El Presidente. Vamos a proceder al debate conjunto sobre la base de:
- las declaraciones del Consejo y de la Comisión sobre África y los retos de la globalización,
- así como de la pregunta oral al Consejo, presentada por la señora Morgantini en nombre de la Comisión de Desarrollo: "Llamamiento Mundial a la Acción contra la Pobreza: Que la Pobreza pase a la Historia" (B6-0248/2005)
- y la pregunta oral a la Comisión, presentada por la señora Morgantini en nombre de la Comisión de Desarrollo: "Llamamiento Mundial a la Acción contra la Pobreza: Que la Pobreza pase a la Historia" (B6-0249/2005).
Jack Straw,Presidente en ejercicio del Consejo. (EN) Señor Presidente, por segunda vez esta mañana, quiero decir que es un honor para mí dirigirme al Parlamento Europeo. Valoro en gran manera el diálogo que he mantenido con el Parlamento y sus comisiones, no solo en los últimos cuatro años como Ministro de Asuntos Exteriores británico, sino también en los cuatro años anteriores como Ministro de Interior británico. En realidad, he trabajado en el Gobierno británico tiempo suficiente como para recordar nuestra anterior Presidencia, hace siete años y medio, cuando tuve el privilegio de presidir el Consejo de Justicia y Asuntos de Interior.
También quiero felicitar al Parlamento por su iniciativa de hoy de apoyar la campaña «Que la pobreza pase a la historia». Es un indicio de su gran compromiso con el desarrollo mundial en el que es un año vital para África y las naciones más pobres del mundo.
La señora Morgantini me ha planteado algunas preguntas concretas. Ya le he enviado una respuesta detallada a esas preguntas y me aseguraré de que estén a disposición de más personas. En mi intervención responderé a muchas de las cuestiones que planteaba.
En los últimos meses, los titulares de prensa en Europa han hablado a menudo de desacuerdo y dificultad. Los votantes de dos de los Estados miembros fundadores han puesto de relieve cuestiones que preocupan mucho a todos los ciudadanos de Europa. ¿Cómo puede la Unión Europea mejorar la manera de ofrecerles la prosperidad y la seguridad que todos queremos en un mundo que cambia rápidamente?
Algunas de las respuestas a esa pregunta afectarán a las políticas internas de la Unión Europea, como la futura financiación. El Reino Unido, como dijo Tony Blair al Parlamento hace tan solo dos semanas, se toma muy en serio sus responsabilidades en la Presidencia de la UE. Nos esforzaremos por llegar a un acuerdo sobre las perspectivas financieras antes de que termine el año. Además, intentaremos dirigir el debate más amplio sobre la futura dirección y las prioridades de Europa de forma abierta e integradora, respetuosa con los diversos puntos de vista de este Parlamento y entre los Gobiernos y los ciudadanos de Europa. Pero si queremos responder plenamente a las esperanzas y los temores de los ciudadanos respecto al futuro, también es importante que la UE refuerce sus acciones en el resto del mundo. Uno de los acontecimientos más sorprendentes de los últimos años ha sido lo que hemos avanzado ya en la Unión Europea para llegar a este reto, partiendo de la base de un acuerdo muy amplio.
No hace muchos años, las naciones de Europa estaban severamente divididas, como recordábamos en el anterior debate sobre Iraq. Sin embargo, hoy estamos llevando a cabo una sólida acción común en apoyo de la paz en Oriente Próximo, Sudán y la República Democrática del Congo. Tenemos un amplio programa de compromiso con el nuevo Iraq. Estamos dirigiendo a la comunidad internacional en el proceso difícil pero vital de compromiso con Irán.
La historia es la misma en cuanto a la seguridad y la defensa. Hace unos años el debate sobre la PESD giró alrededor de la ubicación y el personal de una pequeña célula de planificación en un suburbio de Bruselas. Pero hoy, una fuerza de la UE trabaja con la OTAN en Bosnia sobre el terreno. Las misiones de la UE allí y en Macedonia están formando a la policía. También formamos a la policía y a los funcionarios judiciales en Iraq. Tenemos dos misiones europeas en la República Democrática del Congo. Estamos ayudando a la fuerza de la Unión Africana en Sudán.
De modo que hoy la Política Europea de Seguridad y Defensa no es papel mojado: está marcando una gran diferencia en miles de vidas de todo el planeta. Quiero que la Presidencia del Reino Unido –y los años posteriores– sea una etapa en la que se amplíen esos logros y se consolide aún más la influencia y el poder de la Unión Europea como fuerza del bien en el mundo. Y en ninguna parte eso es tan importante como en África. Hoy África es más pobre que hace 25 años. La mitad de la población subsahariana vive con menos de un dólar al día. La participación de África en el comercio mundial es una tercera parte del nivel que tenía en 1980. El total de la renta nacional de los países subsaharianos es menos de lo que se gasta en subvenciones agrícolas en el mundo desarrollado: la UE, los Estados Unidos, Japón y algunos otros países. Hace falta un cambio importante si queremos conseguir los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Al ritmo actual, el África subsahariana tardaría más de 100 años en cumplir los objetivos de educación primaria o reducir la mortalidad infantil. En tres de los objetivos –el del hambre, el de la pobreza y el del saneamiento– la situación en el África subsahariana es peor cada día.
Mientras, la esperanza de vida en África hoy es de tan solo 42 años, menos de la edad de la mayoría de las personas de esta Cámara. Se prevé que en algunos países africanos la esperanza de vida será de menos de 30 años dentro de un lustro. Veinte millones de africanos ya han muerto de sida, que ahora es el principal asesino del continente. Tres cuartas partes de las personas que conviven con el VIH en todo el mundo son africanas.
Nelson Mandela dijo: «Así como la esclavitud y el apartheid, la pobreza no es natural. El hombre es el causante de la pobreza, por lo que esta puede ser superada y erradicada por las acciones de los seres humanos.» Mandela tenía razón. África tiene demasiados ejemplos de cómo las acciones de los seres humanos impiden que otros seres humanos consigan una vida mejor para ellos mismos.
En Darfur, como Hilary Benn –mi colega y amiga, Secretaria de Estado para el Desarrollo Internacional en el Reino Unido– y yo hemos visto con nuestros propios ojos, la milicia apoyada por el Gobierno ha matado a muchos miles de personas. Millones de personas han tenido que huir de sus hogares.
En Zimbabue, el Gobierno ya ha pisoteado la democracia y los derechos humanos básicos y ha arruinado la economía que antes era una de las más sólidas del continente. El Gobierno de Zimbabue se ha vuelto ahora contra los más pobres y vulnerables del país, sacando a cientos de miles de personas de sus casas y destruyendo a sus medios de subsistencia. El problema de Zimbabue no es la falta intrínseca de recursos o el clima, sino una pésima gobernanza. La Unión Europea ha actuado correctamente al enviar un firme mensaje de que la conducta del Gobierno de Zimbabue es totalmente inaceptable. También son correctas las nuevas medidas más amplias y más restrictivas contra el régimen de Mugabe, y la firme condena de los últimos abusos.
Pero, entre todo ese horror, permítanme recordar que la imagen de África es mucho más compleja de lo que parece a primera vista. En los años setenta se podían contar las democracias de África con los dedos de una sola mano y todavía sobraban dos: había tres. Hoy hay más de treinta Gobiernos elegidos democráticamente en todo el continente.
Hace tan solo unos años, surgían conflictos armados por toda África, pero hoy una paz sostenible está echando raíces en países como Burundi, Liberia, Sierra Leona y Angola. La Organización de la Unidad Africana solía pedir la no injerencia en los asuntos internos de sus miembros. En cambio, su sucesora, la nueva Unión Africana, no defiende la no injerencia, sino la no indiferencia. Se está inspirando en lo que la Unión Europea ha podido conseguir en un continente que antes no se caracterizaba precisamente por la paz y la estabilidad de que ahora disfrutamos, sino por el conflicto, la guerra y el derramamiento de sangre.
A través de la Nueva Asociación para el Desarrollo de África (NEPAD), los líderes africanos se han puesto de acuerdo en un mecanismo de verificación por homólogos que muchos Gobiernos del mundo desarrollado, muchos Gobiernos de Europa, considerarían incómodamente intrusivo. Tampoco la situación económica de África es tan uniformemente negativa como a veces parece. Algunos países, como Mozambique y Etiopía, han conseguido índices de crecimiento del 7 %, un nivel suficiente para sacar a un gran número de personas de la pobreza.
El continente dispone de muchos recursos, tanto físicos como humanos, y esos factores positivos deberían darnos motivos reales de esperanza. Los africanos quieren un futuro mejor y nosotros, en Europa, con nuestros socios internacionales, debemos seguir ofreciendo apoyo para permitir que la reforma de África arraigue y a su vez ayude a los africanos a cambiar la situación para mejor.
Por eso hemos hecho que este año sea un año de acción y ya hemos conseguido muchas cosas. El Consejo Europeo del mes pasado es ahora famoso por sus desacuerdos sobre el presupuesto de la Unión Europea, pero sugiero que nuestros hijos lo recuerden mejor como el Consejo donde se decidió doblar la ayuda europea a África en los próximos cinco años. Ese fue el perdurable legado de ese Consejo y, con suerte y trabajo, los problemas temporales del presupuesto europeo serán eso, temporales.
También estamos decididos a que esa ayuda esté mejor coordinada y sea más efectiva, basándose en los acuerdos conseguidos en la reunión de la OCDE en París esta primavera. Debemos asegurar que la ayuda no implique una mala gobernanza ni enriquezca a los corruptos, sino que se utilice para hacer subir el nivel de gobernanza y ayudar a los más pobres, que es a quienes va dirigida.
El G8 ha acordado la cancelación del 100 % de la deuda de los países pobres más endeudados y los líderes del G8 que se encontrarán hoy en Gleneagles, y se reunirán hoy y mañana, discutirán nuevas ayudas. En la Cumbre de las Naciones Unidas de septiembre, revisaremos los Objetivos de Desarrollo del Milenio y reforzaremos la acción internacional para conseguirlos. Pero tenemos que hacer más. Bajo nuestra Presidencia, el Reino Unido trabajará para ofrecer una estrategia europea de ayuda al desarrollo satisfactorio de África. La estrategia debe ser amplia y ambiciosa; debe ir más allá de la ayuda financiera y demostrar que África invertirá en personas, en gobernanza, en crecimiento, paz y seguridad. Como parte de esa estrategia, tenemos que permitir un mejor acceso de los países más pobres del mundo a los mercados desarrollados, para que la agenda para el desarrollo de Doha sea una realidad, y deberíamos empezar con eso en la reunión de diciembre en Hong Kong.
La Unión Europea, los Estados Unidos y los demás países ricos deben cumplir su compromiso de abolir las subvenciones para la exportación y hacerlo dentro de un plazo claro y explícito. También debemos reconocer la gran importancia de la paz y la estabilidad en África. Ya hay miles de refugiados en Darfur que están más seguros. ¿Por qué? Gracias a los fondos del Mecanismo de la Unión Europea para la Paz en África destinados a la misión que la Unión Africana lleva a cabo en aquella región. Con dicho mecanismo podemos aumentar nuestro apoyo ayudando a la Unión Africana y a organizaciones como la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (ECOWAS), que han desempeñado un papel tan importante en la resolución del conflicto de África Occidental.
El Mecanismo para la Paz ha sido un verdadero éxito, pero el dinero que se le ha asignado se está acabando y necesitamos acordar la correspondiente financiación a largo plazo. Como han reconocido los propios líderes de África, Europa puede ayudar promoviendo una mejor gobernanza, más democrática, en África.
Volviendo al tema de Zimbabue, acojo con gran satisfacción el llamamiento del Parlamento Europeo a actuar en relación con las elecciones y la aplicación rigurosa de las sanciones de la Unión Europea. La Asamblea Parlamentaria Paritaria UE-ACP ha sido un gran apoyo para mejorar la gobernanza en los Estados africanos, así como en los del Caribe y el Pacífico. El Acuerdo de Cotonú nos permite suspender la ayuda en los peores casos. No solo debemos estar dispuestos a utilizar esa disposición sino que sugiero que, además, seamos mucho más activos en el seguimiento del progreso de la democracia y la gobernanza. Son los ciudadanos los que más van a ganar con la democracia y una mejor gobernanza, los ciudadanos de a pie de los países ACP en África, los que quieren que hagamos uso de estos mecanismos incorporados en acuerdos como el Acuerdo de Cotonú.
Todavía resuenan en nuestros oídos los grandes conciertos Live 8 que se celebraron en Europa y en todo el planeta el pasado fin de semana. Esos conciertos y el amplio interés generado por la reunión de los G8 en Gleneagles han generado en África y en Europa, y en todo el mundo desarrollado, grandes expectativas de que esta vez el esfuerzo para ayudar a África va a funcionar. Esperemos que así sea. Esperemos que los países desarrollados lleguen a prestar la ayuda que prometen, pero también debemos comprender que el proceso solo funcionará si mejora la gobernanza en África y se elimina la corrupción.
En nuestra acción en África y en todo el mundo, la Unión Europea puede recurrir a tres puntos fuertes. Primero, el poder intrínseco y la influencia de la UE. Cuando estamos de acuerdo podemos elaborar una agenda internacional. Lo estamos haciendo en comercio mundial, pero también lo he visto trabajando con Javier Solana, con Joschka Fischer y ahora con Philippe Douste-Blazy en el difícil expediente de Irán. La fuerza de la Unión Europea cuando está unida es extraordinaria. La fuerza que tenemos es la fuerza de nuestras conexiones mundiales. No existe apenas ningún país en todo el mundo que no tenga algún vínculo especial de historia o amistad con uno o varios de los Estados miembros de la Unión Europea. La última ampliación, el mes de mayo pasado, incrementó esta red de asociación y confianza, y nuestro alcance mundial se refleja en este Parlamento y en su fuerte compromiso internacional.
La UE está construyendo hoy relaciones más sólidas con vecinos como Rusia y con nuevos socios estratégicos como China y la India, que van a celebrar cumbres importantes con la UE durante nuestra Presidencia. Obviamente, tendremos mayor influencia con esos socios estratégicos cuando actuemos juntos.
El tercer punto fuerte, y quizás el más importante, es la fuerza de los valores de la Unión Europea. El «poder blando» en política exterior se ha definido como el arte de hacer que los demás quieran lo que nosotros queremos. La ampliación de la Unión Europea es uno de los ejemplos más sorprendentes y poderosos de ese poder blando en acción. La atracción magnética del éxito de la UE, sus valores e instituciones, han ayudado a transformar primero el sur, después el centro y el este de Europa, y ahora las perspectivas de la UE se extienden hacia la reforma y estabilidad de Turquía y de los Balcanes Occidentales.
Quizás algunos de los presentes conocen los Balcanes Occidentales mejor que yo, pero todos los que conocemos los Balcanes Occidentales sabemos que en realidad lo único que impulsa a esas comunidades divididas hacia la misma perspectiva de paz y seguridad es la Unión Europea, sus valores y su fuerza. El Consejo de la Unión Europea celebrado en junio así lo reconoció al reafirmar su intención de que la UE pusiera en práctica todos los compromisos existentes respecto a la ampliación, incluyendo la apertura de negociaciones con Turquía el 3 de octubre.
Mientras, nuestra política de vecindad ayuda a promover nuestros valores más hacia el este y el sur, incluyendo Ucrania y los países mediterráneos, con los que también organizaremos cumbres durante la Presidencia del Reino Unido. Esos valores son los cimientos de la relación transatlántica, las mayores alianzas del mundo entre democracias liberales, esenciales para resolver los problemas mundiales del futuro desde el terrorismo y la proliferación hasta la pobreza y el cambio climático.
Con estos activos –nuestra propia fuerza, nuestras relaciones mundiales y el poder de nuestros valores– la Unión Europea hoy tiene un potencial aún mayor para incrementar su fuerza como fuerza del bien en todo el mundo. Con mucho gusto espero poder trabajar con todos ustedes para conseguir este objetivo durante nuestra Presidencia.
(Aplausos)
Louis Michel,miembro de la Comisión. (FR) Señor Presidente, señor Presidente del Consejo, Señorías, cuando pedí la cartera de desarrollo y ayuda humanitaria, sabía que África ocuparía un lugar central en mi acción y mi compromiso.
Un compromiso suscitado por un sentimiento de indignación y urgencia: África sigue estando, aún hoy, por detrás del mundo, al margen de nuestras conciencias y apartada de las ventajas de la mundialización.
Un compromiso basado también en la constatación racional de que el contexto ha cambiado y que se perfila hoy la oportunidad, sin duda única, de hacer de África un continente más próspero, más estable y mejor gobernado. En este contexto, Europa puede y debe marcar la diferencia, dado que hoy se pueden crear condiciones favorables para la erradicación de la pobreza y no hay ya ninguna excusa para no hacerlo.
África ha cambiado. Los propios africanos han decidido dar la espalda a la fatalidad y asumir su destino. La acción enérgica y eficiente de la Unión Africana en Darfur, Togo y Costa de Marfil, por ejemplo, ha dado una nueva dimensión al principio de que hay que encontrar respuestas africanas a las crisis africanas. Esta acción, basada en organizaciones regionales sólidas, abre nuevas perspectivas, hasta ahora inesperadas, para la paz, la estabilidad y la seguridad. Además, la Unión Africana está respaldada por un liderazgo fuerte, que hoy esboza una visión prometedora.
Si África ha cambiado, Europa también ha cambiado. Europa se afirma cada vez más como portavoz de un mundo más solidario y más justo, de un sistema más multilateral. En este año 2005, año del desarrollo, Europa debe dejar oír su voz como primer donante de ayuda al desarrollo y, como tal, impulsar a la comunidad internacional a una iniciativa concreta y voluntarista que evite que los Objetivos de Desarrollo del Milenio se conviertan pronto en sinónimo de promesas incumplidas. Por otra parte, me satisface mucho tomar nota de que el Consejo Europeo –como acaba de declarar– ha seguido la propuesta de la Comisión, lo que permitirá duplicar de aquí a 2015 la ayuda pública al desarrollo y de aquí a 2010 la ayuda a África.
Por último, el mundo ha cambiado. Los sucesos de los últimos años nos han enseñando que la existencia de Estados débiles podía ser fuente de inestabilidad y crear santuarios para los terroristas y los delincuentes. La intensificación de la mundialización en todas partes impone también una intensificación de la solidaridad. Me parece que la política de desarrollo es hoy el instrumento por excelencia para humanizar la mundialización. En todo caso, no veo otro mejor. La mundialización tiene la característica específica que no nació, como algunos quieren hacernos creer, de una decisión política tomada a puerta cerrada en alguna parte. Realmente, la mundialización no ha sido orquestada; es un proceso espontáneo, celebrado por algunos y temido por otros, pero sobre el cual, y aquí está realmente el quid, ninguna autoridad, ni nacional ni internacional, parece tener influencia directa. Soy desde luego de los que creen que puede aportar mucho y que en todo caso presenta muchas más ventajas que inconvenientes.
A la intensificación de la mundialización en todos los niveles hay que responder evidentemente con la intensificación de la solidaridad en todos los niveles. En efecto, ¿qué podría significar la mundialización para unas poblaciones que no tienen acceso al agua, para unos jóvenes que no tienen acceso a la educación, para unos niños que mueren de enfermedades que podríamos curar? Aunque hay quien sueña con un retorno a modelos que desgraciadamente huelen a déjà vu, creo que sería erróneo creer que las personas no quieren la mundialización o que quiere volver atrás. Lo que queremos nosotros, como europeos, es una mundialización que beneficie a todo el mundo, que sea una palanca positiva para toda la humanidad, sin exclusiones. En este contexto, nada es más urgente que hacer que la mundialización funcione en África y para África.
Es cierto que la liberalización de los mercados, en este marco, solo es beneficiosa cuando el Estado tiene capacidad para dictar normas a fin de contener sus desviaciones y hacer que se respete el interés general. Como saben, para aprovechar las oportunidades que ofrece la mundialización, los Gobiernos deben garantizar un marco macroeconómico. Deben crear también unas condiciones eficaces y previsibles para ese marco macroeconómico y evidentemente deben garantizar también la gobernanza en un marco favorable a la actividad económica. Deben alentar y apoyar asimismo una sociedad civil vigilante, que garantice una redistribución equitativa y equilibrada de la riqueza y de otros servicios, como por ejemplo el acceso a la justicia, a la administración, a la salud, a la educación. Desde este punto de vista, y especialmente en el caso de África, creo que hay que hacer un esfuerzo muy especial y centrado en la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres.
Por todas estas razones, me parece útil definir una estrategia europea común, no solo para el desarrollo, sino también para África, una estrategia que responda al nuevo orden geopolítico en África; una estrategia que queremos elaborar con nuestros socios africanos para capitalizar este nuevo auge a escala mundial. Muy pronto, ya se ha dicho, la Unión Africana se ha convertido en un interlocutor político ineludible, un verdadero motor de cambio para el continente.
Al mismo tiempo, creo que es bueno subrayar que esta construcción no se mantendrá por sí sola. La casa de la Unión Africana debe construirse sobre sólidos bloques regionales. No habrá integración continental sin una organización regional fuerte, ambiciosa y reconocida. Una cooperación política y ambiciosa entre la Unión Europea y la Unión Africana es, pues, más necesaria que nunca. ¿En qué debería asentarse este matrimonio? No tengo una respuesta exhaustiva; de todos modos, me limitaré a dar cuatro pistas que quiero proponer como hipótesis de trabajo en común. Como saben, volveré a finales de año no solo con una declaración sobre el desarrollo, una actualización de la política de desarrollo que evidentemente habremos debatido y que debatiremos juntos, sino también con un auténtico plan maestro para África.
El primer eje es la gobernanza. Evidentemente, nadie discute la primacía de la gobernanza. Como se ha dicho, África no es pobre, pero por desgracia está mal gobernada. Y sin embargo, África empieza a moverse. Se están realizando esfuerzos de gobernanza en distintos niveles. En los últimos cinco años, más de dos tercios de los países del África subsahariana han celebrado elecciones multipartitas, algunas más libres y justas que otras, y han tenido lugar varios cambios de Gobierno de forma democrática y pacífica: muy recientemente aún, las elecciones en Burundi. Espero que en la República Democrática del Congo, en el mes de marzo, se puedan registrar también progresos significativos. Quiero recordar también que 23 países africanos han ratificado el Estatuto por el que se crea la Corte Penal Internacional. Es bueno decirlo cuando algunas potencias democráticas occidentales todavía no lo han hecho. El hecho más señalado de los últimos años es que África se ha dotado a sí misma de una visión, una misión y unos principios. En materia de gobernanza, este hecho, completado con la institución de la Unión Africana y reflejado en la visión de la NEPAD, representa una ruptura con el pasado y las prácticas de antaño. Esta visión y estos principios no se han quedado en meras declaraciones de intenciones, puesto que, con el mecanismo africano de evaluación por homólogos, África dispone ahora de una herramienta única de acompañamiento de los africanos por los africanos. Este mecanismo merece todo nuestro apoyo.
El segundo eje son las infraestructuras y las redes. Todos convendremos en que, sin redes transafricanas, sin infraestructuras, no será posible el desarrollo. La propia Unión Europea es prueba de ello. La Unión Europea ha demostrado la pertinencia de esta realidad. Es indispensable intensificar los esfuerzos actuales por mejorar y garantizar la sostenibilidad de las redes de infraestructuras y por acelerar el crecimiento y promover el comercio. Por ello, la Comisión se propone desarrollar un plan de cooperación Europa-África en materia de infraestructuras y redes. A través de esta cooperación, apoyaremos el desarrollo de las redes transafricanas, que son esenciales para la interconexión y la circulación de los conocimientos por el continente, redes de telecomunicaciones, vías de ferrocarril, líneas aéreas e infraestructuras para reducir el asilamiento, que también son muy importantes: puertos, aeropuertos, vías navegables, todo lo relacionado con la energía y con el agua.
Paralelamente a esta cooperación en materia de infraestructuras, deberíamos innovar en términos de mecanismos de financiación basados en la participación del sector privado y de otros proveedores de fondos. Volveré sobre ello en la declaración sobre el FED dentro de unos meses.
El tercer eje es, evidentemente, el comercio. Todos los implicados reconocen el papel capital del comercio en el crecimiento económico. La parte de África en las exportaciones mundiales ha caído casi un 60 %, lo que equivale a una pérdida de 70 000 millones de dólares al año, el 21 % del PIB de la región, más de cinco veces los 13 000 millones de dólares que entran en África cada año a través de la ayuda al desarrollo. Evidentemente, debemos invertir esta tendencia. Como saben, negociamos actualmente los acuerdos de cooperación económica con seis regiones, cuatro de ellas del África subsahariana. Peter Mandelson, responsable de comercio, negocia esos acuerdos. Se trata sin duda alguna del proceso comercial más ambicioso jamás negociado entre el Norte y el Sur. Por primera vez, la Unión Europea apoya financieramente el esfuerzo de negociación de sus socios. Por primera vez se negocian acuerdos comerciales con el único objetivo del desarrollo de nuestros socios. Por primera vez, esos acuerdos se basan en la integración regional de nuestros socios y la favorecen, y por primera vez nuestra cooperación financiera y técnica puede utilizarse para las reformas, el apoyo presupuestario, las acciones de mejora de la capacidad de aumento de la oferta, y la construcción de un entorno atractivo para las inversiones y los intercambios.
Finalmente, el último eje es la cultura. La cultura es una dimensión clave del desarrollo que, desde mi punto de vista, se ha olvidado hasta ahora demasiado a menudo. Sin embargo, es vital. La cultura es el alma y la expresión de un pueblo; determina el funcionamiento de una sociedad y, por tanto, también su estructura económica. Por ello, la consideración de la especificidad social y cultural de África en su riqueza y su diversidad me parece la única capaz de inscribir nuestra ayuda al desarrollo en la realidad del terreno y reforzar así su eficacia.
Terminaré, señor Presidente, lanzando una serie de cuestiones sobre las que sería deseable debatir. He oído hablar de sanciones. Me parece que las sanciones solo son virtuosas cuando repercuten sobre los autores, los responsables. En cambio, no creo en las sanciones cuando afectan a las poblaciones directa o indirectamente. Sería útil abrir este debate.
Pienso que debemos debatir también la famosa cuestión de la responsabilización o apropiación. ¿Cómo garantizar mejor la apropiación del destino y el desarrollo por las propias poblaciones? La apropiación va de la mano del principio de sostenibilidad. ¿Cómo conseguir que los programas y los proyectos en curso sigan surtiendo efecto cuando los operadores externos abandonan el terreno? Se plantea también la cuestión de la elección o la prioridad que hay que dar a la ayuda presupuestaria más que a la ayuda mediante proyectos, y en qué condiciones. Esta cuestión será objeto sin duda de un debate a final de año, al igual que el tema de la coherencia y la coordinación.
Señor Presidente, Señorías, he trazado rápidamente el marco en el que se pueden dar respuestas a un tema tan vasto e importante como el que han incluido ustedes en el orden del día. Evidentemente, tendremos ocasión de volver sobre estas cuestiones antes de finales de año en el marco de la nueva política y en el marco de esta atención centrada en África. Por lo que a mí respecta, quisiera comunicarles mi optimismo. Optimismo, en primer lugar, porque han coincidido una serie de circunstancias propicias. Está el hecho de que la Presidencia británica haya dado prioridad a África dentro del programa de trabajo de la Unión Europea, que haya hecho lo mismo con la agenda del G8; el hecho de que se esté formando hoy un consenso importante en torno a la idea de que no se alcanzarán los Objetivos del Milenio ni global ni individualmente si no se realiza un esfuerzo muy grande en África y pronto. Diría que hay que hacer más, que hay que hacerlo mejor y que hay que hacerlo rápido. Por lo que nos concierne, haremos lo que esté en nuestras manos. No dudo de que el Parlamento Europeo será un atento guardián de estas promesas.
(Aplausos)
Luisa Morgantini (GUE/NGL), autora. –(IT) Señor Presidente, Señorías, quiero dar las gracias al Comisario Michel y al Ministro Straw. En nuestra comisión tendremos en cuenta sin duda los juicios y las respuestas escritas que nos han hecho llegar. No nos limitaremos a hacer de custodios, sino que queremos actuar también a favor de una política común.
El 2 de julio participé, junto a cientos de miles de personas, en la marcha que recorrió Edimburgo para pedir la exclusión de la pobreza de la historia y solicitar a los países del G8 una política de comercio equitativo, más ayudas al desarrollo, controles estrictos de las ventas de armas y una política de paz y justicia, y no de guerras interminables.
Fue una manifestación grandiosa, en la que participaron niños, mujeres, hombres, ancianos y jóvenes, todos conscientes de su acción. Esas personas son una riqueza para nuestra democracia, son voces que hay que escuchar. Nosotros, en el Parlamento Europeo, lo hemos hecho, rodeando simbólicamente la Cámara con una cinta blanca y pidiendo a los diputados que firmaran a favor de la campaña lanzada por cientos de organizaciones de todo el mundo. Las firmas recogidas serán entregadas por el Presidente Borrell al Ministro Straw para que las haga llegar a los líderes del G8. Esto ya es una acción, una asunción de responsabilidad.
Nelson Mandela, en su mensaje al G8, dijo explícitamente que el hambre es también hambre de justicia y añadió –hago mías sus palabras– que la pobreza, como también la esclavitud, no son un hecho natural, sino obra de los hombres y pueden ser erradicadas por los seres humanos. Además, añadió que mientras exista la pobreza, no habrá verdadera libertad. Combatir la pobreza no es un acto de caridad, sino de justicia y de defensa de un derecho humano fundamental, el derecho a vivir con dignidad.
La pobreza no es una fatalidad, sino el resultado de opciones políticas y económicas a escala regional, nacional e internacional, y debe considerarse ilegal. El mayor escándalo no es tanto la existencia del problema del hambre y la pobreza como la persistencia del problema a pesar de que existen los recursos humanos y materiales necesarios para afrontarlo con decisión y resolución.
Con estas palabras concluye la declaración de Nueva York, firmada por 111 Gobiernos reunidos bajo la supervisión del Presidente Lula, y donde se proponen instrumentos financieros para fomentar el desarrollo, como impuestos, acuerdos, medidas para combatir la evasión fiscal, reducir costes e incrementar la responsabilidad social de las empresas. Son instrumentos que deben considerarse complementarios y no sustitutivos de los ya existentes.
Vencer la pobreza en los países pobres, pero también en sectores de los denominados países ricos no significa solo respetar el derecho a la vida. Es la mejor arma contra los fundamentalismos, los conflictos brutales y el terrorismo. En los últimos años hemos visto que los programas de ajuste estructural, las privatizaciones salvajes y la liberalización desenfrenada de los mercados y los servicios –y no lo digo porque esté en contra del comercio– han contribuido a agravar el problema del hambre y de la pobreza.
Creo que debemos ser coherentes en nuestras opciones y afrontar con valentía y visión las contradicciones generadas por las políticas comerciales internacionales. Cuando se habla de comercio equitativo, hay que ser coherentes. No podemos invadir los mercados de los países africanos con nuestros productos subsidiados y destruir las economías locales. Tiene razón el Ministro Straw cuando afirma que no se puede ser socio si no se tiene en cuenta la desigualdad de condiciones. Por este motivo, creo que debemos mirar con mucha atención las reformas, como la del azúcar, que perjudican a los países en desarrollo. La propuesta de condicionar las ayudas es un paso importante que estamos emprendiendo, y que sienta las bases para una verdadera asociación.
Espero que esta conciencia que podemos observar en los ciudadanos y entre nosotros se traslade también a la próxima ronda de la OMC en Hong Kong y que puedan alcanzarse los Objetivos del Milenio, que constituyen una etapa intermedia fundamental.
Los esfuerzos del Comisario Michel y de la Presidencia luxemburguesa frente al Consejo de Ministros han sido positivos y han conducido a un aumento de las ayudas. Es un paso importante que no debe infravalorarse, pero que no es suficiente para alcanzar los objetivos que nos hemos fijado. Espero que la Presidencia británica, cuyas palabras transmiten tanta conciencia, pueda hacer mucho más. El 0,7 % declarado desde 1970 tendrá que hacerse por fin realidad.
Hay además otras muchas intervenciones útiles. Por ejemplo, desde hace tiempo se debate en el Parlamento el aumento los gastos para el desarrollo y la educación. A fin de vencer el sida y ayudar a los enfermos, no solo hacen falta más fondos y una política de acceso a los fármacos, sino también un control y una visión de la liberalización de las licencias de medicamentos.
Otro tema importante es la condonación de la deuda, pedida ayer por la cumbre de la Unión Africana. Hemos conseguido algo, pero no basta. No podemos considerar la condonación de la deuda parte del balance de las ayudas al desarrollo, como sucede con Iraq.
Todavía queda mucho por hacer si 2005 debe marcar realmente un giro histórico en la lucha contra la pobreza. África posee grandes recursos que podemos utilizar.
(Aplausos)
Maria Martens, en nombre del Grupo del PPE-DE. – (NL) Señor Presidente, señor Straw, señor Comisario Michel, en primer lugar quiero felicitar sinceramente a los organizadores de la campaña Llamamiento Mundial contra la Pobreza por su iniciativa. Se trata de una buena iniciativa en un momento importante, porque este próximo otoño se celebrarán debates no solo en la OMC y el G8, sino también sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
La pobreza sigue siendo un problema con el que no podemos vivir, y combatirlo es un aspecto fundamental de la política en torno a los ODM. Como saben, el problema de la pobreza se ha agravado al máximo en África, en particular al sur del Sáhara. Como ponente de la estrategia de desarrollo para África, me complace que tanto el Comisario como la Presidencia británica hayan elegido dar prioridad a África. También me complace la manera en que piensan abordar la cuestión, como han explicado hoy.
Aparte de la resolución, quiero decir que, por supuesto, es bueno liberar más fondos para la lucha contra la pobreza, pero como alguien ha dicho hace un momento, la solución para la reducción eficaz de la pobreza no es únicamente financiera. Es más importante abordar sus causas, que incluyen la mala gestión, la corrupción y las barreras comerciales.
En mi opinión, la Unión Europea puede actuar al menos en dos niveles: primero, con sus propios tratos con los países pobres, y segundo, en su propia política interior. La ayuda de emergencia aún será necesaria en ocasiones, pero si queremos establecer sociedades estables nuestros tratos con los países pobres tienen que centrarse en la promoción de la gobernanza, en la creación de capacidad y la capacitación económica, en particular en las pequeñas y medianas empresas, así como en una infraestructura social sólida, una buena educación y atención sanitaria. Tenemos que centrarnos en mejorar la coherencia de nuestras propias políticas, mejorando la coordinación y la eficacia.
En cuanto al peso de la deuda, la reducción de esta no es una panacea para la pobreza. La reducción de la deuda no garantiza el desarrollo, ni es una solución a problemas como la corrupción, la ausencia del Estado de Derecho, las violaciones de los derechos humanos y la inestabilidad económica; tampoco beneficia de forma automática a los más pobres entre los pobres. En última instancia, cada país es responsable de sus propio futuro. Solo podemos echarles una mano, siempre que se haga algo con respecto a la calidad y…
(El Presidente interrumpe a la oradora)
PRESIDENCIA DEL SR. MOSCOVICI Vicepresidente
Miguel Ángel Martínez Martínez, en nombre del Grupo del PSE. –(ES) Señor Presidente, para los socialistas, la erradicación de la pobreza en el mundo constituye una prioridad absoluta, porque es una cuestión de justicia y de solidaridad, valores ambos consustanciales con nuestra identidad ideológica y política.
Justicia y solidaridad son parte de nuestra contribución al proceso que nos ha llevado a la Unión Europea, pero en el mundo globalizado en que la Unión debe operar la justicia y la solidaridad no pueden entenderse en beneficio exclusivo de nuestra ciudadanía y de nuestro territorio. Al contrario: es hora de que justicia y solidaridad trasciendan nuestras fronteras y marquen todas las políticas y actuaciones europeas en el escenario internacional, tal como recoge el Tratado constitucional.
Los socialistas de la Comisión de Desarrollo nos felicitamos por dos hechos que responden a lo que, desde esta comisión, hemos venido reivindicando. El primero es que el Consejo de Ministros sobre Desarrollo de mayo confirmara compromisos importantes con vistas a hacer realidad los Objetivos de Desarrollo del Milenio, manteniendo estos en los términos fijados hace cinco años. El segundo es la prioridad concedida por la Presidencia británica a la erradicación de la pobreza, con especial acento en África.
Esto nos parece justificado, pero no puede excluir la lucha contra la pobreza en otras zonas del planeta en las que existen tremendas bolsas de miseria y en las que desigualdades incluso mayores que en el continente africano requieren también nuestra acción prioritaria.
Con el happening de la pulsera, con este debate y con la resolución que aprobaremos, estamos sintonizando con lo que hacen en estos días millones de europeas y europeos en toda la Unión.
Recientemente hemos comentado el desencuentro existente entre responsables y organismos europeos y nuestra ciudadanía. Ahora esta movilización contra la pobreza es una excelente oportunidad para la coincidencia, la cercanía y la reconciliación, pero, ¡atención! El efecto será positivo solo si no defraudamos la confianza que se deposita en nosotros, más allá de palabras y de buenas intenciones. Por lo que respecta a la erradicación de la pobreza, se nos juzgará más por lo que hagamos en adelante, y más pronto que tarde, que por lo que digamos aquí y ahora.
(Aplausos)
Fiona Hall,en nombre del grupo ALDE. – (EN) Señor Presidente, los que estuvimos en Edimburgo el sábado pudimos constatar la fuerza del apoyo popular a la erradicación de la pobreza. Espero que la reunión del G8 esta semana responda a esa pasión.
Acojo con satisfacción los comentarios del señor Straw sobre la agenda de Doha, pero la lucha contra la pobreza no se ganará o perderá en las conversaciones entre dirigentes mundiales, sino en los despachos anónimos donde los funcionarios negocian los detalles de los acuerdos comerciales. Por lo tanto, ¿la Comisión y el Consejo pueden asegurarnos hoy que, cuando llegue el momento de ir al grano en los debates comerciales de los próximos meses la erradicación de la pobreza será una prioridad, lejos de los medios de comunicación mundiales y del control parlamentario? En las conversaciones de trastienda sobre la producción agrícola, las subvenciones a la exportación, la reforma del azúcar, la importación de alimentos procesados, las normas de origen, los contenciosos acuerdos de asociación económica, ¿la reducción de la pobreza seguirá siendo una prioridad de la Comisión y del Consejo, a pesar de que la agricultura europea y las grandes empresas estén presionando fuertemente?
Tenemos que ir más allá de los acuerdos comerciales y apoyar a los países en desarrollo para que construyan su capacidad comercial a través del microcrédito y de la mejora de las redes comerciales, como ha señalado el Comisario Michel, de manera que puedan acceder plenamente tanto al mercado regional como al mercado mundial. Ya existe asistencia técnica relacionada con el comercio: por ejemplo, el programa de iniciativa sobre los pesticidas de la Comisión, que ayuda a los agricultores africanos a cumplir las normas europeas de seguridad alimentaria. Sin embargo, esa iniciativa es una gota en el océano comparada con lo que se necesita.
Los Demócratas y Liberales siempre han hecho hincapié en la importancia de la lucha contra la corrupción y el fomento de la gobernanza. Parte de ello es el deber de respetar a los Gobiernos elegidos democráticamente, independientemente de si estamos de acuerdo con ellos desde el punto de vista político. En efecto, en su informe la Comisión para África ha hecho hincapié en la importancia del pragmatismo, de tener un programa de acción que no se base únicamente en la ideología, sino también en las pruebas válidas sobre lo que funciona y lo que no.
Marie-Hélène Aubert, en nombre del Grupo Verts/ALE. – (FR) Señor Presidente, Señorías, hace más de 30 años el ecologista René Dumont dijo que África estaba en un estado lamentable. Hoy en día vuelve al primer plano en un estado aún más terrible. Y ahora tienen que reconocer ustedes que la liberalización dogmática del comercio, de los planes de ajuste estructural, de las privatizaciones a ultranza y, por supuesto, de las promesas incumplidas no han hecho más que agravar una situación ya muy difícil, en detrimento, en particular, de las políticas de educación y de salud.
Dicho esto, la pregunta esencial la tiene que responder el Norte, nosotros mismos. ¿Estamos dispuestos a revisar en profundidad nuestro modelo de desarrollo, nuestros modos de producción, de consumo y de circulación y a repensar la organización misma y el sentido de nuestras sociedades? Hoy, lo que se necesita es sin duda trabajar por resolver, tanto en el Norte como en el Sur, problemas tan esenciales como los tres que quiero enumerarles aquí. En primer lugar, por lo que respecta al acceso a los recursos energéticos, petroleros y mineros, de los que somos demasiado dependientes y que no han beneficiado al desarrollo de África, ¿estamos dispuestos a aplicar, sí o no, una política energética muy distinta, sostenible, equitativa y ecológica?
En segundo lugar, por lo que se refiere al acceso a la tierra y a los alimentos, dentro del respeto de los territorios y las culturas rurales locales, ¿estamos dispuestos a revisar nuestras políticas agrícolas intensivas, hiperindustrializadas, nuestras políticas comerciales subvencionadas y desleales, a controlar el mercado y la cotización de los productos del Sur de forma que sean rentables?
En tercer lugar, por lo que respecta al acceso a la democracia, el Estado de Derecho y la paz, tanto a escala local como global, ¿estamos dispuestos a democratizar las instancias internacionales y a apoyar a los demócratas en África, a riesgo de perder una parte de los exorbitantes poderes del Norte sobre el planeta, de los poderes que simboliza el G8, retirado hoy en Gleneagles como en una fortaleza?
Si no somos capaces de responder claramente sí a estas tres preguntas al menos, entonces este gran espectáculo movilizador y mediático de caballero blanco y generoso que acude al socorro de África solo será, una vez más, una ficción. La Unión Europea ya no puede permitirse decepcionar. Ahora, por nuestra parte, estamos dispuestos a asumir nuestras responsabilidades.
Gabriele Zimmer, en nombre del grupo GUE/NGL.– (DE) Señor Presidente, lo que estamos haciendo hoy es asegurar el derecho humano a una vida digna, ni más ni menos.
Con la vista puesta en la cumbre del G8, quiero hacer hincapié en las reivindicaciones fundamentales que han formulado sobre todo muchos movimientos africanos, de garantizar el comercio justo, poner fin a la crisis de endeudamiento de los países más pobres, destinar muchos más recursos a la ayuda y que dicha ayuda sea de la máxima calidad. La Unión Europea tiene que entender que estas reivindicaciones se dirigen a ella y tiene que defender sistemáticamente un orden económico mundial justo.
Reclamo que se divulgue hasta qué punto la ayuda oficial al desarrollo y los acuerdos de asociación constituyen una especie de ayuda al desarrollo para las grandes empresas europeas. Antes de que comience la cumbre de la UE sobre política de desarrollo queremos una respuesta a la pregunta sobre la forma en que la UE garantizará que la industria no reciba una ayuda tan escandalosa.
Nigel Farage, en nombre del Grupo IND/DEM. – (EN) Señor Presidente, la Presidencia británica, la Comisión, el Presidente del Parlamento, Bob Geldof: todos hablan de ello. Y todos nos damos palmadas en la espalda; se respira un clima de autocomplacencia por el hecho de dar más dinero a África como si, de alguna manera, el dinero fuera a solucionar todo el problema. Lo lamento, pero sigo siendo un poco cínico y creo que la ayuda exterior consiste en que los pobres de los países ricos den dinero a los ricos de los países pobres. Honestamente, creo que la atmósfera aquí el lunes, cuando debatimos esta cuestión, y de nuevo hoy es de una hipocresía total: seguimos teniendo la Política Agrícola Común; seguimos teniendo barreras arancelarias elevadas para los productos agrícolas; seguimos teniendo el régimen del azúcar y el sistema de créditos a la exportación.
Sé que el señor Blair quiere reformar la Política Agrícola Común. Sospecho que va a costarle, pero hay una cosa que la Presidencia británica puede hacer durante los próximos seis meses para ayudar realmente a África. Hemos gastado más de 2 000 millones de euros del dinero de los contribuyentes europeos sobornando a los pobres Gobiernos africanos negros para que dejen pescar a la flota española en sus aguas. Esto ha tenido consecuencias medioambientales desastrosas, hemos dejado sin sustento a decenas de miles de negros africanos indígenas y, de hecho, hemos matado a cientos de ellos.
Comenzando con el acuerdo de Comoros, renovable en septiembre, ¿hará la Presidencia británica el favor de poner fin a estos horrorosos acuerdos pesqueros y hará algo por ayudar realmente a África?
Eoin Ryan,en nombre del grupo UEN. – (EN) Señor Presidente, en palabras de Nelson Mandela, «al igual que la esclavitud y el apartheid, la pobreza no es natural. Está provocada por el hombre y las acciones de los seres humanos pueden vencerla y erradicarla». Treinta mil niños mueren cada día a causa de la pobreza extrema. Tenemos que examinar nuestros corazones y plantearnos la cuestión que está en boca de todos en este momento: ¿tengo, tenemos la voluntad de erradicar la pobreza? Tenemos dinero, tenemos medicamentos, tenemos ciencia, pero ¿tenemos voluntad? Esta es la pregunta principal que hemos de plantear hoy.
Millones de personas en todo el mundo están atrapadas en una pobreza amarga e implacable debido sobre todo a factores provocados por el hombre: un sistema de comercio mundial cuestionable, peticiones de los países prósperos de grandes cantidades de dinero para pagar los intereses de las deudas. La diferencia entre los ricos y los pobres nunca ha sido tan grande. Malnutrición, corrupción, sida, malaria, conflicto, analfabetismo y deudas sofocantes están paralizando a las naciones más pobres del mundo. Como ha señalado el Comisario, África está progresando y tenemos que recordarlo, pero hay que hacer mucho más.
Una reciente reunión del G8 acordó la cancelación parcial de las deudas de los países más pobres con el Banco Mundial, el FMI y el Banco de Desarrollo Africano: mil millones de dólares durante diez años. Se trata de una pequeña cantidad, pero es un paso en la dirección adecuada. Sin embargo, hay que hacer mucho más. Es imprescindible organizar la cancelación de la deuda para garantizar que los dirigentes africanos corruptos no se rearmen y refuercen regímenes altamente cuestionables. Tenemos que garantizar que Europa no los rearme.
La condonación de toda la deuda solo puede ser eficaz si la ayuda internacional continúa en un nivel sostenible. La Unión Europea dona la mayor parte de la ayuda actual y permanece a la vanguardia de la plena aplicación de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, incluido el compromiso de contribuir con el 0,7 % del PIB anual. Insto a todas las naciones ricas a que reafirmen su compromiso de cumplir con su obligación de ayuda en un plazo de tiempo realista y razonable.
El reciente concierto mundial Live 8 encabezado por Bob Geldof ha demostrado el apoyo mundial a la erradicación de la pobreza, así como las 200 000 personas que se han manifestado en las calles de Edimburgo antes de la Cumbre del G8 que comienza hoy. Tanto los jóvenes como las personas mayores han expresado una opinión muy firme. A menudo se acusa a este Parlamento, a otros parlamentos y a los políticos de ignorar lo que los ciudadanos realmente desean. Los ciudadanos han hablado sobre esta cuestión y tenemos que actuar, y actuar con decisión.
Mientras la Cumbre del G8 comienza hoy en Gleneagles, en Escocia, tengamos en cuenta las sabias palabras del respetado Nelson Mandela: « [...] vencer la pobreza no es un gesto de caridad. Es un acto de justicia. Es la protección de un derecho humano fundamental, el derecho a la dignidad y a una vida decente».
Alessandro Battilocchio (NI).–(IT) Señor Presidente, Señorías, hablo en nombre de los socialistas del nuevo Partido Socialista Italiano y como miembro de la Comisión de Desarrollo.
Sobre la base de las clasificaciones y los criterios de evaluación de organizaciones como el Banco Mundial, Freedom House y Transparency International, un número creciente de países africanos tiene ya el liderazgo y la calidad de gobernanza necesarios para obtener resultados económicos, pero no tienen los recursos que precisan.
Incluso los países gobernados relativamente bien siguen presos de la trampa de la pobreza. Son demasiado pobres para poner en marcha procesos de desarrollo económico o tan siquiera para alcanzar un crecimiento básico. Con un ahorro interno extremadamente bajo y flujos de inversión extranjera igualmente parcos, las condiciones económicas actuales en África no ofrecen esperanzas de escapar de la pobreza.
Los países ricos deben comprometerse a duplicar las ayudas en el período 2005-2015, a fin de alcanzar al menos el 0,5 % del PIB en 2010 y el 0,7 % en 2015. Este aumento parece bien poca cosa si se compara con la riqueza de los países de renta alta o con el gasto militar a escala mundial, que asciende a 900 000 millones de dólares al año.
Está en juego la credibilidad y el funcionamiento del sistema internacional. Si en 2005 no se dan pasos decisivos, los países pobres, aun estando bien gobernados, no conseguirán aplicar una estrategia encaminada a alcanzar los Objetivos del Milenio y la ya escasa confianza en las promesas de la comunidad internacional en materia de lucha contra la pobreza desaparecerá para siempre.
John Bowis (PPE-DE). – (EN) Señor Presidente, el pasado domingo mi madre celebró su centenario, un siglo de guerras, hambrunas y pandemias, pero también de enormes avances en el conocimiento y la capacidad científica. Cuando tenía 69 años, la Conferencia Mundial sobre la Alimentación prometía un mundo sin hambre. Cuando tenía 91 años, la Cumbre Mundial sobre la Alimentación abandonó esta promesa y solo se comprometió a reducir la cifra a 400 millones para el año 2015. Ahora esa promesa se ha retrasado hasta el 2030. Durante el último siglo ha habido millones de personas asesinadas en guerras. En los últimos 50 años han muerto de hambre 400 millones de personas: tres veces los muertos en un siglo de guerras. En cuanto a la salud, el sida mató a tres millones de personas en el año 2000. Sin embargo, probablemente no sabemos que 2,9 millones de personas murieron a causa de la diabetes.
Cuando estuvimos recientemente en Mali ví las consecuencias de no disponer de medicamentos, insulina, especialistas y enfermeras: amputaciones, ceguera y muerte prematura. Muchas enfermedades no se tratan o se tratan mal y el resultado son millones de personas incapacitadas, con enormes costes para las familias y las naciones. Sin salud no hay riqueza.
Estos son los retos, y las respuestas son: la ayuda al desarrollo de las capacidades, la desvinculación de la ayuda, los esquemas de microcréditos para construir economías desde la base; no poner dinero en los bolsillos de funcionarios y políticos corruptos; evitar crear millonarios de la ayuda; ayudar a acabar con la tiranía en países como Zimbabue; evitar malgastar el dinero en consultorías e instituciones de beneficencia supercapitalizadas; recortar las subvenciones en Europa y eliminar los obstáculos al comercio para los países en desarrollo. A menudo, cuando establecemos nuevas normas para Europa no ayudamos a los países en desarrollo a cumplirlas para que puedan cumplir con nuestros requisitos de importación.
Por último, respecto de la deuda, no hagamos que los países en desarrollo sean indignos de crédito. Encontremos maneras de devolver los reembolsos de la deuda a esos países, a favor de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, de los proyectos estratégicos nacionales, para que la deuda sea un beneficio en lugar de una carga.
Margrietus van den Berg (PSE).–(NL) Señor Presidente, «todos pertenecemos al mundo y el mundo pertenece a todos», según afirma mi músico neerlandés preferido, Thé Lau of The Scene, y también según Live 8, como han transmitido 140 canales de televisión. Ahora los políticos como nosotros tenemos que invertir la situación, y tenemos seis meses para hacerlo, con Gleneagles, la Cumbre del Milenio de las Naciones Unidas y Hong Kong. En este momento, 2015, la fecha citada en los Objetivos del Milenio, parece alejarse cada vez más. No estamos haciendo bien las cosas, pero ahora tenemos tres reuniones que pueden ayudarnos a cambiar de rumbo. Creo que la Presidencia de la UE tiene que hacer cuatro cosas importantes.
Primera, como el mismo señor Straw ha dicho: «abolir las subvenciones a la exportación». Espero sinceramente que lo haya dicho en nombre del Consejo. ¿Una ronda gratis?
Segunda, cancelar las deudas, siempre que las usemos para el desarrollo, pero no con cargo a los presupuestos de ayuda existentes, porque estaríamos usando nuestras propias arcas.
Tercera, cinco de los ocho Objetivos del Milenio se refieren a dos de las condiciones principales del desarrollo, a saber, la educación básica y la atención sanitaria. Si bien deberíamos estar usando el 35 % de los fondos que la UE ha re4servado para este fin, con un 20 % destinado a la educación básica y la asistencia sanitaria básica, la vergonzosa realidad es que solo gastamos el 9 %. Aquí es donde el señor Benn y nuestro Comisario pueden marcar una gran diferencia.
Cuarta, compromiso con la gobernanza, siempre que participe la población local. Tenemos que servirnos de ella e invertir en ella para conseguir la gobernanza en África.
Quiero concluir con una cita de «USA for Africa», que data de hace 20 años: «Llega un momento en que oímos cierto llamamiento, en que el mundo tiene que unirse como uno solo». Espero que este llamamiento resuene en las tres reuniones. Les deseo éxito.
Thierry Cornillet (ALDE). – (FR) Señor Presidente, creo que podemos hacer nuestra la posición del señor Michel, que propone hacer más, mejor y más rápidamente. Para ser breves, diré que hay dos aumentos que no podremos eludir. El primero de ellos es el aumento del volumen de la ayuda. Está claro que, para realizar los Objetivos del Milenio, el mundo deberá consagrarles al menos el 0,7 % de su riqueza: todavía estamos lejos de ello.
Por lo que respecta a la Unión Europea, nuestros objetivos están por el momento un poco por debajo, pues pasaremos del 0,38 % al 0,50 %. No obstante, quisiera llamar su atención sobre el considerable volumen de dinero que eso representa: 20 000 millones de euros al año. Ese dinero no sale de ninguna parte, sale del bolsillo de los contribuyentes. Esto me lleva al segundo aumento anunciado: el de la calidad y la eficiencia de la ayuda, un aumento que debemos a nuestros contribuyentes. Sigamos manteniendo nuestras exigencias de gobernanza y ayudemos a los dirigentes, en especial africanos, que dan muestras de lucidez en cuanto a las condiciones para la responsabilización. Recordemos que el comercio internacional siempre aportará más, a través del sector privado, de lo que puede aportar la ayuda pública. Evitemos las soluciones fáciles, que dan buena conciencia, como un apoyo presupuestario sin condiciones que perjudique el trabajo de las ONG sobre los proyectos, o la condonación de la deuda como solución milagrosa, sin plantearse problemas de estructuras posteriores, o incluso la inanidad de unas sanciones que no estén dirigidas a sus objetivos.
Sobre todo, hay una vinculación entre el segundo aumento y la multiplicación de las señales que debemos enviar a nuestra opinión pública. Nuestra acción ha de ser legible. Por ello, he propuesto la asunción directa por la Unión de objetivos como las campañas de vacunación de niños o la lucha contra la malaria, porque, en estas acciones, es posible –aunque bastante macabra– la cuantificación. Así, seríamos una Unión abierta, solidaria y sobre todo eficaz.
Caroline Lucas (Verts/ALE). – (EN) Señor Presidente, acabo de regresar de las reuniones alternativas al G8 de la sociedad civil en Edimburgo, donde miles de personas han debatido sobre la forma de erradicar la pobreza. Quiero destacar dos conclusiones importantes:
Primera, el comercio libre no es la respuesta a los problemas de África. Si bien los pasos para condonar las deudas de algunos países africanos son bienvenidos y se esperaban desde hace tiempo, la condicionalidad política en el paquete que se ofrece, la liberación y la privatización obligadas son tan onerosas como la propia deuda.
Segunda, la pobreza en África no es el resultado de un accidente de la naturaleza. Me complace que el señor Straw esté de acuerdo en que la pobreza está provocada por el hombre, pero me sorprende que los hombres en los que estaba pensando sean los que viven en África, no los del G8. La pobreza en África es principalmente la consecuencia directa y lógica de las políticas de las naciones del G8 y de sus empresas, que han dirigido la acumulación de la deuda en África, que han estado vendiendo armas, que han estado robando los recursos de África, que han impuesto economías neoliberales, que han privatizado los servicios públicos y han empobrecido a millones de personas. Hasta que todo esto cambie, hasta que tengamos un enfoque basado en...
(El Presidente interrumpe a la oradora)
Jean-Claude Martinez (NI). – (FR) Señor Presidente, ¡detrás de un Martinez se esconde otro! Después de medio siglo de ayuda al desarrollo, de conciertos de rock planetarios, de condonación de deudas, de comercio justo y de lágrimas de cocodrilo del hombre blanco un tanto farisaico, África sigue presa en su pobreza.
Entonces, ¿qué hacer? Primero, hemos de proclamar el agua, la enseñanza, la salud y la alimentación bienes públicos mundiales. Segundo, hemos de garantizar el acceso a esos bienes a través de cuatro servicios públicos planetarios. Tercero, hay que confiar la gestión de esos servicios a un consejo de seguridad económica simétrico al Consejo de Seguridad de la ONU. Cuarto, hay que asignarles como recurso un IVA sobre los servicios prestados por los satélites geoestacionarios. Quinto, finalmente, hay que aplicar a África el medio que todos los países occidentales utilizaron para desarrollarse, a saber, una protección arancelaria, pero una protección arancelaria inteligente, en forma de derechos de aduanas reembolsables. Señor Presidente, le regalo tres segundos.
Filip Andrzej Kaczmarek (PPE-DE).–(PL) Señor Presidente, algunos periodistas han hecho comentarios irónicos preguntando la razón por la que los políticos aún no han puesto fin a la pobreza, porque están en condiciones de hacerlo. No creo que la pobreza mundial sea una cuestión que deba tomarse a broma o con la que hacer juegos de palabras.
La lucha contra la pobreza mundial es una medida de nuestra humanidad y europeidad. Entre otras cosas, la ampliación de la UE ha significado que un gran número de países participan ahora en la cooperación al desarrollo, y los nuevos Estados miembros están desempeñando un papel cada vez más activo en la lucha contra la pobreza. Bajo los auspicios de la iniciativa de los países pobres altamente endeudados (HIPC) en pro del alivio de la deuda, Polonia ha decidido cancelar toda la deuda de tres países, dos de los cuales están en África. La deuda total de los países en cuestión, es decir, Tanzania, Mozambique y Nicaragua, asciende a más de 53 millones de dólares. Sudán es otro país en deuda con Polonia que puede beneficiarse del alivio de la deuda.
Creo que el alivio de la deuda es particularmente importante para países como Mozambique, en el que el presupuesto del Estado depende enteramente de la ayuda extranjera, y puede ser el primer paso para que los africanos se ayuden a sí mismos. Richard Mbewe, un economista de Zambia que vive en Polonia, dijo una vez que «los africanos no son niños, y no hay que darles peces; hay que darles cañas de pescar».
Las experiencias de Polonia demuestran que la reforma económica eficaz y duradera solo puede comenzar después de que un país haya experimentado una transformación política. Gran parte de los préstamos concedidos a Polonia en los años setenta se desaprovecharon, y la reducción de la deuda solo tuvo sentido tras los cambios de 1989. El señor Straw y el Comisario Michel han tocado por tanto una cuestión fundamental al afirmar que la buena gestión y la lucha contra la corrupción son los retos más importantes para África.
El segundo pilar de nuestra política, además de la política de desarrollo, tiene que ser la comprensión de la sociedad, y campañas como «Hagamos que la pobreza pase a la historia» ayudan a sensibilizar a la opinión pública.
Glenys Kinnock (PSE). – (EN) Señor Presidente, comenzaré diciendo que me siento orgullosa del compromiso firme de la Presidencia británica con la erradicación de la pobreza. Es un momento de una oportunidad sin precedentes en el mundo. Y creo que, para cada obstáculo al que nos enfrentemos, hay una solución.
El mundo tiene que estar por fin dispuesto a cumplir con sus promesas a África: sobre la ayuda, sobre las deudas impagables y sobre el comercio justo. Como otros han afirmado, los dirigentes africanos tienen que abordar las cuestiones gubernamentales y la corrupción. Asimismo, tenemos que entender que la mala gobernanza es tanto un resultado como una causa de la pobreza dominante.
Ahora no hay sitio para los «si» ni los «pero» ni los «cuando». Podemos trabajar juntos para invertir en cultivos mejores, para mejorar el control de la malaria, para conseguir medicamentos para los enfermos, para desarrollar una vacuna contra el sida, para proteger los ecosistemas frágiles. Podemos dar educación a millones de niños y salvar las preciosas vidas de madres y bebés. Podemos acelerar los acontecimientos capacitando a las mujeres, que en África son el 50 % de la población pero representan el 70 % de su pobreza. Podemos resolver los conflictos, podemos controlar el comercio de armas y las empresas pueden y deben comerciar abiertamente y de forma ética.
Se ha trazado con claridad la forma en que África puede salir de la pobreza y, como ha afirmado Gordon Brown, hemos de establecer una nueva relación con África. Podemos ser la generación que haga historia transformando las oportunidades de millones de africanos.
Emma Bonino (ALDE).–(IT) Señor Presidente, Señorías, es una buena noticia que África ocupe de nuevo el primer plano de la atención política. No obstante, me parece que aún hay confusión sobre qué política adoptar; las recetas propuestas varían notablemente e incluyen algunas soluciones de saldo.
Para nosotros, los radicales, es absolutamente prioritario que la democracia, los derechos civiles, el Estado de Derecho y unas normas seguras constituyan el requisito imprescindible para cualquier enfoque político que decidamos adoptar, porque no existe ningún tipo de comercio, ni privado, ni interior, ni internacional, que pueda funcionar sin normas, sin leyes y sin Estado de Derecho.
Sin embargo, la cuestión de la democracia y del Estado de Derecho se añade simplemente a la lista de las muchas cosas por hacer. Estamos convencidos, en cambio, de que estos dos temas constituyen la prioridad de las prioridades y creo que debemos ser un poco menos hipócritas y admitir que también la ayuda pública puede vincularse a un progreso de los países en este sentido.
Personalmente no comprendo que podamos ser en cierto sentido tan racistas para pensar que los africanos sean quizás demasiado pobres, demasiado analfabetos o demasiado negros para disfrutar de los mismos derechos democráticos que nosotros. Todos estamos impulsando la democracia en el mundo árabe, pero no en África. Creo que si no seguimos esta vía, será el enésimo derroche de fondos públicos con míseros o escasos resultados.
Bernat Joan i Marí (Verts/ALE).– (DE) Señor Presidente, la precaria situación de muchos Estados africanos tiene que avergonzar a todos en general. Sin duda, tenemos que conseguir que el hambre en el mundo pase a la historia, pero ¿cómo? Durante los últimos años ha quedado claro que el problema no radica en la cantidad de ayuda al desarrollo, sino en la manera en que se destina dicha ayuda para conseguir resultados óptimos.
Tenemos que propugnar de forma sistemática una mayor transparencia y democracia en tantos países africanos como sea posible. Tenemos que propugnar un tipo de vida pública en el que la libertad de opinión sea una cuestión prioritaria, y estos países tienen que hacer la elección consciente de invertir en educación. De lo contrario, existe el peligro de que la ayuda al desarrollo sea suficiente desde el punto de vista moral, pero ineficaz en la práctica. Todos podemos…
(El Presidente interrumpe al orador)
Anna Záborská (PPE-DE).–(FR) Señor Presidente, quisiera dar las gracias a mi amiga Luisa Morgantini por su excelente iniciativa de incluir en el orden del día la cuestión de la pobreza en África. Dos puntos fundamentales: sí a una ayuda eficaz, pero también en términos cualitativos, y sí a la ayuda internacional, pero respetando ante todo la dignidad de los países pobres.
Para superar la miseria, los jefes de Estado y los especialistas han adoptado un enfoque puramente cuantitativo, que contempla los resultados económicos mensurables pero ignora el trabajo informal no remunerado de las familias más pobres, incluido el trabajo intergeneracional. El orgullo de los padres que educan a sus hijos, incluso en una pobreza extrema, no se puede medir cuantitativamente.
Para vencer la miseria en África, es necesario, por razones éticas, desarrollar el sentido de la justicia social y del bien común a escala internacional. Muchos países pobres desde el punto de vista económico, pero ricos en sabiduría, podrían sernos de gran inspiración. Cada pueblo hereda de sus ancestros una civilización que debe conservar. De ella forman parte las instituciones necesarias para la vida en sociedad, ya sean políticas o expresiones de la vida espiritual. Cuando estas últimas arraigan en verdaderos valores humanos, sería un grave error sacrificarlas. Más grave aún sería una ingerencia europea que obligase a un pueblo a sacrificar sus valores, ya sean religiosos o éticos, su patrimonio cultural o las convicciones filosóficas de los individuos y de las comunidades que forman parte del mismo. Ese pueblo perdería así lo mejor de sí mismo. Para vivir sacrificaría su razón de vivir.
Marie-Arlette Carlotti (PSE). – (FR) Señor Presidente, ¿y si después de estas últimas semanas, bastante tristes para la Unión Europea, esta consiguiese recobrarse, justamente en las cuestiones de desarrollo, y demostrase que está a la vanguardia de la lucha contra la pobreza? La Unión va por buen camino con un doble compromiso: el 0,7 % de su riqueza para la ayuda al desarrollo que aquí a 2015 y un 50 % de este aumento para África. Celebro que la Presidencia británica sitúe a África en el centro de sus preocupaciones.
Tony Blair debe aprovechar también su presidencia del G8 para conseguir de los ricos algo más que declaraciones de intenciones: el único cheque que debe defender es el prometido en Monterrey. En materia de anulación de la deuda, hay que ir más lejos, pero instaurando una prima a la democracia, y hay que encontrar, de forma urgente, nuevos recursos de financiación: impuestos sobre los movimientos de capitales, sobre el comercio de armas, sobre las emisiones de CO2, da igual, se ha mencionado todo. Ahora hay que pronunciarse porque, retomando el lema de la campaña mundial contra la pobreza, después de 2005 ya no habrá más excusas.
Fernando Fernández Martín (PPE-DE).–(ES) Señor Presidente, se ha cumplido un cuarto de siglo desde que Willy Brandt presentó su informe sobre las relaciones Norte-Sur. Desde entonces, el problema de la pobreza no solo no se ha resuelto, sino que, en muchos casos, se ha agravado.
En realidad, el último informe sobre la pobreza en el mundo demuestra que solo hay ciertos progresos en China, en algunos países del sudeste asiático y en algún caso concreto de América Latina.
En África los datos son desconsoladores, por lo que hay que saludar esta iniciativa británica, que no es oportunista a mi juicio —ya había sido anunciada, hace al menos dos años, por el Ministro Straw y por su Primer Ministro—. Después de 40 años, decenas de guerras y millones de muertos han dejado exhausto al continente africano.
En la lucha contra la pobreza no hay recetas mágicas y solo tenemos dos hechos ciertos: en primer lugar, la pobreza, en contra de lo que piensan algunos, no es un problema económico, sino político, y su solución exige, prioritariamente, decisiones políticas; en segundo lugar, para tener éxito hay que asegurar un crecimiento económico —sin crecimiento, no hay riqueza para repartir—.
A partir de ahí, estos días escuchamos a millones de voces pidiendo, a lo largo del mundo, la aplicación de recetas clásicas: aumentar la ayuda oficial al desarrollo, condonación de la deuda y comercio justo. Son tres medidas necesarias pero insuficientes. Los líderes políticos y sociales de los países víctimas de la pobreza deben exigirse mucho más, especialmente en materia de fortalecimiento de la sociedad civil —de sus sociedades—, de transparencia y de buen gobierno, pudiendo así aumentar las inversiones en salud, educación y políticas de género.
En África hay más de 100 000 niños armados, cuyas caras hemos conocido algunos de nosotros. Si queremos avanzar en el objetivo de reducir la pobreza a la mitad antes de 2015, estos puntos que he señalado están en la línea que nos deberá conducir al éxito.
Mauro Zani (PSE).–(IT) Señor Presidente, Señorías, si se quiere relegar la pobreza a la historia, hay que recorrer el trecho que media entre las palabras y los hechos. Por ello, ha llegado el momento de elegir un camino al menos en parte nuevo con respecto al pasado. Las recetas neoliberales han fallado y el compromiso positivo de Europa como principal donante no ha tenido hasta ahora repercusiones decisivas.
Si se quieren alcanzar los Objetivos del Milenio, hay que crear las condiciones para el desarrollo, entre ellas la democracia y la gobernanza, pero también la apertura del mercado a los productos agrícolas de los países pobres y la anulación de la deuda.
A este respecto, recuerdo que solo la cancelación de la deuda de Iraq equivale a todo lo que el África subsahariana ha recibido en los últimos diez años. Por tanto, lo que cuenta es la voluntad política y los intereses en juego. Espero que esté claro que nuestro interés general es crear desarrollo para recibir a cambio estabilidad y seguridad.
Alexander Stubb (PPE-DE). – (EN) Señor Presidente, el señor Bowis ha mencionado a su centenaria madre. Yo quiero mencionar a mis suegros británicos, que son bastante más jóvenes. Estoy muy orgulloso de que estuvieran en la manifestación de Edimburgo. Quiero añadir que fue el sábado, no hace dos días. ¡No estaban entre los vándalos!
Quiero hacer tres comentarios. Primero, sobre la erradicación de la pobreza. Creo que es un gran tema para la Presidencia británica. Gira en torno a tres cuestiones: la condonación de la deuda; el aumento de la ayuda; y por último el comercio, que tiene que ser más libre y más justo. Parece que no hemos avanzado mucho respecto del comercio. Tenemos que trabajar en infraestructura y en acceso.
¿Qué tenemos que hacer a corto plazo? Tres cosas. Primera, dejar de inundar los mercados africanos con productos agrícolas de bajo coste. Segunda, cambiar las condiciones de nuestra ayuda. No está bien que el Banco Mundial y el FMI hagan de las subvenciones no agrícolas una condición previa mientras que nosotros hacemos exactamente lo contrario. Tercera, durante un corto espacio de tiempo deberían ser capaces de proteger sus mercados como nosotros hemos hecho.
Mi último comentario es una propuesta a la Presidencia británica, es decir, que deberíamos establecer una estrategia global para África. Al igual que tenemos una estrategia mediterránea y una estrategia rusa, necesitamos una estrategia africana. Esa estrategia africana dará coherencia y consistencia a nuestras políticas africanas en materia de política exterior y de seguridad común y de comercio y desarrollo.
Una última sugerencia para ayudar a la Presidencia británica, en especial al Ministro de Asuntos Exteriores, Jack Straw, a salir del enredo en las negociaciones presupuestarias es pensar en incluir el Fondo de Desarrollo Europeo en el presupuesto real de la Unión Europea.
Józef Pinior (PSE).–(PL) Señorías, el año pasado los países ricos del mundo se gastaron 80 000 millones de dólares en ayuda al desarrollo, 600 000 millones en defensa y 300 000 millones en subvenciones agrícolas para sus propios países. Los países ricos disponen de todos los medios a su alcance para erradicar el hambre, la pobreza y las enfermedades que actualmente matan a millones de personas, como la malaria. La política de desarrollo tiene que convertirse en la misión de la UE en esta nueva época del mundo. Esto nos permitirá forjar una identidad para Europa y servirá para diferenciar a la UE del resto del mundo moderno.
Nuestras tareas más urgentes, sobre todo en lo que respecta a África, son la condonación de la deuda, la mejora de la cantidad y la calidad de la ayuda exterior, el comercio justo, el apoyo a la diversificación de la producción y las exportaciones, la erradicación de las enfermedades para las que disponemos de vacunas eficaces y las medidas que fomenten la educación y la igualdad universal, en particular respecto de la condición de las mujeres.
Hoy quiero aprovechar esta oportunidad para recordar a la Cámara las palabras de Nelson Mandela, que tienen que servir de guía moral para la política de la UE:
(EN) «Que la pobreza pase a la historia en 2005. Entonces podremos llevar la cabeza bien alta».
Ioannis Varvitsiotis (PPE-DE).– (EL) Señor Presidente, acojo con satisfacción la iniciativa británica y espero que tenga resultados sustanciales, porque es cierto que, a pesar de las declaraciones que han hecho hasta ahora los dirigentes de los Estados fuertes, se ha progresado muy poco. Esto es debido a que la ayuda humanitaria puede aportar un alivio temporal, pero no puede dar resultados sustanciales. La ayuda solo será eficaz si se combina con esfuerzos sistemáticos por desarrollar el comercio y si se centra en la creación de infraestructuras en educación y atención sanitaria. Además, la ayuda tiene que ser el medio para luchar contra la corrupción política que, por desgracia, constituye un régimen permanente en la mayoría de países africanos, porque hoy África está siendo saqueada por políticos africanos corruptos o por guerrillas, a menudo con el apoyo de intereses económicos internacionales.
Sin embargo, la administración de los recursos a través de una estrecha cooperación y supervisión de las diferentes organizaciones internacionales y de las organizaciones no gubernamentales reviste una especial importancia. Solo dicho esfuerzo permitirá la distribución y el uso adecuado de la ayuda con el objetivo y propósito del desarrollo a largo plazo de estos países, que les ayudará a acabar con la pobreza.
Creo que todo lo demás que escuchamos trata la cuestión de forma superficial y no llega a la raíz del problema.
Erika Mann (PSE). – (EN) Señor Presidente, apoyo totalmente la propuesta de nuestro colega, el señor Stubb. Tiene razón. Necesitamos una estrategia africana general. El representante de la Presidencia acaba de hablar de poder de atracción, con el que la Unión Europea tiene éxito. Creo que tiene toda la razón, pero aún tenemos que traducirlo en medidas positivas. Está muy bien hablar de medidas contra la pobreza, pero sin duda no basta, en especial si tenemos en cuenta que durante muchos años hemos estado ayudando a África y que el resultado no siempre ha sido positivo.
Lo mismo puede decirse del comercio y la reducción de la pobreza. Están íntimamente ligados. Lo sabemos, pero ¿realmente lo entendemos? Hablo en nombre de la Comisión de Comercio Internacional. Recomiendo una estrategia africana, que tiene que ser objeto de un nuevo debate al final de la Presidencia británica, tomando en consideración todos los aspectos. Sería fantástico que la Presidencia británica reflexionara sobre ello.
Martin Schulz (PSE).– (DE) Señor Presidente, Señorías, como presidente de mi Grupo he tomado la decisión intencionada de intervenir al final de este debate, y me decepciona ser el único presidente de Grupo que hable sobre este tema. Los líderes de los Grupos sencillamente tienen que apoyar a los que, en sus filas, trabajan por combatir la pobreza.
Quiero dejar claro a los diputados a esta Cámara que siempre trabajan en este tema –y no solo a causa de la iniciativa de la Presidencia británica del Consejo– que el Grupo Socialista en esta Cámara considera la lucha contra la pobreza, tanto en África como en el mundo entero, una parte fundamental de la labor que lleva a cabo.
Quiero dedicar un momento de mi intervención a una persona anónima: a la madre y su hijo muerto. En el pequeño pueblo del que yo era alcalde había muchas personas, sobre todo mujeres, que habían perdido a sus hijos durante la guerra. Cuando me invitaban a fiestas de cumpleaños, lo más triste era escuchar a las mujeres de la generación de la guerra hablando de la pérdida de su amado hijo, una herida que nunca se cierra.
Cuando miramos a África, vemos a un sinfín de madres sentadas frente a sus hijos muertos, sin comprender nada, sufriendo y abandonadas, una imagen que debiéramos grabar en nuestra memoria, porque nada puede animarnos tanto a tomarnos más en serio la lucha contra la pobreza, que la Presidencia británica del Consejo ha declarado prioritaria, como ese pequeño sentido de humanidad que nos dice que si queremos un mundo más humano no podemos abandonar a una mujer que ha perdido a su hijo.
Los Socialistas nos inclinamos ante esa imagen a sabiendas de que esta iniciativa es lo menos que podemos hacer, y quiero hacer una propuesta práctica para ayudar a esas mujeres, junto con muchas otras que necesitan nuestra solidaridad. Si las grandes empresas multinacionales y mundiales invirtieran en un fondo para África el 0,25 % –un cuarto de una centésima– de sus comisiones por transacciones monetarias, y si en esta Cámara hiciéramos lo mismo con nuestras transacciones monetarias internacionales en el Presupuesto, conseguiríamos una gran cantidad de dinero a la que el mundo empresarial, junto con nosotros en esta Cámara, podríamos darle un buen uso en la Unión Europea, como una contribución muy práctica a la lucha contra la pobreza que bien puede implicar una contribución de cada individuo. Quizá podamos debatir la posibilidad de tomar medidas de este tipo.
PRESIDENCIA DEL SR. BORRELL FONTELLES Presidente
Hilary Benn,Presidente en ejercicio del Consejo. Señor Presidente, quiero comenzar dándole las gracias por darme esta oportunidad de responder al debate que mi colega Jack Straw ha abierto esta mañana.
Todo el que haya escuchado este debate se habrá dado cuenta de la gran experiencia, conocimiento, entusiasmo y compromiso de todos los diputados que han hablado. Me parece que sus voces representan las voces de los que tenemos el honor de representar.
A través de la Presidencia británica, deseo trabajar con la Comisión de Desarrollo y dirigirme a la comisión la próxima semana. La señora Morgantini tenía razón: no se trata de caridad, sino de justicia. Es una llamada a la justicia simbolizada –como ha señalado el señor Martínez Martínez– por la pulsera blanca. La marea blanca que se manifestó en Edimburgo el fin de semana pasado constituye un símbolo. Las personas que asistieron a los conciertos Live 8 y los que nos han escrito a nosotros, sus representantes elegidos, y que exigen que hagamos más están expresando el sentimiento de que ha llegado la hora de actuar –un aspecto al que han hecho referencia la señora Martens y el señor Bowis. Felicito a su madre por su 100 cumpleaños. Tiene razón: ha vivido mucho tiempo; ha asistido a muchos cambios.
Sencillamente no podemos permitir que África continúe apartándose del resto del mundo. El señor Schulz, que acaba de hablar con mucho entusiasmo, nos ha recordado que cada uno de nosotros somos responsables.
En mi experiencia política nunca ha habido un momento en que este debate sobre África, la pobreza, sus causas y lo que podemos hacer al respecto haya sido tan prioritario en nuestras políticas. Me parece que el mensaje que están enviándonos los ciudadanos a los que representamos es muy sencillo: esperan que actuemos y quieren tener fe en la capacidad del proceso político de producir un cambio real en nombre de África y del desarrollo. Es moralmente inaceptable que este gran continente de 54 países, a pocos kilómetros de Europa, se aleje de nosotros y sea la única parte del mundo que se ha empobrecido en los últimos 25 años. Ahora tenemos los medios para hacer algo al respecto. El reto al que Europa se enfrenta será convertir la pasión, el compromiso y la rabia –los sentimientos de los ciudadanos– en medidas prácticas que marquen la diferencia. Estoy de acuerdo con todos los que piden que la estrategia europea sobre África sea el medio de usar nuestras políticas para marcar una verdadera diferencia. Estoy deseosa de trabajar con el señor Michel mientras prepara dicha estrategia. Espero que podamos avanzar en esta cuestión.
(Aplausos)
Paso a hablar de las medidas prácticas que hemos de tomar. ¿Cuáles son las cuestiones que tenemos que abordar en la estrategia africana de la UE? El primer punto es –si se me permite discrepar con uno de los oradores, el señor Farage– es que la ayuda funciona, que la ayuda salva las vidas de niños.
(Aplausos)
Por esta razón necesitamos más. Por esta razón el liderazgo que Europa demostró hace un mes, cuando nos reunimos como ministros del desarrollo y acordamos doblar la ayuda europea a África, demuestra que Europa está en su mejor momento. Europa demostró su liderazgo en el mundo y que estamos dispuestos a hacer y haremos todo aquello que marque una diferencia. Este es el primer punto.
El segundo punto es la cancelación de la deuda, al que muchos oradores han hecho referencia. La importancia real de la cancelación de la deuda es que los países pobres ya no tendrán que elegir entre, por una parte, devolver los reembolsos mensuales que no pueden permitirse y, por la otra, gastar el dinero en médicos, enfermeras, escolarización y compra de medicamentos que salven las vidas de los niños y los adultos.
Tercero, todos reconocemos que en última instancia el comercio, el desarrollo económico y el crecimiento económico permitirán a África y al resto del mundo en desarrollo transformar las vidas de sus ciudadanos. Así lo hicimos en Europa. Así transformamos nuestras sociedades desde hace 500 años, cuando la esperanza de vida era muy corta, cuando había una enorme pobreza y muy pocas personas iban a la escuela.
Los africanos quieren exactamente la misma oportunidad: ganarse y comerciar su salida de la pobreza hacia un futuro mejor.
(Aplausos)
Hay otras dos verdades que tenemos que decir en este debate. Hace dos semanas y media estuve en Sudán, en primer lugar en Rumbek, en el sur de Sudán, donde uno de cada cuatro niños muere antes de los cinco años de edad y tres cuartas partes de los adultos no saben leer. La experiencia en Darfur y en el sur de Sudán nos ha enseñado una lección muy importante: a menos que haya paz y estabilidad no habrá desarrollo; a menos que las personas dejen de luchar entre ellos los africanos no tendrán un futuro mejor. Por esta razón Europa tiene que continuar demostrando liderazgo y apoyando a la Unión Africana, construyendo la capacidad de África de abordar sus propios conflictos. Como mi amigo Jack Straw ha dicho al abrir este debate, ahora hay menos conflictos en África que hace una década y, cuando hay paz y estabilidad, hay una esperanza real de un futuro mejor.
Señor Presidente, la última cosa que tiene que ocurrir, si se avanza, es que haya gobernanza porque si, en última instancia, los Gobiernos tienen que cumplir con los ciudadanos...
(El Presidente interrumpe al orador)
El Presidente. Señor Ministro, su tiempo no está limitado. Puede usted hablar todo el tiempo que desee. El problema es que estaba llamando la atención a los señores diputados para que, por favor, se incorporen al Pleno en silencio.
Bien está que no hayan asistido ustedes al debate, pero, por favor, cuando se incorporen a él, les ruego que lo hagan de manera que no lo perturbe.
Hilary Benn,Presidente en ejercicio del Consejo. Señor Presidente, gracias por su preocupación. No es tan importante que ustedes escuchen mi voz como que el mundo escuche todas nuestras voces. Si hablamos al unísono y en voz alta, tendremos más oportunidades de avanzar en esta gran lucha mundial.
(Grandes aplausos)
En última instancia, los ciudadanos quieren que los Gobiernos hagan cosas por ellos. Queremos que nuestros Gobiernos nos den paz y seguridad, eduquen a nuestros hijos, nos cuiden cuando estamos enfermos, nos den la oportunidad de ganarnos la vida. En los países en desarrollo el verdadero reto es construir la capacidad de las sociedades de hacer por sus comunidades lo mismo que queremos que el Gobierno haga en Europa.
En última instancia se trata de la capacidad de los Gobiernos de cumplir lo prometido y de los ciudadanos que esperan que el Gobierno pueda mejorar sus vidas. Cuando esto sucede –cuando se escuchan las voces de los ciudadanos– las sociedades tienen más oportunidades de lograr un progreso real. En última instancia, se trata de voluntad política y elección política. Esta es la función de la política: cómo decidimos el tipo de mundo en el que queremos vivir; dónde vamos a gastar el dinero; qué decisiones vamos a tomar en materia de comercio para que los países en desarrollo tengan un futuro mejor.
Somos la generación sobre la que ahora recae esta responsabilidad. Como el Primer Ministro Tony Blair dijo al comienzo de la Comisión por África: «Si no somos nosotros, ¿quién entonces? Si no es ahora, ¿cuándo?»
Somos la generación que tiene la capacidad de actuar. Ahora es el momento de actuar. Trabajemos juntos; tomemos esta oportunidad y ayudemos a África a construir un futuro mejor que pueda pasar a la próxima generación.
(Grandes aplausos prolongados)
El Presidente. Muchas gracias, señor Benn. Le pido disculpas por haber tenido que interrumpirle.
Martin Schulz (PSE).– (DE) Señor Presidente, Señorías, quiero intervenir por una cuestión de observancia del Reglamento, de conformidad con los artículos 146 y 148.
Señor Presidente, tengo que decirle que le agradezco los esfuerzos que hace antes de las votaciones en cada Pleno por dirigir los diez últimos minutos antes de la votación de una forma más o menos digna. Es lamentable que no lo consiga. Los diputados que llegan de sus oficinas entran en la Cámara para votar y, en ausencia de un servicio de interpretación, no entienden ni una palabra de lo que usted dice; charlan, se agrupan en torno al registro de asistencia, se dirigen a sus asientos y se dan cuenta de que tienen que comentar algo con sus colegas. Es comprensible y aceptable, pero lo que es inaceptable es que los representantes del Consejo y de la Comisión hablen mientras esto ocurre. No está bien, y me parece vergonzoso. Creo que no es de recibo.
(Aplausos)
Tampoco deseo que esto ocurra una y otra vez en cada Pleno. No transmite la imagen de un Parlamento digno de ese nombre. Por lo tanto, propongo que, como los derechos de los diputados tienen que respetarse al mismo tiempo que los de otras instituciones, hagamos una pausa entre el final del debate y el comienzo de la votación…
(Tumulto)
(El orador interrumpe su intervención)
El Presidente. Gracias, señor Schulz, por ayudar a la Presidencia. Antes de dar la palabra a la Comisión, voy a rogar a todo el mundo que se siente. Los diputados que sigan en el pasillo tratando sus cuestiones personales, serán invitados por los ujieres a abandonar el hemiciclo.
Señores ujieres, ¡inviten a los diputados que siguen en los pasillos a abandonar el hemiciclo!
Señor Tannock, ¿sobre la base de qué artículo pide usted la palabra?
¿Serían tan amables de sentarse y callarse, por favor?.
Charles Tannock (PPE-DE). – (EN) Señor Presidente, soy un privilegiado. Entiendo el español sin los auriculares. Si habla en español a las personas que se encuentran detrás de la Cámara, ¿cómo van a entenderle sin los auriculares? ¿Podría hablar en francés o en inglés para que puedan entenderle?
(Aplausos)
El Presidente. Están ustedes extraordinariamente revoltosos hoy. Permítanme que les diga que su actitud es vergonzosa con respecto al tema que estamos tratando esta mañana.
(Aplausos)
¿Puedo pedir a todos los diputados que andan deambulando por los pasillos que se sienten o, por lo menos, no mantengan conversaciones que perturban el orden de los trabajos?
Louis Michel,miembro de la Comisión. (FR) Señor Presidente, Señorías, en primer lugar quisiera dar las gracias a la señora Morgantini por el debate que ha tenido el acierto de organizar hoy.
Lo primero que ha puesto de manifiesto este debate es que hay un consenso y un apoyo muy firme a la elección de África como punto central de la política de desarrollo. Esto me parece extremadamente importante, puesto que esta opción no la ha tomado únicamente el Parlamento, sino también la Comisión y el Consejo. Esto no significa evidentemente que los demás pobres del mundo ya no nos interesen. En absoluto. Simplemente quiere decir que más de la mitad del aumento de la ayuda al desarrollo se consagrará a África, para realizar la recuperación necesaria.
El segundo elemento que extraigo de este debate es que todo indica que deberíamos desarrollar, definir y poner a punto una auténtica estrategia europea para el desarrollo, y para África en particular, una estrategia articulada en torno a las grandes cuestiones del desarrollo: gobernanza, infraestructuras y deuda. Alguien ha dicho, por ejemplo, que la cuestión de la deuda no lo solucionaría todo. Lo sabemos. La cuestión de la deuda es sin duda importante, pero no es, hablando con propiedad, una herramienta de desarrollo. La cuestión de la deuda, la regulación de la deuda, no garantiza evidentemente la eficacia del desarrollo. Ello no resta que es un requisito previo interesante.
La implantación de políticas sociales aprovechando la emergencia de una sociedad civil dinámica, la implantación de políticas sociales de acceso a la justicia, de acceso a la enseñanza, de acceso a la salud, a la cultura –lo he dicho hace un rato–, es un elemento importante. Creo que todo esto debe alimentar una estrategia global, un plan global y un programa concreto que tendremos que poner en práctica. Digo de entrada que conozco perfectamente la dificultad que tendremos. Y la dificultad es que, una vez tengamos ese programa, habrá que ejercer un liderazgo extremadamente fuerte sobre las burocracias encargadas de aplicarlo. Para ello cuento con el apoyo tanto del Parlamento como del Consejo y, en la Comisión, haremos todo lo que esté en nuestra mano para hacer avanzar los expedientes. Creo que es muy importante que podamos obtener resultados concretos. Pienso que después de todas las promesas que se han hecho, todas las perspectivas enormemente creíbles que se ofrecen, todas las circunstancias favorables que concurren hoy para dar pie a esta gran esperanza, es necesario aportar rápida y concretamente la prueba de que las cosas avanzan en relación con lo previsto.
Otro elemento que quisiera poner de manifiesto, relativo en particular a África, es el papel especialmente importante de todas las políticas de igualdad entre hombres y mujeres en este continente. Es un aspecto del problema que no abordamos con frecuencia suficiente y yo quisiera realmente darle una dimensión transversal, porque hay soluciones que encontrar, posibilidades que explotar. Al decir esto, pienso en las empresas, en el comercio. Pienso en el microcrédito, en la autonomización de las mujeres que permite esta forma de crédito: es un elemento cultural importante.
Esto es, Señorías, lo que quería decirles en pocas palabras. Quería decirles, como han hecho Hilary Benn y Jack Straw, que ahora ha llegado la hora de actuar. Nosotros somos quienes debemos hacerlo. Creo que ya no tenemos excusa. Esto se ha dicho y redicho, y creo que no podemos posponer este reto y el encuentro, de hecho, entre la acción y esta gran esperanza que vive en el corazón de las poblaciones. Alguien lo ha dicho hace poco: bien podría suceder que, sobre la base de esta política de desarrollo, de este nuevo impulso, se diera un nuevo impulso a la idea mágica de Europa. Pienso que Europa puede hacer del desarrollo, que hace ya del desarrollo, la proyección más concreta de sus valores, y por esta razón soy decididamente optimista.
(Aplausos)
Alessandra Mussolini (NI).–(IT) Señor Presidente, ayer sucedió un hecho muy grave, se ofendió a Italia...
(El Presidente interrumpe a la oradora)
El Presidente. Si desea usted plantear una cuestión de orden, tiene que empezar citando el artículo al que se acoge.
Alessandra Mussolini (NI).–(IT) (Con el micrófono apagado, la señora Mussolini menciona el artículo 90 del Reglamento)
El Presidente. Sobre la base del artículo 90 no puede usted intervenir.
Para cerrar este debate, hemos recibido seis propuestas de resolución (1).
Queda cerrado el debate.
La votación tendrá lugar a continuación.
Declaración por escrito (artículo 142)
Luciana Sbarbati (ALDE).–(IT) «Vuestros primeros deberes, no primeros en el tiempo, sino en importancia, porque sin intentar cumplirlos solo podréis cumplir los demás imperfectamente, son vuestros deberes para con la humanidad», decía Mazzini.
Así expreso mi solidaridad hacia aquellos países en los que pensamos que podíamos incrementar la caridad y los fondos sin preocuparnos por su desarrollo real y la erradicación de la pobreza.
Anular su deuda no eliminará el problema de las ayudas al desarrollo, que la comunidad internacional debe garantizar, ni de la urgentísima atención sanitaria que necesitan; no nos eximirá de los acuerdos de asociación con sus Gobiernos ni de promover programas de educación y formación para integrarlos en sistemas sociales, económicos y políticos complejos, para elegir formas de gobierno democrático, para tener un futuro. Es decir, una oportunidad, incluso fuera de su país, pero sabiendo que pueden volver a él y pueden sentirse ciudadanos y libres.
La clase política debe gobernar los procesos de mundialización tomando decisiones que permitan garantizarles agua, energía, alimentos, salud, libertad y formación.
El último Consejo Europeo decidió aumentar las ayudas a 20 000 millones de euros al año hasta 2010 y esta es una señal de esperanza para muchos millones de personas. Podemos vencer la pobreza, somos la primera generación que puede hacerlo porque tiene los medios para ello.