El Presidente. De conformidad con el orden del día, se procede al debate de la pregunta oral a la Comisión sobre la suspensión de las negociaciones del Programa de Doha para el Desarrollo (DDA), formulada por Enrique Barón Crespo en nombre de la Comisión de Comercio Internacional (O-0088/2006 – B6-0427/2006).
Enrique Barón Crespo (PSE), autor. – (ES) Señor Presidente, señor Comisario, Señorías, el pasado 24 de julio, el Director General de la OMC, el señor Pascal Lamy, anunció, como resultado de la reunión del comité de negociaciones comerciales de la OMC en Ginebra, la suspensión sine die de las negociaciones de la Ronda de Doha. Espero que esta suspensión sea provisional y que las conversaciones no queden reducidas a cenizas, sino que —como ha dicho el Comisario— de ellas pueda resurgir el Ave Fénix.
Esta decisión, que ha puesto fin, provisionalmente, a cinco años de negociaciones y más de siete de esfuerzos diplomáticos, plantea una gran incertidumbre en el marco multilateral de las negociaciones comerciales de la OMC y, además, plantea un problema en relación con un plazo informal, más político que cronológico, que es el de la próxima expiración del mandato de la Trade Promotion Authority, que concede el Congreso de los Estados Unidos al Presidente para poder negociar en términos globales.
Señor Presidente, señalo de paso que es curioso que, para una organización como la OMC, que es una organización intergubernamental y una conferencia ministerial, todo esté pendiente de lo que decida un Parlamento, que es muy respetable, el Congreso de los Estados Unidos, pero también los demás Parlamentos del mundo, empezando por el Parlamento Europeo, tenemos derecho a tener alguna opinión, sin poner ese tipo de condiciones, de guillotinas, como las que nos impone en este momento el Congreso de los Estados Unidos. En este sentido, anuncio que la semana próxima, en el comité director de la asamblea parlamentaria que hemos creado entre el Parlamento Europeo y la Unión Interparlamentaria, tendremos oportunidad de hablar y de trabajar sobre este tema con representantes de la mayor parte de los Parlamentos del mundo, porque creemos que este es un tema que nos concierne a todos.
No hemos esperado en el Parlamento y, concretamente en la Comisión de Comercio Internacional, a que acabaran las vacaciones para señalar nuestra preocupación. Yo lo hice, en nombre de dicha Comisión, inmediatamente después del anuncio que se produjo, señalando que no nos podemos resignar a un fracaso definitivo de las negociaciones. Lo que tenemos que hacer es ver cómo salimos de esta encrucijada y cómo conseguimos volver a encarrilar el proceso. Ha habido una serie de contactos y reuniones bilaterales a lo largo del mes de agosto, y espero que el Comisario nos pueda informar sobre las posibilidades de avance.
Creo también que la Comisión debe tratar de explotar su mandato hasta el límite, porque tenemos responsabilidades, en primer lugar, la de defender nuestros intereses, pero, al mismo tiempo, también, favorecer que un sistema multilateral que produce beneficios para todos, no solamente para los países desarrollados, sino para aquellos que tienen que ser el principal objetivo de esta negociación —los países en vías de desarrollo y, sobre todo los países menos avanzados—, pueda realmente desempeñar un papel esencial, como el que debe tener la Unión Europea como primera potencia comercial del mundo.
Por lo tanto, creo que es importante que el Parlamento Europeo alce su voz y apoye que podamos volver a continuar, encarrilar y renovar el objetivo de conseguir una Ronda de Doha para el desarrollo y también, apoyar a la Comisión –que, en este sentido, no ha disfrutado de demasiadas vacaciones–, que esperamos pueda seguir trabajando para poder concluir esta Ronda.
Todavía hay margen; en política siempre hay margen, aunque, cronológicamente, se vayan agotando los plazos, y quizá la premura pueda ayudar. Señor Presidente, creemos que son importantes las explicaciones que nos pueda dar el Comisario en el día de hoy y, sobre todo, queremos que sepa que cuenta con nuestra preocupación, con nuestro apoyo y con nuestro deseo de que esta Ronda pueda volver a ser un proceso que se encamine hacia el futuro de una Humanidad más próspera y más solidaria.
(Aplausos)
Peter Mandelson, miembro de la Comisión. (EN) Señor Presidente, por supuesto que comparto el deseo del presidente de la Comisión de Comercio Internacional de que este desarrollo tan lamentable de las negociaciones suponga una interrupción temporal y no una suspensión indefinida. Agradezco que tanto él como los demás diputados a esta Cámara se reúnan con otros parlamentarios de los países miembros de la OMC para revisar este asunto. Cuanto más comprendamos lo que está en juego y cuáles son los problemas existentes, y cuanto más podamos divulgar ese conocimiento entre los protagonistas de los diversos países de la OMC –en vez de guardar este conocimiento para un círculo de negociadores muy interrelacionados–, mejor parados saldremos. No hay duda de que perseguiré este objetivo cuando visite Washington DC este mismo mes para reunirme con destacadas personalidades del Congreso.
La última vez que hablé de la Agenda de Desarrollo de Doha con algunos diputados a esta Cámara fue en Ginebra a finales de junio. Ante todo quiero decir cuánto agradecí su presencia allí, sus actividades de creación de contactos y la manera en que sus Señorías desempeñaron un papel interesante e útil entre las partes negociadoras. En el futuro vamos a necesitar su respaldo en nuestros esfuerzos para convencer a nuestros socios de la OMC de que se inicien dichas negociaciones, y recomiendo firmemente el enfoque que han adoptado los diputados a esta Cámara.
A finales de esta semana viajaré a Río de Janeiro, invitado por el Gobierno de Brasil y el Grupo G20 de países en desarrollo. Será la primera oportunidad que se presente para revisar a nivel ministerial lo que sucedió en Ginebra en el mes de julio, analizar nuestras posiciones respectivas y evaluar la posibilidad de cómo y cuándo podemos avanzar.
En las semanas que siguieron a la suspensión, todos los bandos manifestaron su voluntad de que la Ronda concluyera con éxito. Nadie dice, al menos abiertamente, que esto ya no interesa y Doha, sin duda, necesita ese grado de compromiso. En todas nuestras actuaciones y declaraciones, conviene que incrementemos la confianza en la Ronda y el proceso, y reafirmemos los valores del multilateralismo y las ventajas económicas de un pacto amplio y ambicioso. Sin embargo, la retórica ha de corresponderse con el liderazgo político. A lo que nos enfrentamos es a una falta de lo que podríamos llamar «ambición realista».
Todos los bandos exportan sus imperativos nacionales a estas negociaciones. Puede que esto sea inevitable, pero no es o no debería permitirse que fuera una excusa para el fracaso. Aún así, incluso en los aspectos de la negociación más difíciles y aparentemente insolubles, las posiciones en torno a la agricultura no son tan divergentes. No están tan alejadas unas de otras para ser irreconciliables. Mandan que la UE eleve el recorte medio de los aranceles hasta cerca de lo que solicitan los países en desarrollo del G20. La UE señaló en Ginebra que estaba dispuesta a negociar sobre esta cuestión en el marco de un paquete equilibrado, siempre que otros también estuvieran dispuestos a avanzar y mostrar la misma flexibilidad que nosotros.
Si queremos avanzar en la dirección que he indicado que podríamos, entonces, en las circunstancias adecuadas, esto representaría un cambio sustancial de nuestra oferta original de un recorte medio de los aranceles agrícolas de un 39 %, que ya es mucho más alto que los recortes aceptados en la Ronda de Uruguay. Se tratará de los recortes arancelarios en materia agrícola más importantes que jamás se hayan aceptado en el marco de una negociación comercial multilateral. Nadie podría calificar esto de «Doha descafeinada». A todo esto se pueden añadir los recortes en las subvenciones que se derivan de la reforma de la UE, que verá cómo los productores de la UE se retiran de forma espectacular de los principales mercados mundiales de exportación, como el de la leche y las aves de corral, así como la contracción del mercado del grano de la UE al caer la demanda de piensos. En conjunto, esto equivale a un importante nuevo paquete de acceso al mercado para exportadores agrícolas competitivos, como los Estados Unidos, Australia y otros miembros del Grupo Cairns. Potencialmente reduciría el tamaño de la agricultura europea en 20 000 millones de dólares estadounidenses al año como máximo.
Rechazar esto por considerarlo insignificante, como han hecho algunos, refleja una burda postura negociadora o una incapacidad para echar cuentas. A cambio de estos recortes, la UE espera que los Estados Unidos se ajusten a los mismos recortando las subvenciones agrícolas que distorsionan el comercio, que, en estos momentos, el mundo en desarrollo considera, con razón, que es la condición y el catalizador para alcanzar cualquier acuerdo final en Doha.
Los Estados Unidos han ofrecido recortes considerables de las denominadas subvenciones de «caja de ámbar», que distorsionan el comercio, de 19 100 a 7 600 millones de dólares estadounidenses. Esto suena bien y hay que acogerlo con satisfacción. Sin embargo, los Estados Unidos también han propuesto un aumento de lo que están autorizados a gastar en otras categorías de subvenciones que distorsionan el comercio, mientras que rechazan la idea de reformar directamente dichos programas de subvenciones con el fin de garantizar que ya no distorsionen el comercio. Si uno suma los tres tipos de ayuda que distorsiona el comercio que los Estados Unidos quieren mantener, uno llega realmente a un nuevo umbral potencial de 22 700 millones de dólares estadounidenses, que es más de lo que los Estados Unidos gastan actualmente.
Dicho de otro modo, al finalizar el período de aplicación de Doha, los pagos estadounidenses que distorsionan el comercio a los agricultores podrían incrementarse a resultas lo que los Estados Unidos presentaron en su oferta de octubre pasado. Se puede entender que los socios comerciales de los Estados Unidos hayan pensado que era inadmisible, en especial dados los recortes radicales que los Estados Unidos exigen a los demás, tanto en lo que se refiere a las subvenciones como a los aranceles. Con razón, los países en desarrollo insisten en una reducción efectiva de las subvenciones estadounidenses y la UE lo apoya. A menos que los Estados Unidos cambien de postura, los países en desarrollo avanzados, como Brasil y la India, no estarán dispuestos a ofrecer un mayor acceso a sus mercados para los productos industriales y los servicios, y este es el meollo del pacto final que estamos buscando.
Será difícil llegar a este pacto. No subestimo las dificultades que surgirán en las negociaciones que aún tenemos que mantener con los países en desarrollo avanzados sobre los aranceles industriales. No obstante, son los enfrentamientos en el ámbito de la agricultura, que representa solo una fracción del comercio tanto para los países desarrollados como para los países en desarrollo, los que están impidiendo que las negociaciones de Doha aborden el tema del comercio en la fabricación y los servicios, que es donde radica el grueso de los beneficios económicos potenciales de esta Ronda.
Solo lograremos cerrar la Agenda de Desarrollo de Doha si todas las partes implicadas se esfuerzan por vender un resultado que lo merezca en todos los ámbitos de la negociación. Esto no solo incluye los aranceles agrícolas y ganaderos, sino también la fabricación, los servicios y las normas. Todos los bandos han de comprender que un resultado ambicioso, realista y alcanzable, lejos de ser una «Doha descafeinada», producirá realmente cambios estructurales profundos en las políticas agrícolas y creará nuevos flujos comerciales tanto de productos como de servicios a una escala que no tiene parangón en ninguna de las rondas comerciales anteriores. En otras palabras, ya hay un montón de cosas sobre la mesa, como ha señalado reiteradamente el señor Lamy.
Lo que se pierde en un atasco permanente –por decirlo claramente– lo pierden sobre todo los países en desarrollo. Son ellos quienes pierden nuevas oportunidades comerciales. Y lo que es aún más importante, corren el riesgo de salir perdiendo debido al debilitamiento del sistema de comercio multilateral. Por parte de la UE intentaremos hacer cuanto esté en nuestras manos, en cualquier eventualidad, a favor de los países en desarrollo más débiles y vulnerables, sin pretender dividir a los miembros de la OMC. En particular, mantendremos nuestras promesas sobre Ayuda para el Comercio y mantendremos nuestros esfuerzos.
Hay quien se preguntará cómo es que la suspensión de la ADD afectará a nuestra posición en torno a la política comercial más amplia. La respuesta es que nuestro compromiso con Doha seguirá siendo de importancia primordial. Nada puede sustituir a la OMC. En primer lugar, se fundamenta en la igualdad y el Estado de Derecho, y no en el poder puro y duro. En segundo lugar, algunas ventajas solo se pueden lograr en un contexto multilateral, como las nuevas disciplinas sobre subvenciones para la pesca y la agricultura, un nuevo acuerdo para facilitar el comercio, nuevas disciplinas para herramientas antidúmping y normas mejores y más claras sobre acuerdos comerciales regionales. Son ejemplos de ámbitos donde ni siquiera se pudieron iniciar una serie de acuerdos bilaterales para lograr la clase de mejora y fortalecimiento de las normas comerciales y del sistema comercial que pretendemos. En tercer lugar, son la única forma de negociación en la que los países en desarrollo más pequeños pueden usar toda su fuerza política colectiva.
Por último, el propio mecanismo de resolución de disputas es una de las piedras angulares del sistema de la OMC y una característica sin parangón en el Derecho internacional. No cabe duda de que cualquier erosión, a largo plazo, de la confianza depositada en el sistema de comercio multilateral en su conjunto también afectará críticamente a ese mecanismo de resolución de disputas.
Por lo tanto, los pactos bilaterales y regionales no representan una alternativa a las negociaciones multilaterales, sino más bien un añadido y un complemento que contribuyen a que se aborde más a fondo una reducción de las barreras arancelarias y no arancelarias, así como el establecimiento de disciplinas en ámbitos en los que los miembros de la OMC han decidido –al menos por el momento– no negociar conjuntamente dentro del sistema multilateral, bien con respecto a la normativa sobre la competencia, bien a la contratación pública o la dimensión laboral.
Estamos estudiando varias negociaciones en este contexto. Algunas ya están en curso, mientras que otras comenzarán cuando las condiciones estén a punto. Mercosur, el CCG y Centroamérica están en el primer grupo y también estamos considerando a Ucrania, la India, Corea y los países de la ASEAN como socios potenciales para nuevas iniciativas.
Permítanme que concluya diciendo que tanto yo como la Comisión seguimos estando firmemente comprometidos en unos resultados positivos de la ronda multilateral y que quiero trabajar en estrecha colaboración con ustedes en esta Cámara para lograr este objetivo. Esta continúa siendo mi prioridad.
La Comisión también va a presentar dentro de poco dos comunicaciones: una en octubre sobre aspectos externos de nuestra competitividad en Europa y otra sobre las relaciones comerciales con China. De esta manera se abordarán otras cuestiones fundamentales de nuestra futura política comercial. Tengo sumo interés en analizar estas dos comunicaciones con ustedes en las próximas semanas, y espero que así sea. Como equipo, creo que tenemos que continuar trabajando juntos en el futuro, como lo hemos hecho en el pasado, por el bien de Europa, pero también en beneficio de la economía mundial y, en particular, de los países en desarrollo más necesitados.
(Aplausos)
Georgios Papastamkos, en nombre del Grupo del PPE-DE. – (EL) Señor Presidente, no hay duda de que los costes del fracaso de las negociaciones de la Ronda de Doha son elevados y aumentarán en caso de un fracaso definitivo.
Estos costes se deben, entre otros, a varios motivos:
En primer lugar, a la pérdida de ingresos para la economía mundial, el desarrollo y el empleo, ingresos que habría generado la conclusión satisfactoria de las negociaciones.
En segundo lugar, al menoscabo del progreso de ciertas actividades que son especialmente importantes para los países en desarrollo.
En tercer lugar, a la pérdida de credibilidad de la propia Organización Mundial del Comercio.
Creo que el peligro en caso de fracaso total compensa en gran medida el peligro de lograr un acuerdo menos ambicioso, aunque la Unión no puede aceptar un acuerdo a cualquier precio.
La Unión Europea mantuvo una postura constructiva y responsable. Presentó propuestas notables y renunció a muchos de sus objetivos desde el principio de la ronda. Por consiguiente, cualquier vuelta a la mesa de negociaciones depende de la flexibilidad por parte de otros importantes socios comerciales, si queremos lograr un resultado equilibrado.
Como Grupo del Partido Popular Europeo (Demócrata-Cristianos) y de los Demócratas Europeos, seguimos defendiendo el multilateralismo. El compromiso con un sistema comercial multilateral contribuye de manera decisiva a la seguridad, la transparencia y la estabilidad del comercio internacional. También ayuda a diseminar la interdependencia económica reforzada en la cooperación política internacional. El fracaso del multilateralismo conlleva el peligro de conflictos comerciales sectoriales y el resurgimiento de reductos comerciales regionales.
Por consiguiente, la finalización satisfactoria de las negociaciones comerciales multilaterales debe seguir siendo –tal y como lo han subrayado la Comisión y el presidente de nuestra comisión– la opción suprema, la prioridad suprema del programa de trabajo de la Unión. Al mismo tiempo, debemos reforzar estrategias suplementarias de relaciones bilaterales y transregionales con otros socios importantes.
En mi opinión, la estabilidad del sistema de comercio mundial exige un nuevo impulso dinámico para el vínculo existente entre la interdependencia comercial y la responsabilidad conjunta de la Unión Europea y los Estados Unidos de América, y este vínculo entre la interdependencia y la responsabilidad conjunta debe verificarse.
Con el señor Barón Crespo delante de mí, y la victoria de su país sobre Grecia en el Mundial de Baloncesto en mente, sugiero que consideremos el resultado de estas negociaciones hasta ahora como un tiempo muerto y no como un fracaso definitivo.
(Aplausos)
Harlem Désir, en nombre del Grupo del PSE. – (FR) Señor Presidente, señor Comisario, la suspensión de las negociaciones de la Ronda de Doha es, en primer lugar, la ruptura de la promesa de ajustar el equilibrio de las normas del comercio en beneficio de los países en desarrollo. Representa el triunfo de los intereses egoístas de ciertos países sobre el interés general de la comunidad internacional y, al igual que el presidente de la Comisión de Comercio Internacional, todos pensamos evidentemente en las elecciones a mitad de mandato que van a tener lugar en los Estados Unidos.
La suspensión ya supone una amenaza potencial para el sistema multilateral como marco principal de las negociaciones comerciales y un retorno a negociaciones bilaterales más desequilibradas, que irán en detrimento de los países más pobres y, en particular, de los más pequeños, como ha señalado usted, señor Mandelson. Además, mantendrá intacto el sistema multilateral, que no desaparecerá, aunque la idea era empezar a reformarlo y hacerlo más compatible con los objetivos de desarrollo y con las demás normas de la comunidad internacional: la necesidad de tener en cuenta los objetivos de salud pública y de medio ambiente, y mañana –esperamos también– la dimensión social de la globalización.
Los principales perdedores de esta suspensión de la ronda de negociación serán los países en desarrollo y, entre ellos, en especial, los países menos avanzados. Cualesquiera que sean sus insuficiencias y sus limitaciones, lo que estaba sobre la mesa y lo que había propuesto en particular la UE –que en muchos casos era efectivamente lo que el Parlamento quería ver– se verá amenazado, se perderá: la supresión de las subvenciones a la exportación de aquí a 2013; el acceso libre de derechos y cuotas de los productos de los PMA a los mercados de los países desarrollados, aun cuando quedaba el problema del 3 % de líneas arancelarias que reclamaban cierto número de países industrializados; un mayor acceso a los mercados de los países industrializados para todas las producciones agrícolas de los países en desarrollo, aun cuando las propuestas norteamericanas fueran muy insuficientes; abordar la situación de los productores de algodón; el paquete de ayuda relacionada con el comercio y la modificación del Acuerdo sobre Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionado con el Comercio (ADPIC) para el acceso a los medicamentos.
Acojo con agrado, señor Comisario, que simplemente anuncie que una vez más va a embarcarse en busca de la paz, a reunirse de nuevo con el G20 y los Estados Unidos e intentar encontrar un camino de retorno a la mesa de negociaciones. En mi opinión no debemos dejar que se muera la Ronda de Doha. Al margen de las dificultades que vaya a plantear la expiración de la autorización para negociar otorgada al Gobierno estadounidense por el Congreso, no hay que aceptar que se tiren pura y simplemente por la ventana los compromisos que se habían contraído, las promesas que se habían hecho, y me encanta escuchar que UE, por su parte, cumplirá sus compromisos y mantendrá promesas.
Tal vez debamos volver simplemente al corazón de la Ronda y recordar a nuestros interlocutores de los países industrializados que sabíamos que no se basaría en la reciprocidad, que tendríamos que ofrecer más en materia de acceso a los productos agrícolas de lo que obtendríamos en materia de aranceles industriales y de apertura de los mercados y servicios. Europa debe seguir promoviendo el sistema multilateral, que sin duda ha de reformarse para seguir siendo un marco de confianza entre países en desarrollo y países desarrollados, pero el sistema multilateral es el marco en que los países en desarrollo podrán seguir haciendo oír su voz a través del G20 y del G90 y en que las normas del comercio podrán devenir más compatibles con los objetivos de erradicación de la pobreza y con todas las demás normas del sistema multilateral.
(Aplausos)
Johan van Hecke, en nombre del Grupo ALDE. – (NL) Señor Presidente, ¿no puede arreglarse el fracaso de la Ronda de Doha? Cada vez parecen asumirlo más interlocutores. Especialmente desde Hong Kong, hace nueve meses, no se ha progresado, y en julio las negociaciones se retrasaron indefinidamente. Al igual que el Comisario, y la mayoría de sus Señorías de esta Cámara, me niego a creer que este sea el principio del fin con respecto a esta cuestión. A fin de cuentas, hay mucho en juego. Un fracaso total podría ocasionar el colapso del sistema comercial multilateral, con todo lo que ello conlleva.
Si no se logra un acuerdo comercial mundial, se aumenta el riesgo de que cada vez más países recurran a los acuerdos bilaterales o regionales, lo cual sitúa, en cualquier caso, a los países pobres en una situación más débil. Además, una interrupción de las negociaciones puede aumentar el número de disputas comerciales, durante las cuales los miembros de la OMC intentarán conseguir, mediante la vía judicial, lo que no consiguieron mediante un acuerdo. Hay más cuestiones, como ha señalado la Comisión: antes o después, la verdadera razón de ser de la OMC se cuestionará. Por ello, es necesario, ahora más que nunca, hacer la OMC más transparente y reforzar su legitimidad democrática.
Nuestro Grupo considera esencial que los países ricos y más desarrollados intenten aunar opiniones en primer lugar. No tiene ningún sentido organizar otra gran masa si los Estados Unidos y la Unión Europea no eliminan sus diferencias en el ámbito de los suministros agrícolas y en otras cuestiones. El Congreso Americano aplaudió recientemente la estricta postura adoptada por los negociadores de los Estados Unidos. Un juego de culpas de este tipo no hará nada por encontrar soluciones constructivas. Todos los interlocutores clave, incluida la Unión Europea, los Estados Unidos y el G20 tienen que aunar sus fuerzas para lograr un resultado.
Mientras tanto, lo que se denomina el acervo de Hong Kong debe permanecer totalmente intacto. Deben lograrse todos los compromisos favorables al desarrollo. Se alcance un acuerdo o no, la Unión Europea no debe retractarse de su intención de eliminar las subvenciones a la exportación para 2015. Al mismo tiempo, todos los países desarrollados y los países en desarrollo avanzado deben ser invitados a observar la iniciativa de la Unión Europea de «Todo menos Armas».
El tono de esta resolución de compromiso es voluntario y positivo. Confirma nuestra creencia en un enfoque multilateral de la política comercial a pesar de todo, basado en la convicción honesta de que cuando la Agenda de Desarrollo de Doha fracase, lamentablemente no habrá ganadores, sino únicamente perdedores.
Friedrich-Wilhelm Graefe zu Baringdorf, en nombre del Grupo Verts/ALE. – (DE) Señor Presidente, señor Comisario, la ronda de Doha ha fracasado, y lo que usted está haciendo hoy, señor Comisario, es repetirnos lo que motivó dicho fracaso. Usted dice que espera que, no obstante, se lleve a término, pero ¿en qué basa esa esperanza? Dice que los países en desarrollo salen perdiendo y que el fracaso les perjudica más a ellos que a nadie, pero ¿por qué los países en desarrollo y sus representantes no han concluido la ronda? Quizás tenían otra opinión y decidieron sabiamente no hacerlo, con el motivo de que la liberalización que subyace en ese pensamiento, la liberalización que quieren conseguir, evidentemente no los ha enriquecido. Lejos de llenar los estómagos de los habitantes de esos países, los ha conducido a la deuda y no ha sabido resolver el problema del hambre. Esta es la primera vez que estos países se han reunido, y si consiguen ejercer un peso suficiente contra las naciones industriales de Occidente para hacer que esto fracase, entonces la situación será distinta y tendremos que ver si podemos disponer de otra oferta.
Usted dice que la reducción de los aranceles aduaneros ofrecida producirá 20 000 millones de euros para la agricultura europea, pero ¿no son estos 20 000 millones de euros un superávit, y –si realizamos este recorte– no beneficiarían estos 20 000 de euros a los países del mundo en desarrollo, o sería una mera reducción de los estándares alimentarios? ¿Se está comprando a los países de esa zona por menos de lo que necesitan para alzarse sobre la pobreza y se está arruinando la agricultura en esta zona como consecuencia?
Lo que se necesita es un acceso cualificado. El acceso al mercado que usted ofrece a cambio del acceso de los productos y servicios industriales a los mercados del mundo en desarrollo destruye sus infraestructuras y el frágil desarrollo de sus propias industrias y comercios, a la vez que le niega a la agricultura de esta zona la posibilidad de existir, aunque necesitamos producir alimentos urgentemente. De ahí se desprende que la calidad y el acceso cualificado al mercado son necesarios para permitir a los países del mundo en desarrollo disfrutar de nuestros niveles de precio nuestras normas y que desarrollen sus propias economías.
El acuerdo sobre el azúcar nos demostró que aquellos países ACP que podían suministrar azúcar cumpliendo estas condiciones veían cómo su economía se desarrollaba, mientras que los que no podían hacerlo tenían que vender su producto a las multinacionales a precios por debajo del nivel de pobreza, y esa situación va a seguir.
Por lo tanto, Comisario Mandelson, lo que debe hacer es realizar una oferta adecuada al tipo de países que puedan aceptarla, una oferta que estabilice el suministro de alimentos y mejore la estabilidad y la calidad del comercio, en lugar de una oferta que tienda de manera general a dejar sin negocio a los agricultores de todo el mundo. Creo que será entonces cuando el enfoque multilateral sea adecuado, y todo el mundo pueda beneficiarse, del mismo del modo que no pueden hacerlo a partir de la liberalización que usted propone.
Helmuth Markov, en nombre del Grupo GUE/NGL. – (DE) Señor Presidente, señor Comisario, Señorías, la Ronda del Desarrollo de Doha ha fracasado. ¿Qué se suponía que iba a desarrollar? Esa es la cuestión principal. ¿Era únicamente el comercio –el comercio por el comercio– lo que pretendía desarrollar o era la intención de que más comercio produciría desarrollo? Porque si lo que se pretende es esto último, hay que incluir muchos otros aspectos en las negociaciones; será necesario preguntar qué contribución hace el comercio en los distintos países a la mejora de las normas sociales, de la protección del medio ambiente y de la calidad de vida. Ese es un enfoque muy distinto a un deseo de abrir, por encima de todo, los mercados con el fin de intercambiar márgenes comerciales más amplios, porque entonces no puede haber reciprocidad.
Solidaridad quiere decir que el más fuerte ayuda al más débil, y lo que eso significa es que los países más desarrollados deben dar más que los que no se han desarrollado al mismo nivel. No se trata únicamente de cantidad; también se trata de un enfoque cualitativo distinto, por no mencionar que aquellos que todavía no han desarrollado el mercado en sus propios países deben poder hacerlo antes de que ocurra cualquier otra cosa. Puede que tengan que cerrar sus mercados durante un tiempo antes de poder abrirlos.
¿De qué sirve que se permita a muchos países en desarrollo exportar sus productos a la Unión Europea si no tienen productos para exportar, simplemente porque ni siquiera pueden alimentar a su propia gente? Al mismo tiempo, se dice a estos países que si se les permite hacerlo, deben abrir sus mercados a nuestros servicios e industrias. Nunca se llegará a un acuerdo si nuestro modo de negociar nunca se sitúa por encima de este punto, y lo dice un fanático del apoyo al sistema multilateral.
Comisario Mandelson, se acordará de que en muchas ocasiones le he preguntado si verdaderamente cree que los Estados Unidos están interesados en una conclusión multilateral de la ronda de la OMC. Siempre he dicho que no lo creo. Los estadounidenses pueden defender mejor sus intereses si no se encuentran atados por acuerdos multilaterales. Por ese motivo es mucho más importante que la Unión Europea se una al G20, y sin duda debemos considerar nuevamente esta cuestión a la luz de las enormes diferencias entre los países del Sur.
La cuestión no puede limitarse únicamente a la apertura de los mercados si la consecuencia de hacerlo es poner el mercado europeo a merced del negocio agrícola brasileño, enorme y dominado por tres familias; eso no hace nada por ayudar a estos países.
Creo que lo que tenemos que hacer es reconsiderar nuestro enfoque. Queremos comercio. Una y otra vez, usted dice que queremos un comercio libre. Podemos no estar de acuerdo en cuanto a ideología; yo no quiero ese tipo de liberalización, pero dejemos eso a un lado de momento. Lo que importa no es que tengamos un comercio libre, sino que el comercio sea leal. El comercio leal es un comercio justo, y «justo» no significa «igual». Si se aplican las mismas normas a todas las categorías de países en cuanto a la reducción de aranceles y la apertura de sus mercados, entonces eso no será más que un trato igual, pero no será justo.
Usted debe cambiar el mandato que se le ha asignado; ese es el enfoque que necesita. Si quiere que el comercio avance, ha de tener en cuenta –y priorizar– las circunstancias de los distintos países y el grado de desarrollo que han alcanzado.
Seán Ó Neachtain, en nombre del Grupo UEN. – (EN) Señor Presidente, no me sorprende en absoluto que las negociaciones de la Organización Mundial del Comercio hayan vuelto a fracasar. Hace ya tiempo que vengo abogando por la exclusión de la agricultura de esas negociaciones. La agricultura representa tan solo un 5 % del comercio mundial y, sin embargo, la culpa del fracaso de las negociaciones se atribuye claramente a la agricultura europea. ¿Por qué se permite que un 5 % frene el otro 95 % del comercio? Es hora de recordarlo.
El pasado mes de diciembre asistí a las negociaciones de la Ronda de Doha en Hong Kong y antes también a las de Cancún, e informé a este Parlamento de la falsa impresión que se está generando de que tener un acceso más amplio a los mercados comunitarios beneficiaría a los países en vías de desarrollo. Nada más lejos de la realidad, y hoy hemos vuelto a oírlo en esta Cámara. Los países en desarrollo tienen poco que ganar con ese gesto; de hecho, la UE ya permite el acceso libre a 50 de los países menos desarrollados. Los verdaderos beneficiados serían los barones de la carne vacuna de Sudamérica, si es que permitimos que se venda a los ganaderos irlandeses. Los verdaderos perjudicados en ese caso serían los pequeños agricultores y ganaderos europeos, que ya viven en la miseria. No nos equivoquemos sobre eso.
Una reciente encuesta a los consumidores irlandeses, por ejemplo, reveló que solo una de cada cinco personas confía en los alimentos importados de fuera de la Unión Europea. Eso no me sorprende. Cualquier nueva apertura del mercado agrícola comunitario pondrá seriamente en duda la seguridad y la trazabilidad de los alimentos. ¿Estamos dispuestos a aceptar la incertidumbre con respecto a los alimentos que damos a nuestros hijos, en vista de problemas de seguridad alimentaria como la enfermedad de las vacas locas, la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob o la gripe aviar? ¿Estamos dispuestos a aceptar un enfoque de libertad total en el uso del polvo de ángel y otras sustancias sospechosas que utilizan los productores brasileños de carne de vacuno?
En Irlanda hemos presenciado recientemente la desaparición de la industria azucarera nacional. Los barones brasileños del azúcar son los beneficiarios de la reciente reforma del azúcar, mientras que 4.000 agricultores irlandeses dedicados al cultivo de la remolacha azucarera se han quedado sin trabajo. El pasado diciembre en Hong Kong vi a agricultores coreanos luchando por un medio de vida que actualmente se ve amenazado por las compañías transnacionales de los cereales, que están haciendo negocio con la excusa de tratar de ayudar a países en desarrollo. Eso es una falacia. Es evidente que la OMC no puede tener éxito mientras insistamos en jugar a la ruleta rusa con nuestros suministros alimentarios y con los medios de vida de los pequeños agricultores europeos e irlandeses. Es hora de avanzar. Es hora de excluir a la agricultura de las negociaciones de una vez por todas y de no vender a nuestros agricultores europeos.
Bastiaan Belder, en nombre del Grupo IND/DEM. – (NL) Señor Presidente, la suspensión de las negociaciones de la Agenda del Desarrollo de Doha representa un duro golpe, no solo para la OMC sino para todas las partes que participan en las negociaciones. La OMC ha perdido parte de su credibilidad, mientras que el comercio mundial se ha beneficiado de la redacción y aplicación de normas internacionales para la circulación del comercio. Como temo que los países en desarrollo correrán con todos los gastos de esta suspensión, le pido al Comisario Mandelson que supervise los intereses de estos países, de manera multilateral y bilateralmente.
De hecho, uno de los factores que está obligando a cada vez más gente a buscar la salvación en Europa es la desesperación por la falta de perspectiva económica en África. Personalmente tengo mis dudas sobre la composición del G20. Después de todo, una nueva potencia económica también tendrá que traducirse en nuevas responsabilidades. También he apoyado el llamamiento que la representante de Comercio de los Estados Unidos, Susan Schwab, a lanzado a China para que dé pruebas de estas nuevas responsabilidades.
Comisario, en su entrevista con la revista alemana Internationale Politik, expresó su compromiso de seguir trabajando para que Doha vuelva a su cauce. ¿Podría explicarme en qué se basa su optimismo, especialmente a la luz de su comentario de que no espera que las negociaciones finalicen antes de que termine el año? ¿Dispone de alguna prueba para asumir que los estadounidenses habrán tomado medidas para entonces? Además, quiero instarle de nuevo a que reflexione muy detenidamente sobre la agenda europea después de Doha, porque puede que sea más deseable de lo que pensamos.
Maria Martens (PPE-DE). – (NL) Señor Presidente, es muy decepcionante que las negociaciones de la OMC se hayan suspendido de manera indefinida, y me preocupa especialmente la postura de los países en desarrollo.
Como sabemos, el objetivo de las negociaciones de la OMC era mejorar la situación de los países en desarrollo, y todos los implicados tuvieron que hacer su parte: Europa en el ámbito de los aranceles de importación para los productos agrícolas, los Estados Unidos en forma de apoyo interno a los agricultores, los países en desarrollo como Brasil y la India, con respecto al acceso a sus mercados de los productos industriales, etc. Es muy lamentable que no se haya progresado, y ahora las nuevas negociaciones podrían tardar mucho tiempo.
No quiero señalar a ninguno de los partidos, porque eso también es difícil, con tantos partidos sentados a la mesa, pero hay que decir que, lamentablemente, el modo en que ha actuado el Comisario no ha conseguido los resultados deseados, y eso es lo que está dificultando que los países en desarrollo alcancen un punto de apoyo más fuerte en la economía mundial.
No obstante, me complace que el Comisario haya expresado su compromiso con los países en desarrollo en más de una ocasión, y se lo recordaré si puedo. No podemos cambiar los hechos, y por ello es importante mirar al futuro, especialmente al de los países en desarrollo.
Durante la ronda de negociaciones se logró un acuerdo, en principio, sobre una serie de cuestiones muy importantes para los países en desarrollo, que incluyen, como ya se ha mencionado: la ayuda al comercio, la ausencia de aranceles para los países más pobres, las facilidades para el comercio y un trato especial y diferenciado. Lo que podría haber sido un importante paso adelante está ahora en manos de los Dioses. Entiendo y condeno el hecho de que el Comisario quiere que estos acuerdos sigan adelante en la medida de lo posible, pero entonces me pregunto ¿cómo puede hacerse, según el Comisario, en esos ámbitos? ¿Pueden aplicarse ya los planes, y si es así, cómo?
Por último, me gustaría mencionar a las Organizaciones de Promoción de Exportaciones (OPE) relacionadas con la OMC. Todavía no hemos visto ninguna propuesta concreta, y por eso me gustaría saber lo siguiente: en opinión de la Comisión, ¿cuál es la repercusión de la suspensión de las negociaciones de la OMC en el desarrollo de las OPE? ¿Cree el Comisario que en el marco de las negociaciones de las OPE hay margen para dar un paso más en beneficio de los países ACP?
Erika Mann (PSE). – (DE) Señor Presidente, señor Comisario, Señorías, he tenido el placer de sentarme en esta Cámara y seguir el progreso de la política comercial durante doce años, durante los cuales he visto a tres Comisarios ocuparse del tema, y sé la dificultad que entraña. Esta Cámara ha estado allí, viendo cada giro de las negociaciones; ha visto la dificultad que supone dirigirlas de manera multilateral y lo difícil que es comprender también lo que se entiende por una política comercial y una estrategia modernas.
A título personal, soy muy escéptica con respecto a si ahora mismo la idea que tenemos al respecto es correcta. Puedo apoyar mucho de lo que se acaba de decir, y agradezco la referencia a la nueva Comunicación de la Comisión «Europa global: compitiendo en el mundo», que nos llegará en breve. No obstante, a veces me siento bastante escéptica con respecto a nuestra propia autocrítica y nuestra comprensión de los cambios que se han producido en el mundo.
Por una parte, sin duda es fácil criticar a los estadounidenses –y hay muchas razones para hacerlo–, pero también es importante mencionar que, también en los países en desarrollo –Brasil es uno de ellos–, y por motivos que sus Señorías ya han abordado, hay escepticismo con respecto a los acuerdos del OMC. Otro factor puede ser que China se ha convertido en un socio comercial mundial, con un mayor impacto en países como México, por mencionar uno, que el que tiene en la Unión Europea o en los Estados Unidos.
Hay muchísimas razones, y a veces considero lamentable que el debate sobre una política comercial moderna, al que usted mismo se ha referido en su documento, no se lleve a cabo con la profundidad necesaria. Lo que también falta es entender el hecho de que los Estados miembros de la UE han adoptado posturas muy diferentes con respecto a los retos de la globalización. Algunos de nuestros países se muestran muy abiertos, porque pueden permitírselo, mientras que otros tienen dificultades, porque comenzaron a introducir reformas y a transformarse muy tarde.
Este aspecto se desprende claramente del debate sobre los productos textiles y sobre medidas antidúmping con referencia al calzado, aunque hay muchos otros ejemplos. Simplemente no nos veo reflexionar sobre lo que queremos decir con política comercial moderna.
Eso incluye –como he mencionado– el papel que desempeña China. ¿Hemos entendido realmente lo que significa la adhesión de China a la OMC? Si va a plantear la posibilidad de que Rusia se una también, señor Comisario, entonces le instamos a que debata esa cuestión con nosotros; la falta de debate sobre los efectos y consecuencias de ese punto me parece lamentable, y por esa razón estoy a favor de celebrar dicho debate. Se trata de una cuestión que esta Cámara apoyó ya en 2002, al mismo tiempo que se pronunció a favor de las negociaciones con Asia y, tal y como yo lo veo, el debate de esta Cámara y de la comisión responsable sigue careciendo de profundidad.
Quisiera que hubiera un debate sobre lo que puede significar nuestra participación en las negociaciones del AGCS+ en el marco de la ronda bilateral; también tiene razón en este punto, pero quisiera poder celebrar un debate sobre dicha cuestión.
Lo que creo que hay que hacer, si queremos hablar en términos de una política comercial moderna, es que esta Cámara sea consultada en todas las ocasiones, no solo cuando se nos insta a asentir a todos los resultados de las negociaciones, sino al principio, cuando se preparan dichas negociaciones.
La Comisión, el Consejo y esta Cámara, en su reunión en Stuttgart, ya han negociado una declaración, que incluía la consulta plena al Parlamento o al menos en grado considerable. Le recomiendo que volvamos a hacer lo mismo, y espero que pueda usted aceptarlo.
Sajjad Karim (ALDE). – (EN) Señor Presidente, la suspensión indefinida de la Ronda de Doha genera graves riesgos para nuestra economía mundial. Amenaza la paridad y la prosperidad del mundo en desarrollo, el empleo, el crecimiento y la seguridad en Europa y también el futuro del propio sistema multilateral de comercio. Una nueva explosión de acuerdos discriminatorios de carácter bilateral y regional podría sustituir a la liberalización mundial, minando el sistema multilateral y regulado de la OMC.
Aunque hay quienes dirían que no firmar ningún acuerdo es mejor que firmar un mal acuerdo para los países en desarrollo, sin el escudo protector de la OMC –como ha dicho usted, señor Comisario– serán vulnerables al uso y al abuso en una batalla unilateral por el dominio del comercio. Un fracaso significará que el proteccionismo llenará el vacío cuando desaparezca el impulso a favor de una reducción generalizada de las barreras, que la economía mundial se frenará y los desequilibrios comerciales mundiales continuarán aumentando, que la inestabilidad aumentará en los mercados financieros y que la cooperación económica internacional se fragmentará aún más. Con la erosión del sistema de la OMC abunda la especulación sobre qué forma puede tener el «Plan B»: quizás la de una zona de libre comercio en Asia Oriental; quizás la de una propuesta de Japón para crear una amplia asociación económica panasiática que incluya a la India, Australia y Nueva Zelanda. Cualquiera de ellas crearía un nuevo bloque asiático que, junto con la Unión Europea y el ALCAN, daría lugar a un mundo tripolar con toda la inestabilidad que eso lleva aparejada.
¿Está de acuerdo la Comisión en que es urgentemente necesario un Plan B que vuelva a encauzar la política comercial mundial, así como que la UE desempeñe una función principal en el diseño del orden comercial mundial? ¿Está de acuerdo la Comisión en que esa estrategia debe tener tres objetivos principales: reactivar Doha, ofrecer una alternativa ambiciosa para reanudar el proceso de liberalización de la forma mas amplia posible si no se alcanza nuestro objetivo primario y contrarrestar la proliferación de acuerdos comerciales preferentes entre pequeños grupos de países?
Una y otra vez me he presentado ante usted, Comisario, y he reflexionado sobre el intercambio de acusaciones que ha infectado el proceso. Es hora de dejar a un lado ese victimismo. La iniciativa «todo menos armas» demuestra que la UE puede hacer cosas buenas, pero podemos y debemos mejorar antes de que expire el mandato estadounidense y, con él, nuestra oportunidad de erradicar la pobreza y distribuir de forma justa los beneficios de la mundialización.
Vittorio Agnoletto (GUE/NGL). – (IT) Señor Presidente, Señorías, los resultados alcanzados hasta ahora en la Ronda de Doha y el Acuerdo ADPIC sobre el acceso a los medicamentos están teniendo efectos desastrosos para las condiciones de vida de millones de seres humanos. Resulta evidente que el lema «libre comercio = reducción de la pobreza» no era más que un cebo para convencer a los países del Sur, los más pobres del mundo, de que aceptaran las expectativas de los países industrializados.
La verdadera razón de la suspensión de las negociaciones de la OMC fue la imposibilidad de alcanzar un acuerdo entre las seis principales naciones empeñadas en defender los intereses de su agroindustria; los otros 143 países quedaron excluidos de las negociaciones. Según la FAO, la causa del fracaso reside en haber centrado todo el debate en el libre comercio y no en el comercio justo. ¡Mejor ningún acuerdo que un mal acuerdo!
La suspensión de las negociaciones puede brindar la ocasión de revisar el mandato de negociación de la Comisión, que debería centrarse en: 1) una reforma de la OMC que la haga más trasparente, integradora y democrática, inserta en el sistema de las Naciones Unidas y cuya toma de decisiones esté condicionada por el marco del Derecho internacional; 2) una revisión de los tres principales acuerdos que están hoy sobre el tapete: agricultura, propiedad intelectual y servicios; 3) la creación de un marco de referencia vinculante para la actividad de las empresas transnacionales; 4) condicionar el libre comercio al respeto de los derechos de los pueblos, haciendo que se cumpla la cláusula de derechos humanos aprobada por el Parlamento el 14 de febrero; 5) la negativa a eludir a escala bilateral o regional las normas sobre las que nos hemos puesto de acuerdo a escala multilateral, poniendo como ejemplo las negociaciones de los Acuerdos de Asociación Económica con los países ACP.
Daniel Varela Suanzes-Carpegna (PPE-DE). – (ES) Señor Presidente, señor Comisario, queridos colegas, la pregunta oral de nuestra comisión INTA es muy pertinente y oportuna. El Parlamento Europeo no puede mirar para otro lado cuando se suspenden unas negociaciones tan importantes a nivel multilateral y que habían despertado tantas esperanzas para un comercio mundial más organizado, más transparente, más libre y más justo.
Nos remitimos a la propuesta de resolución que ha presentado nuestro Grupo para los aspectos concretos que estamos aquí debatiendo. Pero nos gustaría señalar que un fracaso de la Ronda de Doha será un fracaso para el comercio internacional y para el sistema multilateral, pues pone en peligro los logros alcanzados en forma de preferencias arancelarias y comerciales y daría paso a la multiplicidad y solapamiento de las normas, lo que hará más difícil la vida de las empresas.
Es preciso desvelar sin tapujos las razones de fondo reales de este fracaso. Es preciso denunciar a aquellos Estados inflexibles que han puesto piedras en el camino de la negociación, y es preciso no renunciar, retomando las negociaciones, para aprovechar los avances ya experimentados y llevar a buen puerto la Ronda de Doha, por el bien de una globalización más justa y por el bien de la propia OMC. El propio futuro de esta organización está en juego; la OMC puede salir muy tocada de esta crisis. Es preciso reflexionar seriamente sobre ello, actualizando, modernizando y democratizando los mecanismos de funcionamiento de la OMC.
El Parlamento Europeo debe seguir desempeñando el papel que nos hemos asignado haciendo un seguimiento serio y riguroso de la situación creada y propiciando una salida al actual impasse por el bien de todos, pero, sobre todo, como aquí se ha señalado, por el bien de los países menos desarrollados.
Señor Comisario, agradecemos mucho su presencia y la información que nos ha facilitado, y sabe usted que cuenta con este Parlamento, como aquí se ha dicho, para desbloquear estas negociaciones.
Javier Moreno Sánchez (PSE). – (ES) Señor Presidente, Señorías, señor Comisario, el cielo comercial se nubló sobre Ginebra el pasado mes de julio. A pesar del rayo de sol esperanzador que lanzó el G8 unos días antes en San Petersburgo, a algunos negociadores se les nubló la mente y se suspendieron, sine die, las negociaciones de la Ronda del desarrollo.
Los partidos de fútbol también se suspenden por el mal tiempo pero acaban jugándose cuando se levanta la niebla o para la tormenta.
La situación actual no debería ensombrecer los ánimos ni la voluntad política de continuar por el camino del multilateralismo y el desarrollo. Tenemos que seguir luchando por mantener un sistema comercial internacional multilateral con normas claras, transparentes y vinculantes, en el que todos los países y, especialmente, aquellos en vías de desarrollo, puedan participar plenamente y salgan beneficiados.
De no ser así entraríamos en la jungla del bilateralismo, en la que se extendería el complejo entramado de los más de 250 tratados bilaterales actualmente existentes, se penalizaría a los PVD y se fomentaría el darwinismo, el proteccionismo y la discriminación. No podemos dar marcha atrás.
Señor Comisario, ¿qué pasará con los compromisos y acuerdos que se alcanzaron el pasado mes de diciembre en Hong Kong, especialmente en el ámbito del desarrollo? ¿Sigue vigente, en la estrategia de la Comisión, el principio del single undertaking? ¿Se mantendrá la eliminación de las subvenciones a la exportación para 2013? ¿Qué pasará con las negociaciones sobre el algodón? ¿Qué países están dispuestos a aplicar todos estos acuerdos?
Por otra parte, en Ginebra se dijo que todos los negociadores salían perdiendo. Salen perdiendo, también, todos los ciudadanos y especialmente los de los países más desfavorecidos.
¿Qué iniciativas prevé la Comisión para explicar a los ciudadanos que la OMC no está muerta y que sigue siendo el mejor instrumento para regular y fomentar un comercio internacional justo y libre?
Godelieve Quisthoudt-Rowohl (PPE-DE). – (DE) Señor Presidente, Señorías, aunque sin duda sigue habiendo algo que falla cuando fracasan las negociaciones de la ronda de Doha, cada crisis encierra una oportunidad. Como hemos visto en los últimos años, no se ha logrado ningún éxito concreto yendo de una ronda a otra y diciendo constantemente que no estamos satisfechos sino que seguiremos, de lo cual se deduce que el tiempo que nos queda debe ser, sobre todo, un tiempo para reflexionar.
En teoría, todos nos damos cuenta de que la OMC, con sus 150 Estados miembros, no puede gestionarse del mismo modo que se hacía al principio, cuando solo contaba con 23 miembros. ¿Por qué no sacamos conclusiones específicas sobre este aspecto? ¿Por qué no podemos, del mismo modo, considerar cuáles son los intereses de Europa y cuál es nuestra posición comercial en los distintos sectores? No basta con decir que la agricultura representa únicamente el 2 % o el 3 % de las cifras comerciales totales si estas cifras se relacionan con las grandes regiones de la Unión Europea y cambiarían la forma de nuestra sociedad, por lo que tenemos que alcanzar un concepto general. Merece la pena intentarlo.
Ni las negociaciones de la OMC ni las conversaciones comerciales fragmentadas, del estilo de «te doy tres vacas y me das dos pescados», funcionan ya. Si las diferencias entre Estados siguen aumentando –y usted mismo, señor Comisario, lo ha señalado así–, entonces ¿por qué pensamos en categorías multilaterales o bilaterales? ¿Por qué no podemos empezar a pensar en términos de categorías «multirregionales», entre otras?
En un mundo matizado como es este, no podemos aplicar el mismo criterio a todos los Estados. Por mucho que queramos evaluar la política de desarrollo –y que conste que yo estoy a favor de ella– en esta Unión Europea también tenemos una obligación para con nuestros propios ciudadanos.
Un aspecto muy importante en estas rondas –como ha puesto de manifiesto su fracaso– es la necesidad de una mayor implicación de los Parlamentos en las negociaciones. No basta con que un Parlamento pueda conceder o negar su aprobación al final. Puesto que lamentamos no haber implicado a los ciudadanos, dejemos al menos que sus representantes tengan derecho a estar presentes en las negociaciones y a que se les consulte –si no algo más– mientras estas están en curso, porque al fin y al cabo somos nosotros los que tenemos que explicarlas al electorado.
Margrietus van den Berg (PSE). – (NL) Señor Presidente, cuando la Ronda de Doha se paralizó temporalmente a finales de julio, ya habíamos dado algunos pasos hacia el comercio leal. Se acordó que todas las subvenciones a la exportación para los productos agrícolas se eliminarían en 2013 y que los Estados Unidos y Japón seguirían los pasos de la UE garantizando el acceso libre al mercado a los países menos desarrollados con respecto al 97 % de los productos; hubo un acuerdo sobre un paquete extensivo de ayuda al comercio, y finalmente los estadounidenses dijeron que tenían previsto reducir de manera gradual su apoyo al sector algodonero.
Tras cinco años, fue un resultado logrado con esfuerzo, pero falta la firma, y como ya he dicho, no creo que los países más pobres tengan que salir perdiendo como consecuencia de ello. Sencillamente es esencial que se adopten estas medidas si queremos lograr los Objetivos del Milenio en 2015.
En respuesta a mi petición escrita, el Comisario ha expresado su voluntad de proponer un acuerdo anticipado con respecto a este paquete. ¿Le sería posible confirmar su compromiso con respecto a este punto en este debate? ¿Podría también confirmar si la Unión Europea está dispuesta a eliminar sus subvenciones a la exportación en 2013, de manera unilateral si es necesario?
Al mismo tiempo, ¿no comparte mi opinión de que una medida anticipada de este tipo también podría ayudar a encauzar de nuevo la situación de los países menos desarrollados? Sigo pensando que si los acuerdos se realizan de manera unilateral, multilateral, regional o de cualquier otra manera, dicho de otro modo, entre los interlocutores más fuertes, son precisamente los países más débiles los que saldrán perdiendo. Esto es algo que el propio Comisario ha dicho en muchas ocasiones, y por eso tiene toda la razón para afirmar que, puesto que esos países no deberían ser los receptores de dichos acuerdos, deberíamos comprometernos a impulsar este acuerdo de comercio multilateral.
No dejemos que la lucha contra la pobreza se convierta en víctima del bloqueo de las negociaciones. Si la ronda de comercio mundial no puede salvarse, al menos debemos salvar los Objetivos del Milenio.
Jean-Pierre Audy (PPE-DE). – (FR) Señor Presidente, señor Comisario, Señorías, al fin se hace la luz sobre la hipocresía reinante en materia de comercio internacional en este planeta, el diálogo entre los tramposos, los mentirosos y los ladrones. Si la situación no fuera tan dramática, todo el mundo se sentiría aliviado de que los lobos salgan del bosque habiendo sido identificados y que los aprendices vean de nuevo que los maestros pueden tener que sufrir a veces sus remedios en carne propia.
Tiene usted razón, señor Mandelson, de boicotear la reunión de Canberra, Australia, prevista para dentro de dos semanas, porque no hay que enterrar tan pronto la Organización Mundial del Comercio. La situación es grave, pues los Gobiernos han demostrado que son incapaces de gestionar el comercio mundial a favor del bien común y, peor aún, de fijar un calendario para el desarrollo.
Desearía comunicarles algunas reflexiones y una propuesta. Por lo que se refiere a la agenda de Doha, vale la pena tomar nota de los aspectos relativos al desarrollo, con respecto a los que hay consenso, y posponer la reforma del comercio internacional hasta que los países en desarrollo adopten normas sociales y ambientales que propicien una competencia mundial leal.
Mi segunda reflexión se refiere a la agricultura. La Unión Europea debería frenar cualquier concesión futura en espera de lo que será la agricultura de mañana, después de 2013, habida cuenta, en particular, de los grandes cambios que nos ofrecen las biotecnologías y los problemas de alimentación de la población que inevitablemente se plantearán.
La cuestión es señor Comisario, si puede asegurarnos que la Política Agrícola Común actualmente en vigor desde la reforma de 2003 es compatible con las normas vigentes de la OMC y que no nos arriesgamos a salir perdiendo en una disputa ante el órgano de solución de diferencias.
Por último, y ante la incapacidad de nuestra dirección política para ponerse de acuerdo sobre el comercio internacional, propongo que tenga lugar sin demora una iniciativa parlamentaria bajo los auspicios de la Unión Interparlamentaria Mundial y del Parlamento Europeo. Dicha iniciativa consistiría en consultar sobre este asunto a los representantes legítimos de los pueblos y formular propuestas a dichos representantes sobre el camino correcto que hay que seguir para sacar el comercio internacional del horrible caos en que se halla sumido.
Glenys Kinnock (PSE). – (EN) Señor Presidente, está claro, como han dicho el señor Comisario y otros oradores, que el cambio agrícola sigue siendo clave para sacar de la pobreza a millones de agricultores de África, Asia y América Latina.
Siendo realistas, señor Comisario, hasta que los que vivimos en el mundo rico abordemos la necesidad de un acceso más justo y mejor a nuestros mercados no habrá perspectivas de un acuerdo más amplio sobre bienes industriales y servicios. Como tanto usted como otros oradores han dicho, el paso a un sistema de acuerdos comerciales regionales supondría un importante retroceso y socavaría el principio esencial de la no discriminación. Esos acuerdos excluirían a la mayoría de los países más pobres del mundo, incluidos los países ACP, que suelen ser, por definición, pequeños, vulnerables y de escasa importancia económica.
Antes de volver a las negociaciones, señor Comisario, los países ricos deben acabar con las subvenciones y el dúmping, sobre todo en lo relativo al algodón. También es urgente que se tome una decisión sobre la ayuda al comercio, con nuevos fondos y sin condicionarla. Además, es preciso entender, durante los preparativos, que el ritmo y el alcance de la apertura de mercados es vital para los países en desarrollo, de la misma forma que lo son un tratamiento especial y diferencial y la protección arancelaria.
Alguien ha mencionado el riesgo de que se produzca una oleada de reclamaciones comerciales a la OMC y yo creo que el mecanismo de sanciones debe reformarse de forma significativa, puesto que en estos momentos solo se aplica cuando quien presenta la reclamación es un agente importante. Los países ACP dependientes de las materias primas lo saben perfectamente muy a su pesar.
«¿Ese nadador nos saluda o se está ahogando?»: en ocasiones es muy difícil ver la diferencia. Los acuerdos multilaterales son esenciales. No nos interesan acuerdos regionales ni bilaterales.
Señor Comisario, se enfrenta usted a una tarea formidable, una tarea que pondrá a prueba sus habilidades diplomáticas y de creación de consenso, así como las de los demás. Le deseamos suerte.
Mairead McGuinness (PPE-DE). – (EN) Señor Presidente, me sorprendió mucho el optimismo del Comisario durante todas estas negociaciones. Muchos de nosotros creíamos que estaban condenadas al fracaso desde su inicio, sobre todo porque la UE cedió demasiado, demasiado pronto, mientras que los Estados Unidos concedieron muy poco al principio y mantuvieron obstinadamente esa posición.
Se ha prestado demasiada atención a la agricultura, como ha dicho usted mismo, señor Comisario. Ahora se está culpando demasiado a la agricultura por este aparente fracaso de las conversaciones. Se exageró la capacidad potencial de Doha para sacar a los pobres de la pobreza. Ya he dicho aquí antes que los pobres son utilizados con demasiada frecuencia en demasiadas negociaciones. Las negociaciones que se han producido hasta la fecha no han defendido sus intereses.
El precio que tendrán que pagar la agricultura de la UE y los consumidores comunitarios desde el punto de vista del abastecimiento de alimentos es enorme, como usted nos ha esbozado esta mañana: una reducción de 20 000 millones de dólares estadounidenses al año. Me pregunto si podríamos poner nombres y caras a esa reducción. Nos estamos retirando de los mercados de los lácteos, las aves de corral y los cereales, por no hablar del vacuno. No conozco muchos agricultores pobres que vayan a beneficiarse de eso, pero sí a muchas personas de los 20 países más ricos del mundo que no son pobres y que sacarán bastante provecho de ello. A mi juicio, no firmar ningún acuerdo es mejor que firmar un mal acuerdo.
Si los pobres del mundo necesitan alimentos para comer y agua potable para beber –y sabemos que es así–, Doha no tenía ninguna posibilidad de cubrir esas necesidades. Siento decir eso, pero es así. Tenemos que añadir eso a la amenaza real que supone para la Unión Europea. Hemos aprobado normas más estrictas para la producción alimentaria; tratamos cuestiones ambientales y de bienestar animal. Eso no estuvo nunca sobre la mesa de negociación de Doha, así que nunca tendremos un comercio justo para los agricultores a escala mundial.
Tengo algunas preguntas para el señor Comisario, una de las cuales es muy concreta. La primera la voy a contestar yo misma: ¿podrá el comercio mundial –el libre comercio– proporcionar una oferta mundial suficiente de alimentos? Creo que no. Tenemos que ocuparnos de la producción de alimentos de la misma forma que nos preocupamos por la energía. Por último, ¿qué pasa con las reformas de la PAC? Las tenemos sobre la mesa; vamos a tener que dar más. ¿Es eso lo que ha acabado por estar sobre la mesa ahora, al dar demasiado y hacerlo demasiado pronto?
David Martin (PSE). – (EN) Señor Presidente, no puedo estar más en desacuerdo con la anterior intervención, la de la señora McGuinness, en lo tocante a los pobres. Por desgracia ya estamos empezando a ver la alternativa al éxito de la Ronda de Doha. Es un paso atrás hacia un mundo de acuerdos bilaterales exclusivos y no equitativos: acuerdos que ya están obligando a muchos países pobres a aceptar condiciones menos favorables de acceso a mercados y derechos de propiedad intelectual; acuerdos que dejan a los países más pobres abandonados a su suerte. Creo que todavía podemos y debemos hacer un esfuerzo adicional por conseguir que se complete una ronda cuyo verdadero asunto es el desarrollo. Eso va a tardar tiempo. A corto plazo, como han dicho otros antes que yo, necesitamos rescatar los avances realizados en Hong Kong: el histórico acuerdo para acabar con las subvenciones a la exportación para 2013; el acceso sin aranceles ni cuotas para los países más pobres, basado en el programa pionero «todo menos armas» de la UE; así como un importante compromiso de ampliar la ayuda al comercio para mejorar la capacidad de oferta y las infraestructuras relacionadas con el comercio en los países menos desarrollados.
Felicito al señor Comisario por la flexibilidad que ha demostrado desde el fracaso del compromiso único para tratar de salvar el paquete de desarrollo, una flexibilidad de la que, me temo, carecen una vez más algunos de nuestros socios en la negociación.
En cuanto al balance en la OMC, el reciente informe del grupo de trabajo de esa organización sobre la ayuda al comercio es muy oportuno. Este informe recalca la necesidad real de una ayuda suplementaria basada en la demanda y destinada a permitir la participación de los países más pobres en el sistema mundial de comercio. La ayuda al comercio no puede sustituir a la consecución de la Ronda de Doha, aunque, en el periodo de intervención, sigue siendo una importante herramienta para hacer frente a los retos técnicos y logísticos a los que se enfrentan estos países para hacer llegar sus productos al mercado mundial.
El fracaso de las conversaciones de Doha y la pérdida de fe en sus objetivos significa que la ayuda al comercio es más oportuna desde el punto de vista político que nunca. A todos los países, tanto desarrollados como en una fase avanzada de desarrollo, les interesa comprometer fondos de forma multilateral para garantizar que se realicen las inversiones apropiadas en infraestructuras comerciales para sacar a los países más pobres de la pobreza por medio del comercio.
Espero que la UE –y la Comisión en particular– ejerzan el liderazgo en este terreno.
Syed Kamall (PPE-DE). – (EN) Señor Presidente, todos entendemos la dificultad y la complejidad de las negociaciones de la OMC y apoyamos al Comisario y a su equipo. La UE puso un buen acuerdo sobre la mesa; esperábamos contraofertas serias, pero por desgracia nos decepcionó lo que obtuvimos a cambio.
Está claro que es el momento de que la UE muestre valentía y liderazgo moral. ¿Ha analizado la Comisión los costes y beneficios potenciales de que la UE suprima de forma unilateral todas sus subvenciones y aranceles a la importación de los productos agrícolas y en qué forma podría esto beneficiar a la UE, a los países en desarrollo y a las negociaciones de la OMC?
En Nueva Zelanda, los agricultores protestaron airadamente cuando se suprimieron sus subvenciones. Sin embargo, actualmente se cuentan entre los agricultores más eficaces del mundo e incluso han obligado a otros bloques comerciales a imponer aranceles y barreras a sus productos.
Ya no vivimos en la Europa de posguerra, cuando la seguridad alimentaria era una preocupación legítima. Sin duda necesitamos traer a los agricultores comunitarios al siglo XXI y mostrar liderazgo moral fijando fechas para la abolición tanto de las subvenciones como de los aranceles, de forma que los países menos desarrollados puedan beneficiarse de nuevos mercados para sus productos, los agricultores comunitarios se sitúen entre los más eficientes del mundo y consigamos el objetivo de la liberalización de los servicios, permitiendo a los talentos europeos salir al mundo.
El Presidente. Gracias, señor Kamall. En su circunscripción no hay muchos agricultores, ¿verdad?
Kader Arif (PSE). – (FR) Señor Presidente, Señorías, señor Comisario, para todos los que defendemos la estructura multilateral, como se acaba de señalar, esta suspensión de la ejecución del Programa de Doha para el Desarrollo, que debía poner las normas del comercio al servicio del desarrollo, es una noticia muy mala. En caso de un fracaso definitivo, sabemos lo que nos espera: una proliferación de acuerdos bilaterales regionales, siempre en detrimento del más débil. En otras palabras, todo lo contrario a nuestros objetivos, que pretenden ajustar las normas del comercio internacional a favor de los países en desarrollo.
Esta ronda debía permitirnos asegurar un reparto más equitativo de los beneficios de la globalización y tener en cuenta las diferencias de grado de desarrollo. Debía ofrecer asimismo a los países en desarrollo un acceso más fácil a los mercados sin forzar a cualquier precio la apertura de sus propios mercados. Desde luego, había algunas insuficiencias en estas negociaciones, pero también hubo avances, como se ha señalado en este debate. Esos avances, esos logros, merecen salvarse y a este respecto celebro el deseo expresado por el señor Mandelson. Esa voluntad es indispensable, el relanzamiento de las negociaciones es primordial, pero avanzar es también reformar, y hoy se plantea la cuestión de la reforma de la OMC.
Panagiotis Beglitis (PSE). – (EL) Señor Presidente, quiero decir desde el principio que estoy totalmente de acuerdo con el enfoque del Comisario Mandelson y con las consideraciones que ha expresado. No cabe duda de que nuestro objetivo básico debe seguir siendo la finalización satisfactoria de las negociaciones de la Ronda de Doha. Esto redundará en interés de la Unión Europea y de los Estados miembros.
No obstante, este éxito no puede lograrse a cualquier precio, ni tampoco mediante concesiones unilaterales por parte de la Unión Europea.
Creo que ha llegado la hora de responder a una pregunta crucial de importancia estratégica: ¿puede la estructura institucional de la Organización Mundial del Comercio, tal y como la conocemos desde su creación en 1995, servir de objetivo estratégico de la Unión Europea para un sistema de comercio democrático y multilateral? Me temo, basándome en nuestra experiencia hasta la fecha y dado en fracaso de las negociaciones de la Ronda de Doha, que no puede hacerlo.
La Organización Mundial del Comercio genera actualmente más crisis de las que puede resolver. Por ese motivo considero de una importancia estratégica la prioridad de adoptar una iniciativa por parte de la Unión Europea con respecto a una reforma de la Organización Mundial del Comercio, del mismo modo que considero de una importancia estratégica la necesidad de que la Unión Europea presente una política comercial estratégica e integrada para el desarrollo de las relaciones comerciales bilaterales y regionales.
Como sabe, señor Mandelson, eso es justo lo que están haciendo los Estados Unidos; por encima de la Ronda de Doha, están desarrollando sus relaciones comerciales bilaterales y regionales. Necesitamos y debemos hacer lo mismo.
Hoy se está dando forma a las correlaciones regionales y mundiales que tienen no solo fuerza comercial sino también política, y la Unión Europea no debe quedar rezagada en esta importante acción estratégica.
Harald Ettl (PSE). – (DE) Señor Presidente, hay un verdadero riesgo de que la suspensión a largo plazo de las conversaciones de Doha ocasionen de nuevo la multiplicación de los acuerdos bilaterales de libre comercio, y mientras no cabe duda de que debido a ello saldrán perdiendo los países más pobres del mundo, también será cada vez más difícil defender los intereses de los trabajadores.
Una vez tuvimos el ambicioso objetivo de construir una sociedad sostenible desde el punto de vista ambiental y social. ¿Qué ha sido de él? A principios de la década de 1970, los Estados industrializados se comprometieron a dedicar el 0,7 % de su producto interior bruto a la cooperación al desarrollo; en 2005, apenas gastamos el 0,33 %. Una especie de Plan Marshall a escala mundial podría ser una nueva iniciativa en beneficio de ambas partes, por un lado eliminando la pobreza en los países realmente pobres del mundo y concediéndoles una oportunidad justa en los mercados mundiales, y por otra impidiendo el dúmping ambiental y social.
Peter Mandelson, miembro de la Comisión. (EN) Señor Presidente, este ha sido un debate muy útil porque ha centrado nuestra atención, ha facilitado información y me ha orientado, y estas son las funciones esenciales del Parlamento con respecto a la Comisión.
Soy nuevo en mi cargo de Comisario y no sé lo que ha ocurrido en el pasado ni qué precedentes hay, pero tengo la sensación de que las consultas, el diálogo y la capacidad de compartir información que tengo con este Parlamento y con la Comisión de Comercio Internacional son muy fuertes. Sin duda tienen un alcance, una frecuencia y una profundidad mayores que a las que estaba acostumbrado cuando era Ministro en mi Parlamento nacional. Agradezco la profundidad y la fuerza de esos contactos y me sorprende ligeramente la crítica que se ha hecho. No sé si es un representante del Parlamento o de toda la Comisión de Comercio Internacional, y espero que no lo sea.
La Comisión consulta al Parlamento sobre todas las principales orientaciones de política comercial de conformidad con el procedimiento Westerterp que, como sabemos, establece la posibilidad de un debate en el Parlamento antes de la apertura de negociaciones sobre un acuerdo comercial, así como que el Consejo facilite información antes de la celebración de cualquier acuerdo de ese tipo. Para ello nos basamos también en la Declaración de Stuttgart, que establece que se debe consultar al Parlamento sobre la celebración de todos los acuerdos –incluso los amparados en el entonces artículo 113– que tengan efectos importantes en la Comunidad.
Prueba de nuestro compromiso con esta relación es que enviamos a la Comisión de Comercio Internacional copias de todos los documentos políticos que se debaten en la Comisión del Artículo 133 del Consejo. No tenemos ninguna obligación legal de hacerlo. Si lo hacemos, es porque es lo correcto y porque ayuda a afianzar nuestras relaciones. Sin duda podemos mejorar aún más en el futuro, pero calificar lo que hacemos actualmente de «migajas» o «insuficiente» me parece inexacto.
Varias de las cuestiones tratadas se refieren a preocupaciones legítimas sobre la incidencia de estas negociaciones –tanto su dirección como su suspensión– en los países en vías de desarrollo. Debo dejar claro que no se puede meter a todos los países en desarrollo dentro del mismo saco, puesto que presentan diferencias de grado de desarrollo y de intereses a la hora de entablar negociaciones. Hay países en vías de desarrollo distintos con intereses y necesidades muy diferentes. Nuestra tarea es, sobre todo, garantizar dos cosas: en primer lugar, que todos los países en vías de desarrollo se beneficien de estas negociaciones y, en segundo lugar, que los más débiles, vulnerables y menos desarrollados de esos países reciban las mayores ayudas directas, entre ellas las ayudas para la creación de capacidad, la ayuda al comercio y el establecimiento de un sistema sin aranceles ni cuotas que les permita acceder a los mercados de los países ricos.
En otras palabras, aplicamos un sistema de proporcionalidad: proporcionalidad respecto a lo que esperamos que los países en vías de desarrollo aporten y los esfuerzos que esperamos que hagan para conseguir que estas negociaciones concluyan con éxito, y proporcionalidad también en términos de lo que damos y cómo apoyamos y apuntalamos su desarrollo. Los países que tienen las mayores necesidades y que tienen menos que ofrecer son los que, con toda justicia, constituyen y seguirán constituyendo nuestra prioridad en estas negociaciones.
Es importante destacar esto porque, a diferencia de algunos de los anteriores oradores, yo creo firmemente en que un buen acuerdo de Doha puede contribuir al desarrollo y a un comercio más justo, mediante un sistema que prevea un trato especial y diferencial para los distintos países en vías de desarrollo, con el que permitamos excepciones para contraer compromisos con los países pobres a fin de proteger y permitir el desarrollo de su incipiente industria, un sistema según el que estipulemos plazos de aplicación más largos para los países en vías de desarrollo, con el fin de que puedan prepararse para el cambio y, sobre todo, un sistema mediante el que concedamos un acceso especial a los países menos desarrollados y prestemos atención a sus necesidades de capacidad. Continuaremos ateniéndonos a ese principio, como ustedes esperan que hagamos, durante todas las negociaciones.
Lo importante es no solo que los países en vías de desarrollo accedan en condiciones justas a los mercados del mundo desarrollado, sino también que tengan un acceso mucho mayor a los mercados de otros países en vías de desarrollo. Lo importante es el comercio sur-sur, sobre todo dado el alcance del acceso sin aranceles y sin cuotas que ya concedemos en Europa a los países en desarrollo y especialmente a los países ACP, a raíz del cual el 75 % de las exportaciones agrícolas de África vienen a Europa, al igual que el 45 % de las exportaciones procedentes de América Latina. De hecho, somos el bloque comercial más abierto y equitativo del mundo. Permitámonos recordar eso, aunque también nos recordemos lo que podemos hacer mejor en el futuro. Los avances mayores y más rápidos de los países en desarrollo se deberán al incremento de las oportunidades de comercio con otros países en desarrollo. Por lo tanto, no debemos perder de vista el comercio sur-sur cuando abordemos con delicadeza y sensibilidad las cuestiones de la reducción de aranceles y la muy necesaria multilateralización de «todo menos armas».
Otros oradores han sugerido que en lugar de dar demasiado poco para y a los países pobres, la posición negociadora europea ha consistido en dar demasiado, demasiado pronto y con demasiada flexibilidad. Bueno, nosotros concebimos la Ronda de Doha. Tuvimos un papel esencial en su lanzamiento y la hemos alimentado desde entonces. Después de Cancún hemos desempeñado un papel destacado en los trabajos para volver a encauzarla, mediante el acuerdo marco de 2004, y no me disculpo por poner una fecha límite, en Hong Kong, a la supresión de nuestras subvenciones a la exportación. Ese era un compromiso que ya habíamos hecho, suponiendo, por supuesto, que alcancemos el final de estas negociaciones y que otros países actúen de forma similar y eliminen los componentes de sus subvenciones a la exportación. No me disculpo, y en realidad no soy el principal responsable del futuro de la Política Agrícola Común, aunque quiero destacar que todavía no me parece que haya un consenso a favor de su abolición.
En caso de que los resultados de las negociaciones de Doha no sean concluyentes, tendremos que analizar muy detenidamente lo que ocurre con el futuro de las subvenciones a las exportaciones, porque eso está vinculado con otro punto que se ha tratado en este debate: si, en el caso de que no se llegara a un acuerdo en las negociaciones multilaterales, seríamos más o menos vulnerables a litigios ante la OMC en demandas presentadas contra nosotros en el ámbito de la agricultura. Si estas negociaciones no tienen éxito, estoy de acuerdo en que es probable que se produzca un incremento de las reclamaciones ante la OMC, sobre todo en materia agrícola.
En Europa podemos observar esta posibilidad con relativa ecuanimidad. Hemos reformado nuestra Política Agrícola Común porque hacerlo era lo mejor para nuestros propios fines y necesidades, así como para las necesidades de otros dentro del sistema de comercio internacional. Dado que ya hemos llevado a cabo esa reforma, y continuaremos haciéndolo, estamos protegidos frente a las demandas ante la OMC. Sin embargo, no todos los miembros de la OMC están en la misma situación y desde luego no excluyo que los grandes exportadores agrícolas, como Brasil y Argentina, acudan a la vía judicial si tienen la impresión de que la vía política y negociadora está bloqueada. Sin embargo, otros son más vulnerables a esa posibilidad que los europeos.
Antes de hacer un último comentario sobre el calendario, permítanme decir esto sobre la propia OMC. Todo el mundo –incluido el actual Director General de la OMC– está de acuerdo, en un grado u otro, en que a la OMC le vendría muy bien cierta reforma institucional y procedimental, como otros han comentado en el curso de este debate. El Informe Sutherland proporcionó algunas ideas interesantes a este respecto. Sin embargo, tenemos que tener claro algo. El actual bloqueo de las negociaciones no se debe a un problema institucional, sino político, y ninguna mejora institucional podría romper el actual bloqueo. Para ello se requiere voluntad política y un cambio de actitud y de política por parte de determinados miembros de la OMC.
Esto me lleva a mi último comentario, que se refiere a cuándo pueden reanudarse las negociaciones. Simplemente vamos a tener que esperar a que concluyan las elecciones parciales en Estados Unidos en noviembre para poder acariciar la idea de que se reanuden seriamente las negociaciones. Trabajaré con este fin.
PRESIDENCIA DE LA SRA. ROTH-BEHRENDT Vicepresidenta
La Presidenta. Gracias, señor Comisario. Con 15 minutos al principio y casi 15 minutos al final, creo que ha sido usted fiel a sí mismo. Eso también significa que ahora tenemos un problema con el debate siguiente.