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Acta literal de los debates
Martes 22 de mayo de 2007 - Estrasburgo Edición DO

12. Debate sobre el futuro de Europa, con la participación del Primer Ministro italiano, miembro del Consejo Europeo (debate)
Acta
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  El Presidente. Me complace enormemente dar la bienvenida al Primer Ministro de la República Italiana, Romano Prodi, al Parlamento Europeo hoy para debatir con nosotros el futuro de Europa.

Italia, uno de los Estados miembros fundadores, siempre ha estado en vanguardia dirigiendo el proceso de integración europea, e Italia también está desempeñando un papel decisivo en estos momentos, en los que nos hallamos a la búsqueda de una solución al punto muerto en el que se encuentra el proceso de la integración europea, una solución que resulte aceptable para todo el mundo.

En concreto, quiero dar las gracias al Presidente de la República Italiana, Giorgio Napolitano, por la fructífera colaboración que hemos establecido con objeto de asegurar el éxito de la revisión de los Tratados. El Presidente del Parlamento sabe que cuando habla no solo cuenta con el apoyo del Parlamento, sino también con el de Italia, y eso le proporciona una mayor fuerza.

Señor Primer Ministro, querido señor Prodi, en Roma, la capital de su país, se han celebrado en marzo de este año distintos actos en honor del 50º centenario de los Tratados de Roma, durante los que nos hemos podido recrear echando un vistazo a los 50 años de estabilidad, prosperidad y progreso que han disfrutado nuestros ciudadanos. Pero ahora, también es momento de mirar juntos hacia el futuro. Hoy, la Unión Europea se enfrenta a grandes retos y, para superarlos, tiene que reunir la voluntad para dar los pasos necesarios y ejecutar reformas que nos guíen por la senda hacia un futuro seguro.

Usted, señor Prodi, durante su mandato como Presidente de la Comisión, desempeñó su papel en el modelado de la historia de la Unión Europea en unos momentos importantes. La Comisión bajo su Presidencia, representada en la Convención por los Comisarios Vittorino y Barnier, desempeñó un papel activo en las tareas sobre el futuro de la Unión Europea y supervisó el alumbramiento del Tratado Constitucional justo hasta la Conferencia Intergubernamental. La Presidencia del Consejo alemana está trabajando actualmente con ahínco para encontrar una solución que resulte satisfactoria no solo para todos esos países que han rechazado el Tratado, sino también para los dieciocho Estados miembros, que representan la mayoría de la población de la Unión Europea, que ya lo han ratificado. En la medida en que avanza este proceso, el Parlamento Europeo respalda sin reservas la esencia del Tratado Constitucional, cuando menos porque representa un compromiso alcanzado tras prolongadas negociaciones.

Somos conscientes, no obstante, de que encontrar una solución va a exigir mucho trabajo por parte de todos nosotros y por ello respaldamos firmemente los esfuerzos de la Presidencia del Consejo alemana, sobre todo los emprendidos por la Canciller Federal, Angela Merkel, en pro de conseguir un consenso renovado entre todos los 27 Estados miembros. Sin embargo, si nuestra respuesta desembocara en hacer menos democrática la Unión Europea, en limitar su capacidad para tomar decisiones y hacerla menos transparente, eso equivaldría a interpretar erróneamente lo que realmente querían los ciudadanos al expresar su preocupación en los referendos de Francia y los Países Bajos, así que esta Cámara no se sentirá satisfecha con un resultado que no redunde en beneficio de la Unión Europea y de sus ciudadanos. Estoy convencido, Primer Ministro, de que con buena voluntad no solo va a resultar posible una aproximación entre nosotros, sino también alcanzar un resultado.

Señor Primer Ministro, tiene la palabra.

 
  
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  Romano Prodi, Primer Ministro de Italia. – (IT) Señor Presidente, Señorías, nos encontramos en una encrucijada para el futuro de Europa y la integración europea, y desde esa certidumbre, no sin emoción, me dirijo a ustedes hoy. Estoy sumamente agradecido al Presidente, Hans Gert Poettering, por la oportunidad que me brinda.

Desde ahora y hasta las elecciones de 2009, Europa va a estar jugándose su propio futuro. Dentro de un mes, el Consejo Europeo va a decidir la celebración de una Conferencia Intergubernamental, al término de la cual tenemos que estar en situación de decir que estamos a la altura de los compromisos que adquirimos todos juntos en Berlín el 25 de marzo de este año.

Es una cuestión de decidir lo que Europa necesita –lo que todos necesitamos– para hacer frente a los retos que el mundo nos impone. Esto suena como algo abstracto, pero en realidad es tremendamente concreto. Ya deberíamos haber comprendido que la capacidad nuestra, de los europeos, para interpretar el mundo globalizado y aprovechar las oportunidades que nos ofrece, depende de la forma en que seamos capaces de hacer funcionar nuestras instituciones comunes.

Tengo que decir de entrada que, con franqueza, no estoy de acuerdo con quienes continúan contraponiendo la necesidad de producir resultados a la necesidad de fortalecer las instituciones de Europa. Precisamente para conseguir más resultados, siempre he aspirado y luchado por unas instituciones comunes más fuertes y eficaces.

Esta vez no partimos de cero. En otras palabras, no tenemos que volver a inventar la rueda. En octubre de 2004, todos los países europeos firmaron un tratado y 18 lo han ratificado efectivamente. A lo largo de estos dos últimos años, los argumentos de quienes se muestran indecisos son los que más se han escuchado. Ha llegado el momento de prestar oídos a quienes han ratificado el tratado de 2004, quienes han trabajo con denuedo, incluso con su propia ciudadanía, para mantenerse en ese rumbo.

Se habían embarcado en ese rumbo unos años antes en Laeken, donde había nacido a partir de un punto de arranque fundamental e irrefutable: Europa no podía lograr resultados ambiciosos sin unas reformas igualmente ambiciosas.

Bien, estoy convencido de que sigue siendo una afirmación válida. Por tanto, tenemos que volver a arrancar desde octubre de 2004, dejando a un lado las peleas y las pausas de reflexión de estos últimos dos años y pensar de forma seria y responsable sobre nuestro futuro y el de nuestros hijos.

No se trata simplemente de ponernos de acuerdo sobre las nuevas reglas que necesitamos. Existen otras exigencias igualmente apremiantes, sin las cuales Europa no será capaz de funcionar. Entre ellas se incluye un presupuesto digno de ese nombre y unas políticas auténticas para hacer frente a los importantes retos que la vida moderna nos plantea: energía, cambio climático, la división Norte-Sur, etc. Sin embargo, comencemos hoy por el tema más urgente, que consiste en encontrar una salida al punto muerto constitucional y en reformar las instituciones.

Para alcanzar el éxito en estos ámbitos, tenemos que tener fe en un principio que se encuentra en el fundamento de nuestra existencia como Unión Europea, un principio tan fundamental que define la auténtica ética de nuestra convivencia.

Es el principio por el cual, para promover la integración europea, resulta esencial siempre hacer un esfuerzo para comprender los argumentos de la otra parte y, en cierta manera, asumirlos. Siempre hemos hecho este esfuerzo y vamos a continuar haciéndolo.

No obstante, también esperamos que la otra parte se muestre igualmente comprensiva. Esperamos que también asuma nuestras aspiraciones, que en este caso, como todos ustedes muy bien saben, consisten en trabajar en favor de una unión cada vez más estrecha.

Con este principio en mente, vamos a hacer todos los esfuerzos para ayudar a las Presidencias alemana y portuguesa a conservar, al máximo posible, nuestro anhelo de unión, al tiempo que contemplamos los argumentos de la otra parte todo lo que podamos.

Dicho eso, ahora debo proclamar lo que a nuestro juicio no debemos permitir que haga el Consejo Europeo de junio y la subsiguiente Conferencia Intergubernamental.

Ante todo, tenemos que recordar que, esta vez, respetar el calendario está directamente vinculado a una cuestión de democracia. En 2009, los votantes de Europa tendrán que saber sobre qué tipo de Europa se les está pidiendo que voten. ¿Qué papel tendrá el Parlamento Europeo? ¿Cuáles serán sus cometidos? ¿Habrá una Presidencia del Consejo estable y un Ministro de Exteriores europeo? ¿Cómo va a estar formada la Comisión? Etcétera.

Así pues, hay que otorgar a la Conferencia Intergubernamental un mandato preciso y selectivo, con una indicación clara acerca de los contados puntos de fricción en las negociaciones y, sobre todo, la forma de resolverlos. Solo haciendo eso lograremos cumplir nuestra promesa de formular las nueves leyes para 2009.

Si se le concediera un mandato abierto, la Conferencia difícilmente podría llegar a término a finales de 2007, y el tiempo necesario para procesar el nuevo acuerdo a nivel nacional implicaría que el proceso no podría finalizarse a principios de 2009. En resumen, automáticamente se traduciría en una situación sin salida.

Permítanme una observación llegados a este punto. Es algo que se me ocurrió de repente el otro día después de releer el Tratado Constitucional de 2004; les recomiendo a todos ustedes que vuelvan a echarle un vistazo, ahora que ha transcurrido un cierto tiempo y resulta posible ser más objetivo.

Bien, el documento elaborado en 2004 es bueno, realmente bueno, y tiene un enfoque amplio que abarca a toda Europa. Sobre todo, su primera parte plantea, de manera clara e inteligible, el significado y la visión de la gran empresa común en la que nos hemos embarcado.

Por consiguiente, deberíamos pensárnoslo dos veces antes de arrinconarlo y de emprender el camino de habilitar nuevos elementos en los tratados existentes, ya sea de forma total o parcial. Estaríamos desperdiciando también toda su sencillez y legibilidad existentes, a costa de la inteligibilidad para la gente y, con ello, de su apoyo al proyecto europeo.

Pero, por encima de todo, estaríamos desechando un texto que proporciona una visión coherente de Europa, un texto que es capaz de combinar los ideales defendidos por muchos de nosotros con la necesidad práctica, que todo el mundo reconoce, de dotar a nuestra Unión de unas normas más sólidas y unos recursos apropiados para afrontar sus nuevos retos.

La forma en que han discurrido las negociaciones hasta ahora me lleva a pensar que, por desgracia, vamos a tener que lidiar de nuevo con el texto de 2004. Pero hoy me gustaría dejar constancia aquí ante todos ustedes de que estoy convencido de que, si hacemos eso, estaremos privándonos de algo muy importante. Para quienes creemos en el proyecto europeo, eso supondría un sacrificio enorme, así como un precio muy elevado a pagar por todos los que lo ratificaron y realizaron una inversión democrática al hacerlo. Tengámoslo bien presente.

Por eso no podemos aceptar ninguna desfiguración del paquete institucional existente. El fortalecimiento de nuestra Política Exterior y de Seguridad Común mediante el nombramiento de un Ministro de Exteriores, contar con una Presidencia del Consejo estable, la ampliación del voto por mayoría cualificada, la superación de la estructura de tres pilares y dotar a la Unión de una personalidad jurídica constituyen todos ellos, para nosotros, puntos esenciales que necesitan quedar salvaguardados.

En este momento quiero alertar contra determinados llamamientos en favor de «realismo», que son típicos en vísperas de un Consejo Europeo importante y que indefectiblemente buscan lograr un compromiso diluido. Sin embargo, quiero señalar que si los grandes retos globales solo pueden ser abordados a nivel europeo, entonces las personas que desean una Europa a la altura de esos retos son las que están siendo auténticamente realistas, no quienes no lo quieren.

A nivel interno yo mencionaría la defensa del modelo social europeo y la creación de un auténtico espacio de libertad, seguridad y justicia. ¿Cómo puede haber alguien que no entienda que se trata de un complemento esencial para una ciudadanía europea que no se identifica solamente con la dimensión económica?

A nivel externo, quiero mencionar las guerras, la lucha contra el terrorismo internacional y los retos globales de la energía y el cambio climático (hidrógeno). ¿Puede haber alguien que niegue que la única forma de hacer valer nuestras opciones y nuestros valores en la escena internacional consiste en ser capaces de plantear una política exterior digna de tal nombre y comunicarla al mundo con una sola voz?

Por lo que respecta a la estructura de la Unión Europea, no deben pensar ustedes que se trata únicamente de una cuestión teórica. La complejidad de la Unión es una de las razones principales del abismo entre ella y la gente. ¿Cómo puede haber alguien que no entienda las ventajas, por tanto, de superar la estructura de pilares, sobre todo en términos de claridad y comprensión para la gente?

El Tratado Constitucional de 2004 proporciona soluciones convincentes a estos aspectos. ¿Queremos de verdad sacrificarlas en aras de un enfoque diluido que recurra a su mínimo común denominador? ¿Queremos realmente correr el riesgo de hacer el sistema aún más complejo al negarnos a realizar cambios profundos y limitarnos simplemente a ligeros retoques? ¿De verdad queremos seguir actuando «con la cara tapada», por utilizar la expresión de Jacques Delors, por miedo a mostrar la Europa real a nuestros ciudadanos?

Así pues, queridos diputados a este Parlamento, representantes de los ciudadanos de Europa, procuremos no secundar la retórica negativa sobre Europa. No sigamos ocultándosela a nuestros conciudadanos.

Por el contrario, mostrémosles esta Europa y hagámoslo con orgullo. Dejemos que todo el mundo se percate de lo que ha hecho por nosotros en términos de paz y prosperidad; expliquemos lo vital que resulta para nuestras vidas. Proclamemos a todos nuestros conciudadanos de una vez por todas que, en un mundo que ahora es un sistema de continentes, carece de sentido para un país y para sus ciudadanos vivir fuera de un conglomerado político y económico que es internamente fuerte y respetado a nivel externo.

Italia hará, por tanto, cualquier esfuerzo en estas negociaciones para garantizar un compromiso válido. Estoy convencido de que lo podemos hacer y de que, todos juntos, tenemos que alcanzar el éxito.

Desde luego, si resulta imposible que los 27 países se pongan de acuerdo, entonces se planteará el problema de cómo continuar. Ese dilema solo podrá resolverse si volvemos a ese principio fundamental que he mencionado al principio de mi intervención: la propia ética de la Unión exige que nadie bloquee las aspiraciones de los demás en un grado excesivo o durante demasiado tiempo.

Esa es la razón por la que Italia, un país que siempre ha creído profundamente en Europa, es consciente de que tiene una tarea adicional: tiene que idear –o comenzar a hacerlo– cómo hacer posible que los países que lo deseen consigan realmente promover la unidad europea.

No creo que todos los países tengan necesariamente que progresar juntos a la misma velocidad. Espero que lo hagan y procuraré que así sea. Sin embargo, soy consciente de que no siempre resulta posible. Pero a estas alturas, algunas de las decisiones políticas más notables de Europa, como el euro y la creación del espacio Schengen, solo han sido puestas en práctica por unos pocos Estados miembros. No iban dirigidas contra ningún Estado; no excluían a los demás; al contrario, la puerta se ha dejado abierta. Además, estas decisiones han sido respetadas por quienes, en su momento, no se consideraron preparados para avanzar sin más en una determinada dirección.

Por consiguiente, espero que este mismo planteamiento constructivo siga siendo válido en el futuro y que sobreviva a cualquier intento de utilizar el veto.

Italia, como bien saben, siempre ha pensado que ser europeísta es la mejor forma de tener visión de futuro.

Sin embargo, tener visión hoy no solo significa diseñar planes ambiciosos para el futuro de la integración europea. También implica abordar el asunto de permitir a los pueblos que así lo deseen, realizar sus anhelos de unión al ritmo y de la forma que les resulten más convenientes.

Si nadie se molesta en tener en cuenta tal eventualidad, corremos el riesgo de que el proyecto europeo encalle y que los ideales de todos los que a lo largo de los años han creído fervientemente en él se vean frustrados. Incluso países como el mío, que durante 50 años han apostado sin reservas por la integración de Europa, podrían llegar a perder todo su entusiasmo.

Así pues, quiero terminar con un doble mensaje.

Italia va a brindar a la Presidencia alemana, y posteriormente a la portuguesa, el máximo apoyo para garantizar que el Consejo Europeo del 21 y 22 de junio, así como la posterior Conferencia Intergubernamental, sean un éxito con el que se puedan identificar todos los Estados miembros.

Al mismo tiempo, Italia es muy consciente de que un compromiso no constituye un fin en sí mismo, y que por tanto, si no nos convence tal compromiso, no lo suscribiremos. Una avanzadilla de países puede resultar entonces la mejor forma de progresar por la senda hacia una Unión cada vez más cohesionada, a condición de que la puerta siempre permanezca abierta para cualquier país que desee unírseles en una fecha posterior.

Permítanme por último hacer un llamamiento especial a los diputados de nuestros Parlamentos, los representantes directos de los ciudadanos. En especial, me dirijo a los diputados a este Parlamento, que representan a los pueblos de Europa. Ustedes tienen un papel insustituible para hacer comprender a los ciudadanos lo que está en juego.

Solo podremos crear las condiciones para el éxito de una negociación constitucional si la labor de nuestros Gobiernos se ve apoyada por la labor de sus Señorías.

Tenemos que asumir que no debemos fallar pues, de lo contrario, el resultado será el ocaso: el ocaso de una idea avanzada de Europa, de una Europa capaz de ser un actor principal en el mundo gracias a sus valores fundamentales. En resumen, corremos el riesgo una vez más de convertirnos en un pequeño apéndice occidental de Asia, un destino al que nos veríamos abocados no solo por cuestiones geográficas, sino también por la historia futura. Gracias.

 
  
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  El Presidente. Señor Prodi, le damos calurosamente las gracias por esta convincente intervención europea, que espero todo el mundo haya podido escuchar.

 
  
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  Joseph Daul, en nombre del Grupo del PPE-DE. – (FR) Señor Presidente, señor Gloser, señora Ferrero-Waldner, señor Prodi, Señorías, asistimos a una aceleración del proceso de construcción europea, bien con el relanzamiento de las instituciones, bien con la nueva dinámica inspirada por la señora Merkel en torno al cambio climático y la energía, bien con la adopción de una política común de inmigración. Europa avanza. Europa demuestra que representa un nivel de decisión que no simplemente es necesario y eficaz, sino también legítimo. Señor Prodi, nos ha comunicado usted su visión, su concepción de los asuntos europeos. A través de usted quisiera rendir homenaje al compromiso histórico, y más actual que nunca, del pueblo italiano con el proyecto de integración europea.

Tras una larga fase de incertidumbre, el relanzamiento de las instituciones está tomando forma. La Presidencia alemana tiene razón al hacer de él una de sus prioridades. Si Europa está en condiciones de tomar decisiones eficaces y democráticas, podremos decidir efectivamente políticas comunes. Avanzar rápido y permitir que Europa avance, es a lo que se ha comprometido el candidato de la UMP, Nicolas Sarkozy, y es el mandato que el pueblo de Francia ha dado al nuevo Presidente de la República Francesa.

Esta dinámica, impulsada por un Estado miembro que rechazó el proyecto de Tratado, ya cuenta con el apoyo de otros Estados miembros de la Unión y debemos aprovecharla si queremos avanzar. Ya no es hora de formular preguntas. Lo que necesitamos ahora es acción y flexibilidad. Solo nos separan cuatro semanas del Consejo Europeo, crucial, de los días 21 y 22 de junio, que debe conducir a la redacción de aquí a finales de año de un nuevo Tratado. Su ratificación por los 27 podrá tener lugar antes de las elecciones europeas de 2009. La acción va de la mano de la flexibilidad porque, como ha dicho usted, hay que tender puentes entre los 18 países que han dicho «sí», los dos que han dicho «no» y los que todavía no se han pronunciado. Cada país deberá hacer esfuerzos por crear vínculos con los demás y educar a su público. El éxito solamente vendrá si dejamos de apoyarnos en cuestiones semánticas y nos concentramos en lo esencial: votación por doble mayoría, ampliación de la votación por mayoría cualificada, principio de subsidiariedad y reparto de las competencias entre la Unión y los Estados miembros, presidencia estable, representación común en la escena internacional y también la Carta de los Derechos Fundamentales.

Para los diputados al Parlamento Europeo del Grupo del Partido Popular Europeo (Demócrata-Cristianos) y de los Demócratas Europeos, lo que Europa necesita es constituir una fuerza política y convertirse en un agente autónomo en la escena internacional. Europa necesita una identidad en el plano económico y comercial para garantizar que nuestros socios respeten las mismas normas que nosotros en los ámbitos fiscal, ambiental o social. Europa debe velar por que, en su propio seno, no haya competencia desleal entre los Estados miembros, en especial en el terreno fiscal.

Señor Presidente, Señorías, vamos por el buen camino, lo que debe prevalecer es el sentido de la responsabilidad y del interés general por parte de los dirigentes políticos y de las opiniones públicas. Nuestros ideales y principios solo estarán bien servidos si, al tiempo que los mantenemos firmemente, prevalece el pragmatismo sobre el dogmatismo y la buena voluntad es más fuerte que la mala fe y las actitudes laxas.

Señor Presidente, quisiera evocar brevemente la reciente cumbre UE-Rusia en Samara. Muchos comentaristas la han considerado un fracaso para Europa. Para mi Grupo, por el contrario, Europa ha salido ganadora de esa cumbre. No ha salido ganadora frente a Rusia, que es un socio al que respetamos, sino por afirmar nuestras convicciones e ideales. Estamos satisfechos porque, en lo que respecta al estatuto de Kosovo, a la energía y también a la cuestión de la soberanía de Estonia, nuestros dirigentes han izado la bandera europea y se han expresado con voz fuerte e inteligible.

Señor Prodi, concluiré diciendo hasta qué punto es capital la dimensión euromediterránea para nuestro Grupo parlamentario. El éxito o el fracaso de nuestra aventura europea se decidirán en el Mediterráneo. Para nosotros, los europeos, no hay nada más estratégico que invertir en las relaciones con la cuenca mediterránea, apostar por el desarrollo de una región dotada de un potencial humano tan importante y trabajar por la paz y la estabilidad en Oriente Próximo.

 
  
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  El Presidente. Gracias, señor Daul, por haberse además ceñido tan estrictamente al tiempo de intervención.

 
  
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  Martin Schulz, en nombre del Grupo del PSE. – (DE) Señor Presidente, Señorías, muchas gracias, Primer Ministro Prodi, por esta alentadora alocución a la que yo, en calidad de Presidente de mi Grupo, no tengo nada más que añadir, ya que usted ha expresado lo que piensa mi Grupo y le damos las gracias por pronunciarse en términos tan claros.

No nos produce ningún temor que usted se manifieste con la misma claridad durante las negociaciones. La razón por la que no nos produce ningún miedo tal idea es que entonces habrá un sólido Jefe de Gobierno en la Conferencia Intergubernamental, alguien que no esté dispuesto a aceptar un compromiso a cualquier precio, ya que un compromiso que renuncie a la esencia que incorporamos a la Constitución no sería un compromiso en absoluto, sino más bien un revés para la labor de integración europea, así que, muchas gracias por su rotunda declaración.

(Aplausos)

Mi colega, el señor Rasmussen, tuvo la oportunidad de sentarse a la mesa en Niza, donde contribuyó a negociar el Tratado de Niza, y he tenido numerosas ocasiones de debatir con él sobre este tema. Cuando los quince Jefes de Gobierno que estuvieron presentes en Niza abandonaron la sala, todos describieron el resultado como insuficiente, debido a que era uno de esos compromisos de mínimos que se alcanzan con el fin de evitar que se queden dormidos aún más Jefes de Gobierno.

Esa es la razón por la que se convocó la Convención; se convocó porque quienes se habían sentado a la mesa en Niza dijeron que no era suficiente a efectos de la ampliación que se iba a producir, pero se ha producido y, si queremos que sea un éxito, se hace necesaria una nueva base. Así ocurrió que accedieron a regañadientes a nuestra petición de una Convención, sabiendo como sabían que lo que los 15 habían negociado no sería suficiente para 27. En la Convención se aprobó una Constitución, diciendo que el texto era válido y que votarían a favor del mismo. Era una buena Constitución, pero sucedió que fue rechazada y nos vimos remitidos de nuevo al Tratado de Niza. Yo preguntaría entonces si lo que era cierto en el año 2000 –a saber, que Niza no sería suficiente para la ampliación– ha dejado de serlo en 2007. Niza realmente no basta a efectos de la ampliación, pero esta ya se ha producido, teniendo como base un tratado insuficiente.

Quienes buscan su destrucción son los que desean dejar a la Unión Europea en esta situación, los que buscan, al precio que sea, impedir un nuevo tratado, y a esa gente no se le puede dar cuartel.

(Aplausos)

Hay quienes proclaman que, aun cuando Niza no sea suficiente, sigue siendo demasiado para ellos. Hoy he escuchado a un Jefe de Gobierno decir que no puede haber compromiso con ese tipo de personas. A quienes desean volver a los días anteriores a Niza habría que aconsejarles mantenerse alejados de la Conferencia Intergubernamental. Ha llegado el momento de hablar muy claro. Dieciocho de los Estados miembros de la Unión Europea ya han ratificado este Tratado Constitucional, dos de ellos –España y Luxemburgo– a través de un referendo. ¿Por qué transigimos, de hecho, con un estado de cosas en el que solo se habla de Francia y de los Países Bajos? ¿Por qué no se dice que este tratado ha merecido el apoyo de dos pueblos, pudiendo añadirse que son más los europeos que han dicho «sí» a la Constitución que los que han votado «no»? Es otra de las verdades sobre la democracia europea que debería proclamarse ahora en alta voz.

La Unión Europea ejemplifica la paz interna, la estabilidad social, la combinación de crecimiento económico y estabilidad social y de la exportación de valores, como base para la política en la esfera internacional. Es mucho lo que hay que cambiar en los Tratados fundacionales existentes si queremos que sobreviva este modelo de éxito. En su novela El gatopardo, el escritor italiano Tomasi di Lampedusa pone en boca de Tancredi, el sobrino del príncipe de Salina, las espléndidas palabras dirigidas a su tío de que «es necesario que todo cambie para que todo permanezca como siempre». Si Europa quiere seguir teniendo tanto éxito como hasta ahora, tiene que modificar los Tratados sobre los que se sustenta, y si usted pelea como un gatopardo, entonces nos tendrá luchando a su lado.

(Aplausos)

 
  
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  Graham Watson, en nombre del Grupo ALDE.(EN) Señor Presidente, en nombre de mi Grupo quiero dar la bienvenida al señor Prodi de nuevo en el Parlamento.

Señor Primer Ministro, cincuenta años después de la firma del Tratado de Roma usted ha hecho que Italia recupere el lugar que le corresponde en el centro de Europa y del proyecto europeo. Junto con el Presidente Napolitano, usted ha convertido el osservato speciale en un partner speciale. Su gabinete, en el que figuran nombres como Bonino, Amato y Padoa-Schioppa, nos llena de confianza a mis colegas y a mí.

Hemos escuchado algunas críticas a su primer año de gobierno, pero recordamos a los pusilánimes que hicieron observaciones desdeñosas similares acerca de su primer año al frente de la Comisión. Se demostró que no tenían razón. La ampliación y el euro son las joyas de la corona de Europa, por lo que juzgaremos a un Gobierno por sus resultados y no por sus primeras apariencias. Fue Italia la que condujo a las fuerzas de la Unión Europea al Líbano, mientras otros vacilaban, y también la que pidió una moratoria mundial sobre la pena de muerte. Usted ha demostrado al mundo que Europa puede tener la visión y la capacidad para actuar al unísono en el bien de todos.

Debemos aprovechar esa visión, ya que la fuerza de Europa en el futuro no está en el aislamiento frente a las injusticias, sino en plantar cara a las fuerzas del dolor, la miseria y la destrucción del mundo más allá de nuestras fronteras. Hemos sanado las heridas de las naciones en nuestro propio continente. Nuestro interés y de hecho quizá nuestra supervivencia dependen de que exportemos en los próximos cincuenta años los logros alcanzados en los últimos cincuenta. Las transformaciones del mundo como el cambio climático, el crecimiento demográfico y la proliferación nuclear destacan lo que usted ha denominado «la insuficiencia del unilateralismo». El mundo necesita mecanismos mundiales para llegar a consensos sobre estas cuestiones.

¿Y cuál sería el modelo a seguir? Ninguno es mejor que nuestro método comunitario, probado durante 50 años. Aun así, en el momento en que Europa alcanza la mayoría de edad en la escena internacional, algunos intentan dividirnos desde dentro. ¿Qué debemos decir a los euroescépticos que afirman que la Unión Europea ya no sirve o que el sueño europeo está amenazado por la globalización, o que la integración amenaza nuestra identidad nacional? Esas personas oyen, pero no escuchan. Señor Prodi, usted ha seguido sabiamente el consejo de Cavour, que nos decía que había descubierto la forma de engañar a los diplomáticos: «Les digo la verdad y nunca me creen».

Como nos dijo usted en Berlín con ocasión del 50º aniversario de Europa:

(IT) «Para crear necesitamos sentido común, paciencia, fe y, también, una pizca de locura».

(EN) Se requiere estar un poco loco, creer en sí mismo, así como agallas y voluntad para hacer frente al futuro. Ahora no es el momento para la apatía o el egocentrismo. Nuestros dirigentes deben mostrarse firmes: más Europa y no menos es la clave de la competitividad; más Europa y no menos es la clave de la seguridad; más Europa y no menos es la clave para un mundo justo. Por eso es sumamente importante llegar a un acuerdo institucional en la conferencia intergubernamental del mes que viene. Únicamente unas instituciones más fuertes podrán construir una Europa más vigorosa.

Señor Prodi, fue Leonardo da Vinci, su compatriota, quien nos enseñó:

(IT) «El que fija su mirada en una estrella no cambia de parecer».

(EN) Gracias por mantenerse fiel a su visión.

(Aplausos)

 
  
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  Cristiana Muscardini, en nombre del Grupo UEN. – (IT) Señor Presidente, Señorías, necesitamos aprobar urgentemente el nuevo tratado. Esta urgencia va unida a la necesidad de simplificar la Unión y hacerla más fácilmente comprensible para sus ciudadanos. Pero minimizar las dificultades que existen y que son la causa de las dudas que hasta ahora nos han impedido llegar a un acuerdo no es, desde luego, la forma de avanzar.

El Primer Ministro italiano, antes Presidente de la Comisión, tiene que ser consciente de que las propuestas vagas e imprecisas conducen a respuestas difusas e inconcretas, que es justo lo contrario de lo que los ciudadanos quieren. Es la filosofía del posibilismo, que emprende mil caminos pero no completa ninguno de ellos, sobre todo cuando los caminos son los mismos que, durante más de una década, hemos visto emprender y luego abandonar.

La crisis es patente y no es un asunto baladí, y por consiguiente necesitamos soluciones adecuadas cada vez con mayor urgencia. Por tanto, los esfuerzos de la Canciller alemana y las manifestaciones del Presidente Sarkozy nos infunden esperanza una vez más a los eurófilos. Pretendemos conseguir lo que es factible, no lo que es imposible. Creemos que el compromiso, cuando es noble y respetable, constituye el fundamento de la política. Cuando la gente dice «no a los compromisos» es porque ya se han cerrado pactos que tienen escasa importancia y poco valor moral.

Cuando existe una crisis evidente, hay que abandonar rápidamente los proyectos irrealizables y, en cambio, hay que consolidar aquello sobre lo que puede llegarse a un acuerdo inmediato: un mayor sentido práctico por parte de nuestras instituciones, mayor aprovechamiento de la subsidiariedad; una política común para nuestras fronteras; terrorismo; estimular la economía y la competitividad mediante la puesta en práctica de las infraestructuras necesarias sin mayores indecisiones, sobre todo en lo referente a la movilidad; una política energética común; defensa del contrato social; reglas claras que eviten la competencia desleal con una postura más firme por parte de la Unión en el seno de la OMC; y armonización de la legislación criminal sobre los delitos violentos contra los niños.

Los ciudadanos no pueden confiar en Jefes de Gobierno que, en Estrasburgo, describen a Europa en unos términos simples y, en sus propios países, no ejecutan los proyectos que ha aprobado Europa. Estrasburgo está exigiendo una política exterior común, en lugar de actuar en solitario, como ha ocurrido en Afganistán. La falta de seguridad en las fronteras, debido a una política confusa y contradictoria sobre inmigración, reduce la confianza de los ciudadanos. Los primeros en sentir los efectos de esto son los inmigrantes legales. Los enlaces ferroviarios de alta velocidad, que han sido aprobados en todas las instancias comunitarias, han quedado bloqueados debido a diferencias dentro del Gobierno italiano y, análogamente, el crecimiento se halla en un punto muerto.

Señor Presidente, creo que cuando la gente nos habla de «la importante función de los diputados al Parlamento Europeo», deberíamos procurar recordar en todos los países, incluido el propio, que hasta ahora a los miembros de la Convención Europea, los miembros italianos, jamás se les ha solicitado mantener un intercambio de ideas y realizar sus aportaciones. Eso también es significativo. ¡Menos palabras y más acción!

 
  
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  Monica Frassoni, en nombre del Grupo Verts/ALE. (IT) Señor Presidente, Señorías, el Grupo de los Verdes/Alianza Libre Europea desea darle la bienvenida, Primer Ministro Prodi, a esta Cámara, en parte porque en los últimos tiempos, lamentablemente, no ha habido demasiadas intervenciones de compromiso decidido en cuanto a una solución de máximo nivel para la crisis constitucional. Nos tememos, por ejemplo, que mañana el Primer Ministro neerlandés entone una partitura totalmente diferente.

Comprender los argumentos de los demás está muy bien, pero la experiencia nos enseña que casi siempre son los planteamientos de la oposición los que triunfan. Sabemos que, al final, incluso los Gobiernos más europeístas, como el suyo, ceden gradualmente a los razonamientos de quienes entienden el verdadero formato del Gobierno europeo dentro del aspecto intergubernamental y de las relaciones de poder entre los Estados. Eso es lo que ocurrió en Maastricht, Amsterdam y Niza. Usted ha dicho que su Gobierno no aceptaría compromisos basados en el mínimo común denominador, y confiamos en que eso sea verdad, ya que a menudo los ejemplos del pasado no han sido demasiado edificantes.

A los Verdes no les gusta el chantaje, el conflicto o las rupturas. Estaríamos encantados con una Europa armónica, innovadora y verdaderamente sostenible y unida y la Europa de 27 miembros es un logro importante. Pero seamos claros: el chantaje, hasta ahora, solo ha venido de quienes desean obstaculizar una solución a la crisis constitucional y eso es un hecho que no podemos dejar pasar sin censurar. Incluso la mayoría dentro de este Parlamento se ha abstenido, en los últimos meses y años, de hacer ninguna propuesta de naturaleza ligeramente atrevida, prefiriendo esperar una iniciativa por parte de los Gobiernos.

Creemos que existen dos o tres condiciones que podrían permitirnos, señor Prodi, salir de este punto muerto y esperamos sinceramente que el Gobierno italiano coincida plenamente con nosotros en este tema. Tiene que haber una sólida alianza entre los 18 países que han ratificado la Constitución, así como este Parlamento, la Comisión y algunos Parlamentos nacionales, para hacer frente a la tendencia a desmantelar el Tratado Constitucional.

Usted ha hecho una lista de algunos asuntos y yo quiero añadir al menos otros dos: primero, el asunto de la Carta de los Derechos Fundamentales, y segundo, el tema de la reforma de la cláusula de revisión. No podemos seguir así, con un tratado que ha sido aprobado por unanimidad y donde el Parlamento Europeo ha sido dejado de lado.

La segunda condición es que ustedes, los Gobiernos, han de tener el valor de hablar a la opinión pública acerca de las decisiones que hay que tomar y las diferencias que existen entre ustedes sobre el futuro de Europa, así como para recabar su apoyo. No se escondan en misteriosas negociaciones secretas. No excluyan a este Parlamento de la reforma de la Constitución Europea durante la Conferencia Intergubernamental que se está preparando en estos momentos, principalmente porque la experiencia demuestra que los ganadores en las negociaciones intergubernamentales secretas son los otros.

Nosotros, y con esto acabo, señor Presidente, no tenemos ningún miedo al debate sobre el tema central, aun cuando no nos guste. De hecho, pensamos que solo si nos enfrentamos a determinados Gobiernos y ciertos pueblos planteando la disyuntiva de quedarse dentro o salir, finalmente decidirán quedarse con nosotros.

 
  
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  Francis Wurtz, en nombre del Grupo GUE/NGL. – (FR) Señor Presidente, quisiera hacer tres breves comentarios. El primero no se refiere directamente al señor Prodi, sino a las famosas doce preguntas formuladas por la Presidencia del Consejo a los Jefes de Estado y de Gobierno. Una de ellas dice literalmente lo siguiente: «¿Qué opinan de la propuesta de cambiar la terminología sin modificar por ello la sustancia jurídica, por ejemplo, por lo que respecta al nombre del Tratado?». ¿Cómo quieren que el ciudadano que lea esto no se diga que los dirigentes europeos lo toman por completamente tonto, por no decir otra cosa peor?

Más fundamental aún, el señor Prodi acaba de subrayar que los electores europeos deben saber cuál va a ser el papel del Parlamento Europeo, si habrá o no una presidencia estable en el Consejo Europeo y un Ministro de Asuntos Exteriores europeo, y cómo estará constituida la Comisión. Todas estas cuestiones son, en efecto, importantes. Pero ¿no oyen ustedes otras preguntas más contundentes y significativas que se formulan alrededor de ustedes y a las que ninguno de ustedes responde jamás? Por ejemplo: hasta economistas liberales se preguntan adónde amenaza con conducirnos, en el contexto mundial actual, una política de libre comercio desenfrenada, asociada a la libre circulación de los capitales, a una libertad absoluta para deslocalizar los medios de producción y a una libertad total de circulación de los inversores extranjeros, incluidos los más depredadores. ¿Qué cambios proponen a este respecto en el acervo comunitario?

Otras voces, y no las menos importantes, se alzan contra la guerra fiscal que lidian los Estados miembros, o bien a favor de un cambio de estatuto del Banco Central Europeo o también por una política industrial controlada en los sectores clave de la economía moderna, fuera de las normas de la libre competencia. ¿Qué ruptura con lo existente consideran deseable o aceptable desde este punto de vista? ¿Debe ser Europa una cuestión de mercado o una cuestión de política en relación con el mercado? ¿Hasta qué punto la democracia termina allí donde comienza el reino de la economía de mercado abierta o donde reina la libre competencia? Estas preguntas están sobre la mesa. ¿Qué piensan ustedes al respecto?

Una última palabra para el señor Barroso, ausente hoy, que manifestó su alegría por lo que considera victoria del «sí» en las elecciones francesas. Es una falsa ilusión. Es cierto que el nuevo Presidente francés apoya el «sí». Por esa razón temía, al igual que ustedes, un nuevo referendo. Pero los compromisos que ha tenido que contraer en torno a Europa para que se aceptara su negativa a consultar de nuevo a los ciudadanos dicen mucho sobre el arraigo persistente de las aspiraciones antiliberales en este país. Y podremos recordarle en particular su discurso de referencia a este respecto, pronunciado el 21 de febrero aquí mismo, en Estrasburgo, y titulado «Quiero que Europa cambie». La verdadera cuestión es sin duda esta: aparte de las innovaciones institucionales, ¿a qué cambios están dispuestos?

(Aplausos)

 
  
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  Nigel Farage, en nombre del Grupo IND/DEM. – (EN) Señor Presidente, de nuevo en esta Cámara y en su habitual estilo apasionado, el señor Prodi ha confirmado que cree en los Estados Unidos de Europa y que debemos hablar con una sola voz en la escena mundial. Señor Prodi, aunque no estoy de acuerdo con esos puntos de vista, tengo al menos que felicitarle por la honestidad con la que dice las cosas. Me sorprende que haya tenido tiempo para venir aquí, en vista de que en Italia han tenido 38 Primeros Ministros en los últimos sesenta años y según parece podrían estar en vísperas del número 39. No cabe duda de que es un gran privilegio contar con su presencia.

Cuando nos dice que la seguridad es tan importante –este «impulso hacia una cooperación más estrecha», como usted lo denomina–, en particular el día en que la policía británica ha anunciado que formulará acusaciones en el caso del ex agente del KGB, Alexander Litvinenko, que fue asesinado hace poco en Londres, me pregunto si realmente queremos su estilo de justicia, dado que Mario Scaramella, la persona que intentó advertir al señor Litvinenko de lo que le iba a suceder, languidece en una prisión italiana desde hace seis meses. Las acusaciones contra él cambian continuamente y en realidad no ha comparecido ante un juez. Si lo que nos propone es que abandonemos el Derecho común y el hábeas corpus por esta especie de sistema europeo, mi respuesta es no, muchas gracias.

Celebremos un auténtico debate, señor Presidente. Señor Schulz, 16 países han aprobado la Constitución Europea, no 18, así que respetemos la verdad y discutamos con honestidad y franqueza y no sigamos intentando hacer caso omiso de los referendos de Francia y los Países Bajos. El señor Prodi ni siquiera los ha mencionado en su discurso.

La población ha dicho que no. Decenas de millones de europeos exclaman: «Dejen que el pueblo decida su futuro». Dejen de comportarse como una apisonadora, dejen de echar a un lado la opinión pública. Si quieren su Tratado, háganlo, pero dejen que los ciudadanos decidan su futuro. No se lo impongan.

 
  
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  Jean-Marie Le Pen, en nombre del Grupo ITS. – (FR) Señor Presidente, señor Primer Ministro, los eurócratas de la Comisión y del Consejo han debido dar un inmenso suspiro de alivio la tarde del 22 de abril: para ellos, Royal o Sarkozy, la UMP o el Partido Socialista, eran la garantía de que la Constitución europea, masivamente rechazada por dos pueblos en 2005, volvería a encarrilarse, pasando por encima de la democracia. Uno y otra eran candidatos y potenciales Presidentes ideales. Al igual que el señor Bayrou.

Tanto Sarkozy como Royal fingen creer, como ustedes mismos, que los franceses solo rechazaron las políticas de Bruselas, cuando rechazaron también los elementos institucionales que hoy nos quieren reintroducir por la puerta de atrás, es decir, el Ministro único de Asuntos Exteriores –ese Ministro único que, de haber existido, nos habría implicado a todos en la guerra de Iraq–, el Presidente supuestamente elegido, la Comisión reducida a funcionarios procedentes de ciertos países, la comunitarización de todas las políticas, que priva a los Estados de cualquier derecho de veto, en resumen, el superestado europeo burocrático y omnipotente.

Para ustedes era mejor incluso que saliera elegido Sarkozy, en vez de Royal, puesto que el primero pretende que la Constitución sea ratificada por el Parlamento, mientras que la segunda pretendía tener en cuenta hasta cierto punto la expresión de la voluntad popular.

Tras el nombramiento de un Ministro socialista y un secretario de Estado socialista de Asuntos Europeos y antes de que apenas hubiera habido tiempo para el traspaso de poderes del antiguo al nuevo Presidente de la República, Sarkozy se precipitó a Berlín para confirmar la ratificación por vía parlamentaria, su apego al superestado europeo y su voluntad de no ser más que el gobernador de una provincia europea. La Canciller alemana puede estar tranquila: gracias al señor Sarkozy, su Presidencia de Europa será un éxito. Podrá presentar en junio un plan de trabajo para el relanzamiento del proceso constitucional y la firma de la condena a muerte de las naciones y la soberanía de los pueblos.

Elegido por el 53 % de los franceses, el señor Sarkozy traiciona ya las aspiraciones de buena parte de ellos, y en particular del 55 % de los ciudadanos, tanto de derecha como de izquierda, que votaron «no» en mayo de 2005.

(Interrumpido, el orador se dirige al señor Schulz: «¿Qué le pasa, señor Schulz, está enfermo?», después se desdice: «¡Ah, si es usted, señor Cohn-Bendit, siga y vaya a enseñar a los niños pequeños!»)

 
  
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  El Presidente. Señor Le Pen, lo que ocurre con las votaciones es que en ocasiones se inclinan hacia un lado y en otras, hacia el contrario, algo que usted, por supuesto, sabe de sobras.

 
  
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  Jana Bobošíková (NI).(CS) Señorías, se suponía que la Constitución Europea iba a fortalecer a la Unión como actor en la escena mundial, pero ¿qué ha ocurrido en realidad? Lo que resultó fue un documento incomprensible, cuya aprobación no era un asunto de la incumbencia de los ingenieros sociales que lo crearon. Los ciudadanos de dos países han proferido un rotundo «no». El documento es además monstruoso, distrayendo durante una serie de años la atención de los políticos de temas más apremiantes. Introduce un conflicto innecesario en el seno de la Unión y confirma la sospecha de que la Unión es un asunto insignificante; no en términos geográficos, sino en el de las perspectivas de sus dirigentes, que son incapaces de aceptar el fracaso de este proyecto y de proponer otro distinto a la opinión pública. Los Jefes de Estado prefieren pasar de puntillas por encima del asunto, en lugar de admitir abiertamente que en Roma, hace tres años, firmaron un documento que la opinión pública ha venido rechazando desde entonces. Se trata de un callejón sin salida y tenemos que encontrar un camino diferente para seguir adelante.

No es el futuro de Europa como agente global lo que va a estar en peligro por culpa del fracaso de aprobar la Constitución. Lo que lo pone en peligro es el alejamiento de los políticos respecto de la vida real y las inútiles discusiones sobre un texto muerto. Los ciudadanos de los Estados miembros cada vez entienden menos el lenguaje de las instituciones europeas y de sus representantes. Nuestros socios globales, además, procurarán explotar la ausencia de unidad de la UE y la vanidad de sus dirigentes.

Creo firmemente que la UE necesita reformar sus instituciones y que precisa un nuevo documento unificador que delimite claramente el ámbito de autoridad de la Unión y de los Estados miembros. Necesitamos un tratado que sea conciso, comprensible y justo, y por tanto aceptable para nuestros ciudadanos, al tiempo que sea, lo que es más importante, un tratado que sea algo más que una versión modificada o recortada de la Constitución rechazada. Creo que las políticas sobre pensiones, impuestos, salud, asuntos sociales, cultura, justicia y energía nuclear deben permanecer en manos de los Estados miembros. Otros ámbitos políticos deben someterse a debate. Algunos de nosotros, tanto en la vida política como en la normal, hemos tenido fracasos y eso es lo que ahora les ha ocurrido a los paladines de la Constitución Europea. Deberían superar su tozudez y admitir la derrota. Deberían además iniciar las negociaciones acerca de un nuevo tratado a la mayor brevedad. Espero un planteamiento realista así por parte de la Cumbre de junio y de las Presidencias alemana y portuguesa. Solo así podremos aumentar la confianza en el proyecto europeo, tanto entre los ciudadanos de la UE como en el ámbito económico y político global más amplio.

 
  
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  Romano Prodi, Primer Ministro de Italia. (IT) Señor Presidente, Señorías, quiero expresarles mi agradecimiento por este debate que, como todos los debates en este Parlamento, ha sido conciso, constructivo y franco. Ha puesto de relieve una gran variedad de posturas respecto del futuro de la Unión Europea. Escuchando a algunos de los últimos oradores, algunas posturas resultan irreconciliables.

Este problema, desde luego, debe ser abordado, debatido y dilucidado de una manera abierta y democrática, como siempre sucede y siempre ha ocurrido dentro de este Parlamento. Justo este hecho ha sido el que me ha animado ha pronunciar mi discurso inicial; precisamente para regular esta gran diversidad y disparidad de opiniones es para lo que tenemos que tener unas reglas que nos permitan gestionar la Unión Europea, como hemos hecho todos.

Estamos olvidando el largo camino recorrido para organizar el Tratado Constitucional; estamos olvidando los 18 meses de la Convención, los debates, la implicación de los Parlamentos nacionales y del Parlamento Europeo. Estamos olvidando que no se ha tratado de un debate cerrado. Sin embargo, alcanzamos un resultado; cito las palabras de Cristiana Muscardini: «pero debemos prestar atención al hecho de que en política es necesario alcanzar un compromiso, un compromiso noble». Bien, ¡el proyecto de Constitución ya era un compromiso!

Como Presidente de la Comisión Europea, lamenté el hecho de que en ese Tratado faltaran algunos grandes avances. Queríamos ese compromiso, porque sabíamos, con la visión pragmática de la política, que uno no puede conseguirlo todo. Sabíamos que nuestra idea de Europa era aún más fuerte, pero que eso, en aquellos momentos, era lo que nos permitían las circunstancias históricas.

Fue firmado por todos los países en la Unión, incluido el Reino Unido, bajo la responsabilidad de los Gobiernos de la Unión. Ahora, la gente anda diciendo que el Tratado fue creado en un pequeño habitáculo alejado de los deseos de la gente. ¡Fue creado por los representantes de la gente! ¡Fue firmado por los Gobiernos elegidos por los pueblos! ¡Eso fue lo que ocurrió! Evidentemente, todavía podemos buscar un compromiso, ya que a lo largo de nuestra vida siempre hemos buscado el compromiso, pero no podemos permitir que el compromiso frustre y anule el proyecto europeo.

Ese es el límite último que nos pusimos y es por esa razón por lo que he pronunciado un discurso en el que he esbozado los puntos fundamentales que no podemos abandonar: constituyen la voluntad de la gente, el tema de los pilares y el tema del Ministro de Asuntos Exteriores. ¿Cómo puede ser que nos avergoncemos de llamar Ministro de Asuntos Exteriores a la persona que nos representa? Llamen a esta figura Secretario de Estado, si lo desean, utilizando la terminología anglosajona. ¿De qué tenemos miedo? ¿No nos damos cuenta de lo mucho que nos ha costado a lo largo de los años no contar con un Ministro de Asuntos Exteriores? ¿No nos percatamos de lo que no hemos podido hacer en Oriente Próximo y todas las zonas circundantes y cómo hemos dejado deteriorarse la situación política, por culpa de nuestras propias divergencias?

¿Es esta la responsabilidad con que nos vamos a enfrentar a la historia? Miren, lo que va a estar en juego durante los próximos días es este aspecto final de nuestra unidad política, el aspecto definitivo de nuestra capacidad para representar a Europa en el mundo. Si no podemos entender eso ahora, ¿cuándo vamos a ser capaces de ello? ¡No han transcurrido más que un par de años desde que abandoné el cargo en la Comisión! Así pues, a la vista de las relaciones de poder en el mundo –China, India, Asia–, el problema ha consistido en que Europa no ha sido capaz de hablar a estos grandes pueblos y no ha sabido hablar en pie de igualdad a los Estados Unidos, ni de convencerlos.

¿No es suficiente lastre para nuestro futuro? ¿Deseamos continuar sin pintar nada durante toda otra generación? Esa es la pregunta que les planteo en vísperas de la Conferencia Intergubernamental y del Consejo Europeo. Ya no formulo ninguna otra pregunta. Apelo al sentido de la responsabilidad de Europa frente a la Historia, a nuestras vidas y las de nuestros hijos.

 
  
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  El Presidente. Muchas gracias, señor Prodi; el sentir de esta Cámara queda expresado por sus aplausos.

 
  
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  Antonio Tajani (PPE-DE). – (IT) Señor Presidente, Señorías, después de meses de penuria, la iniciativa de la Canciller Merkel y la elección de Nicolas Sarkozy para la Presidencia de la República Francesa han venido a proporcionar nuevas esperanzas a Europa. A pesar de alguna resistencia, existe ahora una posibilidad real de producir un nuevo tratado que consagre las normas de una institución tan única como la Unión Europea. Está claro, por desgracia, que el texto resultante de los trabajos que estuvieron tan bien dirigidos por la Presidencia italiana bajo Silvio Berlusconi, y que fue firmado en Roma, ya no puede entrar en vigor.

Sin embargo, si queremos que Europa desempeñe el papel que merece en la escena internacional, tenemos que salvar la esencia del tratado. Estoy pensando en el principio de decisiones adoptadas por mayoría acerca de cuestiones importantes, en la voz única sobre política exterior y en la duración de la Presidencia. Aprobar un texto reducido solo constituiría un primer paso adelante. Ciertamente, si aspiramos a la perfección corremos peligro de perder la oportunidad de conseguir algo que esté a nuestro alcance, pero es importante continuar por el camino por el que nos hemos embarcado y tomar una decisión antes de las elecciones europeas en 2009. Espero, pensando en el futuro, que en su nueva legislatura, este Parlamento también cuente con un cometido constitucional, tal como han sugerido varias personas, entre ellas el señor Gargani, Presidente de la Comisión de Asuntos Jurídicos, y el señor Brunetta.

La Europa de 27 miembros, no obstante, no solo necesita reglas institucionales para un mejor funcionamiento. Necesita identificarse con los valores que conforman su auténtica base, los fundamentos sobre los que construir una Unión que, en el futuro, no se diluya al enfrentarse a las dificultades. Sería un error no garantizar que la libertad, la solidaridad, la subsidiariedad y el papel central del individuo formen las piedras angulares de las instituciones comunitarias. Sería un grave error renunciar a nuestra identidad, a nuestras raíces judeocristianas y a un modelo social basado en una familia compuesta por padre, madre e hijos.

 
  
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  Gianni Pittella (PSE). – (IT) Señor Presidente, Señorías, el señor Tajani expone unos argumentos que nada tienen que ver con el debate de hoy, al tiempo que por otra parte hemos escuchado palabras claras, rotundas y decididas del Primer Ministro Prodi, que colocó a Italia a la cabeza de la integración europea y concedió mayor fuerza al Parlamento Europeo, que siempre figura en vanguardia en la lucha en favor de la reforma constitucional de la Unión.

Estas palabras han sido muy claras por lo que respecta a un aspecto central: tenemos que volver a partir del proyecto de Constitución ratificado por los 18 países, y no de Niza. Tenemos que otorgar un mandato concreto, no un mandato abierto, a la Conferencia Intergubernamental. No podemos desechar un proyecto de Constitución que ha sido aceptado por la gran mayoría de los ciudadanos y que proporciona respuestas precisas, no vaguedades, señora Muscardini. El señor Prodi ha enumerado estas respuestas concretas en su introducción y en su réplica.

Sin una Constitución, estimado señor Wurtz, la Unión Europea es más débil y corre mayor riesgo de que degenere en una simple zona de libre comercio. Eso es por lo que a veces no comprendo algunas posturas sumamente radicales adoptadas por la izquierda. El discurso pronunciado por el Primer Ministro Prodi ha proporcionado al Parlamento y a todos nosotros más coraje y fortaleza y podremos cubrir la etapa siguiente con mayor determinación y tenacidad.

 
  
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  Bronisław Geremek (ALDE). – (PL) Gracias, señor Presidente. Quiero empezar diciendo lo mucho que me complace que el Primer Ministro Prodi no esté cansado de Europa. Un filósofo dijo en cierta ocasión que el cansancio era la amenaza más seria para Europa. Quiero recordar que cuando el señor Prodi era Presidente de la Comisión Europea, emprendió la difícil tarea de ampliar la Unión Europea. Llevó a cabo la ampliación a pesar de las opiniones negativas expresadas a menudo por los medios de comunicación y por la opinión pública, o al menos por ciertos sectores de esta. El señor Prodi tuvo éxito porque creía en el futuro de Europa.

Quisiera que esa misma convicción sustentara la reflexión actual sobre el futuro de Europa. Son muchos en esta Cámara los que comparten mi opinión de que la Unión Europea necesita ahora una sabia reforma institucional. Pero se plantea la pregunta de hasta qué punto, en las actividades del Consejo Europeo, se invoca el método comunitario mencionado por el señor Prodi como el mecanismo que está haciendo avanzar a Europa. Es decir, ¿qué papel desempeña en las actividades de los representantes gubernamentales? El señor Prodi ha desempeñado cierto papel en la Comisión Europea, pero otro muy distinto en el Consejo Europeo. Para el observador externo, parece a veces que el egoísmo nacional es el único criterio utilizado por el Consejo, en lugar de la reflexión basada en categorías de interés común.

Creo que este asunto tiene una especial importancia. El Parlamento entiende lo que significa ser una comunidad, y ese espíritu está también presente en la Comisión Europea. ¿Qué puede hacerse para conseguir que el Consejo Europeo se deje guiar también por ese espíritu?

 
  
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  Roberta Angelilli (UEN). – (IT) Señor Prodi, intervengo en nombre del Grupo Unión por la Europa de las Naciones que, quiero recordar al señor Prodi, representa el cuarto partido político más grande en el Parlamento Europeo. Quiero volver a insistir en algo: ¡Europa está muy cerca de nuestros corazones! El señor Fini, presidente del partido que yo represento, fue uno de los que en la Convención contribuyeron con entusiasmo al actual proyecto de Constitución. En términos más generales, nosotros los italianos tenemos una larga e ininterrumpida tradición europeísta y, por tanto, no podemos más que apoyar el llamamiento hecho hace unos meses en esta misma Cámara por el señor Napolitano, Presidente de la República Italiana, pidiendo que se aprobara la Constitución cuanto antes.

Una de las razones por las que esta Constitución es necesaria es poder tener una política exterior común. Señor Prodi, ha hecho usted bien en apuntar a la política exterior común, que tanto echamos de menos, especialmente en este momento de crisis internacional.

Quiero aprovechar la oportunidad, a este respecto, para dar las gracias a los que, en todo el mundo, participan en misiones de paz, sobre todo en Afganistán, el Líbano y Palestina, empezando por los cerca de 8 000 italianos. Se trata de misiones importantes y firmemente apoyadas por todas las fuerzas políticas italianas, aunque, para ser sinceros, señor Prodi, hay algunas excepciones vergonzosas en su mayoría gobernante.

Quiero volver a la Constitución para expresar una queja y un deseo. La queja es que en el texto no se hayan podido mencionar las raíces cristianas de Europa; el deseo es que se consiga el objetivo de una rápida aprobación de la Constitución. Estoy convencida de que Italia, como siempre, desempeñará bien su papel.

 
  
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  Johannes Voggenhuber (Verts/ALE).(DE) Señor Presidente, ¿con cuánta frecuencia me he preguntado estos últimos meses: «¿dónde está Romano Prodi? ¿Dónde están los Gobiernos que defenderán la Constitución?» Hoy, Primer Ministro, le vuelvo a encontrar; he encontrado a Romano Prodi en las barricadas. Puede que le haya encontrado tarde, pero le he encontrado. Le he encontrado defendiendo el consenso, separándose de las filas de los Gobiernos que, un día sí y otro también, declinan su responsabilidad histórica respecto a Europa a cambio de calderilla.

Puesto que usted, señor Primer Ministro, ha dicho que tenemos que respetar los argumentos de otros, quiero preguntarle a quién se refiere por otros. Si se refiere a los ciudadanos, incluidos los que han votado «no», entonces no me preocuparé. Sabemos lo que quieren; quieren más democracia, más transparencia, más responsabilidad social; una Europa mejor, una Constitución más convincente. ¿O se refiere por «otros» a los Gobiernos que hacen un uso indebido de la crisis en torno al proceso de ratificación para abusar de nosotros con sus viejas demandas, con sus viejas reclamaciones de poder, con todas las cosas que nosotros, en la Convención, sacamos de los que deliberadamente desvían la insatisfacción del público hacia Europa para conservar su poder sobre una Europa sin democracia europea, sin una dimensión social y sin un papel compartido en el mundo, aquellos cuyo interés está en las luchas de poder de los reaccionarios, azuzando a la Europa de los pasillos del poder contra la Europa de los ciudadanos?

Ha hablado usted de nuestra necesidad de compromisos y eso también nos lleva a plantear una pregunta muy pertinente. El compromiso que se desprende de las doce preguntas es el compromiso como una mentira histórica sobre Europa, porque lo que también hay que hacer, señor Primer Ministro –y yo le agradezco particularmente que lo haga visible– es conservar no solo el contenido, sino también el espíritu de la Constitución. Si decidimos que las leyes no deben llamarse ya leyes, sino reglamentos, estamos negando a los ciudadanos la legitimidad histórica a la que tienen derecho, porque esas cosas siguen siendo, por su contenido, leyes. La negación de la primacía del Derecho europeo es falsa, porque sigue teniendo una existencia soterrada y el Ministro de Asuntos Exteriores sigue siendo lo que nosotros queríamos que fuera. Está claro que el compromiso no puede ser ni un farol ni una mentira. Porque también tenemos que luchar por defender el espíritu de la Constitución.

(Aplausos)

 
  
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  Roberto Musacchio (GUE/NGL). – (IT) Querido Presidente Prodi, precisamente porque yo siento la misma pasión que usted por Europa, estoy convencido de que para relanzar el proceso constitucional necesitamos un nuevo impulso de energía basado en la democracia y los derechos. Cada vez estoy más convencido de que la lógica intergubernamental no constituye la solución de los problemas, sino que forma parte de ellos y puede conducirnos a un minitratado o incluso a una Europa de dos velocidades.

Ahora son los ciudadanos y los diputados al Parlamento Europeo los que tienen que tomar la iniciativa, confiando un nuevo mandato constitucional a un Parlamento Europeo dotado de esas funciones, para conseguir un texto nuevo y un referendo europeo nuevo; tenemos que cambiar el texto y el contexto.

Debemos situar en el centro unos derechos exigibles claros que definan la ciudadanía europea. Son el derecho al trabajo y los derechos laborales los que confirman que lo normal en Europa es un empleo estable y de alta calidad, ¡y no el empleo altamente precario que está surgiendo con la «flexiguridad»!

Necesitamos un derecho garantizado al medio ambiente, lo que requiere unas políticas innovadoras, fundadas en la cooperación y las visiones polifacéticas como las que deben llevar a la ratificación de un acuerdo posterior a Kyoto, y no la mera lógica de la competencia comercial.

Necesitamos un derecho a la paz, nacido del rechazo de la guerra, y una política de la UE basada activamente en esos valores y prácticas, como su propia política exterior.

Necesitamos una nueva Europa, la única posible, que se está haciendo cada vez más necesaria. Podemos construirla con el apoyo de los ciudadanos y los diputados al Parlamento Europeo.

 
  
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  Paul Marie Coûteaux (IND/DEM).(FR) Señor Presidente, hace dos años por estas fechas, el «no» francés condenó a muerte la Constitución europea, confirmada luego por los Países Bajos y el Reino Unido, y después por la República Checa y Polonia. Estuvo también el escaso entusiasmo de los dos únicos países que dijeron «sí» en referendo popular, Luxemburgo y España. En España, apenas el 32 % de los electores inscritos aprobaron el texto. En pocas palabras, el proceso constitucional descarriló y finalmente quedó detenido, y debemos este fracaso principalmente a Francia.

Por tanto, todo estuvo claro para nosotros, los soberanistas franceses, en cuyo nombre de hablo aquí: ¡era a Francia a la que había que embaucar, a los franceses a quienes había que engañar! Pues bien, así se hizo con una artimaña gigantesca. Cuando llegaron las elecciones presidenciales, primero fueron preseleccionados dos candidatos para que, una vez elegido uno de ellos y respaldado entonces por una nueva legitimidad, dijera sí allí donde los franceses quisieron decir no. Es el sentido del vergonzoso gesto del señor Sarkozy de ir corriendo a ver a la señora Merkel el día mismo del traspaso de poderes.

No debe caber duda alguna sobre la ilegitimidad de este «sí» arrancado a Francia mediante esta maniobra presidencial. Sé muy bien que todos en el pequeño acuario silencioso y animado de las oligarquías bruselenses se van a reunir para elaborar un nuevo texto, que desde luego no llamarán constitución, sino reforma institucional, lo que viene a ser lo mismo.

Sin embargo, los partidarios del «no» no están muertos. El señor Barroso no debería hacerse ilusiones, y tampoco usted, señor Prodi: tarde o temprano, Francia alzará de nuevo su voz, porque Francia, a pesar de toda oposición, siente apego por sus libertades. Y esas libertades, las libertades nacionales, acabarán por triunfar, a pesar de sus endebles maquinaciones.

 
  
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  Koenraad Dillen (ITS). – (NL) Señor Presidente, señor Prodi, usted sabe mejor que nadie cómo funcionan las instituciones europeas. Como ex Presidente de la Comisión, está usted por tanto bien situado para entender por qué los ciudadanos europeos dan cada vez más la espalda a la Europa de nuestros días. La burocracia, el exceso de regulación, la falta total de respeto por el principio de subsidiariedad, lo políticamente correcto, la falta de respeto por las raíces cristianas de Europa y el deseo obsesivo de admitir a la Turquía islámica en la UE han hecho que, en la actualidad, la mayoría de los europeos equiparen el ideal europeo de los padres fundadores a un superestado entrometido que ya no escucha los deseos de los ciudadanos.

En los últimos años hemos visto algunos ejemplos sorprendentes de la sordera deliberada de la Europa oficial. En Francia y los Países Bajos, en referendos democráticos, los ciudadanos han dicho «no» al superestado europeo. A pesar de ello, la Presidencia alemana se limita a seguir el camino ya tomado. Para Angela Merkel, y me temo que también para usted como miembro del Consejo Europeo, la voluntad de los ciudadanos no importa. Todas las encuestas de opinión indican que si bien los europeos desean estar en términos amistosos con los turcos, no quieren que un país islámico no europeo entre en nuestra Unión. De nuevo, nos limitamos a seguir el camino prefijado.

Pero no nos hagamos ilusiones. Esta negativa a escuchar las necesidades y quejas de los europeos se volverá contra nosotros en cuanto haya una oportunidad, y la Europa oficial no debe venir a nosotros para quejarse de que los ciudadanos votan otra vez «incorrectamente» en algún momento en el futuro.

Quiero terminar diciendo al señor Prodi que el Gobierno de mi país se desprestigió a sí mismo la semana pasada al impedir, por razones comerciales, que el Dalai Lama visitara Bélgica. Nadie quiere ofender a China. Es muy lamentable que la regla aplicada en estas situaciones parece ser la del Erst das Fressen und dann die Moral. Espero, por tanto, que en el Consejo Europeo intervenga usted para llamar la atención sobre la actitud de su Gobierno, el cual, aunque le gusta la lírica sobre los derechos humanos, cuando se trata de chips permite que prevalezcan sus propios intereses económicos, y también para denunciar a Bélgica en este asunto. Si Europa quiere defender en serio los derechos humanos, debe tener también el valor de denunciar la hipocresía de algunos Estados miembros.

 
  
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  El Presidente. Puesto que ha hecho una referencia personal a mi persona, señor Dillen, le recuerdo que manifesté mi posición en el Pleno de ayer. No permitiré que nadie impida las conservaciones entre el Dalai Lama y el Presidente del Parlamento Europeo. Se ha enviado una carta; espero que reciba una respuesta y a su debido tiempo tendré algo más que decir sobre el particular.

 
  
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  Irena Belohorská (NI).(SK) Primer Ministro Prodi, permítame que le dé la bienvenida.

Es usted un político con mucha experiencia en lo que se refiere tanto a dirigir un país como a dirigir la Comisión Europea, de la que ha sido usted presidente. Quiero insistir en que, para el futuro éxito de la Unión Europea, es fundamental que se apruebe el Tratado constitucional.

Hace poco hemos celebrado el 50º aniversario de la firma de los Tratados de Roma. Ese aniversario nos recuerda lo mucho que han cambiado las cosas en los años transcurridos y que hay tratados que siguen vigentes y que tienen que modificarse. En ese momento, la Comunidad Europea estaba formada por seis países y era fundamentalmente una agrupación económica. Hoy en día, la Unión Europea está formada por 27 Estados miembros, 12 de los cuales son países poscomunistas. La configuración de la Unión Europea actual es totalmente diferente a la de 1957.

Los Tratados, que se remontan a 50 años, no son transparentes, están escritos en un lenguaje complicado e incluso podrían tacharse de obsoletos. Parece esencial que se apruebe un nuevo Tratado Constitucional y unas nuevas reglas de juego claras. Es necesario darse cuenta de que las reformas propuestas en el Tratado constitucional, como la personalidad jurídica, los derechos humanos fundamentales reflejados en disposiciones vinculantes, la oficina del Fiscal General, las reformas de las instituciones y el proceso legislativo representan cambios que pueden hacer avanzar a la Unión Europea. Ya es hora de dar por finalizado el período de reflexión y de inaugurar un período de acción.

Primer Ministro Prodi, quiero felicitarle por la confianza que depositó usted en Eslovaquia en un momento en el que ese país se había embarcado en lo que usted calificó de un largo viaje. Eslovaquia es un Estado miembro nuevo y joven de la Unión Europea y confía en usted tanto como confía en que Italia y la UE cambien las reglas de juego.

 
  
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  Timothy Kirkhope (PPE-DE).(EN) Señor Presidente, señor Primer Ministro, hoy deliberamos una vez más sobre constituciones e instituciones, cuando lo que realmente interesa a los ciudadanos europeos es el empleo, la prosperidad, el medio ambiente y la pobreza mundial.

Es un mito que la Unión Europea esté en crisis o paralizada y sea incapaz de tomar decisiones, y este es el pretexto que usan algunos Gobiernos para volver a plantear el tema de la Constitución. Sé que usted, señor Primer Ministro, también lo cree.

No se trata de una crisis constitucional. Incluso el Gobierno británico ha dicho que la UE es capaz de tomar decisiones con los Tratados vigentes, y en mi opinión el período de reflexión tras el resultado negativo de los referendos de Francia y los Países Bajos debería haberse utilizado para examinar detenidamente las verdaderas razones del rechazo de la Constitución. En lugar de ello, ahora los debates se centran exclusivamente en qué partes de ella pueden conservarse cueste lo que cueste.

Este debate me entristece, pues creo en la pertenencia de mi país a la Unión Europea y en las posibilidades de hacer el bien que tiene Europa. Siempre he creído que es necesario simplificar los procesos decisorios y las instituciones de Europa y hacerlos más transparentes, como se plantea en la Declaración de Laeken. La ampliación de la UE puede exigir algunas enmiendas a los Tratados vigentes o la firma de nuevos Tratados de vez en cuando, pero no puedo aceptar que esta Constitución sea necesaria ni deseable en estos momentos.

No cabe duda de que el pueblo británico exigirá un referendo para aprobar cualquier nuevo Tratado que proponga nuevas competencias para la UE y mi partido apoyaría esto. Observaremos con gran interés la manera de actuar del Gobierno británico en las próximas semanas. El señor Blair asistirá al Consejo Europeo de Bruselas pocos días antes de retirarse y no debe comprometer a su sucesor en su ausencia. Gordon Brown debe insistir en asistir al Consejo Europeo junto con Tony Blair y asumir plenamente la responsabilidad de lo que firme su Gobierno.

Espero que este tipo de realismo guíe los actos del señor Brown en los tiempos difíciles que tenemos ante nosotros.

 
  
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  El Presidente. Gracias, señor Kirkhope. Según tengo entendido, el Primer Ministro británico mantiene estrechos contactos con Gordon Brown.

 
  
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  Hannes Swoboda (PSE). (DE) Señor Presidente, es un placer verle, Primer Ministro Prodi, en esta Cámara, no solo, por supuesto, por su cargo de Primer Ministro, sino también porque ha hecho usted mucho por Europa.

Señor Prodi, ha hablado usted de política exterior y se lo agradezco mucho. Son muchos en esta Cámara los que dicen ahora que tenemos que presentar un frente unido en nuestras relaciones con Rusia. Otros –muchos otros– dicen que no debemos dejarnos dominar por los Estados Unidos. Necesitamos una Europa fuerte. Todos estamos de acuerdo en que la India, China y Brasil están haciéndose cada vez más fuertes, y nos preguntamos si podremos defender nuestros intereses allí. Luego está el problema de Oriente Próximo, que estamos a punto de debatir, y la Comisaria Ferrero-Waldner está ya ocupando su escaño. ¿Cómo va a contribuir entonces Europa en todos esos ámbitos si no tenemos una Política Exterior y de Seguridad Común, y cómo se supone que vamos a tener una si no hay, en el futuro, ninguna persona que pueda, más allá de toda duda, ocuparse de estos asuntos exteriores y responsabilizarse de ellos?

Sobre esta cuestión en particular, señor Primer Ministro, le pido que se mantenga firme. Estoy totalmente de acuerdo con usted en que no todos los tratados son buenos. Necesitamos uno que vaya más allá del mínimo exigido y que realmente haga avanzar a Europa. Señor Primer Ministro, le deseo lo mejor.

 
  
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  Lapo Pistelli (ALDE). – (IT) Señor Presidente, Señorías, en 1968 había un lema: «Sed realistas, pedid lo imposible.» Hoy tendríamos que decir: «Sed realistas, pedid lo necesario para no hundir este proyecto europeo del que solo sois sus guardianes temporales». Si en 2009 el Parlamento Europeo se presentara para su reelección sin una respuesta institucional convincente, Europa en su conjunto se vería enfrentada a una crisis irreparable de legitimidad, mientras que, por el contrario, los ciudadanos deben ser capaces hoy de escoger sobre la base de un modelo claro como el que ha definido usted.

El Parlamento Europeo se ha pronunciado sobre esta cuestión en numerosas ocasiones y ahora le toca el turno al Consejo. El Primer Ministro Prodi sabe que hoy representa no solo a su propio país, sino a todos los europeístas que no han renunciado a una mayor integración.

Para terminar, les recuerdo una cosa: los que no estén de acuerdo hoy, deben retirarse; los otros pueden avanzar libremente. Recordemos que Europa nació de una vanguardia de países, pero no es necesariamente cierto que mañana pueda relanzarse utilizando el mismo método.

 
  
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  Mario Borghezio (UEN). – (IT) Señor Presidente, Señorías, el Primer Ministro Prodi se nos presenta aquí como ex Presidente de la Comisión Europea con un balance totalmente negativo: ampliación, euro, China, reforma; ¡parece el balance del Instituto de la Reconstrucción Industrial! Hoy, por ejemplo, viendo su entusiasmo con la Constitución Europea superfederalista, no ha tenido el valor de hablar de cambios institucionales en su país. ¿Cuándo se va a tomar una decisión que permita el federalismo que el Norte lleva tanto tiempo pidiendo? ¡Se trata de una cuestión de libertad y también de coherencia política!

El señor Schulz le ha comparado con el Gatopardo. Eso puede parecer una metedura de pata, pero en realidad ha dado en el clavo. Solo un gran Gatopardo como usted podría gobernar con unos partidos políticos que tienen por símbolo la hoz y el martillo cuando presidió la ampliación para integrar a países que se habían liberado del comunismo, y de hecho ahora ha conseguido gobernar representando solo a un tercio de su país.

Miren: desde arriba, Luigi Sturzo y Alcide de Gasperi nos están mirando y posiblemente se sientan avergonzados de estos representantes en nuestro país que han olvidado el compromiso de los padres fundadores con una Europa de los pueblos y de las regiones, no de los grupos de presión. Sus horizontes espirituales, señor Prodi, son los de Goldman Sachs, y no los de campanarios ni de catedrales como son los nuestros.

 
  
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  Marie Anne Isler Béguin (Verts/ALE).(FR) Señor Presidente, señor Prodi, nuestra ambición es continuar la construcción europea. Es cierto que hemos perdido una oportunidad. Al votar «no» al Tratado constitucional, muchos franceses pensaban que ponían freno a la Europa liberal y esperaban influir así para que avanzara la Europa social y ecológica. Ahora sabemos que ha ocurrido más bien lo contrario. Los «no» han condenado nuestras instituciones al ostracismo, y comparto la visión del Presidente Prodi cuando pide que no se tire el bebé junto con el agua del baño.

Europa necesita una constitución, y el compromiso alcanzado por la Convención debe retomarse y mejorarse. Así, si por minitratado, tal como lo presenta el nuevo Presidente francés, entendemos el compromiso constitucional y la Carta de los Derechos Fundamentales, será «sí», sí a un Ministro de Asuntos Exteriores. Pero señor Prodi, ¿qué influencia tendrá ese Ministro sin una verdadera política exterior europea?

Sí, señor Prodi, habrá que mejorar el Tratado. Sería inaceptable que fuera un Tratado de tercera y una ratificación a hurtadillas. El futuro de Europa es asunto de los ciudadanos europeos. Por tanto, digo «sí» a un referendo europeo, simultáneo en los veintisiete países, y ¿por qué no durante las próximas elecciones europeas?

Digo «sí» para que Europa pueda afrontar los retos de hoy –pienso en el cambio climático– que transformarán radicalmente nuestras vidas. Estoy convencida de que nuestros conciudadanos comprenden esos retos y sabrán llevar adelante el formidable proyecto europeo.

 
  
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  Umberto Guidoni (GUE/NGL). – (IT) Señor Prodi, Señorías, el proceso de aprobación de la Constitución Europea no puede reducirse a una serie de cambios en los Tratados vigentes, sino que debe contener aspectos sociales importantes que en la actualidad no están presentes. Europa debe ser capaz de afrontar los grandes desafíos que suponen una amenaza para los derechos de los ciudadanos, la calidad de vida, la salud y el propio futuro de sus pueblos.

Enfrentados al fenómeno de las deslocalizaciones, la escasez de recursos hídricos, el hambre mundial de energía y el cambio climático, los Estados individuales están inermes y son incapaces de formular estrategias vencedoras. Solo a través de una acción acordada a escala continental, o mejor todavía a escala planetaria, tendremos alguna esperanza de éxito allí donde no podemos permitirnos un fracaso.

Es importante que Europa esté a la vanguardia en el mundo, no solo desde el punto de vista político, como punto de referencia de políticas socialmente integradoras y de una política de acogida que pueda servir de modelo en otras partes del mundo, sino también desde el de las opciones tecnológicas y la planificación del futuro, sobre todo en el sector de las energías sostenibles.

Cinco diputados de los principales Grupos políticos presentes en el Parlamento Europeo han firmado una declaración escrita sobre la necesidad de que Europa adopte una vía nueva en la economía, basada en el hidrógeno: una verdadera revolución industrial, tecnológica y social que pueda ser sostenible a largo plazo. Ha hecho usted referencia a esto y creo que se trata de uno de los ejemplos del papel protagonista que puede y debe desempeñar Europa en la escena mundial.

Para concluir, no hay ninguna necesidad de un compromiso a toda costa, pero tenemos que afrontar los problemas reales que afectan a millones de ciudadanos. Solo de ese modo podremos soñar con una Europa unida capaz de llegar a los corazones de los europeos.

 
  
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  Georgios Karatzaferis (IND/DEM).(EL) Señor Presidente, es hora de que dejemos de escribir obituarios para la Constitución Europea; está muerta y enterrada. Tenemos que salir a la sociedad y ver qué necesita Europa:

- cien millones de europeos viven por debajo del umbral de la pobreza:

- la delincuencia está haciendo estragos en todas las capitales de Europa;

- la inmigración ilegal está en el orden del día.

Por supuesto, los derechos humanos se ven gravemente cuestionados a base de cámaras visibles y ocultas.

Señor Prodi, usted fue Presidente de la Comisión durante cinco años. Dígame, ¿dónde están las fronteras orientales de Europa? Justamente ayer fueron localizados dos submarinos plenamente armados al oeste de la isla de Samos, cerca de Mykonos. ¿Qué pasará mañana por la mañana? La chispa de la guerra que viene de Turquía salta a la vista.

Así pues, tiene usted que tomar iniciativas para el futuro de Europa, porque de lo contrario esta Europa unificada compartirá el mismo destino que la Santa Alianza hace dos siglos.

Nosotros no somos partidarios de la creación de un superestado. Lo que queremos es poder salvaguardar la democracia y la prosperidad de las personas, desdeñada por el capital y el Banco Central. Este tiene que ser el objetivo de Europa: aumentar el poder del ciudadano, no del capital.

 
  
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  József Szájer (PPE-DE). (HU) Los detractores de la Unión Europea acusan a menudo a la Unión Europea de ser demasiado fuerte y de intervenir en demasiadas cosas. Yo estoy convencido de que es exactamente lo contrario. Nosotros, que hemos entrado hace poco en la Unión Europea, creemos que se necesita una Europa más fuerte y más eficaz, una Europa que tenga a su disposición las herramientas necesarias para llevar a cabo sus cometidos. Par ello necesitamos una política exterior común, una política de migración común, una lucha común contra el terrorismo y la armonización de la protección del medio ambiente.

Necesitamos todo eso para defender las cuatro libertades fundamentales de la Unión Europea y para conseguir que los ciudadanos apoyen todos estos objetivos. Muchos consideran que esta Constitución es un fin en sí mismo. En realidad, necesitamos ordenar las cosas y el Tratado constitucional no es, de hecho, más que un medio para conseguir esos fines.

Podremos recuperar el apoyo de los ciudadanos europeos al proyecto constitucional si Europa es capaz de conseguir esos objetivos comunes. Para ello, por supuesto, es también muy importante que reconozcamos abiertamente las raíces comunes de Europa basadas en el cristianismo, y que eso se mencione en la Constitución Europea. Nos parece importante que se reconozcan los valores comunes de Europa en materia de derechos y libertades y de defensa de los derechos de las minorías. Necesitamos ganar el apoyo de los ciudadanos de Europa a este Tratado constitucional, aunque no como un fin en sí mismo, sino como un medio que nos permita, juntos, conseguir los fines fijados hace cincuenta años.

 
  
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  Poul Nyrup Rasmussen (PSE).(EN) Señor Presidente, señor Primer Ministro, cualquiera que hubiera escuchado al Presidente estadounidense decir en la conferencia de prensa celebrada después de la cumbre con la Unión Europea que «hemos tenido una reunión agradable con esta gente de la Unión Europea», se preguntaría si se refería al señor Barroso, a la Canciller Angela Merkel o a otra persona. Cualquiera que haya visto o escuchado al Presidente de los Estados Unidos no puede abrigar duda alguna de que la Unión Europea necesita hablar con una sola voz y por ello le agradecemos la claridad con la que lo ha dicho en su discurso de hoy. Cualquiera que haya estado en Oriente Próximo tampoco puede dudar de que la Unión Europea debe hablar con una sola voz.

Por eso, señor Primer Ministro Prodi, una cosa es hablar en el Parlamento Europeo –pues todos sabemos que este no es el foro en el que resulta más difícil defender la mejora de los Tratados– y otra muy distinta hablar en la Conferencia Intergubernamental, en la que se plantean los temas difíciles y se habla cara a cara.

Sé que usted es un Primer Ministro enérgico y firme. Le respetamos. Manténgase firme, señor Primer Ministro, y tendrá a su lado a los socialistas europeos y a los progresistas de toda Europa. Creo que contará con una fuerte mayoría a su lado si se mantiene firme en el futuro en beneficio de los ciudadanos europeos.

 
  
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  El Presidente. Ha hablado la experiencia de un ex Primer Ministro que ahora es diputado al Parlamento Europeo.

 
  
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  Marco Cappato (ALDE). – (IT) Señor Presidente, Señorías, el futuro de Europa está en sus raíces, y para nosotros los radicales, esas raíces están representadas por el manifiesto de Ventotene, que reconoce la necesidad de conquistar la paz, la democracia y la prosperidad superando la dimensión del Estado nacional.

Reformar Europa hoy significa ofrecer este proyecto también a los pueblos de la otra orilla del Mediterráneo, y afirmar, para ellos también, el derecho individual a la democracia por medio de la adhesión de Estados democráticos, empezando por Turquía, pero también con la perspectiva de Israel, Marruecos y otros. Ha hablado usted de estar a la vanguardia, pero para nosotros eso significa negarse a cerrar las puertas de Europa.

Otra observación: proponemos que, sea cual sea la reforma que se haga, se someta a un referendo del pueblo europeo como tal. No estoy hablando de referendos nacionales, sino de un único referendo ofrecido a los ciudadanos de la patria europea contra la Europa neogaullista de las patrias nacionales.

Para terminar, saludemos un ejemplo de cómo podemos, como Unión, ser fuertes cuando tenemos fe en nosotros mismos: la presentación de la resolución sobre la moratoria de la pena capital ante la Asamblea General que se está celebrando en las Naciones Unidas. Señor Presidente, cuidado con el sabotaje que algunas personas siguen tratando de hacer. Por ejemplo, fíjese en la comunicación oficial del Consejo de Asuntos Generales y Relaciones Exteriores, y los departamentos del Consejo. Después del último Consejo de Asuntos Generales y Relaciones Exteriores, eso significa que se intenta un sabotaje, señor Presidente, y nosotros debemos tratar de impedirlo.

 
  
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  Genowefa Grabowska (PSE). – (PL) Gracias, señor Presidente. Señor Presidente, señor Prodi, Señorías, está claro que necesitamos una Unión Europea eficiente y ordenada que sea democrática y esté cerca de sus ciudadanos. La Unión tiene que estar también imbuida de un espíritu de solidaridad y basarse en un Tratado Constitucional. Debería ser el tipo de Unión que nos ha descrito hoy el señor Prodi, cosa que le agradezco.

Quiero aprovechar esta oportunidad para manifestar mi aprecio por la solidaridad que ha mostrado recientemente la Unión Europea con mi país, Polonia, por medio de la aplicación de su política oriental. Los ciudadanos polacos lo saben y lo valoran. Los ciudadanos polacos saben que tiene que haber, por supuesto, reciprocidad, y que tienen que mostrar la misma solidaridad en cuestiones que son importantes para Europa en su conjunto. Por eso, el 68 % de mis conciudadanos están satisfechos con la adhesión a la Unión y quieren más Europa. Más del 60 % de los polacos están a favor de un Tratado constitucional.

Por tanto, le pido, señor Prodi, que se asegure de que el Consejo Europeo escuche también las opiniones de los ciudadanos de la Unión Europea en la próxima cumbre. Después de todo, este espléndido edificio conocido como la Unión Europea está siendo creado para los propios ciudadanos, no para los Gobiernos.

 
  
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  El Presidente. Muchas gracias al Primer Ministro de Italia, cuyas convicciones, es evidente, son compartidas por una gran mayoría en esta Cámara. En las próximas semanas tendremos que poner en práctica esas convicciones, y le deseamos, señor Primer Ministro, mucho éxito, especialmente en la reunión de la cumbre que se celebrará en Bruselas los días 21 y 22 de junio y para la que queda solo un mes.

El debate queda cerrado.

(Aplausos)

Declaraciones por escrito (artículo 142 del Reglamento)

 
  
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  Richard Corbett (PSE), por escrito. – (EN) En nuestra calidad de políticos elegidos debemos escuchar a los ciudadanos, a todos los ciudadanos. Algunos, como el señor Farage, tan solo desean escuchar a algunos de ellos, a los que votaron «no» en Francia y los Países Bajos. Otros solo quieren escuchar a los que dijeron «sí» en los 18 países que han ratificado el Tratado Constitucional.

Afortunadamente, una mayoría de esta Cámara y de los Gobiernos de los Estados miembros quieren escuchar a todos, salvar las divergencias de puntos de vista y encontrar una solución que pueda ser ratificada por los 27 Estados miembros.

Desde luego, el Parlamento Europeo, que aprobó el Tratado constitucional por una amplia mayoría, desea salvar todo lo que sea posible de las reformas contempladas en el mismo. Es totalmente lógico que el Parlamento desee sacrificar lo menos posible del Tratado, pero deberá sacrificar todo lo necesario para conseguir el acuerdo de todos los países.

 
  
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  Alexandra Dobolyi (PSE), por escrito.(HU) ¿Qué significa Europa para nosotros? Una comunidad sin fronteras, fundamentada en la paz, la libertad y la democracia, que trata de promover la prosperidad de sus ciudadanos y fomentar la solidaridad entre los Estados miembros.

¡Nos enfrentamos a grandes retos! Tenemos que esbozar un plan de acción adecuado para Europa que determine el marco y la política en donde operará, y que configure la Europa en la que queremos vivir y prosperar en el futuro. Es importante que preservemos y transmitamos a las generaciones futuras la unidad que hemos conseguido gracias a un esfuerzo sostenido durante décadas.

Me parece importante que preservemos el carácter único y la diversidad del patrimonio de los 27 Estados miembros de la Unión Europea, pero tengo que insistir en que hay innumerables objetivos que no podemos conseguir por nuestra cuenta, sino juntos.

En vista de ello, nuestra obligación es dejar a un lado las heridas históricas y dotar a nuestra Unión de renovados fundamentos. Nuestro interés está en una Unión Europea fuerte, que actúe con eficacia ante los numerosos retos que afrontamos hoy, como el terrorismo, la delincuencia organizada, la inmigración ilegal, el cambio climático y la política energética. Por eso, es indispensable que contemos con un sistema institucional que funcione eficazmente.

Para ello tenemos que alcanzar un consenso, de manera que podamos avanzar en la defensa de una causa común, puesto que sin un nuevo tratado fundamental (Constitución), la UE no podrá ser más que una extensión occidental en decadencia del continente asiático. Tenemos la oportunidad de encontrar una solución, y espero que sepamos aprovecharla.

 
  
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  Magda Kósáné Kovács (PSE), por escrito.(HU) No podemos frenar el proceso constitucional, porque eso podría provocar una grave crisis en la Unión Europea, con la devaluación de los valores europeos y la relegación de Europa a un segundo plano en la escena mundial.

La persona de Romano Prodi y el pasado reciente que hemos vivido juntos se alzan como garantías de que la preservación de esos valores y la cooperación en una Europa ampliada de 27 miembros es realmente posible.

Por el momento, a los nuevos Estados miembros en Europa Central y Oriental les resulta imposible imaginar un futuro europeo en donde la identidad nacional pueda disolverse en un Estado europeo común. Son países que acaban de recuperar sus identidades nacionales, gracias a unos procesos históricos que les liberaron del gran crisol rojo de la Unión Soviética y, por tanto, sus ciudadanos quieren ser europeos, pero de una forma que no suponga una amenaza para su identidad nacional o sus jóvenes instituciones democráticas.

Además, por ese mismo motivo, los países de Europa Central y Oriental necesitan una Europa fuerte, puesto que consideran que su futuro desarrollo y la defensa de sus intereses nacionales se verán probablemente garantizados si se mantienen unidos en el seno de una Europa flexible.

Por eso no podemos aceptar que el Tratado constitucional se convierta en un zombi político y jurídico. Pero al mismo tiempo, para seguir avanzando, estamos totalmente abiertos a las modificaciones que sean necesarias.

 
  
  

PRESIDENCIA DEL SRA. KRATSA-TSAGAROPOULOU
Vicepresidenta

 
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