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Acta literal de los debates
Jueves 23 de junio de 2005 - Bruselas Edición DO

4. Programa de actividad de la Presidencia británica
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  El Presidente. De conformidad con el orden del día vamos a proceder a la declaración del Consejo sobre el programa de actividad de la Presidencia británica, para lo cual voy a dar la palabra a su Primer Ministro, señor Tony Blair, a quien doy la bienvenida. Quiero recordarles que antes de hoy la Conferencia de Presidentes de los Grupos políticos de este Parlamento ya ha tenido ocasión de reunirse con la Presidencia británica en Londres; allí tuvimos ocasión de intercambiar con el señor Primer Ministro una serie de puntos de vista sobre la forma en la que el Reino Unido va a desarrollar su Presidencia rotatoria de la Unión. Pero ahora corresponde informar de la misma al Pleno del Parlamento.

 
  
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  Tony Blair, Primer Ministro del Reino Unido. (EN) Señor Presidente, Señorías, distinguidos visitantes, es para mí un honor estar presente hoy en el Parlamento Europeo. Con su permiso, compareceré de nuevo ante esta Cámara después de cada uno de los Consejos Europeos que se van a celebrar durante la Presidencia británica para informarles de lo que allí suceda. Asimismo, estoy dispuesto a consultar al Parlamento antes de cada Consejo para conocer los puntos de vista del Parlamento Europeo con antelación sobre las deliberaciones del Consejo.

Esta intervención se produce en un momento oportuno. A pesar de las discrepancias que existen hoy en día en torno a Europa, hay un punto en el que todos estamos de acuerdo: Europa se encuentra inmersa en un debate profundo sobre su futuro. Hoy quisiera hablarles con franqueza de este debate, de las razones que lo justifican y del modo de resolverlo. Toda crisis constituye a su vez una oportunidad. Europa tiene ahora ante sí una oportunidad, si tiene el valor suficiente para aprovecharla.

El debate sobre Europa no debe basarse en un intercambio de insultos o de ataques personales. Tendría que ser un intercambio de ideas abierto y sincero. En primer lugar, quisiera describir claramente cuál es mi definición del debate y del desacuerdo subyacente. No se trata de elegir entre una Europa de «libre mercado» o una Europa social, ni entre quienes desean volver a un mercado común y los que creen en Europa como proyecto político. Esto no solo es una representación distorsionada, sino que además pretende intimidar a los que quieren transformar Europa al presentar ese anhelo de cambio como una traición del ideal europeo, y a bloquear cualquier intento de debate serio sobre el futuro de Europa aduciendo que el mismo hecho de insistir en el debate supone abrazar el antieuropeísmo. Es una concepción contra la que he luchado durante toda mi vida política. Los ideales sobreviven con el cambio, pero perecen por la inercia ante los retos.

(Aplausos)

Soy un europeísta apasionado. Siempre lo he sido.

(Reacciones diversas)

Me preguntaba si este iba a ser un debate animado y me complace ver que así es.

(Risas)

Se llama democracia y que así sea por mucho tiempo.

(Aplausos)

La primera vez que voté fue en el referendo británico de 1975 sobre la adhesión de mi país y voté a favor. Poco antes de las elecciones de 1983, cuando fui el último candidato en ser seleccionado en el Reino Unido y cuando mi partido seguía una política de retirada de Europa, manifesté ante la conferencia de selección de candidatos mi desacuerdo con esa política. Hubo quien pensó que no sería seleccionado. Y algunos, tal vez, deseen que no lo hubiera sido.

(Risas)

Pero entonces ayudé a cambiar esa política en la década de 1980 y me siento orgulloso de ese cambio. Desde que soy Primer Ministro he firmado la Carta Social Europea; he ayudado, junto con Francia, a crear la moderna política europea de defensa y he participado en la elaboración de los Tratados de Ámsterdam, Niza y Roma.

Es esta una Unión de valores, de solidaridad entre naciones y ciudadanos...

(Aplausos)

… no solo un mercado común en el que comerciamos, sino también un espacio político común en el cual vivimos como ciudadanos. Y siempre lo será. Creo en Europa como proyecto político. Creo en una Europa con una dimensión social fuerte y que atienda a sus ciudadanos. Nunca aceptaría una Europa que fuera simplemente un mercado económico.

(Aplausos)

Afirmar que esa es la cuestión equivale a sustraerse al verdadero debate y rezagarse en la comodidad de lo que siempre nos hemos dicho unos a otros en tiempos de tribulación. No un desajuste entre la Europa necesaria para el éxito económico y la Europa social. La Europa política y la Europa económica no viven en esferas separadas. El propósito de la Europa social y de la Europa económica debería ser el apoyo mutuo. La finalidad de la Europa política debería ser contribuir a que instituciones democráticas y eficaces desarrollaran políticas en esos dos ámbitos y en todos aquellos en los que deseemos y necesitemos cooperar en beneficio mutuo. Pero el propósito del liderazgo político es ajustar las políticas al mundo de hoy.

Esto es lo que han venido haciendo los líderes europeos durante 50 años. Hablamos de crisis. Hablemos, primero, de logros. Al terminar la guerra, Europa estaba devastada. Hoy en día, la Unión Europea simboliza los logros políticos: casi 50 años de paz, 50 años de prosperidad, 50 años de progreso. Reflexionen sobre ello y estemos agradecidos y orgullosos de lo que ha ocurrido en Europa en los últimos 50 años.

(Aplausos)

La grueso de la historia está de parte de la Unión Europea. Países de todo el mundo se aproximan porque en la cooperación colectiva incrementan su fortaleza individual. Hasta la segunda mitad del siglo XX, varias naciones europeas, a título individual, habían dominado el mundo durante siglos, colonizando gran parte del mismo y disputándose con las armas la supremacía mundial. De la masacre que fue la Segunda Guerra Mundial surgió, entre los líderes políticos, la voluntad de confinar esos días al pasado. El mundo actual no merma esa visión, sino que demuestra su clarividencia.

Aunque los Estados Unidos son la única superpotencia mundial, China y la India constituirán, en pocas décadas, las dos principales economías del mundo, cada una de ellas con el triple de población que el conjunto de la Unión Europea. La idea de Europa, unida y en cooperación, es esencial hoy en día para que nuestras naciones sean suficientemente fuertes para conservar nuestro lugar en el mundo.

No obstante, en estos momentos, casi 50 años después, es necesario que nos renovemos. Esto no nos debería avergonzar. Todas las instituciones deben hacerlo y nosotros también podemos hacerlo, aunque únicamente si conseguimos reconciliar los ideales europeos en los que creemos con el mundo moderno en el que vivimos. Si no lo hacemos, si Europa sucumbiera al euroescepticismo o si las naciones europeas que se enfrentan a este gran reto decidieran acurrucarse con la esperanza de poder esquivar la mundialización renunciando a hacer frente a los cambios que se producen alrededor y refugiándose en las actuales políticas de Europa como si, al repetirlas una y otra vez, pudiéramos conseguir que las mismas fueran más adecuadas, corremos el riego de fracasar. Sería un fracaso estratégico de enormes proporciones. No es momento de acusar de traicionar a Europa a aquellos que desean que Europa cambie. Es hora de admitir que únicamente el cambio hará posible que Europa recupere su fortaleza, su relevancia, su idealismo y, por tanto, el respaldo de sus ciudadanos.

(Aplausos)

Como siempre sucede, los ciudadanos van por delante de los políticos. Siempre pensamos, como clase política, que puede que los ciudadanos, ajenos a la obsesión diaria de la política, no la comprendan y no aprecien sus sutilezas y complejidades. Sin embargo, la ciudadanía siempre acaba por ver la política de forma más diáfana que nosotros, precisamente por que no está obsesionada con ella a diario.

La cuestión que se ha suscitado, por tanto, no versa sobre la idea de la Unión Europea, sino sobre su modernización y la política. No se trata de un debate político acerca de cómo abandonar Europa, sino de cómo conseguir que sirva para aquello para lo que fue creada, esto es, mejorar la vida de sus ciudadanos. Y en estos momentos, esos ciudadanos no están convencidos.

Piensen en lo siguiente. Durante cuatro años, Europa mantuvo un debate sobre su nueva Constitución, dos de los cuales en la Convención. Se trata de un texto pormenorizado y esmerado que establece nuevas normas que regirán una Europa de 25 países y, con el tiempo, de 27, de 28 y de más Estados miembros. La Constitución fue refrendada por todos los Gobiernos y con el respaldo de todos los dirigentes políticos. Con posterioridad, dos de los Estados miembros fundadores votaron claramente en contra de la misma en sendos referendos, en el caso de los Países Bajos con más del 60 % de los votos. Lo cierto es que, en estos momentos, en la mayoría de los Estados miembros resultaría difícil conseguir que ganara el «sí» en un referendo.

Hay dos explicaciones posibles. Una es que los ciudadanos han estudiado la Constitución y están en desacuerdo con su contenido. Dudo, sin embargo, de que esa fuera la razón del «no» mayoritario. No ha sido una cuestión de desacuerdo concreto con la redacción o el contenido concreto del texto. La otra explicación sería que la Constitución se convirtió en un mero vehículo de expresión del descontento, más amplio y profundo, de la ciudadanía con la situación reinante en Europa. En mi opinión, esta es la interpretación acertada. De ser así, no se trataría de una crisis de las instituciones políticas. Sería una crisis de liderazgo político.

(Aplausos)

Los ciudadanos de Europa nos plantean preguntas difíciles. Les inquietan la mundialización, la seguridad del empleo, las pensiones y el nivel de vida. No solo ven cómo se transforma su economía, sino también su entorno social. Las comunidades tradicionales se desintegran, los modelos étnicos se alteran, la vida familiar sufre las tensiones derivadas de los esfuerzos de las familias por alcanzar un equilibrio entre el trabajo y la vida familiar. Vivimos en un tiempo de profundos cambios y agitación. Solo tienen que fijarse en nuestros hijos y en la tecnología que utilizan y el mercado de trabajo que tienen ante sí. El mundo no guarda parecido con el que conocimos cuando éramos estudiantes hace veinte o treinta años. Cuando acontecen esos cambios, los moderados deben asumir el liderazgo. De lo contrario, los extremos ganan terreno en el proceso político. Sucede en el interior de una nación y está ocurriendo actualmente en Europa.

Reflexionen. La Declaración de Laeken, que supuso el arranque de la Constitución, se concibió con el objetivo, y cito, de «aproximar las instituciones europeas al ciudadano». ¿Lo ha conseguido? En 2000 se puso en marcha la Agenda de Lisboa con la ambición de convertir a Europa «en el lugar más competitivo del mundo para hacer negocios en 2010». Ya ha transcurrido la mitad del plazo. ¿Lo hemos logrado? He estado presente en numerosas conclusiones del Consejo en las que se describía el modo en el que estábamos volviendo a poner a Europa en contacto con sus ciudadanos. ¿Pero ha sido así?

Ha llegado el momento de enfrentarnos a la realidad, de despertarnos. Los ciudadanos hacen sonar las trompetas en torno a las murallas de la ciudad. ¿Estamos escuchando? ¿Tenemos voluntad política para salir a su encuentro, de modo que puedan considerar nuestro liderazgo político parte de la solución y no parte del problema?

(Aplausos)

Este es el contexto en el que debería tener lugar el debate sobre el presupuesto. Hay quienes afirman que necesitamos que los presupuestos sirvan para restaurar la credibilidad de la Unión Europea. Por supuesto, esto es así, aunque tendrían que ser unos presupuestos adecuados y no habría que separarlos del debate acerca de la crisis de Europa. Deben formar parte de la respuesta a dicha crisis.

Me gustaría decir algunas palabras sobre la cumbre del pasado viernes. Se ha dicho que yo no estaba dispuesto a alcanzar un compromiso con respecto a la reducción del reembolso al Reino Unido, que no planteé la reforma de la Política Agrícola Común hasta el último minuto y que esperaba renegociar la PAC el pasado viernes por la noche. De hecho, soy el único dirigente británico que ha manifestado alguna vez su disposición a poner el reembolso sobre el tapete. En ningún momento he afirmado que haya que eliminar la PAC en estos momentos o renegociarla de la noche a la mañana. Esta postura sería absurda. Cualquier cambio que se proponga ha de tener presente las necesidades legítimas de las comunidades agrícolas y debe introducirse gradualmente. Tan solo dije dos cosas: que no podemos acordar nuevas perspectivas financieras si no ponen en marcha al menos un proceso que conduzca a un presupuesto más racional…

(Aplausos)

… y que esto tiene que permitir que dicho presupuesto determine la segunda mitad de las perspectivas hasta 2013. De lo contrario, llegaremos a 2014 sin que se haya acordado, y mucho menos aplicado, ningún cambio fundamental. Mientras tanto, el Reino Unido aportará desde luego la parte que le corresponde del coste de la ampliación. Señalaría, eso sí, que, sea como fuere, el Reino Unido continuaría siendo el segundo mayor contribuyente neto de la Unión Europea y que con las actuales perspectivas financieras ha pagado miles de millones más que países de tamaño similar. Este es en realidad el contexto en que se celebra el debate sobre el presupuesto.

¿En qué consistiría un programa político distinto de la Unión Europea? En primer lugar, modernizaría nuestro modelo social. También a este respecto ha habido quienes han sugerido que deseo abandonar el modelo social europeo. Pero díganme, ¿qué modelo social es ese cuenta 20 millones de parados en toda Europa…

(Aplausos)

… que tiene unos índices de productividad inferiores a los de los Estados Unidos, que hace que la India produzca más titulados que Europa en disciplinas científicas, y que, si le aplicamos cualquier índice relativo para evaluar una economía moderna –capacitación, investigación y desarrollo, patentes, tecnología de la información–, no avanza sino que retrocede? El sector biotecnológico indio va a quintuplicarse en los próximos cinco años. China ha triplicado su gasto en investigación y desarrollo en los últimos cinco años. De las 20 mejores universidades del mundo actual, únicamente dos se encuentran en Europa.

El propósito de nuestro modelo social debería ser mejorar nuestra capacidad para competir, ayudar a nuestros ciudadanos a responder a mundialización y permitirles aprovechar las oportunidades que esta ofrece y evitar los riesgos que conlleva. Sin duda, necesitamos una Europa social, pero ha de ser una Europa social que funcione satisfactoriamente. Se nos ha dicho cómo hacerlo. El informe Kok de 2004 indica el camino: inversiones en conocimiento, capacitación, políticas activas de mercado laboral, parques científicos e innovación, educación superior, regeneración urbana y ayudas a las pequeñas empresas. En esto consiste la política social moderna, no en la regulación y en la protección de los puestos de trabajo, que solo pueden salvar algunos empleos durante cierto tiempo a costa de muchos trabajos futuros.

(Aplausos)

Y puesto que es este un día indicado para demoler visiones caricaturizadas, permítanme que eche por tierra otra más: la idea de que el Reino Unido está preso de una especie de filosofía de mercado anglosajona extremista que pisotea a los pobres y a los desfavorecidos. El actual Gobierno británico ha implantado un nuevo modelo para los desempleados, el mayor programa de empleo de Europa, que ha visto cómo prácticamente desaparecía el paro juvenil de larga duración y ha aumentado la inversión en nuestros servicios públicos más que ningún otro país europeo en los últimos cinco años. Es cierto que era necesario, pero lo hemos hecho. Hemos introducido el primer salario mínimo del Reino Unido. Hemos regenerado nuestras ciudades, hemos conseguido que casi un millón de niños abandonaran los confines de la pobreza y que dos millones de jubilados superaran una situación de penuria. Nos hemos embarcado en la mayor ampliación de la asistencia a la infancia y de los derechos de paternidad y maternidad de la historia de nuestro país. Y hemos hecho todo esto merced a una economía sólida y no a expensas de la misma. Esto es lo primero que hay que hacer para modernizar nuestro modelo social.

En segundo lugar, es preciso que los presupuestos reflejen esas realidades. El informe Sapir muestra el camino a seguir. Publicado en 2003 por la Comisión Europea, dicho informe describe minuciosamente cómo tendrían que ser unos presupuestos modernos de la Unión Europea. Pongámoslo en práctica. Unos presupuestos modernos para Europa no seguirán destinando dentro de diez años, claro está, el 40 % de sus fondos a la Política Agrícola Común.

(Aplausos)

En tercer lugar, tenemos la aplicación de la Agenda de Lisboa. En Lisboa fijamos objetivos en materia de empleo, participación en el mercado de trabajo, titulaciones y la formación a lo largo de toda la vida, pero en estos momentos no tenemos visos de alcanzar dichos objetivos de aquí a 2010. La Agenda de Lisboa nos indicó qué teníamos que hacer. Hagámoslo.

Y en cuarto lugar, y aquí procedo con cautela, se precisa un marco macroeconómico para Europa que aúne disciplina y flexibilidad. No me corresponde a mí opinar sobre la zona del euro. Tan solo diré que, si acordáramos un verdadero avance en materia de reforma económica y demostráramos nuestra seriedad con respecto al cambio estructural, los ciudadanos percibirían la reforma de la macropolítica como algo sensato y racional y no como el resultado de la falta de rigor fiscal, sino del sentido común. Necesitamos esa reforma con urgencia si aspiramos a que Europa crezca.

(Aplausos)

Tras los desafíos económicos y sociales, plantemos cara a otro conjunto de cuestiones interrelacionadas: la delincuencia, la seguridad y la inmigración. La delincuencia cruza ahora las fronteras con mayor facilidad que en el pasado. Calculamos que la delincuencia organizada en el Reino Unido genera pérdidas de 20 000 millones de libras esterlinas al año por lo menos. La migración se ha duplicado en los últimos 20 años. Buena parte de ella es saludable y bienvenida, pero es preciso gestionarla. La inmigración ilegal es una cuestión que compete a todas las naciones y es una tragedia para muchos miles de personas. Se calcula que el 70 % de los inmigrantes ilegales entran con la ayuda de grupos criminales organizados. A ello se suma la repugnante práctica de la trata de seres humanos, en la que bandas organizadas trasladan a personas de una región a otra con el fin de explotarlas a su llegada. Cada año, entre 600 000 y 800 000 personas son víctimas de la trata a escala mundial y en la Unión Europea más de 100 000 mujeres sufren esta práctica.

También a este respecto, un programa de trabajo en Justicia y Asuntos de Interior se centraría en estas cuestiones: la puesta en práctica del plan de acción de la Unión Europea en materia de lucha contra el terrorismo, que encierra un gran potencial de mejora de la actividad policial y judicial, además de responder a la radicalización y el reclutamiento de terroristas; el desarrollo de actividades transfronterizas policiales y de recogida de información acerca de la delincuencia organizada; la puesta en marcha de propuestas para actuar con firmeza contra los narcotraficantes, permitiendo la investigación de sus cuentas, desbaratando sus actividades y deteniendo y juzgando a sus cabecillas; la firma de acuerdos de devolución de solicitantes de asilo rechazados y de inmigrantes ilegales de países vecinos y otros; y la implantación de la tecnología biométrica para hacer seguras las fronteras de Europa. Todo esto son asuntos en que podemos concentrarnos.

A continuación está todo el ámbito de la Política Exterior y de Seguridad Común. Convendría que acordáramos medidas de orden práctico con vistas a incrementar la capacidad defensiva de la Unión y le permitieran estar en condiciones de acometer misiones de mantenimiento de la paz y cumplimiento de los acuerdos. Deberíamos desarrollar su capacidad de intervenir con rapidez y eficacia, ya sea junto a la OTAN o ámbitos en los que la OTAN no desea participar, en apoyo a la resolución de conflictos. Piensen ustedes en el número actual de integrantes de nuestros ejércitos europeos y en lo que gastamos en defensa. ¿Responden realmente a las necesidades estratégicas del presente?

Una política de defensa de esas características constituye un componente necesario de una política exterior eficaz. Pero incluso sin ella, deberíamos analizar el modo en el que podemos lograr que la influencia de Europa se haga notar. Cuando recientemente la Unión Europea estuvo de acuerdo en duplicar la ayuda que destina a África, tal decisión tuvo una gran repercusión no solo en ese continente atribulado, sino también en la cooperación europea. Actualmente somos los primeros del mundo en ayuda al desarrollo y estamos orgullosos de ello.

(Aplausos)

Tendríamos que allanar el camino a un nuevo acuerdo de comercio multilateral que sirva para aumentar los intercambios comerciales en beneficio de todos, en particular para las naciones más pobres.

(Aplausos)

Estamos a la vanguardia del debate sobre el cambio climático y desarrollamos políticas paneuropeas para responder al mismo. Gracias a Javier Solana, Europa ha comenzado a hacer sentir su presencia en el proceso de paz de Oriente Próximo. Lo que quiero transmitirles es muy sencillo: una Europa sólida sería un factor activo en la política exterior y un buen socio, por supuesto, de los Estados Unidos, pero también estaría en condiciones de probar que cuenta con capacidad propia para conformar e impulsar el mundo hacia el futuro.

(Aplausos)

Una Europa de esas características –con una economía en proceso de modernización y una seguridad mejorada merced a una acción clara dentro y fuera de sus fronteras– sería una Europa segura de sí misma. Sería una Europa con la suficiente confianza en sí misma como para no percibir la ampliación como una amenaza, como si la pertenencia a la Unión fuera un juego de suma cero en el que los antiguos miembros pierden lo que los nuevos ganan, sino una extraordinaria oportunidad histórica de construir una Unión más grande y poderosa. Pero no se llamen a engaño. Si frenamos la ampliación o anulamos sus consecuencias naturales, al final no lograría salvar ni un solo empleo, ni mantener ni una sola empresa abierta, ni evitar una sola deslocalización. Puede que consiguiera hacerlo durante algún tiempo, pero no indefinidamente. Y, mientras tanto, Europa se tornará más cerrada y más introspectiva, y quienes se beneficien de ello serán los adscritos no a la tradición del idealismo europeo, sino al nacionalismo trasnochado y la xenofobia.

Debo decirles, con toda franqueza, que es una contradicción estar a favor de la liberalización de la pertenencia a la Unión Europea y oponerse a la liberalización de su economía. Si fijamos ese rumbo preciso, si lo combinamos con una Comisión –como puede hacerlo perfectamente la Comisión que dirige José Manuel Barroso– que esté dispuesta a suprimir parte de la regulación innecesaria, a cercenar parte de la burocracia y a convertirse en paladín de una Europa global competitiva y con la vista puesta en el exterior, no resultará difícil ganarse la imaginación y el apoyo de los ciudadanos de Europa.

Durante nuestra Presidencia vamos a procurar sacar adelante un acuerdo sobre los presupuestos, resolver algunos de los expedientes más complejos, como es el caso de la Directiva de servicios y la Directiva de tiempo de trabajo, cumplir las obligaciones de la Unión contraídas con países como Turquía y Croacia, que aguardan con la esperanza de tener un futuro dentro de la Unión Europea, y desarrollar el debate sobre el futuro de Europa de un modo abierto e incluyente y ofreciendo con firmeza nuestra perspectiva, pero respetando plenamente los puntos de vista de otros.

Tan solo les pido una cosa: no nos engañemos pensando que este debate es innecesario, y todo lo que decimos es que «aquí no ha pasado nada», los ciudadanos, tarde o temprano, cederán y aceptarán la Unión Europea tal y como es, y no tal y como ellos desean que sea.

Durante mis años como Primer Ministro he aprendido que lo más difícil no es adoptar una decisión, sino saber en qué momento ha de adoptarse. Se trata de comprender la diferencia entre los desafíos que hay que gestionar y los desafíos que hay que afrontar y superar. Para Europa este es uno de esos momentos decisivos.

Los ciudadanos europeos nos hablan y nos formulan preguntas. Desean nuestro liderazgo y es hora de que lo ejerzamos.

(Grandes aplausos prolongados)

 
  
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  José Manuel Barroso, Presidente de la Comisión. (EN) Señor Presidente, señor Presidente del Consejo, Señorías, la política europea ha entrado en un período turbulento y el arduo Consejo Europeo de la semana pasada simplemente refleja este hecho. La reunión de líderes europeos estableció la necesidad del nuevo consenso político que pedí en esta Cámara hace algún tiempo; un consenso que es vital si queremos evitar confrontaciones ideológicas y la parálisis y poner en práctica nuestro programa de prosperidad, solidaridad y seguridad. La manera de volver a conectar a Europa con sus ciudadanos consiste en aportar soluciones a los retos concretos a que se enfrentan.

Primer Ministro Blair, su Presidencia tiene lugar en un momento decisivo para Europa. Esta frase se ha convertido en un tópico, pero esta vez es cierta. Tiene importantes implicaciones para la responsabilidad que está usted a punto de asumir. Asimismo, crea muchas expectativas. El historial británico de pragmatismo y acción orientada a la obtención de resultados se someterá a prueba en los próximos seis meses. Primer Ministro Blair, usted es un hombre de Estado con una enorme experiencia y una gran convicción y hoy ha confirmado su defensa de Europa como proyecto político. Por lo tanto, confío en que dirija un debate incluyente y constructivo sobre lo que Europa puede hacer por sus ciudadanos y genere el consenso necesario para las urgentes decisiones que Europa necesita.

Me siento muy animado por el hecho de que el logro de este nuevo consenso y el desempeño de un papel activo durante el período de reflexión que ha convocado el Consejo Europeo sean prioridades de la Presidencia británica entrante. Como ya dije ayer aquí, la Comisión también cumplirá el papel especial que se le ha asignado en este debate sobre el futuro de Europa. Recordarán ustedes las reuniones que propuse para escuchar y compartir ideas con todos los Estados miembros, incluidos los Parlamentos, los interlocutores sociales, la sociedad civil y los jóvenes. Un documento de estrategia se basará en los resultados de este debate y abordará las cuestiones fundamentales sobre el futuro de Europa. Este documento se presentará en el Consejo Europeo que se celebrará en junio bajo Presidencia austriaca, donde evaluaremos de nuevo la situación. Estoy seguro de que el Parlamento Europeo desempeñará un papel fundamental en todo esto.

50 años de historia nos han enseñado que la actividad cotidiana de la Unión Europea continúa incluso durante una de sus crisis periódicas, y así tiene que ser. Es crucial que abordemos las cuestiones principales que ayudan a definir la Europa que nuestros ciudadanos desean. Pero no podemos perdernos en un período de introspección cerril. Recuperaremos la confianza de los ciudadanos con hechos, no con palabras.

Sin duda hay muchas cuestiones pendientes, como acaba de decir el Primer Ministro Blair. Los objetivos y prioridades que ha señalado para la Presidencia británica durante los próximos seis meses coinciden con los de la Comisión Europea y puede contar con nuestro apoyo y consejo para alcanzarlos.

Quiero aprovechar esta oportunidad para hacer hincapié en uno o dos en particular. La renovación y la reforma económica siguen siendo la piedra angular de esta Comisión. En los próximos seis meses tomaremos medidas concretas para convertir en realidad la revitalizada Agenda de Lisboa. La revisión intermedia de la Agenda de Lisboa ha quedado atrás. Ahora es el momento de actuar tanto a escala europea como nacional. Los Estados miembros presentarán sus programas de reforma nacional este octubre. Dichos programas establecerán en detalle las medidas principales que los Estados miembros están tomando para apoyar nuestro programa de crecimiento y empleo. Por su parte, la Comisión presentará un programa de reforma de la Comunidad durante el verano, en el que establecerá las diferentes medidas prioritarias, tanto legislativas como financieras, que han de aprobarse o decidirse a escala europea en apoyo de la Agenda de Lisboa. Por supuesto, matizaremos nuestras ambiciones con respecto a Lisboa en mayor o menor grado según el resultado final de las negociaciones en torno a las perspectivas financieras. Es lamentable que los mayores recortes a la actual caja de negociación afecten precisamente a la rúbrica que más apoya las políticas relacionadas con la Agenda de Lisboa. Esto no habría ocurrido si el «club del uno por ciento» de países no luchara por reducir las ambiciones de Europa.

(Aplausos)

Pero ahora tenemos la necesidad urgente de alcanzar un acuerdo que evite la parálisis en la Unión más allá de 2006, una parálisis que tendrá un efecto negativo en nuestras políticas y en los Estados miembros, en particular en los nuevos. Los nuevos miembros de la Unión Europea esperan señales concretas de nuestra solidaridad y no solo palabras. Por esta razón, tenemos que esforzarnos más en torno a las propuestas existentes y en la labor de la Presidencia luxemburguesa. Esto no significa que abandonemos la búsqueda de un presupuesto más equilibrado, que refleje una buena solución de compromiso entre el gasto real de nuestras políticas de probada eficacia, en particular la política de cohesión, y nuestra nueva agenda política para el crecimiento y el empleo. Por esta razón, he pedido una cláusula de revisión incluso antes del Consejo Europeo. Necesitamos una cláusula de revisión porque no podemos saber exactamente cómo será el mundo en 2013. Pero no podemos esperar hasta 2013. Dada la urgencia, ahora no es razonable cuestionarlo todo. Lo sensato es aprobar las perspectivas financieras ahora, partiendo de la base de la Presidencia luxemburguesa, y aceptar una cláusula de revisión durante el período de las perspectivas financieras…

(Aplausos)

... de modo que podamos adaptar las prioridades, la estructura del gasto y la estructura de los recursos a las nuevas circunstancias.

Ahora la Presidencia británica tiene la responsabilidad de garantizar que esto se lleve a buen fin rápidamente, y la Comisión está dispuesta a colaborar con ella y con otros Estados miembros para conseguirlo.

Una cuestión importante de la Agenda de Lisboa es la mejora de la normativa. No es casualidad que la primera gran iniciativa de la Comisión en aplicación de la Estrategia de Lisboa revisada fuera la comunicación de marzo sobre la mejora de la normativa para el crecimiento y el empleo. En ese contexto, hemos pedido una colaboración más estrecha entre la Unión Europea y los Estados miembros. La contribución de la Presidencia británica será esencial para el éxito de este proceso.

También necesitamos que este Parlamento y el Consejo de Ministros redoblen sus esfuerzos por garantizar la calidad y la viabilidad de las normas que ustedes aprueben. Un primer objetivo tiene que ser el acuerdo del próximo mes sobre un enfoque común de la evaluación de impacto en las tres instituciones. En nuestro intento de reducir la burocracia y las cargas administrativas innecesarias, estamos revisando las propuestas que presentaron las Comisiones precedentes, pero que los legisladores aún no han aprobado. Nuestro objetivo es garantizar que las propuestas pendientes se ajusten a nuestras prioridades de Lisboa. Están examinándose unas 200 propuestas pendientes. A principios de otoño concluiremos si tienen que seguir sobre la mesa, modificarse o sencillamente tirarse a la papelera. Por último, en octubre la Comisión presentará la próxima fase de su programa de simplificación que establece un programa de trabajo para 2006-2007.

Otra prioridad que quiero destacar entre las muchas que reclaman nuestra atención es África. Siempre he dicho que África tiene que ser una cuestión prioritaria para la Comisión. Tuvimos un buen comienzo en abril con nuestro paquete de propuestas destinadas a acelerar el progreso de la Unión Europea hacia los Objetivos de Desarrollo del Milenio y a dar prioridad al África subsahariana. Lamento que el acuerdo del Consejo Europeo con nuestras propuestas pasara inadvertido con todo el drama de la semana pasada. Este acuerdo proporciona una base sólida a la Presidencia británica para defender la posición de la Unión Europea en los grandes acontecimientos que marcan 2005 como el año del desarrollo, en particular en la Cumbre de las Naciones Unidas de septiembre.

Quiero felicitar al Reino Unido por dar prioridad a África en sus Presidencias de la Unión Europea y del G8, porque esto dará un impulso adicional a las actividades en curso a escala europea. Por ejemplo, este otoño la Comisión presentará una estrategia de la Unión Europea que llenará de contenido su enfoque sobre África. Está encaminada a acelerar la acción de la Unión Europea en tres ámbitos clave: gobernanza, interconexión y equidad. Con objeto de incentivar la reforma de la gobernanza de África, la Comisión propone apoyar la aplicación de las reformas provocadas por el mecanismo africano de evaluación por homólogos. La Comisión también propone una reposición de la línea de crédito para la paz que dote a la Unión Africana del poder financiero necesario para abordar los conflictos en África. Ya prestamos apoyo a la misión de la Unión Africana en Darfur, por ejemplo.

Acojo con satisfacción que la Presidencia británica también mantenga el impulso con respecto al cambio climático. Esta es una prioridad absoluta para la Unión Europea. No solo tenemos que cumplir nuestros compromisos del Protocolo de Kyoto, sino también empezar a intensificar los debates sobre el régimen de política climática internacional posterior a 2012 e implicar a nuestros principales socios en ese sentido. Un marco posterior a 2012 tiene que basarse en cinco elementos: la participación de las principales naciones emisoras; el uso de instrumentos basados en el mercado; la inclusión de más sectores, como la aviación y el transporte marítimo internacional; el desarrollo y uso de nuevas tecnologías y el apoyo a los países más pobres y más afectados para que se adapten efectivamente al cambio climático. La conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático que se celebrará en Montreal en el mes de diciembre será un hito en este debate.

La última prioridad que quiero mencionar es la reunión ministerial de la OMC en Hong Kong, que también se celebrará en diciembre. Es crucial que no escatimemos esfuerzos para que sea un éxito. Solo entonces podremos concluir con acierto y rapidez la Agenda de Desarrollo de Doha, que es la clave de una mayor prosperidad, no solo de nuestros ciudadanos, sino también de los países en desarrollo.

La Presidencia británica asistirá al inicio de un período de reflexión que ha pedido el Consejo Europeo. Tenemos que buscar entre nosotros un nuevo consenso y luchar por recuperar la confianza de nuestros ciudadanos, pero no debemos perder de vista nuestras responsabilidades y oportunidades mundiales. Tenemos que ser una Europa generosa, una Europa solidaria, una Europa de valores y de mercados. Mi Europa –la Europa de la que quiero formar parte– es suficientemente grande para hacer ambas cosas. La Europa que queremos es una Europa de integración económica y política. Creemos en Europa como proyecto político. Espero que la Presidencia británica haga una contribución importante a una Europa política y dinámica.

(Aplausos)

 
  
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  Hans-Gert Poettering, en nombre del Grupo del PPE-DE. (DE) Señor Presidente, señor Primer Ministro y futuro Presidente en ejercicio del Consejo Europeo, señor Presidente de la Comisión, Señorías, ayer escuchamos un discurso significativo por parte del Presidente saliente en ejercicio del Consejo Europeo, el señor Juncker. Hoy nos encontramos escuchando otro discurso significativo del actual Primer Ministro del Reino Unido y Presidente entrante en ejercicio del Consejo Europeo. También quiero expresar mi agradecimiento al Presidente de la Comisión por sus discursos de ayer y hoy.

Habiendo sido diputado de esta Cámara desde 1979, tengo que decir que durante todos estos años, nunca ha habido un debate tan intensivo sobre la forma futura de la Unión Europea como el que hemos tenido ayer y hoy. Eso es una victoria para la democracia, una victoria para el parlamentarismo, una victoria para los ciudadanos de Europa, puesto que el hecho de que este debate esté abierto al público significa que los ciudadanos de Europa pueden participar en él. Por ese motivo, estos dos días –ayer y hoy– deben ser nuestro punto de partida cuando haya que informar al público europeo en toda la Unión Europea, y es aquí donde deben celebrarse los debates. Por esa razón, nuestros debates de ayer y hoy ya poseen una importancia primordial.

(Aplausos)

También es necesario que cada Presidente en ejercicio del Consejo Europeo sucesivo justifique su conducta en esta Cámara y ante el Parlamento Europeo cuando se encuentre con la derrota, como hizo el fin de semana pasado. La derrota respecto a la cuestión financiera no fue tan trágica en sí, pero al sumarse a la derrota de los referendos, se agudizó todavía más la crisis. Insistimos en que los grandes debates sobre nuestro futuro no deben celebrarse a puertas cerradas en el Consejo Europeo, sino aquí, en medio de los representantes de los pueblos de la Unión Europea, aquí, en el Parlamento Europeo. Así debe ser en el futuro.

(Aplausos)

Usted, el Presidente entrante en ejercicio del Consejo Europeo, tiene por delante una tarea inmensa y difícil. Ha hablado sobre el respeto. Realmente se necesita respeto en Europa, no solo respeto hacia los grandes, sino hacia los grandes y los pequeños por igual. No queremos que se forjen nuevos ejes entre los grandes Estados de Europa; queremos que se tome en serio a todos los países y ciudadanos, porque en esta nuestra Europa compartimos, y queremos que sea una Europa fuerte, una Unión Europea fuerte y una Europa que sea una Comunidad. Ese es nuestro objetivo, del que nunca nos desviaremos.

(Aplausos)

Por ese motivo nos complace que haya comenzado su discurso diciendo que su modelo no incluye la retirada a una zona de libre comercio. Si sus acciones reflejan sus palabras, si lo que hace en la práctica deja claro su deseo de comunidad en Europa, entonces estamos de su parte. Cuando se trata de reformar las políticas europeas, gana en credibilidad si no deja la menor sombra de duda sobre su vocación europea, y le pido que deje claro este punto durante su Presidencia.

(Aplausos)

Ahora tenemos que resolver la crisis de confianza en la que nos encontramos, restablecer la confianza entre los protagonistas del Consejo Europeo y volver a ganarnos la confianza del público. De ello se desprende que lo que está en la Constitución, nuestros valores comunes y los procesos de toma de decisiones que necesitamos para resolver las cuestiones relativas a nuestro futuro deben convertirse en realidades jurídicas y políticas. Lo que pido es que no nos tomemos esta pausa de reflexión como pausa en sí, sino como pausa para pensar cómo podemos establecer una base jurídica – y por tanto, política – en la que esta nuestra Unión Europea pueda hacerse eficaz en el futuro.

Ahora tiene una inmensa tarea por delante, sobre la que habló el señor Juncker ayer: las Perspectivas Financieras, sobre las que hubo ciertas discusiones en el Consejo Europeo. El señor Böge ha presentado una propuesta de esta Cámara referente a las perspectivas financieras, y si busca un posible compromiso, le insto a que se guíe por ella. Señor Blair, usted es un Primer Ministro laborista; fue nuestro amigo John Major quien, como Primer Ministro del Reino Unido en 1992, consiguió elaborar unas perspectivas financieras para toda la Unión Europea, que en ese momento era la Comunidad Europea. Le deseo a usted, un Primer Ministro laborista, el mismo éxito que el conservador, John Major, tuvo en 1992.

(Aplausos)

Ahora, si el Presidente me concede unos segundos más, voy a exponer mi último punto. Usted ha dicho que tenemos que hacer que la gente nos acompañe. Debemos hacer que el público nos acompañe, pero el público quiere tener el sentimiento de ser representante de su propios país, a la vez que son europeos juntos. Pensemos entonces en las fronteras de la Unión Europea; no debería admitirse a todos los países que quieren unirse a ella, puesto que entonces Europa correría el riesgo de perder su identidad. Trabajemos juntos en torno a Europa. Señor Primer Ministro, son ahora las 10 de la mañana, mientras que en el Reino Unido, donde los relojes marcan una hora distinta, son las 9 de la mañana. Usted se ha levantado temprano esta mañana. Levantémonos siempre temprano para trabajar en torno a Europa. No obstante, necesitamos tranquilidad mientras actuamos, así que necesitamos haber dormido bien. Nuestra visión sigue siendo una visión de Europa; conviértala en realidad y estaremos a su lado.

(Aplausos)

 
  
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  Martin Schulz, en nombre del Grupo del PSE. (DE) Señor Presidente, Señorías, gracias, señor Primer Ministro, por hablar con tanta franqueza. El suyo ha sido el tipo de discurso franco que resulta gratificante, y sé que usted es la clase de hombre que puede usar ese tipo de lenguaje, así que empezaré del mismo modo: puede que John Major haya sido un gran británico, pero su victoria sobre él nos produjo un placer especial.

(Aplausos)

Hoy, señor Blair, no solo es testigo del principio de su Presidencia del Consejo, sino también –y no debe olvidarse– del principio de otro gran evento europeo, el Tour de Francia, y cuando aplico lo que pienso sobre el Tour de Francia al Reino Unido, tengo que decir que el Reino Unido siempre ha estado pedaleando al final del pelotón en los últimos años. Si se remonta a Schengen, o al euro, podríamos decir que Gran Bretaña siempre ha estado justo delante del vehículo de apoyo. Ahora, señor Blair, debe situarse a la cabeza del pelotón, y también en los tramos de montaña. Estamos llegando a Alpe d'Huez, y creo que debería tener en cuenta que el ganador del Tour solo consigue el maillot amarillo si recorre toda la distancia y gana todas las etapas. Hoy es testigo del principio de la etapa prólogo, un corto período de prueba que ha augurado buenos resultados para el futuro, y como debatimos su actuación en la misma, consideremos detenidamente lo que ha dicho.

Tiene razón al decir, señor Blair, que ha llegado el momento de las reformas y de los cambios. Realmente es así. Le oí decir claramente que no es momento de acusar de traición a los que quieren cambiar Europa. Tiene razón en eso, pero tampoco es momento de colocar en un museo a los que quieren defender nuestro modelo social europeo, en eso también tiene razón. La mejora de las condiciones de vida de nuestros ciudadanos depende del cambio, y a la vez que tiene razón al decir que Europa necesita ser más flexible y más competitiva tanto dentro como fuera de sus fronteras, lo necesita porque algo de lo que nadie puede prescindir depende de ello. Me refiero al crecimiento que crean, que es necesario en sí para crear empleos, pero no solo por su propio bien; deben ser empleos que merezcan la pena, seguros y bien pagados para permitir que la gente viva decentemente de ellos – eso es lo que buscamos en Europa.

(Aplausos)

Y si el cambio que pretende no es otro que el propio cambio en la Unión Europea, entonces Tony Blair el socialista tendrá a los socialistas de Europa a su lado, de eso puede estar seguro.

Debemos ser precisos en el debate sobre las reformas con las que estamos comprometidos. Usted, señor Presidente en ejercicio y Primer Ministro, tiene razón, y el señor Poettering –a quien hoy ha conseguido apasionar– ha encontrado la manera adecuada de decirlo: hay que celebrar debates, y tienen que celebrarse aquí. No obstante, debemos celebrarlos de manera que el público pueda entender de qué tratan, y ahí no debemos confundir una cosa con otra. Sí, señor Blair, sin duda tenemos que reformar la política agrícola común, y sí, sin duda tenemos que gastar más en investigación y desarrollo. Sin embargo, lo que no debemos hacer es actuar como si la agricultura fuera la única cosa que existe en Europa y no se realizaran investigaciones ni se produjera desarrollo.

Nuestro experto en presupuestos, el señor Walter, proporcionó ayer más cifras a nuestro grupo, y quiero repasarlas de nuevo brevemente. Considerando todo el gasto agrícola en conjunto, en la Unión Europea en su conjunto gastamos el 0,48 % del producto interior bruto total de Europa en agricultura. Añadimos lo que la UE y todos sus Estados miembros gastan en investigación y desarrollo y resulta que, incluso ahora, esa cifra alcanza el 0,86 %.

Esa cifra debe aumentarse –tiene razón al decirlo– y hay margen para una reforma en la agricultura, pero estos son procesos interminables y nuestra credibilidad depende de que no actuemos como si Europa se limitara únicamente a la agricultura, sin investigación o desarrollo.

(Aplausos)

Señor Blair, si quiere profundizar en la Unión Europea, entonces estamos a su lado. Le agradezco que hoy en esta Cámara se haya comprometido con la Constitución. Cuando la firmó en Roma estuve allí de testigo, y creo que es maravilloso el modo en el que el Reino Unido, bajo su presidencia del Consejo, se está comprometiendo con la Constitución; hay bastantes personas que se están comprometiendo con ella en público y están haciendo algo distinto entre bastidores. Estamos hartos de los políticos que, con sus palabras, ponen un palo en las ruedas de la integración europea y después se quejan de que el motor europeo flaquea; considero muy loable que se haya diferenciado de ellos esta mañana, y por ello le estoy agradecido, porque es crucial que hablemos con franqueza y seamos abiertos y honrados al debatir el futuro de Europa.

Permítame terminar diciendo que, si quiere comprometerse con el Presupuesto, la directiva de servicios y la directiva sobre la ordenación del tiempo de trabajo, le apoyaremos en ello. Aun así, la credibilidad de su propia petición de compromiso, señor Presidente en ejercicio y Primer Ministro, siempre guarda relación con su propia voluntad de realizar una. Entonces, en algún momento, debe decir que está dispuesto a contribuir. Dejar que otros avancen antes de considerar su propio camino podría muy bien ser lo correcto para un Primer Ministro británico, pero no es suficiente para el Presidente del Consejo de la Unión Europea.

(Aplausos)

Observe detenidamente quiénes son los que le aplauden; es el ala derecha de esta Cámara la que le acaba de aplaudir. Han optado por no oírle decir que queremos dar la bienvenida a Turquía a la Unión Europea. Son los que están sentados en esta parte de la Cámara los que serán los primeros en abrazarle por decir eso. Gracias por su atención.

(Aplausos)

 
  
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  Graham Watson, en nombre del Grupo ALDE. – (EN) Gracias, señor Presidente. Primer Ministro, usted toma el mando de un barco sin rumbo que navega en una mar gruesa. Tiene la oportunidad de demostrar su capacidad de liderazgo. Durante mucho tiempo su país ha sucumbido a la caricatura ideada hace 50 años por el dúo de comedia musical Flanders y Swann en su cancioncilla «Los ingleses son los mejores», que vapulea el carácter de otros europeos e insiste «Los ingleses son decentes, los ingleses son buenos, son listos y honestos… pero incomprendidos»

(Risas)

Gran Bretaña ha avanzado desde entonces; ¡por Dios, incluso Inglaterra ha avanzado! La Gran Bretaña moderna y meritocrática tiene un nivel de sensibilidad intercultural nada común entre sus antepasados y su discurso de hoy, señor Blair, así lo refleja. Pero un discurso no basta para superar años de desconfianza. Tiene que demostrar usted que Gran Bretaña está en Europa, no solo con Europa.

(Aplausos)

Que mejorará las instituciones de la Unión, y no las debilitará; que su deseo de reforma está basado en la creación de un consenso, no en la división; que su ética de trabajo protestante atiende a un sentido de comunidad católico.

El fenómeno que llamamos mundialización está cambiando nuestra visión del mundo, como usted dice. Brinda nuevas oportunidades a la humanidad, pero también genera nuevas tensiones en nuestras sociedades. Los tres grandes retos a que nos enfrentamos –la pobreza en el Tercer Mundo y la inmigración que genera, el cambio climático y el crimen internacional organizado– exigen respuestas supranacionales. Tiene usted razón al centrar las prioridades de la UE en las nuevas exigencias mundiales, complementando la labor del G8. Pero estamos ansiosos por ver cómo hará todo esto con un 1 % de la Renta Nacional Bruta.

(Aplausos)

También tiene razón en que hay una disonancia cognitiva entre la realidad y el debate político, que tenemos que hacer bien la política y dotar a Europa de una trama irresistible. Permítame hacerle tres sugerencias.

Primero, transparencia del Consejo. Europa ya no puede construirse sobre el secreto la confusión. Si las personas no entienden lo que ocurre, nadie puede reprocharles que lo rechacen.

(Grandes aplausos)

Cambie las normas del Consejo de Ministros. Los ciudadanos tienen derecho a saber qué y quiénes deciden en su nombre, incluso si no están de acuerdo. Esta es la naturaleza de la democracia.

Segunda, control parlamentario. Los Parlamentos nacionales no necesitan una Constitución Europea para fiscalizar la labor europea de sus Ministros más de cerca, sino que necesitan implicarse en un proceso de supervisión y pedir cuentas a los Ministros. También hay que prestar oído al Parlamento Europeo si rechazamos proyectos de ley por infringir los derechos de los ciudadanos o desbordar las competencias de la UE.

Tercera, debate público. Este debate no puede esperar a la necesaria ratificación de un tratado que los Gobiernos ya han suscrito. ¿Salió usted al encuentro de sus entusiastas seguidores en las recientes elecciones generales? Como el Presidente Borrell señaló la semana pasada, el rechazo de la Constitución no era tanto una cuestión de texto como de contexto. La semana pasada, Le Monde le llamó a usted «el nuevo hombre fuerte de Europa». Demuéstrelo. La UE no tendrá liderazgo mientras los dirigentes nacionales barran para su propia casa. No conseguirá usted el apoyo a las soluciones supranacionales si reclama el mérito de los éxitos comunes y culpa a Bruselas de todos los males. Deje de referirse a «Europa» como si fuera algo ajeno.

Los Demócratas y Liberales apoyarán su Presidencia y su empeño en mejorar la normativa. Le ayudaremos a forjar un Plan de Acción de Servicios Financieros para que el dinero se mueva con más facilidad. Apoyaremos un mercado único de servicios si usted protege como es debido el suministro público, y abordaremos el terrorismo junto con el Consejo si tiene en cuenta nuestras preocupaciones en torno a la libertad personal.

Asimismo, acogemos con satisfacción un debate sobre la estructura de un presupuesto incoherente con la competitividad y la innovación previstas en Lisboa. Sin embargo, no podemos plantear de forma creíble una reforma rápida y radical del gasto rural sin cofinanciar la PAC y subsanar los desequilibrios presupuestarios de Francia y el Reino Unido.

Primer Ministro, acojo con satisfacción su discurso de hoy. Promete a nuestros colegas continentales una Albión menos pérfida. Haga caso de las palabras de San Francisco de Asís, citadas en una ocasión similar por uno de sus predecesores: donde haya ofensa, que lleve yo el perdón; donde haya discordia, que lleve yo la unión. Este es el camino hacia un nuevo respeto de Gran Bretaña y de la Unión Europea.

(Grandes aplausos)

 
  
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  Daniel Marc Cohn-Bendit, en nombre del Grupo Verts/ALE. – (FR) Señor Blair, creo que hoy ha formulado usted un desafío. Ha dicho: «Quiero cambiar Europa». Bienvenido al club, Tony. Puede hacerlo con mucho gusto. No obstante, en ese caso, permítanos aclarar algunas cosas.

Usted no es John, Duque de Bedford, el señor Balkenende no es el Obispo Cauchon y el señor Chirac no es Juana de Arco. Esa es la antigua Europa. La Guerra de los Cien Años ha terminado, y tenemos que decírselo al señor Chirac, al señor Schröder, al señor Blair y a los demás. Europa es justo lo contrario; por eso tenía razón al decir «Europa necesita liderazgo», pero ¿quién quiere ser el líder? Hoy en día, un líder moderno debe decir la verdad.

Señor Blair, usted ha aplaudido cuando el señor Barroso se ha referido al 1%, la carta tacaña que usted, señor Blair, camarada Blair, firmó. Usted retira su firma. Bienvenido al club, señor Blair, bienvenido al club. Y si entiendo bien, en 2002 fue su Gobierno el que rechazó el establecimiento de un límite máximo para las grandes empresas agrícolas, fue su Gobierno el que concedió 300 000 euros para que el Duque de Bedford, la Reina y el Príncipe Carlos pudieran recibir sus subvenciones de la Unión Europea. Bienvenido al club, señor Blair, bienvenido al club. Y como rechazó esto, el año pasado Tate and Lyle, la mayor empresa azucarera, recibió 180 millones de euros. Bienvenido al club, señor Blair. Usted pondrá fin a la situación de Tate and Lyle con su ayuda y sus subvenciones europeas, porque no las merecen; estamos de acuerdo con usted, señor Blair. Ya ve, decir la verdad a veces resulta difícil.

Usted ha dicho otra cosa muy interesante; ha dicho: «los políticos combaten el populismo». Está en lo cierto. Nosotros, yo perdí el referendo sobre Europa, y debemos hacer frente a esa derrota. Usted debe hacer frente a su propia derrota: los ciudadanos de Europa dijeron no a la invasión de Iraq. Comparezca ante los ciudadanos de Europa respecto a esta cuestión también. Bienvenido al club, señor Blair.

Siempre resulta fácil aleccionar a todo el mundo, y yo soy especialista en dar lecciones: sé lo fácil que es. Pero si hay algo que sé es que si quiere usted modernizar Europa, la modernización debe ser sostenible desde el punto de vista medioambiental y social. Eso es lo que pedimos.

Si dice que el modelo francés no funciona, que el Gobierno francés de derechas no funciona, está en lo cierto. Si dice que el Gobierno alemán claramente no funciona, sin duda está en lo cierto. No obstante, en ese caso, el problema es que Europa no puede funcionar con el modelo del Reino Unido, Europa no puede funcionar con el modelo de Francia, Europa no puede funcionar con el modelo de Luxemburgo o el de los Países Bajos. La inteligencia de Europa radica en encontrar una mezcla de estos modelos, y para hacerlo, señor Blair, usted no debe seguir siendo Primer Ministro del Reino Unido, sino convertirse en Presidente de Europa, con una visión de Europa.

Tenemos problemas económicos y sociales y tenemos problemas medioambientales. Por lo tanto, asuma la responsabilidad y diga que Europa, toda Europa, debe cumplir los compromisos de Kyoto. Debe asumir la responsabilidad, y el Reino Unido debe asumir la responsabilidad de destinar más del 0,35 % a la ayuda al desarrollo, porque la pobreza en el mundo lo necesita. El señor Juncker tenía razón al proponer la erradicación de la pobreza mundial en la primera mitad de este siglo. Comprometámonos juntos. Bienvenido al club, señor Blair, estamos con usted.

Para concluir, han pasado exactamente diez años desde Srebrenica; han pasado diez años desde que se nos presentó Europa, la vergüenza de Europa y del mundo. Les pido que tome una iniciativa. Los Acuerdos de Dayton no pueden y no harán que Bosnia y los Balcanes funcionen. Tome esa gran iniciativa, vaya a ver a su amigo George Bush, vaya a ver a su amigo el señor Chirac, vaya a ver a todos sus amigos y dígales: «Tenemos que poner fin a Dayton, Europa tiene (…)»

(El Presidente interrumpe al orador)

 
  
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  Francis Wurtz, en nombre del Grupo GUE/NGL. – (FR) Señor Presidente, señor Barroso, usted, señor Blair, ha puesto el dedo en la llaga de la trágica incapacidad de la UE, tal como está ahora, de cumplir las expectativas de nuestros ciudadanos. Ha hablado usted del cambio, de la modernización y de la solidaridad. Muy bien. Ahora veamos las cosas más de cerca. En tres ocasiones en el espacio de un mes, cada vez en un contexto muy distinto, hemos tenido la oportunidad de examinar las prioridades principales de la Presidencia del Reino Unido.

La primera vez fue el 26 de mayo en forma de una declaración sucinta y muy específica realizada por Gordon Brown, el Ministro de Hacienda, a la Cámara de los Comunes. Les recordaré cuatro puntos.

En primer lugar, cito: «Todas las propuestas de regulación deben examinarse desde el punto de vista de su impacto en la competitividad». En segundo lugar, conviene establecer un grupo consultivo independiente dirigido por el mundo empresarial «para otorgar un papel central a la empresa en el proceso de regulación y simplificación de la UE ». En tercer lugar, celebraremos una conferencia en Londres en el mes de julio sobre la reducción de la ayuda estatal. En cuarto lugar, solicitaremos la creación de un mercado financiero trasatlántico libre de barreras. Me atrevo a decir, señor Primer Ministro, que la valentía social de estas tareas no salta precisamente a la vista.

No obstante, unos días después, en una entrevista con el periódico Financial Times, usted dijo que quería ser receptivo a lo que acababa de expresarse en los referendos francés y neerlandés. Con ese fin, pidió entonces una reflexión sobre el modelo social europeo. Me parece que verdaderamente necesitamos dicha reflexión, pero la necesitamos para poder sacar lecciones de la eliminación sistemática de la que ha sido objeto este infame modelo prácticamente en todas partes en los últimos años, en nombre del «mercado por encima de todo». Como subrayó tan acertadamente el Comisario McCreevy en el contexto del Foro Político Europeo el 24 de enero, y cito: «Deberíamos recordar que el programa del mercado interior es, de lejos, el ejercicio desregulador más grande de la historia reciente». La cuestión ahora es reflexionar sobre el modelo social europeo, sí, pero ¿en qué sentido?

Usted parece estar convencido de que la crème de la crème a ese respecto es su propio modelo, puesto que limita el desempleo aparente a un 5 % de la población activa. ¿Resume esa cifra simbólica este modelo? No parece que sea así para todos los ciudadanos del Reino Unido. Por ejemplo, según el señor John Monks, Secretario General de la Confederación Europea de Sindicatos, que es amigo suyo, el modelo anglosajón no es más popular entre el electorado del Reino Unido que en el resto de Europa. Creo que muchos representantes de los trabajadores en el Reino Unido quieren cambios profundos. ¿Por qué les da usted la espalda? Ganamos más escuchando las dudas que repitiendo las certezas.

La tercera vez que se nos dio la oportunidad de constatar sus ambiciones para los seis meses de su Presidencia y más allá fue, sin duda, durante su intervención en el último Consejo Europeo. Como dice una canción muy conocida, quiere hacer del pasado una pizarra en blanco, o al menos enviar la PAC y el presupuesto de vuelta a la mesa de dibujo. Muy bien, pero también en ese caso la única pregunta válida es: ¿para cambiarla en qué sentido?

Respecto a la PAC, estoy de acuerdo en que deberíamos modular la ayuda para tener en cuenta el medio ambiente y la planificación rural y urbana y evitar el productivismo. También estoy de acuerdo en que deberíamos cuestionar las subvenciones a la exportación que compiten directamente con la producción de los países en desarrollo, especialmente en África. También estoy totalmente de acuerdo con fijar límites máximos a la ayuda para que no termine haciendo a los ricos, o a los pseudoagricultores que se sientan en la Cámara de los Lores, más ricos todavía, pero no estoy de acuerdo en tirar al bebé junto con el agua del baño: un sector verdaderamente agrícola que nos protegerá de azotes como la enfermedad de las vacas locas y que garantizará nuestra soberanía respecto a nuestros propios alimentos ante la «agroindustria», especialmente de los Estados Unidos. Es una cuestión de la civilización.

Respecto al infame cheque, antes o después tendrá usted que renunciar al mismo, porque es una burla del sentido común. Los europeos deberían saber que, en 2005, este cheque supera la suma total del presupuesto europeo de investigación. Representa más que toda la ayuda de preadhesión concedida a Rumanía y Bulgaria durante tres años. Este año asciende a la mitad de toda la ayuda agrícola y estructural destinada a los diez nuevos Estados miembros. Le permite zafarse de sus responsabilidades respecto a la ampliación, y sin duda le ayuda a financiar la guerra en Iraq. Finalmente, su cuota de financiación del presupuesto de la UE es 4,5 puntos más baja que su cuota de ingresos comunitarios. ¿Dónde está la solidaridad en eso? ¿Quiere hablar de la Europa del futuro, señor Blair? Muy bien, está usted en ello, hablemos.

(Aplausos)

 
  
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  Nigel Farage, en nombre del Grupo IND/DEM. – (EN) Señor Presidente, Primer Ministro ¡vaya cambio de retórica desde 1997! De repente tenemos un Primer Ministro británico laborista hablando de escaso crecimiento en Europa, de desempleo en Europa, de fracaso de las políticas económicas y de las políticas comunes europeas. De hecho, todo esto se parece a lo que el Partido por la Independencia del Reino Unido ha estado diciendo durante los últimos diez años y estoy encantado de oírlo.

Allí estaba usted en la Cumbre de la semana pasada, el duro Primer Ministro británico, y estoy seguro de que millones de personas estaban en casa mirando las noticias de la tarde y diciendo ¡ahí está! Ese es de los nuestros, es el hombre que va a defender los intereses británicos. De hecho, me parece que es usted un eurófilo golpeado por la realidad. Ahora va a dirigir la batalla por el futuro de Europa. La semana pasada habló varias veces del siglo XXI, de la necesidad de modernización. Parece que durante su Presidencia europea va a incorporar la brillante tercera vía que introdujo en la política británica. La pregunta es: ¿funcionará en la Unión Europea?

Soy codirigente del único Grupo en este Parlamento que ha defendido activamente el «no» en los referendos constitucionales. Así que creemos que estamos quizá más en contacto con la opinión pública que el resto de los Grupos de este Parlamento.

(Aplausos del Grupo IND/DEM)

Pero tengo que decir que usted es el único dirigente europeo que realmente entiende la razón por la que los franceses y neerlandeses han votado «no». Estoy de acuerdo con lo que ha dicho antes, es decir, que han dicho que «no» al rumbo que está tomando la Unión Europea. Le pido que durante su Presidencia se asegure de que esas personas en Francia y los Países Bajos no sean tratadas con desprecio. Le pido que detenga la aplicación de partes de la Constitución como la estructura militar separada, el programa del Espacio Europeo y el establecimiento de embajadas de la Unión Europea en todo el mundo, porque su única legitimidad emana de una Constitución que ahora está medio muerta.

Últimamente ha hablado mucho de África y sé que está muy orgulloso de que la ayuda que se enviará a este continente esté aumentando. Sin embargo, el tema del que yo más he hablado en esta Cámara desde 1999 son los espantosos acuerdos pesqueros de la Unión Europea con el África negra. Tenemos más de veinte acuerdos de este tipo. Están destruyendo la esperanza y las perspectivas de los pescadores artesanales locales. Estamos matando a cientos y cientos de pescadores locales cada año y lo que estamos haciendo a los mares de África en términos medioambientales equivale a prender fuego al Serengeti. Todos han hecho oídos sordos a lo que he dicho al respecto, pero creo que ahora hay en este Parlamento un amplio apoyo a que se ponga fin a estos acuerdos. Si realmente quiere usted ayudar a África, por favor, anúlelos.

(Aplausos)

Pero el gran reto, por supuesto, y se le juzgará por ello, es si es usted capaz de cambiar el rumbo del barco; si puede logra aumentar la competitividad de Europa; si consigue que la Agenda de Lisboa parezca algo más que la carta de un niño a los Reyes Magos.

Mi opinión –nuestra opinión en el UKIP y la de la mayoría a este lado de la Cámara– es que preferiríamos un mercado común. Preferiríamos un acuerdo de libre comercio en toda Europa, en lugar del Tratado de Roma y todo lo que ha venido después. Ya sé que no va a hacer todo esto en los próximos seis meses, pero creo que tiene usted un verdadero problema. Antes ha dicho que quería que Europa hiciera aquello para lo que se constituyó. Jean Monnet fue el inspirador de todo esto y quería un sistema en el que, al amparo del acervo comunitario, la Comunidad fuera asumiendo competencias en el camino. Si usted habla ahora de pequeñas y medianas empresas –no solo en Gran Bretaña, sino también en toda la Unión Europea–, el problema es que la legislación, el acervo comunitario, el cuerpo legislativo, ya ha ido demasiado lejos. El reto para su Presidencia, y quizá pueda explicármelo en su respuesta, es cómo va a cambiar el rumbo del barco. Señor Blair, si logra usted reformar la Unión Europea, entonces quizás incluso yo cambie de opinión. Podría llegar a pensar que vale la pena que sigamos siendo un Estado miembro de la UE.

 
  
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  Brian Crowley, en nombre del Grupo UEN.(EN) Señor Presidente, yo también quiero unirme a mis colegas y dar la bienvenida al Primer Ministro Blair a la Cámara y darle las gracias por su contribución y su discurso esta mañana.

Aunque aprecio ese discurso, estoy algo desconcertado por el discurso anual de Gordon Brown anoche en Mansion House. A pesar de las buenas palabras y las buenas intenciones, he llegado a tres conclusiones diferentes sobre lo que hemos visto este fin de semana, lo que hemos leído en los periódicos británicos, lo que hemos visto en las noticias durante los últimos días y lo que el señor Brown dijo en su discurso de anoche.

En primer lugar, el plan es: echar la Política Agrícola Común a la basura. Asegurar que cualquier cambio presupuestario implique el abandono de la Política Agrícola Común. Ello a pesar del hecho de que en 2002 hubo un acuerdo unánime entre todos los Estados miembros de fijar el presupuesto de la PAC hasta 2013 sobre la base de reformas y sacrificios a cargo de las personas que viven en las zonas rurales y las personas que trabajan en la agricultura, incluida la reducción del presupuesto anual de la PAC porque no se admitió ningún índice del coste de vida ni ninguna tasa de inflación para aumentar la financiación. Por lo tanto, lo que las personas realmente necesitan es seguridad.

En segundo lugar, se ha hecho mucho hincapié en la falta de capacidad de Europa para cumplir la Agenda de Lisboa y crear más empleo. Seamos realistas al respecto. Europa es tan incapaz de crear puestos de trabajo como el Gobierno británico lo es de crear puestos de trabajo. Los legisladores tenemos que garantizar que la legislación y la normativa que hemos establecido no impidan a la industria privada y a las empresas privadas crear la atmósfera adecuada, la oportunidad adecuada en la que puedan prosperar y desarrollarse. Y es ridículo hablar de que tenemos que hacer más en el ámbito europeo cuando al mismo tiempo no se incrementa el presupuesto disponible en la Unión Europea para emprender esta labor, a pesar de que el número de personas y de países implicados en la Unión Europea haya aumentado.

Creo que si queremos hablar de debate real y compromiso real entonces ese debate y ese compromiso tienen que basarse en hechos y certezas, no en continuas ideas falsas, mitos e insinuaciones que se han vertido durante los últimos 20 años. Anoche, Jeremy Paxman dijo en Newsnight que la reforma del régimen del azúcar en Europa era la forma más indigna e ineficaz de subvención a los agricultores europeos y que está dañando a los agricultores de los países en desarrollo. Sobre el mismo informe acerca de estas reformas hemos escuchado al Presidente de Guyana, al presidente de la industria azucarera jamaicana y al presidente de la industria azucarera de Mozambique decir que estas reformas serán un desastre para esos países. El Presidente de Guyana ha dicho que recibirán 8 millones de euros en concepto de reducción de la deuda gracias a la fantástica iniciativa lanzada por usted y por su Gobierno como líderes del G8 para aliviar la deuda en África, y que les costará 44 millones de libras esterlinas ajustarse a las reformas que se impulsarían.

Por último, algunos dirán que estamos al borde del abismo. Como le dije yo la semana pasada en Londres, creo que estamos en el albor de un nuevo futuro. Usted puede asumir el liderazgo, pero el liderazgo exige compromiso y consenso. Exige que reúna a los demás agentes para que tengamos éxito.

(Aplausos)

 
  
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  Roger Helmer (NI).(EN) Señor Presidente, como conservador británico quiero felicitar al primer Ministro Blair por su reciente defensa del cheque británico en la Cámara de los Comunes y en Westminster. Le insto a que adopte una postura firme al respecto y cumpla los claros compromisos que ha contraído. Asimismo, elogio su conversión a una inveterada política conservadora de reforma amplia de la UE; una reforma esencial ahora que la UE ha dejado de tener el respeto o de generar el entusiasmo de los ciudadanos.

Sin embargo, como John Redwood ha dicho esta mañana en el programa Today, si el señor Blair de verdad desea reformar y desregular, tendrá un equipo elaborando planes detallados durante meses. ¿Quiénes son esas personas? ¿Cuáles son los planes?

Me preocupa que haya acordado un período de reflexión sobre la Constitución. No hay nada sobre lo que reflexionar. La decisión de los votantes franceses y neerlandeses está muy clara: Francia y los Países Bajos no han votado a favor de una Constitución ligeramente diferente, han votado en contra de la Constitución en su totalidad. La Constitución no puede entrar en vigor hasta que la ratifiquen todos los Estados miembros, cosa que no ocurrirá ahora.

Si los votantes británicos hubieran tenido la oportunidad de votar sobre la Constitución, la habrían rechazado por un margen aún mayor que en Francia o los Países Bajos. La inmensa mayoría quiere comercio y cooperación en Europa, y rechaza su unión política.

Señor Blair, estará de acuerdo conmigo en que la reforma de la UE exigirá renegociaciones radicales de los Tratados, incluido el Tratado de Roma. ¿Será este un objetivo clave de la Presidencia británica? Por último, señor Blair, le doy las gracias por quedarse a escuchar el debate de hoy, cosa que raramente hace en Westminster.

 
  
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  Timothy Kirkhope (PPE-DE).(EN) Señor Presidente, en nombre de la delegación conservadora y de mis colegas Demócratas Europeos doy la bienvenida al Primer Ministro y espero que la Presidencia británica sea verdaderamente reformadora.

Es importante para nuestro país y nuestros intereses nacionales que Gran Bretaña lidere Europa en un momento en el que se plantean cuestiones fundamentales sobre su futuro. Sin embargo, tiene que ser el liderazgo adecuado y el futuro adecuado. Los acontecimientos de las últimas semanas han sido un toque de atención para los políticos de toda la Unión. El hecho de que los ciudadanos de Francia y los Países Bajos, dos Estados miembros fundadores, hayan votado contundentemente en contra de la Constitución tiene un profundo significado.

Lamento que el Consejo Europeo no respondiera decididamente a estas votaciones declarando muerta la Constitución. El señor Blair ha dicho que tiene que haber un debate real sobre el tipo de Unión Europea que queremos en el futuro y estoy de acuerdo con él. Espero que dirija ese debate en los próximos meses.

Esperamos que demuestre su liderazgo explicando exactamente lo que quiso decir el otro día con sus comentarios sobre el hecho de que hay más de una visión sobre el futuro de Europa. A principios de esta semana, el señor Blair dijo que la crisis tiene que ver con la incapacidad de los dirigentes para llegar a un acuerdo con los ciudadanos, que ven cómo el mundo cambia y desean respuestas a los retos a que se enfrentan. Pues bien, los conservadores británicos llevan años diciendo esto sobre la Unión Europea mientras llevan la iniciativa en la liberalización de nuestras economías, la desregulación, la Agenda de Lisboa y la responsabilidad clara y el control de nuestros presupuestos.

Si ahora con bastante retraso acepta nuestras posiciones, acojo con satisfacción su conversión. No obstante, no solo se trata de una crisis de liderazgo, como dice, sino de una crisis de legitimidad en el seno de las instituciones de la UE. Está muy bien oír a nuestro Gobierno pronunciar bonitas palabras, pero ahora lo que necesitamos son hechos. El modelo social no ha tenido éxito en Europa y la existencia de millones de desempleados, junto con el de escaso crecimiento y los mercados de trabajo inflexibles, simbolizan el declive económico. Ahora tenemos que competir con la India, China y los Estados Unidos, y cuanto más ignoremos la realidad, la Agenda de Lisboa no será más que una aspiración.

Paso a hablar ahora de la futura financiación de la Unión. El Primer Ministro hizo bien en defender el cheque británico. Hay una razón para este reembolso, y es tan válida como lo era en 1984. La aparente falta de firmeza en la posición del Gobierno, que el Primer Ministro ha corroborado esta mañana, nos preocupa y por supuesto vigilaremos que los contribuyentes británicos no se conviertan en peones en el tablero de los debates sobre el futuro de nuestro presupuesto.

En conclusión, quiero instar al Primer Ministro a que no se desvíe de sus objetivos declarados de reforma de la Unión. Queremos que su retórica de los últimos días venga acompañada de un verdadero liderazgo y una acción efectiva.

Esperamos que cumpla. Nos interesa a todos que cumpla lo que ha prometido. Cuando le juzguemos en diciembre esperamos que no nos haya fallado.

 
  
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  Gary Titley (PSE).(EN) Señor Presidente, quiero dar la bienvenida al futuro Presidente en ejercicio citando a Charles Dickens: «era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, teníamos todo por delante, no teníamos nada por delante». Así ocurre con la Unión Europea. En el momento de nuestro mayor éxito, la ampliación a 25 Estados miembros, nos encontramos abatidos por las dudas y recriminaciones. La mundialización ha provocado inseguridad entre nuestros ciudadanos, llevando a algunos a dudar del proyecto europeo y a buscar refugio en el proteccionismo y el aislacionismo. Sin embargo, solo podremos hacer frente a las amenazas y aprovechar las oportunidades de la mundialización mediante una acción europea coherente.

Por desgracia, los votantes dan por sentadas muchas de las cosas que la UE ha conseguido y las consideran, francamente, «antiguallas». Tenemos que definir una visión moderna de la Unión Europea y su objetivo y relevancia; una visión basada en resultados concretos, no en procesos; una visión basada en ciertos principios básicos.

Primero, la importancia de las asociaciones internacionales y en particular la más lograda de todas, la Unión Europea. Tenemos que reconocer que la fortaleza de la UE radica en sus instituciones supranacionales que complementan y suplementan la soberanía nacional y no la sustituyen. Segundo, nuestra capacidad de proporcionar puestos de trabajo a nuestros ciudadanos y seguridad económica a sus familias es fundamental para la continuidad de nuestro éxito. Una economía próspera no es una conspiración anglosajona, sino la clave de nuestra supervivencia.

La Unión Europea ya ha hecho mucho. Últimamente hemos oído decir que la adhesión a la UE le cuesta a tal país 20 euros per cápita, o a tal otro país 50 euros per cápita. Estas cifras son insignificantes en comparación con los 6 000 euros per cápita de beneficios que ha reportado el mercado interior a sus ciudadanos en virtud de su plus de crecimiento. Pero tenemos que sacar más provecho de la economía del conocimiento invirtiendo en proyectos de futuro y no del pasado.

La eficiencia económica depende de la justicia social. La prosperidad emana de una población activa que se siente segura y de una sociedad que invierte en todos sus ciudadanos, sin excluir a nadie. Necesitamos políticas activas de mercado laboral para ayudar a los ciudadanos a encontrar y conservar su empleo. Una tercera parte de nuestra población en edad de trabajar es económicamente inactiva. Esta cifra es una desgracia y anuncia la condena de la UE y sus Estados miembros.

Por último, necesitamos una sociedad abierta en la que las personas sean libres de viajar para encontrar trabajo. Esta sociedad abierta tiene que ser justa y ecuánime y no una ganga para los criminales y los terroristas. Por esta razón, acojo con satisfacción el programa de la Presidencia en materia de justicia y asuntos de interior. El progreso real en este terreno demostrará a nuestros ciudadanos los beneficios de la acción europea. La Presidencia tiene que unir a los Estados miembros en torno a la construcción de una Europa competitiva y una Europa capaz de liderar el mundo en cuestiones como la seguridad, el cambio climático y la pobreza, que son las cuestiones que preocupan a nuestros ciudadanos. Le deseo buena suerte.

 
  
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  Karin Riis-Jørgensen (ALDE). (DA) Señor Presidente, señor Blair, gracias por un discurso maravillosamente comprometido. Usted es un orador excelente, y es muy convincente. No obstante, habría sido más creíble si hubiera presentado la misma visión europea a su electorado en las últimas elecciones parlamentarias que celebró. Considero su Presidencia un reto histórico. Dentro de seis meses, puede transferir la Presidencia a Austria habiendo unificado Europa o puede dar un portazo y dejar Europa más dividida de lo que está actualmente. Depende de usted. En primer lugar y sobre todo, se trata de anteponer la agenda europea a las agendas nacionales. Eso es difícil y exige capacidad de liderazgo, pero también requiere voluntad, y espero que tenga esa voluntad. Sobre todo, ahora debería, como uno de los líderes del proceso de ampliación, mostrar solidaridad hacia nuestros nuevos Estados miembros.

Me complace que conceda gran importancia a la Directiva de servicios y que vaya a trabajar bastante para eliminar las dificultades administrativas. Precisamente mediante la creación de un mercado libre para los servicios, podemos proporcionar empleos a nuestros ciudadanos y a los consumidores libertad de elección a precios justos y razonables. Espero ser testigo, dentro de seis meses, de que ha superado la prueba como el mejor líder de Europa. Entonces le daré gustosamente su certificado de examen.

 
  
  

PRESIDENCIA DE LA SR. McMILLAN-SCOTT
Vicepresidente

 
  
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  Caroline Lucas (Verts/ALE).(EN) Señor Presidente, en el pasado el señor Blair dijo que el cambio climático es la mayor amenaza que nos acecha. Dijo que sería una prioridad de la Presidencia británica. No obstante, señor Blair, en su discurso de hoy solo nos ha obsequiado con media frase sobre el cambio climático. Además, de hecho bajo su Gobierno han aumentado las emisiones de gases de efecto invernadero. Su Gobierno ha intentado aumentar el volumen de emisiones que se permite a la industria británica bajo el régimen de comercio de derechos de emisión de la UE. Difícilmente es esto un buen comienzo para alguien que promete ejercer el liderazgo internacional en materia de cambio climático.

Quiero instarle a que nos dé tres garantías cruciales con respecto a su Presidencia. En primer lugar, que impulse los objetivos preceptivos de eficiencia energética en toda la Unión Europea. En segundo lugar, que fije objetivos para las energías renovables que sean compatibles con una reducción del 30 al 40 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero para 2020. En tercer lugar, que rechace la energía nuclear como pretendida solución a la reducción de emisiones CO2.

Cuando pregona usted ante el resto de Europa los méritos de la modernización, la competencia y la flexibilidad, pasa por alto, sin embargo, toda referencia a la sostenibilidad: esto desmiente absolutamente cualquier afirmación suya de que propugna el desarrollo sostenible. Sí, Europa tiene que cambiar, como usted dice, pero a menos que ese cambio se tome en serio la sostenibilidad, su Presidencia perderá una oportunidad de oro para ayudar a la Unión Europea a recuperar el apoyo de los ciudadanos y desaprovechará un momento clave para abordar el cambio climático con seriedad.

 
  
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  Roberto Musacchio (GUE/NGL).(IT) Señor Presidente, Señorías, usted, señor Blair, no es la solución a los problemas de Europa; en realidad, usted es uno de los problemas. No un problema nuevo, sino un viejo problema.

Los problemas de Europa son su incapacidad para trabajar por la paz y, no lo olvidemos, usted fue a la guerra de Iraq con George Bush. Hay crisis democráticas, políticas, económicas y sociales precisamente debido a las políticas liberales, monetaristas y tecnocráticas que usted defiende, haciendo pasar viejas ideas por nuevas.

Habla usted de la Europa política, pero en realidad lo confía todo al mercado, porque para usted la economía y el mercado son una misma cosa. De hecho, si cree usted que este Tratado constitucional liberal está muerto, el remedio que nos propone está totalmente fuera de lugar, pues habla de reformas liberales comenzando por la de los servicios y el mercado de trabajo. Este remedio suyo ni siquiera goza de buena salud en su propio país, como hemos comprobado en las elecciones.

No. La solución a los problemas de Europa es algo muy distinto, algo que hay que buscar precisamente en este europeísmo de izquierdas y de masas que ha surgido conscientemente entre los ciudadanos que han leído y entendido y se han expresado mediante el voto en Francia y los Países Bajos. No protestaban ni contra Turquía ni contra la ampliación, sino explícitamente contra el liberalismo. Exigen una Constitución material y formal para una nueva Europa pacífica, democrática y social, y pueden hallar un amplio consenso a ese respecto con muchos ciudadanos de los que expresaron un «sí» crítico.

Esa es nuestra Europa, y este Parlamento tiene una gran responsabilidad que no podemos obviar. No se trata de buscar nuevos supuestos líderes, sino de ser un Parlamento absolutamente nuevo. Esta no es una crisis de cálculos y de egoísmos, ni del choque entre el ordenador y los campesinos, pero no debemos olvidar cómo empezó el mal de las «vacas locas». También es eso, pero sobre todo es la incuestionable crisis de la idea liberal: sería realmente imperdonable no formular una idea alternativa de Europa.

 
  
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  Mirosław Mariusz Piotrowski (IND/DEM).   (PL) Señor Presidente, señor Primer Ministro Blair, Señorías, parece no haber justificación para las críticas generalizadas dirigidas al Reino Unido tras el fracaso de la cumbre del Consejo Europeo. De hecho, existen grandes indicios para creer que la Presidencia británica no tiene intención de recibir influencias de los egoístas intereses nacionales que se le atribuyen. Sus prioridades declaradas revelan que el objetivo de la UE será la solidaridad entre Estados miembros, lo cual representa una vuelta a las ideas de los padres fundadores de Europa. El hecho de que la Presidencia desee reformar la estructura arcaica de la UE es motivo de optimismo. Este enfoque pragmático y dirigido al futuro, que es de un valor enorme, podría darle un nuevo impulso al desarrollo de las naciones de Europa y a la cooperación entre ellas, sustituyendo la ilusoria idea de un superestado por una constitución, con esta última afortunadamente muerta y enterrada. Por lo que respecta a la reducción de las contribuciones para el Reino Unido, el Primer Ministro Blair dijo recientemente en una entrevista que el Reino Unido estaría dispuesto a pagar más, pero solo si el dinero se destinaba a países pobres en lugar de ricos. Esta manera de pensar representa una oportunidad importante para las regiones más pobres de Europa, cinco de las cuales están en Polonia. Entre ellas se encuentran las regiones de Lublin y Podkarpacie, que tienen problemas de infraestructura enormes, pero también un potencial enorme en forma de importantes universidades. Políticas sensatas de este tipo es justo lo que estas y otras regiones europeas necesitan. Uno solo puede esperar que todos los Estados miembros de la UE apoyen las medidas adoptadas por una Presidencia británica fuerte, y estoy seguro de que Francia y Alemania también apoyarán la solidaridad europea. Después de todo, la solidaridad era el principio fundador de la Comunidad Europea, aunque los actuales líderes de los dos países que he mencionado parecen haber olvidado este dato.

 
  
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  Mogens N.J. Camre (UEN). (DA) Señor Presidente, señor Primer Ministro, la amplia mayoría de daneses, al igual que los británicos, no quieren la Constitución de la UE porque no queremos entregar nuestra soberanía a políticos que proceden de forma tan negativa como la UE lo está haciendo actualmente. Señor Blair, usted es un político muy popular en Dinamarca, pero le respetaremos todavía más si hace que se entierre la Constitución, porque como usted bien sabe, no resuelve ninguno de los problemas que atraen la atención de los europeos y que usted ha descrito con gran detalle.

Le agradezco sus planes para modificar el presupuesto de la UE, que ahora está totalmente agarrotado. No son los más ricos los que pagan más y los más pobres los que reciben más. La política de ayuda de la UE ha perdido todo significado cuando se trata de agricultura y estructuras. Lo que ocurre es que aquellos países que son diligentes y tienen voluntad de obligar a sus ciudadanos a que paguen bastantes impuestos pagan a países que no aplican las reformas y no quieren obligar a sus ciudadanos a que paguen impuestos. Seguimos hablando de investigación y desarrollo indefinidamente, pero no gastamos dinero en ello. Esperamos con disposición las reformas que va a presentar, y le deseo buena suerte.

 
  
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  Ashley Mote (NI).(EN) Señor Presidente, los votantes de Francia y de los Países Bajos han denegado el poder a las personas en quienes ya no confían, como efectivamente hubiéramos hecho en el Reino Unido si hubiéramos tenido la ocasión. Ahora nos encontramos con la peor solución posible: la Constitución está muerta, pero nos quedan las estructuras y los métodos para gobernar un Estado unitario que todavía se mantiene en pie.

Se han puesto en marcha proyectos cuya legitimidad se basaba en la Constitución. Un Presidente y un Ministro de Asuntos Exteriores europeo, un fiscal general europeo, un servicio diplomático, una política espacial, una Agencia Europea de Defensa y una Fuerza de Reacción Rápida, una Agencia de Derechos Fundamentales para poner en práctica una carta que ya no tiene validez, una fuerza de policía y una política europea de asilo e inmigración. Estos pedazos de la Constitución no pueden hacerse realidad contra la voluntad de los ciudadanos.

Hemos tenido un Gobierno demasiado falto de responsabilidad y entrometido desde este lugar a lo largo de los años. La Presidencia británica debería adoptar tres medidas inmediatas y cruciales: hacer cumplir el Estado de Derecho en este lugar; abandonar los proyectos que se han adelantado a la Constitución y que ahora carecen de fundamento jurídico, y garantizar que no exista ningún intento de implantar ninguna parte de ella.

 
  
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  Françoise Grossetête (PPE-DE).(FR) Señor Primer Ministro, dice que quiere eliminar las anomalías en Europa. Pues bien, su presencia hoy en Bruselas es una anomalía. Debería saber que el programa de actividades para una Presidencia del Consejo Europeo se presenta en Estrasburgo, la sede oficial del Parlamento Europeo. Sí, Europa está en crisis, la Cumbre ha sido un fracaso y su Presidencia entrante se enfrenta a una elección crucial: que Europa sea una enorme agrupación económica sin pies ni cabeza en la que las brujas bailen alrededor de la tumba del proyecto de Constitución, una especie de «proyecto bruja Blair», o bien suelta el freno de mano para ayudarnos a doblar esta esquina histórica que es el advenimiento de una verdadera Europa política.

Señor Primer Ministro, usted tiene talento –es un brillante orador–, pero ¿a quién tenemos que creer, a usted o al señor Juncker? Usted prefirió provocar una crisis para poder cabalgar en la cresta de esa crisis y servir a sus propios intereses. Si quiere guiar a Europa, primero tiene que dejar de tener un pie en Europa y otro pie fuera.

Por lo tanto, sí a la modernización social, pero no queremos su incertidumbre. Sí al desarrollo de la biotecnología, sí a un presupuesto europeo racional, sí a la verdadera defensa europea, pero no olvide que la PAC es una base de la Unión Europea que no puede confinarse a la historia, y cuya supervivencia depende de su desarrollo. Usted dice que quiere progresar en la lucha contra el crimen y la inmigración ilegal, pero ¿cómo podemos creerle cuando, durante los últimos diez años, el Reino Unido se ha opuesto de manera sistemática a la cooperación policial y judicial?

Por último, ¿cómo podemos explicar el hecho de que, en sus propios países, los Jefes de Estado o de Gobierno anuncien la idea de una moratoria sobre la ampliación de Europa y que, por otra parte, en el Consejo estén dejando todas las puertas abiertas?

Señor Blair, los ciudadanos de Europa ya no están de acuerdo. Ya es hora de poner fin a la palabrería hueca, porque ha llevado a lo peor. Señor Blair, tiene usted mucho que demostrar para ganarse nuestra confianza.

 
  
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  Hannes Swoboda (PSE). (DE) Señor Presidente, usted, señor Blair, está asumiendo una herencia difícil. Ayer, el señor Juncker estuvo en esta Cámara y nosotros le estuvimos muy agradecidos por su compromiso –un compromiso emocional– con la causa europea y le aplaudimos. Hoy usted nos ha contado la otra cara de la verdad, gran parte de la cual puedo entender, y si muchos diputados a esta Cámara se libraran de los prejuicios que han acumulado en los últimos años, encontrarían que están de acuerdo con muchas cosas de las que se han dicho hoy.

No obstante, lo que Europa necesita es un compromiso sin reservas, tanto por su parte como por la de su país. Siendo como son la prensa y el público británico, no será fácil, pero lo que se necesita es una inclusión voluntaria en lugar de una exclusión voluntaria, y espero que usted, como Presidente en ejercicio del Consejo, insista en ello.

Permítame mencionar algunas cuestiones, empezando por el desempleo, respecto al cual usted, en el Reino Unido, ha conseguido algunos éxitos considerables. Cualquier observador objetivo debe admitirlo. Habiendo tenido una tasa de desempleo muy alta durante la era Thatcher, ahora está muy bajo, entre los más bajos de Europa. Ese es el tipo de cosas que necesitamos, aunque –como ha dicho el señor Schulz– también necesitamos empleos que confieran dignidad, especialmente en vista de la ampliación. Le estoy muy agradecido por los comentarios solidarios que ha realizado acerca de la ampliación, pero tenemos que asegurarnos de que no haya nuevas divisiones y de que los trabajadores de Europa del Este, que están eternamente mal pagados, no sean explotados.

En segundo lugar, está la cuestión de la directiva de servicios, y respecto a esta tiene toda la razón; aunque necesitamos un mercado común de servicios, tenemos que crear uno paso a paso, y también necesitamos algo que ha mencionado solo indirectamente, que son los servicios públicos. Como usted mismo ha dicho, las deficiencias manifiestas suponen que el Reino Unido tiene que realizar inversiones masivas en servicios públicos como el transporte, la sanidad y la vivienda, y ese tipo de inversión también debe compensar las deficiencias en el sector servicios, que están en proceso de liberalización.

Este proceso de liberalización es algo que la gente aceptará si ven que esta nuestra Europa está a favor no solo de un mercado común, sino también de los servicios públicos, sobre los que se preocupan bastante.

Tiene toda la razón en lo que dice sobre la ampliación. No podemos detenerla, pero debemos prepararnos mejor para ella, tanto en los nuevos Estados miembros como en los Estados miembros existentes de la Unión Europea, porque a menudo se argüía –equivocadamente– que la ampliación afectaría negativamente a los Estados miembros existentes. Tenía razón al declarar la falsedad que hay en esa afirmación, pero eso es algo que tenemos que transmitir a nuestra propia gente.

La política exterior también será un factor decisivo. Gran Bretaña, el país del que usted es Primer Ministro, siempre ha tenido buenas relaciones con los Estados Unidos de América. Usted disfruta de una relación especialmente buena con el Presidente Bush, y eso puede beneficiar a Europa, siempre que quede claro que usted también habla en nombre de Europa; siempre que quede claro que la postura que representa en Washington es la de Europa. Si lo hace así, estaremos apoyándole.

Uno de los proyectos más grandes –al que se ha referido– es Oriente Próximo. Necesitamos paz en Oriente Próximo porque –lejos de ser cualquier antigua región del mundo– Oriente Próximo es nuestro propio patio, nuestra propia vecindad, y necesitamos que se concluya el proceso de paz entre los palestinos y los israelíes. Se ha comprometido a desempeñar un papel muy activo en conseguirla, y de hecho ya lo ha venido haciendo en los últimos meses, pero la fase crítica vendrá –y debemos ser conscientes de ello– con la retirada de Gaza, que es inminente. La posición europea no puede limitarse a «Gaza en primer y último lugar»; tenemos que adoptar una línea más progresista a este respecto.

Por último, le insto a que cultive sus buenas relaciones con los americanos, pero Londres está más cerca de Bruselas que de Washington. Aunque el Presidente Bush le necesite en Washington, le necesitamos aquí en Bruselas.

 
  
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  Chris Davies (ALDE).(EN) Señor Presidente, jamás se podrá llevar a Europa más cerca de las personas y nunca podrán los Parlamentos nacionales pedir cuentas a los Ministros mientras el órgano legislativo más poderoso de Europa continúe reuniéndose en secreto. ¿Quién se sorprende cuando los ciudadanos se quejan de déficit democrático en Europa si el debate sobre las nuevas leyes en el Consejo de Ministros se celebra a puerta cerrada?

El Primer Ministro admitirá esta deficiencia. Al firmar el Tratado Constitucional, aceptó que el Consejo se reuniera en público cuando delibere sobre actos legislativos. Pero no se exige ningún referendo o tratado, basta con una simple votación en el Consejo de Asuntos Generales. El respaldo de solo 13 Estados miembros es fácil de lograr. Es una ganga.

El Primer Ministro afirma que es hora de que Europa escoja. He aquí un elección sencilla que puede hacer: mantener la cultura del secreto o poner en práctica los principios de apertura y transparencia.

(Aplausos)

 
  
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  Jillian Evans (Verts/ALE).(EN) Señor Blair, he seguido muy atentamente su presentación, sobre todo cuando ha hecho hincapié en la solidaridad para combatir la pobreza. Sin embargo, el aplazamiento del acuerdo en torno al presupuesto de la UE significa que mi circunscripción, Gales Occidental y los Valles –una región del objetivo 1– ha perdido la posibilidad de obtener financiación para la plena convergencia a partir de 2007. Mientras el Gobierno del Reino Unido se empeñaba en conservar su cheque, el País de Gales perdía hasta 3 000 millones de libras esterlinas y el año que viene ya será demasiado tarde, así que los intereses del Reino Unido no coincidían con los del País de Gales.

Quiero que Europa cambie. Queremos una Europa en la que naciones como el País de Gales puedan desempeñar un papel de primer orden por derecho propio. Es fundamental que logremos que Europa importe más a los ciudadanos. En consonancia con este objetivo, y siguiendo el ejemplo de la Presidencia irlandesa y más recientemente del Gobierno español, insto a la Presidencia del Reino Unido a que solicite que el galés sea declarado lengua oficial de la Unión Europea. Para traducirlo yo misma al galés, como por ahora me veo obligada a hacer en esta Cámara:

(La oradora habla en galés)

 
  
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  Eoin Ryan (UEN).(EN) Señor Presidente, quiero transmitirle un fáilte mór, señor Blair, y desearle lo mejor durante su Presidencia de la Unión Europea. Todos somos conscientes de los retos que aguardan a la Unión Europea, tanto en el plano económico como en el social. Quiero apoyar lo que ha dicho usted hace un rato y coincido con usted en que, para favorecer la maduración y el fortalecimiento del modelo social europeo, necesitamos economías pujantes, y eso es evidente para todo el mundo.

No obstante, los acontecimientos de la semana reflejaron un debate lamentable y acalorado acerca de la situación financiera de la Unión Europea. Parte de dicho debate giró, desgraciadamente, en torno a la Política Agrícola Común. La opinión pública está claramente dividida con respecto a la efectividad y la sostenibilidad a largo plazo de la Política Agrícola Común, pero uno de sus objetivos más ambiciosos consiste en apoyar y sostener las comunidades rurales de la Unión Europea, que se hallan gravemente amenazadas.

Vivimos en un mundo en que cada semana medio millón de personas se trasladan de un entorno rural a una zona urbana. En 1970, el 63 % de la población mundial vivía en un entorno rural; en 2020, esa cifra será el 45 %. Los retos que nos esperan son inmensos, no solo desde el punto de vista de la calidad de vida de quienes residen en una Europa cada vez más urbanizada. Teniendo esto presente, quiero pedirle, señor Blair, que se centre en los problemas urbanos, más que en desmantelar la PAC, que ojalá fortalezca a las comunidades rurales en los años venideros.

 
  
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  James Hugh Allister (NI).(EN) Señor Presidente, tras los rechazos de la Constitución, el Primer Ministro ha afirmado con razón que ahora se plantean profundos interrogantes acerca del futuro de Europa. Sobre la base del ejemplo del pasado fin de semana, es evidente que la UE excesivamente centralizada no funciona en la actualidad. Aunque el señor Juncker intentase ayer convertir el Reino Unido en chivo expiatorio, la realidad es que son las estructuras y las políticas de Europa las que están heridas de muerte. Sospecho a partir de su discurso, señor Blair, que no está usted dispuesto a afrontar las cuestiones reales que se derivan de esto. La política de parches no funciona. Usted debería saberlo por Irlanda del Norte. La unión cada vez más unida ha fracasado. Es hora de proclamar la primacía de los Estados nacionales sobre el control asfixiante de Bruselas. Es hora de repatriar los poderes fundamentales. Es hora de volver a convertir el libre comercio, no la unión política, en la piedra angular de Europa.

Por último, le recomiendo encarecidamente, en su condición de Primer Ministro, que adopte una postura firme en defensa del reembolso justificado, que puede usted defender como es debido por méritos propios...

(El Presidente interrumpe al orador)

 
  
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  József Szájer (PPE-DE). (HU) Señor Presidente, como uno de los primeros diputados de esta Cámara de los nuevos Estados miembros en tomar la palabra, debo comenzar diciendo que no fue a causa de los nuevos diputados que o bien el Tratado Constitucional o el debate presupuestario hayan ocasionado una crisis en la UE. La crisis fue generada por la UE de los 15. Estoy convencido de que el ejemplo de los nuevos Estados miembros dinámicos, que han aplicado cambios colosales en las últimas décadas, puede revivir la economía europea, a menudo arcaica, y traer empleos, crecimiento, una Europa segura, orientada a la familia y que favorezca al ciudadano.

Cuando busquemos una salida, empecemos con la injusta e injustificada discriminación que todavía persiste en el seno de la Unión. Señor Primer Ministro, su país es uno de los pocos que no se ha asustado con los trabajadores de los nuevos Estados miembros. La tarea es esta: en toda Europa debemos eliminar inmediatamente los obstáculos que impiden la libertad de los ciudadanos de los nuevos Estados miembros para trabajar. Señor Primer Ministro, ha dicho que la política agrícola común es insostenible en su forma actual. Pero no olvide que los agricultores de los nuevos Estados miembros reciben ahora tan solo una fracción de lo que reciben los antiguos miembros. Nuestra tarea es reformar la política agrícola común, pero empecemos a erradicar las desigualdades internas, y dejemos que los agricultores polacos, húngaros y estonios reciban el mismo apoyo al que sus homólogos austriacos, franceses o británicos tienen derecho.

Señor Primer Ministro Blair y señor Presidente Barroso, ambos se han referido también a la necesidad de hacer competitiva a Europa. No obstante, hoy parece como si Europa hubiera obstaculizado la competencia. La tarea a la que nos enfrentamos a este respecto es eliminar las barreras para la libre circulación de servicios, porque aunque los servicios representan la mayor parte de la economía europea, su libre circulación es una libertad que hasta ahora solo existe en el papel. Aprobemos la Directiva de servicios. Señor Primer Ministro, usted ha hablado de la renovación de Europa, y con mucha razón. Comencemos juntos el proceso de renovación, los veinticinco, sin discriminaciones injustas, artificiales e internas.

 
  
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  El Presidente. El debate queda cerrado.

 
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