El Presidente. Me han pedido que haga una breve declaración sobre Estonia y me han informado de que los presidentes de los Grupos desean hacer lo mismo después de mí. Así parece que se hará. La Declaración Schuman del 9 de mayo de 1950 dio a Europa el fundamento sobre el que sería posible construir en paz y libertad una asociación de naciones que antes habían sido enemigas, y cuando nuestro continente, antes dividido, se unió, la Unión Europea se convirtió en garante de la paz, la libertad y la prosperidad en toda Europa. Estamos orgullosos de poder celebrar hoy el Día de Schuman junto a 27 Estados miembros de la Unión Europea, pero el 9 de mayo es, por otras razones, una fecha controvertida, tal como hemos visto recientemente en la disputa en torno al monumento al soldado soviético en Tallin, la capital de Estonia, y por esta razón recordamos nuestra resolución de 12 de mayo de 2005, en la que esta Cámara destacó el hecho de que había algunas naciones para las que el final de la Segunda Guerra Mundial significó el nacimiento de otra tiranía, la de la Unión Soviética. Nos recordamos a nosotros mismos que las controversias sobre cuestiones históricas no deben ser nunca ocasión para la violencia y condenamos firmemente la alteración del orden público y los saqueos.
El actual Presidente de la República de Estonia, Toomas Hendrik Ilves, que fue anteriormente diputado a esta Cámara, dio la respuesta correcta a los sucesos en los alrededores de la embajada de Estonia en Moscú, y esto es lo que tenía que decir sobre ellos: «En Europa no es habitual pedir la dimisión del Gobierno elegido democráticamente de un país vecino; en Europa es impensable que se menosprecie la Convención de Viena sobre la protección de las misiones diplomáticas».
Recordemos nuestra resolución de 8 de junio de 2005 sobre la protección de las minorías y contra toda discriminación de que puedan ser objeto, en la que declaramos, entre otras cosas, que las minorías nacionales enriquecen a Europa. La Unión Europea está basada en valores cuya defensa es nuestra tarea común. Presionar a un Estado miembro de la Unión Europea constituye un desafío para todos nosotros, y Estonia puede contar con nuestra solidaridad.
(Aplausos)
Tunne Kelam, en nombre del Grupo del PPE-DE. – (EN) Señor Presidente, quiero agradecerle su apoyo y su solidaridad.
También quisiera expresar mi gratitud a todas sus Señorías por su extraordinaria manifestación de apoyo y solidaridad con Estonia, porque lo que está ocurriendo entre un Estado miembro de la Unión Europea, Estonia, y la Federación Rusa no es un asunto bilateral, sino que incumbe a toda la Unión Europea; se trata de una prueba para verificar si la Unión Europea es una verdadera Unión política basada en la solidaridad y la unidad. Hoy se ponen a prueba la claridad, la oportunidad y la unidad de la respuesta de la UE. Lo que esperamos es un firme compromiso de solidaridad incondicional por parte de la UE.
En primer lugar, tenemos que liberarnos de las ilusiones. El modo en que la Federación Rusa trata a un Estado miembro de la Unión Europea claramente no es una aberración. El Presidente Putin presentó en su discurso de Múnich el programa de una nueva política exterior rusa mucho más asertiva. Este enfoque podría denominarse neoimperialista o revanchista. El objetivo es recuperar, al menos en parte, su pasada influencia sobre sus antiguas colonias bálticas y después sobre la parte de Europa que pertenecía al Pacto de Varsovia, apoyándose en el actual auge del sector energético que ha reforzado la influencia rusa y manipulando a sectores de la población rusa que viven fuera de las fronteras rusas.
Quisiera dejar muy claro que el Presidente Putin llama a estos rusos sus compatriotas. Me gustaría contestar a esa afirmación. Los rusos que viven en Estonia son mis compatriotas y estoy muy orgulloso de ellos, porque el 99 % de permanecieron leales, no al Presidente Putin, sino al Estado estonio.
(Aplausos)
Por lo tanto, no se trata únicamente de solidaridad; la palabra clave es la «soberanía» de los nuevos Estados miembros de la familia europea. La lograremos únicamente cuando hablemos con una sola voz y nos unamos en la acción. Cuando un Estado miembro que decide ser más claro acerca de su propio pasado y lo hace de manera abierta y digna, de repente es objeto de una presión concentrada por parte de su gigantesco vecino; cuando su embajada en Moscú permanece prácticamente asediada durante toda una semana; cuando se organizan motines para desestabilizar el orden público, claramente inspirados y apoyados por un Estado extranjero; cuando funcionarios rusos exigen que dimita un Gobierno elegido democráticamente; cuando se impone un bloqueo económico; cuando páginas web de instituciones del Estado estonio siguen siendo bloqueadas por ataques cibernéticos masivos, una forma innovadora de guerra propagandística, entonces uno tiene que preocuparse seriamente por la soberanía del Estado en cuestión.
En conclusión, sigue habiendo otra forma de soberanía que debemos defender: nuestro derecho a decidir y evaluar nuestro pasado. Usted ha citado la resolución del Parlamento Europeo de hace dos años con respecto a los numerosos países europeos que fueron víctimas de la renovada tiranía infligida por la Unión Soviética de Stalin. En Europa sigue habiendo una línea divisoria entre todas las democracias occidentales, que nunca han reconocido la ocupación y anexión ilegal de los Estados Bálticos a la Unión Soviética en 1940 a raíz del pacto Hitler-Stalin, y la Federación Rusa, que sigue negando la existencia de dicho pacto y también intenta negar los derechos de sus antiguas víctimas a evaluar su pasado. Por ello necesitamos su solidaridad y agradezco a todos ustedes que nos la hayan manifestado.
(Aplausos)
El Presidente. Muchas gracias, señor Kelam. Como ciudadano y honorable personalidad de Estonia, le he concedido el doble de tiempo de intervención del que tenía usted asignado, pero que no sirva de precedente.
Hannes Swoboda, en nombre del Grupo del PSE. – (DE) Señor Presidente, espero ser honorable, aunque no sea estonio. He pedido al líder de nuestra delegación estonia, el señor Tarand, que intervenga. Como él hablará más tarde, me ha pedido que dejara claro que el Grupo Socialista en el Parlamento Europeo en su conjunto está dando su pleno respaldo a Estonia, a nuestros diputados de Estonia y al pueblo de Estonia y que rechazamos toda injerencia externa y toda intervención por parte de Rusia.
Afirmamos no solo el principio de que las embajadas y sedes diplomáticas deben ser tratadas con respeto, sino también de que deben ser respetadas la soberanía de un país y su población.
Si puedo añadir una nota personal, yo nací pocos meses después del final de la guerra en lo que entonces era la zona de ocupación soviética de Austria Oriental. Recuerdo que mis padres, familiares y amigos comentaban lo felices que estaban de que los soldados rusos hubiesen venido a liberarnos del régimen nazi, y también sé por experiencia personal que estas mismas personas temían la posibilidad de que las tropas soviéticas se quedasen manteniendo la ocupación. En Austria tuvimos la suerte –la buena fortuna que nos ha otorgado la historia– de que nuestro país fuese liberado. Muchos otros, como las personas que vivían a tan solo 20 kilómetros al este de mi hogar, experimentaron la ocupación en lugar de la liberación.
Por esto creemos que Rusia debe reconocer finalmente que si bien muchos soldados rusos vinieron como liberadores, trajeron consigo un régimen bajo el cual los mismos liberadores se quedaron como potencia ocupante y que muchos pueblos, no solo en la Unión Soviética, sino también en muchos países vecinos, sufrieron opresión. Si se llegara a aceptar esto, el diálogo sería mucho más sencillo. Espero que todos los ciudadanos a ambos lados de la antigua frontera con el bloque del este acepten que esta doble verdad se produjo una vez.
A nuestro Grupo le causó mucha tristeza la pérdida del señor Ilves como diputado, pero hoy estamos muy contentos de que un hombre tan equilibrado sea Presidente de Estonia. He aquí hay dos breves citas de él. Llamó la atención sobre el sitio web de una joven rusa que había escrito en ella: «Somos rusos, pero nuestra patria es Estonia», a lo que añadió, «Gracias, María». La última frase de su intervención, que realmente es memorable, dice lo siguiente:
– (EN) «En Europa es habitual que las diferencias que surgen de vez en cuando entre los Estados sean resueltas por los diplomáticos y los políticos, no en la calle o mediante ataques informáticos. Esas son las maneras de otros países o, añadiría yo, de otros tiempos y otros lugares, no de Europa.»
(DE) Lo que necesitamos en Europa es diálogo y conversación en lugar de ataques a embajadas o manifestaciones ante las mismas, porque este mismo diálogo es la esencia de Europa.
Siiri Oviir, en nombre del Grupo ALDE. – (ET) Señor Presidente, Señorías, permítanme en primer lugar responder, con la esperanza de que, puesto que hablo en nombre de mi Grupo, no me concedan un tiempo significativamente más corto que al orador anterior.
Hoy debatimos las relaciones entre Estonia y Rusia y, al hablar de ello tenemos que tratar por fuerza los sucesos acaecidos a finales de abril en Estonia. Tampoco podemos pasar por alto la causa de estos sucesos, el Soldado de Bronce. Esta estatua fue erigida por las autoridades soviéticas en honor de los liberadores de Tallin. La liberación de Tallin consistió de hecho en el bombardeo de la ciudad el 9 de marzo de 1944, causando la destrucción del 40 % de las zonas residenciales y la muerte de cientos de personas.
Esto se calificó de liberación, pero hubo estonios que fueron deportados a Siberia, en una ola de deportaciones tras otra y sin que ninguna familia quedase incólume frente a represión. Mi padre fue deportado a Siberia en 1941 y no volvió a casa hasta 21 años después. Tras la muerte de Stalin, mi bisabuela, que también había sido deportada a Siberia, partió sola y a pie hacia su país natal, Estonia. Un día, al volver mi familia del trabajo, la encontraron sentada en la escalera de nuestra casa, pero por desgracia mi bisabuela ya estaba muerta. Todavía recuerdo esa época.
Como monumento erigido a un liberador, el Soldado de Bronce era un símbolo de experiencias muy dolorosas para muchos estonios. Sin embargo, estuvo en la plaza central de nuestra capital durante 15 años más, es decir, durante los 15 años transcurridos desde de que Estonia recobrase su independencia.
¿Qué pasó el 26 de abril? ¿Qué pasó esa noche? La crisis del monumento empezó realmente hace aproximadamente un año, cuando un grupo de extremistas que ondeaban banderas soviéticas transformaron este monumento que honraba a los muertos en un símbolo de la victoria de la ocupación soviética, que como tal se convirtió en una continua fuente de tensión. Hasta ese momento, los veteranos se habían reunido allí cada año y a pesar de que algunas veces se consumía alcohol y que en ocasiones los presentes bailaban sobre la tumba, la policía nunca intervino.
Sin embargo, en la noche del 26 de abril, estallaron disturbios en el centro y se propagaron después a algunas ciudades fronterizas, donde fueron menos graves. Los alborotadores destrozaron todo lo que estaba a su paso, incluso coches y paradas de autobús, pero sobre todo escaparates. Bandas de jóvenes irrumpieron en algunas tiendas y robaron todo. Las más afectadas fueron las tiendas de licores, pero también hubo otras. Por ejemplo, las tiendas de Armani y Hugo Boss, así como algunas joyerías, fueron saqueadas.
Como vivimos en una era mediática, todo fue grabado y también emitido en vivo por televisión. Hoy existe una gran cantidad de material gráfico que documenta los sucesos. La policía intervino solamente cuando las bandas de jóvenes se volvieron demasiado agresivas. Se emplearon porras y cañones de agua; no se utilizaron armas de fuego. Esa noche, el Soldado de Bronce fue trasladado de Tõnismäe al cementerio militar, donde desde ayer es de nuevo accesible al público. Después de esto, comenzaron los ataques de Rusia, las ofensivas propagandísticas citadas por los anteriores oradores, culminando con la demanda de la Duma rusa de un cambio de Gobierno en Estonia. Concluyo ahora. Le ruego acepte mis disculpas, señor Presidente.
(El Presidente interrumpe a la oradora)
Finalmente quiero dar las gracias a todos los que han apoyado y siguen apoyando a Estonia. Es un gran honor para nosotros y una gran ayuda. Gracias, señor Presidente y por favor, acepte mis disculpas.
Brian Crowley, en nombre del Grupo UEN. – (EN) Señor Presidente, quiero unirme a mis colegas, en primer lugar expresando nuestra solidaridad y apoyo al Gobierno de Estonia y al pueblo estonio, y en segundo lugar denunciando las bravuconadas del Gobierno ruso en su intento de crear incertidumbre e inestabilidad, no solo en Estonia, sino en todos los Estados bálticos.
En muchos aspectos, lo que estamos presenciando es una nueva forma de totalitarismo o autoritarismo que utiliza las turbas en Moscú para atacar una embajada, abusa del poder o la fuerza de la energía para intentar que todos se dobleguen ante la voluntad del Gobierno ruso y, sobre todo, sigue queriendo imponer los símbolos de la dominación y la subyugación en zonas que han logrado su independencia de regímenes totalitarios.
Hoy nuestra tarea y nuestra función es escuchar a nuestros colegas de Estonia y oír sus gritos y sus peticiones de ayuda y solidaridad. No obstante, lo más importante, puesto que Rusia nos interesa como socio para futuras vicisitudes, es que deberíamos instar a Rusia a que tome las medidas oportunas para garantizar que se respeten por igual los derechos de todos los Estados miembros de la Unión Europea, sean pequeños o grandes, vecinos o no, antiguos dominios o no.
Por último, nuestro más ferviente llamamiento debe estar dirigido a los ciudadanos de Estonia para demostrarles que ahora que forman parte de la Unión Europea, no serán abandonados como lo fueron anteriormente.
Daniel Cohn-Bendit, en nombre del Grupo Verts/ALE. – (DE) Señor Presidente, Señorías, hemos mantenido ya muchas veces este tipo de debate sobre la historia europea; la última vez fue un debate sobre qué hacer con el problema de los Sudetes en la República Checa; en aquella ocasión dijimos, y hoy lo repito, que lo que hacía falta era una interpretación europea de la guerra y que las interpretaciones nacionales de esta debían dejarse de lado. En este caso, la interpretación europea es una cuestión simple, a saber, que el Ejército Rojo desempeñó su parte en la liberación de Europa del fascismo nazi. Eso es lo que hizo, y para ello tuvo que hacer grandes sacrificios. Dejemos de lado la discusión sobre qué responsabilidad tuvo Stalin en el ascenso al poder de Hitler porque ese es otro debate.
Después de esto, sin embargo, el Ejército Rojo se convirtió en un ejército de ocupación, un ejército que hizo imposible la libertad. Eso también es parte de la historia europea. La eliminación de horribles estatuas de bronce, lejos de plantear un problema para el paisaje cultural de una ciudad, suele ayudar a hacer la plaza más bonita, pero, en este debate, debemos dejar muy claro, y espero que escuchemos esto en el debate sobre Rusia, que la cuestión de hecho es que lo que los líderes rusos, Putin, están intentando hacer, con todo el poder a su alcance, es fomentar la división. Todos debemos afirmar nuestra solidaridad con los Gobiernos de Letonia y Estonia.
Pero al mismo tiempo, sin menoscabo de nuestra solidaridad, debemos reconocer que los Estados bálticos tienen un problema con los derechos de la minoría rusa. Lo que la historia nos enseña a todos es que el conflicto social surge cuando una minoría, a la que pertenece el 30 % de la población, quiere formar parte del país, pero se siente privada de sus derechos.
Sé que todas las mayorías siempre lo niegan: los turcos siempre nos han dicho que no existe un problema kurdo en Turquía, y sin embargo lo que existe en Turquía es exactamente un problema kurdo, y existe un problema con la minoría rusa y sus derechos. Esto no equivale a afirmar que la minoría rusa sea buena, sino que, como minoría, debe tener derechos, y que es difícil lograr un consenso en la sociedad si no se reconocen estos derechos.
Gabriele Zimmer, en nombre del Grupo GUE/NGL. – (DE) Señor Presidente, Señorías, es muy cierto que hoy hace 62 años los representantes de la Alemania nazi firmaron el instrumento de rendición incondicional, terminando así con uno de los capítulos más oscuros de la historia europea. Los pueblos de lo que entonces era la Unión Soviética desempeñaron un papel esencial en la consecución de esta victoria y también tuvieron que pagar un precio enorme; debemos valorar todo esto adecuadamente, por supuesto, reflexionar sobre ello, y por esta razón estoy completamente de acuerdo con lo que ha dicho sobre los sucesos de Tallin el director del Centro Simon Wiesenthal de Jerusalén, con estas palabras, que me parecen muy emotivas:
– (EN) «Mientras el Centro condena inequívocamente los crímenes cometidos contra los estonios de todas las confesiones y nacionalidades bajo dominio soviético, no debemos olvidar que fue el Ejército Rojo el que puso fin de manera efectiva al asesinato masivo organizado por los nazis y sus colaboradores locales en suelo estonio hasta el último día de su ocupación por la Alemania nazi. Por lo tanto, la retirada del monumento del centro de Tallin por parte del Gobierno refleja una lamentable falta de sensibilidad con respecto a la profundidad de los crímenes nazis y es un insulto a sus víctimas.»
(DE) A mi Grupo le parece muy lamentable que los desacuerdos en Tallin sobre cuestiones de política interior y exterior hayan llegado a este punto de crisis y urgimos a todas las partes implicadas a ejercer la moderación e iniciar el diálogo. Que una manifestación pacífica en la capital estonia degenere en un altercado y que la policía actúe de tal modo que una persona muera y muchas otras resulten heridas es muy alarmante, y que esto suceda demuestra la falta de diálogo entre la mayoría estonia y la minoría rusa. Lo que quiero resaltar, entonces, es que en esta Cámara compartimos la responsabilidad por esto, por no haber expresado suficientemente nuestra oposición a la discriminación en contra de la minoría rusa en los Estados bálticos.
Las respuestas desproporcionadas rusas no son menos alarmantes. Mi Grupo respalda plenamente la petición hecha a Rusia de que cumpla con sus obligaciones internacionales de conformidad con las convenciones respectivas y proteja no solo las instalaciones, sino también al personal de la embajada de Estonia y permita el libre acceso a la misma. También pedimos a la Presidencia alemana del Consejo que ayude a reducir las tensiones y medie para lograr que Estonia y Rusia se sienten a dialogar. A las puertas de la cumbre UE/Rusia, es el momento de construir puentes en lugar de barreras.
PRESIDENCIA DEL SR. VIDAL-QUADRAS Vicepresidente
Nils Lundgren, en nombre del Grupo IND/DEM. – (SV) Señor Presidente, lo primero y más importante que hay que señalar es que Estonia es una nación independiente, no un Estado satélite ruso. Esto significa que no podemos empezar a hablar con voz apagada de la necesidad de comprender a Rusia y su historia. En lugar de ello, debemos comprender que Rusia está organizando un bloqueo contra Estonia y pidiendo que el Gobierno de otro país dimita, etc. Decididamente, estas no son cuestiones por las que debamos mostrar comprensión. El Gobierno ruso, la minoría rusoparlante de Estonia y todo el mundo, por supuesto, tienen derecho a criticar actividades como el traslado de una estatua de bronce. Sin embargo, Estonia no es un Estado satélite ruso situado dentro de la esfera de interés de Rusia, sino una nación libre e independiente.
Los ejemplos citados por el señor Cohn-Bendit cuando empieza a hablar en esta Cámara de asuntos muy diferentes, especialmente la situación de las poblaciones minoritarias en las tres repúblicas bálticas, no ayudan mucho. Sin duda, ese es otro debate, aunque valga la pena mantenerlo. Sin embargo, de lo que estamos hablando ahora es de si Rusia tiene derecho, o mejor dicho, si no tiene ningún derecho a hacer lo que ha hecho. El hecho, en sí mismo extraordinario, de que el Ejército Rojo hubiera derrotado a Hitler es irrelevante. Esa victoria es motivo de celebración. Posteriormente, el Ejército Rojo se quedó para acosar a Estonia durante mucho tiempo.
En 1939, Finlandia se hallaba al norte del Golfo de Finlandia y Estonia al sur. Los dos países tenían aproximadamente el mismo nivel de vida y eran en muchos aspectos bastante similares. Cuando terminó la ocupación rusa, Finlandia era uno de los países más ricos y prósperos del mundo, mientras Estonia, que ahora avanza con gran éxito, estaba de capa caída. Estos costes no deben olvidarse. Ahora no se trata de que comprendamos a Rusia. Lo que tenemos que recordar ahora es que estamos hablando de la nación independiente de Estonia, no de un Estado satélite ruso.
Bruno Gollnisch, en nombre del Grupo ITS. – (FR) Señor Presidente, la historia todavía está por escribir con el único objetivo de acercarnos a la verdad. Hasta ahora se ha escrito de forma ideológica. Por consiguiente, omite constantemente este hecho esencial, a saber, que la perversa alianza entre Molotov y Ribbentrop, entre Stalin e Hitler, es decir, entre el comunismo y el nazismo, tuvo como consecuencia la violenta invasión de Estonia, donde la presencia del Ejército Rojo asumió la forma de arrestos, deportaciones, ejecuciones arbitrarias y décadas de supresión de los derechos civiles.
Hoy todos están a favor de que los países bálticos sean libres, pero cuando, en octubre de 1987, en el Parlamento francés, el señor Le Pen y los diputados del Grupo que él presidía quisieron excluir a los países bálticos, cuya anexión considerábamos ilícita porque se realizó por medios violentos, de la esfera de los tratados firmados con Rusia, todos los demás partidos políticos se opusieron. En realidad, Señorías, los estonios y los rusos fueron víctimas del comunismo. Hay que reconocer que dados los enormes sacrificios hechos por el ejército ruso, la humillación que siente la minoría rusa y, sobre todo, los ex combatientes, es comprensible. El gran poeta francés Baudelaire dijo una vez: los muertos, los pobres muertos, tienen muchas penas.
Dejemos que Estonia encuentre libremente sus propios métodos para honrar a aquellos cuyo sacrificio no tiene en última instancia otro significado legítimo que el de haber defendido a sus naciones respectivas, la independencia, la soberanía y la identidad de cada una de esas naciones.