar el siguiente ciclo de Lisboa.

El vínculo entre mundialización y Lisboa nos ofrece una oportunidad excelente para demostrar cómo, hoy por hoy, la agenda económica europea no es un extra opcional: es la clave para un futuro próspero en Europa. Reforma económica, visión global, economía con bajas emisiones de carbono: estos son objetivos interconectados que tienen que lograrse en paralelo, y sólo la Unión Europea puede proporcionar el alcance y la coherencia que Europa tanto necesita. Sólo si nos unimos podremos defender lo que en nuestro documento llamamos «el interés europeo».

Permítanme concluir diciendo que yo creo verdaderamente que no se trata sólo de defender el interés europeo. En realidad creo que, en la era de la mundialización, el mundo necesita también una Europa más comprometida, que proteja y defienda nuestros intereses, pero que también sostenga nuestros valores: la libertad y la solidaridad.

(Aplausos)

 
  
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  Joseph Daul , en nombre del Grupo del PPE-DE.(FR) Señor Presidente, estimado Hans-Gert; señor Presidente en ejercicio del Consejo, Manuel Lobo Antunes; señor Presidente de la Comisión, José Manuel Barroso, a los ojos de nuestros ciudadanos, la mundialización no es un concepto abstracto; es una realidad que afecta de manera cotidiana a los ciudadanos europeos, quienes dirigen la mirada a sus Gobiernos e instituciones en busca de respuestas a los problemas que origina.

Es mucho lo que nuestros ciudadanos esperan de la Unión Europea a este respecto; esperan recibir protección y seguridad: protección física ante la amenaza terrorista, y protección ante los caprichos de los mercados financieros. Sin embargo, también esperan que les garanticemos el suministro de alimentos y la seguridad alimentaria, aunque el verano pasado, sin ir más lejos, un acusado aumento en el coste de los cereales disparó los precios al consumidor. Los consumidores europeos necesitan la garantía de que los productos baratos de importación son seguros en todos los aspectos; se trata de una cuestión de especial actualidad: a medida que se aproximan las fiestas navideñas, debemos ser capaces de garantizar a los padres y a los abuelos que los juguetes que compran para regalar a sus hijos y nietos no pondrán en riesgo su salud.

Aunque la mundialización debe contribuir a la prosperidad, también debe ser justa —y estar sujeta a normas éticas, como la prohibición de la explotación infantil—. La mundialización no puede desarrollarse a expensas de los más débiles: debe ser un instrumento para combatir la desigualdad no sólo en cada país, sino también entre los diferentes países, y debe dirigirse a incrementar el poder adquisitivo de los más pobres de la sociedad. Siempre nos hemos pronunciado a favor del comercio justo, pero dicho comercio debe basarse en normas estrictas. La apertura de la Unión Europea al resto del mundo es una fuerza motriz de la economía global, y muchas empresas están dispuestas a establecerse en nuestro territorio, para lo cual tendrán que aceptar nuestras reglas y cumplir con nuestras normas sanitarias, medioambientales y de protección al consumidor.

En un espacio de cincuenta años, la Unión Europea ha conseguido crear un mercado interior funcional, en el que la armonización de la legislación de los Estados miembros ha sido siempre la norma. La Unión Europea tiene un papel que desempeñar en la exportación de su saber hacer y en ayudar a elevar las normas de producción y de control de calidad de sus socios. Nos encontramos ya en el camino de hacerlo así con bastantes de ellos. El éxito de la primera reunión del Consejo Económico Transatlántico, celebrada el viernes pasado en Washington, es una señal positiva, y ahora tenemos que redoblar nuestros esfuerzos para que Brasil, China y la India no olviden sus responsabilidades, mientras que con África mantenemos una línea algo más suave.

Para superar los retos externos debemos, en primer lugar, fortalecer nuestro propio mercado único, invirtiendo más en investigación y desarrollo y, en segundo lugar, asegurar una mejor coordinación de la investigación y la innovación entre los Estados miembros. Aunque la mundialización ofrece nuevas oportunidades, también exige un trabajo de adaptación, como por ejemplo en educación y formación a lo largo de toda la vida laboral de los trabajadores.

Mi Grupo recibe con satisfacción las nuevas iniciativas para el crecimiento y el empleo en virtud de la Estrategia de Lisboa, así como la Ley de la pequeña empresa propuesta por la Comisión, ya que las pequeñas y medianas empresas continúan siendo motores sumamente importantes para la estabilidad y la creación de empleo en Europa.

Señorías, como políticos, estamos llamados cada vez con mayor intensidad a abordar el reto de los problemas energéticos. Mientras que la Unión Europea no cuente con una política común para la seguridad energética y medioambiental, continuará en una situación vulnerable. Con los precios del petróleo a casi cien dólares por barril, esta Europa en la que vivimos se enfrenta a una emergencia. Necesitamos una política energética europea que nos garantice la seguridad del suministro y un crecimiento sostenible en este sector. Debemos llevar a cabo un examen exhaustivo de las fuentes de energías renovables y explorar el potencial de suministro energético de la energía nuclear para fines civiles.

Todo debate sobre estas cuestiones debe ser transparente con vistas a incrementar la concienciación de los ciudadanos y a obtener su apoyo para lo que pretendemos emprender. En última instancia, queremos una energía más limpia, más eficaz y más segura para Europa, que debe explicar detalladamente sus intereses, no sólo en cuanto al comercio y a la economía global, sino también en cuanto a la cultura, el lenguaje y la tradición. Al trabajar para conseguir soluciones conjuntas a los retos de la mundialización, nos situaremos en posición de proteger los intereses legítimos de nuestros ciudadanos sin caer en el proteccionismo.

(Aplausos)

 
  
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  Martin Schulz, en nombre del Grupo del PSE. (DE) Señor Presidente, Señorías, el título de este debate refleja el hecho de que el Parlamento Europeo va a debatir con el Consejo y la Comisión el papel que Europa —las instituciones europeas y los Estados miembros de la UE— pretende desempeñar al abordar las oportunidades y los riesgos de la mundialización. Por lo tanto, debemos dejar claro —como sin duda ocurrirá en el debate de hoy— que las consecuencias de la mundialización pueden considerarse de diversos modos y que pueden abordarse por medio de métodos variados y contrapuestos.

Las negociaciones sobre la Resolución que debe aprobarse hoy han mostrado que existe una profunda diferencia, e incluso en muchos aspectos un abismo, entre las ideas mantenidas por la derecha de esta Cámara y lo que deseamos en el Grupo Socialista. Por lo tanto, lo que expresemos en el presente debate definirá los parámetros que apliquemos al evaluar el papel que deberían desempeñar las instituciones, y en especial la Comisión. Tras escucharles atentamente, señor Presidente de la Comisión y señor Daul, quisiera decir que existen algunos puntos comunes, pero también algunas diferencias radicales.

Todo aquél que se presente para su elección al cargo de Presidente de la Comisión, ya sea ahora o en el futuro, será evaluado por nuestro Grupo sobre la base de ciertos criterios clave que guardan especial relación con su propia percepción sobre el papel de la Comisión en la economía mundializada. La coordinación de la política macroeconómica, por utilizar la jerga común, o lo que podríamos denominar «política económica y fiscal», debe guiarse por los principios de la política social. El progreso económico de Europa debe resultar en una mayor estabilidad social. La UE debe garantizar que el progreso económico global conduzca a una mayor igualdad de derechos y de oportunidades en el mundo; eso también es política social. Nuestro criterio común es el bienestar humano, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.

El progreso económico es el prerrequisito de la seguridad social —y no a la inversa, como han sugerido algunas de las intervenciones que hemos escuchado en esta Cámara—. La idea de que una menor seguridad social en Europa debería ser la fuente de progreso económico es una total aberración. Cualquiera que piense que la UE puede emplearse para socavar los logros en el ámbito de la política social tras la cortina de humo de la mundialización está, por así decir, equivocado. La liberalización de los mercados conducente a maximizar los beneficios y a disminuir las normas sociales es quizá el ideal en las mentes de la derecha de esta Cámara, pero no es el nuestro. Lo que afirmamos es que el secreto del éxito de Europa ha sido el progreso social y económico, que son dos caras de la misma moneda; y por lo que a nosotros respecta, nada de ello ha cambiado.

(Aplausos)

El señor Daul ha exclamado algo interesante. Para quienes no lo hayan escuchado, dijo: «¡la economía primero!». ¡No! El crecimiento económico y el bienestar social deben ir de la mano —ése es el punto crucial, y subraya el error de los políticos de derechas en Europa—. Aclaremos una cosa: la aplastante mayoría de los Gobiernos que integran el Consejo son de centro-derecha y la Comisión, ciertamente, no es El Dorado del socialismo. Usted, señor Barroso, es un político de centro-derecha, como la mayoría de sus colegas Comisarios; por lo tanto, seguimos de cerca las acciones de la Comisión para evaluar la credibilidad de sus declaraciones.

No cabe duda de que necesitamos investigación, innovación y educación, así como el desarrollo del mercado interior de modo que proteja el medio ambiente y estabilice los recursos de la sociedad. ¡Sin duda alguna! Pero necesitamos también que la Comisión presente propuestas adecuadas para las Directivas, y después necesitaremos las correspondientes iniciativas legislativas para consolidar el proceso. Existen algunos puntos positivos, a los que damos nuestro apoyo, pero existen también bastantes otros que necesitamos examinar a fondo.

Necesitamos también una administración eficaz. No sé si debería denominarse «gobernanza de Lisboa», tal como consta en los encabezamientos de los documentos de la UE, y no sé si el ciudadano medio de la calle comprende lo que queremos decir con eso. Y cuando ustedes hablan de simplificar la administración y de enrolar al antiguo Ministro-Presidente de Baviera para dirigir dicho esfuerzo, todo lo que puedo hacer es aclamar la idea y desearles ¡mucha suerte!

Lo único que necesitamos con total seguridad —y en ello estamos totalmente de acuerdo con usted, señor Presidente de la Comisión—, es una serie de normas que domestique este capitalismo del salvaje oeste que prevalece en los mercados financieros y, sí, que amenaza a economías nacionales enteras. Así pues, pongámonos manos a la obra con estas normas en Europa. Para explicar con precisión lo que se necesita, permítanme decir que esperamos que los capitalistas financieros internacionales sean objeto de supervisión, que sus operaciones sean transparentes y, ciertamente, que su poder se vea restringido, y el empeño que ustedes pongan en conseguir estos objetivos contará con nuestro apoyo. Ésa es una de las claves para el progreso social en Europa.

En conclusión, señor Presidente —Hans-Gert—, Señorías, permítame decir que la cuestión que estamos debatiendo hoy; esto es, cómo podríamos alinearlos para afrontar el reto de la mundialización, y cuál es la influencia que Europa, y por tal quiero decir la Europa institucionalizada —ustedes en la Comisión y nosotros en el Parlamento— puede ejercer realmente para conseguir estos objetivos ambiciosos, es también la medida por la que nos juzgarán los votantes. Si continuamos limitándonos a debates generales en los que describimos exactamente lo que deseamos pero que no se siguen de medidas legislativas concretas aquí y en los Estados miembros, la totalidad de dicho ejercicio no habrá servido para nada. Por ello, esperamos que lo que describimos aquí se vea también reflejado en nuestra Resolución común y se convierta en una política firme.

(Aplausos de la izquierda)

 
  
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  Presidente. − Señor Schulz, el hecho de que se le haya permitido exceder su tiempo de uso de la palabra considerablemente no ha tenido nada que ver con el modo en el que se ha dirigido al Presidente; en realidad, el tiempo extra que ha empleado se verá finalmente descontado del tiempo total asignado a su Grupo.

 
  
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  Graham Watson, en nombre del Grupo ALDE. – Señor Presidente, acabamos de escuchar el lenguaje del pasado:

¡El discurso del pasado!

Otros saben, con frecuencia mejor que nosotros, que ya vivimos en una sociedad global. La India, China y Brasil han sabido aprovechar la oportunidad y están en la cresta de la ola, mientras que gran parte de Europa teme que la ola le rompa encima.

Cuando el Presidente Sarkozy se dirigió a nosotros ayer, habló de «diferentes futuros posibles para la Europa del mañana», abriendo un debate sobre nuestras políticas en materia de competencia, energía y ampliación.

La expresión del señor Barroso durante gran parte de su discurso nos dijo mucho más que todas sus palabras de esta mañana. Si Europa se queda con los brazos cruzados mientras los dirigentes nacionales – citando los problemas que preocupan a los ciudadanos – cuestionan la agenda de la UE, perderemos la oportunidad de dar forma a la mundialización para defender el interés colectivo de Europa.

No tenemos que convencer a los ciudadanos, sino a los Estados miembros. Encuesta tras encuesta, se ha demostrado que la mayoría de nuestros ciudadanos creen que la Unión Europea, y no los gobiernos nacionales, está en una situación inmejorable para gestionar la mundialización.

Pensemos en cómo está sacudiendo el terremoto de la mundialización al estamento político de Europa. Algunos de la derecha se están batiendo en retirada ante los retos mundiales, pasando del conservadurismo al nacionalismo, o de la democracia cristiana a la autocracia cristiana. El PPE se ha visto atravesado por la grieta de la mundialización.

En la izquierda, Kurt Beck y sus amigos están frenando unas reformas que son muy necesarias. Franz Müntefering lo sabe y por eso se ha cambiado de bando. Y aún así los visionarios creen en la necesidad de una reforma y así lo han reflejado en el nuevo manifiesto socialista europeo, debidamente aprobado en Oporto.

La división de nuestros políticos no está ya entre la izquierda y la derecha por la política económica, sino entre los que responden a los desafíos mundiales levantando los puentes levadizos y los que – junto con los demócratas liberales − defienden una sociedad abierta.

Señor Barroso, tiene usted el apoyo mayoritario de esta Cámara para llevar adelante la estrategia de su Comisión frente a la mundialización. Pero no es una mayoría basada en una familia política. De hecho, puede incluso que sirva para dividir y reorganizar a las familias políticas de Europa.

La mundialización influirá cada vez más en nuestras políticas. No la mundialización en el sentido bastante limitado que se recoge en esta Comunicación − aunque un euro estable y unas reglas eficaces de competencia y de regulación del mercado nos beneficien a todos − sino en un sentido más amplio e integrador, abarcando el crecimiento de la población mundial y la migración; el cambio climático y la seguridad energética; y la delincuencia internacional organizada vinculada al terrorismo.

¿No es esa la validación que necesitamos para «actuar a escala continental», como se pide en este documento, de utilizar nuestra «masa crítica» para «que los europeos puedan dar forma a la mundialización», como se pide en la Comunicación de la Comisión?

En ese caso, señor Barroso, ¿dónde están sus políticas? ¿Su calendario? ¿Su enfoque integrador? Se nos prometió acción: en su lugar, se nos ofrece un documento rico en retórica, pero bastante pobre en propuestas. Esta no puede ser la última palabra en la respuesta de Europa a la mundialización. Espero con interés su revisión del mercado único, para ver qué hacen con el crecimiento y el empleo en unas condiciones desfavorables, y con su política en materia de migración legal, con la esperanza de que afronten los problemas de los países de origen.

Mis colegas y yo esperamos que se adopten medidas urgentes para reducir el consumo de energía y combatir la delincuencia transfronteriza. Creemos, también, que la salud social y la vitalidad económica son importantes. Si estamos creando un mercado mundial, necesitamos un nuevo contrato social mundial, que concilie las demandas contrapuestas de flexibilidad y equidad porque, como nos enseñó Martin Luther King, «la injusticia es siempre, y en todas partes, una amenaza para la justicia».

Así que la Unión tiene que conciliar la agenda de Lisboa con su orientación a la competitividad, la agenda de Cardiff con su orientación a los derechos sociales, y la agenda de Gotherburg con su orientación al medio ambiente.

El mundo necesita una Unión fuerte y unida para luchar contra la injusticia, el conflicto y la pobreza allí donde existan, porque somos uno de los pocos agentes capaces de abordar problemas mundiales y, si nosotros no tomamos la iniciativa, nadie lo hará.

Eso significa poner fin a la hipocresía de los aranceles aduaneros y del comercio, y formular un acuerdo que sea justo con los países en desarrollo en Doha; cerrar un acuerdo sobre las emisiones de carbono en Bali, utilizando nuestra influencia colectiva para conseguir que los Estados Unidos también lo firme; y formular una estrategia internacional para los mercados financieros, orientada a la cooperación en materia de regulación, la armonización de las normas y la equivalencia de las reglas.

Para resolver estos problemas de una manera justa para todos, hace falta más, y no menos, mundialización. Porque vivimos en un mundo interconectado, un mundo que requiere tanto solidaridad a escala mundial como solidaridad entre los ciudadanos europeos.

Y tenemos que esperar con impaciencia, junto con Victor Hugo, al día en que los únicos campos de batalla sean el de unos mercados abiertos a las empresas y el del espíritu humano abierto a las ideas.

 
  
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  Mirosław Mariusz Piotrowski, en nombre del Grupo UEN . (PL) Señor Presidente, la mundialización es un fenómeno que, en muchos aspectos, es irreversible. Cada uno de los países de la Unión Europea no sólo debería comprender este hecho, sino que debería también responder al reto de modo práctico. Sin embargo, las acciones de la UE no pueden afectar a los intereses económicos de los Estados soberanos; por ejemplo, restringiendo de manera injustificada las emisiones de dióxido de carbono, lo que acarreará un grave perjuicio a las economías de países como Polonia.

Por otra parte, estas medidas políticas no deberían conducir a la pérdida de la identidad nacional. Mientras que los países asiáticos se están adaptando con éxito a la nueva situación y sus economías se están extendiendo rápidamente, en el Parlamento Europeo debatimos cuestiones tan importantes como los espejos retrovisores en los tractores agrícolas y forestales, el papel e importancia de los circos en la Unión Europea, y otras similares.

La UE está ampliando constantemente el número de Reglamentos, dificultando cada vez más la competencia eficaz, y no parece observar la realidad, que se ha hecho obvia por las declaraciones del representante del Grupo Socialista. Espero que el debate de hoy contribuya a cambiar el modo en que pensamos acerca de la mundialización desde una perspectiva europea.

 
  
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  Jean Lambert, en nombre del Grupo Verts/ALE. – Señor Presidente, creo que lo que hemos visto en esta Comunicación en particular es una absoluta falta de imaginación, dada la gravedad de la situación a la que nos enfrentamos.

Aquí no tenemos ninguna definición real de mundialización. Generalmente se refiere al aspecto económico, y de eso es de lo que quiero hablar.

En este documento se dice que nos enfrentamos a una tercera revolución industrial. Necesitamos aprender algunas lecciones de las pasadas revoluciones industriales. Los que no han tenido plenamente en cuenta los costes medioambientales; los que no han tenido plenamente en cuenta los costes sociales. Se supone que se van a mantener los bajos costes de los productos básicos, generalmente en detrimento de los países más pobres del mundo; que podemos comerciar en países donde imponemos unos mercados abiertos cuando no existe infraestructura social ni un sector público adecuado; que tenemos que desconfiar de la reciprocidad si no es entre iguales. En algunos casos también hemos sobrestimado la contribución de los mercados al logro de los objetivos sociales, y existen problemas relacionados con la consolidación económica, sobre todo cuando ésta se basa en una economía de deuda y especulación, y no en la realidad, convirtiéndose así en algo muy peligroso para la estabilidad económica.

El nuevo contexto al que nos enfrentamos no tiene que ver sólo con el cambio climático. Tiene que ver también con los precios desorbitados del petróleo y con lo que eso supondrá a efectos de oportunidades para los países en desarrollo; trata del logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

Es cierto que tenemos que volver a equilibrar el comercio, la dimensión social y la dimensión medioambiental. La OMC da prioridad al comercio sobre los métodos de producción, sobre cualquier otra cosa que nos dé derecho a decir que tenemos problemas con la fabricación de productos, porque no cumplen nuestras normas. Hemos decidido no recoger eso en la legislación.

Si lo que consideramos es el crecimiento, seguimos hablando como si la cantidad fuera lo importante, no la calidad ni lo que realmente está creciendo en nuestras sociedades. Celebro que la Comisión vaya a dar una conferencia sobre este tema la semana que viene, pero es un trabajo que tendría que haberse iniciado hace años.

¿Qué vamos a hacer con nuestro sector agrícola? ¿Y con los sectores turísticos? ¿Y con tantos otros sectores ante la perspectiva del cambio climático? No estamos de acuerdo en que sea innecesario reconsiderar las directrices y modificarlas. Nosotros creemos que sí es necesario.

Si estamos hablando de formación y educación, la estrategia de desarrollo sostenible exige ahora que nos lo planteemos en el contexto del cambio climático y el progreso medioambiental. No he escuchado ninguna mención real ni seria sobre esto. No hay ninguna estrategia europea al respecto.

Si estamos hablando de una economía con bajas emisiones de carbono, ¿cómo vamos a conseguirla? No hay nada en este documento que nos proporcione una gran confianza en esas cuestiones.

Y tenemos que volver a pensar en la cuestión de la inclusión social. Siguen existiendo diferencias salariales entre hombres y mujeres. Seguimos necesitando un salario mínimo, y la flexiguridad tiene que tener en cuenta la seguridad económica de las personas.

Todavía tenemos que integrar Lisboa y Gotemburgo. Ese es el reto. El presente documento no se ocupa de ello y tampoco estoy seguro de que el Parlamento vaya a ocuparse.

 
  
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  Jiří Maštálka , en nombre del Grupo GUE/NGL. (CS) Señorías, en primer lugar, quisiera expresar mi decepción por la versión final de la propuesta de Resolución. Me decepcionan dos aspectos: el primero, es una lástima que durante tanto tiempo haya sido imposible alcanzar un acuerdo mayoritario, y que únicamente se haya alcanzado en el último momento y apremiados por el tiempo, y en el que el precio a pagar (en mi opinión) han sido concesiones excesivas sobre cuestiones fundamentales; el segundo, me decepciona que la Resolución no refleja el interés europeo, tal como indica el título del documento, y —más concretamente— ni siquiera refleja los intereses de la mayoría de los ciudadanos europeos.

Esta doble decepción resulta de mi análisis de una propuesta resolución común, que en ningún modo reconoce la influencia negativa de la mundialización y que, de hecho, no ofrece a los ciudadanos más que un enfoque para soportar la mundialización tal como soportarían las inundaciones, por ejemplo. En mi opinión, es imposible que a nadie le agrade la mundialización o las inundaciones, y menos bregar con ellas. El enfoque habitual es tratar de intervenir en estos procesos para impedir su impacto negativo; sin embargo, no hay nada de ello en la Resolución: ni siquiera ofrece un modelo de desarrollo global sostenible.

En su propuesta de Resolución, nuestro Grupo político se ha centrado concretamente en los siguientes aspectos:

La lucha contra la pobreza, ya que las estadísticas muestran que alrededor de ochenta millones de personas en la Unión Europea cuentan con una renta disponible de menos del 60 % de la media de ingresos nacional;

hemos hecho hincapié en la necesidad de medios más eficaces para garantizar los derechos de los ciudadanos, como el acceso al empleo de calidad y bien retribuido, y unas normas sociales mínimas;

respecto a la Estrategia de Lisboa, hemos hecho hincapié en que es necesaria una nueva estrategia integrada para la sostenibilidad y la solidaridad, que reemplace a la actual y que proporcione una herramienta eficaz para su puesta en práctica.

Ayer, algunos grupos políticos alcanzaron un acuerdo sobre una resolución común e ignoraron por completo la propuesta de nuestro Grupo. Al hacerlo así, han mostrado claramente que otorgan más importancia a las cuestiones económicas que a los derechos sociales y a la justicia. Por las razones mencionadas anteriormente, nuestro Grupo no va a dar su apoyo a la Resolución.

 
  
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  Godfrey Bloom, en nombre del Grupo IND/DEM. – Señor Presidente, ayer disfrutamos de un discurso tremendamente brillante del Presidente francés. Escuché con atención a este hombre pequeño que sabe expresarse tan bien. Defendió a ultranza el libre comercio. Pero, por supuesto, al igual que otros países defienden el proteccionismo, también lo defiende él. Defendió a ultranza la democracia: los ciudadanos tienen derecho a manifestar su opinión, aunque luego dicha opinión parece ser ignorada, como han sido ignorados los ciudadanos de Francia y de los Países Bajos. Se considera primero europeo, pero ante todo francés; primero francés, pero ante todo europeo. Y también con una pequeña dosis de gulash húngaro.

Necesitamos un ejército, una armada y unas fuerzas aéreas europeas que garanticen la propagación de nuestros pacíficos valores europeos por todas partes, porque nunca más tenemos que declararnos la guerra. Tenemos que edificar sobre los cimientos de nuestras instituciones democráticas, pero tampoco en exceso. Los franceses no pueden celebrar otro referéndum, porque eso podría llevar a la celebración de un referendo inglés y, por supuesto, todos sabemos que los británicos rechazarían la nueva Constitución —oh, lo siento— el «Tratado».

Como nos sugirió Sarkozy, tenemos que examinarnos a nosotros mismos más de cerca y asegurarnos de que haya un sentimiento más maternal, no sólo entre las mujeres, sino también entre los hombres; más tarta de manzana, especialmente para los pobres, la quieran o no. Acuñando una frase, un viejo dicho inglés —me encanta poner a prueba a los mejores intérpretes del mundo— ¡it was all humbug! (¡fue todo un disparate!).

 
  
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  Dimitar Stoyanov (ITS) - (BG) En primer lugar, quisiera recordar a la Comisión y al Consejo que la mundialización no es un proceso que exista por sí mismo, que Europa es un factor muy importante en la política mundial y que la política que ésta persiga determinará el posible desarrollo de la mundialización.

Y eso es precisamente lo que no puedo entender de la estrategia de la Comisión. ¿Pretende mantener una política que desarrolle la mundialización, o ralentizar el proceso? Además, quisiera llamar su atención sobre el hecho de que el mercado único, en sí mismo, no garantiza el éxito de Europa en el proceso de avance de la mundialización.

El Consejo ha declarado que considera la competitividad como de la mayor importancia, pero que actualmente existen nuevas economías en la Unión Europea que son frágiles y que no son competitivas ni siquiera en el mercado interior.

Por su parte, la Comisión ha declarado que considera de suma importancia el desarrollo de la Estrategia de Lisboa con vistas a llevar a cabo sus planes desde la perspectiva de la mundialización.

En concreto, respecto a Bulgaria, espero que la Estrategia de Lisboa fracase ya que mi país, como hemos manifestado repetidamente, no estaba preparado para unirse a la Unión Europea. Por lo tanto, ¿cómo podemos proteger los intereses de los ciudadanos europeos si no hacemos uso de ciertas formas de proteccionismo?

La sociedad abierta de la que habla Graham Watson es, sencillamente, traicionera para las economías más débiles de la UE. Si ponemos en primer lugar la solidaridad global, en lugar de la solidaridad en el interior de la Comunidad, entonces ¿para qué necesitamos una Comunidad en absoluto?

En este contexto, un ulterior desarrollo de la mundialización con economías débiles que presentan un gran déficit comercial y que no son competitivas ni siquiera en el mercado interior, continuaría ejerciendo presión sobre estas economías hasta el punto de quiebra, y dichas economías, que han estado luchando para embarcarse en una vía normal de desarrollo, se desmoronarían como castillos de naipes.

 
  
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  Jana Bobošíková (NI). - (CS) (El comienzo de la intervención es inaudible.)... realizar un esfuerzo para que Europa sea un actor lo más importante posible en el mercado mundial. Sin embargo, para lograrlo, las negociaciones del comercio mundial deben llegar a su fin, las subvenciones a los agricultores europeos deben disminuir y deben reducirse las tasas de aduana de los Estados Unidos. Asimismo, es necesaria una actitud más firme frente a China en la OMC, y hacer un uso sistemático de las medidas antidumping. Si queremos abordar con éxito la mundialización, debemos terminar con la carga de reglamentación excesiva que obstaculiza el camino de las pequeñas y medianas empresas; es lo que la Comisión del señor Barroso prometió, pero después se atascó nada más comenzar su andadura.

Igualmente, la Unión se fortalecería con la adhesión de Turquía y Ucrania y si mantuviera la adecuada asociación económica con Rusia. La política de migración tampoco goza de buena salud. En lugar de ser el destino último para los pobres, Europa debería convertirse en destino de las mentes brillantes, que en la actualidad parten hacia China y los Estados Unidos. Si realmente deseamos abordar los retos de la mundialización, lo más importante es permitir que la Unión se exprese con una sola voz en el escenario internacional; de lo contrario, no será tomada en serio. Espero que los Jefes de Estado lleguen a la misma conclusión en diciembre.

Para terminar, permítanme realizar un par de comentarios. Mi colega, el señor Schulz, ha hablado sobre el capitalismo del salvaje oeste que brama en los mercados financieros; así solía ser la retórica empleada en los días del comunismo más profundo, cuando se tachó a los capitalistas financieros de «matones de Wall Street». Todos sabemos lo que dicha actitud acarreó finalmente para las economías del bloque oriental.

 
  
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  Timothy Kirkhope (PPE-DE). - Señor Presidente, quiero dar las gracias a los Presidentes del Consejo y de la Comisión por sus declaraciones sobre esta cuestión fundamental para el futuro de Europa.

Para sobrevivir y prosperar, Europa tiene que afrontar los retos de la mundialización, crecerse ante ellos y ver no sólo las amenazas, sino también las oportunidades. El cumplimiento de la Agenda de Lisboa es fundamental para la prosperidad futura de Europa y tenemos que asegurarnos de alcanzar finalmente un acuerdo en las negociaciones con la Organización Mundial del Comercio. Tenemos que reformar la política agrícola común y ofrecer un acuerdo justo no sólo a nuestros agricultores, sino también a los del mundo en desarrollo. Tenemos que avanzar más y más deprisa en el programa de desregulación, liberar a las empresas y a las industrias para que puedan competir en igualdad de condiciones con China y la India, y tenemos que hacer un verdadero progreso apoyando los esfuerzos de la Canciller Merkel por crear un mercado común transatlántico.

Acojo con satisfacción las recientes declaraciones del Presidente de la Comisión sobre la mundialización, en la que ha dicho que la razón de ser de la UE en el siglo XXI está clara: equipar a Europa para un mundo globalizado. Y para ello, ha dicho, tenemos que invertir en recursos humanos, en crecimiento, en empleo, en seguridad energética, en la lucha contra el cambio climático y en ofrecer a los consumidores un acuerdo más justo. Dijo también que el proteccionismo no puede hacer a Europa más rica; el proteccionismo empobrecerá, en lugar de proteger, a nuestros ciudadanos. Esta es una declaración crucial que los Gobiernos europeos deben tener ahora en cuenta.

Por supuesto, en materia de servicios financieros y contabilidad, la legislación europea se está convirtiendo rápidamente en un referente mundial y eso me llena de orgullo. El camino que debe tomar Europa pasa por una reforma radical del modelo social europeo, la creciente flexibilidad de los mercados laborales y una mayor intervención orientada a la desregulación y a la reducción de las cargas que soportan las empresas.

Por supuesto que tenemos que encabezar también la lucha contra el cambio climático, y celebro la decisión del Parlamento de incluir las emisiones de la aviación en el régimen de comercio de derechos de emisión, otra señal de nuestra voluntad de liderazgo de la comunidad mundial.

En la lucha contra la pobreza, tenemos que asegurarnos de que los programas de la UE sean creíbles, eficaces con relación al coste y dirigidos a un fin específico. Tenemos que promover las oportunidades comerciales para el mundo en desarrollo y cambiar de verdad las cosas en África.

Debemos estar orgullosos de nuestros logros, pero todavía quedan muchas oportunidades que podemos aprovechar.

 
  
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  Robert Goebbels (PSE) . – (FR) Señor Presidente, al negociar la propuesta de Resolución sobre los retos de la mundialización, he visto muy claramente el alcance de la brecha entre la izquierda y la derecha de esta Cámara. Mis colegas de los Grupos del PPE y ALDE han pretendido criticar a los millones de personas que ponen en duda las ventajas de la mundialización a medida que ven desaparecer puestos de trabajo debido a la recolocación empresarial, a las fusiones y a las adquisiciones, o que comparan sus pequeños ingresos con las generosas primas que reciben los directores ejecutivos (quienes, por cierto, predican las virtudes de la moderación salarial).

En mi opinión, la mundialización es un proceso necesario, especialmente porque proporciona a los países más pobres acceso a los mercados internacionales, permitiéndoles así elevar el nivel de vida de sus ciudadanos. ¡Pero no nos dejemos engañar por los grandes discursos! El mercado perfecto, que los liberales tienen en tanta estima, es una ilusión. La competencia es necesaria, pero nunca es libre.

He ahí el ejemplo del mercado energético, en el que el 90 % de los recursos mundiales está controlado por Estados soberanos. Un cartel domina el mercado del petróleo; otro cartel está orientado a apropiarse del mercado del gas. Las políticas de precios no son transparentes y sólo se aplican a un 40 % del mercado mundial. Un tercio del precio final se destina a una larga cadena de especuladores intermediarios cuya contribución económica es nula. Cuando estos especuladores y sus «vehículos especiales» acaban en la cuneta, los bancos centrales aportan miles de millones al sistema financiero para evitar la inestabilidad generalizada, pero el efecto es, en realidad, el de financiar la especulación.

Algunos presidentes de consejos de administración pueden conseguir un «aterrizaje suave» gracias a sus paracaídas de oro, pero millones de consumidores terminan empantanados en deudas y se ven forzados a poner sus hogares en venta. En un espacio de seis meses, cerca de medio millón de estadounidenses han tenido que declararse en ruina. Mientras tanto, la economía europea está haciendo tiempo. La Comisión puede haber adecuado sus previsiones económicas pero, en lugar de proponer políticas, se contenta con reproducir los habituales mantras. Sí, de hecho, necesitamos más crecimiento y creación de puestos de trabajo, impulsados por una mejor coordinación y mayor investigación y desarrollo y sí, de hecho, tenemos que afrontar nuevas realidades sociales.

Pero ¿dónde están los presupuestos para ello? ¿Dónde están los recursos? El señor Barroso no desea mejorar las directrices integradas. El ala derecha de la Cámara rechaza debatir la coordinación económica. El señor Sarkozy habla pomposamente de todo y de nada, pero no ha pronunciado ni una sola vez en media hora la palabra «social», pese a que todas las encuestas de opinión confirman que los ciudadanos desean que se haga mayor hincapié en las cuestiones sociales: desean sentirse más seguros, mayor poder adquisitivo y mejores servicios públicos.

Los alcaldes de las diez capitales europeas acaban de firmar una declaración en pro de unos servicios públicos accesibles para todos. Pero, ¿qué está haciendo la Comisión? Se esconde tras el raído y escaso protocolo del futuro Tratado, garantizando la subsidiariedad únicamente respecto de los servicios no económicos —¡tanto mejor para echar por tierra los servicios públicos que solicita el europeo medio!—. Mi Grupo no aceptará esta excusa de la Comisión. Pretendemos aunarnos a los alcaldes, al Comité de las Regiones, al Comité Económico y Social Europeo y a los sindicatos en una lucha política por una Europa con una dimensión social más sólida, en la que los servicios públicos tengan prioridad.

(Aplausos)

 
  
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  Margarita Starkevičiūtė (ALDE).(LT) Muchos ciudadanos de la UE están preocupados por los cambios producidos en su entorno como consecuencia de la mundialización, y nuestro deber como políticos es darles respuesta. Con frecuencia, el Parlamento anima a los Estados miembros a que preparen una estrategia común, pero quisiera señalar que deberíamos empezar por nosotros mismos. La preparación de esta Resolución ha sido un trabajo muy arduo y no fue fácil combinar las opiniones de todas las comisiones para componer una opinión general única; por lo tanto, quisiera sugerir que deberíamos tratar de combinar las opiniones de las diversas comisiones y diversas Resoluciones en una opinión generalizada con mayor frecuencia, para poder dar a los ciudadanos de la UE una respuesta coordinada respecto a lo que vamos hacer realmente.

Otra cuestión muy importante es nuestro papel como actor global. Quisiera destacar que nuestro papel en el mundo debería ser activo. Actualmente, la Unión Europea es la mayor unión, debido a la expansión y a las nuevas oportunidades. Estamos destinados a desempeñar el mayor papel, sin importar nuestra voluntad o renuencia a hacerlo así; no obstante, la impresión es que nos estamos retardando, como si esperásemos que alguien más diera con la solución. Nuestra política exterior mediante la dimensión exterior de la Estrategia de Lisboa debería ser activa.

En cuanto a la política interior, quisiera destacar lo importante que es revisar nuestras prioridades. De acuerdo con los últimos estudios, la razón por la que la Unión Europea se está quedando rezagada en el crecimiento de la productividad no es la falta de tecnología informática o de equipamiento tecnológico, sino nuestros problemas de gestión; no aprovechamos al máximo el mercado único ni creamos condiciones que favorezcan la circulación de mercancías y la expansión del mercado financiero. Una cuestión adicional: ¿es cierto que la principal prioridad de la UE para el futuro es el desarrollo de tecnologías?, ¿existe la posibilidad de que la producción alimentaria pueda convertirse en la principal prioridad, como advierten los expertos?

En suma, deberíamos desarrollar una nueva actitud hacia nuestro mercado económico y dar prioridad a la expansión del mercado interior. Por lo que respecta a la política social, que se ha mencionado con frecuencia, estoy de acuerdo: sí, debería ser una de las principales prioridades de nuestra agenda, pero también debería ser activa. Deberíamos abandonar nuestra tendencia a apoyar a ciertos pueblos, pues nuestro papel debería ser el de crear oportunidades para que se ganen la vida. No debería abocarse a la gente a la posición de pasivos receptores de ayuda, sino a la de participantes activos del mercado. Por esa razón, sería sensato invertir en las esferas sociales que podrían ayudar en el futuro a acumular capital intelectual y a garantizar el incremento de la productividad.

Para concluir, quisiera hacer hincapié en la importancia de aumentar la coordinación entre las instituciones de la UE. La presente Resolución y el debate de hoy son ejemplos de una buena coordinación, y espero que en el futuro tengamos oportunidad de debatir estas cuestiones, no sólo en las sesiones nocturnas, sino también en las diurnas.

 
  
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  Seán Ó Neachtain (UEN).(GA) Señor Presidente, redunda en beneficio de la UE tener un sistema de comercio internacional sólido y justo, auspiciado por la Organización Mundial del Comercio. Por consiguiente, no es aceptable que las negociaciones de Doha giren únicamente alrededor de mayores concesiones de la UE en materia de agricultura que, después de todo, representa únicamente el 5 % del comercio mundial. ¿Qué ocurre con el restante 95 %; acaso se trata de claudicar?

En mi opinión, el Comisario Mandelson está demasiado dispuesto a ceder en aquellas cuestiones que incumben a la agricultura de la UE. Actualmente, aboga por un recorte del 46 % en los aranceles de importación del sector agrícola, pero como manifestó ayer el Presidente Sarkozy en este Parlamento, tenemos que mantener nuestras fuentes internas de alimentos; por ejemplo, hasta el momento los Estados Unidos no han cedido un ápice en materia de agricultura, y el recientemente publicado proyecto de ley estadounidense sobre agricultura basta para corroborar este punto.

Tenemos que avanzar en las negociaciones del comercio mundial en los ámbitos de la industria, el comercio y los servicios. El arancel medio en vigor en la UE se mantiene en el 4 %, mientras que el porcentaje equivalente en Asia y Sudamérica es del 30 %. Una vez que los mercados indios y chinos hayan abierto sus puertas a los sectores del software y de las telecomunicaciones, habrá oportunidad para propiciar un progreso impulsado por la competencia; además, la simplificación debería aplicarse no sólo a los procedimientos de aduana, sino también a los futuros acuerdos comerciales.

 
  
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  Pierre Jonckheer (Verts/ALE) . – (FR) Señor Presidente, señor Vicepresidente de la Comisión, en mi opinión, hay un gran ausente en el documento que nos ocupa hoy, así como en el discurso del señor Barroso: falta un análisis eficaz de las propuestas realizadas sobre el funcionamiento de los mercados financieros internacionales, la existencia de paraísos fiscales internacionales, la lucha contra la delincuencia financiera internacional y el tratamiento fiscal a escala internacional —sobre los flujos de capital en sentido estricto—.

Creo que el debate internacional necesita un chequeo de su realidad. Ni en los documentos ni en las palabras del Presidente de la Comisión he podido hallar ni aun remotamente iniciativas políticas que incidan en lo que son, después de todo, materias sumamente serias, y no puedo evitar relacionarlo con el cambio climático y el próximo debate en Bali, donde la dimensión financiera tendrá una importancia decisiva, en particular para ayudar a los países más vulnerables a incorporarse al segundo Protocolo de Kyoto.

Todos sabemos que ello requerirá grandes sumas de dinero público. ¿De dónde saldrán? Si bien soy consciente de que es sumamente difícil situar estas cuestiones en los primeros puestos de las agendas internacionales, creo que si no lo logramos o no deseamos hacerlo así perjudicaremos nuestras propias políticas internacionales.

Mi segundo comentario es relativo a la batalla global por las normas, en especial las medioambientales y sociales, más concretamente las medioambientales.

El documento de la Comisión es muy general, como afirma el señor Watson, cuya opinión comparto. Nos dicen en la página 6: «Se está abriendo paso a un nuevo enfoque internacional centrado en la cooperación reguladora, la convergencia de normas y la equivalencia de reglas como resultado de las negociaciones bilaterales sectoriales con terceros países». Pues bien, señor Vicepresidente, quisiera saber exactamente lo que ello implica para el mantenimiento de las normas medioambientales europeas. ¿Qué significa exactamente para el desarrollo de dichas normas, y cuáles son sus implicaciones prácticas para promoverlas internacionalmente, como concibe el señor Barroso?

Mis inquietudes no hacen más que aumentar cuando leo las noticias en la prensa acerca de las negociaciones que tienen lugar actualmente entre la Unión Europea y Corea del Sur, que sugieren que cuando se trata de preservar las normas —al menos, las normas sociales— mantenemos una postura más débil que la de los Estados Unidos.

Debe darnos respuestas detalladas a estas cuestiones.

 
  
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  Sahra Wagenknecht (GUE/NGL). - (DE) Señor Presidente, Señorías, la mundialización no es un proceso natural, aunque algunos prefieran presentarlo de esa manera. La mundialización es, en sí misma, fruto de la política. Es una creación política, surgida de cada medida adoptada para desregular y liberalizar el movimiento internacional del capital, y esa creación política persiste cada vez que se chantajea a un país en desarrollo para que abra su mercado de capital y permita las adquisiciones por parte de las empresas extranjeras. Es una creación de las naciones industrializadas, y no menos aún de la Unión Europea.

Lo que el término «mundialización» significa realmente no es tanto la internacionalización de la economía como el poder de los propietarios, los bancos y los conglomerados financieros, que están ahora fuera del alcance de los legisladores nacionales, para poner su dinero allá donde rinda los mayores beneficios sin tener en cuenta las consecuencias sociales. Ciertamente, ese poder les permite también poner a unos países contra otros a medida que las posibles ubicaciones de las empresas les compelen a crear condiciones cada vez más propicias a maximizar el beneficio.

Ésa es precisamente la agenda oculta que acecha tras los objetivos de la competitividad; esto es, el impulso para rebajar drásticamente los impuestos sobre las sociedades, la destrucción de los sistemas del bienestar y la participación en un dumping salarial brutal —en otras palabras, la búsqueda de un capitalismo aún más desenfrenado—. Evidentemente, ello significa que no todo el mundo sale perdiendo en el juego de la mundialización, pues también da lugar a algunos ganadores bien abultados; entre ellos no faltan los conglomerados europeos, que se han desarrollado como actores globales en el curso de este proceso de mundialización y cuyas tendencias de beneficio en los últimos años apenas podrían haberse mejorado. Sin embargo, la vasta mayoría no obtiene beneficio de este desarrollo; por el contrario, la ley de la jungla que prevalece en el capitalismo desenfrenado permite que los potentados opriman y exploten a los desposeídos.

La presente Resolución encubre ese estado de cosas, y nuestro Grupo no va a respaldarla; en su lugar, continuaremos luchando por un orden económico diferente en Europa, un orden económico en el que los ciudadanos no constituyan meros factores de coste y los países sean algo más que meras ubicaciones para los negocios.

 
  
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  Witold Tomczak (IND/DEM). - (PL) Señor Presidente, tenemos que distinguir entre dos realidades: el fenómeno de la mundialización y el programa de la mundialización.

La mundialización es el resultado del desarrollo de nuevas tecnologías en ámbitos como el transporte, las comunicaciones y la recopilación y el procesamiento de datos. La mundialización abre nuevas oportunidades, pero crea también nuevas amenazas. De nosotros depende cómo hagamos uso de ella.

Por otra parte, el programa mundializador está destinado a crear una potencia global supranacional. Se opone a la libertad de los pueblos y de las naciones y actúa para exaltar a un pequeño número de los que cuentan con la mayor parte del capital y la infraestructura global, de modo que les permita satisfacer sus propios intereses egoístas en el marco de un terreno global, y no opera para el bien de los pueblos y de las naciones. En esencia, es un programa totalitario, se opone a los ideales pacifistas y origina amenazas de guerra.

Europa se enfrenta a la tentación de socavar los derechos de sus propias naciones para incrementar el papel desempeñado por sus élites cosmopolitas en la conducción del mundo. Ceder a esa tentación supondría acabar con siglos de la vieja herencia de las naciones europeas, que descansa sobre el respeto a los derechos humanos y de las sociedades humanas.

En la era de la mundialización, el éxito de Europa deberá ser el respeto por los derechos humanos, por los derechos de las familias y de las naciones, expresado en el desarrollo de instituciones que garanticen el respeto por sus logros. El éxito de Europa consistirá en mostrar a otros pueblos y naciones del mundo cómo crear un contexto de libertad y dignidad para los ciudadanos. Para Europa sería desastroso seguir la senda de un programa mundializador totalitario.

 
  
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  Jean-Claude Martinez (ITS).(FR) Señor Presidente, colegas: la mundialización, la internacionalización, o la «planetización», como la llamaría el jesuita Teilhard de Chardin, obviamente ha consolidado su permanencia, y lo que estamos presenciando es la segunda oleada de la mundialización, más exhaustiva que la de los años noventa, puesto que abarca a las finanzas, la economía, el lenguaje, los movimientos poblacionales y la ideología, con un modelo dominante único —esto es, el mercado—.

Los efectos negativos de esta mundialización son igualmente obvios: en el hemisferio sur, donde se sobreexplotan los recursos, en la India y en China, donde la población, la tierra, los bosques, los mares y los ríos comienzan a verse afectados y donde los derechos humanos se están viendo en peligro. En el norte vemos el impacto de la reubicación empresarial, las pérdidas de puestos de trabajo y la desestabilización financiera de nuestros sistemas sociales, así como el riesgo —a medida que nuestra población envejece y afrontamos el coste del cuidado a los mayores— de que Europa se convierta en una Ruanda geriátrica, con todas las implicaciones para el desprecio por la vida humana y la violación de los derechos humanos que ello conlleva.

Ante estas realidades, frente a lo obvio, ¿cuál es nuestra respuesta? Parecería una mezcla de conjuros mágicos, minimalismo y confuso galimatías. Por ejemplo, escuchamos las palabras mágicas en nuestros actuales debates y resoluciones. Nuestro «conjuro» político consiste en referencias a la Estrategia de Lisboa y a una economía más competitiva, lo que recuerda a Khrushchev ante la ONU durante los años sesenta tratando de alcanzar al sistema capitalista. Es la respuesta de Harry Potter a la mundialización.

Tenemos también el minimalismo. El ejemplo perfecto es el Fondo de la Globalización: un pequeño acicate de golosinas financieras. Incapaces de controlar lo que está ocurriendo, alzamos la mirada al cielo y pronunciamos el viejo galimatías de siempre. En el nombre del padre, Adam Smith; del hijo, David Ricardo; y del espíritu santo del mercado; ante el gran altar global de la ideología del libre comercio, realizamos el sacrificio de reducir los derechos de aduana hasta hacerlos desaparecer.

¡Pronunciemos el galimatías! Sin embargo, la mayor invención de Europa, el producto de su ingenio hace 2 500 años, fue el pensamiento lógico: ¡la razón! Lo que la razón nos dice actualmente es que el libre comercio es necesario, pero igualmente necesario es proteger nuestros valores sociales y culturales; así pues, debemos hallar el modo de reconciliar el libre comercio con la seguridad humana.

Realmente tenemos la capacidad de conseguirlo, gracias a una nueva forma de tecnología aduanera; me refiero a la tecnología de los derechos de aduana deducibles: bajo este sistema, los derechos de aduana los soporta, efectivamente, el exportador, pero sus pagos le proporcionan una cantidad equivalente de crédito aduanero, deducible frente al coste de las adquisiciones realizadas en el país importador. Esta nueva generación de derechos aduaneros modulables, reembolsables y negociables, sujetos a devolución, nos permitirá solventar el problema tan consabido de los desequilibrios económicos, sociales y medioambientales en el comercio internacional entre el Norte y el Sur.

 
  
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  Jim Allister (NI). - Señor Presidente, para un numero cada vez mayor de nuestros electores, la mundialización significa desolación, cuando ven cómo cierran sus puertas una fábrica tras otra y se trasladan a Oriente.

Hace sólo dos semanas en Limavady, en mi circunscripción electoral, Seagate Technology anunció su cierre con la pérdida de 960 puestos de trabajo, lo que hizo que esa pequeña población se tambaleara. Lo que está devastando nuestra producción no es sólo el aliciente de la mano de obra barata, sino la terrible carga que nos supone a nosotros la regulación de la industria europea.

El Presidente Sarkozy tenía razón cuando nos dijo ayer que la UE tiene derecho a protegerse frente a esos estragos; y a mí me gustaría que lo hiciera. Dos medidas inmediatas podrían ayudar: rebajar el umbral para el Fondo Europeo de Adaptación a la Globalización. La pérdida de mil puestos de trabajo en París es mala, pero en una población tan pequeña como Limavady, es catastrófica. Así que el umbral debe rebajarse para las economías más pequeñas. En segundo lugar, la UE tiene que relajar sus prohibiciones de ayuda estatal para que cosas como una modesta reducción de la capacidad industrial puedan ayudar a mantener a flote a nuestra industria manufacturera. Invito a la Comisión a que responda positivamente a estas dos preguntas concretas.

 
  
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  Werner Langen (PPE-DE). - (DE) Señor Presidente, quienquiera que escuche las intervenciones realizadas en esta Cámara, especialmente las de la señora Wagenknecht y del señor Schulz, puede adivinar que hablaban de un tiempo que, me complace decir, hace mucho que pasó. Han sido afirmaciones desenterradas del pozo de la gloria socialista, que no nos sirven para avanzar en las cuestiones sobre la mundialización.

Todos los presentes en esta Cámara sabemos que la libertad económica, la prosperidad creciente y el modelo social son compatibles entre sí. Europa es la mejor ilustración de ese hecho. De la misma manera que hemos introducido el euro como un programa interno de aptitud para el mercado único, ahora tenemos la Estrategia de Lisboa, pese a todas las reservas y problemas que le son inherentes, como un programa de aptitud para ponernos en forma para la competencia global. No tenemos razón alguna para escondernos de la mundialización, y el modo en que se está debatiendo aquí es totalmente irreal.

La mundialización es el principal resorte de la democracia y la prosperidad para los países subdesarrollados. Es totalmente falso que sólo existen inconvenientes, como han insinuado los ejemplos citados en las últimas intervenciones. De hecho, todos los países se benefician de la mundialización: los países en desarrollo, los países recientemente industrializados e incluso los países en desarrollo con un aparato gubernamental excesivo que los contribuyentes ya no pueden mantener. No podemos dar vuelta atrás al reloj, y Europa es el modelo para el resto del mundo. Me pregunto por qué silenciamos este hecho. ¿Por qué sólo hablamos sobre los aspectos negativos?

Ciertamente, podemos hablar sobre las prácticas del salvaje oeste en los mercados financieros. Sí, claro que necesitamos coordinación, restricción y supervisión a escala internacional. Pero ¿quién, además del señor Goebbels, ha mencionado el hecho de que también existen fallos sistémicos que todavía no hemos conseguido vencer? En Japón, la norma es que el más alto cargo de una empresa no debe ganar más de veinte veces el salario medio de sus trabajadores. ¿Qué justificación existe para permitir que los directores de Europa y de los Estados Unidos ganen mil veces más que los trabajadores de sus empresas? Podemos hablar sobre estas cuestiones, pero seguramente no podemos demonizar a la mundialización en general, puesto que abre nuevas oportunidades, al tiempo que combina la libertad con la prosperidad.

 
  
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  Anne Van Lancker (PSE). - (NL) Señor Presidente, Presidente en ejercicio del Consejo, Comisario, Señorías, es positivo ver que la Comisión reconoce la dimensión exterior como un nuevo elemento de la Estrategia de Lisboa pero, sobre todo, no deberíamos olvidar que la mundialización tiene también implicaciones para nuestra propia política interior europea.

La Estrategia de Lisboa ha sido positiva para el crecimiento económico y el empleo, es cierto, pero también lo es que no todo el mundo se ha beneficiado como resultado de ello; en Europa, la mundialización ha ampliado considerablemente la brecha entre quienes están cualificados y los que no.

Por lo tanto, me complace que la Comisión y el Consejo de Ministros de Trabajo vayan a prestar mayor atención a la dimensión social en el futuro, porque todavía hay demasiadas personas —los poco cualificados, las personas con discapacidad, los trabajadores de mayor edad, los inmigrantes— que no tienen acceso a una formación digna y a buenas perspectivas laborales. Seis millones de jóvenes abandonan los estudios sin haber obtenido cualificación, setenta y dos millones viven en la pobreza y en los márgenes de la sociedad, e incluso en Europa hay catorce millones de trabajadores pobres.

Señorías, la prosperidad económica debería beneficiar a todos. Así pues, quisiera hacer hincapié sobre tres puntos adicionales.

Uno: es evidente que la nueva generación de instrumentos políticos para la Estrategia de Lisboa debe centrarse más concretamente en la inclusión social, la igualdad de oportunidades, la disminución de la pobreza y la protección social adecuada. La dimensión social debe volver a figurar en las directrices integradas.

Dos: debe hacerse mayor hincapié en la consecución de las acciones emprendidas por los Estados miembros respecto al empleo y a la formación. El crecimiento económico no implica automáticamente calidad de empleo —para ello debe haber un claro compromiso por parte de los Estados miembros—.

Tres: debe hacerse mucho más en materia de asociación. Una buena estrategia para el crecimiento, el empleo y la inclusión social requiere también la aportación de los parlamentos nacionales, las autoridades locales y regionales, los interlocutores sociales y la sociedad civil.

Por lo tanto, mi Grupo no cree que la próxima generación de instrumentos de la Estrategia de Lisboa puedan ser las «reglas habituales al uso», y el Vicepresidente de la Comisión debería apreciar que existen muchas razones para realizar ajustes críticos en el paquete de Lisboa.

 
  
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  Bernard Lehideux (ALDE) . – (FR) Señor Presidente, Señorías, este debate recurrente sobre los pros y los contras de la mundialización tiene tanto sentido como debatir los pros y los contras del invierno en el Día de Navidad.

La única y verdadera cuestión para nosotros es cómo puede tratar la Unión Europea de convertir lo que es un fenómeno ineluctable en algo positivo para sus ciudadanos, que esperan reformas eficaces para promover el empleo y para apoyarles en el transcurso de los tiempos cambiantes.

Hasta ahora, seguir la Estrategia de Lisboa ha sido algo así como Esperando a Godot: escuchamos hablar mucho al respecto, ansiamos desesperadamente que se materialice, pero nunca llegamos a encontrarla verdaderamente. Quienes tienen la clave del éxito de la Estrategia de Lisboa; esto es, los Estados miembros, deben aportar los recursos para alcanzar los objetivos que han establecido. Esperamos que proporcionen iniciativas, así como una evaluación completa y objetiva de sus resultados.

No es mi intención describir un panorama totalmente sombrío. Hay algunos signos alentadores, como el Fondo Europeo de Adaptación a la Globalización, que está funcionando aun cuando su eficacia todavía no ha sido juzgada. Igualmente, es significativo que, por primera vez en Europa, los interlocutores sociales hayan acordado un análisis de los retos que deben abordarse en los mercados laborales, así como la solicitud a los Estados miembros de la puesta en práctica de políticas de flexiguridad que combinen los elementos comunes de la flexibilidad y la seguridad para los empleados y los empleadores.

Concluiré, señor Barroso, instándole a que no sacrifique la dimensión social de la Estrategia de Lisboa, pues usted cree que nos hace menos competitivos. El pueblo llano espera que Europa preste atención a sus preocupaciones, y las empresas esperan que Europa ponga en práctica una política que contrarreste el dumping social generalizado.

 
  
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  Wojciech Roszkowski (UEN). - (PL) Señor Presidente, el documento de la Comisión se explaya sobre el lugar que ocupa la Unión Europea en el proceso de la mundialización, pero ¿proporciona respuestas específicas a las cuestiones que nos preguntamos? Lo dudo mucho.

El documento da la impresión de que los Reglamentos adecuados de la UE garantizarán su crecimiento y la prosperidad para sus ciudadanos; sin embargo, el crecimiento y la prosperidad dependen de los esfuerzos de los ciudadanos, que tendrán que ser más eficientes y productivos que antes, así como más eficientes y productivos que los ciudadanos de otros países.

Una buena reglamentación no es suficiente para garantizar el futuro crecimiento económico de la Unión Europea. No basta con equiparar los niveles económicos entre los Estados miembros más veteranos y los nuevos, que crecen a un ritmo más acelerado que la media de la UE. Los efectos de la migración económica desde los países donde la mano de obra es más barata a los países donde dicha mano de obra es más cara no son suficientes.

El futuro crecimiento económico de la UE dependerá de su competitividad pero, en lugar de ello, el documento de la Comisión hace extensa referencia a la protección de los logros sociales. Todo eso está muy bien, pero éstas no son las causas del crecimiento, sino su resultado. Aun cuando protejamos dichos logros sociales, no olvidemos que el crecimiento procede de la innovación, la mejora en la eficacia organizativa, y una mayor productividad y competitividad.

 
  
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  Jill Evans (Verts/ALE). – Señor Presidente, quiero agradecer a la Comisión y al Consejo sus declaraciones. Estoy de acuerdo en que la UE puede desempeñar un papel muy positivo. Pero, hasta la fecha, la mundialización económica ha llevado a acelerar la degradación del medio ambiente, a empeorar las condiciones para los trabajadores y a aumentar los desequilibrios sociales.

A escala local, ha llegado a significar inseguridad en el empleo y, lo que es peor, la pérdida de puestos de trabajo en fabricación y servicios, que yo he podido ver de primera mano en mi propia comunidad en Gales, donde vivo, a principios de este año con el cierre de la fábrica de Burberry, que ha supuesto la pérdida de cientos de puestos de trabajo en una zona muy pobre, una zona de convergencia.

Las empresas están teniendo menos dificultades para trasladarse a otros países, en busca de mano de obra más barata y sin preocuparse en absoluto por las consecuencias de sus decisiones, a pesar de los acuerdos de responsabilidad social corporativa suscritos voluntariamente y que, como en el caso de Burberry, parecen estupendos sobre el papel, pero sirven de muy poco en la práctica.

Las consecuencias son devastadoras para las comunidades locales y estas comunidades, como ya hemos oído, son fundamentales para el empleo y el crecimiento, el verdadero objetivo de la Agenda de Lisboa. Todo ello conduce a la desilusión con la política y demuestra que el mercado es más fuerte que la democracia.

La UE puede ayudar tratando de mejorar la legislación laboral y social en todo el mundo, trasladando el coste del cambio climático al precio de mercado para evitar el dumping medioambiental. Los efectos de la mundialización hacen que la protección social sea aún más importante para los trabajadores y para las comunidades.

Estoy de acuerdo en que el camino que debemos tomar es ayudar a las pequeñas empresas y crear empleos sostenibles de larga duración, empleos de alta calidad, y espero que la propuesta de una ley de la pequeña empresa ayude a conseguirlo a largo plazo.

 
  
  

PRESIDE: RODI KRATSA-TSAGAROPOULOU
Vicepresidenta

 
  
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  Ilda Figueiredo (GUE/NGL). - (PT) Señora Presidenta, en este debate es correcto hacer hincapié en que el éxito de la Unión Europea depende de las respuestas que consiga dar en función de su solidaridad y cohesión económica y social. Cuando la Unión Europea continúa sufriendo un nivel elevado de pobreza que afecta al 17 % de la población, o a unos ochenta millones de personas en la UE-27, cuando aumenta la inseguridad del empleo y se incrementa el porcentaje de trabajadores pobres, nuestra principal prioridad debe ser abandonar las políticas neoliberales y dar preponderancia al empleo con derechos, salarios dignos, una mejor protección social y unos servicios públicos de calidad para todo aquello que favorezca la inversión productiva de las pequeñas empresas y las microempresas, así como una distribución más justa de la riqueza generada para promover la verdadera convergencia entre los Estados miembros, potenciar el desarrollo y el progreso social y poner en práctica una política de cooperación con los países del Tercer Mundo.

 
  
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  Patrick Louis (IND/DEM).(FR) Señora Presidenta, Señorías, nuestros ciudadanos —que también son trabajadores, consumidores y contribuyentes— reconocen muy claramente que la Unión Europea, tal como se configura en la actualidad, no es tanto un baluarte contra los excesos de la mundialización financiera como una escala en el camino hacia ellos.

Durante veinte años hemos venido prometiendo un futuro brillante gracias al euro y al desmantelamiento de las fronteras; es lo que nos han ofrecido, por ejemplo, para obtener nuestro apoyo al Tratado de Maastricht en 1992. Aun así, y a pesar de todo, nuestro instrumento de producción está haciendo las maletas y retirándose, dejando tras de sí millones de desempleados, extensiones de zonas industriales asoladas y un paisaje desértico.

Al escuchar al Presidente Sarkozy sostener el argumento, ante esta Cámara, a favor de una misión para proteger a Europa, casi podría pensarse que nunca ha aceptado ni el Tratado de Maastricht ni el de Lisboa. Es magnífico escucharle, hablando al igual que el General de Gaulle y declarando que se alzará en la OMC contra cualquier negociación que pudiera perjudicar nuestro interés nacional. Sin embargo, parece haber olvidado que Francia carece de derecho de veto y que la única persona que realiza cualquier negociación es un Comisario desde Bruselas, que de manera reiterada hace caso omiso de las indicaciones que recibe de los Estados miembros.

Similares vanas esperanzas se hicieron evidentes cuando —una vez más, con toda justificación— atacó la obsesión deflacionaria del independiente Banco Central Europeo, de Fráncfort. Pero, ¿a quién debemos creer: al hombre ante las cámaras de televisión que proclama la soberanía francesa, o al que la abandona en un Tratado europeo? La realidad es que el Tratado de Lisboa confirma la lógica de los Tratados existentes, que nos impide dirigir el curso del euro, proteger nuestros mercados y defendernos en las negociaciones del comercio global.

Sí, el Tratado menciona como un objetivo la protección de los ciudadanos, pero ello no es más que una declaración política sin fuerza jurídica que la respalde. El Tratado refuerza de manera significativa los poderes y la independencia tanto de la Comisión como del BCE, con su ideología de libre comercio. El Protocolo nº 6, así como los artículos 3 y 4 del Tratado de la CE, refuerzan su concepción dogmática de una competencia sin trabas, que desatiende los intereses nacionales, sin fronteras que le pongan freno y negligente con la democracia.

Creemos que el pueblo de Francia y el de Europa desean algo muy diferente. Así pues, restituyamos el verdadero libre comercio como el intercambio entre las naciones, que las enriquece sin despojarlas de sus defensas o de su identidad.

 
  
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  Udo Bullmann (PSE). - (DE) Señora Presidenta, Señorías, durante los próximos tres años la Comisión pretende presentar propuestas para un reajuste de las políticas económicas, sociales y medioambientales de la Unión Europea, lo que es positivo porque, como todos sabemos, todavía no hay nada sobre la mesa. El documento de octubre, que es la base para el debate que nos ocupa, es un documento breve. Aunque debo aprovechar para decir que siempre es positivo presentar documentos breves, éste en particular es también superficial y escaso, y no podemos extraer de él conclusiones sobre el rumbo que supuestamente va a tomar este camino.

La Comisión debe ayudarnos, resolviendo una contradicción. Si tomamos el debate de hoy como la página de la cubierta, a modo de introducción, estamos abordando retos enormes: la mundialización, el cambio climático o el problema de los mercados financieros internacionales —los formidables retos que afrontamos en cada uno de los Estados miembros—. Sin embargo, si llevamos el debate todavía más lejos, a la esfera de las implicaciones prácticas, se nos dice que no hay necesidad de alterar las directrices políticas prácticas. Es algo incomprensible, totalmente incomprensible, pues plantea de modo natural la pregunta sobre la verdadera naturaleza de este debate sobre la mundialización: ¿es un pretexto para no hacer nada por poner en práctica nuestras políticas sociales, medioambientales y económicas, o es realmente una oportunidad para observar el verdadero panorama y proporcionar respuesta a las cuestiones y a las necesidades urgentes de los ciudadanos de los países de la Unión Europea?

Permítanme plantear algunas preguntas adicionales. Si, efectivamente, nuestro futuro radica en una sociedad industrializada medioambiental, ¿por qué es tan difícil hablar en la Comisión, con la Comisión e incluso en esta Cámara sobre la adecuada política de inversión necesaria para que alcancemos ese objetivo?; ¿por qué no podemos hablar de los programas de rehabilitación de inmuebles, de los vehículos modernos y de los sistemas de transporte que necesitamos para alcanzarlo?; ¿por qué es casi un tabú debatir una política de inversiones adecuada?; ¿por qué no figuran estas cuestiones en el programa de la Comisión?; ¿por qué tampoco se incluyen en el programa de trabajo de Lisboa? Espero verdaderamente que todavía queden cambios por realizar.

Cuando hablamos del «triángulo de conocimiento» —la necesidad de educación, de investigación y de innovación— ¿por qué no podemos hacer del Pacto Europeo para la Juventud un instrumento práctico y garantizar una formación de calidad para todos los jóvenes de Europa, para que puedan emplear su conocimiento especializado y su inteligencia en un esfuerzo por reestructurar la sociedad industrializada? Son retos prácticos a los que deseamos dar respuesta.

 
  
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  Marco Cappato (ALDE). - (IT) Señora Presidenta, Señorías, creo que también ha habido oradores en este debate que han situado la libertad económica en oposición a la garantía y a la protección de los derechos sociales y de la lucha contra la pobreza.

Dicha oposición entre libertad económica y derechos sociales tiene reminiscencias del siglo pasado y ya no está de actualidad en nuestra política europea. Indudablemente, tenemos el deber de garantizar que las normas se apliquen al máximo en respeto de la libertad económica frente a los monopolios y de la transparencia de los mercados financieros, así como de asegurar que se satisfagan los costes de la contaminación medioambiental. ¡Sin duda, es fundamental! Sin embargo, desde el punto de vista de los derechos sociales, lo que nos impide ayudar a los más pobres de nuestros países son los antiguos sistemas de seguridad social, orientados hacia las corporaciones y el trabajo organizado, que no favorecen a los desempleados y a quienes siguen quedando fuera de las garantías sociales y de la protección social.

En Italia, mi país, tenemos un sistema que, más bien, obliga a la gente a jubilarse a los 58 ó 59 años, cuando al mismo tiempo sólo el 20 % de los desempleados recibe alguna protección social. Tal es el problema que afrontan los más pobres: no la mundialización o la libertad económica, sino el hecho de que los mecanismos de seguridad social son arcaicos, anticuados y retrasados para la época; dichos mecanismos deben concebirse de nuevo, y ahí es donde la Estrategia de Lisboa y la Comisión pueden ser de ayuda.

 
  
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  Ryszard Czarnecki (UEN). - (PL) Señora Presidenta, no deseo repetir las mismas declaraciones banales de siempre sobre las ventajas de la mundialización; además, sería provechoso que se presentara en el Parlamento Europeo una opinión crítica de la misma.

Para mí, la mejor ilustración de nuestro debate es la voz del filósofo canadiense John Ralston Saul. Dedico sus palabras al coro que proclama las alabanzas de la mundialización y que vuelve a entonar la misma cantilena hoy en el Parlamento Europeo. La mundialización es una ideología que toma prestados muchos elementos de la religión occidental típica. Es la creencia en una idea única que excluye puntos de vista alternativos. Descansa sobre la convicción de la supremacía de la economía sobre otros ámbitos de la vida y en la certeza de que todas las teorías económicas, aparte del liberalismo, han fracasado y no existe otra alternativa.

Dicha convicción emana del hecho de que el liberalismo puso en acción fuerzas globales que lo apoyan como el camino correcto a seguir y presentan otros enfoques como incorrectos. Sin embargo, la mundialización se engaña al creer que la economía es el motor que impulsa a la civilización. Durante los últimos veinte o treinta años hemos aprendido a contemplar cualquier cosa en términos económicos, pero ni siquiera Marx llegó tan lejos, pues dijo que la economía es importante, pero no llegó a afirmar que todo debería considerarse a través del prisma del beneficio.

 
  
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  Kyriacos Triantaphyllides (GUE/NGL). – (EL) Señora Presidenta, Señorías, el tema que presenta hoy la Comisión está plagado de contradicciones. Permítanme destacar dos puntos:

En primer lugar, la Comisión hace hincapié en que debe incrementarse la adaptabilidad a la mundialización para asegurar la viabilidad de la calidad de vida de nuestros ciudadanos. No es la situación que tenemos en estos momentos, dado el fracaso de la Estrategia de Lisboa. La verdad es que estas políticas a favor de una mayor competencia agravan las desigualdades en términos de riqueza y capacidad manufacturera, y sólo la Comisión Europea puede apreciar una mejora de la prosperidad o la eliminación de las desigualdades de desarrollo entre los Estados miembros de la UE.

En segundo lugar, del documento se desprende que la Comisión está trabajando hacia una Europa social, idea que hemos escuchado repetidamente, pero de la que no hemos visto ninguna prueba. Permítanme citar un sencillo ejemplo: desde el año 2002, el precio de los combustibles para automoción en los Estados miembros se ha incrementado en un 35-50 %, lo que unido a muchas otras cosas, repercute en el bolsillo de quienes tienen bajos ingresos, y ninguna de las estrategias socioeconómicas de la Comisión parece ofrecer una solución.

 
  
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  Daniel Caspary (PPE-DE). - (DE) Señora Presidenta, Señorías, nuestro objetivo europeo de éxito en la era de la mundialización puede alcanzarse si aprovechamos nuestras oportunidades. Nuestro debate en el foro público se centra con demasiada frecuencia en los efectos negativos de la mundialización, que discutimos siempre que las empresas tienen que reducir puestos de trabajo o reinstalarse en el extranjero, pero hacemos muy escasa referencia a los aspectos positivos que nos ofrece.

He ahí el ejemplo de mi circunscripción —mi región—, donde se está exportando nada menos que el 74 % de su producción industrial. No cabe duda de que estamos cosechando los beneficios de la mundialización. Lamentablemente, también en mi región se está despidiendo a trabajadores de empresas que ya no son rentables, pero muchos otros pueden ser contratados por otras empresas que se están beneficiando de la mundialización, empresas que se han adaptado, y nuestras cifras de desempleo disminuyen considerablemente. Es una lástima que hablemos tan raramente de esa cara de la moneda.

La Unión Europea tiene un importante papel que desempeñar para dar forma a la mundialización. Cuatrocientos ochenta millones de europeos deben permanecer unidos por sus intereses y sus valores. Contamos ya con la economía más abierta del mundo, pero necesitamos acceso a los mercados mundiales. Debemos otorgar mayor importancia a la reciprocidad. Las barreras no arancelarias y otros obstáculos al comercio son inaceptables. Debemos ser capaces de defendernos contra prácticas comerciales desleales. Con ese fin, necesitamos instrumentos de defensa comercial, así como un Comisario que no carezca de credibilidad ni que rebose arrogancia al representar a la Unión Europea en el mundo, sino que defienda abiertamente sus intereses comerciales en un espíritu de cooperación y confianza mutua. Debemos proteger con mayor eficacia la propiedad intelectual, así como ejercer mayor presión sobre las normas y los estándares globales, fortalecer a la OMC y poner en práctica la asociación transatlántica.

Si junto con la Comisión llevamos a cabo estas tareas, seremos verdaderamente capaces de dar forma al proceso de mundialización para asegurar que la población en general pueda continuar viviendo sus vidas en libertad y prosperidad.

 
  
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  Edite Estrela (PSE). - (PT) El éxito en la era de la mundialización es el gran reto al que se enfrenta la Unión Europea. La cuestión es cómo puede conciliarse la competitividad con la cohesión social o, en otras palabras, la mundialización con la reglamentación.

La Estrategia de Lisboa proporciona la respuesta, y el Tratado de Lisboa facilitará la toma de decisiones, pero el éxito dependerá esencialmente de que Europa considere la mundialización como una oportunidad más que como una amenaza. Debemos comprender lo que está ocurriendo con China y la India. China ha superado al Reino Unido, a Francia y a Italia en el índice de las naciones más industrializadas, ha adelantado a los Estados Unidos como el mayor exportador de productos tecnológicos y ha acumulado enormes reservas financieras.

Por lo que respecta a la India, pocas personas conocen el nombre comercial de «TATA». Sin embargo, en 2006, la empresa filial fabricante de los automóviles TATA alcanzó un valor bursátil mayor que el de General Motors, mientras que nadie había oído hablar del Grupo MITTAL hasta que éste lanzó una opa hostil contra ARCELOR, desencadenando el pánico en París, Bruselas y Luxemburgo.

Sin embargo, no debe olvidarse la otra cara del milagro asiático: es un relato de sufrimiento surgido de la complicidad del Gobierno de Beijing con las multinacionales occidentales que han trasladado sus fábricas para aprovechar la mano de obra barata y la ausencia de un Estado del bienestar.

Mientras tanto, es en Asia donde se ganará o se perderá el reto de combatir el calentamiento global. Europa debe mostrarse firme y exigir reciprocidad en el comercio internacional, pero no debe adoptar políticas proteccionistas de manera sistemática. Es cierto que la competencia china es desleal debido a los bajos salarios, a la falta de derechos políticos y sindicalistas, a la falsificación y a una divisa devaluada. Todo ello es cierto. Sin embargo, también lo es que existen ochocientos millones de chinos y setecientos millones de indios que desean un salario mínimo digno y que exigen una mayor justicia social. Tales son los retos para una Europa más fuerte y un mundo mejor.

 
  
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  Sarah Ludford (ALDE). - Señora Presidenta, yo también creo que nuestra reacción a la mundialización no debe basarse en el temor, sino en un sentido de la oportunidad mezclado con una adaptación inteligente.

Como dice la resolución, la UE como potencia mundial es uno de los principales beneficiados de una economía mundial abierta, aunque no siempre lo parezca, dado el volumen de retórica europea en contra de la mundialización. Estoy de acuerdo con el señor Czarnecki en que el liberalismo se ha propagado por todo el mundo. Pero, al contrario que a él, a mí eso me alegra.

La UE sólo puede conseguir su objetivo si se muestra activa y organizada en la escena internacional, sobre todo en materia de migración. Celebro ver que un apartado que yo preparé para el Grupo ALDE haya sobrevivido casi intacto en la resolución final. Realmente creo que la migración tiene que ser una prioridad en el programa de trabajo de la UE, al mismo nivel que el cambio climático y la energía. Vemos la presión externa; vemos las tensiones sociales y, también, el racismo dentro de la UE. Pero sigue sin haber una política europea completa en materia de inmigración legal e ilegal, así como en materia de integración.

Por último, no olvidemos el potencial de las comunicaciones mundiales y especialmente de Internet para promover los derechos humanos. Puede que no sea tan inevitable como en un tiempo creíamos − pensemos, por ejemplo, en la censura que sigue existiendo en China − pero, aún así, la mundialización e Internet y otras comunicaciones internacionales son una fuerza beneficiosa muy poderosa. Eso también forma parte de la mundialización.

 
  
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  Jan Tadeusz Masiel (UEN). - (PL) Señora Presidenta, honorables colegas del Consejo y de la Comisión, al igual que en la vida del hombre a la niñez le sigue una fase de adolescencia, así la mundialización parece ser un estadio natural en el desarrollo de la humanidad y el próximo reto para ella.

En el difícil debate sobre esta cuestión siempre cambiante y desconocida quisiera decir que, paradójicamente, todos los oradores anteriores, tanto de la izquierda como de la derecha de esta Cámara, estaban en lo cierto en gran medida.

Lo más importante es que existe una verdadera necesidad de crear directrices y reglamentos adecuados para una división equitativa de los beneficios de la mundialización. Puesto que de la misma definición de la mundialización se desprende claramente que se trata de un fenómeno extendido, no basta con que sólo la Unión Europea tenga tales instituciones y reglamentos —deben aceptarse por todo el mundo—. El señor Barroso ha afirmado con acierto que la Unión Europea puede y debe proponer al mundo un modelo justo y equilibrado para la mundialización.

 
  
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  Georgios Toussas (GUE/NGL). – (EL) Señora Presidenta, el debate de hoy se ha planteado erróneamente. El éxito en la era de la mundialización no salvaguarda ni los intereses europeos ni la prosperidad de los trabajadores de los países de la UE, sino sólo los intereses del capital. En el contexto de la mundialización, el nuevo orden creado por los intereses de las empresas y de las multinacionales a escala comunitaria e internacional pretende multiplicar los beneficios del capital mediante la explotación intensiva de los trabajadores.

Las declaraciones realizadas ayer por el señor Sarkozy sobre la mundialización confirman la dependencia de la UE de los grandes capitales, subrayan la intensidad de los conflictos intraimperialistas y la intención de utilizar a la UE como ariete contra otros grandes centros de imperio, especialmente contra los logros y las demandas legítimas de los trabajadores. El común denominador de todos estos esfuerzos es un ataque de lleno sobre los trabajadores. La reducción de los sueldos, el incremento de las horas de trabajo, la adaptación a las necesidades del capital, el aumento de la edad de jubilación, la flexiguridad y la reestructuración de las relaciones laborales forman el núcleo de la Estrategia de Lisboa.

Por lo tanto, consideramos que la dura realidad que experimentan millones de trabajadores no puede juzgarse por ninguno de los términos de la mundialización, ni a nadie convencen los argumentos presentados por la Comisión y el Consejo sobre la protección medioambiental.

 
  
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  Robert Sturdy (PPE-DE). - Señora Presidenta, es muy difícil que el Comisario Verheugen pueda escuchar todo lo que se dice en esta Cámara, pero por supuesto que se han planteado algunos puntos muy conmovedores, que espero que tenga en cuenta.

He escuchado la intervención del Presidente Barroso. Pensé que diría algo en lo que yo creo plenamente, y es que la mundialización beneficia a la Unión Europea. El señor Toussas acaba de hablar muy elocuentemente, pero con poca sinceridad, sobre las clases trabajadoras, pero sin mundialización, sin industrias y sin empresas en la Unión Europea, no habrá puestos de trabajo para los ciudadanos. No obstante, lo que de verdad me preocupa mucho es lo que dijo ayer el señor Sarkozy. ¿Vamos a tener una vieja Francia, una Francia proteccionista, o vamos a tener una Francia dispuesta a acoger a una nueva generación? Recuerdo cuando los chinos acudieron a los Estados Unidos para firmar su adhesión a la OMC. El Presidente Clinton consiguió durante 10 años que no la firmaran. Cuando el Presidente Bush firmó, sus asesores miraron hacia atrás y dijeron, «¡Dios mío, China ha firmado! ¿Qué hemos hecho?» En realidad, lo que han hecho es que han puesto en juego algunas grandes oportunidades para nosotros.

Tenemos que pensar en China y en la India como una oportunidad. No podemos alzar los puentes levadizos, preparar las armas para la batalla, cerrar las puertas, porque Europa tiene una gran oportunidad aquí y tenemos que aprovecharla. El señor Caspary ha hablado con mucha razón del empleo en su circunscripción. Sé que es muy difícil mantener el empleo, pero si no nos dejamos ser parte de un mercado mundial, no llegaremos a nada. Creo que tenemos una oportunidad enorme si sabemos aprovecharla. Tenemos que considerar cosas como los acuerdos de libre comercio. Marruecos, en este momento, ha firmado un acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos. Tenemos que considerar eso.

Por último, quiero pedir a la Comisión que deje a las empresas y a las industrias seguir haciendo lo que se supone que deben hacer. Tengan mucho cuidado con la legislación que apliquen y que pueda perjudicar a las oportunidades europeas.

 
  
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  Pervenche Berès (PSE) . – (FR) Señora Presidenta, Presidentes de la Comisión y del Consejo, acabamos de escuchar al señor Barroso afirmar que la Unión Europea se encuentra en una posición privilegiada para proporcionar una buena base para la reglamentación a escala global. Tiene razón. Pero si eso es lo que pretendemos, también debemos poner orden internamente. Las herramientas disponibles en la Unión para abordar estos retos incluyen lo que denominamos las «directrices» sobre la política económica y el empleo. Me temo que hoy la Comisión está tratando de ocultar la importancia de estas necesarias directrices bajo el manto de la mundialización, pero son útiles y tenemos que revisarlas.

Tenemos que hacerlo así porque, en primer lugar, en el Consejo Europeo del pasado mes de marzo los Jefes de Estado y de Gobierno adoptaron la mejor estrategia posible para permitir a la Unión Europea abordar la mundialización y los retos del suministro energético y del cambio climático. Si, en pos de esa estrategia, no utilizamos todos los medios de que disponemos en la Unión Europea, incluidas las directrices —y quizá, en especial las directrices—, no llegaremos a ninguna parte y tan sólo potenciaremos la desilusión sobre la capacidad de la Unión para abordar la mundialización.

Además, necesitamos hacerlo así porque el propio Comisario Almunia ha reconocido que las cuestiones de los tipos de cambio, los precios del petróleo y el verdadero impacto sobre la economía de la UE de la crisis hipotecaria de las subprime afectarán a las previsiones de crecimiento económico de la Unión, que ha revisado a la baja: de un 2,9 % a un 2,4 % para la Unión en su conjunto, y de un 2,6 % a un 2,2 % para la zona euro.

Tenemos que hacerlo así por la razón adicional de que tenemos que responder a las aspiraciones del público europeo y, pese a lo que pueda pensar Nicolas Sarkozy, la Europa social es una cuestión muy real que debe abordarse si queremos evitar el repudio de nuestros ciudadanos en un futuro muy próximo.

El Comisario Almunia ha concretado hoy la razón última para hacerlo así al admitir que, en el clima internacional imperante, el crecimiento de Europa estará impulsado principalmente, si no en su totalidad, por el consumo interior.

Contra ese escenario de cambio integral, ¿es concebible que la única constante sean las directrices?, ¿es concebible que no deba modificarse el único instrumento de la Unión para dirigir eficazmente las políticas económicas y sociales de sus Estados miembros?

Les pediría al representante de la Comisión y al Vicepresidente de la Comisión que indiquen al señor Barroso que tiene que cambiar las directrices; que debe tener en cuenta el nuevo contexto para que la Unión pueda equiparse internamente con las mejores herramientas disponibles para plantar cara a los retos de la mundialización.

 
  
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  Wolf Klinz (ALDE). - (DE) Señora Presidenta, Señorías, quienes proclaman su compromiso por un mundo más justo no tienen reparos en achacar a la mundialización las dificultades de sus propias economías, por lo que solicitan menor libertad de mercado y mayor regulación e intervención gubernamental. Sin embargo, la mundialización ofrece la verdadera perspectiva de una situación en la que todos ganan, pues permite que las economías emergentes y los países que están arrancando en la economía mundial puedan equipararse y darnos la oportunidad de desarrollar nuevos mercados para productos, capacidades y servicios de alta gama y de primerísima calidad.

No obstante, si queremos aprovechar estas oportunidades tenemos que hacer los deberes, lo que significa redoblar nuestros esfuerzos en los ámbitos de la formación, la educación —particularmente para los jóvenes desempleados— y el aprendizaje a lo largo de toda la vida, pasando a ser incluso más creativos en las formas en las que modelamos las cadenas de valor añadido y los procesos de nuestra economía, y promocionando incluso más la libertad de empresa. La mundialización sin impedimentos conduce a mercados más abiertos y a una mayor competitividad, lo que beneficia a todos los consumidores.

Resistámonos a la tentación de levantar escudos a nuestra economía, pues tal práctica degeneraría rápidamente en un verdadero proteccionismo; en su lugar, alimentemos el poder inherente de nuestra economía para continuar renovándose a sí misma. Invirtamos en las tecnologías del futuro, y ese futuro será nuestro.

 
  
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  Ewa Tomaszewska (UEN). - (PL) Señora Presidenta, la economía debería existir para beneficio de las personas, y no a la inversa. Las diferencias naturales en las etapas de los movimientos del capital y de la mano de obra en la era de la mundialización están llevando a una espiral bajista de las normas laborales. La producción se está trasladando a zonas con salarios incluso más bajos y condiciones de trabajo todavía más peligrosas, lo que conduce a la pérdida de puestos de trabajo en regiones con normas empleo más elevadas y del poder adquisitivo de los empleados, disminuyendo así la demanda de bienes de consumo.

Si la Unión Europea desea tener éxito en la era de la globalización, tiene que hallar herramientas eficaces para combatir el dumping social y para mantener y proteger la dimensión social de Europa.

 
  
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  Piia-Noora Kauppi (PPE-DE). - Señora Presidenta, creo que la contribución de la Comisión al debate sobre la mundialización es muy valiosa.

Creo también que la mundialización no es una amenaza, sino una oportunidad. Europa está en una buena situación para afrontar el reto. Tenemos infraestructuras muy desarrolladas, sistemas de educación, tecnologías, mercados de capital y mercados nacionales muy pujantes.

Nunca se puede insistir demasiado en que la fuerza de Europa radica en un mercado interior que es un trampolín para nuestras empresas en todo el mundo. Por toda Europa están surgiendo empresas innovadoras. Su proliferación, que aporta bienestar a Europa, no debe frenarse con el peso de la burocracia. Al decir esto, miro especialmente al Comisario Verheugen. La reducción de los excesivos procedimientos administrativos en Europa es un aspecto fundamental para la mundialización y la competitividad de Europa. Tenemos que centrarnos sobre todo en las PYME. En ellas debe centrar su atención la Comisión. Se ha conseguido mucho pero, por ejemplo, las trabas fiscales siguen entorpeciendo el comercio en Europa.

Las empresas fuertes no existen sin mano de obra y ésta amenaza con convertirse dentro de muy poco en un recurso escaso en Europa. La demografía de Europa necesita inmigración. En esto, otras regiones del mundo están muy por delante nuestro, como demuestran sus resultados económicos. Se trata de una cuestión difícil que requiere una consideración equilibrada de todos los intereses, en particular los de los trabajadores. Se trata, por supuesto, de una cuestión comunitaria, ya que la competitividad no se consigue sin una población activa móvil. En este sentido, debemos acoger favorablemente planes como el de la «Tarjeta Azul».

Otro elemento que debe moverse libremente, pero con paso seguro, es el capital. La estabilidad financiera es un requisito imprescindible para una Europa competitiva y económicamente segura. Los mercados financieros son, globalmente, uno de los sectores más fuertes de Europa, uno de nuestros nuevos sectores de éxito. La innovación aquí es posible gracias a la regulación dirigida por el mercado, que no es lo mismo que «permisividad»; aquí, también, es fundamental que favorezcamos el funcionamiento del sector en toda Europa.

En cuanto al mundo exterior, Europa debe convertirse en una gran potencia mundial. Necesitamos unidad entre los Estados miembros de la Unión Europea y la Comisión puede contribuir también a esa unidad.

 
  
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  Jan Andersson (PSE). – (SV) Señora Presidenta, Comisario, Presidente en ejercicio del Consejo, quisiera considerar las oportunidades de la globalización antes que sus desventajas, pero ello depende de cómo actuemos en Europa. Estoy de acuerdo en que deberíamos invertir en investigación y desarrollo, en que deberíamos realizar mayores inversiones a largo plazo en un medio ambiente óptimo y en las personas y en el aprendizaje a lo largo de toda la vida, pero lo que la Comisión está olvidando —el error en el documento de la Comisión— es que estamos dejando de lado la dimensión social.

Los avances en la Europa de hoy apuntan hacia un mayor crecimiento y empleo, pero también hacia una mayor exclusión, mayores diferencias y mayor inseguridad en el empleo —más trabajos, y no menos en Alemania, con los cuales la gente no puede mantenerse y ha de recibir subsidios de seguridad social para complementar su paga—. Debemos asociar el crecimiento y el empleo a una dimensión social que reduzca las diferencias entre los pueblos y las regiones de Europa. Esto se ha dialogado en el debate de Guimarães, en el que participé durante la reunión de ministros de Empleo y Asuntos Sociales.

La Presidencia portuguesa está tratando de hacer avanzar la cuestión de las directrices integradas y de modificarlas para conseguir que el vínculo social esté mucho más definido e integrado.

Sin embargo, la Comisión no desea hacerlo así; no desea cambiar las directrices. Pero las directrices deben cambiarse. En nuestra Resolución hemos alcanzado el acuerdo que deseamos para tener nuevas directrices que integren la dimensión social y que, ciertamente, aborden también las cuestiones de la seguridad dentro del cambio y de la «flexiguridad». La Comisión debería incluir estos aspectos para que tengamos un vínculo más sólido entre las cuestiones de crecimiento y la dimensión social.

Debemos también integrar la Estrategia de Lisboa. En la actualidad no está integrada a escala nacional, regional o local, y muchas personas la desconocen; debemos integrarla y conseguir que los interlocutores sociales y la sociedad civil trabajen también para asegurar que estas cuestiones —la dimensión social, el crecimiento y el empleo— se incluyan y reciban un tratamiento de importancia.

 
  
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  Samuli Pohjamo (ALDE). - (FI) Señora Presidenta, deseo aportar una perspectiva nórdica a este debate. Hace unos dos años estuve trabajando en una organización de desarrollo regional cercana al círculo polar ártico y a la frontera rusa; para una región tan distante, la mundialización suponía tanto una amenaza como una oportunidad. Comenzamos con labores de desarrollo, confiando en nuestras propias fortalezas mientras obteníamos partido de la mundialización. Las empresas, el sector público, el sistema educativo y las universidades aunaron sus recursos para construir un medio de innovación productivo. Se mejoraron las aptitudes de base mediante el trabajo en red con redes globales en el espíritu de la Estrategia de Lisboa y se lanzaron proyectos de energías renovables. Los resultados son esperanzadores; un ejemplo concreto es el rápido aumento del turismo internacional en la zona. Creo que esta región serviría como un modelo útil en cualquier otro lugar de Europa, y que la UE debería hacer de este tipo de trabajo algo mucho más factible.

 
  
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  Corien Wortmann-Kool (PPE-DE). - (NL) Señora Presidenta, la talla que ha alcanzado Europa proviene del mercado único y su liberalización, así como de la liberalización del mercado mundial, la mundialización. Ello nos ha aportado no sólo prosperidad, sino también una democracia estable. Así pues, debemos ser cautelosos —y me refiero principalmente a los aspectos comerciales— ante una estrategia excesivamente defensiva, y en especial ante los instrumentos comerciales de carácter proteccionista.

Señora Presidenta, a la competitividad de Europa le beneficia más adoptar una actitud de apertura hacia el mundo, por lo que pienso que es importante proporcionar mayor prioridad a la apertura de los mercados económicos en países no pertenecientes a la UE, y más concretamente en países industriales emergentes como la India, Brasil y China, puesto que el enorme potencial de crecimiento de dichos mercados representa una oportunidad para las empresas europeas y para nuestra economía. A su vez, estos países industriales emergentes tendrán que abrir sus mercados a nuestras empresas, también en el sector servicios, y en interés de la reciprocidad insto a la Comisión a que en sus negociaciones ejerza la presión adecuada sobre estos países en concreto.

Señora Presidenta, como parte de una delegación de la Comisión de Comercio Internacional, en nuestra visita a Singapur pudimos observar que las empresas estadounidenses accedían a ese mercado con mayor facilidad que las europeas, algo que debemos subsanar. Así pues, tenemos que ser proactivos. Después de todo, somos la mayor economía del mundo. Si aunamos nuestras fuerzas eficazmente deberíamos ser capaces de abrir estos mercados. Señora Presidenta, tenemos también las cuestiones de la supresión de las exacciones a la importación y las barreras no arancelarias al comercio, y en nuestra estrategia sobre el acceso al mercado también es importante dar prioridad a estos mercados emergentes.

 
  
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  Katerina Batzeli (PSE). – (EL) Señora Presidenta, Comisario, Presidente en ejercicio del Consejo, Europa ha recibido el cometido de mostrar a sus ciudadanos otra cara de la mundialización; no es la cara de la competencia desenfrenada, sino la de la solidaridad social, la redistribución, la diversificación y los valores culturales.

En este diálogo interno, así como en cualquier apertura de la UE al resto del mundo a través de políticas económicas, sociales, medioambientales, de seguridad, desarrollo viable e inmigración, la Comisión Europea debe promover y fortalecer la ética cultural de la UE e impulsar directamente en su trabajo legislativo anual, tanto en la Estrategia de Lisboa como en el proceso de fortalecimiento del Tratado posterior a la reforma las siguientes áreas del sector cultural:

En primer lugar, la Comisión debe fortalecer las industrias culturales basadas en servicios innovadores y de calidad, al tiempo que proporcionar verdaderas posibilidades innovadoras y productivas para la economía europea. Este sector es de suma importancia para el diálogo intercultural.

En segundo lugar, debe fortalecer el «triángulo de conocimiento» de la investigación, la educación y la innovación que, desafortunadamente, todavía no recibe el respaldo de medidas legislativas, aunque debería ser uno de los objetivos de la UE.

La innovación en el ámbito de la cultura no debería ser un lujo al alcance de unas cuantas multinacionales, sino una política horizontal para las PYME.

Señora Presidenta, para superar los retos de la mundialización, la Comisión Europea y el Consejo deben decidir claramente sus posiciones mediante el diálogo abierto, comenzando por los parlamentos nacionales. La mundialización puede presentarse como parte de la historia europea si puede imbuirse de la ética de su cultura.

 
  
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  Sharon Bowles (ALDE). - Señora Presidenta, la mundialización es, para algunos, la culpable de todo, desde la explosión demográfica hasta el cambio climático, pasando por la explotación. Pero todos ellos son simples productos del ser humano, como lo es también la competencia. Darwin lo llamaba selección natural.

Los ciudadanos europeos son temerosos. Tenemos que educarlos, es cierto, pero no diciéndoles que necesitamos una política a escala comunitaria para afrontar el reto de una economía mundializada. Eso me preocupa, porque indica que no tenemos una política.

La UE tiene poderes únicos a escala supranacional para dar forma a las cosas y plantar cara a los excesos. En julio se publicó en el Financial Times: «Bruselas es la capital legislativa del mundo y no puede ser ignorada desde Washington hasta Tokio». Así que, si la tenemos, utilicémosla, pero de forma juiciosa. ¿Cuál es la finalidad de un programa de trabajo sobre competitividad si no es mantener nuestra posición en el mundo? ¿Cuál es la finalidad de un mercado único si no conseguimos su plena realización? Dejémonos de excusas cobardes. La UE existe, desde luego, para afrontar los retos. Simplemente tenemos que seguir adelante con ella antes de que la selección natural nos alcance.

 
  
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  Cristobal Montoro Romero (PPE-DE). - (ES) Señora Presidenta, señores representantes del Consejo y de la Comisión, a Europa le conviene la globalización; Europa debe impulsar la globalización.

Estamos ante una disolución, todavía lenta, pero irreversible, de las fronteras en el mundo, que ha sido capaz de sacar de la pobreza a más de 400 millones de personas en menos de veinte años y, por primera vez, en el año 2007, China será el país, la zona del mundo, que aportará más al crecimiento de la economía mundial, ¡China, no la Unión Europea!, señores colegas.

Eso significa que, en definitiva, la globalización es un desafío, pero también es una gran oportunidad. Es un desafío en el sentido —y tenemos la obligación de explicarlo a los ciudadanos europeos— de que la apertura es mayor crecimiento, mayor bienestar y mayor empleo. Lo que me vuelve a preocupar es oír en este hemiciclo la palabra «proteger».

El proteccionismo es la negación de la globalización y la negación de la Unión Europea. Proteger a los ciudadanos no es necesario cuando los ciudadanos son protagonistas de su propio crecimiento económico y de su propio bienestar. Tenemos que devolver esa capacidad a los ciudadanos y, por tanto, tenemos que hacer también un ejercicio de autocrítica en la Unión Europea.

Porque no estamos haciendo los deberes en la Unión Europea cuando tenemos un crecimiento insuficiente, cuando tenemos también parte de responsabilidad en la crisis de los mercados financieros mundiales y, en definitiva, cuando no hacemos todo lo que tenemos que hacer en nuestra casa, en nuestro hogar, para impulsar ese crecimiento económico sobre la pequeña y mediana empresa para crear más empleo, porque necesitamos mucho más empleo que vendrá de esa apertura.

La Agenda de Lisboa es realmente la marca: completar el mercado interior, sanear las finanzas públicas, reformar, modernizar nuestro mercado de trabajo, apostar por la reforma del medio ambiente, las energías renovables y, en definitiva, abrir Europa es realmente hacer más cohesión social en Europa.

 
  
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  Enrique Barón Crespo (PSE). - (ES) Señora Presidenta, señor Presidente del Consejo, señor Vicepresidente de la Comisión, señorías, creo que es muy oportuno el que el debate sobre la globalización se haya hecho bajo Presidencia portuguesa, porque Portugal es un país en cuya bandera está el globo terráqueo, porque los portugueses estuvieron en vanguardia cuando los europeos empezamos la globalización, porque la globalización no es una plaga que nos caiga encima. Los europeos, a partir del Renacimiento ?y estábamos menos desarrollados que los chinos y los indios?, empezamos el proceso de globalización y así nos ven en el resto del mundo.

Ahora, con el Tratado de Lisboa, vamos a ser pioneros también en lo que yo llamaría la globalización postimperial. No vamos a conquistar nuevos continentes; lo que estamos haciendo es dar una respuesta en la que unimos, voluntariamente, valores entre Estados y ciudadanos y podemos ser un ejemplo de cara a la globalización que más falta, que es la globalización política y social.

Porque aquí se ha hablado de la globalización financiera impetuosa y no controlada a pesar de que, por ejemplo, tenemos un europeo al frente del Fondo Monetario Internacional. En la OMC somos el primer bloque y tenemos una responsabilidad concreta. ¿Qué es lo que falta? Lo que falta precisamente es que seamos capaces de encontrar respuestas en el mundo globalizado que respondan a eso. Y, concretamente, hay dos elementos de desafío muy importantes en donde nosotros tenemos que ser muy activos: no solamente en el terreno comercial y en el terreno del desarrollo tecnológico, es en la defensa universal de los derechos humanos, especialmente los derechos de los trabajadores ?y ahí está la Organización Internacional del Trabajo?, y luego también está la necesaria negociación y la necesaria política para hacer frente al cambio climático.

En cualquier caso, señora Presidenta ?y con ello concluyo?, creo que los europeos no tenemos derecho a tener una visión pesimista de la globalización. La hemos buscado, y ahora tenemos que dar respuestas innovadoras.

 
  
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  Jerzy Buzek (PPE-DE). - (PL) Señora Presidenta, señor Presidente, es obvio que no seremos capaces de resolver todos los problemas de la mundialización con una declaración y una medida para promover la Estrategia de Lisboa. Sin embargo, la declaración del Consejo y de la Comisión es positiva, puesto que atrae la atención sobre el hecho de que la mundialización no es una maldición ni tiene por qué ser una amenaza; de hecho, podría tratarse de algo positivo para los ciudadanos de Europa, y son los ciudadanos y sus actividades los que deberían servir de principal guía para las acciones de la UE.

Estoy a favor de cuatro áreas de actividad. En primer lugar, de las que constituyen el «triángulo de conocimiento», particularmente la innovación, y entiendo que en ese punto es esencial actuar rápidamente con el fin, al menos, de lanzar el Instituto Europeo de Innovación y Tecnología.

En segundo lugar, del entorno empresarial, y ello significa un mercado interior totalmente abierto y libre de monopolios, con una competencia abierta y menos reglamentación y burocracia, algo por lo que el Vicepresidente de la Comisión, Günter Verheugen, está luchando con ahínco.

En tercer lugar, de los recursos humanos, que implican los problemas de la migración y, principalmente, de contrarrestar la fuga de cerebros, lo que conlleva una mejor educación, inversiones atractivas y una dimensión social para la UE basada en los logros de la economía.

En cuarto y último lugar, de la energía y el cambio climático, que implican una política energética común, algo de lo que creo que todos somos conscientes, así como de la reducción de las emisiones. Sin embargo, no es posible que la reducción de emisión de gases de efecto invernadero tan sólo en la Unión Europea pueda salvar el clima mundial; por esa razón, debemos mantener una UE políticamente fuerte, porque sólo una UE fuerte puede influenciar a los Estados Unidos, a China y a la India para que cumplan las directrices de protección del clima.

Por lo que respecta a la reducción de emisiones en la UE, sí, estoy a favor, pero también estoy a favor de una UE que sea políticamente fuerte, y ello significa la plena ratificación del Tratado Europeo lo antes posible.

 
  
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  Gary Titley (PSE). - Señora Presidenta, afortunadamente, y digo afortunadamente, el Tratado de Lisboa va a representar el fin de un capítulo en la historia de la Unión Europea, el capítulo del crecimiento de la UE, la consolidación y la paz y la estabilidad en el continente, la eliminación de las barreras comerciales y económicas entre los Estados miembros, así como el desarrollo institucional necesario para conseguir todas esas cosas. Pero ahora tenemos que abrir un nuevo capítulo, un capítulo de extroversión, de afrontar los retos de la mundialización.

Necesitamos una Europa global que establezca un programa totalmente nuevo para la mundialización, basado en los principios de la apertura, la justicia y la importancia de la cooperación entre los Estados miembros. Sabemos cuáles son los retos, unos retos que han sido debidamente analizados en este debate. El cambio climático y la migración son, en mi opinión, los dos principales desafíos, pero tenemos que mantener una elevada tasa de crecimiento y de empleo. Necesitamos una agenda social moderna y eficaz. Tenemos que afrontar el problema del terrorismo y de la delincuencia, promover la seguridad más allá de nuestras fronteras y erradicar la pobreza. Y efectivamente, como ha dicho la señora Bowles, tenemos políticas para conseguir esos fines. Pero seamos sinceros: el progreso ha sido lento, desigual y no siempre muy eficaz.

Si realmente queremos apostar por la mundialización, necesitamos un cambio radical y profundo no sólo en nuestras políticas, sino en toda nuestra forma de pensar sobre la Unión Europea. Ahora nos tenemos que centrar sólo en actuar y cumplir lo prometido. Tenemos que conseguir que los Estados miembros cumplan sus promesas, porque tenemos un marco europeo. Lo que no tenemos son 27 Estados miembros haciendo lo que dijeron que iban a hacer, así que ahora nos tenemos que centrar en cumplir las promesas y en explotar plenamente el potencial de la UE.

 
  
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  Alexander Radwan (PPE-DE). - (DE) Señora Presidenta, un resumen de la mundialización en dos minutos —pues bien, ¡ahí va!—. Mi primera petición es que abordemos con un poco más de honestidad la cuestión de la mundialización en nuestros debates. Mi región natal, Bavaria, obtiene la mitad de su PIB de las exportaciones. Muchas personas mantienen una actitud crítica hacia la mundialización, pero si les preguntásemos si estarían de acuerdo en que ya no se permitiera a sus empresas locales dar servicio al mercado mundial, su respuesta sería «no».

De igual modo, si preguntásemos en la galería si alguien estaría dispuesto a renunciar a la oportunidad de comprar mercancías a precios competitivos —ya fueran electrodomésticos, textiles u otros productos— no habría voluntarios. Todo el mundo sabe que las importaciones procedentes de países de costes bajos son la razón de los bajos índices de inflación de los últimos años; tan sólo es de justicia reconocerlo, aunque hablemos con frecuencia de la mundialización como una amenaza.

Europa debe dar forma al proceso de la mundialización, puesto que ha beneficiado a nuestros fabricantes y a nuestros consumidores. Tal es el fin, por ejemplo, de la eliminación de la burocracia, un objetivo importante tanto para el Comisario Verheugen como para Europa. No es mi intención insinuar que sea una tarea únicamente para la Comisión; me refiero también al Parlamento y al Consejo. En este momento hablamos sobre la mundialización, pero más tarde adoptaremos la Directiva relativa a la protección del suelo y generaremos mayor burocracia. En suma, nuestras acciones tienen que ser rigurosamente coherentes en Europa, a la que tenemos la misión de dar forma.

Cuando consideramos la crisis de las hipotecas de alto riesgo de los Estados Unidos tenemos que darnos cuenta de que los mercados financieros internacionales son interdependientes, y de que los europeos debemos contribuir a mejorar la situación. ¿Cómo nos ocupamos de las agencias de calificación crediticia y de los fondos de cobertura? Lamentablemente, el Comisario McCreevy, responsable de estas cuestiones, todavía no ha tomado la iniciativa para asumir el control en el mercado estadounidense y en otros mercados, por lo que Europa se está quedando rezagada.

No obstante, creo firmemente que Europa está muy bien preparada para la mundialización. Nos estamos beneficiando de ella, lo que debemos explicar al público, y debemos presionar para que se implanten unas normas mínimas, aunque no sean las europeas, y entonces estaremos preparados y listos para ganar en el campo de juego de la mundialización. Que la mundialización tenga lugar o no, no es algo que se determine en Bruselas o en Estrasburgo.

 
  
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  Magda Kósáné Kovács (PSE). – (HU) Gracias, Señora Presidenta. Hablo en calidad de representante de una región que no pudo escoger su destino tras la guerra. Entre nuestro país y la zona más afortunada de Europa se extendió una alambrada, pero ni siquiera eso fue capaz de detener los inesperados efectos de la mundialización.

En el año 2000 comenzamos a familiarizarnos con la competitividad y la solidaridad en la estrategia para el trabajo y los trabajadores y en la Estrategia de Lisboa. Desde entonces, la balanza se ha inclinado en numerosas ocasiones a favor de la recuperación del capital, y llegó a temerse que la cara humana de la estrategia estuviera quedando relegada a un segundo plano.

La competitividad y el empleo son conceptos indiscutible e históricamente inseparables, y estamos comenzando a darnos cuenta de que un empleo digno no es más que parte de una vida digna, y esa vida digna incluye también una seguridad básica, la contribución a una vida saludable y al desarrollo, la falta de discriminación y unas condiciones de vida aceptables.

Pero Europa no debería considerarse a sí misma una mera defensora de valores, sino también modeladora de los sueños de generaciones, dando oportunidad a los ciudadanos europeos y a los de terceros países para que los lleven a cabo. Y es precisamente por esa razón que la solidaridad no debería quedar en un simple eslogan; debería ser la oportunidad para que las personas pudieran ser capaces de realizar cosas, o para permitírselo.

Señorías, el mercado laboral y el capital que exige un beneficio es implacablemente selectivo, y los nuevos recursos humanos requieren inversión a un precio más elevado del que el capital, cuya circulación es cada vez más fluida, puede adquirir la mano de obra. La Europa de los valores no puede aceptar que quienes están empezando su trayectoria profesional, los más mayores, los que se encuentran aislados en la pobreza, los que se ven obligados a desarrollar nuevas aptitudes y los gitanos, que soportan la carga de muchas y diversas desventajas, no tengan trabajo. Especialmente puesto que dicha carga no debería ser excesiva para las próximas generaciones, los fondos comunitarios que se nos destinan no sólo les mantienen en el marco de una vida digna, sino que también continúan incrementando las perspectivas de la competitividad europea. Gracias, señora Presidenta.

 
  
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  Georgios Papastamkos (PPE-DE). – (EL) Señora Presidenta, la conclusión lógica que se extrae del debate es que proyectar el modelo europeo en la gran pantalla global implica tanto riesgos como oportunidades.

Por lo general, los ciudadanos europeos perciben la mundialización como un fenómeno exterior: carece de una clara reglamentación o intervención política europea; por lo tanto, depende del plan de acción europeo mostrar que efectivamente se está defendiendo un interés europeo apreciable y mensurable, al tiempo que promocionar el entendimiento global.

Por lo que respecta a la agenda comercial exterior de la Unión, considero que debería concederse prioridad, entre otras cosas, a garantizar la reciprocidad de acceso al mercado y la competencia en igualdad de condiciones, como el Presidente francés, el señor Sarkozy, señaló ayer de forma determinante en esta Cámara.

El estricto marco reglamentario europeo para la protección medioambiental y de la salud pública de los consumidores y los trabajadores es una indicación significativa de la madurez política e institucional de la Unión, aunque si no ha de significar una desventaja competitiva prolongada, debe hallar una respuesta equivalente por parte del resto de principales actores internacionales.

El tira y afloja entre los aspectos internos y externos de la Estrategia de Lisboa contribuirá a promover el modelo europeo en la arena de la gobernanza global. Sin embargo, entra en conflicto con un menor nivel de rigor reglamentario y de integridad legalmente vinculante ante la OMC y otras organizaciones internacionales. La Unión está llamada a desempeñar un papel principal y constructivo en un nivel acrecentado de cooperación internacional, así como a dar prioridad a contraer obligaciones vinculantes y a la adopción de normas internacionales en interés de la creciente convergencia reguladora.

 
  
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  Stephen Hughes (PSE). - Señora Presidenta, en este debate se han tocado muchos temas, pero ahora me gustaría volver a centrarlo en la política social como factor productivo.

Se suponía que con un paquete integrado de directrices se conseguiría equilibrar los componentes económicos, sociales y de sostenibilidad del proceso de Lisboa, pero en la práctica, en lo que se refiere a las directrices sobre empleo, no se ha producido integración, sino subordinación. Las directrices sobre empleo se han vuelto prácticamente invisibles, ocultando las grandes diferencias existentes en la actuación de los Estados miembros frente a la serie de indicadores y objetivos que se supone que deben cumplir en el contexto de la estrategia sobre desempleo juvenil, integración de los trabajadores de edad avanzada − toda una serie de factores. En algunos Estados miembros, el gasto en aprendizaje permanente y en medidas para activar el mercado de trabajo se ha reducido en los últimos cinco años, en lugar de incrementarse. Eso es desastroso para el conjunto del proceso de Lisboa.

Por tanto, la estrategia de empleo tiene que adquirir mucha más visibilidad en el próximo ciclo de Lisboa. Otra cuestión: en la resolución conjunta que estamos debatiendo hoy aquí se insiste reiteradamente en la necesidad de proporcionar un trabajo digno y tratar de mejorar la calidad del empleo. Ese enfoque no se verá facilitado si la Comisión se centra en la idea de la seguridad del empleo, en contraposición a la seguridad del puesto de trabajo, que se repite tanto en el Libro Verde sobre legislación laboral como en la Comunicación sobre flexiguridad. En el trabajo sobre flexiguridad que hemos realizado en la Comisión sobre Empleo y Asuntos Sociales, dejamos claro que tanto la seguridad del empleo como la seguridad en el puesto de trabajo son importantes.

Lo que necesita una empresa flexible y sujeta a muchos cambios – una empresa que cambia su línea de producción cada seis meses y su configuración de TI cada cuatro meses – es una plantilla con capacidad de adaptación, cualificada, leal y entregada a su trabajo, no un mercado de trabajo temporal y fragmentado. Así que haremos todo lo posible por ayudar a establecer un buen conjunto de principios sobre flexiguridad, que deben llevar a una modificación de las directrices. El Presidente Barroso ha dicho antes: «Si no está roto, no hay que arreglarlo.» Pues bien, esto está roto y hay que arreglarlo.

 
  
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  Philip Bushill-Matthews (PPE-DE). - Señora Presidenta, felicito a la Comisión por su excelente documento y sólo quiero insistir en los siguientes cuatro puntos.

El primero se refiere a la economía del conocimiento. Creo que la forma en que se ha expresado esto en el documento, sobre la libre circulación de ideas e investigadores posiblemente vista como «la quinta libertad» de la UE, es una bonita forma de expresarlo y me gustaría que se desarrollara más.

En respuesta a lo que acaba de decir el señor Hughes, creo que este punto refleja realmente lo que estamos debatiendo en la Comisión de Empleo y Asuntos Sociales, que queremos alejarnos de la idea de la simple protección del puesto de trabajo y acercarnos a la de la protección del empleo, promoviendo la empleabilidad y reforzando las capacidades; de esta forma, el éxito para Europa en la era de la mundialización podrá significar el éxito para los individuos − el éxito para los ciudadanos − que es lo que la UE debe procurar ante todo.

El segundo punto se refiere a las PYME. Se han mencionado muchas propuestas nuevas para finales de 2008. Lo celebro, pero tengo un «pero»: por favor, no desviemos nuestra atención hacia nuevas propuestas que tendremos que acordar en el futuro antes de centrarnos primero en cumplir los compromisos de acción ya contraídos. Aquí, y me dirijo especialmente al señor Verheugen, quiero llamar la atención sobre la reducción del 25 % en la simplificación de la legislación europea vigente. Por favor, consigamos algunos logros reales en este campo, mejor hoy que mañana, puesto que eso beneficiará especialmente a las PYME. En este contexto, recomiendo una revisión global de la Directiva sobre el tiempo de trabajo, donde todos necesitamos un pensamiento mucho más lateral, y cuando digo todos me refiero también a los diputados al Parlamento Europeo.

Tercero, el mercado único: está muy bien que añadamos una dimensión externa, pero consigamos primero la dimensión interna, para consolidar nuestro propio mercado único, antes de plantearnos grandes ambiciones fuera de él. Le diría al señor Schulz, así como al señor Hughes, que estoy totalmente de acuerdo en que se trata no sólo de nuestro progreso económico, sino también del progreso social.

Por último, desde un punto de vista más personal, el único escollo que realmente encuentro en el documento es la primera línea de la primera página, donde se dice, «Comunicación de la Comisión al Parlamento Europeo, el Consejo, el Comité Económico y Social Europeo y el Comité de las Regiones». Reconozco que el Comité Económico y Social Europeo y el Comité de las Regiones existen, aunque nunca he entendido para qué – pero por favor, no los pongamos a la misma altura que las dos instituciones de codecisión.

 
  
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  Miroslav Mikolášik (PPE-DE). - (SK) El fenómeno de la mundialización es cada vez más patente. En una situación así, la Unión Europea debe reaccionar con rapidez y determinar si la competitividad de Europa no sólo se ha mantenido, sino si ha aumentado, y si la Estrategia de Lisboa, la herramienta que se supone que asegura que ello ocurra, es capaz de aportar soluciones en los ámbitos de la innovación, la energía, la migración, la educación y la demografía, en particular. Todo ello debe facilitar el crecimiento y la capacidad de crear puestos de trabajo.

Están surgiendo nuevos retos en relación con el medio ambiente, como las emisiones de CO2, el uso de pesticidas, las inquietudes acerca de las reservas y los recursos de agua dulce, la protección del suelo y la agricultura. Por último, pero no por ello menos importante, existen también retos relativos a la salud y a las epidemias, así como a la lucha contra la obesidad, las enfermedades cardiovasculares y a la incidencia creciente de todo tipo de cánceres.

Señorías, la mundialización presenta nuevos retos en los ámbitos de la seguridad y la migración, y existe el peligro creciente de la delincuencia y el terrorismo. Muy pronto asistiremos a la caída de los últimos restos del Telón de Acero y de la Europa dividida, cuando otros nueve Estados miembros se unan al espacio Schengen. Tenemos que hacer todo lo posible por proteger íntegramente este espacio común, para que los inmigrantes ilegales, que agravan la situación de la seguridad en los Estados miembros, no puedan acceder a él. Por otra parte, abogo por un enfoque responsable en el ámbito de los permisos de trabajo para los inmigrantes legales: debemos pensar en ello adecuadamente y debemos escoger empleados cualificados para los sectores laborales donde hacen más falta.

Igualmente, creo que los Estados miembros más veteranos de la Unión Europea —y quisiera que la Comisión tomara nota de ello— eliminarán las absurdas restricciones al empleo para los ciudadanos procedentes de los nuevos Estados miembros, que en la situación actual suponen un anacronismo incomprensible.

 
  
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  Tokia Saïfi (PPE-DE).(FR) Señora Presidenta, la Unión Europea no puede dejarse convertir en víctima de la mundialización, o dar a sus ciudadanos la impresión de que están atrapados en algo más allá de su control. Así pues, la cuestión en este momento no es si la mundialización es positiva o negativa: se trata de si estamos preparados para hacer sentir sobre ella nuestro propio peso y para regularla. Para afrontar el reto, la Unión Europea tiene que reconciliar la competitividad con la cohesión económica y social, y fortalecer las normas multilaterales forma parte del proceso.

En un sistema económico abierto, la mejor manera de asegurar que se respete el derecho de los consumidores y de los ciudadanos es mediante la observación de las normas de competencia y el establecimiento de un mercado justo y equitativo, que refleje las normas medioambientales y sociales. Por lo tanto, hasta que tengamos una serie de normas reconocidas a escala internacional, es fundamental que mantengamos y no debilitemos nuestros actuales instrumentos de defensa comercial, pues son nuestras únicas herramientas eficaces contra el dumping. Y, sí, es posible que Europa proteja a sus ciudadanos sin caer en el proteccionismo. Europa debe también invertir en aquellos sectores que determinarán su influencia económica en el futuro: esto es, la investigación, la innovación y el desarrollo de tecnologías limpias.

Además, con el fin de apoyar a quienes tienen las mayores dificultades para beneficiarse de la mundialización, Europa debe intensificar sus acuerdos para poner en práctica la solidaridad, por ejemplo mediante el Fondo Europeo de Adaptación a la Globalización y la flexiguridad. Redunda en beneficio de Europa, por lo que respecta a la competencia internacional, anticipar la actuación y embarcarse en la reforma. La Unión Europea posee todas las capacidades y los recursos necesarios para superar el reto.

 
  
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  Eija-Riitta Korhola (PPE-DE). - (FI) Señora Presidenta, triunfar en la era de la mundialización es vital para la prosperidad europea: es el productor de su contenido material. Ahora que el ciclo de tres años para la renovada Estrategia de Lisboa está llegando a su fin, tenemos que centrar la atención sobre la dimensión exterior en particular. Concretamente, deseo resaltar tres elementos.

En primer lugar, la energía, su suministro y suficiencia, eleva y disminuye la posición de las sociedades en el entorno competitivo global. La situación en Europa no parece ser muy favorable. La disminución de la autosuficiencia energética constituye un serio problema para la UE. Incluso ahora, importamos la mitad de nuestra energía del exterior y se pronostica un incremento en la dependencia de las importaciones; además, para llevar a cabo un esfuerzo decisivo por incrementar la autosuficiencia energética, necesitamos una sólida política exterior en materia de energía, una voz común, solidaridad y seguridad de las importaciones.

La segunda cuestión central es el cambio climático, un fenómeno global que está teniendo un impacto negativo a escala global sobre el medio ambiente, la economía y la sociedad, y que exige soluciones globales. Las acciones unilaterales distorsionan la competencia y dan lugar a mayores emisiones de carbono. Los siguientes aspectos adquieren importancia en relación con la mundialización: la inevitabilidad de un régimen de comercio de derechos de emisión a escala global, el compromiso obligatorio hacia tal idea por parte de todos los países industrializados y de las economías emergentes, y la retirada de las barreras al acceso al mercado para una tecnología limpia.

En tercer lugar, la UE debería recordar siempre el esplendor de Schuman; es decir, que en nuestra trayectoria de éxito la economía debe atender a objetivos comunes, al bienestar humano, a la paz y a la estabilidad. Nuestra tradición cultural nos obliga a luchar por un mundo más humano que respete los derechos de la humanidad. Sólo entonces podrá la mundialización ser para beneficio de todos; sólo entonces impediremos que el mundo se nos escape de las manos.

 
  
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  Panayiotis Demetriou (PPE-DE). – (EL) Señora Presidenta, Presidente en ejercicio del Consejo, Comisario, parece que los ciudadanos europeos en general reciben el fenómeno histórico de la mundialización con escepticismo —muchos de ellos, incluso, con temor y una actitud totalmente negativa—. Ello es así por la revolución que está teniendo lugar en la economía global y en la estructura social de Europa; sin embargo, el prejuicio, el temor, y especialmente la inacción y la pasiva observación de los avances no son el modo de afrontar el nuevo orden del escenario mundial. La situación ya no tiene marcha atrás; la mundialización se encuentra bien consolidada, nos guste o no. Se está construyendo la gran aldea global, como ha afirmado el Presidente Barroso.

La UE tiene intereses europeos que proteger. Por lo tanto, debe participar de modo metódico, planeado, colectivo y dinámico en el proceso de la mundialización con el fin de desarrollar normas adecuadas de funcionamiento en el nuevo sistema mundial. La UE debe avanzar; debe aspirar al bienestar de los ciudadanos europeos, ciertamente, así como de los ciudadanos del mundo. Como una mancomunidad de principios y valores, la UE debe dar un puesto de honor a su carácter centrado en el ser humano, y a promoverlo internacionalmente. Debe transformar la competencia económica en un verdadero modelo a seguir para promover la libertad, la democracia, el principio de legalidad, la justicia social, el respeto por los derechos humanos, la protección medioambiental y la coexistencia pacífica de las naciones y los individuos. Tal es el papel que la UE puede y debe desempeñar en el proceso de la mundialización.

 
  
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  Marianne Thyssen (PPE-DE). - (NL) Señora Presidenta, Señorías, este debate llega con el tiempo justo. La mundialización es un hecho. Cada generación tiene sus propios retos, o eso dicen. Pues bien, nuestro reto es responder lo mejor posible a las nuevas circunstancias que propicia la mundialización.

Ciertamente, la mejor respuesta no es presentarle resistencia —como algunos quisieran que hiciéramos—. No podemos, ni lo pretendemos. En cualquier caso, sería contraproducente para nosotros como europeos, ya que más que nadie, dependemos del resto del mundo para obtener materias primas, energía, mercados en los que vender nuestros productos e incluso, dada nuestra población en envejecimiento, mano de obra.

Nuestra respuesta debe ser avanzar al ritmo de la mundialización y modelarla mejor, lo que implica concluir acuerdos y establecer normas a escala internacional. Como europeos, estamos bien instruidos en concluir acuerdos intracomunitarios; así pues, empleemos esta experiencia para dar mayor ejemplo a escala internacional.

Así deberíamos hacer, señora Presidenta, con la necesaria confianza en nosotros mismos e inspirados por los valores que dictan nuestras acciones en el seno de la UE, valores que hemos expresado tan adecuadamente en el Tratado de Reforma y en la Carta de los Derechos Fundamentales.

Señorías, la garantía que recibimos ayer de que el Programa legislativo y de trabajo de la Comisión para 2008 se centra en el deseo de modelar la mundialización del mejor modo posible es una indicación positiva, una indicación de que las cosas están comenzando a considerarse con seriedad. El hecho de que la mundialización fuera también un tema debatido en la reunión informal de Lisboa indica que la Estrategia de Lisboa requiere una nueva dimensión exterior.

Como coordinadora de grupo para la Estrategia de Lisboa, quisiera hacer hincapié en que dicha Estrategia nos ha impulsado a la acción. Gradualmente, aunque sea a trompicones, estamos llegando a un destino. El primer ciclo de tres años que ha seguido a la revisión a medio plazo está a punto de finalizar, y es posible que se necesite un nuevo ajuste. Señora Presidenta, sugeriría que a partir de ahora nos centráramos menos en los objetivos, los porcentajes y las estadísticas, y más en los objetivos reales: la innovación, un buen clima empresarial, la competitividad, el crecimiento, y más y mejores puestos de trabajo.

En última instancia, debemos trabajar hacia el objetivo que espero que todos compartamos; esto es, buenas oportunidades para una digna calidad de vida para el mayor número de personas posible.

 
  
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  Zuzana Roithová (PPE-DE). - (CS) La capacidad que ha tenido Europa en el pasado para superar con éxito la era moderna ha sido admirable, pero por lo que respecta a la mundialización no estamos seguros de cómo hallar una estrategia adecuada que le permita desempeñar un papel preponderante. El primer paso en esa búsqueda es comprender que la Estrategia de Lisboa carece de dimensión exterior y que tendrá que pasar a formar parte de una estrategia económica y social más compleja; dicha estrategia debería identificar adecuadamente el conflicto entre la economía europea, ampliamente reglamentada, y el comercio global liberalizado, y debería darnos una herramienta para minimizarlo, pues reduce la competitividad europea.

Las dos razones que justifican la reglamentación dentro de una zona económica común son la competencia justa y un nivel elevado de protección al consumidor. Sin embargo, ambos aspectos se están viendo cada vez más socavados por la inundación de artículos baratos procedentes de terceros países, así como de artículos falsificados. Nos enfrentamos a imponentes tareas, como los controles sobre los enormes volúmenes de artículos importados que no cumplen con las normas de seguridad europeas.

El punto principal de nuestra compleja estrategia debe ser promover la convergencia de mecanismos reguladores; en otras palabras, la creación de normas y de reglas globales, no sólo técnicas sino también ecológicas, sociales y de seguridad. Un modo de contribuir a este proceso es insistir constantemente en el respeto por los derechos humanos en terceros países; la libertad de expresión permitirá a sus ciudadanos exigir una mayor calidad de vida y de condiciones de trabajo, y contribuir así a la convergencia desde el otro lado.

Nuestra nueva política energética proporciona una buena respuesta al reto de la mundialización y sienta un buen ejemplo; sin embargo, tenemos que revisar también otras políticas que, posteriormente, formarán parte de una adecuada y compleja estrategia para abordar la mundialización. Tenemos que acabar con reliquias como la política agrícola, por ejemplo.

Si deseamos continuar siendo un actor importante en el escenario global, no debemos limitarnos a reaccionar: debemos cooperar activamente en el establecimiento de normas de convergencia globales tanto dentro como fuera de la UE. Europa necesita un ligero cambio; de lo contrario, podemos esperar el mismo destino que la rana hervida: el agua alcanzará gradualmente el punto de ebullición, momento en que ya será demasiado tarde para saltar fuera de la olla.

 
  
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  Hans-Peter Martin (NI). - (DE) Señora Presidenta, uno de los anteriores oradores, Alexander Radwan, ha afirmado que Europa está bien preparada para la mundialización; sin embargo, la versión moderna de la mundialización ya ha convivido con nosotros durante dieciocho años. Mientras tanto, estamos cayendo, desde la trampa de la mundialización —los comentarios sobre lo que solía ser, el giro en la prosperidad de masas y el ataque a la democracia— en la trampa europea, producto del pecado político original de no haber asegurado un Tratado en condiciones en Niza, donde se prefirió la ampliación apresurada a una unión más sólida.

Como resultado, el núcleo de los problemas actuales consiste en la burocracia, el desperdicio de miles de millones de euros, y —sí— errores en el enrolamiento político de las élites europeas. De hecho, usted mismo, Comisario Verheugen, es un buen ejemplo. Los despreciables ataques a su persona comenzaron cuando usted trató de poner control a la burocracia. Ahora, tienen a otro señor y ya están tratando de entorpecer su labor; veremos los avances que es capaz de conseguir en el tema de la burocracia.

Ése no es el modo de proceder. Si no somos capaces de remediar estos males, la Unión continuará presa de la parálisis política, y los retos de la mundialización nos superarán.

 
  
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  Manuel Lobo Antunes , Presidente en ejercicio del Consejo. (PT) Señora Presidenta, señor Vicepresidente de la Comisión, Señorías, realmente este ha sido un extenso y rico debate, y de todos aquellos en los que he participado en esta Cámara en nombre de la Presidencia, el de hoy ha tenido la lista más amplia de participantes y de diputados al PE que han expresado su opinión. Obviamente, es una cuestión de la mayor actualidad e importancia, pero no olvidemos que es también compleja y controvertida, y que ha generado una amplia variedad de opiniones, análisis y comentarios. Sin embargo, extraigo una conclusión común, que es que la mundialización no es algo pasajero, y que va a desarrollarse y manifestarse de nuevos modos.

No existe vuelta atrás, no hay punto de retorno, y no podemos hacer retroceder la historia. En sí misma, la mundialización es el resultado de nuestra marcha hacia el futuro. Obviamente, lo que debemos hacer, analizar y decidir guarda relación con la manera en que podemos aprovechar al máximo y obtener las mayores ventajas de la mundialización, al mismo tiempo que reducimos o subsanamos todos los riesgos que sabemos que conlleva y teniendo siempre en cuenta —algo que considero muy importante— que debe estar al servicio de la humanidad y de los ciudadanos, y no a la inversa. No son la humanidad, los ciudadanos o los seres humanos quienes deben estar al servicio de la mundialización.

Asimismo, poca duda cabe de que para ser capaces de aprovechar al máximo todos los beneficios que la mundialización puede ofrecer, en Europa debemos equipar nuestras empresas, ya sean grandes o pequeñas y medianas, con herramientas y políticas que les permitan afrontar los retos de la mundialización económica. Tenemos que elevar el nivel de las cualificaciones, dar formación a los ciudadanos europeos y reformar nuestro modelo social. No es una cuestión de reducir o debilitar dicho modelo, sino todo lo contrario: debemos reforzarlo y adaptarlo para que pueda superar con éxito los retos y las amenazas que plantea la mundialización. En el ámbito medioambiental debe reconocerse que la Unión Europea ha demostrado proteger el medio ambiente y su capacidad para dirigir y señalar el camino hacia el futuro como ningún otro bloque regional del mundo lo ha hecho. Las negociaciones que comenzarán en Bali en diciembre así lo van a demostrar.

Para finalizar, debo hacer referencia también a la «dimensión exterior» de la Estrategia de Lisboa, que está tan íntimamente relacionada con la mundialización. La idea es la de invitar a otros a compartir este camino, estas dificultades y estos retos de la mundialización para que compartan con nosotros valores y principios económicos, sociales y medioambientales y, naturalmente, para hacer obvio que la mundialización supondrá un éxito para todos sólo si podemos realmente alcanzar un acuerdo en un mundo social, económico y medioambiental que se encuentre verdaderamente regulado y al servicio común. Este aspecto es fundamental. Señorías, no nos engañemos: creemos que con políticas sólidas, principios sólidos y valores sólidos podemos, como he dicho, alcanzar realmente lo que es para nosotros un objetivo fundamental: la mundialización al servicio de la humanidad.

 
  
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  Günter Verheugen, Vicepresidente de la Comisión. − (DE) Señora Presidenta, Señorías, la Comunicación de la Comisión sobre el interés europeo que ha servido como base para el debate de hoy no es más que una especie de documento de reflexión. No es el plan de Lisboa para los próximos tres años, sino un documento que pretende estimular el debate en el Consejo Europeo y en el Parlamento Europeo con objeto de que la Comisión pueda introducir los resultados del mismo en sus propuestas para el próximo ciclo de Lisboa. Dichas propuestas no se presentarán hasta diciembre; todavía no están sobre la mesa y, por ello, aquéllas de sus Señorías que han criticado a la Comisión por no haber presentado ninguna propuesta tangible basaban su crítica en un malentendido.

No es ése el objeto del debate de hoy. El propósito de la Comisión era saber lo que ustedes, los representantes de los votantes europeos, tienen que sacar a relucir a la atención de la Comisión para la formulación del plan de Lisboa, y me complace decir que puedo dar una respuesta favorable a gran parte de lo que se ha dicho aquí.

Las directrices seguirán siendo el instrumento central del nuevo paquete de Lisboa. Como ha aclarado el Presidente Barroso, el instrumento ha funcionado, y como tal no vamos a modificarlo pero, ciertamente, se formulará de manera que nos permita tomar debida cuenta de las experiencias de los últimos tres años y otorgar mayor importancia a las cuestiones que han ocupado un primer plano durante dicho período.

Permítanme citar algunos ejemplos. Debemos hacer mayor hincapié en los vínculos entre la competitividad, la energía y el medio ambiente. En el debate de hoy ha habido varias peticiones en ese sentido. Es totalmente correcto. Es el momento de dejar de considerar las políticas por separado. Necesitamos un enfoque totalmente integrado. Debemos otorgar mayor importancia a la formulación de propuestas firmes diseñadas para asegurar que la competencia global, que es ciertamente lo que deseamos, tenga lugar en un campo de juego justo, en el que se apliquen las mismas normas para todos. Debemos prestar mayor atención a hallar modos en que la política social sustente el cambio estructural. En el debate de hoy, parecía compartirse multilateralmente la opinión de que ésta es la verdadera y principal cuestión, y de hecho tal opinión está justificada.

Permítanme decir algo sobre esa cuestión. Creo que es erróneo considerar las inversiones en estabilidad y seguridad social como meras donaciones caritativas; por el contrario, son también inversiones en potencial económico, ya que no puede caber ninguna duda de que el potencial económico de Europa depende de una mano de obra verdaderamente motivada y eficaz, y la razón por la que poseemos ese activo es que contamos con elevados niveles de salarios y de seguridad social.

El crecimiento económico y el bienestar social no son mutuamente incompatibles; de hecho, como han manifestado hoy diversos oradores, cada uno de ellos complementa y fortalece al otro, y eso es algo que considero un factor de la mayor importancia. Quisiera también señalar que, aunque sólo sea porque cada vez más regiones y sectores adolecen de una falta de mano de obra capacitada y formada, la cuestión de la empleabilidad debe abordarse mucho más enérgicamente que hasta la fecha. Por ello, creo que estamos en la misma longitud de onda en muchas de estas cuestiones.

Permítanme añadir que la Comisión comparte la opinión de que la turbulencia que hemos experimentado recientemente en los mercados financieros exige una acción internacional y multilateral. Sencillamente, no puede dejarse que las cosas sigan su curso porque lo que tenemos aquí, como se ha dicho ya, es un defecto estructural inherente al sistema financiero internacional. No se trata de un error humano por parte de los directivos que están siendo retirados con indemnizaciones de 100 a 200 millones de dólares; no, es el resultado de un defecto estructural.

Quisiera hacer otros tres breves comentarios sobre la tónica general del debate que ha tenido lugar hoy sobre el tema de la mundialización. En primer lugar, es tan difícil forjar una política europea común sobre la base de este debate porque no existe acuerdo sobre cuál es realmente el interés europeo; de hecho, en nuestro trabajo cotidiano nos enfrentamos constantemente a una definición del interés europeo que tiene múltiples facetas. Dependiendo de la situación en un momento dado, el interés europeo puede radicar en mantener los precios bajos en los supermercados de un Estado miembro, o en un nivel elevado de empleo en el sector industrial de otro, y ése es un conflicto de intereses que no se resuelve fácilmente. El interés europeo puede radicar en un alto nivel de empleo en la industria del acero de Lieja, por citar un ejemplo de la mayor actualidad, o en normas medioambientales elevadas en el régimen de comercio de derechos de emisiones europeo. Nos enfrentamos continuamente a estos conflictos, y no existe una línea uniforme que puedan seguir los veintisiete Estados miembros para definir sus intereses europeos comunes.

En segundo lugar, no podemos adoptar la actitud de que la mundialización ha sido oportuna mientras ha supuesto la dominación de los países pobres del Sur por los países ricos del Norte, o mientras dichas circunstancias persistieron, pero que ya no lo es tanto cuando los países del Sur pasan a ser competidores. Ése no es modo de reaccionar. Tampoco es aceptable ir con exigencias de normas medioambientales y sociales elevadas a las regiones en desarrollo mientras rechazamos modificar nuestras propias políticas.

Lo que estoy escuchando en Europa hoy es que China y la India deben cambiar sus normas medioambientales y sociales. Ciertamente, deben hacerlo, pero chinos e indios perciben tales demandas como un puro proteccionismo europeo, pues hemos erigido nuestra prosperidad con la ayuda de bajos niveles de normas sociales y medioambientales, y ahora estamos diciendo a los demás que deseamos mantener lo que tenemos, pero que ellos no pueden tener lo mismo.

Señorías, puedo asegurarles que tal política está abocada al fracaso. El único enfoque viable que podemos adoptar es demostrar a esas economías en desarrollo que existe otro camino, que es posible transformar el reto medioambiental y social en una oportunidad económica; de ahí el término «política industrial medioambiental».

Creo que estamos ampliamente de acuerdo en ese punto, y contra ese telón de fondo la Comisión trabajará denodadamente por presentar sus propuestas para el próximo ciclo de Lisboa. Éstas se adoptarán en marzo en el Consejo Europeo de primavera, lo que da al Parlamento Europeo amplia oportunidad de expresar su opinión sobre las iniciativas específicas y las propuestas antes de que se adopte la decisión final en marzo del próximo año.

(Aplausos)

 
  
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  Presidenta. – Gracias por su resumen, Comisario.

He recibido siete propuestas de Resolución de acuerdo con el apartado 2 del artículo 103 del Reglamento del PE.

Se cierra el debate.

La votación se celebrará mañana a las 12.00 horas.

(Texto acortado de conformidad con el artículo 142 del Reglamento)

 
  
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  Edit Herczog (PSE), por escrito. (HU) Señor Presidente, Consejo, Comisión, Señorías, la consecuencia del avance de la mundialización es que cada vez son más los países que se democratizan y que adoptan el comercio global libre. Como tal, muestra el éxito de medio siglo de una política europea de paz y democracia. Por otra parte, el hecho de que algunos países adquieran una ventaja en el comercio internacional haciendo uso de instrumentos ilegales muestra que el cambio hacia la constitucionalidad es gradual y no se perfecciona de inmediato. Precisamente por esa razón, el objetivo de Europa debería seguir siendo la promoción y el fortalecimiento de la democracia.

El éxito que alcancemos en la competencia global que origina esta situación dependerá de nosotros mismos. Como autora del informe del Parlamento sobre la mundialización, sé que hemos identificado los retos y que es el momento de actuar.

Debemos pensar en el hecho de que la prosperidad que gozamos hoy debería mantenerse para nuestros nietos, y de tal modo que en el intervalo otros pueblos del mundo también se desarrollen de la misma manera. ¿Tendrán la energía para ello?, ¿tendrán un entorno inhabitable? Tal es la razón de ser de la política energética europea y del establecimiento de una economía «baja en carbono».

Debemos garantizar que cualquier persona de Europa, sin atender a su origen o situación, y cualquier empresa, sin atender a su tamaño o a su sede social, puedan desarrollar todas sus aptitudes y sus mejores capacidades. Ése es el objeto de la igualdad de oportunidades, el desarrollo de una sociedad basada en el conocimiento, la política de innovación y la nueva política europea para las PYME.

Debemos hacer el cambio a la era digital, para la que debemos poner en práctica la inclusión digital (e-inclusión) en todos los ámbitos y para todo el mundo.

En suma, tenemos todas las herramientas listas; tan sólo tenemos que dar el paso. ¡Pongámonos manos a la obra!

 
  
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  Janusz Lewandowski (PPE-DE), por escrito. (PL) La mundialización es un proceso imparable, pero el éxito de la Unión Europea en el mismo no es un final anunciado. Ciertamente, la Estrategia de Lisboa, tal como se ha puesto en práctica hasta la fecha, no es una receta para el éxito; de hecho, es simplemente un documento de estrategia, e incluso en su estadio intermedio, en el año 2005, era obvio que no se había alcanzado el principal objetivo, la carrera contra los Estados Unidos en los ámbitos de la competitividad y la innovación.

Entre tanto, han surgido nuevos retos que adoptan la forma de una ofensiva económica iniciada en China, la India y otros países asiáticos. Hasta el momento, la multitud de objetivos razonables ha ocultado el hecho de que no existe el coraje político para emprender reformas estructurales a escala nacional, que es donde se decide la posibilidad de una Europa innovadora y dinámica. Debido a ello, la Unión Europea está buscando soluciones de reemplazo; por ejemplo, deposita sus esperanzas en un cambio radical en el presupuesto comunitario, que implica un incremento del gasto público en investigación y desarrollo, pero que no es suficiente si no va de la mano de la capacidad para asumir riesgos y del apoyo a las empresas innovadoras pertenecientes al sector financiero privado.

La solución presentada bajo la forma del Instituto Europeo de Tecnología ilustra la tendencia hacia soluciones institucionales, mientras que el Fondo Europeo de Adaptación a la Globalización muestra el alcance de las exageradas preocupaciones europeas. La respuesta adecuada al reto de la mundialización es una total liberalización del mercado y una valiente reforma del modelo social europeo.

 
  
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  Joseph Muscat (PSE), por escrito. – Para tener éxito en esta era de la mundialización, la Unión Europea tiene que formular una Política de inversión directa extranjera para Europa.

Necesitamos una política que abarque:

- la inversión directa extranjera entrante, es decir, la inversión que entra directamente en la Unión Europea procedente de cualquier otra región del mundo;

- la inversión directa extranjera saliente, es decir, la inversión directa en cualquier parte del mundo procedente de la Unión Europea;

- la inversión directa extranjera interna, que es la inversión directa en un Estado miembro de la Unión Europea procedente de cualquier otro Estado miembro de la Unión Europea.

Es cierto que tenemos instrumentos como una política, como el Séptimo Programa Marco, para establecer unas condiciones que atraigan la inversión en investigación y desarrollo.

Pero esto es sólo una parte, aunque importante, de la historia.

Los hechos y las cifras indican la inmensa importancia que tiene la inversión directa extranjera en la economía mundial actual, o la posición de Europa en materia de inversión directa extranjera frente al resto del mundo.

Estos hechos demuestran que si queremos hacer un verdadero esfuerzo por cumplir los objetivos de Lisboa, necesitamos una Política global sobre la inversión directa extranjera, para que Europa pueda obtener los máximos beneficios de dichas inversiones y trasladarlos a nuestros ciudadanos.

 
  
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  Alexander Stubb (PPE-DE), por escrito. Hoy en día, a los europeos no les parece nada extraño conectarse por ordenador con Latinoamérica, chatear en línea con amigos de África y comprar CDs en los Estados Unidos. La mundialización ha hecho que el mundo se achique. Sobre todo la generación más joven considera a Europa como el jardín de su casa y al mundo como su ciudad natal.

Pero el término mundialización tiene también connotaciones negativas. Un temor habitual es que, debido a la mundialización, los países con mano de obra barata priven a Europa de puestos de trabajo.

La UE puede contribuir de manera importante a cambiar esas actitudes. Y las ha cambiado, demostrando que, juntos, los Estados miembros son suficientemente fuertes no sólo para sobrevivir a la mundialización, sino también para beneficiarse de ella. Como se menciona en la declaración, Europa es el mayor exportador del mundo de bienes y servicios y el segundo principal destino de la inversión directa extranjera. Y hablando sobre empleo: en 2006 se crearon en total ¡3,5 millones de puestos de trabajo nuevos!

Seguro que hay cosas que mejorar. Tenemos que impulsar la política europea en materia de innovación, tenemos que regular el mercado mundial y la prevención del cambio climático no debe ser sólo un problema de Europa. Pero, en conjunto, no tengo ninguna duda de que la UE aprobará con buena nota el examen de la globalización.

 
  
  

PRESIDE: Edward McMILLAN-SCOTT
Vicepresidente

 
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