La Presidenta. De conformidad con el orden del día, se procede al debate las dos preguntas orales (B5-0094/2003 y B5-0095/2003) del Sr. Brok al Consejo y la Comisión sobre la creación de una asociación transatlántica renovada para el tercer milenio.
Nicholson of Winterbourne (ELDR),suplente del autor. – (EN) Señora Presidenta, hablo en nombre de nuestro presidente, el Sr. Brok, de la Comisión de Asuntos Exteriores, Derechos Humanos, Seguridad Común y Política de Defensa. Es necesario que pensemos seriamente sobre cómo impulsar y consolidar las relaciones transatlánticas hoy en día. La idea central de nuestras preguntas dirigidas la Consejo y a la Comisión es el desarrollo de la relación transatlántica.
Nos parece que el conflicto del Iraq ha dejado al descubierto de forma implacable los defectos de nuestra seguridad común y política de defensa y que, en consecuencia, ha afectado gravemente a la relaciones transatlánticas.
Creemos que la acción intergubernamental sigue llevándose la palma, y lo hace a costa del método comunitario en la relación transatlántica. Las estructuras conjuntas que podríamos desarrollar con las instituciones de Bruselas, quizá al amparo de la Convención Europea, contribuirán a una mayor coordinación. Pero a menos que los Estados miembros demuestren una voluntad política para la acción conjunta, el desarrollo de la política de defensa y de seguridad común en el contexto de la alianza transatlántica no tendrá el vigor que requiere y merece.
Tal y como ha dicho el Presidente Bush a principios de esta semana en Polonia, los valores comunes que sustentan esta relación transatlántica constituyen el elemento de política exterior común que puede unir a la Unión Europea con los Estados Unidos. Sin embargo, no podemos permitirnos el lujo de comportarnos de forma irregular, poco consecuente y fragmentada. Los Estados Unidos son un socio tan fuerte que si la Unión Europea no puede hablar con una sola voz –si no puede ser una voz común, quizá una única voz, pero al menos una voz coordinada–, entonces seguiremos yendo a la zaga en la relación transatlántica. En este contexto, la Unión Europea afronta su crisis más grave de la última década.
La cuestión actual, cuya respuesta pedimos al Comisario y al Consejo de Ministros, es si podemos o no restaurar una verdadera asociación con los Estados Unidos. ¿Podemos inyectar en esta asociación el nuevo dinamismo que la Comisión de Asuntos Exteriores considera que requiere y merece, y podemos ser socios de pleno derecho de los Estados Unidos, o debemos sentir siempre que vamos a la zaga? Vemos que existen posibilidades de que la alianza transatlántica se renueve de arriba abajo, y ahí es donde la relación entre la Unión Europea y los Estados Unidos desempeña el papel más fundamental.
Por supuesto, nos parece que una Europa más fuerte es una condición para la propia supervivencia de la OTAN. La Unión Europea no es la única que ha resultado dañada por el conflicto en el Iraq y sus secuelas; la OTAN y las Naciones Unidas también han salido gravemente perjudicadas. La mayoría de los Estados miembros de la Unión Europea forman parte de la OTAN, e incluso los que no lo son siguen creyendo que la OTAN es la garantía fundamental de la estabilidad euroatlántica. Por lo tanto, esta tarde queremos sentirnos seguros de que el Consejo de Ministros y la Comisión comparten nuestra opinión al respecto y de que también piensan que una Europa más fuerte supondrá una OTAN más fuerte. ¿Podemos reforzar desde la Unión Europea, los que somos miembros y los que no, la alianza OTAN-euroatlántica, ya que sigue siendo una garantía fundamental para la estabilidad europea? Por lo tanto, queremos abordar la cuestión de la finalidad a la que ahora sirve la Alianza Atlántica, cómo debería estructurarse la Alianza Atlántica y qué medios deberían ponerse a su disposición. De hecho, la propia OTAN precisa reformas, en particular con respecto a la reestructuración militar.
Últimamente hemos celebrado varios debates en el contexto de la seguridad común y la política de defensa, incluso anoche con el propio Sr. Comisario en el diálogo conjunto entre la Unión Europea Occidental y el Parlamento Europeo sobre la reestructuración militar, donde se hizo especial hincapié en la cooperación plena entre los Estados miembros de la Unión Europea y nuestras grandes inversiones en tecnologías modernas. ¿Pero cómo podemos lograrlo con la máxima eficacia en el contexto de la OTAN y, quizá, de una forma menos costosa? La reforma institucional de la OTAN también nos parece imperativa.
Por tanto, queremos que la Unión Europea actúe coherentemente en casa y fuera de sus fronteras, basándose en ideas y acciones estratégicas y coherentes. Esperamos con impaciencia que esta tarde se celebre un debate a fondo para poder reactivar, con la verdadera dimensión que merece, una relación transatlántica apropiada en el contexto de después del Iraq.
Yiannitsis,Consejo. – (EL) Señora Presidenta, señor Comisario, Señorías, el Consejo comparte la honda preocupación del honorable diputado acerca del estado de las relaciones entre la Unión y los Estados Unidos. Aunque estas relaciones continúan siendo fundamentalmente sólidas, está claro que ambas partes deben reconsiderar sus respectivos modos de actuar. La Unión ha dejado meridianamente claro que su principal prioridad en política exterior es reconducir sus relaciones con los Estados Unidos. Trabajando juntos, podemos crear un mundo mejor para todos. La cuestión principal para la Unión es cómo se adoptará este objetivo sobre la base la ya muy amplia cooperación que está teniendo lugar en los Balcanes Occidentales, el Afganistán, Oriente Próximo y en relación con Corea del Norte.
Centrar nuestra atención en asuntos sobre los cuales la Unión y los Estados Unidos difieren, hace que a menudo esta cooperación, que ambas partes aprecian, pase inadvertida. Como Su Señoría ya sabe, el Alto Representante presentará un documento al Consejo Europeo en Salónica con las recomendaciones para una estrategia global de la Unión en el campo de la política exterior y de seguridad. Se podría celebrar un debate preliminar sobre el tema en el Consejo de Asuntos Generales y de Relaciones Exteriores en el mes de junio. Es evidente que, aunque esta será una estrategia general, también contribuirá al desarrollo de las relaciones entre la UE y los Estados Unidos. También suponemos que se basará en la actual política de la Unión en relación con el papel de las Naciones Unidas, entre otras cosas. Es el momento idóneo, teniendo en cuenta que tendrá lugar justo antes de la cumbre UE-EE.UU. en Washington el 25 de junio.
Del mismo modo que el desarrollo de la política exterior y de seguridad está permitiendo a la Unión hacer frente a acontecimientos recientes de manera más eficaz, incluida la cooperación con los Estados Unidos en Oriente Próximo, el Afganistán o los Balcanes Occidentales, en el terreno de la política europea de seguridad y defensa la mejora de la capacidad militar europea sigue constituyendo una alta prioridad para la Unión, de manera que la Unión se convierta en un socio más eficiente de los Estados Unidos.
El Consejo sigue pensando que el mejor modo de resolver los distintos problemas actuales en diferentes zonas del mundo es adoptar un enfoque multilateral. El Consejo no ha expresado ninguna opinión sobre la cuestión de incorporar en el nuevo Tratado el principio de cooperación reforzada en el terreno de la PESD. Cuando completamos la Nueva Agenda Transatlántica, afirmamos que asumimos el objetivo de construir una nueva arquitectura europea en el terreno de la seguridad, en el que la OTAN, la Unión, la OSCE y el Consejo de Europa desempeñarían papeles complementarios que se reforzarían mutuamente.
Esta fue nuestra postura en 1995 y lo sigue siendo hoy. La Nueva Agenda Transatlántica constituye el marco más amplio para la cooperación con los Estados Unidos. Puede que el plan de acción esté ahora anticuado, pero esto no se aplica a la Nueva Agenda Transatlántica. El diálogo que mantenemos con los Estados Unidos ya es intenso, con innumerables contactos continuos en todos los niveles. Lo que necesitamos no son más reuniones, sino quizás centrar más la atención. Esperamos que el desarrollo de una estrategia global de la Unión renueve el diálogo con los Estados Unidos y aumente su utilidad de cara a las situaciones que se presenten en todo el mundo.
La cooperación sigue siendo una necesidad absoluta para combatir los azotes del terrorismo. Tras el 11 de septiembre de 2001, nuestra cooperación se ha extendido más allá de lo que esperaban ambas partes. Más allá de lo que se dice sobre nuestras diferencias, a ambas lados del Atlántico se desconoce a menudo el trabajo esencial y específico que se está realizando de manera conjunta para luchar contra el terrorismo. Los Estados Unidos necesitan a Europa, del mismo modo que nosotros necesitamos a los Estados Unidos, si deseamos enfrentarnos con éxito a los retos de este siglo.
El Consejo es plenamente consciente de que, si queremos tener éxito, tenemos que ocuparnos no solo de los síntomas, sino también de las causas. Esto presupone la movilización de recursos en muchos y muy variados sectores, en el económico, social y del desarrollo, así como en el campo político.
Por último, el diálogo legislativo trasatlántico es un elemento excepcionalmente importante en las relaciones transatlánticas. Aunque los contactos del Consejo son en gran medida con el Gobierno de los Estados Unidos, el Parlamento también puede desempeñar un papel fundamental reforzando el diálogo con los diputados al Congreso, a fin de facilitar la comprensión de las preocupaciones y prioridades de los pueblos de la Unión Europea. El Consejo no está autorizado a dictar a la sociedad civil el papel que puede desempeñar en este diálogo. Sin embargo, ha alentado el desarrollo de los cuatro diálogos especializados y mantiene la opinión de que, junto con las numerosas redes de universidades, institutos, laboratorios, ideas, etc., puede realizar una importante contribución.
No necesitamos más marcos de cooperación. Lo que necesitamos en el diálogo con los Estados Unidos es que cada parte esté bien informada de las opiniones de la otra parte y de la acción mutua.
Patten,Comisión. (EN) Señor Presidente, el Sr. Brok ha formulado una serie de cuestiones interesantes que insinúan preocupaciones que deberíamos intentar abordar sobre la buena salud de nuestro diálogo actual con los Estados Unidos. En mi opinión, aquellos que a ambos lados del Atlántico ya trabajan en los intensos preparativos para la cumbre entre la Unión Europea y los Estados Unidos del próximo mes, que ha mencionado la Presidencia, y en la puesta punto de una lista impresionante de cuestiones que deben tratarse, deberían poder tranquilizar a su Señoría.
No hay duda de que estamos saliendo de un período de tensiones en las relaciones transatlánticas. En algunos aspectos habría sido motivo de mayor preocupación si el trauma de una guerra no hubiera propiciado un debate tan sentido. Tampoco tengo ninguna duda de que algunos de los problemas destacados por la guerra en el Iraq tienen raíces más profundas. Aquí y en otras partes he hablado de tendencias más a largo plazo en algunos círculos de los Estados Unidos, que son realmente motivo de preocupación para los europeos.
Sobre todo debemos animar a los líderes políticos y a la opinión pública de los Estados Unidos a oponer resistencia a quienes quieren invalidar 50 años de internacionalismo y multilateralismo norteamericanos en busca de una sensación de seguridad ilusoria. Sea cual sea su motivación, aquellos que en Estados Unidos rechazan el multilateralismo deben saber que un enfoque así contiene un elemento deprimente de la profecía autorrealizada. El multilateralismo sin los Estados Unidos puede muy bien fracasar. Pero aquellos de nosotros que defendemos el multilateralismo también asumimos una responsabilidad: asegurarnos de que da resultados prácticos, eficaces y oportunos.
Este es un debate importante. Pero no debe ensombrecer las realidades de los vínculos transatlánticos que, en muchos aspectos cruciales, van ampliándose y profundizándose. Mantener un diálogo no implica necesariamente que siempre estemos de acuerdo o que estemos de acuerdo en todo. Pero estamos de acuerdo en gestionar nuestras diferencias y en continuar dialogando. Disentimos en cuanto al Protocolo de Kioto, pero seguimos colaborando en relación con el secuestro de carbono y pronto con la investigación sobre el hidrógeno. Amenazamos a los Estados Unidos con represalias relacionadas con el FSC y ellos nos llevan ante la OMC porque creen que vamos demasiado despacio en la aprobación de nuevos productos modificados genéticamente. Pero Europa y los Estados Unidos siguen siendo los mayores socios comerciales del mundo, y los conflictos solo dan cuenta de una fracción de todo el conjunto de nuestro comercio. Tres cuartas partes de toda la inversión directa exterior en los Estados Unidos es europea, la mitad de la inversión directa exterior de Norteamérica está en Europa. Europa invierte más en Texas que lo que invierte Norteamérica en Japón; las inversiones norteamericanas en los Países Bajos rondan el doble de las inversiones norteamericanas en México.
Por supuesto, nuestro diálogo con los Estados Unidos va mucho más allá del dominio tradicional de la Comisión de las relaciones comerciales y económicas. Tras el 11 de septiembre de 2001 hemos avanzado mucho en cuanto a cooperación policial y a la hora de abordar la cuestión de las fuentes de financiación de los terroristas. Pronto concluiremos acuerdos de asistencia jurídica mutua y de extradición. Estamos trabajando estrechamente con los Estados Unidos en torno a una serie de cuestiones relacionadas con la seguridad del transporte. Y, basándonos en la experiencia de la cooperación entre la Unión Europea y los Estados Unidos en los Balcanes, ya estamos trabajando juntos en la reconstrucción del Afganistán. Ahora que la ONU ha establecido un marco político para el Iraq en el período post Sadam, esperamos estar pronto en condiciones de evaluar cómo podemos contribuir a esta cuestión.
En cuanto a las relaciones económicas transatlánticas, en la Cumbre de Londres de 1998 se acordó un marco de relación económica estrecha. Contamos con un Plan de acción que incorpora una serie de iniciativas, incluidas las barreras técnicas al comercio, los contratos públicos, el reconocimiento mutuo, la propiedad intelectual y la competencia. En foros multilaterales hemos cooperado estrechamente en los esfuerzos por impulsar la Agenda de Desarrollo de Doha. Bilateralmente, hemos avanzado en el reconocimiento mutuo y en la nueva Agenda Económica Positiva acordada el año pasado. Para contribuir al diálogo gubernamental, tanto Europa como los Estados Unidos han vuelto a confirmar hace poco su compromiso con el Diálogo Empresarial Transatlántico con un formato más centrado.
Volviendo a la cuestión de los diferentes modelos económicos, no vemos diferencias entre la ANALC y la ALCA, por un lado, y la Unión Europea, por otro, como obstáculos a una relación económica transatlántica más estrecha. Más bien nos parecen rutas diferentes que llevan a un destino común: una mayor integración económica mundial. La convergencia regional de preferencias colectivas puede abordarse en el contexto multilateral de forma justa y constructiva, pero también en términos bilaterales, especialmente centrándose en la determinación de iniciativas sectoriales y mutuamente beneficiosas que tengan efectos directos positivos en las condiciones comerciales y de mercado.
Volviendo a la cuestión de los desafíos mundiales, por ejemplo el medio ambiente, la justicia, la emigración, los conflictos sociales y étnicos, el cuaderno de notas de nuestra cooperación es sin duda ambivalente. Hemos logrado avances en materia de justicia; no hemos conseguido ponernos de acuerdo en torno a objetivos medioambientales.
En el ámbito de las estrategias de asistencia al desarrollo, tanto Europa como los Estados Unidos se han comprometido con una nueva relación mundial para el desarrollo. Colaboraremos para intentar integrar a los países en desarrollo en la economía mundial.En todos estos aspectos nos hemos comprometido con el principio de complementariedad y de asegurar el uso más eficiente y eficaz de los fondos de donantes en programas de desarrollo.
En el aspecto humanitario, también nos hemos comprometido firmemente a trabajar para lograr una mayor eficacia y complementariedad de esfuerzos, y nuestras propias agencias y las agencias norteamericanas colaboran para intentar cumplir este compromiso.
Finalmente, con respecto a la propuesta de un informe sobre futuras relaciones transatlánticas, la Asamblea podrá recordar que en un discurso dirigido a esta Cámara hace unos años abordé esta cuestión quizá un poco argumentativamente. Como dije entonces, no creo que los problemas que afrontamos se deban a la falta de estrategia. Los objetivos y la visión de nuestra relación, expresados en la Nueva Agenda Transatlántica de 1995, siguen siendo válidos. Dadas las aguas turbulentas en las que hemos nadado desde entonces, comprendo el deseo de algunos de revisar nuestra trayectoria. Pero, precisamente porque todavía estamos recuperándonos de los rigores de esta travesía, deberíamos tomarnos un poco de tiempo para tranquilizarnos y asegurarnos de que las emociones y la presión del corto plazo no desorienten toda nueva estrategia a largo plazo. Esto es más cierto ahora que la Unión Europea participa en una revisión fundamental de su propia finalidad y estructuras, incluyendo una nueva Estrategia Europea de Seguridad, y que los Estados Unidos se centran en las primeras fases de una campaña de elección presidencial.
En estas circunstancias, hay muchos riesgos de que cualquiera de estas revisiones sea tildada, al menos por los que están fuera, de otra prueba de la supuesta «crisis» de las relaciones entre la Unión Europea y los Estados Unidos. En su lugar, tenemos que centrarnos en la resolución de problemas prácticos, a la vez que participamos en un diálogo más mesurado con nuestros homólogos norteamericanos, preferentemente a cuatro ojos que no a través de los micrófonos de nuestros respectivos medios de comunicación. En este sentido, la función del Parlamento Europeo será esencial. Por supuesto, esperamos colaborar con ustedes para generar ideas sobre la relación transatlántica, y espero que el propio Parlamento utilice su independencia y sabiduría para plantearnos algunos de los temas que deberían incluirse en una futura estrategia. También esperamos que ustedes y sus constituyentes aporten su experiencia en torno a las políticas formuladas en Bruselas. Sobre todo necesitamos comprometernos con sus homólogos del Congreso para garantizar que en los debates intelectuales y legislativos de Washington se da toda la importancia debida al caso europeo.
Solo hay dos cuestiones que quisiera añadir a modo de breve nota. En primer lugar, es probable que la Asamblea me haya oído decir antes que son muy pocos los objetivos que tenemos en Europa que no seamos más capaces de lograr si podemos cooperar con los Estados Unidos. Es casi lo mismo que decir que muchas, si no la mayoría, de las cosas que quieren lograr los Estados Unidos es más probable lograrlas si los Estados Unidos pueden cooperar con Europa. Esta cuestión se formuló explícita e implícitamente en la reciente estrategia de seguridad norteamericana.
Una relación no es una rivalidad. Igualmente, los socios pueden tener opiniones propias. No deberíamos sentirnos obligados a descubrir en Washington cuáles deberían ser nuestras opiniones antes de que las expresemos. Por tanto, tengo muchas esperanzas de que, periódicamente, nos concedamos el beneficio de la duda y reconozcamos que el mundo y nosotros estamos mucho mejor si Norteamérica y Europa pueden trabajar juntos.
Una última cuestión: Supongo que es posible formular una visión de las relaciones para el futuro en términos de la solidaridad que disfrutamos en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, cuando Europa, principalmente, presionó por establecer estructuras de seguridad que propiciaron la creación de la OTAN y cuando Norteamérica presionó por la integración económica y política que desembocó en el establecimiento del Mercado Común y, al final, de la Unión Europea.
Sería una locura no reconocer cuántas cosas han cambió geoestratégicamente con el final de la Guerra Fría y la caída del Muro de Berlín. Espero que a la hora de desarrollar una relación para el futuro, la basaremos en las realidades de hoy y en futuras realidades, no en los cálidos rescoldos de una relación notablemente productiva de la segunda mitad del siglo pasado. Si podemos hacerlo otra vez igual de bien, seremos muy afortunados. Pero si queremos hacerlo tan bien, tenemos que examinar los problemas del futuro a través del prisma de los desafíos de hoy y no a través del prisma de los éxitos de ayer.
Elles (PPE-DE). – (EN) Señora Presidenta, esta es una ocasión excelente para hablar de las relaciones transatlánticas, ahora que ha finalizado el conflicto del Iraq y la calma vuelve al desierto y antes de que a finales de este mes el Consejo y la Comisión vayan a Washington.
A nuestro Grupo nos parece que si bien en la década de los ochenta la cooperación para la seguridad sustentaba la relación transatlántica y teníamos diferencias económicas, ahora son el mercado económico y la integración del comercio y la inversión los que sustentan la relación transatlántica, mientras que el aspecto de la seguridad parece algo frágil.
Sin embargo, por motivos que ambos expresan con claridad, el Consejo y la Comisión todo lo ven, justificadamente, a corto plazo, en lugar de proyectar una visión a largo plazo de nuestra relación con los Estados Unidos. Hace unos días un diplomático norteamericano lo expresó muy bien: dijo que en Europa abordamos los problemas desde una perspectiva de 2003: los problemas de la construcción de la Unión Europea, nuestra política exterior y los comienzos de una estrategia exterior. Los Estados Unidos, por otro lado, se centran mucho más en los problemas de 2020, las armas de destrucción masiva y toda una serie de otras cosas, a escala mundial, lo que nosotros no tendemos a hacer. Por lo tanto, el mensaje que debería enviarse a la cumbre es que la política, la economía y la política de seguridad de la era posterior a la Guerra Fría están empezando a entrelazarse estrechamente.
En primer lugar, en cuanto a la política se refiere. Sí, tenemos que entendernos mutuamente, tal y como ha dicho el Presidente del Consejo, pero seguramente precisamos más colaboración, no solo en cuestiones particulares, como la guerra contra el terrorismo: necesitamos un marco a largo plazo para abordar este problema y trasladar el énfasis de una Comunidad de valores a una Comunidad de acción, que afronte los problemas del sida en el Tercer Mundo, la proliferación de armas nucleares y toda una serie de otras cosas a las que Europa y Norteamérica se enfrentan conjuntamente como desafíos mundiales.
En segundo lugar, la economía. Sabemos que, tal y como ha dicho el Sr. Comisario, los desafíos económicos mundiales nos acercan unos a otros, pero está claro que para completar un mercado transatlántico en la próxima década es preciso desarrollar vínculos más estrechos, desarrollar un mercado transatlántico, que en gran parte ya está en marcha, pero necesitamos añadir servicios financieros, la economía digital, la política de competencia y otras cosas.
En tercer lugar, en materia de política de seguridad, que es donde tenemos las mayores dificultades, hemos de preguntarnos: ¿tendrá Europa capacidad militar? ¿Tiene la voluntad política para emerger alguna vez como socio de los Estados Unidos?
Por último, me parece que necesitamos una estrategia a largo plazo para saber lo que queremos antes de que podamos configurar una estrategia transatlántica y reflexionar en términos similares con los norteamericanos. En segundo lugar, necesitamos una cumbre transatlántica que adopte una perspectiva estratégica, en lugar de examinar casos y problemas particulares.
Finalmente, la idea principal es este mercado transatlántico donde necesitamos movilizar nuestras empresas y comunidades políticas y escuchar a quienes representamos para poder configurar un futuro en beneficio mutuo.
Obiols i Germà (PSE).–(ES) Señora Presidenta, nuestra inquietud por el estado actual de las relaciones transatlánticas no deriva únicamente de las vicisitudes de la crisis del Iraq o de sus posibles secuelas, sino de causas más profundas y, fundamentalmente, de apreciar que estamos ante un cambio bastante radical, bastante impresionante en la política exterior y de seguridad de los Estados Unidos, bajo una égida neoconservadora.
El liderazgo a través de la cooperación multilateral ha sido reemplazado por un enfoque de unilateralismo global, las estrategias de contención y de disuasión por la doctrina del ataque preventivo y los límites que impone la participación en alianzas e instituciones multilaterales por la concepción de coaliciones a medida en las que tiende a predominar un elemento de subordinación sobre la base de "quien no está conmigo está contra mí". Muchos en Europa pensamos que estos enfoques en vez de producir una pax americana pueden producir un considerable caos americano en el mundo.
En este contexto, si Europa quiere asumir su responsabilidad debe construirse como una organización capaz de jugar un papel importante en el plano internacional y, en este cometido, una orientación permanente de la política europea debe apuntar al objetivo de multilateralizar a los Estados Unidos -objetivo no inalcanzable si vemos encuestas que dicen que casi dos tercios del público norteamericano prefiere los enfoques multilaterales a los unilaterales-.
En una relación renovada hay que admitir claramente que existen discrepancias importantes, que hay bastantes diferencias de percepción y de enfoque y que hay una amplia agenda de coincidencias y de potenciales elementos de acuerdo. Si asumimos esta situación contrastada podremos avanzar.
Quiero manifestar, por último, que creo que las posiciones expresadas por el Alto Representante y por el Comisario Patten, así como las propuestas concretas, avanzadas por el presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores, Derechos Humanos, Seguridad Común y Política de Defensa, apuntan, en una dirección correcta y van a contar con nuestro apoyo.
Van den Bos (ELDR). – (NL) No permitan que la Europa reunificada se divida en torno a la unidad atlántica. El Comisario Patten tiene razón. Los principales problemas mundiales no pueden ni deben ser solucionados solo por los Estados Unidos. Ya se trate de armas de destrucción masiva, derechos humanos, pobreza, conflictos religiosos o ausencia de democracia, es vital que América y Europa actúen conjuntamente. Junto a Bush, los europeos también han de mostrar al mundo el rostro neoprogresista de Occidente.
La Unión Europea solo puede ser un socio de pleno derecho de Washington si actúa como una unidad. Si el eje franco-alemán le da la espalda a Washington, mientras que, por su parte, el eje británico-polaco se acerca a Bush, no avanzaremos nada. Tenemos que dejar a un lado el trauma del Iraq y, como una Unión Europea, diseñar una estrategia mundial conjuntamente con los Estados Unidos. Dos estrategias son demasiadas y no hay espacio para los egos nacionales exagerados o las agendas ideológicas conservadoras. Dejemos que Europa y América se unan con un enfoque pragmático, en resumidas cuentas, con el enfoque de D66.
Marset Campos (GUE/NGL).–(ES) Señora Presidenta, en primer lugar, quiero agradecer sus intervenciones a los representantes del Consejo y de la Comisión, y señalar que en la visita de nuestra delegación de parlamentarios europeos a Washington, los congresistas norteamericanos nos pidieron ayuda para poder neutralizar y paralizar la deriva neoconservadora y, en algunos términos, casi fascista, de la administración Bush. Es decir, expresaron su deseo de una relación entre el pueblo norteamericano y el europeo que sea una contribución para la paz en el mundo.
Si se demuestra que hubo falsedad por parte del Departamento de Estado norteamericano al decir que había armas de destrucción masiva en el Iraq -se está viendo que fue solo una maquinación-, y si recordamos que en el documento de 20 de septiembre de 2002 de dicho Departamento, se prescinde de la ONU, de la Unión Europea y del Derecho internacional y se dice simplemente que los Estados Unidos son los que van a dictar las leyes en el futuro, creo que nos hallamos ante una gran amenaza para el mundo y también para Europa.
Afortunadamente, Europa se basa en la paz, el Derecho internacional y la solución pacífica de los conflictos, y tiene que desempeñar un papel de primera magnitud para poder avanzar en esa dirección y evitar las nuevas amenazas de esta Administración conservadora del Presidente Bush, restituyendo así al pueblo norteamericano el sentido de amistad con nosotros.
Cohn-Bendit (Verts/ALE). – (FR) Señora Presidenta, no sabía que el idealismo fuera la filosofía dominante en el Parlamento Europeo. No construiremos una relación transatlántica repitiendo como una letanía que eso es lo que queremos.
En el pasado, las relaciones transatlánticas estuvieron determinadas por el enfrentamiento entre los regímenes totalitarios de los países comunistas por un lado y Occidente por otro. Así lo ha expresado el Sr. Patten al final de su intervención. Esta situación cambió con la caída del comunismo. Por lo tanto, si queremos relaciones transatlánticas es necesario redefinir la relación. Tenemos que preguntarnos si, en la actualidad, los Estados Unidos y Europa tienen necesariamente los mismos intereses. Antes de la caída del comunismo, esto tenía que ser así, pero ¿sigue siendo cierto en nuestros días? Una vez planteada la pregunta, la respuesta es obvia. Los Estados Unidos y Europa no comparten actualmente la misma visión ni los mismos intereses, tanto desde el punto de vista geoestratégico como económico. Por lo tanto, una nueva relación transatlántica no puede construirse repitiendo que la deseamos. Hemos de plantear una definición completamente nueva de nuestras relaciones con los Estados Unidos.
Pongamos un ejemplo muy sencillo. Hoy tenemos el euro. Si somos sinceros, el euro es una moneda que separa a Europa de los Estados Unidos, porque el euro es el principal rival del dólar. Por lo tanto, nuestros intereses económicos y estratégicos difieren. Si queremos revitalizar nuestras economías y relanzar a Europa, tenemos que plantear una pregunta que reviste una importancia fundamental para Europa A escala mundial, hemos de preguntarnos si estamos obligados para siempre a pagar por la energía y el petróleo en dólares. ¿Dónde está escrito que tengamos que pagar en dólares el petróleo o el gas que compramos en Rusia, en Arabia Saudita o en el Irán? Tenemos que tener la voluntad, en términos estratégicos y de economía política, de hacer del euro una moneda segura para asegurar que tengamos dinero para poder relanzar nuestra economía. Esto es lo que están haciendo justamente los Estados Unidos en la actualidad. Se ha mencionado una cifra de 8 000 millardos de dólares al día. Los Estados Unidos necesitan inversiones para pagar sus deudas. Por lo tanto, tenemos que reforzar el papel del euro como moneda segura que rivalice con el dólar.
Señorías, si quieren debatir sobre las relaciones transatlánticas, tengan el valor de plantear este problema a los Estados Unidos. Aquí reside el quid de la cuestión. Si no disponemos de nuestra propia doctrina sobre todos los problemas estratégicos, sobre todos los problemas militares, sobre nuestra visión del mundo, sobre lo que queremos en el mundo, no lograremos crear una nueva relación transatlántica. Tenemos que definir nuestros intereses. Solo entonces podremos discutir con los Estados Unidos.
Collins (UEN). – (EN) Señora Presidenta, la guerra en el Iraq hace poco ha descubierto divisiones políticas claras entre muchos líderes de la Unión Europea y el Gobierno de los Estados Unidos, pero deberíamos reflexionar por un momento y hacernos la siguiente pregunta. ¿Queremos renovar una relación transatlántica o creemos que el hecho de distanciarnos esta vez del Gobierno de los Estados Unidos redundará en beneficio de la Unión Europea?
Si se desea renovar la relación transatlántica, ciertamente no va a ser fácil lograrlo a causa de las continuas diferencias entre muchos Gobiernos de la Unión Europea y la administración actual de los Estados Unidos. Sin embargo, creo que una colaboración más estrecha entre la Unión Europea y el Gobierno de los Estados Unidos en torno a una amplia gama de cuestiones sirve mejor a nuestros intereses y preocupaciones comunes. No deberíamos olvidarnos de que en los últimos 50 años hemos trabajado juntos para crear un orden jurídico internacional que no solo abarca cuestiones comerciales y de seguridad, sino también cuestiones relativas a los derechos humanos y a las libertades fundamentales. Es igualmente importante impedir que los fuertes sentimientos existentes en estos momentos no nos hagan exagerar nuestras diferencias en toda una serie de cuestiones políticas.
Deberíamos intentar abordar la relación entre la Unión Europea y los Estados Unidos adoptando un enfoque prudente y comedido, en lugar de abordar esta importante relación de forma visceral.
Lo esencial es simplemente que, a mi parecer, la Unión y los Estados Unidos deberían trabajar juntos para proteger nuestros intereses comunes, para minimizar nuestras diferencias colectivas, para maximizar nuestra propia influencia por el bien del mundo. Por ejemplo, en este momento concreto nuestras economías colectivas solo están cosechando un éxito moderado. Una de las formas en que podemos ayudar a reactivar nuestras economías es garantizar que se ha abandonado la situación de punto muerto en que se encuentran las negociaciones comerciales. Hemos de garantizar que las próximas conversaciones de la Organización Mundial del Comercio, que se celebrarán en septiembre, sean un verdadero éxito. Debemos avanzar una agenda positiva sobre asuntos comerciales y resolver las disputas antes de que se cuelen en el proceso de la OMC.
También deberíamos recordar que hemos trabajado muy estrechamente en la lucha contra el terrorismo internacional. Las cuestiones que hemos abordado juntos van desde la mejora de la seguridad en las líneas aéreas, hasta la cuestión de los acuerdos de extradición mutua. Estamos colaborando estrechamente en los Balcanes y el Afganistán. En el Afganistán la Unión Europea tiene una presencia militar mayor que los Estados Unidos. La Unión Europea es el mayor donante de ayuda humana al pueblo afgano.
El proceso de Oriente Próximo tiene más posibilidades de éxito si la Unión Europea y los Estados Unidos trabajan juntos con todas las partes contratantes clave de la región para asegurar que la hoja de ruta actual para la paz garantice a los israelíes y a los palestinos la estatalidad y seguridad en la región.
Belder (EDD). – (NL) Señora Presidenta, para mí las alianzas constituyen un fuerte vínculo mutuo, cuyos elementos principales son la confianza mutua y una estrecha cooperación basada en unos valores y unos objetivos comunes. Lamentablemente, esto es precisamente lo que ha faltado en las relaciones transatlánticas en los últimos meses. La manifestación más dolorosa de la discordia transatlántica, y al mismo tiempo europea, ha sido la controversia pública sobre el Iraq. Razón de más para hacer primero un examen de conciencia a este lado del océano Atlántico. En resumidas cuentas, ¿cómo será a partir de ahora la alianza transatlántica?
Lo primero que salta a la vista es la situación de seguridad mundial. El terrorismo –sea cual sea su corte ideológico o religioso– exige un enfoque transatlántico común. En concreto, no podemos permitir que las fuerzas desestabilizadoras de Oriente Próximo consigan que los Estados miembros de la Unión Europea se enfrenten entre sí o con los Estados Unidos. Los acuerdos de asociación y los acuerdos comerciales con países de esta región han de ser juzgados desde la óptica transatlántica de una lucha coordinada contra el terrorismo. ¿Comparten el Consejo y la Comisión esta visión? A fin de cuentas, Siria e Irán están en la agenda, ¿no es cierto, Comisario Patten?
Hay mucho en juego: la credibilidad política de la Unión Europea, también a los ojos de mis electores, la solidaridad y la solidez de las relaciones transatlánticas. La Unión Europea es ahora claramente el socio más débil desde el punto de vista militar en la alianza transatlántica. ¿No parece obvia la necesidad de una mayor contribución de los Estados miembros en el marco de la OTAN? Así se reforzaría la alianza transatlántica. Por el contrario, las alternativas militares europeas debilitarían el crucial vínculo de seguridad con los Estados Unidos. Además, no veo ningún motivo para confiar en ese tipo de iniciativas. Los europeos tenemos que ser unos amigos verdaderos y, sobre todo, fieles, además de unos aliados reales de los norteamericanos.
Suominen (PPE-DE). – (FI) Señora Presidenta, casi cien años de historia nos demuestran a los europeos que, siempre que nuestro continente ha estado en apuros, los Estados Unidos de América han acudido a ayudarnos. En la Primera Guerra Mundial, ese fue el factor decisivo para evitar la expansión de la Alemania imperial. En la Segunda Guerra Mundial, la contribución de los Estados Unidos fue decisiva para liberar a Alemania y Francia del yugo hitleriano, y al resto de Europa de sus aspiraciones de poder. Cuando la Guerra Fría acabó con la desintegración de la Unión Soviética y la liberación de países que habían estado sometidos al yugo del comunismo centroeuropeo y a la Unión Soviética, sin duda fue el resultado de la carrera armamentística del Presidente Ronald Reagan, que tanto la economía soviética como su sistema social no pudieron soportar.
Cuando hoy decimos que las relaciones entre los Estados Unidos y Europa se hallan en crisis, se trata más bien de una crisis de las relaciones internas de Europa y una crisis de las relaciones entre determinados países y los Estados Unidos. El modo en que determinados países practican el unilateralismo en los asuntos internos de la UE, muestra que aún nos encontramos a años luz de la política exterior y de seguridad común en situaciones de crisis.
La mayoría de los 25 países europeos respaldaron la aprobación por parte del Consejo de Seguridad de la ONU del inicio de la guerra contra Iraq. La mayoría no aceptan la insistencia de los Estados Unidos en tener la potestad de adoptar una posición al margen de la organización internacional en asuntos de crímenes de guerra. No coincidimos en la importancia del Acuerdo de Kioto y todos los días hay conversaciones para resolver las diferencias de opinión en cuestiones económicas. A pesar de todo ello, tendemos a compartir los valores básicos, y las consideraciones de seguridad comunes a ambas partes, en las que Europa es cada vez más receptora que proveedora, representan una sólida base para mirar al futuro, para respaldar la asociación transatlántica y para elaborar de veras el tipo programa de acción que mi colega, James Ellen, acabar de mencionar.
En Europa ya no podemos ponernos a la par con los Estados Unidos en el ámbito de la tecnología de defensa, y quizás no lo necesitemos. Sin embargo, podemos y debemos resolver nuestras diferencias y aspirar a una política exterior y de defensa común. Solo de esta forma seremos un socio valioso en cuestiones que nos unen y en aquellas en las que no estemos de acuerdo con los Estados Unidos, un socio demasiado fuerte como para que se haga caso omiso de nuestras opiniones en este país, cuyo principal socio comercial somos nosotros, como ya hemos oído en relación con las inversiones norteamericanas en Europa. Esto demuestra que para los Estados Unidos es importante que nuestras relaciones evolucionen positivamente, pero para nosotros es fundamental. Podemos aceptar el boicot a los vinos franceses en los Estados Unidos si, como contrapartida, ellos hacen un pedido de cien aviones Airbus, como se dio el caso hace tan solo una semana más o menos.
Wiersma (PSE). – (NL) Señora Presidenta, creo que todo el mundo estará de acuerdo en la necesidad de celebrar un debate en profundidad dentro de la Unión Europea, pero también entre la Unión Europea y los Estados Unidos, sobre el papel de la política de seguridad en las relaciones transatlánticas. Pero para eso tenemos que establecer unas bases más sólidas a este lado del océano. Sobre todo hemos de intentar determinar qué queremos y no fijarnos tanto en lo que no queremos que hagan los norteamericanos. Creo que este será un factor decisivo en el futuro.
Si queremos dejar nuestra impronta como Unión Europea en este debate, tenemos que definir conjuntamente lo que consideramos esencial. Espero que la estrategia que presentará dentro de poco el Sr. Solana contribuya de forma esencial a ello. La Unión Europea tiene que poder asumir más responsabilidad y tiene que atreverse a hacerlo. Para ello, lo mejor es que siga construyendo con dinamismo una identidad defensiva propia, además de llevar a cabo misiones de paz independientes como en Macedonia y, dentro de poco, en África.
Tenemos que aprender a utilizar de forma más eficaz nuestros recursos de defensa, sin eludir un posible debate sobre la necesidad de aumentar los gastos en defensa. La UE tiene que comprometerse con una amplia diversidad de objetivos de seguridad, siendo la prevención de conflictos su prioridad máxima. Es preciso coordinar y utilizar mejor la experiencia en este ámbito y los instrumentos de que dispone la Unión Europea. Y eso significa participar en marcos multilaterales como las Naciones Unidas. La seguridad solo será duradera si se basa en la cooperación internacional. Este es el mensaje clave que creo que debemos enviar a los norteamericanos, que lo apuestan todo por el poder militar de su país. La OTAN puede servir de puente, pero solo si se hace justicia a la opinión que tienen muchos europeos sobre la seguridad. Queremos una igualdad política en las relaciones transatlánticas, pero no tiene mucho sentido que la exijamos si nosotros mismos estamos divididos.
Boudjenah (GUE/NGL). – (FR) Señora Presidenta, algunas horas después de la reunión del G8 en Evian, considerada ilegítima por un número creciente de ciudadanos, creo que resulta imposible reflexionar sobre la naturaleza de la asociación transatlántica sin responder a varias preguntas. Por falta de tiempo, solo señalaré algunas.
En primer lugar, el Iraq. ¿Podemos considerar que se ha pasado la página de la guerra, puesto que los Estados Unidos han obtenido el pleno control sobre este país con la bendición europea? ¿Debemos emprender una guerra contra el terrorismo instigada por una visión belicosa norteamericana que quiere dominar y no compartir el poder? Esto no hace sino potenciar la amenaza. ¿Debemos embarcarnos en una verdadera guerra monetaria, provocada esta vez por los Estados Unidos? ¿Debemos ceder a las órdenes de Bush y derribar lo que queda del modelo social europeo? ¿Debemos eliminar la legislación en materia de jubilación, por ejemplo, en contra de la oposición masiva expresada en las grandes manifestaciones en Francia o en Austria? Por último, ¿de qué puede servir la conferencia de la OMC en Cancún si la Unión no se opone al persistente inmovilismo de los Estados Unidos en ciertas cuestiones, sobre todo respecto del acceso de los países pobres a los medicamentos genéricos?
La Unión Europea se encuentra en una encrucijada: o se refugia tras la doctrina estratégica bautizada «por un nuevo siglo americano», u opta por una política realmente independiente. Si optamos por esta última, ¿cómo practicarla sin abordar las enormes expectativas del hemisferio sur y sin liberarnos de la lógica ultraliberal que agrava las desigualdades y aniquila cualquier intento de promover el desarrollo? Escuchemos a los pueblos de Europa. No quieren una Europa que sea el pariente pobre de los Estados Unidos. No quieren que Europa sea exageradamente cautelosa. Esperan y rezan por una Europa independiente y responsable. Aspiran a una Europa que promueve los intereses de todos trabajando por un mundo que sea más seguro por ser más humano.
Turchi (UEN).– (IT) Señora Presidenta, Señorías, en mi opinión, este debate nos debe permitir reflexionar sobre nuestras relaciones de política exterior, y por tanto también económicas, con el TLC y, de forma especial, con los Estados Unidos y la cooperación transatlántica.
Por lo que respecta a la famosa PESC, pienso y espero que la Convención colme el vacío político nombrando un ministro de Asuntos Exteriores y evitando una pérdida de credibilidad internacional, como la sufrida a causa de la crisis iraquí. Por lo que respecta al sector económico, creo que la mejor solución no es tanto intervenir a través de posibles acuerdos con la Organización Mundial del Comercio como redactar una lista única que contemple las materias en términos de beneficios fiscales y beneficios comerciales, porque de este modo conseguiremos evitar una nueva Babel burocrática.
De otro modo no veo resultados. Los denominados acuerdos de cooperación respecto de nuestro primer mercado de referencia, tanto en términos de inversión como comerciales, serán importantes si sabemos relanzarlos realizando una simplificación a través de una lista, un acuerdo que podría ser celebrado por la Comisión sobre todo con el TLC. Pienso que en los umbrales de la ampliación este es un modo importante de relanzar nuestra economía y el contenido político de nuestra política exterior.
Nicholson (PPE-DE). – (EN) Señora Presidenta, empezaré diciendo lo mucho que celebro este debate y felicito a la Comisión de Asuntos Exteriores, Derechos Humanos, Seguridad Común y Política de Defensa por su iniciativa.
Tras los últimos acontecimientos tenemos una oportunidad para reconstruir y mejorar la relación transatlántica: este ha de ser el desafío que asumamos. La cumbre que se celebrará a finales de este mes nos brindará la oportunidad, que deberíamos aprovechar, de empezar a construir este nuevo futuro. No podemos permitir que el pasado ensombrezca el futuro.
Sin embargo, hemos de darnos cuenta de que en el diálogo deben participar ambos lados del Atlántico. Según mi experiencia de los últimos 12 meses, los Estados Unidos no han estado comprometidos o no han estado centrados, y, en alguna medida, debemos hacerle entender cómo funciona y trabaja Europa en este momento.
Es preciso reiniciar el diálogo legislativo. Casi lo conseguimos, pero en el último momento los Estados Unidos se echaron para atrás. Sin embargo, en esta cuestión particular no pienso rendirme. Hemos de contar con un sistema operativo de alerta temprana que señale lo antes posible las áreas de posible desacuerdo. Para ello es preciso reconsiderar radicalmente cómo hemos mantenido hasta la fecha nuestras relaciones en el seno de la Comisión y del Parlamento. Utilizaré la reunión que se celebrará a finales de mes entre el Congreso y los diputados a este Parlamento para promover más el diálogo y garantizar que podamos reiniciarlo. No tiene sentido utilizar excelentes y sutiles palabras sobre el papel si no tienen eco a ambos lados del Atlántico y si no las cumplimos. Esto es lo importante.
Por último, todos tenemos que asumir responsabilidades por lo que ha ocurrido y cargar con parte de la culpa. Este Parlamento desempeña un papel central en esto y debe asumir sus responsabilidades, pero el Consejo y la Comisión deben cooperar más con nosotros.
Désir (PSE). – (FR) -Señora Presidenta, señor Comisario, como ya se ha dicho anteriormente, creo que es deseable que Europa y los Estados Unidos colaboren en asociación. Esto es evidente. Sin embargo, esta retórica asociacionista no debe servir para eludir las decisiones que Europa tiene que tomar y la dificultad a que nos enfrentamos actualmente. Contrariamente a lo que han dicho algunos diputados, los europeos no somos responsables del desgaste del tipo de vínculos históricos que tenemos con los Estados Unidos.
Nos las tenemos que ver con una administración muy particular que, desde el comienzo, ha sido muy unilateralista, aunque no especialmente intervensionista. Una parte de esta administración aprovechó el trauma del 11 de septiembre para imponer sus propios planes unilateralistas y extremadamente intervencionistas, concebidos antes de aquellos terribles hechos. En estas condiciones, Europa tiene que escoger. O bien estima que no hay nada que hacer contra la voluntad de los Estados Unidos, dado el poder que tienen en el mundo. En ese caso, no queda más remedio que someterse, ir de la mano de los Estados Unidos, incluso cayendo en la mentira y el ridículo como quienes quisieron hacernos creer que la intervención en el Iraq estaba justificada por la amenaza inminente de las armas de destrucción masiva. Si tomáramos este camino, la propuesta del Sr. Elles de crear una zona de libre comercio, o una nueva versión del Mercado Transatlántico, tiene sentido. Pero hemos de ser conscientes de que, por ejemplo, esto significaría renunciar a la política común de comercio exterior de la Unión. De hecho, la creación de este vasto mercado sería una anexión del espacio económico europeo por parte de los Estados Unidos. Las decisiones se tomarían en Washington. En esta materia, los Estados Unidos no permitirían a Europa intervenir en la toma de decisiones.
O bien pensamos, por el contrario, que Europa tiene cosas que decir en el mundo, que puede promover la visión de un orden mundial basado en el derecho, de un orden más justo respecto de las relaciones Norte-Sur, porque pensamos que esto es importante si queremos crear un orden mundial más seguro para todos. En este caso, no es el momento de doblegarse sino, efectivamente, de impulsar una política exterior y de defensa común. En este punto resulta paradójico que el Sr. Elles afirme que es necesario reforzar la política exterior y de defensa común y al mismo tiempo sugiera que hagamos ciertas concesiones a los Estados Unidos.
Creo que si pensamos que deberíamos fomentar el Estatuto de Roma y una Corte Penal Internacional, que deberíamos defender los acuerdos de Kioto, el Tratado de No Proliferación y de suspensión de las pruebas nucleares, tenemos que afirmar nuestra independencia. Las relaciones entre Europa y los Estados Unidos deberán reconstruirse sobre la base de esta independencia. Nuestros amigos americanos tendrán que aceptarlo. La administración actual de los Estados Unidos no durará siempre y creo que al final nuestra amistad se impondrá.
Van Orden (PPE-DE). – (EN) Señora Presidenta, quisiera poner en tela de juicio tres supuestos expresados en las preguntas formuladas al Consejo y a la Comisión.
En primer lugar, Francia y Alemania no son la Unión Europea. Evidentemente no hablan en nombre de Europa. Por lo tanto, no es ni exacto ni útil describir sus dificultades con los Estados Unidos como ruptura transatlántica entre la Unión Europea y los Estados Unidos.
En segundo lugar, para la Unión Europea no es en absoluto saludable erigirse como interlocutor de Europa con los Estados Unidos en asuntos de defensa y seguridad. Ya existe un foro en el cual las naciones europeas abordan asuntos de seguridad transatlántica, llamado OTAN.
En tercer lugar, la idea de que la política europea de seguridad y defensa tiene algo que ver con reforzar la OTAN es, en el mejor de los casos, poco sincera, y, en el peor de los casos, un engaño político. La PESD no consiste en compartir la responsabilidad de la defensa, sino en fortalecer el pilar europeo de la OTAN. Consiste en ampliar las competencias de la Unión Europea, avanzando en la ambición política de integración y capacitación europeas. No añade ninguna capacidad militar adicional. Se limita a establecer una planificación diferente y un régimen de toma de decisiones que excluye específicamente a los norteamericanos.
Cuando los líderes de los países europeos se sientan con los norteamericanos y otros aliados, hay una notable unanimidad. En los últimos días lo hemos podido comprobar en Evian con el G8 y en la reunión ministerial de la OTAN celebrada en Madrid. Esto no es unilateralismo.
Sin embargo, cuando los mismos líderes europeos se reúnen en un contexto de la Unión Europea, se produce una extraña transformación mental y parece que hablan un lenguaje totalmente diferente. Deberíamos reforzar la solidaridad transatlántica, desarrollar nuestras capacidades conjuntas para abordar el terrorismo, abordar la amenaza de las armas de destrucción masiva y desplegar fuerzas militares capaces allí donde puedan necesitarse.
Dados los peligros que todos afrontamos, no entiendo por qué los Gobiernos europeos imaginan que hablar de seguridad y defensa en un lugar separado de los norteamericanos tenga alguna ventaja. La relación de los países europeos con los Estados Unidos no solo requiere mejores capacidades, sino también voluntad política. De esta, por desgracia, carecemos en estos momentos.
El mayor de los favores que podría hacerse a la seguridad occidental y a las relaciones transatlánticas sería retirar la PESD bajo el paraguas de la OTAN y, por nuestra parte, trabajar juntos de forma solidaria con fines comunes.
La Presidenta. El debate queda cerrado.
La votación tendrá lugar el jueves, 19 de junio de 2003.