El Presidente. De conformidad con el orden del día, se procede al debate sobre las consecuencias de la Declaración de Berlín.
Permítanme decir algo –brevemente– al respecto. El 17 de enero, la Presidenta del Consejo Europeo, a la que doy una calurosa bienvenida hoy aquí, acudió a esta Cámara y presentó su programa.
El 13 de febrero, señora Canciller Federal, estuvo usted presente para escucharme cuando presenté mi programa; hoy hablará usted de la Declaración de Berlín del 25 de marzo, y puedo decirle que es para mí una gran alegría tenerla con nosotros por tercera vez este año en esta Cámara, cuando su Presidencia ni siquiera ha llegado a su ecuador. Por ello, permítame que en nombre de todos los diputados a esta Cámara le manifieste mi más caluroso y sincero agradecimiento.
(Aplausos)
Los presidentes de los Grupos procederán ahora a exponer sus opiniones meditadas sobre la Declaración de Berlín y aunque yo, por supuesto, no tengo ninguna intención de anticiparme a ellos, hay una cosa que quiero decir, y es que cuando se estaba preparando la Declaración de Berlín, usted, señora Canciller Federal, y su equipo estuvieron en todo momento a disposición del Presidente de esta Cámara y de las personas autorizadas para representarle, para prestar a nuestras ideas toda la atención que, habida cuenta de que tienen que presidir sobre 27 Gobiernos, cabía esperar.
Yo mismo he cumplido estrictamente la resolución de la Conferencia de Presidentes –de la que al final me he sentido tentado de dar interpretaciones detalladas– y he informado constantemente a los diputados responsables de la Comisión de Asuntos Constitucionales, la Mesa y la Conferencia de Presidentes, con quienes he mantenido consultas constantes.
Vamos a proceder con el debate. Doy una cálida bienvenida no solo a la Presidenta del Consejo Europeo, la Canciller Federal Angela Merkel, sino también al señor Barroso, Presidente de la Comisión.
(Aplausos)
Angela Merkel, Presidenta en ejercicio del Consejo. (DE) Señor Presidente, señor Presidente de la Comisión, Señorías, señoras y señores, celebro visitar de nuevo esta Cámara, esta vez en Bruselas. Hemos alcanzado lo que podría ser el ecuador de la Presidencia alemana y, después del último fin de semana, creo que podemos decir que hemos dado un importante paso adelante en las dos grandes tareas que nos propusimos para estos seis meses.
La primera de ellas es la política energética y climática, respecto de la cual el Ministro alemán de Asuntos Exteriores, el señor Steinmeier, ha informado ya a esta Cámara, y todo lo que quiero hacer ahora es insistir una vez más en que, en el ámbito fundamental de la política energética y climática, el Consejo ha conseguido formular importantes conclusiones basadas en las propuestas de la Comisión y ha demostrado, por tanto, la capacidad de la Unión Europea para actuar en ese ámbito. Eso es muy importante porque sabemos, por supuesto, que Europa solo podrá encabezar la acción en este terreno si es capaz de fijarse objetivos ambiciosos. Sabemos, por supuesto, que para conseguir tales objetivos hace falta trabajar más, pero al fin y al cabo, eso es bastante normal en la política del día a día: uno da un paso y, si da resultado, siguen otros pasos más, pero el espíritu que nos ha permitido proponernos una mejora del 20 % en la eficiencia energética de aquí a 2020, así como unos objetivos vinculantes relacionados con el aumento al 20 % de de la cuota de las energías renovables en el consumo total, deberían permitirnos presentar un frente unido en las futuras negociaciones internacionales, como desglosar con éxito esas cifras en objetivos individuales para los Estados miembros, y esa es nuestra próxima tarea. Así que aprovecho esta oportunidad para pedirles el respaldo de esta Cámara. Hemos recibido ya un nutrido apoyo en este frente y, con su respaldo, estoy segura de que el Consejo podrá formular las necesarias conclusiones.
(Aplausos e interrupciones)
Pasemos ahora al segundo paso fundamental que dimos el fin de semana pasado. Aunque la Declaración de Berlín era por una parte una expresión de la historia del éxito que ha sido la Unión Europea, por otra también ha puesto de relieve las principales tareas que debemos acometer juntos.
Antes de nada quiero expresar mi más sincero agradecimiento al Presidente de esta Cámara, el señor Poettering, y también a todos los presidentes de los Grupos, porque conseguir para esta Declaración de Berlín el apoyo del Parlamento Europeo, la Comisión y los miembros del Consejo es un triunfo. Creo que el sentido de esta Declaración de Berlín como un logro conjunto es importante en sí mismo, porque demuestra el compromiso de todos los que en Europa se han comprometido a trabajar juntos por su futuro. En la Declaración de Berlín vemos que la definición de nuestros valores comunes constituye una parte importante de la misma. Dice también, en términos muy ambiciosos, que compartimos un ideal de sociedad europea y que trabajaremos juntos por hacerla realidad. Ese ideal de sociedad europea se basa en unos valores que tenemos en muy alta estima: los valores de la libertad, la solidaridad y la justicia. Un día sí y otro también se nos pregunta una y otra vez cómo nos proponemos desarrollar esos valores, y por eso me ha conmovido tanto la forma en que ha comenzado la sesión de hoy en esta Cámara, con una declaración categórica de esta institución y de todos sus diputados sobre lo que está sucediendo en Zimbabue. En el discurso que pronuncié en Berlín el domingo insistí en que no podemos mostrarnos indiferentes ante la grave situación que vive la población de Darfur.
(Aplausos)
Simplemente no podemos hacer caso omiso de lo que está sucediendo allí; tenemos que hacer algo al respecto, y aunque la Presidencia del Consejo hará todo lo que esté en su mano para conseguir que se aprueben resoluciones más duras en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas a fin de de avanzar en este frente de una vez por todas, tenemos que pensar –si no conseguimos nada en el Consejo de Seguridad– en la posibilidad de que la Unión Europea imponga sanciones, porque tenemos que actuar; tenemos que hacer algo al respecto.
(Aplausos)
El domingo dejé también claro que sabemos que el 25 de marzo es el Día de la Independencia en Belarús y que nosotros –creo que todos– queremos decir a nuestros amigos en Belarús que ellos tienen también derecho a que los ideales europeos se hagan realidad en su país, y que les daremos nuestro apoyo intencionado en el camino hacia este objetivo.
(Aplausos)
Quiero aprovechar la oportunidad que me ofrece su Cámara esta tarde para decir que nosotros, en la Unión Europea, dejaremos muy claro a Irán que la detención y el encarcelamiento de 15 marineros británicos es totalmente inaceptable. También en este aspecto manifestamos nuestra solidaridad incondicional con nuestros amigos británicos.
(Aplausos)
Esto demuestra asimismo que somos fuertes cuando presentamos un frente unido. Hay muchas cosas que solo podremos conseguir juntos. Pero eso significa también que si queremos que los Estados miembros de la Unión Europea se sientan mutuamente responsables en tiempos difíciles, tenemos que trabajar juntos en el mayor número posible de esferas. La integración, el apoyo en situaciones difíciles y la solidaridad solamente pueden esperarse si todos los países están dispuestos, en mayor o menor medida, a defender los intereses de los demás. Este principio es el que debe guiarnos en todas las decisiones políticas difíciles que nos esperan.
Con la Declaración de Berlín puesto la mirada en el futuro y hemos dicho que hay dos cosas que queremos hacer. La primera es que queremos dotar a la Unión Europea de unos «fundamentos comunes renovados» de aquí a 2009 y, aunque sé que la gran mayoría de esta Cámara está a favor de ello –y quiero darles las gracias por su apoyo–, he de insistir una vez más en que unas elecciones al Parlamento Europeo en 2009 en las que no sepamos explicar a los ciudadanos que estamos en condiciones de ampliar la Unión Europea, decirles cuántos miembros tendrá la siguiente Comisión, asegurarles que la responsabilidad en materia de política energética está en manos europeas y que, en asuntos de política judicial y de seguridad interior, estábamos trabajando juntos sobre la base de decisiones tomadas por mayoría, como exigen las circunstancias...
(Aplausos)
... esas elecciones no harían sino distanciar aún más a los ciudadanos europeos de las instituciones. Por eso es fundamental que todos demostremos nuestra capacidad de encontrar soluciones comunes. Los alemanes han recibido el mandato de presentar un programa de trabajo orientado a ese fin. Quiero insistir desde ahora mismo en que no encontraremos una solución al problema, pero que ese programa de trabajo tiene que marcar el rumbo que tomaremos en el futuro. Aunque pondremos todos nuestros recursos al servicio de eso, quiero pedir también a esta Cámara que siga apoyándonos en nuestro camino, porque puedo decirles que necesitamos toda la ayuda que podamos conseguir.
(Aplausos)
Ahora que hemos definido las futuras tareas de la Unión Europea en la Declaración de Berlín, hay varias cosas que es preciso hacer de aquí al Consejo de junio. Quiero comentar brevemente cuáles son esas cosas, pero no sin antes decir lo mucho que me complace que, gracias a la buena disposición de todos los Estados miembros a aceptar compromisos, ya puedo informar de algunos éxitos. Es bueno –sobre todo para los ciudadanos– que esta Cámara pueda debatir ahora las tarifas de itinerancia, que las transferencias de dinero entre países europeos sean más sencillas, que se haya hecho posible, con su ayuda, la liberación de fondos para la agricultura, y que hayamos realizado algunos progresos en el llamado Acuerdo de Cielos Abiertos para mejorar el tráfico aéreo entre Europa y los Estados Unidos. Los ciudadanos nos juzgan por cuestiones tan prácticas como esas y por eso celebro que hayamos sido capaces de avanzar en estos frentes, y espero que consigamos hacer otros progresos concretos antes de que finalice nuestra Presidencia.
Ahora nos esperan tres cumbres importantes. La primera es la cumbre UE/Estados Unidos del 30 de abril, en la que queremos profundizar en la asociación económica transatlántica. El progreso realizado en el ámbito del tráfico aéreo augura cosas buenas, pero sabemos que podríamos crear muchas más sinergias entre Europa y los Estados Unidos de América. Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a la Comisión, y también a los diputados al Parlamento Europeo que apoyan esto. La cuestión de la asociación económica transatlántica ha recibido una inyección de aire fresco y estamos convencidos de que podremos mirar retrospectivamente a la cumbre cuando finalice el mes de abril y decir que en ella se han conseguido logros realmente notables.
En cuanto a mi segundo comentario, ni que decir tiene que la cuestión de la energía y el cambio climático estarán en el programa de esta cumbre. Sabemos que la Unión Europea tiene algunas ideas muy ambiciosas sobre el particular y trataremos de conseguir apoyos para lograr su aceptación en todo el mundo. Estoy convencida de que las economías emergentes y los países en desarrollo solo se unirán a nosotros si los países industrializados establecen conjuntamente unos objetivos ambiciosos, razón por la cual solicitaremos apoyo en este sentido. Digo a propósito «solicitaremos» porque, como saben todos ustedes, se trata de una tarea descomunal. No podemos prometer mucho todavía.
Aunque no tenga nada que ver con lo anterior, aprovecharemos también la cumbre UE/Estados Unidos para llevar a cabo ciertos preparativos de cara a la cumbre del G8 que se celebrará en junio en Heiligendamm en Alemania y hemos organizado todo –es decir, la Presidencia alemana del G8– para que se celebre una reunión de sherpas a principios de mayo, es decir, no solo de los Estados miembros, sino también de los cinco Estados invitados, a saber, China, la India, Brasil, México y Sudáfrica. En dicha reunión se debatirán los aspectos tecnológicos del cambio climático, sobre todo de cara al intercambio de nuevas tecnologías e innovaciones y, posteriormente, de cara a la cumbre del G8, el trabajo preparatorio todavía más específico sobre el cambio climático y la energía.
En mayo se celebrará otra cumbre entre la Unión Europea y Rusia. No solo la asociación transatlántica, sino también la asociación estratégica con Rusia son absolutamente cruciales para nosotros. Espero que seamos capaces de superar los obstáculos que siguen entorpeciendo las negociaciones de la Comisión con Rusia –agradezco a la Comisión todo el trabajo y esfuerzo que le ha dedicado a esto– porque las negociaciones de un nuevo acuerdo de asociación se centran, por supuesto, en lo esencial, sobre todo en lo que se refiere a cuestiones de seguridad energética y asociación energética, razón por la cual la cumbre UE/Rusia, que se celebrará en Samara, Rusia, tiene la máxima importancia.
Posteriormente se celebrará otra cumbre en la que participarán la Unión Europea y Japón y que pretende centrarse especialmente en la cuestión de cómo mejorar nuestra cooperación económica, porque los ciudadanos europeos nos juzgarán a todos los que representamos a Europa en gran medida por nuestra capacidad de salvaguardar en las próximas décadas lo que ha hecho fuerte a Europa: una comunidad de valores, una comunidad de personas cuya dignidad individual se protege, que ha traído la prosperidad personal y la cohesión social.
En el discurso que pronuncié en Berlín, dije que tenemos la responsabilidad de acercar a Europa y nuestros ideales al mundo y conseguir convencer a otros de nuestras ideas. No podremos hacer eso si esperamos a ver cómo se desarrollan los acontecimientos, si nos aislamos o nos dejamos absorber en exceso por nuestros propios problemas. Eso solo lo conseguiremos si buscamos activamente apoyo para nuestros propios valores e ideas. Europa únicamente puede lograrlo si es capaz de actuar, si no se mira el ombligo todo el rato y si no se interpone en su propio camino. Por eso es tan importante que recuperemos lo antes posible la capacidad de actuación de la Unión Europea, para que Europa pueda garantizar que sus ciudadanos puedan esperar un futuro en seguridad y libertad, porque tienen todo el derecho a esperarlo. Este es el propósito que nos une. Gracias por su atención.
(Aplausos prolongados)
El Presidente. Muchas gracias por su informe, señora Canciller Federal, Presidenta del Consejo Europeo. Los aplausos han demostrado que el Parlamento Europeo aprecia mucho su firme compromiso con Europa.
José Manuel Barroso, Presidente de la Comisión. (EN) Señor Presidente, en primer lugar quiero expresar mi satisfacción y mi firme apoyo a las declaraciones iniciales del Presidente del Parlamento Europeo sobre Zimbabue y Darfur. Las violaciones de los derechos humanos que se producen allí son inaceptables. En nombre de la Comisión condeno con firmeza dichas violaciones y llamo a las autoridades de los países implicados a que respeten los derechos humanos de sus ciudadanos.
(Aplausos)
La semana pasada, la Europa del pasado y la Europa del futuro se reunieron en Berlín. Tal y como reza la declaración, celebramos 50 años de logros en Europa: paz, libertad y solidaridad y una prosperidad que superaría los sueños del padre fundador de Europa más optimista. Por una de esas afortunadas coincidencias históricas, celebramos nuestra unidad en Berlín, la ciudad que fue símbolo de una Europa dividida y es ahora símbolo de esta nueva Europa unida ampliada, que cuenta con 27 Estados miembros y casi 500 millones de ciudadanos. Las celebraciones de Berlín constituyeron un momento muy edificante para Europa. Hablo por muchos de los que estuvieron allí cuando digo que sentimos la presencia entre nosotros el espíritu europeo.
La Declaración de Berlín demostró estar a la altura de la ocasión, y tanto las instituciones europeas como los Estados miembros volvieron a suscribir los valores europeos y los objetivos europeos para el siglo XXI. Me complace que la declaración, una propuesta realizada por la Comisión en mayo de 2006, se convirtiera en el eje principal de las celebraciones.
Deseo felicitar a la Canciller Merkel y a la Presidencia alemana por el papel crucial que han desempeñado en este gran éxito europeo. Canciller Merkel, considero que su compromiso personal con todo esto, su historia personal y su comprensión de la importancia que tiene la libertad para su país y para Europa han sido decisivos a la hora de crear ese espíritu entre todos los líderes en Berlín.
(Aplausos)
Me sentí también muy orgulloso al ver que las tres instituciones europeas firmaban la declaración. La presencia del Parlamento Europeo es un signo de madurez democrática de nuestra Unión, que merece ser destacada. También debo alabar el papel muy útil que desempeñó por el Presidente Poettering en nombre del Parlamento en los prolegómenos de la Declaración de Berlín.
Hoy, ante esta Cámara, quisiera hacer dos observaciones. Permítanme empezar resaltando el éxito de la estrategia de doble vía. Tomados en conjunto, los dos Consejos Europeos de marzo representaron la puesta en práctica de la estrategia de doble vía. El Consejo Europeo de primavera demostró su compromiso de lograr resultados en el ámbito de energía y la lucha contra el cambio climático. La Declaración de Berlín demostró su compromiso de lograr un acuerdo institucional antes de las elecciones europeas de 2009. Esto demuestra que es un error ver un conflicto entre un enfoque pragmático y una visión política. Al contrario, el compromiso a favor de estrategia de doble vía es una decisión acertada. Por un lado, proporcionará resultados y recreará el clima político necesario para resolver el problema institucional. Por otro, con el fin de lograr resultados aún mejores, necesitamos de verdad instituciones más eficaces, más democráticas y más coherentes. Una Europa de resultados supone una visión política basada en un pragmatismo constructivo, destinado a responder a las preocupaciones de nuestros ciudadanos y a aportar soluciones europeas a problemas europeos.
También necesitamos un acuerdo en forma de tratado debido a los enormes desafíos globales a los que se enfrenta Europa en los años próximos. Solo juntos, de una forma más eficaz, puede la Unión Europea enfrentarse a los desafíos del mundo globalizado. Es evidente que ni siquiera los Estados miembros más grandes pueden enfrentarse solos al problema del cambio climático, la seguridad energética o la migración masiva. No pueden responder solos al aumento de la competitividad en esta economía global. Tenemos que hacerlo juntos con un auténtico espíritu de solidaridad. Creo que este el mensaje que puede extraerse de Berlín y que este mensaje se ha traducido en la actualidad en un compromiso homogéneo para encontrar una solución a la cuestión institucional antes de las elecciones de 2009.
(Aplausos)
Hay otra razón por la que la Comisión apoya firmemente un acuerdo institucional rápido pero ambicioso. No hay duda de que el fracaso del proceso de ratificación del Tratado constitucional deja una sombra de duda permanente planeando sobre la Unión Europea. Aunque haya resultados significativos, como los logrados en el Consejo Europeo de primavera, existe siempre esa duda, ese espíritu negativo, ese pesimismo, ese escepticismo. Nos enfrentamos constantemente a una cuestión que merece una respuesta: «¿Cómo pueden ustedes convencernos», preguntan los más escépticos, «de que se toman en serio la búsqueda de respuestas a los problemas globales cuando ni siquiera son capaces de resolver los asuntos relacionados con sus propias reglas y con las instituciones en las que trabajan?». ¿Qué credibilidad tienen las instituciones de la Unión Europea y los líderes europeos cuando no consiguen llegar a un consenso sobre estos asuntos?
Por ello creo que necesitamos avanzar en este aspecto. Si no logramos alcanzar un acuerdo institucional se producirán divisiones que podrían amenazar nuestros valores comunes. La historia europea nos debería recordar que nunca podemos considerar definitivos esos grandes logros que son la paz, la democracia, la libertad y la solidaridad. Nadie debería dar por descontadas esas conquistas. Debemos cultivar permanentemente nuestros avances desde el punto de vista político y de los valores. Si vamos a preservar y proteger esos valores comunes, los que hemos mencionado en nuestra declaración, la inviolable dignidad del individuo, la libertad, la justicia, la solidaridad, todos esos valores que hacen que seamos más que un mercado –una comunidad política y una unión–, tenemos que reformar las instituciones de nuestra comunidad de derecho.
La defensa de nuestros valores comunes es una obra que siempre está en curso y que yo llamo la «aventura europea inacabada». Para tener una Europa mejor, necesitamos instituciones mejores para proporcionar resultados mejores. Creo que la voluntad política existe y ahora debemos producir resultados también en este ámbito.
Durante la cumbre informal después de nuestra celebración, pedí a los Estados miembros que mantengan este impulso durante los próximos meses. Solicité la cooperación activa de los Gobiernos nacionales. Todos los Estados miembros firmaron el Tratado, que fue imposible de ratificar a resultas de dos votaciones populares contrarias. No obstante, el compromiso adquirido obliga a todos los Estados miembros a trabajar de forma constructiva para lograr una solución conjunta. Como Presidente de la Comisión Europea, es mi responsabilidad hacer un llamamiento a los Gobiernos nacionales para que hagan un esfuerzo especial durante los próximos meses y apoyen a la Presidencia alemana en sus importantes esfuerzos por alcanzar una solución.
(Aplausos)
Permítanme repetir el mensaje que transmití a los Jefes de Estado y de Gobierno y en Berlín. Es importante para el futuro de la Unión Europea entender que, cuando hablamos de Europa, no hablamos solo de las instituciones europeas: la Comisión Europea o el Parlamento Europeo en Bruselas o Estrasburgo. Ya dije durante aquella ceremonia, en la que algunos de ustedes estaban presentes, que la Unión Europea no es un poder extranjero que invade nuestros países, es nuestro proyecto común. Europa no son «ellos», somos «nosotros». Ya dije a los Jefes de Estado y de Gobierno que es tentador pero deshonesto que los políticos nacionales se cuelguen todas las medallas y culpen a Bruselas de todo lo negativo. Resistamos esa tentación.
(Aplausos)
Existe la ética de la responsabilidad europea que todos debemos compartir.
Después de Berlín existe un compromiso político para resolver el fracaso institucional. La Comisión apoyará plenamente a la Presidencia alemana, colaborando con los demás Estados miembros, esforzándose por alcanzar un plan de trabajo claro y preciso y, si es posible, un mandato preciso para junio. No olvidemos, como ya dije durante la celebración del pasado fin de semana, que este es el tipo de prueba histórica a la que una generación de líderes políticos solo se enfrenta una vez en su vida.
Terminaré con el mismo llamamiento que hice en Berlín. Orgullosos de nuestro pasado, miremos al futuro con confianza. Trabajemos juntos, la Comisión Europea, el Parlamento Europeo, los Estados miembros y los ciudadanos europeos, para trasladar el gran legado recibido de nuestros padres fundadores, para trasladar esos grandes valores al siglo XXI.
(Aplausos)
El Presidente. Muchas gracias por su intervención, señor Presidente de la Comisión. Quiero agradecerle también su constructiva colaboración en torno a la Declaración de Berlín; al fin y al cabo, la idea de que las tres instituciones emitieran una declaración conjunta fue suya. Una vez más, muchas gracias, señor Barroso, Presidente de la Comisión.
Joseph Daul, en nombre del Grupo del PPE-DE. – (FR) Señor Presidente, señora Presidenta en ejercicio del Consejo, señor Presidente de la Comisión, Señorías, acabamos de conmemorar el cincuentenario del Tratado de Roma y cincuenta años son dos generaciones. Eso es bien poco desde una perspectiva histórica, pero un tiempo considerable a los ojos de los jóvenes.
En los últimos días se ha dicho a menudo que los beneficios más citados de la integración europea –paz, estabilidad, relativa prosperidad, el modelo social– no dicen gran cosa a las nuevas generaciones, porque ya forman parte de su vida cotidiana. Tengo dos respuestas que dar a esta afirmación. La primera es que los jóvenes necesitan ser conscientes de la suerte que tienen de que esas cosas se hayan convertido en realidades manifiestas; la segunda es que esta visión de las cosas ha de contrastarse con el hecho de que la inestabilidad del mundo moderno –como demuestran tragedias como los atentados del 11 de septiembre en Nueva York, el 11 de marzo en Madrid y el 7 de junio en Londres– nos indica claramente a todos, tengamos la edad que tengamos, que la vida en paz, en seguridad y con ciertos recursos no es la realidad cotidiana de todos los que viven en este planeta, ni siquiera en nuestros propios países. Yo también me conmuevo al pensar en nuestros quince soldados británicos que han sido hechos prisioneros.
La paz y la seguridad han de trabajarse todos los días, como ilustrará una vez más el debate que celebraremos mañana con el señor Solana.
Si a unos pocos días de mi sexagésimo cumpleaños pudiera ponerme en el lugar de los jóvenes europeos, los beneficios que podría ver fácilmente en la aventura europea serían, entre otros, la mayor facilidad para aprender lenguas extranjeras y la posibilidad de participar en intercambios escolares, trabajos en prácticas, torneos deportivos y actos culturales, todo ello cruzando fronteras virtuales y utilizando una moneda única. Eso no es poco. Vivir en un pueblo o en una ciudad hermanada con otra, disfrutando de programas financiados por la Unión Europea y beneficiándonos directa o indirectamente del crecimiento económico generado por la unión de nuestros países, todo eso no es poco. Ser ciudadanos de Estados que presentan un frente más unido a nuestros socios y competidores en el mundo, que son los principales donantes de ayuda humanitaria, que supervisan la gestión democrática de las elecciones en todo el mundo y que envían fuerzas de paz a muchas zonas en conflicto, todo eso no debe dejarnos indiferentes.
A título de ejemplo de estas actividades citaré la misión civil de gestión de crisis que la Unión Europea enviará a Kosovo cuando se aplique el futuro estatuto de esta provincia de Serbia que busca la independencia. Será una operación sin precedentes para nuestros países.
Todas estas cosas son positivas, satisfactorias y honrosas, también para los jóvenes y yo diría que para todos. Tenemos que reconocer que Europa no es la panacea, ni la solución de todos nuestros problemas –ni mucho menos–, pero nadie ha dicho que lo sea. Sin embargo, lo que la UE puede hacer –y hacerlo mejor que nuestros Estados miembros por separado– es ayudar a resolver problemas, hacer frente a los nuevos retos y reordenar nuestras prioridades.
Lo queramos o no, la globalización es una realidad de la que no podemos escapar. Puede que muy a menudo deploremos –con o sin razón– sus consecuencias negativas, pero la globalización tiene también ventajas innegables, como la facilidad de comunicación, la simplificación de la información y la apertura a otras culturas, por citar solo algunas de ellas.
En este proceso de globalización, Europa tiene un papel que desempeñar, unos valores que defender y un modelo de sociedad que promover. Europa no está condenada al silencio, no está obligada a aceptar todo sin protestar, ni a dejarse arrollar por los acontecimientos. Si queremos, podemos influir en el curso de la historia, como hemos hecho en los últimos cincuenta años.
No puedo dejar pasar esta ocasión sin felicitarle, señora Presidenta del Consejo y, sobre todo, darle las gracias, primero porque su comparecencia en este Parlamento Europeo tres veces en los últimos tres meses demuestra el respeto que siente usted por el trabajo que hacemos los diputados al Parlamento Europeo. Con ello, ha establecido usted un ejemplo que sus sucesores, estoy seguro, querrán emular. En segundo lugar, quiero darle las gracias porque, al haber organizado con éxito, como sabemos, una gran fiesta europea en Berlín el 25 de marzo para celebrar los cincuenta años del Tratado, ha demostrado usted que Europa no consiste solo en discursos y leyes, sino que también puede ser emoción, alegría y gozo. Por último, quiero darle las gracias porque la Declaración de Berlín, aprobada por las instituciones europeas, es un texto legible y claro que vuelve a encarrilar a Europa y que nos ofrece una nueva perspectiva, al proponer la búsqueda de una solución de la cuestión institucional de aquí a las próximas elecciones, que se celebrarán en 2009.
Señora Presidenta, su decidida acción pública, combinada con su modestia personal y su calidad humana, hacen honor a Europa e impulsan su causa. Bajo su Presidencia se han celebrado dos Consejos Europeos, cuyo éxito en ambos casos ha sido reconocido por todos. En cuanto a la cuestión crucial de la energía y el clima, Europa ha señalado el camino al decidir dotarse de herramientas institucionales para afrontar esos grandes retos y hacer oír su voz. Así es cómo Europa tiene que funcionar y actuar; así es cómo nuestros conciudadanos, y sobre todo los jóvenes, harán suyo este proyecto, que es más contemporáneo que nunca.
(Aplausos)
Martin Schulz, en nombre del Grupo del PSE. – (DE) Señor Presidente, Señorías, aunque la palabra «histórica» está siendo devaluada por un uso demasiado frecuente, eso no debe disuadirnos de calificar de históricas situaciones que realmente lo son. La situación en la que hoy nos encontramos es una de ellas y, a todos los que critican la Declaración de Berlín les preguntaría qué piensan que hubiera sucedido de no haber existido tal declaración.
Así pues, señora Presidenta en ejercicio del Consejo, mis felicitaciones por el excelente trabajo que ha realizado. Durante mucho tiempo ha mantenido usted sus cartas ocultas –una medida inteligente por su parte, desde el punto de vista táctico– y, con la Declaración de Berlín, ha conseguido usted lo que pretendía. Ha realizado el movimiento correcto y Europa ha salido ganando, pero el momento histórico comienza ahora, porque es ahora cuando tenemos que preguntarnos qué va a suceder a continuación.
Está muy claro –y a mí me parece lamentable– que el Tratado constitucional no llegará nunca a entrar en vigor en su versión actual. Tendremos que apechugar con eso. Esta Constitución no se hará realidad. Eso no tiene que interpretarse como que no existe Constitución, por mucho que el Tratado no lleve el nombre de «Constitución»; nosotros, los alemanes, hemos vivido durante sesenta años con una Constitución que se llama «Ley básica», pero que es una magnífica Constitución.
Ha llegado el momento de responder a la pregunta de qué va a ser de este continente en el futuro, una pregunta crucial. Hay los que quieren otra Europa y rechazan la revisión de los Tratados, considerando que Niza ya fue en todo caso demasiado lejos, pese a lo cual seguimos ampliando de todos modos, pase lo que pase y cueste lo que cueste. A esas personas les digo –en nombre de mi Grupo y creo que también en nombre de la gran mayoría de esta Cámara– lo siguiente: «Todo lo contrario: el proceso de integración europea no ha terminado; tiene que continuar, y nosotros queremos que continúe.»
(Aplausos)
El motivo por el que queremos que continúe es que lo necesitamos y a todos los que queremos que la Unión Europea se amplíe tenemos que decir que no habrá más ampliaciones si la Unión no se reforma y si los Tratados no se renuevan. Al señor Kaczyński y al señor Klaus les digo que esos caballeros harán mucho daño a Croacia si obstaculizan la reforma de la Unión Europea.
(Aplausos)
Les pido que no hagan pagar a otros el precio de sus políticas.
¿Qué tiene de histórico lo que estamos haciendo ahora? Me gustaría que los partidarios del proceso de integración mostraran el mismo entusiasmo que usted, señora Presidenta en ejercicio del Consejo. Me gustaría que los partidarios de una Europa integrada hicieran tanto ruido como hacen sus detractores. Lo que hace falta ahora es una disposición un poco mayor a luchar, porque aunque Europa se crea grande, en realidad es pequeña.
Los 27 Estados miembros albergan a 500 millones de personas, que constituyen el 8 % de la población mundial, un porcentaje que está disminuyendo. En cuanto a China y la India, ahora son grandes países. Los Estados Unidos poseen recursos económicos y militares que los convierten en una superpotencia. Si la integración de Europa fracasa y terminamos teniendo una Europa de diferentes velocidades, si Europa –que ya es suficientemente pequeña– se debilita por fragmentarse en sus componentes, entonces fracasará. Por eso necesitamos 27 Estados miembros y la integración en Europa, porque de eso depende nuestro futuro.
(Aplausos)
Si Europa fracasa, veremos la muerte no solo de un Tratado constitucional, sino también de un ideal, ¿y cuál es ese ideal? No tengamos pelos en la lengua para hablar de nuestro pasado, de lo que 50 años de integración nos han permitido superar: odio e intolerancia, pretensiones de gran potencia, marginación de las minorías, intolerancia religiosa y persecución de los que piensan distinto en política.
La integración territorial nos ha permitido poner coto a las ambiciones de las que querían ser grandes potencias; una combinación de progreso económico y seguridad social ha hecho de la exclusión social un recuerdo del pasado, y el concepto de integración ha vencido a la intolerancia étnica, religiosa y cultural, pero todas esas cosas siguen estando ahí, porque el odio, la exclusión, la opresión e incluso el afán de dominación sobre otros han regresado ahora a nuestra Unión, no solo en Europa del Este, sino en todo su territorio.
Esas cosas podrían volver a nuestra Unión con una fuerza renovada si debilitamos el proceso de integración, y por eso el llamamiento a las armas llega a los que –bajo nuestra Presidenta del Consejo, la señora Merkel– luchan para que continúe el proceso de integración y se profundice la Unión, a los que viven entregados a la defensa de los valores de Europa, los valores que nos hacen fuertes y nos convierten en un ejemplo para los demás, porque no podemos permitir una situación en que la Comisión, cuando negocie con otros Estados, diga: «Si queréis entrar en la UE, tenéis que someteros a un proceso de transformación, un proceso que anulará todo aquello por lo que os habéis regido hasta ahora, pero nosotros –los que os exigimos eso– no somos capaces de reformarnos a nosotros mismos». ¿Cómo se supone que vamos a ser creíbles si este es el caso?
(Grandes aplausos)
La situación en la que nos encontramos hoy es histórica y usted, señora Presidenta en ejercicio del Consejo –aunque tengo que admitir que, como socialdemócrata alemán, no me resulta fácil decir esto– nos tendrá a los socialistas a su lado en nuestro país para recorrer este camino.
(Aplausos)
El Presidente. Muchas gracias, señor Schulz. El Presidente no ha estado totalmente correcto. Les pediría que, en el futuro, se abstuvieran de tomar siempre como ejemplo la duración de una intervención; la calidad sí, por supuesto. La objetividad del Presidente no le permite ir más allá.
Graham Watson, en nombre del Grupo ALDE. – (EN) Señora Canciller, la felicito por sus logros, es decir, el texto y el consenso.
Su celebración de los éxitos de la Unión fue tan oportuna como apropiada. Es en gran medida la Unión Europea la que nos ha dado la seguridad, la prosperidad y las oportunidades de que disfrutan nuestros ciudadanos.
El domingo por la mañana, en el Historisches Museum de Berlín, hubo dos cosas que me llamaron la atención. La primera fue su inspirada iniciativa de hacer venir a la Joven Orquesta Europea para la ocasión; es de primera categoría y merece un mayor apoyo económico. La segunda fue que entre las 31 personas del podio –Jefes de Estado y de Gobierno, Presidentes de las instituciones, etc.–, usted era la única mujer. Me trajo a la mente un verso del poeta Robert Burns:
«Mientras que Europa se fija en las gestas,
En el sino de imperios y la caída de reyes;
Mientras los charlatanes de Estado presentan sus planes,
E incluso los niños cecean los Derechos del Hombre;
En medio de todo ese alboroto solo quiero indicar
Que los Derechos de la Mujer merecen cierta atención.»
Señora Canciller, usted nos da ejemplo: necesitamos más mujeres en los más altos niveles políticos.
(Aplausos)
De hecho, en las circunstancias actuales, quizás solo una mujer podría haber conseguido este acuerdo.
No obstante, no puedo felicitarla por el procedimiento que eligió: un texto redactado en las catacumbas del Bundeskanzleramt y firmado por los Presidentes de las tres instituciones principales no debería cometer la temeridad de comenzar con las palabras «Los ciudadanos de la Unión Europea». Porque son los ciudadanos de la Unión Europea a quienes debemos involucrar de nuevo en la labor de construir Europa. El Presidente Barroso tenía razón cuando dijo que las instituciones deben respetar la diversidad, pero los Estados miembros deben promover la unidad. Las impresionantes festividades de Berlín se reprodujeron en demasiado pocas ciudades europeas. Hasta que todos sus colegas del Consejo Europeo no defiendan la causa europea, día tras día, no existirá una base sólida.
Tampoco sirve de mucha ayuda, señora Canciller, que el Partido Popular Europeo, su partido, se otorgue todo el mérito de la construcción de esta Unión. Los redactores de esta vanagloriosa declaración del PPE alaban a Monnet, De Gasperi y Kohl, pero su memoria es selectiva en el mejor de los casos. Thatcher, Chirac, Berlusconi: todos ellos también fueron líderes del PPE, pero ustedes parecen haber pasado por alto sus contribuciones. La Unión no es el proyecto de un partido político. Nos pertenece a todos.
(Aplausos)
Esperamos, señora Canciller, que la Declaración de Berlín suponga un nuevo punto de partida. Confiamos en que la conferencia intergubernamental que ha conseguido ponga en su sitio los elementos institucionales que conforman el futuro de la Unión. La nueva Europa, la Europa que Berlín contempla, debe ser una Europa en la que la Unión ayude a sus ciudadanos a beneficiarse de las oportunidades de la globalización y les haga llegar su solidaridad frente a los nuevos desafíos globales; una Europa en la que prevalezca la democracia y nuestros valores tengan la última palabra.
(Aplausos)
Cristiana Muscardini, en nombre del Grupo UEN. – (IT) Señor Presidente, señora Presidenta en ejercicio del Consejo, Señorías, la Cumbre de Berlín ha sido un momento de gran emoción, sobre todo para aquellos que, como yo, estamos en este Parlamento desde 1989, año que marcó el nuevo nacimiento de Europa. En la Declaración se reconoce que Europa es una Unión de Estados y no un nuevo superestado; el reconocimiento de las identidades de los pueblos de la Unión y de sus diferencias dentro de una asociación basada en unos objetivos comunes, es la fuerza que nos permite impulsar el proceso de unión política que todavía tenemos que alcanzar.
Lamentamos que no haya sido posible reconocer plenamente nuestras raíces: precisamente porque estamos firmemente convencidos del secularismo de las instituciones, estamos también convencidos de que la falta de reconocimiento de todas nuestras raíces supondrá un empobrecimiento político. En nuestra compleja sociedad multicultural y multiétnica, con diferentes ideas sobre el concepto de democracia para conseguir la paz, que está estrechamente relacionado con el reconocimiento universal del respeto de la dignidad humana, es necesario el diálogo entre culturas, y para poder reconocer a otros primero hay que reconocerse a uno mismo, desde la vida cotidiana de los individuos hasta la de los Estados.
Reafirmamos con rotundidad el peligro de cualquier tipo de teocracia, y también del secularismo extremo, que destruye lentamente los valores fundamentales de la sociedad en los individuos y en la política. Nos preocupa la confusión generada por muchos entre el concepto esencial del secularismo de las instituciones y la aceptación de un relativismo cultural y político que conduce al secularismo extremo.
Nos oponemos a una Europa constituida únicamente por mercados y a las seudoculturas que llevan a los ciudadanos a buscar una vida virtual en lugar de la vida real, por incapacidad o por temor. Queremos una Europa política capaz de inspirar el deseo de democracia en lugares del mundo donde millones de hombres y mujeres siguen sufriendo la ausencia de libertad y del Estado de Derecho.
Europa necesita con urgencia unas instituciones flexibles y claramente definidas, porque es hoy cuando el terrorismo está junto a nuestra puerta y es hoy cuando tenemos que poder identificar y realizar con rapidez nuestras misiones –como afirmamos en la Convención Europea–, tanto dentro como fuera de Europa: desde los recursos energéticos hasta el suministro de agua, desde el cambio climático hasta la reafirmación de la dignidad humana.
Nos tememos que 2009 está demasiado lejos, pero ad impossibilia nemo tenetur –nadie está obligado a hacer lo imposible–, si bien estamos tan convencidos del firme y sincero compromiso de la Presidencia alemana y de la gran capacidad de mediación y persuasión de la Canciller Merkel, que esperamos que ese horizonte temporal pueda acortarse.
Monica Frassoni, en nombre del Grupo Verts/ALE. – (IT) Señor Presidente, Señorías, quiero decir directamente al señor Watson, al señor Daul y a otros que hay una forma muy sencilla de que haya más mujeres: la copresidencia. En el Grupo Verts/ALE lo hemos conseguido –y funciona muy bien– y se lo recomiendo vivamente.
Nos alegramos mucho, señora Canciller, de la Declaración de Berlín. Hay momentos en los que la solemnidad, la retórica y la formalidad cobran sentido y el 50º aniversario de la fundación de la Unión Europea es sin duda una de esas ocasiones, sobre todo porque se perdieron tantas vidas para llegar hasta ahí y fue una batalla muy dura que llevó bastante tiempo.
Reconocemos también su papel y le damos las gracias por ello –aunque creo que en cierta manera forma parte de sus obligaciones– y nos alegra ver que en este caso, a diferencia de otros –tengo que mencionar la energía, los automóviles, etc.– la Presidencia alemana ha mostrado un sentimiento europeo que sin duda está a la altura de las circunstancias.
Creo que el mensaje está enviado y que la opinión pública ha entendido que este 50º aniversario es un hito positivo y que tenemos que persistir en nuestro empeño. Por supuesto, los ciudadanos europeos no han prestado tanta atención al texto de la declaración ni son conscientes de todo el trabajo que ha exigido redactar esas dos breves páginas, en las que en realidad no hay nada particularmente extraordinario ni original. Creo que es más bien lo que se ha omitido de esa declaración lo que demuestra la existencia de una profunda división entre Gobiernos –insisto, entre Gobiernos– respecto del futuro de Europa, una división que no permite presagiar nada bueno para el trabajo que le espera, señora Canciller, en los próximos meses.
Sabemos muy bien que el sueño de una Unión Europea no se ha cumplido aún; que en Darfur no podemos intervenir todavía como Unión Europea porque estamos divididos; que para muchos Gobiernos, la política energética consiste básicamente en doblegarse ante el Presidente Putin; que no somos capaces de formular una política original sobre las relaciones con los Estados Unidos y que, por todas esas razones, necesitamos una Unión Europea fuerte y dotada de una Constitución.
Señora Canciller, si el objetivo de lo que le queda a la Presidencia es encontrar el camino para salir de este punto muerto, no podemos engañarnos a nosotros mismos: el método puramente intergubernamental no funcionará, como tampoco funcionará el método de la Declaración de Berlín, porque no conseguiremos, en una repetición de la noche de la conferencia intergubernamental de Niza, alcanzar un acuerdo que permita, como usted ha dicho, salvar la esencia de la Constitución.
Por eso le pedimos que tenga el valor de poner a prueba la democracia, que tenga el valor de autorizar la apertura de la conferencia intergubernamental, permitiendo al Parlamento Europeo participar en ella por medio de un procedimiento de codecisión y un sistema de «lanzadera», publicidad y debate; los ciudadanos europeos quieren más Europa, no menos Europa, pero sus Gobiernos no siempre son capaces de son capaces de demostrarlo. Por tanto, abandonemos la idea de que solo la conferencia intergubernamental nos permitirá conseguir resultados, porque no funcionará y no salvaremos la esencia de la Constitución; simplemente nos quedaremos con las manos vacías.
Gabriele Zimmer, en nombre del Grupo GUE/NGL. – (DE) Señor Presidente, señora Canciller, Señorías, cuando hablamos hoy del sueño europeo solemos citar al estadounidense Jeremy Rifkin. En cualquier caso, los Jefes de Estado o de Gobierno de la UE y sus sherpas no han estado soñando, y desde luego no juntos.
La Declaración de Berlín no describe un sueño ni refleja la realidad; al contrario, representa una negación más de la realidad que impide a los Jefes de Estado o de Gobierno identificar claramente la crisis que atraviesa la UE. Eso significa también, por supuesto, que no hay ninguna iniciativa que ofrezca una salida. En consecuencia, el peligro de la desintegración y la renacionalización es cada vez mayor. No se rechaza un espacio de libre comercio neoliberal y social y ambientalmente destructivo ni una mayor militarización de la UE.
La Declaración no dice nada sobre la situación de millones de personas que en la UE se ven afectadas por la pobreza, el desempleo de larga duración, la precariedad y la exclusión social. No se habla de ellas. El mensaje de la Declaración se dirige únicamente a los propios Gobiernos, no a los ciudadanos de los Estados miembros; por tanto, no se puede decir que contribuya a la creación de una identidad europea. Los comentaristas han dicho que se trataba de una prueba de fuego del proceso constitucional, como otros oradores ya han mencionado hoy en principio. Cabe interpretar eso como que la futura Constitución o el futuro Tratado fundamental se elaborarán por la vía de la diplomacia secreta, sin participación alguna de la sociedad civil. Entonces todo será cuestión de presionar a los Jefes de Estado o de Gobierno, y algunos de mis colegas diputados alemanes al Parlamento Europeo ya amenazan con abandonar el Parlamento si estos líderes no entran en vereda. En mi opinión, ese es un argumento extremadamente democrático, y lo digo de verdad.
Si los Gobiernos de la UE fueran realmente serios con sus promesas de dotar a la Unión de unos fundamentos comunes renovados y viables antes de las elecciones de 2009, habría que hacer lo siguiente. Habría que suprimir del texto de la Constitución Europea todos los pasajes que promueven la liberalización económica, la privatización y la militarización. Habría que abrir un debate sobre la Unión Europa, debate que la mayoría de sus habitantes desea. Habría que eliminar en su totalidad la parte tercera de este proyecto de Constitución. Los objetivos y requisitos políticos detallados tendrían que ser sustituidos por reglas claras sobre competencias y responsabilidades y procedimientos que dejen margen para diversas políticas. El número 3 del apartado 41 del artículo I tendría que ser sustituido por una clara prohibición de las guerras de agresión y un compromiso con el Derecho internacional, y habría que cerrar la Agencia Europea de Defensa, que ya está constituida y funciona, anticipándose al Tratado constitucional de la UE.
Jens-Peter Bonde, en nombre del Grupo IND/DEM. – (DA) Señor Presidente, señora Canciller Merkel, las celebraciones públicas en las calles de Berlín fueron magníficas, pero estuvieron presididas por un euronacionalismo superficial y pomposo. La señora Merkel pronunció un buen discurso. Nuestro Presidente, el señor Poettering, firmó un documento en nombre mío y de mis colegas diputados, pese a que todavía no se nos había enseñado el texto ni habíamos tenido la oportunidad de influir en él. Eso no debe volver a suceder jamás. El Parlamento Europeo no debe participar en la elaboración de documentos que no puedan ver sus diputados hasta después de haber sido aprobados.
La última es la cláusula más importante, con su compromiso de aprobar una nueva Constitución para que pueda entrar en vigor antes de las elecciones de la UE en junio de 2009. Alemania quiere adulterar la Constitución. Quiere cambiar su nombre y posiblemente eliminar las referencias del texto a la bandera y al himno, aunque no la bandera o el himno como tales. Se quiere suprimir la Parte II e incluir una referencia de dos líneas a los derechos fundamentales comunes. Se quiere introducir una serie de cambios en la Parte III, para que la Constitución pueda presentarse como un pequeño e inocente tratado modificado, pero el contenido principal será el mismo que rechazaron los votantes franceses y neerlandeses.
Por tanto, todas las fuerzas democráticas deben mostrarse ahora unidas y exigir que el nuevo tratado se someta a referendo en todos los países, ¿y por qué no el mismo día? De esa forma, nuestros dirigentes políticos se verían obligados a redactar un documento que pudiera ser aprobado por los votantes. El próximo tratado daría pues más influencia a los votantes, en lugar de quitársela, como hace la Constitución. El quid de la cuestión es, por supuesto, que en 59 ámbitos la votación por unanimidad es sustituida por la votación por mayoría cualificada; es decir, se pasa de la unanimidad, en la que el electorado de cada país tiene la última palabra, a una mayoría cualificada en votaciones a puerta cerrada celebradas en Bruselas de funcionarios, Ministros y grupos de presión. Eso es lo habitual: mucho Maquiavelo y poco Montesquieu. Gracias, señor Presidente, aunque en este caso no tenga nada que agradecerle.
Bruno Gollnisch, en nombre del Grupo ITS. – (FR) Señor Presidente, hace cincuenta años se firmó el Tratado de Roma entre países con niveles similares de protección social y que, aun teniendo culturas diversas, pertenecían a una civilización común. El principio subyacente de aquel Tratado era la preferencia comunitaria, que garantizaba a nuestros productores, y sobre todo a los pequeños agricultores, precios más altos que los pagados en los mercados mundiales.
El Tratado ha descarrilado totalmente; la preferencia comunitaria ha dado paso a una invasión de productos no europeos; la desindustrialización está costando a Europa cientos de millones de puestos de trabajo y la agricultura y los servicios están amenazados. Con la apertura irreflexiva de sus fronteras, Europa ha creado desempleo, inseguridad laboral y pobreza, dificultades que no se mencionan en la Declaración de Berlín, que es un monumento a la autosatisfacción cínica, totalmente ajena a la realidad y a los pueblos, y que no da a esta Europa nuestra ningún contenido, ni material ni espiritual. Como ha comentado el propio Papa Benedicto XVI, se niega incluso a reconocer las raíces cristianas de Europa. ¿Para eso se necesitaba el acuerdo de un Presidente demócrata-cristiano de esta Cámara y de una Presidenta demócrata-cristiana del Consejo?
Esta Unión ha dejado de ser democrática; la institución internacional ha derivado en un superestado, un Estado que la opinión pública rechaza, que lo ha expulsado por la puerta y que ahora quieren ustedes hacerlo entrar de nuevo por una ventana. Nada de eso tiene que ver con el verdadero espíritu de Europa. Nosotros no apoyaremos esa manera de actuar.
Jim Allister (NI). – (EN) Señor Presidente, cuando uno desecha toda la verborrea autocomplaciente, en realidad esta Declaración de Berlín es bastante insustancial en muchos aspectos. En pos del objetivo central del Tratado de Roma de asegurar una unión cada vez más estrecha, lo que se supone que celebra esta declaración, muchos europeístas entusiastas la vieron como un hito crucial para relanzar la constitución rechazada. Sin embargo, cuando vio la luz, tras todo el secretismo, la declaración ni siquiera fue capaz de mencionar la constitución. En cambio, repetía muchas de las tonterías del pasado sobre la UE como máquina de paz de Europa. En mi opinión es la OTAN, no la UE, la que se merece todo el reconocimiento por la defensa, el retorno y el fomento de la libertad y la democracia en Europa.
La idea de la cooperación europea no está en tela de juicio. Son los medios y el propósito final los que dividen. Los euroescépticos creemos en las ventajas de una cooperación mutua voluntaria entre Estados nacionales soberanos. Lo que rechazamos es la orquestación de todo esto por parte de una UE codiciosa y centralizadora con el fin de imponer una integración política indeseada a los ciudadanos de esos Estados nacionales. Esta declaración se aferra a este objetivo y por ello falla por su misma base.
El Presidente. Señor Allister, le felicitamos, como representante de su país natal, por el Gobierno de Irlanda del Norte.
Hartmut Nassauer (PPE-DE). – (DE) Señor Presidente, Señorías, señora Presidenta en ejercicio del Consejo, ¿qué está haciendo su Presidencia para darnos valor a nosotros, los europeos, que por primera vez en mucho tiempo tenemos la impresión de que Europa podría salir verdaderamente de ese callejón sin salida en que nos ha metido la ratificación fallida del Tratado. No hará falta que busquemos una nueva Constitución, pero la forma en que la Unión Europea está constituida tiene que adaptarse a las nuevas circunstancias. Eso nadie lo duda. Para ello hará falta el tipo de valor y de liderazgo que usted ya ha demostrado, y en todo ese proceso contará usted con nuestro apoyo incondicional.
Pero no son solo los Jefes de Estado o de Gobierno a los que tendrá que ganarse para esta empresa, por muy difícil que eso sea. Tendrá usted también que reavivar el entusiasmo de los ciudadanos europeos por la Unión Europea, porque la UE corre el riesgo de perder la confianza de sus ciudadanos y es posible que ya la haya perdido. Se plantea la cuestión de si la integración que el señor Schulz ha ensalzado es la fórmula correcta; aunque tengo que decir que estoy de acuerdo con este planteamiento básico y creo que la integración está en el núcleo del proceso europeo, una mayor integración no nos hará ganar el apoyo de los ciudadanos de la calle, por lo que le pido, señora Canciller Federal, que se convierta en portavoz de los que, a pesar de ser europeos convencidos y estar a favor del enfoque integracionista, están menos que satisfechos con la forma en que se percibe esta Unión Europea.
El origen de esa inquietud, de la distancia a la que usted misma se ha referido, es el enfoque excesivamente regulador de la legislación, ya que los ciudadanos de la calle perciben las decisiones que tomamos aquí como un acoso de Bruselas. Si usted, señor Presidente de la Comisión, quiere un ejemplo de ello en su propio ámbito de responsabilidad, le recomiendo que estudie, poco antes de irse a la cama una noche, la Directiva sobre la protección del suelo; le prometo que tendrá pesadillas. Aunque tenemos razones para celebrar los triunfos históricos de la Unión Europea, la insatisfacción que existe en torno a ella indica que lo que Europa ahora necesita, en términos generales, no es más integración, sino fronteras, tanto en su interior como entre ella y el mundo exterior. La integración es, en efecto, una buena cosa, pero se ha desequilibrado, ya que a veces tenemos demasiada integración dentro, mientras que fuera –que es donde los ciudadanos quieren más Política Exterior y de Seguridad Común– no tenemos suficiente y, si tienen alguna duda, pregúntense si la petición de liberar a los bravos soldados británicos no es mucho más efectiva si está respaldada por toda la Unión Europea y no tan solo por un Estado miembro.
La Unión Europea necesita liberarse de la costra que ha formado sobre ella el enfoque integracionista, y ahí es donde su visión de la discontinuidad da directamente en el clavo, con la idea de que un proyecto de ley que no se haya convertido en ley al final de la legislatura quedaría descartado. Eso contribuirá a la claridad, dejará más claro quién es responsable de qué y aumentará la confianza. Así pues, señora Canciller Federal, le deseo que consiga recuperar la confianza de los ciudadanos de Europa, cosa que tiene usted la oportunidad de hacer.
El Presidente. Señor Nassauer, todos tenemos que hacer un gran esfuerzo conjunto y eso es lo que vamos a hacer.
Edite Estrela (PSE). – (PT) Señora Presidenta en ejercicio del Consejo, como socialista y como mujer, yo también quiero felicitar a la señora Merkel por su Presidencia. Creo que ya ha marcado la diferencia y que hacen falta más mujeres en puestos de decisión.
En sus cincuenta años de existencia, la Comunidad Europea ha hecho realidad el sueño de Jean Monnet; ha consolidado el proyecto de paz, libertad y progreso y ha ampliado sus fronteras. Ahora somos 27 Estados miembros, cuando hace 50 años –o menos tiempo en el caso de mi país, Portugal– algunos de esos países vivían bajo el yugo de una dictadura. Más paz, más democracia, más riqueza, libre circulación de trabajadores y mercancías y una moneda única ahora vigente en 13 países; ese es un legado inestimable.
Europa ha cambiado en estos últimos 50 años, pero el mundo también ha cambiado enormemente, y con él las necesidades de los europeos. Globalización, cambio climático, problemas energéticos, envejecimiento de la población, migración y terrorismo son desafíos que exigen nuevas respuestas. Tenemos la responsabilidad de encontrar soluciones para los problemas del presente y responder a las expectativas de los ciudadanos. Esta será la mejor forma de defender la estabilidad social y de contribuir al equilibrio del mundo.
De poco servirán la paz y estabilidad internas si no se encuentran soluciones a la guerra de Iraq, a la crisis de Oriente Próximo y a los graves problemas de nuestros vecinos en África del Norte.
La Declaración de Berlín hace bien en reabrir el debate sobre el Tratado constitucional y compromete a los 27 Estados miembros a dotar a la UE de unos fundamentos comunes renovados antes de las elecciones europeas de 2009. Es necesario, ahora, llegar a un rápido consenso. No puede negarse la existencia de obstáculos, pero esta es una buena oportunidad para que los Estados miembros demuestren al mundo y a los ciudadanos que lo que nos une es más importante que lo que nos separa. Solo así podremos ganarnos la confianza de los ciudadanos.
Silvana Koch-Mehrin (ALDE). – (DE) Señora Presidenta en ejercicio del Consejo, lo que quiero hacer ante todo es felicitarla por dos frases que contiene la Declaración de Berlín, la primera de las cuales dice que «para fortuna nuestra, estamos unidos». Eso es muy bonito de decir, y creo que contradice totalmente a los que plantean pegas y dudas, a los que solo saben quejarse de que la UE es una entidad en que la participación es obligatoria. Lo que ocurre en realidad –precisamente– es que «para fortuna nuestra, estamos unidos». Creo que esta forma seductoramente simple de expresarlo emplea un tono que llega a todos los ciudadanos.
La felicito también por haber conseguido incluir en la Declaración de Berlín el compromiso vinculante de que 2009 sea la fecha a partir de la cual la Unión Europea debe iniciar una nueva andadura. Eso está tan claro que ninguno de sus homólogos Jefes de Gobierno puede incumplir esa fecha sin perder la cara muy seriamente.
Por muy bueno que haya sido hacer esta declaración conjunta, tengo que decir que su contenido me parece algo vago, porque no dice nada sobre cómo se supone que será el futuro de Europa o –y esto es lo más importante– sobre cómo se supone que participarán en ella los hombres y mujeres de la calle y, por tanto, mientras encaramos la segunda mitad de su Presidencia, esperamos propuestas sobre cómo va a hacerse esto. Desde lo más profundo de nuestros corazones, le deseamos mucho éxito. Si alguna vez necesita ayuda para conseguir la participación de los ciudadanos, tenga la seguridad de que podrá contar con nosotros.
Konrad Szymański (UEN). – (PL) Señora Canciller, señor Presidente, los dos grandes retos de la integración han sido el Mercado Común y la ampliación. El Mercado Común ha traído la prosperidad a Europa, mientras que la ampliación ha dado a la Unión Europea una base sólida desde el punto de vista de las relaciones internacionales. Ahora bien, la Declaración de Berlín, en lugar de divulgar estos logros, parece querer ocultarlos tras formulaciones vagas sobre apertura y cooperación. Restar importancia al papel de los Estados miembros hasta ese punto es un grave error. La Declaración se ha escrito únicamente en nombre de los ciudadanos. Si queremos que aumente la integración, tenemos que dar mayor importancia a los Estados miembros, que apoyan la integración y no son sus enemigos.
Por favor, señor Schulz, cuando hable usted de ampliación, no se esconda detrás del Tratado constitucional, del Presidente Kaczyński o del Presidente Klaus. Poner freno a la ampliación es pura y simplemente una expresión de nuestro miedo al futuro y del suyo también.
Este documento es asimismo ofensivo en la medida en que no menciona el cristianismo. Se trata de un ejemplo de los prejuicios que hacen imposible una Europa de valores comunes.
Johannes Voggenhuber (Verts/ALE). – (DE) Señor Presidente, Señora Presidenta del Consejo, hoy me siento algo inseguro porque, a pesar de llevar doce años en esta Cámara, no tengo experiencia en cantar las alabanzas de las Presidencias del Consejo, pero su trabajo me obliga a ello. Los últimos grandes europeos que hablaron ante esta Cámara –Miterrand y, en la pospresidencia, Juncker– tendían, en su europeísmo, a invadir el terreno entre la melancolía y la desesperación. Siento un gran respeto por la forma en que ha asumido usted el desafío de Europa, y lo ha hecho a pesar de que las increíbles expectativas que se tenía de su Presidencia podrían haber pesado fácilmente sobre usted desde el principio. Lo que falta en la declaración de Berlín son 26 firmas, las firmas de 26 Jefes de Estado o de Gobierno en una declaración de aniversario, una declaración llena de obviedades, pero la suya sí que está. Usted es la primera que se ha alejado del mecanismo en el que los miembros del Consejo se obstruyen, se amenazan, se ponen zancadillas y se tienden trampas unos a otros, y ha contraído un compromiso, y por eso merece usted todo el respeto.
Me hubiera gustado que se hablara más –junto con las referencias a los éxitos de la UE– de las expectativas defraudadas de los ciudadanos y la crisis de confianza en la Unión. Le felicito y quiero manifestarle el respeto que siento por usted por haber conseguido reavivar el proyecto constitucional; con ello ha demostrado su capacidad de liderazgo y su buen hacer en una situación delicada.
Le pido que considere otras dos cosas. Primero, aunque el objetivo que se ha marcado es el único al que Europa puede aspirar ahora, se plantea la cuestión de si el método es el correcto, si la crisis constitucional podría superarse con algo más de esfuerzo, con una Europa más fuerte y convincente, posiblemente con esta o aquella función adicional, o con una mayor convicción democrática. Dudo que pueda conseguir su objetivo utilizando un método que se remonta a la época de los correos a caballo que cabalgaban de la cancillería de un Estado a la de otro, siempre llevando el mismo mensaje: las viejas reclamaciones y aspiraciones de los Gobiernos nacionales.
Segundo, hay una Carta de los Derechos Fundamentales y en este punto le suplico, señora Presidenta en ejercicio del Consejo, porque si la Carta de Derechos Fundamentales se desvincula de este Tratado constitucional, dividirá usted el gran movimiento a favor de la Constitución y eso tendrá un resultado que muchos de los que hemos defendido la Constitución consideraremos inaceptable, porque los derechos fundamentales son una parte esencial de este proyecto europeo.
El Presidente. Gracias, señor Voggenhuber, entre otras cosas porque su colaboración con el Presidente del Parlamento Europeo ha ayudado a que las cosas salgan tan bien.
Roberto Musacchio (GUE/NGL). – (IT) Señor Presidente, Señorías, la señora Merkel está sinceramente decidida a revitalizar Europa; pero no estoy de acuerdo ni con el método ni con el material con que pretende hacerlo. Se está intentando dejar de lado la crisis social, política y democrática y la importancia del referendo francés, y se pretende conseguirlo empleando exclusivamente el método intergubernamental, con lo que incluso se ha impedido que los Parlamentos –yo mismo, por ejemplo– tengan conocimiento de la Declaración de Berlín, y dando continuidad al antiguo tratado liberalista, quizás con ánimo de crear una versión minimalista del mismo.
Los problemas no se resuelven siguiendo la misma vía que los creó. Al contrario, debemos cambiar el texto y el contexto y centrarnos en la democracia y los derechos, escuchando una vez más a las personas y a los Parlamentos, empezando por el Parlamento Europeo, con el fin de reescribir una constitución basada en el derecho a la ciudadanía, la paz, el trabajo y el medio ambiente, y presentarla después en un referendo europeo que permita a los ciudadanos decir la última palabra.
Vladimír Železný (IND/DEM). – (CS) Señor Presidente, no hace mucho se nos dijo que ni el Gobierno checo ni el Presidente checo habían sido informados del contenido de la Declaración de Berlín.
El objetivo de esta ocultación era quizás incluir disimuladamente al final de la Declaración una frase que obliga a los Estados miembros a adoptar una miniconstitución, que no se llamará Constitución con el fin de evitar que los ciudadanos tengan la oportunidad de decidir sobre ella en un referendo. La frase tenía que presentarse en el último momento, pasando por encima de los Estados miembros. Esta actitud indigna no es propia de una Presidencia democrática de la UE, sino que tiene más en común con el tipo de manipulación política que todos recordamos tan bien en la zona oriental de lo que hoy es Alemania, en otras palabras, en la antigua República Democrática Alemana. Al final, lo que ha quedado es una frase que no dice nada, que recomienda dotar a la UE de unos fundamentos comunes renovados, una frase que nos obligará a pasar dos años discutiendo su interpretación.
En la República Checa tenemos una interpretación clara: «Que la Unión recupere sus valores fundamentales originales, que todavía no se han cumplido. Eliminemos el déficit democrático y garanticemos la libre circulación de trabajadores y servicios. Reformemos la política agrícola, que discrimina a los nuevos Estados miembros. Y, finalmente, abandonemos los intentos de presentar páginas y páginas de reglamentos y dejemos que las cosas sigan su curso natural.» Gracias, señor Presidente.
Timothy Kirkhope (PPE-DE). – (DE) Señor Presidente, señora Canciller Federal, señor Barroso, doy las gracias a la Canciller y al Presidente por lo que han dicho.
(EN) Empezaré reconociendo la importancia histórica del 50º aniversario de la firma del Tratado de Roma.
Sea cual sea nuestra opinión sobre el tipo de Europa que queremos, creo que todos debemos celebrar algunos de los importantes logros de Europa en las últimas cinco décadas. Hemos contribuido al desarrollo de relaciones amistosas entre Estados miembros que, hasta hace poco, eran enemigos históricos. Europa ha creado un foro en el que Gobiernos elegidos democráticamente pueden tomar decisiones basadas en el diálogo. Hemos presenciado el desarrollo de un mercado único en Europa, que ha ofrecido nuevas oportunidades económicas a nuestros pueblos, y la ampliación de 2004 cerró las brechas que quedaban. Creo que estos y otros logros son hechos que todos nosotros podemos acoger con agrado.
Sin embargo, ahora debemos mirar al futuro. Muchas personas, sin ir más lejos en mi propio país, perciben la Unión Europea como una burocracia distante. Todavía nos ven como un organismo sobrerregulado que se entromete en demasiados asuntos que deberían ser dominio reservado de los Estados nacionales. Los ciudadanos quieren que haya cooperación en Europa, pero no entienden por qué los políticos de este Parlamento dedican tanto tiempo a asuntos constitucionales e institucionales. Los ciudadanos preguntan qué vamos a hacer para combatir el cambio climático global, para luchar contra el azote de la pobreza mundial y para hacer que nuestro continente sea más competitivo frente a la globalización. Quieren que aportemos soluciones a problemas reales y no nos demoremos demasiado en los procesos.
Puede que haya una necesidad de mejorar el funcionamiento institucional de la UE mediante un cambio de los Tratados, pero esto no debe traducirse necesariamente en una compleja Constitución nueva.
En el siglo XXI necesitamos más flexibilidad y más descentralización para permitir que nuestras economías ganen en los mercados internacionales. No necesitamos más regulación, necesitamos menos. No necesitamos necesariamente más votación por mayoría para luchar contra el cambio climático y la pobreza global, necesitamos más cooperación intergubernamental eficaz.
Las constituciones y las instituciones no generan por sí mismas prosperidad, no hacen que nuestras economías sean más competitivas, no reducen las emisiones de CO2 y no alimentan a las personas hambrientas de los países en desarrollo. Insto a todos los Gobiernos y a la Presidencia a continuar con la labor, que han iniciado con buen pie, de aportar soluciones a problemas reales.
El Presidente. Gracias y mis mejores deseos para su curso de alemán.
Bernard Poignant (PSE). – (FR) Señor Presidente, señora Presidenta en ejercicio del Consejo, la declaración me hizo pensar en ciertos europeos: en Robert Schuman, por haber utilizado su método de declaración elaborada en condiciones de estricta confidencialidad, lo que puede ser un enfoque muy provechoso. Otro motivo por el que pensé en él es que, aunque su padre era francés, al haber nacido durante la guerra resulta que nació en Alemania; su madre era luxemburguesa, y el francés era tan solo su tercera lengua, pero al final acabó siendo Presidente en ejercicio del Consejo. También me hizo recordar a Alcide de Gasperi, que nació en Austria y fue diputado austriaco durante el Imperio austrohúngaro, antes de convertirse en diputado italiano.
Esos dos hombres eran hombres de frontera, y son los hombres de frontera como ellos quienes crean Europa, porque las fronteras son las costras que se forman sobre las heridas de la historia, y nosotros estamos aquí para que esas heridas no vuelvan a abrirse jamás.
Después mis pensamientos se dirigieron hacia ustedes tres. Hacia usted, señor Presidente, el escriba de la paz, porque usted es de mi generación, hijo de una Europa en paz y no en las llamas en las que se había consumido antes, un hombre con su propia herida personal. En cuanto a usted, señora Canciller, para un francés como yo, usted es la Canciller que vino del otro lado del muro, del otro lado de lo que ahora es una ruta turística y antes era una barrera; mientras que usted, señor Barroso, es el Presidente de la libertad recuperada, que ha cambiado desde los 18 años cuando, políticamente hablando, tenia un tono algo más rojo.
Mirando a los tres –me encanta esta declaración y, al fin y al cabo, esto es un aniversario– pensé: «Aún así, hay algo que no me cuadra en ellos; no son socialistas.» Pero entonces recordé lo que dijo Guy Mollet, que era socialista y Presidente del Consejo en 1956: «Si vas a hacer Europa, no esperes a que primero se haga socialista.»
Y, sí, al fin y al cabo… ¡es un trabajo condenadamente bien hecho!
El Presidente. – Muchas gracias, señor Poignant, sobre todo por sus comentarios personales.
Andrew Duff (ALDE). – (EN) Señor Presidente, señora Canciller, ¿podrían confirmar por favor que la Presidencia está ahora firmemente a favor de mejorar más que empobrecer el Tratado constitucional para asegurar su pronta ratificación? ¿Optarían ustedes sin dudarlo por una «Constitución plus» en lugar de un minitratado? ¿No tolerarán una CIG con el único propósito de liberar a los Estados miembros del compromiso de promover referendos?
Recuerden los objetivos incumplidos de Laeken. La CIG no debería permitir que se fragmente el amplio paquete acordado entre las instituciones y los Estados miembros. Debería centrarse en cambio en reformar las políticas comunes para que sean más receptivas a los problemas contemporáneos y los desafíos futuros.
Y en lo que respecta a todos aquellos que les están pidiendo que replanteen las partes primera y segunda, por favor díganles que tengan paciencia. Hagamos primero que el tratado entre en vigor y probémoslo en la práctica antes de volver a interferir de nuevo en el equilibrio de poder acordado. En su momento llegará sin duda la histórica primera enmienda, pero no deberíamos intentarlo ahora.
El Presidente. Señor Duff, quisiera darle las gracias por su aportación durante nuestro proceso de consulta e información en el Parlamento.
Mario Borghezio (UEN). – (IT) Señor Presidente, señora Canciller, Señorías, en Berlín, en cierto modo, a los líderes europeos les faltó la valentía de señalar las opciones que nos imponen la globalización, la inmigración y el riesgo de perder nuestra identidad. No se dijo ni una palabra sobre las fronteras geopolíticas de Europa que, gracias a la ampliación a Turquía, corren el riesgo de encontrarse con Irán, Iraq e incluso Siria.
Solamente el Papa Benedicto XVI, que en esta situación destaca como jefe espiritual de una Europa que de lo contrario se vería sin ideas o ideales, nos ha mostrado el camino a seguir: ¿cómo puede alguien no comprender que es imposible construir una Europa común si se ignora la identidad cultural y moral de los europeos? Los líderes europeos han hecho oídos sordos a estas advertencias. Es evidente que no es la Europa de los banqueros y los grupos de presión la que puede salvarnos de estos peligros, de la crisis del modelo social europeo y de la amenaza de la invasión islámica.
Para aquellos de nosotros que estamos a favor de la autonomía regional es difícil aceptar un proyecto de constitución que consagra una Europa burocrática y centralista, caracterizada, entre otras cosas, como hemos visto hoy, por graves escándalos y poca transparencia, lejos del sueño de los grandes pensadores dignos de una Europa de las regiones y de los pueblos.
Sin embargo, señora Canciller, quiero darle las gracias y reconocer la sensibilidad que ha demostrado, como líder conmovida por la piedad cristiana, al prestar atención, por recomendación mía, al problema hasta ahora no resuelto del reconocimiento de los derechos de los soldados italianos encarcelados. Le doy las gracias en su nombre y en nombre de las 50 000 familias que esperan el reconocimiento de su sacrificio y su memoria.
Rebecca Harms (Verts/ALE). – (DE) Señor Presidente, señora Presidenta del Consejo, muchas gracias; el señor Voggenhuber ya le ha entregado un ramo de flores en nombre de mi Grupo, donde creo que nadie duda de que se lo merece, aunque ya nos estamos preguntando qué va a pasar ahora, y, dado que hablo casi al final del debate, esto es lo que quiero reiterar. De hecho, no creemos que el espíritu de esa Declaración de Berlín sea compatible con la idea de que lo que queda de la Constitución debería servir en última instancia solo para facilitar un poco más el trabajo de los tecnócratas y burócratas de Bruselas.
En realidad consideramos que este proyecto constitucional es una causa y un proyecto destinado a democratizar más el conjunto de Europa y por eso creemos que el catálogo de derechos fundamentales, al que se ha hecho referencia, debe formar parte del mismo. Lejos de creer que la cuestión de cómo se va a cumplir ese objetivo y de cómo se va a implicar a los ciudadanos en su consecución sea una cuestión banal, creemos que hemos aprendido algo de los referendos de Francia y los Países Bajos y que es importante que se consulte a todos los ciudadanos de Europa, en pie de igualdad. Consultar a un ciudadano y no a otro daría pie a dos velocidades; no debemos permitir que eso ocurra y, dado que creemos que sería útil dejarlo claro, eso es lo que nos gustaría ver.
Pedro Guerreiro (GUE/NGL). – (PT) La Presidencia alemana trata de imponer su plan de trabajo para la UE, que está moldeando sobre la base de sus crecientes ambiciones.
Con toda su pompa y solemnidad, la Declaración de Berlín es tan solo un paso más en esta estrategia, uno de cuyos objetivos es reavivar el contenido básico de la Constitución Europea, que ya ha sido rechazada. Lo cierto es que a pesar de los esfuerzos de quienes detentan el poder para otorgar una cierta grandeza al acto, el sentimiento que se impuso fue el de la artificialidad y la indiferencia total por parte de los ciudadanos respecto al anuncio del cincuentenario del Tratado de Roma.
Es un signo de los tiempos que ilustra lo distante que queda la UE de los intereses y las aspiraciones de los pueblos de Europa y del mundo. Las fuerzas dominantes de la integración capitalista europea son plenamente conscientes de esta contradicción cada vez más evidente. El contenido de la Declaración de Berlín no es, pues, en nuestra opinión, nada más que un ejercicio de explotación de la justificada preocupación de los pueblos de Europa. La Declaración no tiene nada que ver con los verdaderos objetivos y las políticas específicas de la UE y la dura realidad que de ellas se deriva.
Antonio Tajani (PPE-DE). – (IT) Señor Presidente, señora Canciller, Señorías, la cumbre de Berlín ha significado sin duda un paso adelante para Europa y supone el comienzo de una nueva fase después de un período marcado por las dificultades y cierto fracaso.
Las celebraciones del 50º aniversario de los Tratados son un indicio de la recuperación de la iniciativa europea, de forma coordinada entre el Consejo, la Comisión y el Parlamento, para construir el futuro de Europa. Pero si vamos a hablar del futuro, debemos tratar de conseguir, antes de 2009, una ley fundamental que regule las competencias y el papel de una Unión que no es solo un mercado, sino que tiene además el potencial necesario para ser un agente importante en la política internacional, dando respuestas prácticas, entre otras cosas, a las exigencias de los ciudadanos.
Por este motivo, señora Canciller, acojo con satisfacción la iniciativa de abrir un importante debate sobre tres temas fundamentales: el cambio climático, la seguridad energética y la cuestión de África y sus tragedias demasiado a menudo ignoradas por Occidente. Sin embargo, la Europa en la que creemos, y en la que creían nuestros padres fundadores, no está constituida solo por política y economía. Me preocupa leer que cientos de iglesias están desapareciendo en Alemania, de la misma forma que me preocupa observar que nacen pocos niños en Italia; me sorprenden las sentencias dictadas por jueces que absuelven a hombres que han apaleado salvajemente a sus esposas en nombre de su religión; me alarma la extensión del consumo de drogas entre los jóvenes en Europa. No es esa la Europa con la que nos identificamos y con la que estamos comprometidos.
Así pues, sería un error infravalorar o, peor aún, olvidar los valores que se resaltan en la Declaración de Berlín: democracia, paz, libertad, justicia y, sobre todo, la importancia de la persona y la dignidad humana. Por lo tanto, no podemos dejar de hacernos eco de las palabras de Jacques Delors, que nos recuerda que no debemos olvidar nuestras raíces cristianas. En una entrevista publicada hoy nos dice que la memoria es nuestro futuro.
Stephen Hughes (PSE). – (EN) Señor Presidente, contemplando el futuro desarrollo de Europa, la Declaración de Berlín destaca acertadamente la importancia de la solidaridad y la cohesión social de un modelo europeo que combina el éxito económico y la responsabilidad social. Esto me recuerda a otra declaración titulada «Mejorar la Europa social», adoptada por nueve Gobiernos de la UE poco antes de la Cumbre de primavera de este año. Esta declaración está encaminada a reequilibrar la panoplia de políticas a favor de la acción en el ámbito del empleo y el bienestar social.
En respuesta a ello, las conclusiones de la Cumbre de primavera incluyeron una referencia clara al trabajo digno, los derechos de los trabajadores y su participación, la igualdad de oportunidades, la seguridad y la protección de la salud en el trabajo y la necesidad de una organización del tiempo de trabajo acorde con las exigencias de la vida familiar. Asimismo se subrayó la importancia de la cohesión social y se hizo hincapié en la necesidad de luchar contra la pobreza, en particular la pobreza infantil. Por consiguiente, la importancia de la dimensión social quedó reafirmada en términos muy claros.
Las conclusiones también recordaron las disposiciones sociales del Tratado, en concreto su defensa de la mejora del empleo y de las condiciones de vida y de trabajo. Esto forma parte del artículo 136 del Tratado, que fue objeto de conmemoración el pasado domingo y sirve de preámbulo a los clarísimos fundamentos jurídicos de que dispone la Comisión para presentar propuestas encaminadas a mejorar el empleo y las condiciones de vida y de trabajo.
Creo que es oportuno que Berlín y la Cumbre de primavera nos recuerden que la Comisión tiene que relanzar una agenda social con contenido ya que, viendo el programa de trabajo actual de la Comisión, esta parece haberse olvidado de que cuenta con algún tipo de fundamento jurídico que le permita actuar.
Queremos que la Comisión responda urgentemente. Podría empezar introduciendo sustancia en el actual juego de humo y espejos que rodea al asunto de la «flexiguridad». Realicemos nuevas propuestas legislativas para enfrentarnos a las formas explotadoras de trabajo atípico. Hagamos que la «flexiguridad» adquiera un significado positivo para los millones de trabajadores que en la actualidad la ven como una tapadera para la explotación.
Finalmente, espero que la Presidencia alemana mantenga a la Europa social en un plano central de su enfoque, y más allá, de la Cumbre de junio. De esta forma, la Declaración de Berlín conservará su credibilidad.
Bronisław Geremek (ALDE). – (PL) Señora Canciller, ante todo quiero expresar mi agradecimiento por haber conseguido sacar a Europa de su estado de melancolía, su sensación de fatalidad y pesimismo. El 25 de marzo, los europeos no solo cantaron el Himno a la Alegría, sino que además sintieron esa alegría.
Ahora la Declaración de Berlín depende de cómo se va a poner en práctica. Su lugar en la historia de la Unión Europea depende de lo que ocurra después. Pero esto confirma algo importante, y es que Europa se ha unido realmente, y el mérito es de las partes responsables de esta unificación.
Sin embargo, quizás deberíamos añadir también que Europa, en lo que se refiere a Oriente y Occidente, tan solo se está unificando ahora. Deben unirse dos pasados distintos y dos sensibilidades distintas. También necesitamos que Europa sea fuerte y esté integrada.
La unificación de Europa es nuestro reto. Y la sorprendente idea expresada en la Declaración de Berlín, que Europa debe redescubrir sus fundamentos, es otro reto. Si Europa tiene que redefinir sus fundamentos, sin un tratado que le dé una dimensión política y le permita tomar decisiones efectivas, Europa no podrá avanzar. También me parece que la afirmación de que estamos unidos debería significar que estamos unidos para que Europa pueda avanzar.
Angela Merkel, Presidenta en ejercicio del Consejo. (DE) Señor Presidente, Señorías, quiero resumir muy brevemente este debate, que les agradezco sinceramente.
Lo que ha quedado claro hoy aquí, y estoy segura de que refleja la opinión de todos los Grupos, es que la voluntad común de una mayoría abrumadora de esta Cámara es que esta Europa nuestra avance, y, además, con una gran dosis de optimismo, del tipo que ha mencionado el presidente del Grupo Socialista, el señor Schulz, a quien yo también quiero elogiar hoy, suponiendo que pueda hacerlo en mi calidad de Presidenta en ejercicio del Consejo, porque estoy totalmente de acuerdo con quienes han afirmado, hoy aquí, que la situación es histórica, y muy seria.
Sigue habiendo escépticos que titubean y dudan de si realmente necesitamos un calendario, y de si realmente necesitamos presentar a los ciudadanos unos fundamentos comunes renovados en 2009, tal como decimos que haremos en la Declaración de Berlín. A esos escépticos deberíamos decirles que nosotros, la Presidencia alemana, igual que el Parlamento y la Comisión, ya somos conscientes de que lo que está en juego es lo que una vez denominamos la «Europa de los proyectos»; en otras palabras, que hay que avanzar con pasos muy decididos, que sean realmente visibles para las personas.
No se trata solo de establecer este o aquel procedimiento de votación y resolver las cuestiones institucionales, sino también, a la vez, de mostrar a las personas que estamos consiguiendo algo, algo que reviste gran importancia en la vida de cada persona. Cuanto más consigamos hacer en estos seis meses, en los que, por supuesto, tenemos también otros asuntos importantes que tratar, más fácil será después avanzar en esos otros temas. En cualquier caso, durante los próximos tres meses nuestros esfuerzos se dedicarán a partes iguales a ambas cosas, y quiero expresar mi más sincero agradecimiento a esta Cámara por prestar atención a muchos de esos asuntos prácticos. Ayer, por ejemplo, consiguieron ustedes desbloquear los recursos para la protección del medio ambiente, permitiendo así el lanzamiento de proyectos. También hemos podido hablar sobre agricultura. Y es en ámbitos como este en los que las personas se preguntan qué está consiguiendo Europa, de modo que haber logrado esto ahora es positivo.
También se ha preguntado en esta Cámara cómo se elaboró la Declaración de Berlín. Creo que fue Winston Churchill quien, refiriéndose a los Tratados de Roma, dijo que nunca se había preparado entre bastidores algo tan importante como los Tratados de Roma sin que nadie notara nada. Ya no tenemos ninguna posibilidad de repetir una cosa así en una época como la nuestra, en la que los medios de comunicación están en todas partes, pero creo que, al menos en los próximos meses, debemos encontrar la combinación correcta entre participación y todo el tema de conseguir que se hagan las cosas, y la plaza pública no es siempre el mejor lugar para ello. De modo que no es que el Presidente haya sido obligado a mantener conversaciones secretas conmigo sobre la Declaración de Berlín, sino que los Grupos de esta Cámara, por supuesto, participaron de una forma u otra. Por eso intentamos reflejar sus propuestas, exactamente de la misma forma como lo hicimos con la Comisión y los 27 Estados miembros.
No obstante, todo el mundo sabe que una de las cosas que tiene la democracia es que no todo el mundo ve sus puntos de vista reflejados en el resultado final; a veces, esas cosas solo se pueden hacer en paralelo, y no todas se pueden declarar a la vez, pero, de todos modos, creo que los ciudadanos deberían saber lo que está ahora en juego, y por ese motivo quiero hacer una petición a esta Cámara. Señor Presidente, me gustaría mucho hacer una sugerencia a esta Cámara, porque el Consejo, como institución, no es el más adecuado para hacer un buen trabajo en una convocatoria de participación pública. Dado que el Parlamento tiene comisiones, se podría organizar, quizás en mayo, una audiencia con la sociedad civil, a la que el Consejo enviaría también un representante, en la que podríamos considerar lo que se está diciendo en la sociedad civil sobre las expectativas de las personas respecto a este proceso de elaboración de unos fundamentos comunes renovados, de modo que entonces, mediante un debate antes del próximo Consejo, podríamos implicar, hasta cierto punto, a la población europea en nuestras deliberaciones.
(Aplausos)
Creo, pues, que, en los próximos tres meses también nos vamos a seguir viendo mucho. Los primeros tres meses han sido divertidos; ¿por qué la segunda mitad no debería ser también agradable? Muchas gracias.
(Aplausos)
El Presidente. Gracias, Canciller Merkel; lo más importante es que ha quedado demostrado que creemos de nuevo en Europa y confiamos unos en otros, y esta confianza entre esta Cámara y usted como representante del Consejo Europeo ha aumentado hasta un nivel increíble en las últimas semanas. Puedo hablar en nombre de muchos en esta Cámara, y en concreto, en mi propio nombre, cuando digo que trabajar con usted ha sido motivo de gran alegría, y que esperamos poder volver a cooperar con usted y con la Comisión. Deseamos que su éxito continúe y le ofrecemos todo nuestro apoyo.
Mirosław Mariusz Piotrowski (UEN). (PL) La tan esperada Declaración de Berlín ha llegado como por sorpresa a los ciudadanos de Europa. Y no tanto por su contenido, que la prensa ha calificado de «modelo de ambigüedad», sino por la falta de debate público. Es muy significativo el hecho de que haya sido firmada solo por tres personas, en representación de las instituciones europeas, y no por los representantes de los 27 Estados miembros.
De hecho, la declaración no compromete a nadie ni a nada, ni suaviza las diferencias de opinión en relación con el papel y el funcionamiento de la Unión. No hay acuerdo sobre una Política Exterior Común ni ningún esbozo de una política de defensa europea.
El hecho de que algunos países se opongan firmemente a que se haga referencia a las raíces cristianas de Europa plantea un interrogante respecto a cualquier definición de los valores europeos comunes. En el futuro, y a pesar de todas esas cuestiones no resueltas, no debemos desviarnos del camino del diálogo y la consulta para convencer a los países que expresan varias reservas.
József Szájer (PPE-DE). – (HU) La Unión Europea ha llegado a la edad madura, y parece que también ha ganado la sabiduría adecuada, porque ha conseguido adoptar un documento conciso que se centra en los valores, principios y tareas que tenemos por delante, y todo esto es a la vez comprensible para el ciudadano común. Así, la Unión ha demostrado que puede hablar con una sola voz y que está dispuesta a actuar basándose en valores.
La declaración celebra el quincuagésimo aniversario del Tratado de Roma, pero yo quisiera recordar otro cincuentenario, el de la revolución húngara de 1956, que está igualmente presente en las raíces, los orígenes y las tradiciones de la Unión Europea de hoy. Sin el ejemplo de 1956 y de los revolucionarios húngaros, la Unión Europea no habría podido desarrollarse de la forma en que lo ha hecho y convertirse en lo que hoy denominamos nuestra Europa común.
Estoy convencido de que necesitamos una Unión Europea fuerte, segura de sí misma con respecto a sus valores y su identidad, que se niegue a apartarse de sus principios y sea incapaz de andar con subterfugios. Quisiéramos ver una Unión que mejorara la cooperación entre sus Estados miembros, fomentara la colaboración interna y avanzara hacia una mayor solidaridad e integración política.
¿Por qué nos interesa una Unión Europea fuerte? Porque con ella cada uno de sus Estados podrá también crecer y hacerse más fuerte. Para ser fuertes, también es importante, por supuesto, que podamos reconocer claramente nuestro pasado y nuestra identidad.
Yo celebré el quincuagésimo aniversario en Roma, en una conferencia organizada por una organización civil, y quiero transmitir a sus Señorías uno de los mensajes de dicha conferencia: que debemos reconocer nuestra identidad y reconocer y afirmar las raíces de Europa, sus raíces cristianas. Todo aquel que mire hacia Europa desde fuera ve en nosotros lo que todos tenemos en común. ¿Por qué no podemos verlo nosotros mismos y por qué tenemos miedo de reconocerlo?
El Presidente. Muchas gracias, señor Szájer, especialmente por su cooperación en la coordinación interna, en la que usted ha intervenido.
Lidia Joanna Geringer de Oedenberg (PSE). (PL) La Declaración de Berlín se firmó en un momento muy importante para la Unión Europea. La firma de los Tratados de Roma hace 50 años fue el primer paso en la puesta en práctica de una idea ambiciosa. La presencia de 27 Estados en Berlín reflejó el impacto de esta idea. Cuando se fundó la Unión sobre las ruinas de la Europa de la posguerra, tan solo seis Estados firmaron la declaración fundacional.
Ahora, medio siglo después, es un gozo ver que Europa está viviendo en paz. Tiene casi quinientos millones de habitantes. Abarca gran parte del continente y es una potencia más grande que nunca en el mundo. Los resultados de la integración son impresionantes: un mercado unificado, una moneda común en trece Estados y la libre circulación de personas, productos y capital. La Unión Europea ha asumido el compromiso de proteger el medio ambiente y de impulsar un desarrollo sostenible. Es un agente activo y destacado en el escenario internacional, que aporta estabilidad y prosperidad a los países vecinos.
La Declaración de Berlín es un símbolo importante para Europa. Pero todavía falta algo, a pesar de que existe una clara sensación de éxito. Nos habría gustado que la Unión Europea hubiera podido tener una Constitución en el quincuagésimo aniversario de la firma de los Tratados de Roma. Todavía tenemos muchos obstáculos por delante: la competencia económica mundial, nuevos retos en el ámbito de la política social, la protección del medio ambiente, la energía y la seguridad. Los ciudadanos de Europa quieren una Unión más eficaz y más fuerte, que funcione con normas transparentes. Deberíamos eliminar las barreras con que chocan los ciudadanos, sobre todo en los nuevos Estados miembros, en relación con la libre circulación de personas y servicios. Tenemos que acabar de ampliar el espacio Schengen y la zona del euro. Debemos poner en práctica una política energética común. Europa necesita crecimiento económico, nuevos puestos de trabajo y una seguridad social mejor.
En este contexto, reviste gran importancia el punto de la Declaración donde se dice que antes de 2009 habrá que llegar a un acuerdo sobre los fundamentos institucionales de Europa. Debe motivar a todos los Estados miembros a llevar a cabo las reformas institucionales necesarias. La Canciller Angela Merkel merece nuestro elogio por su importante contribución a nuestro éxito común. Hoy la Unión Europea tiene cara de mujer. La Unión es una mujer.
Íñigo Méndez de Vigo (PPE-DE). – (ES) Se ha hablado aquí, señor Presidente, de la importancia de una política europea de cambio climático. ¿Es posible hacerla con los Tratados actuales? No.
Se ha hablado también de la integración social de los emigrantes. ¿Es posible hacerla sobre los Tratados actuales? No.
Y, ¿qué decir de un mercado común de la energía? No hay base legal en los Tratados actuales. Digo esto porque contraponer lo que algunos llaman «las políticas reales que preocupan a los ciudadanos» a los instrumentos y a las técnicas, como si eso no fuera importante, es simplemente desconocer como funciona la Unión Europea.
Sin procedimientos, sin bases legales, la Unión Europea no puede actuar, y sin más democracia actuará sin legitimación. Por eso es tan importante llegar a un acuerdo sobre el Tratado constitucional.
Creo que, después del éxito de la Presidencia alemana con la actuación de Berlín, a eso es a lo que tenemos que dedicarnos ahora.
En esa convocatoria que yo espero que haga el Consejo Europeo de junio, que no se ha de hacer por unanimidad, creo que es muy importante fijar el mandato, y a la hora de fijar el mandato de la Conferencia Intergubernamental –y ahí habla el profesor universitario–, hay que tener en cuenta a los que han aprobado el examen, incluso con nota, hay que ayudar a los que han suspendido y a los que no se han presentado, pero no hay que tener solamente en cuenta a los que han suspendido el examen o a los que no se han presentado al examen.
Por tanto, los que hemos ratificado hemos cumplido el compromiso y tenemos que ser tenidos en cuenta a la hora de establecer ese mandato.
Aquí se ha dicho, y se ha dicho bien, que este Parlamento ha aportado a través de usted, señor Presidente, una contribución decisiva a la Declaración de Berlín. Creo que en la Conferencia Intergubernamental queremos hacer lo mismo: todos queremos ayudar al Consejo Europeo, porque la Comisión forma parte de la Conferencia Intergubernamental, porque los Parlamentos nacionales van a ratificar el resultado de esa Conferencia. Pero nosotros queremos ayudar, de forma decisiva, a que la Conferencia Intergubernamental sea, al menos, un éxito tan grande como ha sido la Declaración de Berlín..
El Presidente. Muchas gracias, señor Méndez de Vigo Y también quiero expresarle mi gratitud por su buena cooperación en el trabajo preliminar, en el que usted ha sido coordinador por el Grupo del Partido Popular Europeo (Demócrata-Cristianos) y de los Demócratas Europeos.
Ioannis Varvitsiotis (PPE-DE). – (EL) Señor Presidente, la ceremonia de Berlín ha terminado y ha sido fantasmagórica respecto a los importantes logros de los últimos cincuenta años. Pero ahora las luces de la ceremonia ya se han apagado y nos encontramos cara a cara con la realidad y el hecho de que los ciudadanos europeos se sienten invadidos por una sensación de indiferencia, amargura y, sobre todo, angustia. Los ciudadanos europeos están convencidos de que Europa no puede avanzar fácilmente tal como están las cosas.
Es reconfortante que la Canciller Merkel entendiera que la primera prioridad es crear las condiciones previas para que los mecanismos de las instituciones de la Unión Europea sean operativos, dado que es obvio que la Unión Europea de los 27 no puede avanzar con las mismas estructuras y la misma organización que tenía cuando solo estaba formada por 15 miembros. Es una empresa dificilísima. Es revelador que la Declaración de Berlín firmada por los 27 líderes no contenga ninguna referencia a la Constitución Europea, que es el principal aspecto que nos preocupa. La creación de un cargo de Presidente de la Unión y de Ministro de Asuntos Exteriores, la reducción del número de comisarios, la nueva valoración de los votos, el aumento de las responsabilidades del Parlamento, la abolición de los tres pilares, el fortalecimiento de la institución de cooperación reforzada entre los Estados miembros y la adquisición de una personalidad jurídica para la Unión Europea son algunos de los acuerdos conseguidos en la Constitución Europea que no ha salido airosa de la votación. Creo que deberíamos integrarlos en un nuevo Tratado «Niza II» y ponerlos en práctica antes de las elecciones de 2009.
Olvidémonos de planes grandiosos. Pongamos los pies en el suelo. Creo que esta Europa puede avanzar con esta solución realista.
PRESIDENCIA DE LA SRA. MORGANTINI Vicepresidenta
Margie Sudre (PPE-DE). – (FR) Señora Presidenta, señora Presidenta en ejercicio del Consejo, señor Presidente de la Comisión, Señorías, la Declaración de Berlín está dirigida a los ciudadanos de la UE, para que puedan valorar el éxito extraordinario conseguido con el esfuerzo de todos; nos recuerda nuestros valores europeos y debe ser el punto de partida de un nuevo arranque de imaginación que supere la solidaridad que ha permitido la convergencia de varias políticas comunes durante el último medio siglo.
Debemos ser realistas, sin ocultar las dificultades actuales, y persuadir a los europeos de que la construcción de una Europa unida y fuerte en el mundo no solo es indispensable, sino que representa una oportunidad para cada uno de nuestros 27 países y cada uno de los 500 millones de ciudadanos de la Unión. Si queremos convencerlos, no solo debemos ofrecerles resultados concretos y una prueba palpable del valor añadido de la UE, sino que debemos adoptar además una actitud más optimista, y eso es lo que ha hecho la Canciller Merkel.
Existe una diversidad de opiniones entre los europeos respecto a las principales orientaciones de la política europea; algunos creen que Europa está adoptando una actitud demasiado liberal y no protege a sus propios ciudadanos contra la globalización, mientras que otros creen que no es lo bastante proteccionista. Como siempre, la vedad está en el término medio.
Nuestro continente es uno de los pocos lugares de estabilidad en un mundo cada vez más imprevisible. Nuestras historias están llenas de lecciones que debemos aprender, y nuestras culturas son ricas en diversidad, son faros que sirven de guía a muchos pueblos. Nuestra economía en general es sana y está abierta al mundo. Luchamos sin cesar por conseguir una mayor solidaridad con las regiones menos dotadas y menos estables del mundo.
Permítanme aprovechar esta oportunidad para saludar a la Presidenta en ejercicio del Consejo y agradecerle no solo sus logros, sino también sus esfuerzos, que demuestran su interés por el progreso de Europa y por encontrar la forma de superar el punto muerto en el que nos encontramos desde hace algunos meses, y por eso quiero darle sinceramente las gracias.
Bogusław Sonik (PPE-DE). – (PL) Señora Presidenta, señor Presidente de la Comisión, nosotros, los ciudadanos de Europa que venimos de detrás del «telón de acero», valoramos más que nada la libertad, incluido el mercado libre y lo que antes era nuestro producto nacional o, si lo prefieren, nuestra especialidad regional, a saber, la solidaridad. También sabemos lo que cuesta defender esos valores. Durante décadas hemos soñado con regresar a la patria europea de naciones libres. Crecimos escuchando programas de radio prohibidos, emitidos desde Múnich, con el orgulloso nombre de «Radio Europa Libre».
Ahora seguimos siendo fieles a esa Europa, libre y unida. Como miembros de la Unión Europea tenemos pleno derecho a contribuir a moldear su futuro. Ya no basta con gritar las palabras «Europa, Europa», sino que debemos preguntar además: «Europa sí, pero ¿qué tipo de Europa?». Europa debe ser un proyecto que goce de la plena confianza de todos sus miembros. No puede haber temas tabú en el debate europeo.
El Tratado constitucional, que los franceses y los neerlandeses rechazaron, puede ser examinado por cada país, que tiene derecho a cuestionar aquellos aspectos que considere controvertidos.
Sin embargo, no debería ser posible que el señor Schulz, dirigente del Grupo de los Socialistas en el Parlamento Europeo, aproveche todas las oportunidades para marginar a aquellos Estados miembros que se atreven a diferir de su punto de vista respecto a la futura forma institucional de la Unión Europea, o que difieran de la corrección política que la izquierda intenta imponer. El debate que la Presidencia alemana propone sobre el Tratado debería caracterizarse por la honestidad y voluntad de consenso, incluso en temas tan difíciles como la búsqueda de una nueva forma justa de votar en el Consejo.
También he observado que en la Declaración de Berlín no hay referencias a nuestras raíces cristianas.
Finalmente, quiero citar al político belga Paul-Henri Spaak, en cuyo edificio nos encontramos hoy y que en 1957 dijo:
(FR) Como dije una vez en Estrasburgo, cuando hayan pasado estos tiempos, cuando todos nos hayamos ido, dentro de muchos años, y cuando los hombres intenten explicar la aventura humana que hemos vivido, independientemente de nuestras convicciones religiosas o filosóficas, solamente podrán decir que los ciudadanos de esa época, de ese siglo, vivieron juntos la inmensa aventura de la civilización cristiana.
Elmar Brok (PPE-DE). – (DE) Señora Presidenta, señor Presidente en ejercicio del Consejo, señor Presidente de la Comisión, señora Canciller Federal, me siento muy honrado de poder hablar bajo su Presidencia. Quiero hacer algunos comentarios. El primero es que, como ha quedado claro en la Declaración de Berlín, Europa, mediante la integración, ha podido alcanzar un grado de paz, libertad y prosperidad que no tiene precedentes en su historia hasta el momento, y que probablemente es único en la historia del género humano.
En segundo lugar, también ha quedado claro que nos topamos con dificultades que, en muchos ámbitos –como el terrorismo, la globalización, la política exterior y de seguridad y la seguridad energética–, los Estados ya no pueden resolver por sí solos, y esta lista demuestra que la Unión Europea ha sido un éxito siempre que hemos aprovechado el método comunitario, hemos trabajado con un cuerpo jurídico común y hemos aplicado el método Monnet. Por este motivo, o por lo menos eso creo, el proceso constitucional debería llevarse de la misma forma, porque siempre nos debilitamos cuando trabajan juntos los Gobiernos.
Esto significa también que si queremos embarcarnos en la fase siguiente a la Declaración de Berlín y si queremos recuperar el proceso constitucional, es importante que sigamos esos principios del método comunitario. El Tratado constitucional ya contiene mucho de lo que necesitamos si queremos superar las dificultades que nos esperan.
Aunque la Constitución no resuelve por sí misma ningún problema, nos proporciona el marco de legitimidad y competencia en la toma de decisiones que necesitamos para hacerlo por nosotros mismos. Por este motivo, espero que quede claro para los 27 Estados miembros –y estoy de acuerdo con la Comisión al respecto– que tienen que tener muy buenas razones para no seguir con este proceso, por lo que debemos asegurarnos de que la Unión Europea, como Comunidad de 27, supere esta dificultad en vez de desintegrarse en los pequeños bloques que aparecerían si no lo conseguimos en conjunto.
La Presidenta. Al dar la palabra al señor Barroso, quiero pedir disculpas por la ausencia en esta Cámara, no de diputados en general, pues esta su costumbre es notoria, sino –sobre todo teniendo en cuenta el tema que estamos debatiendo– por la ausencia de muchos de los que han participado en el debate. Pero estoy segura de que leerán su discurso y tal vez lo sigan en pantalla.
José Manuel Barroso, Presidente de la Comisión. (PT) Señora Presidenta, Señorías, pienso que ha sido un debate interesante. Yo tenía preparadas una o dos respuestas a cuestiones específicas, pero dado que los diputados que las han planteado no están aquí, será mejor que deje esas respuestas para otro momento.
No obstante, quiero hacer un comentario general sobre la cuestión fundamental que nos incumbe, a saber, el contenido y el proceso. Necesitamos ambas cosas. Debemos resolver los principales problemas a que nos enfrentamos en Europa y los problemas de la globalización, pero también necesitamos tener los mejores procesos y las mejores instituciones. No estoy de acuerdo con quienes pretenden centrar el debate en uno de esos aspectos. Si queremos resolver problemas y si queremos poder abordar las principales dificultades, necesitamos unas instituciones más eficientes, más democráticas y más coherentes.
También tenemos que resolver el problema constitucional. Tanto si calificamos el Tratado de «constitucional» como si no, debemos resolver la cuestión, y ese es el llamamiento que hoy les hago, Señorías, incluso a quienes no sienten el mismo entusiasmo que otros por el concepto constitucional. Sé que comparten el deseo de resolver los problemas de forma pragmática. Confío en que realizarán su aportación y ayudarán a todos los Gobiernos de la UE a encontrar un solución en relación con los procesos y las instituciones, porque si queremos resultados, necesitamos estas instituciones.
En cuanto a la forma de implicar a la sociedad civil y a la población en general en el debate sobre la cuestión institucional, también quiero decir que en la Comisión hemos trabajado al respecto. Antes de la adopción de la Declaración de Berlín, yo personalmente me reuní con la Vicepresidenta de la Comisión, la señora Wallström, y líderes del Parlamento, y también con representantes de la sociedad civil. Me complace la propuesta que la Canciller Merkel ha planteado hoy de que el Parlamento organice una audiencia con la sociedad civil en mayo. La Comisión apoyará con mucho gusto esta iniciativa si el Parlamento pone en práctica la propuesta.
Estamos dispuestos a iniciar, junto con el Parlamento, el debate sobre estos temas, asegurando a la vez que quede margen para la negociación entre Gobiernos, y por este motivo deseo apoyar la propuesta de la Canciller Merkel.
(FR) A modo de conclusión, hablaré ahora en francés, dado que respondo a la importantísima observación que ha hecho el señor Poignant. Quiero darle las gracias por haber planteado, con algo de humor, un punto muy importante y por demostrar que las personas pueden tener puntos de vista distintos en lo que se refiere a política e ideología, y a la vez compartir el mismo espíritu europeo. Es una lección que todos nosotros debemos aprender. Creo que esto resume exactamente nuestro proyecto europeo que, en general, transciende nuestras diferencias políticas e ideológicas. Uno puede tender a la izquierda o sentirse más inclinado a la derecha o al centro, pero lo que necesitamos es una coalición del espíritu europeo. Es una lección para todos nosotros, y quiero darle las gracias por ello, señor Poignant, de la misma forma que también doy las gracias a quienes, aunque pertenezcan a diferentes familias políticas, comparten este espíritu –seguramente con matices–, porque solo con este espíritu, que he percibido en Berlín, podremos responder a las grandes expectativas que Europa tiene puestas en nosotros.
Volviendo al tema de la solidaridad, quiero decir –en concreto a determinados diputados a esta Cámara que pertenecen a Grupos políticos cuya opinión es más bien escéptica respecto a la integración–, que no hay que olvidar que la solidaridad es una vía de doble sentido y no hay que pasar por alto que seguramente llegará un día en el que su propio país necesitará la solidaridad de otros, expresada en términos prácticos. De modo que todos debemos manifestar el espíritu de solidaridad y entender que solamente con este espíritu podremos conseguir un acuerdo institucional y, sobre todo, responder a los grandes retos a los que Europa tiene que hacer frente.
La Presidenta. Gracias, señor Comisario.
El debate queda cerrado.
Declaración por escrito (artículo 142 del Reglamento)
Jean-Pierre Audy (PPE-DE), por escrito. (FR) En mi calidad de representante francés de los ciudadanos de la UE en el Parlamento Europeo, empezaré expresando mi gran respeto y admiración por el Presidente de la República Francesa, mi amigo Jacques Chirac, quien, con su presencia en Berlín el 25 de marzo de 2007, asistió a su última cumbre en calidad de Jefe de Estado, y cuyas actuaciones en defensa de una Francia sólida e independiente dentro de una Unión Europea fuerte y unida siempre se han caracterizado por la lucidez, la competencia y el humanismo.
Aunque me decepciona que los diputados al Parlamento Europeo que representan a los ciudadanos y los pueblos de Europa no participaran en la Declaración de Berlín, acojo con satisfacción esta confirmación del deseo de avanzar en la integración europea, la proclamación de nuestros valores y el hecho de situar en las elecciones europeas de 2009 el plazo político para resolver las cuestiones institucionales. Felicito a la señora Merkel, actual Presidenta de la Unión Europea y Canciller de Alemania, a mi amigo el señor Poettering, Presidente del Parlamento Europeo, y al señor Barroso, Presidente de la Comisión, por el trabajo que han realizado.