El Presidente. De conformidad con el orden del día, se procede al debate del informe de Javier Moreno Sánchez, en nombre de la Comisión de Comercio Internacional, sobre la evaluación de la ronda de Doha tras el acuerdo de la OMC del 1 de agosto de 2004 (2004/2138(INI)) (A6-0095/2005).
Javier Moreno Sánchez (PSE), ponente. –(ES) Señor Presidente, Señorías, señor Comisario, quisiera empezar mi intervención agradeciendo su colaboración a todos aquellos que con sus aportaciones han contribuido a enriquecer este informe que votaremos mañana. En este informe queda plasmado el equilibrio entre, por una parte, el pleno apoyo de este Parlamento a la defensa de los intereses de la Unión en las negociaciones en curso y, por otra, su ambición de lograr que se concluya con éxito esta ronda para el desarrollo, lo que implica la plena integración y participación de los países en desarrollo (PVD) en la economía mundial.
Con este informe, esta Cámara pretende enviar un decidido mensaje político de apoyo al avance de las negociaciones, en las que la Comisión está desempeñando un papel esencial, reiterando nuestro compromiso con la OMC y su sistema multilateral de comercio que, sin duda, constituye el mejor mecanismo para promover un comercio justo, solidario y en beneficio de todos. Este mensaje llega en unas fechas muy oportunas, dado que el programa de Doha se haya en una encrucijada, en un momento clave de su marcha en el que no se debe retroceder.
Tras el fracaso de la Conferencia Ministerial de Cancún, el acuerdo del 1 de agosto de 2004 tiene una importancia política indudable, pues ha permitido encarrilar las negociaciones, reconociendo además la necesidad de integrar plenamente a los PVD en la economía global. Ahora bien, se trata solo de una hoja de ruta. El éxito de las negociaciones depende de la firme voluntad política de todas las partes de alcanzar un acuerdo de fondo en Hong Kong.
Se debe llegar a esta cita con una propuesta ambiciosa y equilibrada en los distintos ámbitos que cubre el acuerdo: desarrollo, agricultura, productos industriales (NAMA), servicio y facilitación del comercio, y ello sin olvidar la necesidad de situar el desarrollo en el frontispicio de las negociaciones, más allá de que la agricultura sea el indudable motor de las mismas. En pro de este objetivo se deben alcanzar compromisos concretos y detallados con fechas y plazos mediante un proceso de negociación transparente, eficaz e incluyente, en el que participen plenamente todos los países miembros de la OMC.
En el ámbito del desarrollo, debemos llevar a las negociaciones los problemas vinculados a la pobreza, la desnutrición y el hambre en el mundo, a fin de reducirlos a la mitad para el año 2015, tal como prevé la Declaración del Milenio, a través de una relación más estrecha entre la OMC y las demás organizaciones internacionales.
También sería útil que la Comisión formulara propuestas para desarrollar mecanismos de integración comercial para los PVD que compensen las pérdidas que les puede generar la liberalización del comercio.
El avance en los ámbitos de la asistencia técnica y la creación de capacidad y el fomento del comercio Sur-Sur son también de particular relevancia a la hora de garantizar a los PVD su integración en la economía mundial y el impulso de su capacidad de exportación.
En agricultura, los miembros de la OMC deben proseguir sus trabajos de manera equilibrada en los tres pilares —subvenciones a la exportación, ayudas internas y acceso al mercado— para, así, lograr modalidades detalladas de negociación para Hong Kong y un desarme paralelo por parte de todos los miembros de la OMC.
En lo que respecta al acceso a los mercados para los productos no agrícolas, los NAMA, debe abrirse la puerta a la flexibilidad y a la aplicación de la reciprocidad no plena por parte de los PVD, aplicándoles el principio de trato especial y diferenciado.
En servicios, en este mes de mayo deberían presentarse unas ofertas revisadas de calidad y, en lo que se refiere a los servicios relativos a las necesidades básicas de los ciudadanos, creo que no cabe exigir su liberalización por parte de los PVD.
Señorías, señor Comisario, el éxito de la Ronda, la legitimidad y la credibilidad de la OMC pasan también, sin duda, por que la sociedad civil se sienta partícipe de los beneficios que proporciona el comercio internacional.
En un proceso que desde Seattle ha pasado a tener un gran interés social, parece necesario resaltar el papel que los parlamentos democráticos deben desempeñar como expresión del sentir ciudadano ante los foros internacionales como la OMC y, en el caso de este Parlamento, como órgano de control democrático de la política comercial de la Unión y futuro colegislador en esta materia, una vez que entre en vigor la Constitución Europea. Argumento adicional, si me permiten un breve inciso en la actualidad candente, a la larga lista de avances que supone esta Constitución y que justifican el sí europeo a la misma, tanto en Francia como en los demás países.
Señorías, señor Comisario, como decía el poeta español Antonio Machado, "caminante no hay camino, se hace camino al andar". Y es que estamos a medio camino entre Ginebra y Hong Kong; entre la nostalgia de lo que se va dejando y la ansiedad de llegar. Debemos llegar a Hong Kong con una propuesta ambiciosa y equilibrada en la que la sociedad civil y todos los países miembros de la OMC se sientan partícipes y satisfechos del resultado.
Peter Mandelson , miembro de la Comisión. (EN) Señor Presidente, comenzaré dando la enhorabuena al señor Moreno Sánchez por su excelente informe, el cual dice mucho no solo de su autor, sino también de toda la Cámara. Me complace este debate, puesto que considero que el Parlamento es el socio fundamental de la Comisión en la realización de nuestras políticas comerciales, es decir, en concreto, la postura ante la Ronda de Doha, que es nuestra prioridad principal.
El señor Moreno Sánchez ha destacado la necesidad de realizar avances en todos los asuntos de esta agenda tan amplia, con un claro énfasis –que apoyo firmemente– en los objetivos de reducción de la pobreza y desarrollo sostenible. Son puntos centrales en la carta fundacional de esta Ronda, y siguen siendo tan importantes como lo eran cuando se articularon por primera vez.
Desde que asumí el cargo, me he esforzado todo lo posible por impulsar la ADD y por mantenerla en buen camino. Deseo que Doha ponga el comercio al servicio del desarrollo. Es lo que creo y es lo que defiendo; constituye la parte central de la política que propugno.
Sin embargo, Europa no puede hacerlo por sí sola. Como afirmé en Ginebra en mi primer día como Comisario de Comercio, la UE no puede ser el único banquero de la OMC. El verano pasado, Europa tuvo el valor de poner las subvenciones a la exportación agrícola en la mesa de negociaciones. Ahora los demás deben mostrar las cartas. Concretamente, esta Ronda debe mejorar el acceso al mercado e incrementar las oportunidades de negocio para todos, no solo para los países en desarrollo –espero y deseo que ellos sean los más beneficiados en esta Ronda–, sino también para nuestra propia industria y nuestros proveedores de servicios en Europa. De este modo podremos fortalecer Europa en la economía del conocimiento, para la prosperidad y el beneficio de todos.
El acceso al mercado de productos industriales –NAMA– y los servicios constituyen también asuntos clave en la Ronda. Sin avances en estas cuestiones no puede haber conclusión de la Ronda. Para ello, deseo asegurarme de que los países en desarrollo más avanzados se comprometan más intensamente en cuestiones no agrícolas. Hasta aquí han impulsado con fuerza por su posición en materia de agricultura, como tienen todo el derecho de hacer y como esperaba que hicieran. Sin embargo, han mostrado poca voluntad de aceptar la necesidad de un movimiento real por su parte en el NAMA y los servicios, incluso cuando el análisis objetivo apunta que redundaría en su propio interés económico. Esto tiene que cambiar. Todos debemos mostrar la voluntad de adaptarnos, cambiar y ajustarnos a los intereses de otros. Por eso hemos tomado nuestra iniciativa en materia de agricultura.
Los demás principales países industrializados deben seguir ahora nuestro ejemplo para tomar más la iniciativa en cuanto a los servicios y para impulsar sus propias reformas agrícolas, para ponerse a la altura de lo que hemos planteado en Europa.
La semana pasada hubo en París varias reuniones informales de Ministros de Comercio de la OMC. Manifesté mi gran preocupación acerca del lento avance de las negociaciones actuales. Hice un llamamiento a todos los asistentes para que se dejaran de secretismos y pusieran las cartas sobre la mesa. Con esto me refiero a todos nosotros, no solo a los demás. Todos necesitamos hacerlo, no solamente Europa.
Asimismo, expliqué nuestra idea de hasta dónde debe llegar una ronda ambiciosa. Exige un avance paralelo en los tres pilares de las negociaciones agrícolas –no solo en subvenciones a la exportación–, incluidas las cuotas y aranceles que restringen el acceso al mercado. Debe haber esfuerzos visibles por parte de todos los países industrializados –no solo la UE– para reformar sus políticas agrarias; y una reducción sustancial y real –no solo sobre el papel– de los aranceles industriales de todos los países en condiciones de hacerlo, incluidos los países en desarrollo avanzados, respetando siempre las circunstancias especiales de los más débiles. Deben presentarse ofertas sobre servicios que proporcionen auténticas oportunidades nuevas de negocio, a la vez que es preciso fortalecer sustancialmente la normativa de la OMC en lo que respecta a la facilitación del comercio, medidas contra el dúmping o las denominaciones geográficas.
Además reiteré mi llamamiento a que se realicen más esfuerzos para abordar las preocupaciones específicas de los países en desarrollo y, en especial –aunque no exclusivamente– los pobres y vulnerables, a través de un tratamiento especial y diferencial en la Ronda y de un aumento de la ayuda al comercio por parte de los más ricos del mundo. Tiene usted razón cuando identifica la creación de capacidades –el apoyo fundamental que debemos otorgar– para permitir que el comercio facilite este ajuste, de forma que los países en desarrollo, en concreto los más débiles, puedan participar de verdad en las oportunidades comerciales que estamos proponiendo a través de esta Ronda.
Hemos avanzado en París. Hemos llegado a un acuerdo sobre el asunto tan vital a la vez que sumamente técnico de la conversión de derechos concretos –tantos euros por una fanega de tal, tantos euros por un kilo de cual– a sus equivalentes porcentuales ad valorem. Mientras que aún queda por debatir –esto será más adelante– el tema principal, es decir, en cuánto y sobre qué base se reducirán estos equivalentes arancelarios, ahora tenemos una base en la que podemos avanzar en agricultura y, gracias a ello, en todos los demás aspectos de la ADD. A este respecto, reconozco y felicito la labor de la señora Fischer Boel. La agricultura es un tema peliagudo y respeto la manera en que lo trata.
También podemos esperar que se produzcan avances en relación con los aranceles industriales en los próximos meses. Muchos miembros reafirman también su intención de presentar mejores ofertas en materia de servicios para finales de este mes. Esperamos que se intensifiquen las conversaciones entre los agentes clave de aquí a la minicumbre ministerial en China, que se celebrará los días 12 y 13 de julio. Antes del receso estival, debemos apreciar una primera aproximación de cómo sería un posible paquete de Hong Kong. Si existe la posibilidad de que se produzca un resultado ambicioso en Hong Kong a finales de este año y, por tanto, una Ronda ambiciosa, esta primera aproximación, que espero que podamos ver en julio, debería, como mínimo y en primer lugar, crear espacios de creciente convergencia entre los miembros de la OMC tema a tema. También debe clarificar nuestro grado de ambición compartido acerca de los asuntos clave de acceso al mercado –agricultura, NAMA y servicios– y, por último, identificar las áreas problemáticas clave en las se deberá llegar a un acuerdo, a fin de garantizar el éxito en Hong Kong y entonces finalizar la Ronda.
Me complace que se hayan incluido estas ideas en el resumen de la Presidencia sobre la minicumbre ministerial de París. Pueden tener la certeza de que la Comisión seguirá trabajando hacia Hong Kong con este espíritu tan ambicioso.
La Comisión está plenamente de acuerdo con gran parte del informe, aunque deseo señalar dos puntos concretos. En lo que respecta a la mención especial de la flexibilidad para los países en desarrollo en el apartado 6 del informe, la Comisión está de acuerdo con la idea central de lo que se plantea. Estamos dispuestos a garantizar flexibilidad a los países en desarrollo mediante un trato especial y diferencial, tanto a los PMD como a los demás países débiles y vulnerables. Sin embargo, solo podemos hacerlo si tenemos en cuenta el nivel de desarrollo, lo que significa diferenciar entre países en desarrollo tema a tema. No podemos aceptar simplemente una «talla única».
El segundo punto guarda relación con la sugerencia de una «caja de desarrollo» en las negociaciones sobre agricultura, que se menciona en el apartado 9. La Comisión puede aceptar que el marco pueda y deba proteger los intereses de la UE. No obstante, resulta demasiado optimista afirmar que la UE podrá enfrentarse con comodidad a estas reducciones de las ayudas nacionales que distorsionan el comercio. En lo que respecta al acceso al mercado, el informe asume que el trato tan positivo otorgado a los productos sensibles permitirá que la UE proteja sus organizaciones de mercado. Sin lugar a dudas, es esto lo que espera la UE, aunque aún quedan por hacer concesiones complicadas sobre algunos productos, incluso en el mejor de los casos.
Permítanme concluir aquí. Escucharé lo que los diputados a esta Cámara tengan que decir y responderé al final, si tengo la oportunidad de hacerlo. Una vez más, doy las gracias al señor Moreno Sánchez por su informe y a esta Cámara por ofrecerme la oportunidad de debatir este asunto tan importante.
Maria Martens (PPE-DE), ponente de opinión de la Comisión de Desarrollo. –(NL) Las negociaciones de la Ronda de Desarrollo de Doha tienen por objeto impulsar las economías de los países en desarrollo y concederles un verdadero lugar en la economía mundial. Lo que se pretende con ellas es una distribución más justa en el mundo.
Para combatir la pobreza mundial, acordamos los denominados Objetivos de Desarrollo del Milenio. Unas buenas condiciones comerciales para los países en desarrollo pueden hacer una importante contribución y eso es lo que debemos perseguir en Hong Kong. Hay una serie de cuestiones que quiero plantear, algunas de las cuales ya ha mencionado la señora Comisaria.
En nuestra política comercial, debemos ser capaces de establecer más de una distinción entre los diferentes países en desarrollo. Las discrepancias son demasiado grandes para establecer un marco uniforme. Hay economías sólidas y débiles, grandes y pequeñas. Hay países con muchas posibilidades de producción y crecimiento, y otros con pocas. Debemos ser capaces de personalizar más nuestra política. Esa es la razón por la que uno de los puntos fundamentales del orden del día en Hong Kong debe ser el tratamiento especial y diferenciado de los países en desarrollo.
Se ha hablado mucho sobre las consecuencias que los acuerdos de Hong Kong tendrán para las concesiones comerciales hechas a los países en desarrollo, quienes temen que se vean perjudicadas. Quiero pedirle a la señora Comisaria que informe a esta Cámara después de las negociaciones de si realmente se han visto perjudicadas.
En tercer lugar, parece que los países en desarrollo son todavía prácticamente incapaces de obtener ningún beneficio real de las oportunidades que se les ofrecen, por lo que me gustaría destacar la importancia de la adquisición de capacidades y de la asistencia técnica. Tenemos que trabajar duro en esos aspectos para reforzar la capacidad comercial y de exportación de los países. Es también importante, cuando los países dependen de uno o dos productos de exportación, tratar de fomentar la diversificación.
Ahora quiero pasar al tema de las subvenciones a la exportación, que ya ha mencionado la señora Comisaria, y cuyos efectos adversos en los mercados locales son perfectamente conocidos. Debemos trabajar en un marco temporal para eliminar de forma progresiva estas subvenciones con carácter urgente. Es lamentable que no se haya estipulado una fecha límite en el texto.
Por último, la Unión Europea tiene una importante tarea en Hong Kong. Todos sabemos cómo fueron las negociaciones en Cancún. Eso no debe repetirse. Para terminar, quiero dar las gracias al ponente por su excelente informe y su buena cooperación.
Joseph Daul (PPE-DE), ponente de opinión de la Comisión de Agricultura y Desarrollo Rural. – (FR) Señor Presidente, señor Comisario, Señorías, el debate de hoy reviste una importancia especial, pues nos encontramos en una fase de aceleración de las negociaciones de Ginebra. Ha dicho usted que en la reunión ministerial de la semana pasada en París se había hecho avances. Por mi parte, señor Comisario, quisiera hacer cuatro observaciones.
En primer lugar, estoy muy preocupado por la actitud adoptada por muchos países, que no se comprometen realmente en esta negociación. Prueba de ello es la ausencia total de avances reales en los expedientes no agrícolas. Las conversaciones sobre el acceso al mercado de los productos industriales y los servicios están estancadas, así como las relativas a las normas. No podemos aceptar una negociación tan desequilibrada, en la que la agricultura pague por todos los demás sectores, cuando la Unión Europea ha realizado ya enormes esfuerzos en este sector.
En segundo lugar, el éxito del ciclo de negociaciones requiere una verdadera asunción de responsabilidades en las negociaciones por parte de los países emergentes, como Brasil, la India y China. Esos países también deben abrir sus mercados a los demás países en desarrollo, porque el auténtico motor del desarrollo residirá, en los próximos años, en el aumento de los intercambios entre los países del sur.
En tercer lugar, la reciente decisión del órgano de apelación sobre el azúcar está ahí para recordarnos que en las negociaciones no existe la buena fe. Por tanto, es fundamental valorar cada punto de la negociación a la vista del derecho de la OMC, para evitar que, dentro de unos años, el compromiso que hayamos aceptado resulte anulado por una decisión de los jueces de la OMC y penalice probablemente también, señor Comisario, a los países pobres. Debemos volver a discutir esta cuestión.
En cuarto lugar, por último, y es el punto más importante en el que quisiera insistirle, señor Comisario: los negociadores que toman decisiones hoy asumen una gran responsabilidad sobre el futuro de millones de hombres y mujeres. Es fácil concluir una negociación, pero los problemas quizás no salgan a la luz hasta un futuro más lejano, cuando ya no esté usted al mando. Confío en usted. Pero, sobre todo también, no deje a sus sucesores la tarea de resolver las dificultades. Antes de firmar y decir sí, reflexionemos juntos dos veces para transmitir a sus sucesores un expediente aceptable.
Georgios Papastamkos, en nombre del Grupo del PPE-DE. – (EL) Señor Presidente, el desafío de la Conferencia de Hong Kong establece los límites de la credibilidad, la aceptación operativa y el dinamismo de la OMC.
En mi opinión, hay cinco razones estructurales que dificultan las negociaciones de la Ronda de Doha.
En primer lugar, la incapacidad de los principales socios comerciales para resignarse a ceder independencia política y financiera interior.
En segundo lugar, la dificultad para tomar decisiones, debido al enorme aumento del número de miembros de la OMC y su creciente heterogeneidad.
En tercer lugar, la falta de equilibrio en la liberalización del comercio entre sistemas comerciales avanzados. En términos comparativos, la Unión ha hecho las mayores concesiones, consiguiendo que el mercado europeo sea el mercado más abierto del mundo.
En cuarto lugar, la falta de voluntad por parte de otros actores internacionales también para asumir un papel negociador principal.
En quinto lugar, la postura defensiva de los países en desarrollo frente a los nuevos temas de negociación.
La ampliación y el refuerzo del marco regulador multilateral de la OMC, que constituye la estrategia de la Unión Europea, se ven limitados por el principio de la especialización de las organizaciones internacionales. Dicho principio establece también los límites del futuro progreso de la OMC, tanto en la organización mundial de la política social, como en la organización mundial de las cuestiones medioambientales.
Por consiguiente, considero necesario establecer una nueva arquitectura mundial de tipo «paraguas» que integre los siguientes pilares:
- la OMC, que promueva de forma satisfactoria la distribución eficiente de los recursos;
- una organización económica internacional que garantice la estabilidad económica internacional;
- una organización de desarrollo internacional para la redistribución internacional de recursos que promueva el desarrollo de los países pobres;
- una organización medioambiental internacional para la protección y mejora de los recursos naturales y del medio ambiente mundial.
Los términos de la economía mundializada dictan una nueva regulación general del sistema económico mundial basada en una economía de mercado social y ecológica, una regulación que fomente la distribución de recursos, la estabilidad, la solidaridad internacional y la protección del medio ambiente y el consumidor.
Erika Mann, en nombre del Grupo del PSE. –(DE) Señor Presidente, señor Comisario, Señorías, quiero comentar un par de cuestiones que hay que tener en cuenta a la hora de analizar este informe, que es, después de todo, el primero presentado por la comisión este año. Posteriormente, en el segundo semestre del año, elaboraremos un segundo informe, para seguir, observar y comentar las deliberaciones y negociaciones de la Comisión Europea.
Por lo que respecta tanto a la comisión como a mi Grupo, la cuestión planteada es qué se puede hacer, en primer lugar, para asegurarnos de realizar una contribución verdaderamente útil que ayude a conseguir un resultado positivo en Hong Kong – aunque no se llegue a ninguna conclusión final, sería bueno conseguir en cualquier caso un resultado positivo –, de manera que las negociaciones puedan después continuar con una base sólida; en segundo lugar, para asegurarnos también de que la gran anuncio que hacemos con ese nombre de la «ronda de desarrollo» se vea justificado en la realidad; y, en tercer lugar, para garantizar la defensa de los intereses de la Unión Europea.
Por supuesto, se trata de una empresa muy compleja, si tenemos en cuenta que el resultado de Cancún no fue precisamente muy bueno, que hemos tenido un comienzo muy difícil y que las negociaciones parecen actualmente bastante inestables. También está el problema de los países con economías emergentes, que están luchando para que se les permita asumir un papel principal y global en el mundo. Eso lo demuestra perfectamente el ejemplo de China –sobre el que mantendremos un debate mañana– pero también el de Brasil y, por supuesto, el de la India. Todo esto se suma a una situación muy difícil y compleja.
Hay otro aspecto que debemos tener en cuenta. Le pediría, señor Comisario, que reflexione sobre la relación que van a mantener a lo largo de este año el Parlamento Europeo, la Comisión de Comercio Internacional y usted mismo. Si el nuevo Tratado ya estuviese vigente, el Parlamento tendría mucho más poder y una mayor maquinaria directa de consulta. Nuestros mecanismos son muy buenos y están muy consolidados, pero su naturaleza es algo informal.
Pero al mismo tiempo es cierto que los ciudadanos quieren que nos impliquemos de forma más directa, con más competencias y más derechos en un proceso que abarca las negociaciones en el sector agrícola y de servicios. Se trata de ámbitos muy delicados, cuyo debate puede ser muy acalorado y con respecto a los que no hay posiciones establecidas y claras, ni en nuestro Grupo, ni en esta Cámara ni entre la ciudadanía.
¿Cómo podemos garantizar entonces que, en el transcurso de este año, podamos organizar este proceso crítico, que implica a la Comisión Europea, a la comisión parlamentaria competente y al Parlamento Europeo, de tal manera que el resultado sea una próspera cooperación en todo lo que ya hemos establecido y que incluya los ámbitos críticos que he mencionado?
Si realmente tiene que introducir cambios en las negociaciones o en sus planes –y puede estar seguro, señor Comisario, de que tendrá que hacer frente a ese tipo de cosas–, ¿cómo podremos garantizar entonces una cooperación tan estrecha que seamos realmente capaces de asumir la responsabilidad que nos confían los ciudadanos?
Johan Van Hecke, en nombre del Grupo ALDE. –(NL) Señor Presidente, en primer lugar quiero felicitar al ponente por su informe, que, en mi opinión, contiene una excelente descripción general de la situación actual de las negociaciones tras el acuerdo marco de Ginebra de la OMC y a punto de celebrarse la conferencia de Hong Kong. Indudablemente, el éxito de la Ronda de Doha es crucial para una mayor liberalización del comercio mundial. De hecho, tras el fracaso de Cancún, la credibilidad del sistema comercial multilateral está en peligro. A pesar de que el éxito de Hong Kong es fundamental para un mayor crecimiento económico, será también una dura prueba para la legitimidad de la OMC. Comparto la opinión del Comisario Mandelson de que la Ronda de Doha debe centrarse principalmente con el desarrollo. El comercio y el desarrollo deben ir de la mano y una mayor implicación de los países en desarrollo en el marco de un comercio mundial justo es un componente esencial en la lucha contra el hambre y la pobreza en el mundo.
Es esperanzador que la semana pasada se alcanzase un compromiso en torno a los gravámenes a la importación sobre los productos agrícolas y que, de este modo, se evitase un fracaso inminente de la Ronda de Doha. La traducción de gravámenes lineales a la importación en aranceles comunes porcentuales, basados en el valor de los productos, es un paso prudente, aunque importante, en dirección a un acuerdo general sobre el comercio de productos agrícolas.
No obstante, mi Grupo sigue convencido de que todas las subvenciones a la exportación en el ámbito de la agricultura deben terminar por suprimirse, ya que resulta inaceptable que la actual política agrícola de la Unión Europea le suponga para una familia media europea unos 100 euros adicionales mientras dificulta que los países en desarrollo escapen de las garras de la pobreza. El Banco Mundial ha calculado recientemente que el éxito de esta ronda comercial puede suponer un incremento de la renta mundial de unos 385 000 millones de euros al año. Si África pudiese aumentar su cuota del comercio mundial del 2% a no más del 3%, su renta anual aumentaría en 70 000 millones de dólares estadounidenses. Eso es mucho más de lo que recibe ahora en concepto de ayuda al desarrollo. Por ese motivo, no podemos permitirnos otro fracaso.
Caroline Lucas, en nombre del Grupo Verts/ALE. – (EN) Señor Presidente, quiero dar las gracias al señor Moreno Sánchez por la labor que ha desarrollado, pero creo que no se sorprenderá si le digo que, desafortunadamente, nuestro Grupo no puede apoyar su informe en su versión actual. Si bien presenta algunos pasajes positivos que ponen de relieve los objetivos de desarrollo sostenible y erradicación de la pobreza, estos se ven por desgracia socavados por la orientación general del informe, en el cual se aprueba sin críticas el libre comercio sin regulación alguna como principal medio para alcanzar estas metas.
Sigue suponiendo que mayor comercio equivale automáticamente a mayor crecimiento, lo que equivale automáticamente a una mayor reducción de la pobreza; sin embargo, la realidad sobre el terreno es muy distinta y, como deja claro el último informe del PNUD sobre los países menos desarrollados, la mayor integración de algunos de los países más pobres del mundo en el sistema comercial internacional generalmente no ha reducido la pobreza de los sectores más pobres de la población.
Otra hipótesis que sustenta el informe es que si los críticos de la OMC comprendiéramos mejor esta institución, nos enamoraríamos, como por arte de magia, de ella o, como señala el propio informe, «la OMC debe proporcionar información y explicaciones adecuadas a la sociedad civil [...] para evitar que el proceso de globalización y la función que desempeña la OMC se malinterpreten y se distorsionen en gran medida». Francamente, esto es un sinsentido inútil y condescendiente. Cada vez son más los sectores de la sociedad civil que saben lo que pretende realmente la OMC, y que saben exactamente lo dañino que puede ser el proceso de globalización económica. Lo que necesitamos no es un ejercicio cosmético de relaciones públicas, sino una reforma fundamental y profunda de las instituciones y normas del comercio mundial, de modo que su verdadero objetivo central sea la sostenibilidad y la equidad.
Pasando ahora a los detalles, nuestro Grupo ha vuelto a presentar su enmienda original sobre los precios de los productos. La caída de los precios de los productos es uno de los principales motivos por los que los países más pobres no reciben un mejor trato en el comercio mundial. En 43 países en desarrollo, un solo producto representa más del 20 % de los ingresos totales procedentes de la exportación. Si los precios de los diez productos agrícolas más importantes que exportan los países en desarrollo hubiesen subido al mismo ritmo que la inflación desde 1980, dichos países exportadores habrían ingresado 112 000 millones de dólares más en 2002, lo que representa el doble de la ayuda oficial al desarrollo. Me parece francamente increíble que la Comisión de Comercio Internacional, que presume de estar a favor de que el comercio sirva para erradicar la pobreza, haya podido rechazar una enmienda que pedía medidas para estabilizar los precios de los productos. Espero que el Pleno nos apoye en la votación de mañana.
Asimismo hemos presentado una enmienda sobre el mandato de la Comisión. Resulta difícil imaginar qué justificación puede tener la Comisión para trabajar sobre la base de un mandato concedido hace seis años y que, por consiguiente, ya no refleja los importantes cambios que han tenido lugar desde entonces. Quizás el señor Mandelson pueda decirnos cuál es esa justificación, ya que, desde una óptica institucional, no podemos pretender que no ha pasado nada, cuando dos de las tres últimas reuniones ministeriales han acabado en un bloqueo. No podemos ignorar la resistencia que ponen muchos países del Sur a la concesión de nuevas competencias a la OMC.
Ahora que la nueva Comisión ha entrado en funciones y que se acerca un nueva Reunión Ministerial de la OMC, debemos indicar a la comunidad internacional que Europa tiene en cuenta estos cambios y es capaz de aprender de los errores que cometió en Seattle y Cancún.
Vittorio Emanuele Agnoletto, en nombre del Grupo GUE/NGL. –(IT) Señor Presidente, Señorías, me he quedado realmente estupefacto al oír en esta Cámara que la OMC es el instrumento para mejorar y promover un comercio equitativo e integrador. ¿Cómo se puede afirmar semejante idea?
Basta ver cuáles han sido los resultados concretos de las rondas de negociaciones que se han mantenido y que se están manteniendo. ¿Cómo se puede hablar de reciprocidad entre un gigante y un enano, entre David y Goliat? ¿Cómo se puede esperar que los países en desarrollo salgan victoriosos de esta ronda si no cambiamos nuestras políticas?
¿Por qué no se analizan los resultados? ¿Por qué no se dice que las subvenciones a 25 000 cultivadores de algodón de los Estados Unidos han condenado al hambre a millones de personas en África central? ¿Por qué no se dice que los ADPIC (aspectos de los derechos de propiedad intelectual relacionados con el comercio) han privado y siguen privando de medicamentos contra el sida a 30 millones de personas –la inmensa mayoría en África– y que la imposición de los ADPIC a la India ha reducido a la mitad las personas del Tercer Mundo que pueden acceder a los medicamentos contra el sida?
¿Por qué no se habla del desastre ocasionado por las subvenciones a la agricultura intensiva pagadas por Europa y por los Estados Unidos? Un desastre que en la Cumbre de Cancún coaligó a Brasil, la India y los países del Sur del mundo contra Europa y los Estados Unidos.
Y después, ¿cómo nos estamos preparando para la nueva cumbre de la OMC que se celebrará en Hong Kong? La impresión es que se conseguirá liberalizar los servicios sociales y sanitarios en nombre de un liberalismo que puede acabar sencillamente por hacer que estos servicios sean de pago –controlados por las grandes multinacionales– en los países del sur, impidiendo a gran parte de la población acceder a ellos.
¿Por qué no hablamos, entonces, de los acuerdos de cooperación económica? Hemos debatido sobre ellos y hemos visto sus dramáticos resultados en la Asamblea Parlamentaria Paritaria ACP-UE reunida en Bamako. Con la petición de una liberalización completa del comercio con el sur –en África, en particular– y la supresión de los aranceles de estos países, esos acuerdos han contribuido a destruirlos en el plano económico, al no permitirles elegir de forma autónoma sus estrategias para un desarrollo diferente.
Considero que debemos luchar por una reducción del papel de la Organización Mundial del Comercio. Debemos luchar por hacer que toda una serie de productos pasen a ser gestionados por otras agencias, por ejemplo las agencias de las Naciones Unidas, empezando por los productos agrícolas y farmacéuticos. Por estos motivos, nuestro Grupo expresa una opinión muy negativa sobre el informe presentado a esta Cámara.
Seán Ó Neachtain , en nombre del Grupo UEN. – (EN) Señor Presidente, a pesar del fracaso de la Conferencia de Cancún celebrada en septiembre de 2003, el Programa de Doha sigue determinando las negociaciones comerciales multilaterales en el marco de la OMC. El acuerdo al que llegó en agosto de 2004 el Consejo General de la OMC ha logrado que se reanuden estas negociaciones, lo cual me complace.
Permítame decir desde el principio que yo también acojo favorablemente este informe y felicito al ponente por su labor. Me complace en particular que la propuesta presentada en nombre de la Comisión de Comercio Internacional sea una mejora considerable respecto al documento original, sobre todo en lo referente a la integración de los países en vías de desarrollo en el sistema comercial mundial, a la importancia que debe concederse a la liberalización de determinados servicios no esenciales y, como elemento destacado, a las soluciones propuestas para reducir los subsidios agrícolas.
Las enmiendas de transacción adoptadas en comisión han mejorado, en mi opinión, el texto. Este informe constituye un análisis equitativo que tiene debidamente en cuenta las expectativas e intereses europeos en el marco de lo que sin duda será una difícil ronda de negociaciones.
En el marco de las conversaciones de la OMC me preocupa la agricultura y, sobre todo, el futuro de las pequeñas explotaciones familiares de mi país, que constituyen, hay que decirlo, la espina dorsal de la sociedad irlandesa. No se puede cambiar el modelo agrícola europeo o el acuerdo de Luxemburgo sobre la reforma de la PAC. Por lo que respecta a los agricultores europeos, estos han aprobado una reforma que consideran inamovible y que estará vigente hasta 2013. Han aceptado una reforma que constituye un paso más para adaptar la PAC a las normas de la OMC. Han aceptado un acuerdo que implica un enorme trastorno en el sector. Nuestros agricultores necesitan políticas estables a fin de poder planificar el futuro de sus explotaciones y el sustento de sus familias. No es posible dar marcha atrás y desdecirse de esos compromisos. Tengo que decir, señor Comisario, que lo que usted acaba de declarar me parece alentador y creo que usted defenderá con todo rigor nuestros intereses.
Por último, creo que todos estamos de acuerdo en que la OMC es el foro más adecuado para proteger los derechos de todos los Estados, pobres y ricos, desarrollados o en vías de desarrollo. Asimismo creo que el multilateralismo es el camino a seguir y me complace que la Comisión haya mantenido esta postura. Espero con interés los resultados de la Conferencia de Hong Kong en diciembre de este año.
Daniel Caspary (PPE-DE). – (DE) Señor Presidente, Señorías, es absolutamente vital que avancemos en esta ronda de negociaciones, centrada en la reforma y la liberalización. Los cálculos del Banco Mundial, que el señor Van Hecke acaba de mencionar, indican que una conclusión con éxito de la Ronda de Doha podría aumentar la renta mundial hasta en 500 000 millones de euros al año. Por lo tanto, el éxito de Doha significa lucha contra la pobreza, significa ayuda al desarrollo a gran escala y efectiva, y, por tanto, una oportunidad de prosperidad y justicia social para todo el mundo. Es una oportunidad que debemos aprovechar, por el bien de los pueblos de Europa y de los pueblos de todo el mundo.
Quiero retomar la cuestión de la participación pública, que la señora Mann y la señora Lucas acaban de mencionar. Todavía tenemos un vívido recuerdo de las imágenes de la «batalla de Seattle». Cada vez más personas consideran que todo lo que se resume bajo el término «globalización» representa una amenaza más que una oportunidad; en Europa, generaciones enteras están completando su educación sin que se les haya enseñado lo que sustenta la economía de mercado social y el comercio mundial, dejándolas a merced de la desinformación y las campañas engañosas. Vemos como nuestros medios de comunicación informan casi exclusivamente sobre el traslado de la producción, en lugar de sobre la creación de nuevos puestos de trabajo o la creciente prosperidad, cosas ambas que le debemos al comercio mundial. Vemos que eso hace a las personas cada vez más inseguras y que grupos radicales como «Attac», entre otros, utilizan los fondos que reciben de la Comunidad para trabajar en contra de los intereses de esta última, desinformando y atemorizando a la gente.
Así pues, quiero pedir a la Comisión –a través de usted, Comisario Mandelson– que idee un sistema por el cual, en paralelo con las negociaciones, se pueda lanzar una campaña proactiva que consiga ganar a los ciudadanos para la causa de un comercio mundial y justo, que permita que los pueblos de Europa y de todo el mundo se convenzan de las ventajas del comercio mundial y nos acompañen en nuestro trayecto por este camino correcto y necesario.
(Aplausos)
Kader Arif (PSE). – (FR) Señor Presidente, señor Comisario, Señorías, desde su creación, la OMC ha sido fuertemente criticada. Hoy, aprovechando el décimo aniversario de esta Organización, podríamos hacer balance y hacernos la siguiente pregunta: ¿necesitamos la OMC?
En el contexto de la incesante expansión de la mundialización, debemos reconocer sin duda que necesitamos una organización multilateral. Pero a esta otra pregunta: «¿necesitamos esta organización con su modo actual de funcionamiento?», mi respuesta sería mucho más cautelosa. En efecto, en la actualidad, el mundo no siempre consigue repartir su riqueza de forma equilibrada. El comercio tiene un gran papel que desempeñar en el establecimiento de este equilibrio, pero hasta ahora sus normas han permanecido en gran medida sordas a las demandas y necesidades de gran parte del planeta. Ante esta constatación, me sucede a veces que espero ingenuamente que la Conferencia de Hong Kong, que se celebrará a finales de año, permita invertir este estado de cosas y, sobre todo, responder por fin a las esperanzas suscitadas por el lanzamiento del Programa de Doha para el Desarrollo.
El mes pasado, del 10 al 16 de abril, en todos los lugares del mundo, cientos de ONG y de asociaciones dejaron oír su voz por un comercio más justo. Comparto su opinión cuando nos dicen que un comercio basado únicamente en el principio simplista del laisser-faire despreocupado no comportará un mejor reparto de la riqueza, sino al contrario.
Reorientar el comercio internacional para darle una verdadera dimensión de justicia social y económica debe ser nuestra prioridad. Si de verdad queremos ayudar a los países pobres a sacar provecho de la mundialización, tenemos que repensar en su conjunto las normas del comercio mundial en un sentido más equitativo, asociando comercio y desarrollo sostenible en nuestra reflexión. En mi opinión, los miembros de la OMC deberían inscribir estos principios entre sus objetivos, pero sobre todo sacar consecuencias de las prácticas y las normas dictadas para poder adaptar después las políticas aplicadas en un sentido más justo y equitativo.
Espero asimismo una OMC transparente, una organización creíble y legítima, cuyas decisiones puedan ser aplicadas por sus miembros y la sociedad civil. Como diputado europeo elegido por los ciudadanos europeos, no puedo sino constatar, y sobre todo lamentar, la actual falta de información de que soy víctima para poder ejercer adecuadamente mi función de control democrático. Pero aún más deplorable es que nosotros, los diputados europeos, no tengamos voz en lo que se refiere al mandato de negociación de la Comisión. Sin embargo, lo mismo cabe decir de nuestro futuro.
Cuando me preocupo por las consecuencias y repercusiones de la directiva sobre los servicios para los servicios públicos europeos, me indigno ante las repercusiones de una liberalización de los servicios a escala mundial que pueda amenazar servicios, a menudo públicos, que cubren necesidades fundamentales de los ciudadanos en los países que más los necesitan. Si es comúnmente admitido que los servicios asociados a la salud, la educación, los sectores cultural y audiovisual son objeto de una excepción en la negociación, no hay que olvidar por ello los que tienen que ver con necesidades fundamentales, como el agua y la energía, pues no podemos exigir a los países en desarrollo una liberalización de estos servicios que conduzca a su desmantelamiento.
Quiero recordar que en el año 2000 nos comprometimos en Nueva York con ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio. Esos Objetivos de Desarrollo no pueden desconectarse del Programa de Doha para el Desarrollo ni de las negociaciones en curso. No podemos hacer un día promesas que nos apresuremos a olvidar al día siguiente. El caso de Filipinas es un ejemplo entre otros de los efectos nefastos de la liberalización de los servicios de distribución de agua. En efecto, a raíz de la liberalización de este servicio en 1997, el precio del agua no solo aumentó un 600 %, sino que la propia calidad del agua descendió tanto que hoy provoca enfermedades.
Temo mucho que no consigamos, de aquí a 2015, reducir a la mitad el porcentaje de población que no tiene acceso al agua de forma duradera. Y si no tenemos acceso al agua, no podemos vivir.
Friedrich-Wilhelm Graefe zu Baringdorf (Verts/ALE).–(DE) Señor Presidente, esta noche ya hemos oído hablar mucho de comercio justo y de comercio con espíritu solidario. El ponente quiere que nos beneficie a todos y el señor Caspary ha calculado para nuestro beneficio que 500 000 millones de euros harán que todos seamos ricos y felices. Incluso me da la impresión de que el Comisario Mandelson cree que el abandono de la producción agrícola por parte de nuestros propios países conllevaría una mayor prosperidad en los países del mundo en desarrollo.
No comparto su idealismo. El comercio no alimenta a los hambrientos ni enriquece a los pobres, y los que sacan dinero de él son principalmente los grupos de intereses que exigen el libre comercio por el deseo de beneficiarse del mismo a costa de los demás. Al señor Caspary, que habla de forma tan despreocupada sobre el «comercio libre y justo», le digo que el comercio libre y el comercio justo pueden ser mutuamente contradictorios y exclusivos. Debemos examinar más detenidamente si eso es así y eso es lo que me gustaría hacer.
El Comisario Mandelson ha hablado acerca de la necesidad de eliminar el acceso restringido al mercado, particularmente para los productos alimenticios. Quiero decirle que la Unión Europea es la mayor importadora de productos alimenticios del mundo, por lo que no se trata del acceso al mercado, sino de las condiciones en que los productos llegan a nuestro mercado. Si la Unión Europea permite a los países menos desarrollados el libre acceso a nuestro mercado, eso no les enriquecerá automáticamente; por el contrario, se deben considerar las condiciones aplicables al libre acceso al mercado en ese caso. Si consiguen vender sus productos a nuestros niveles de precios, entonces podrán desarrollar sus economías nacionales, pero si las multinacionales compran a estos países que se encuentran por debajo del umbral de la pobreza, será su ruina. Introducirán sus productos en nuestros mercados a unos precios que destruirán nuestra agricultura.
El señor Comisario ha hablado de la necesidad de un cambio proactivo hacia la prestación de servicios, pero no podemos cortarnos el pelo los unos a los otros; también tenemos que producir algo. En el sector agrícola, necesitamos servicios a través de la producción. El mantenimiento de paisajes culturales presta un gran servicio a la sociedad europea, un servicio por el que los agricultores deben ser pagados sujetos a los términos y las condiciones que obtienen aquí.
En el mercado mundial, profesores, banqueros e incluso Comisarios alcanzan un precio inferior que los productos agrícolas y esa es la razón por la que tenemos que hablar sobre términos y condiciones, es decir acerca de su ajuste y de conseguir que sean justos. No es una cuestión sencilla. Es fácil definir la palabra «libre» en términos cuantitativos, pero hacerlo en términos cualitativos es más difícil.
A pesar de que la supresión de las subvenciones a la exportación en uno de nuestros principales sectores de importación era lo adecuado, estaríamos locos si abandonásemos nuestra propia producción y dejásemos que el mundo viniese a nosotros. Necesitamos una forma especial de protección exterior, de modo que las condiciones a las que nuestra producción y nuestros propios agricultores están sujetos se repliquen fuera de la UE, y tenemos que establecer las condiciones, los precios y los niveles, de forma que esos países puedan desarrollar sus economías, en lugar de verse obligados a permanecer por debajo del umbral de la pobreza, sin que nuestros propios agricultores resulten perjudicados.
Comisario Mandelson, espero que pronto podamos discutir estas cuestiones con usted con mayor detenimiento y profundidad en la Comisión de Agricultura.
Helmuth Markov (GUE/NGL). – (DE) Señor Presidente, señor Comisario, la Comisión demostró ser incapaz de cumplir la misión que se le encomendó en 1999, no solo en las negociaciones en Seattle, sino también en las de Cancún. Creo que sucedió lo correcto; debería haber provocado que se encomendase a la Comisión una misión distinta, que no se concentrase en una mayor desregulación y la apertura de mercados, sino en la organización de un verdadero comercio justo entre los distintos países del mundo, que están desarrollados en diferentes grados.
Comercio justo significa la introducción de un sistema en el que todos los implicados puedan ver que tienen una oportunidad real de desarrollo y que son capaces de aprovechar esta oportunidad. Para algunos países, eso podría significar la proteción de sus mercados hasta el momento en el que la economía regional haya adquirido la fuerza necesaria para soportar la competencia extranjera. En otras regiones, esto podría significar la apertura de un mercado, para ofrecer oportunidades de exportación a otros proveedores. En lugar de ejercer todavía más presión para conseguir la apertura de los mercados, esto significaría reducir la presión, que se ha convertido en una característica permanente. Acuerdos como el GATS y el NAMA pueden robar a los países en desarrollo la oportunidad de crear su propio sector industrial y de servicios, y, al mismo tiempo, desarrollar elevados estándares medioambientales y sociales.
Sin embargo, es el actual debate sobre importaciones textiles el que nos muestra la otra cara de la moneda, lo que la apertura de mercados significa para los países industrializados. Cuando hablamos de la agenda de desarrollo de Doha, el propio término indica que el desarrollo ha de estar en la agenda, y no debe limitarse a la apertura de mercados. Cuestiones como la atención sanitaria preventiva, la educación, la protección social y los métodos de producción ecológica son una parte inseparable del mismo.
Eso es más importante para nosotros que las cuestiones de Singapur, aunque parece que su número se ha reducido de cuatro a dos. Lo que nos importa es que deberían crearse sistemas comerciales para posibilitar que los precios del café, del cacao, del textil, de los plátanos, del algodón, del azúcar y muchísimos otros productos se mantengan estables. Creo que el planteamiento correcto no es más competencia, sino más cooperación.
Es necesario eliminar las ayudas a la exportación para las empresas agrícolas a gran escala. No debe hacerse ningún intento de desregular servicios públicos, en particular el suministro de agua. Junto con la OMC, las instituciones pertinentes de las Naciones Unidas –la UNCTAD o la OIT, por ejemplo– deben adquirir un mayor peso por lo que respecta a las cuestiones de desarrollo. La Unión Europea debe comenzar a dar una respuesta diferente a la que ha dado hasta ahora a las peticiones de los países en desarrollo para la aplicación del «Modo 4»
Exigir a los países en desarrollo que deberían abrir sus mercados a las mercancías, servicios y capitales, al mismo tiempo que la Unión Europea rechaza el acceso de trabajadores poco cualificados a sus mercados laborales, en los que se supone que hay libertad de circulación, no tiene nada que ver con la igualdad de derechos. Si uno quiere comercio mundial, primero tiene que garantizar un desarrollo equilibrado, porque si no lo que promoverá con el comercio no será el progreso, sino el aumento de disparidades entre pobres y ricos.
Lo que realmente quiero decir al señor Caspary es que los que consideran a «Attac» un grupo radical no han captado la idea de que la democracia vive gracias a la presencia de diferentes opiniones.
Paul Rübig (PPE-DE). – (DE) Señor Presidente, Señorías, deberíamos estar también preguntándonos de qué manera la Ronda de Doha y Hong Kong pueden ayudarnos a conseguir los objetivos de Lisboa. Nuestra principal preocupación tiene que ver con el crecimiento y el empleo, y sabemos que los sindicatos, las asociaciones de pensionistas y los niños necesitan más dinero en sus bolsillos. El crecimiento es esencial para nuestra sociedad y prefiero no pensar en la clase de debate que tendríamos en esta Cámara si dijésemos que queremos conseguir lo opuesto a Lisboa. Dado que estamos de acuerdo con respecto a la importancia de los objetivos de Lisboa, es también muy importante que la ronda de la OMC esté bien preparada. A pesar de que existe la necesidad de una mejor organización dentro de la OMC, también debemos asegurarnos de llegar a Hong Kong con un sólido compromiso mínimo en los bolsillos, cosa que no hicimos la última vez, en Cancún. Si nuestros expertos de Ginebra no consiguen elaborar un compromiso mínimo, nos arriesgaremos de nuevo a no conseguir resultados creíbles.
Lo fundamental para la agenda de desarrollo es que la prosperidad exige esfuerzo; solo se puede repartir una vez. Si uno quiere gozar de ella a largo plazo, tiene que esforzarse por conseguirla por sí mismo. Aquí es donde las pequeñas y medianas empresas necesitan acceso a los mercados. Se necesitan préstamos para el establecimiento de empresas, formación e infraestructura. Tenemos que pensar cómo podemos conseguir, en esta ronda, que la prosperidad de estos países aumente: no redistribuyendo la riqueza, sino ayudando a los pueblos a ayudarse a sí mismos mediante las estructuras tradicionales de empresas familiares, a las que estos países están acostumbrados. Tenemos que permitir que los países más pobres del mundo tengan acceso no solo a los mercados locales y regionales, sino también a los mercados globales, y para eso necesitamos la dimensión parlamentaria. Lo que necesitamos, señor Comisario, no es más poder, sino simplemente que se presenten las mejores ideas. En esta Cámara queremos ayudarle a conseguir esto y mantener un diálogo con usted, para que podamos conseguir juntos lo mejor para Europa.
Katerina Batzeli (PSE). – (EL) Señor Presidente, señor Comisario, todos acogemos con satisfacción el resultado positivo del acuerdo de agosto de 2004, que fue, en gran medida, resultado de iniciativas comunitarias. Esperamos que el resultado final perpetúe este esfuerzo y esta iniciativa comunitaria.
La agricultura terminó siendo el capítulo más importante de las negociaciones, a pesar del hecho de que habíamos insistido desde el principio en una atención equilibrada sobre todos los aspectos de la Ronda, con resultados justos para todos los sectores e interlocutores.
Sin embargo, el acuerdo final no debería cuestionar ningún aspecto de la reciente reforma de la Política Agrícola Común y debería salvaguardar compromisos equivalentes para todos los socios comerciales.
La cuestión del acceso al mercado de productos agrícolas y, lo que es más importante, los aspectos técnicos del método para el cálculo de equivalentes ad valorem resultó ser el punto fundamental de las negociaciones. Los compromisos técnicos deberían ser tales que la sostenibilidad de los productos comunitarios estuviese salvaguardada.
La protección de los indicadores agrícolas y la incorporación de aspectos no comerciales no solo debería ser un objetivo, sino también constituir una condición indispensable para el acuerdo final. Estos elementos también determinan el papel multidimensional de la agricultura europea.
El algodón se planteo como cuestión importante para fomentar las negociaciones con países menos desarrollados. Esperamos que los nuevos compromisos con respecto a este producto también incluyan a otros socios comerciales. El informe de Javier Moreno Sánchez consiguió salvaguardar el equilibrio en la cuestión de sus propuestas para las negociaciones de la OMC.
Señor Comisario, me gustaría sugerir que siga el «principio poético» del ponente. Mantiene que el acuerdo provisional constituye un paso por un camino que todavía no está construido: es el acto de caminar el que lo va creando. Sin embargo, los objetivos ya están ahí y el potencial de exenciones no puede ser ilimitado.
Antolín Sánchez Presedo (PSE).–(ES) Señor Presidente, Señorías, señor Comisario, felicito a Moreno Sánchez por su excelente informe, que demuestra visión y capacidad para identificar objetivos comunes, en un dossier tan amplio y complejo como las negociaciones de Doha.
En esta Ronda, denominada "del desarrollo" desde sus inicios, en 2001, se trata de fortalecer los principios básicos del marco comercial multilateral, dando una respuesta apropiada a los problemas de los países en desarrollo.
El éxito de las negociaciones debe permitirles convertir el comercio en parte integrante de sus políticas nacionales de desarrollo y, para ello, debemos tener la flexibilidad suficiente para abordar la precaria situación de los países menos avanzados, reconocer el nuevo papel de los países emergentes y afrontar el especial impacto de los procesos de liberalización en los países vulnerables.
El ponente, consciente de esta problemática, contempla acertadamente la necesidad de proporcionar asistencia técnica específica y de creación de capacidad a los países en desarrollo; la posibilidad de introducir un compartimento de desarrollo, para los países menos avanzados, en las negociaciones sobre agricultura; el impulso del comercio Sur-Sur y la necesidad de que los países emergentes continúen abriendo sus mercados a los países menos avanzados; y reconoce como columna vertebral el principio de trato especial y diferenciado, que implica la no reciprocidad en las rondas comerciales y debe permitir adaptarse al perfil de cada país en desarrollo.
Su aplicación debe posibilitar que el Fondo Monetario Internacional, entre otras organizaciones, desarrolle el mecanismo de integración comercial destinado a compensar las pérdidas que les pueda ocasionar la liberalización comercial.
Como ponente del informe sobre el Sistema de Preferencias Generalizadas, valoro muy positivamente el apoyo del ponente a mi propuesta de que se preste atención a la erosión de las preferencias arancelarias que pueda ocasionar la Ronda, reproduciendo la petición a la Comisión de que elabore un informe especial en el que examine su impacto y contemple las medidas que deben adoptarse.
El informe de Moreno Sánchez es una magnífica aportación para disipar reticencias y avanzar en una Ronda que satisfaga las aspiraciones de progreso de todos sus miembros.
Saïd El Khadraoui (PSE).–(NL) Señor Presidente, señor Comisario, Señorías, en primer lugar me gustaría dar las gracias al ponente por su buen trabajo y su excelente informe, y me gustaría subrayar tres cuestiones que considero importantes.
En primer lugar, la transparencia, que otros diputados ya han mencionado. Está claro que el tema de las negociaciones, y presuponiendo que las negociaciones lleguen a buen fin, las decisiones reales tomadas tendrán un considerable efecto sobre un gran número de personas. Por eso es esencial que un Parlamento elegido democráticamente como el nuestro se mantenga constantemente informado en detalle acerca de las negociaciones e implicado en las mismas. La Constitución nos ofrecerá una mayor competencia en este sentido, pero le rogaría, señor Comisario, que en los próximos meses y años haga más de lo que está estrictamente obligado a hacer por implicar a esta Cámara y, por extensión, a la sociedad civil en esta cuestión.
En segundo lugar, el comercio mundial también debe ser justo. Debería beneficiar a todos, pero especialmente a los países en desarrollo. Uno de los principales objetivos debe ser erradicar la pobreza, con una política comercial nueva y ajustada. Para ese fin, debemos asegurarnos en primer lugar de que esos países reciban el apoyo técnico necesario durante las negociaciones, con el fin de continuar desarrollando su competencia en la negociación, y también para trabajar en el aumento de capacidad. Asimismo, el resultado de las negociaciones debe ser lo que yo denominaría «respetuoso con los países en desarrollo». Eso exigirá cierto coraje político y también concesiones por nuestra parte. Permítanme tomar como ejemplo la eliminación gradual de nuestras ayudas a la exportación, para la que debería establecerse, en mi opinión, un marco temporal claro.
Mi tercer y último comentario se refiere a la liberalización del comercio de servicios, que es importante y crea grandes oportunidades, pero debemos definir claramente el área. Después de todo, hay servicios que idealmente no deberían ser gestionados por el libre mercado, concretamente los servicios de interés general. Estos deberían permanecer fuera de las negociaciones y, en mi opinión, no abarcan solamente la educación y asistencia sanitaria, sino también, por ejemplo, el agua, la fuente de toda vida, como alguien ha dicho anteriormente. Lamentablemente ahora hay ejemplos, en algunos países en desarrollo, de privatización del abastecimiento de agua, que ha tenido efectos muy perniciosos. Por lo tanto, espero, señor Comisario, que comparta esta opinión.
Peter Mandelson , miembro de la Comisión. (EN) Señor Presidente, antes que nada quiero suscribir lo expresado por el último orador. Sé de qué está hablando cuando se refiere al agua y otros servicios públicos de interés general. Nada de lo que se haga en esta ronda y, sin duda, ninguna de las políticas que lleva a cabo la Comisión, quebrantará o pondrá en peligro esos intereses y necesidades fundamentales de la vida. Sus Señorías pueden estar seguras de ello.
Si me lo permiten, me gustaría abordar algo que ha dicho el Señor Rübig cuando hablaba de que es necesario que la ronda termine en un compromiso mínimo sólido, pues tiene razón. Parece como si esperase una ronda que termine sin ambiciones. Pero eso no es lo que quería decir. Alcanzar un compromiso mínimo sólido es lo más difícil de conseguir. Desde aquí, desde este debate, ese final parece muy lejano. Pero se acerca. Y lo digo por dos motivos. En primer lugar, la autoridad negociadora y el mandato de los Estados Unidos no mantendrán indefinidamente en vida esta ronda. Eso no debemos olvidarlo. En segundo lugar, existe lo que se llama fatiga negociadora. Empiezo a observar algunos indicios de fatiga, cierta impaciencia, un deseo de llegar al final para seguir adelante. Y creo que la impaciencia es sana. Espero que lo sea y espero que la fatiga que comenzamos a observar en las negociaciones alentarán a los participantes a mostrar un poco más sus intenciones, para llevar a cabo la partida final en esta ronda, para ver de qué forma, cuando todas las piezas encajen, podemos hacer que la ronda termine realmente en ventajas para todos, pero sobre todo y en especial, para aquellos miembros de la OMC que más necesitan que esta ronda termine en un éxito ambicioso.
En relación con las algunas de las intervenciones, como por ejemplo, las de la señora Lucas y la del señor Graefe zu Baringdorf, respeto profundamente los motivos de sus observaciones, pero estoy profundamente en desacuerdo con sus Señorías cuando rechazan las premisas y principios fundamentales del sistema de comercio internacional. Espero que me perdonen si les recuerdo las enormes ventajas que los países más ricos y acomodados han obtenido de ese sistema de comercio internacional. Y ahora que nos ha ido tan bien, ahora que los países desarrollados se encuentran en una posición tan ventajosa y ahora que gozamos de bonanza en Europa tras décadas de libre comercio, me parece que lo que pretende el planeamiento de sus Señorías es quitar la escalera para que no suba el resto del mundo. Y estoy en contra de ello. Me parece que es más bien un planteamiento derrotista. Desde luego, el comercio no es una especie de varita mágica. Desde luego, no es la respuesta a las necesidades y exigencias en materia de desarrollo de todos los países pobres y vulnerables. Pero también tenemos que reconocer que ningún país ha alcanzado la prosperidad o mejorado aislándose del resto del mundo. Y eso es lo que proponen sus Señorías.
Estoy de acuerdo en que el acceso a los mercados no basta por sí mismo. Es necesario ayudar a los países pobres a producir bienes con un valor añadido cada vez mayor, permitirles comerciar ventajosamente en la economía mundial. La simple apertura de nuestros mercados no es un fin en sí mismo. Lo crucial es permitir que la gente produzca y suministre a estos mercados, y a eso se referían las observaciones de la señora Martens al comienzo de este debate. Estoy totalmente de acuerdo con ella cuando señala que la erosión de las preferencias constituye un problema para muchos países en desarrollo que dependen de un único producto básico. Para nosotros los europeos es un gran reto prestar una ayuda y una asistencia eficaces a los países que dependen en gran medida de un único producto.
Cuando hablamos de la reforma del sector del azúcar, mencionada antes en este debate, sabemos que tenemos la responsabilidad no solo de gestionar y llevar a cabo esa reforma en interés de las personas a que representamos o de las personas que representan ustedes en este Parlamento y cuyos intereses yo también tengo en cuenta, sino que tenemos que asegurar asimismo la ayuda para el ajuste y la reestructuración que prestamos a los países más pobres y menos desarrollados, para los cuales el azúcar es absolutamente crucial, no solo para su economía, sino para su tejido social. Esos productos son vitales para los países, y conocemos las obligaciones y responsabilidades que tenemos ante ellos.
No cabe duda de que la agricultura es el tema más complejo y difícil de las negociaciones de esta ronda. Estoy de acuerdo con el señor Daul en que en esta ronda no podemos poder todo el peso en la agricultura. Creo que en mis observaciones introductorias lo he dejado claro y acepto su opinión de que la agricultura no debe pagar la factura de todos los demás sectores. Quiero asegurarme de que tengamos en cuenta el largo plazo en esta ronda, incluso después de que yo haya dejado de ser Comisario. No espero que esto suceda pronto, pero algún día otros tomarán el relevo y su Señoría tiene toda la razón. Las medidas que adoptemos ahora y las negociaciones que celebremos en esta ronda deben garantizar un futuro sostenible para la agricultura europea. No debemos arriesgar ese futuro, no podemos ponerlo en peligro y nada de lo que haga yo o la Comisión en esta ronda provocará ese riesgo. Esto implica igualmente que es necesario gestionar los ajustes y emprender las reformas y los cambios; por supuesto, es nuestro deber. Estoy seguro de una cosa: no podemos abandonar la agricultura sin más al libre mercado. No podemos hacerlo por razones de seguridad alimentaria, pero tampoco por la importancia y el peso que concedemos al mantenimiento de las comunidades rurales, que son una característica y un componente indispensable de nuestra manera de vivir, de nuestra civilización europea.
Cuando hablamos de la agricultura y de los intereses de las personas que viven en comunidades rurales, de sus intereses en esta ronda, para mí esto pone de manifiesto la importancia que tiene explicar y justificar –creo que su Señoría ha utilizado el término «publicitar» constantemente lo que estamos haciendo en esta ronda. Lo que debemos hacer es publicitar en sentido literal. Tenemos que publicitar las enormes ventajas potenciales y tener en cuenta que están a nuestro alcance si esta ronda termina con un éxito ambicioso. Debemos publicitar las razones de nuestras negociaciones, que son complejas y difíciles de comprender para el ciudadano común, y Dios sabe que en ocasiones también son difíciles de comprender para mí, que soy el Comisario responsable del comercio. No hay que dar por supuesto que lo que hagamos en esta ronda podrá debatirse y decidirse a puerta cerrada, y luego comunicarse a un público agradecido al término de las negociaciones, como si ese fuese el principio y el final de la intervención de la sociedad civil.
Y lo digo no solo porque soy muy consciente de las susceptibilidades, temores y ansiedades que provocan estas negociaciones –el comercio es sin duda un tema sumamente político–, sino porque también destaca la importancia de los parlamentarios: las diputadas y diputados a este Parlamento, pero no solo a este Parlamento, sino igualmente a todos los Parlamentos nacionales. Por dos razones, en primer lugar, porque a través de su labor y su examen, los Parlamentos ejercen presión sobre las personas como yo para que expliquen y justifiquen los que estamos haciendo. Creo que esto es sumamente importante. Y en segundo lugar, porque lo que sus Señorías hacen es representar a la sociedad civil de un modo representativo y auténtico, de un modo al que no son siempre fieles las organizaciones no gubernamentales. Cuando sus Señorías ofrecen esa fiscalización y ofrecen esa representatividad, lo que hacen es conferir legitimidad a este proceso. Una legitimidad que no tendría si este proceso se desarrollara en secreto y sin transparencia en sus trabajos, sin responsabilidad por lo que hacemos y decimos durante estas negociaciones. Por ello coincido con aquellos diputados que han hecho hincapié en el papel que deben desempeñar el Parlamento y los parlamentarios. Es cierto que si tuviéramos una Constitución se formalizaría el papel y el acceso de los diputados a esta Cámara a este proceso. Sin embargo, a falta de una Constitución por el momento, todavía mantenemos una muy buena relación y podemos lograr cosas en lo que realizamos de modo informal que, con el tiempo, espero y preveo que puedan consolidarse igualmente de modo formal.
En lo referente a temas como los servicios –el agua y otros servicios públicos–, que provocan una gran ansiedad entre el público en general, ya que el público, es decir, los ciudadanos, deben poder ver que en este foro democrático, en este Parlamento, se airean y se representan correctamente sus ansiedades y preocupaciones. Por ello agradezco a aquellas de sus Señorías que han planteado esta noche el tema de los servicios de una forma tan constructiva. Espero que esto venga a satisfacer a aquellos que han hecho hincapié, con toda razón, en el papel que debe desempeñar la sociedad civil en todo esto. Y también se refiere, y lo acepto plenamente, al papel y la actuación de la propia OMC en el futuro, como ha señalado el señor Papastamkos en su intervención.
A quienes atacan a la OMC con mayor virulencia les diré lo siguiente: no conozco una institución internacional, una mejor forma de gobierno mundial hoy en nuestro planeta que se equipare a la democracia de la OMC, ya que cada Miembro de la OMC, grande o pequeño, poderoso o débil, tiene el mismo número de votos, un solo voto. Y adopta decisiones y dicta resoluciones en contra de los más poderosos de este mundo. Es la única institución internacional, el único órgano de gobernanza mundial que conozco que puede impugnar y cuestionar la soberanía o a los Estados Unidos y salirse con la suya. Es la única organización que conozco que puede hacer cumplir sus decisiones, arbitrar entre países, por poderosos que sean dentro de la comunidad internacional. Me parece que esto es algo que debemos celebrar y aplaudir y, en mi opinión, algo sobre lo que podemos construir en lugar de condenar.
Lamento no haber respondido a todas las preguntas que se me han formulado. No obstante, quiero recalcar lo siguiente en mi conclusión: realmente es necesario que el desarrollo ocupe un lugar destacado en esta negociación, pues es muy importante para la Declaración de Doha y los valores en que esta se basa. Estoy totalmente de acuerdo con aquellos que, como han hecho algunos esta noche, consideran que la capacidad para comerciar resulta crucial. Pues implica superar obstáculos en los puertos y facilitar el comercio. Por eso esta parte de nuestras negociaciones son, en mi opinión, tan importantes. Se trata de poder llevar mercancías al mercado y de cumplir sus normas, y por eso es tan importante la ayuda al comercio. Sí, nuestras normas sanitarias, esas normas que protegen la salud y la seguridad de los ciudadanos y consumidores europeos, son muy importantes y debemos defenderlas, pues nuestros ciudadanos –las personas que ustedes representan– esperan que lo hagamos. Pero al mismo tiempo tenemos que comprender que muchos países en vías de desarrollo consideran que esas normas parecen obstáculos. Para el mundo exterior, estas estrictas normas sanitarias y de protección de los consumidores aparecen como una forma de proteccionismo. No lo son, pero nos imponen una gran obligación, a saber, no solo mantener la integridad de nuestras normas, sino ayudar y prestar asistencia a los países más pobres para permitirles cumplir esas normas, cumplir esos requisitos, en lugar de darles la espalda y, al hacerlo, despreciar sus productos y lo que ofrecen a nuestros mercados.
Permítanme terminar sobre esta cuestión. Estoy de acuerdo en que la Política Agrícola Común resulta algo problemática, que es una gran necesidad, una fuente de vida y de sustento, y es muy importante para el mantenimiento de nuestras comunidades rurales de muchas maneras. Pero, ¿cuáles son los problemas que plantea la Política Agrícola Común? La PAC no es la responsable de la pobreza mundial de nuestra época. Europa ofrece el mayor número de mercados abiertos del mundo. La tendencia que manifiestan algunos de convertir la Política Agrícola Común en una especie de encarnación del demonio para los países en desarrollo es errónea y está fuera de lugar. Sin duda es necesario reformarla, y solo quiero señalar al señor Ó Neachtain, en relación con las explotaciones familiares, que yo también quiero proteger a los pequeños agricultores, pero no olvidemos, en el marco de nuestro debate sobre el futuro de la Política Agrícola Común –y creo que tengo razón en esto– que un 75 % de los pagos de la PAC van a parar a agricultores con rentas superiores a la media. De modo que cuando hablamos de proteger a los pequeños agricultores y de proteger las rentas y el sustento de las personas menos favorecidas a que ustedes representan en el Parlamento, debemos recordar que también ellos necesitan la reforma de la Política Agrícola Común. Sí, debemos conservar el modelo agrícola europeo, pero no conservar la PAC en galantina para siempre. Esta debe y puede funcionar mejor de lo que hace para las personas que más la necesitan.
En conclusión, si podemos llegar a un amplio acuerdo en Doha, en Hong Kong y después, será un gran logro para el mundo, pues nos permitirá poner fin a una ronda que se ha prolongado durante el mandato, no ya de una ni de dos, sino de tres Comisiones. Se trata de una enorme recompensa, de una gran recompensa que está a nuestro alcance. Por ello considero que, por agotadora y enojosa que resulte esta ronda, no debemos darnos por vencidos y no lo haremos. Podemos lograr mucho para los más necesitados y para los que más se lo merecen en nuestro mundo, así como para muchos millones de nuestros conciudadanos. Hay mucho un juego, mucho por lo que apostar, y vamos a proceder sobre esta base hasta el éxito final.
(Aplausos)
Friedrich-Wilhelm Graefe zu Baringdorf (Verts/ALE). – (DE) Señor Presidente, me gustaría hacer una breve declaración. El Comisario Mandelson me malinterpreta al suponer que no quiero hacer frente a la pobreza que existe en el mundo. El caso es que mi Grupo y yo estamos planteándonos cómo podemos conseguir que las personas que viven en la pobreza participen de nuestra prosperidad. También tenemos algunas ideas claras sobre cómo actuar al respecto. Espero que el Comisario Mandelson se una a nosotros para celebrar un debate más profundo y así poder interpretar mejor nuestros pensamientos.