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Procedimiento : 2007/2125(INI)
Ciclo de vida en sesión
Ciclo relativo al documento : A6-0341/2007

Textos presentados :

A6-0341/2007

Debates :

PV 24/10/2007 - 17
CRE 24/10/2007 - 17

Votaciones :

PV 25/10/2007 - 7.14
CRE 25/10/2007 - 7.14
Explicaciones de voto

Textos aprobados :

P6_TA(2007)0485

Acta literal de los debates
Miércoles 24 de octubre de 2007 - Estrasburgo Edición DO

17. Producción de opio para fines médicos en Afganistán (debate)
Acta
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  Presidenta. - El siguiente punto es el informe (A6-0341/2007) del señor Cappato, en nombre de la Comisión de Asuntos Exteriores, con una propuesta de recomendación del Parlamento Europeo destinada al Consejo sobre la producción de opio para fines médicos en Afganistán (2007/2125(INI)).

 
  
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  Marco Cappato, ponente. – (IT) Señora Presidenta, Señorías, en este informe proponemos que el Parlamento tome la iniciativa y haga una propuesta al Consejo, primordialmente dentro del contexto de la Política de Exterior y Seguridad Común, sobre el asunto de la producción de opio en Afganistán.

Nuestro punto de partida es la constatación de que los resultados logrados hasta la fecha son insuficientes. En el transcurso de los dos últimos años se ha producido un aumento del 50 % en la producción de opio utilizado para obtener heroína. Parece que fuéramos incapaces de encontrar un medio eficaz para reducir este enorme aumento de producción, todo el cual luego sirve para enriquecer no a las personas que lo cultivan, los agricultores, por supuesto, sino a las grandes mafias internacionales de la droga, los terroristas y los talibanes.

El informe parte asimismo de otra premisa: la de que, al mismo tiempo, existe efectivamente una grave carencia de acceso a los analgésicos. Cerca del 80 % de la población mundial no puede acceder en absoluto a los analgésicos. Desde luego, los dos asuntos podrían analizarse totalmente por separado, pero creo que el papel de las instituciones políticas consiste en ser pragmáticas y, por ende, comprender que, a la vista de este enorme volumen de producción utilizado para la heroína —al tiempo que un producto de la misma procedencia agrícola adolece de una oferta muy escasa—, debería resultar posible, de la forma que sea, combinar los dos puntos de partida.

Las enmiendas aprobadas en la Comisión de Asuntos Exteriores y por la señora Gomes en nombre del Grupo Socialista en el Parlamento Europeo, así como las presentadas por el Grupo del Partido Popular Europeo (Demócrata-Cristianos) y de los Demócratas Europeos en el Pleno, han contribuido a asegurar que la propuesta sobre la mesa hoy no sea una propuesta alternativa, es decir, una propuesta negativa, abogando por que se reemplace de la noche a la mañana la política practicada hasta ahora.

Lo que estamos pidiéndoles, al Consejo y a la Comisión, es que realicen un experimento, que ejecuten algunos proyectos piloto que dediquen parte de la cosecha utilizada actualmente para producir heroína a la producción de analgésicos. En lo tocante a la demanda también se podrían aplicar políticas para intentar llevar analgésicos a continentes como África y Asia, que están prácticamente desprovistos de tales medicamentos.

Esa es la razón por la que el informe, tal como salió de la Comisión de Asuntos Exteriores y teniendo en cuenta las enmiendas propuestas, me parece fundamentalmente bien equilibrado. Parte de un supuesto muy simple, el de que resulta probablemente más sencillo —lo creo firmemente— cooperar con los agricultores en el caso de que propongamos destinar parte de su producción a fines legales, que limitarnos a plantear una política de erradicación, fumigación y destrucción de las plantaciones. Esa respuesta constituye de hecho un motivo más de conflicto con las poblaciones locales y se ha demostrado contraproducente e inútil, al menos hasta ahora.

Por tanto, espero que, más allá de la línea oficial comprensible adoptada por los Gobiernos de Europa y el Gobierno afgano, proclamando la necesidad de luchar contra la producción de opio, más allá de esa línea oficial podamos enviar otro mensaje, y el Parlamento Europeo tal vez tenga mayor libertad que otros para realizar una propuesta así. Ya hemos asumido esta responsabilidad y espero que la reafirmemos mañana durante la votación. Disponemos de mayor libertad que otros para proponer que se realicen experimentos alternativos y que se analicen con un enfoque pragmático, no ideológico.

Cada uno de nosotros aquí tiene sus propias ideas sobre la política internacional y la droga, así como acerca de las políticas internacionales en Afganistán. Este informe no pretende ser una propuesta ideológica, sino un intento práctico para ayudar a encontrar una solución a lo que realmente constituye una tragedia global.

 
  
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  Benita Ferrero-Waldner, miembro de la Comisión. (EN) Señora Presidenta, yo también quiero dar las gracias al señor Cappato — ¡tante grazie!

Celebro este debate tan oportuno sobre el problema de las drogas y, en particular, sobre el problema de las drogas en Afganistán que, como sabemos, es una cuestión muy compleja en el contexto de la política y la seguridad.

Recientemente se han mantenido numerosas conversaciones al respecto en Nueva York. Hemos celebrado algunos debates muy importantes durante la Asamblea General de las Naciones Unidas con el Presidente Karzai, con el Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, y con un sinfín de países. Esos debates han versado precisamente sobre toda esta cuestión tan compleja.

El debate de esta noche contribuye a una discusión más amplia sobre la reconstrucción de Afganistán, pero también sobre el papel de las drogas. Permítanme felicitarles también por la creación de la Delegación del Parlamento Europeo para las Relaciones con Afganistán. Su trabajo nos interesa mucho y consideramos muy importante que hayan creado esa delegación.

El negocio de la droga en Afganistán plantea, efectivamente, un reto enorme al progreso en la construcción del Estado. El último informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) es motivo de preocupación. Tanto el cultivo de adormidera como la capacidad de transformación han aumentado mucho, lamentablemente. Las provincias meridionales de Afganistán son las más afectadas, con el 70 % de toda la producción. El estrecho vínculo existente entre la insurgencia y la economía de las drogas difícilmente puede sorprender a nadie. Pero no debemos pasar por alto los avances positivos, sobre todo en las regiones más estables del país, donde se han conseguido mejoras reales en salud y en educación, así como crecimiento económico.

En trece provincias del norte y el centro de Afganistán no se cultiva, de hecho, opio. Eso, al menos, es muy alentador y constituye una base sobre la que poder seguir edificando. El informe Cappato nos ofrece una descripción completa de la situación —y tengo que darle las gracias por sus elogiosos comentarios sobre lo que está haciendo la Comisión— y destaca también, con razón, la responsabilidad que tiene Afganistán en la lucha contra el negocio del opio. En eso estamos totalmente de acuerdo.

Pero tengo que decir que no comparto —al menos, todavía no— las conclusiones del informe, en el que se propone la legalización de la producción de opio para fines médicos, aunque sea con carácter experimental. A primera vista, esa propuesta podría resultar atractiva, pero lamentablemente no hay respuestas sencillas al complejo problema de las drogas en Afganistán.

Permítanme que comparta con ustedes algunas de mis preocupaciones. Países como Australia, Turquía y la India, que ya están produciendo opio en bruto para fines médicos, suelen disponer de instrumentos eficaces para vigilar la aplicación de la ley y, en general, no tienen ningún conflicto generalizado. Y aún así, la aplicación es muy difícil. En otros países en donde no se dan esas condiciones, el opio cultivado lícitamente se desvía enseguida, como hemos visto en Perú y Bolivia. Es evidente que, en el caso de Afganistán, el cultivo lícito simplemente se sumaría al cultivo ilícito, en lugar de sustituirlo. Asimismo, la producción lícita de opio sigue sin atraer a los agricultores locales, ya que los ingresos que produce son sólo un 25 % a 30 % de lo que se obtiene ahora en el mercado negro.

La aplicación de un sistema así es compleja, y sólo posible con subvenciones para los controles de calidad y la distribución de medicamentos. ¿Debemos financiar eso con dinero del contribuyente? El Gobierno afgano, que es notoriamente débil y tiene instituciones débiles, no tiene por ahora, lamentablemente, capacidad para supervisar un sistema así, y por eso he dicho antes «todavía no».

En algunas zonas del país no hay todavía gobernanza alguna y, mucho menos, una buena gobernanza. Esto se aplica sobre todo a las provincias meridionales más inestables, donde se produce la mayor parte del opio. Por último, el propio Gobierno afgano ha descartado con firmeza —y éste es un argumento importante— toda producción lícita de opio.

En estas circunstancias, el mensaje político del informe que hoy nos ocupa no envía realmente la señal adecuada a nuestros socios afganos. Puede incluso que sea contraproducente. La verdad dura e innegable es que la reconstrucción en Afganistán necesitará mucho más tiempo y recursos. Necesitará también resistencia, si queremos conseguir un desarrollo duradero en este país desgarrado por la guerra.

El progreso en la construcción del Estado requiere una mayor determinación, también de los líderes políticos afganos, sobre todo en el ámbito local. Ese fue, por cierto, el mensaje que lanzamos desde Nueva York. Estoy de acuerdo con que es hora de combatir de forma manifiesta la corrupción. Nosotros no sólo hemos dicho esto, sino que estamos tratando también de ayudar a crear un buen sistema judicial y una fuerza policial que realmente funcione, para convencer a los ciudadanos afganos, muchos de los cuales siguen mostrándose escépticos.

El camino que tenemos por delante está despejado. Pasa por una estrategia nacional de control de las drogas en Afganistán, que ha sido respaldada por la comunidad internacional y que contiene todos los elementos necesarios. Dicha estrategia merece nuestro pleno apoyo, por ser una estrategia que lo abarca todo: prohibición, información pública, persecución de narcotraficantes conocidos y promoción del desarrollo local.

En los lugares donde se ha aplicado esta cuidadosa combinación de políticas, los agricultores han abandonado para siempre el cultivo de opio. En este contexto, la Comisión considera que la propuesta de legalizar el cultivo de opio iría en detrimento del trabajo que se está haciendo actualmente en otros ámbitos, sobre todo en materia del Estado de derecho y la vigilancia policial.

 
  
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  Carlo Fatuzzo, en nombre del Grupo PPE-DE. – (IT) Señora Presidenta, Señorías, no me cabe ninguna duda de que el señor Cappato, con quien mantengo amistad desde hace mucho tiempo, está intentando contribuir desesperadamente a la lucha contra las drogas en el mundo y a ayudar a las desgraciadas personas jóvenes o mayores que se encuentran a las puertas de la muerte y a los que se les pueden administrar drogas. Sin embargo, lamentablemente no puedo estar de acuerdo con él.

Lamentablemente, repito, no comparto la opinión del ponente. Creo que el problema nace del hecho de que su propuesta se refiere a Afganistán, un Estado donde la inseguridad no podría ser mayor. Sí, Iraq tal vez sea menos seguro, pero Afganistán difícilmente puede ser el lugar por donde empezar a intentar convencer a los agricultores para que abandonen lo que para ellos es un cultivo muy lucrativo de adormidera y cambiar a otros que son más honrados, más acordes con el Antiguo Testamento y más a tono con las prácticas agrícolas civilizadas con las que todos estamos familiarizados.

El propio informe deja perfectamente claro que la mayor cantidad de drogas en el mundo, aproximadamente la mitad, procede de Afganistán y que el cultivo del opio es ilegal en ese país. Pero aun cuando sea ilegal, ese país es el origen de la mitad de las materias primas necesarias para matar a nuestros jóvenes o caer rehenes de los traficantes de droga que, como sabemos, les inducen al uso de las drogas, lo que constituye un daño tanto para ellos como para la sociedad en su conjunto.

Creo que sólo existe un arma eficaz para combatir a todos los traficantes de droga, empezando por los agricultores afganos que, en mi opinión, son los primeros traficantes de droga. Nuestra incapacidad para controlar y supervisarles significa que la única forma de luchar contra las drogas es por medios preventivos y, por ende, ayudando a reducir el cultivo de opio al máximo posible.

Por esta razón, el Grupo PPE-DE se opone a esta parte del informe del señor Cappato, y pienso que lo que estoy diciendo ahora debe quedarle claro a todo el mundo, sea cual fuere el resultado de mañana.

(La Presidenta interrumpe al orador.)

 
  
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  Ana Maria Gomes, en nombre del Grupo PSE. – (PT) Tengo que felicitar al ponente, señor Cappato, no sólo por este informe sumamente útil, sino también por su disposición para aceptar contribuciones a fin de alcanzar un acuerdo lo más amplio posible.

Sus intenciones originales eran encomiables, ya que intentaba matar dos pájaros de un tiro: la legalización del cultivo de adormidera y la producción de opio para fines médicos no sólo habría puesto fin a la producción de heroína en Afganistán, sino también a la falta de analgésicos en todo el mundo.

Por desgracia, nos hemos encontrado con varios problemas de índole práctica, como la fragilidad de las instituciones afganas y su incapacidad para regular la producción de opio, la incertidumbre acerca de la viabilidad económica de un esquema así y el peligro de permitir la reintroducción del opio en alguna de las trece provincias afganas que han suspendido la producción.

Las enmiendas de mi Grupo han intentado volver a centrar el informe sobre el elemento esencial: la lucha contra la producción de opio en Afganistán que no sólo está afectando al propio país, sino también a los vecinos. Las drogas producidas de forma ilegal a partir del opio constituyen lo que algunos denominan las auténticas armas de destrucción masiva, sobre todo en Europa.

En la lucha contra la producción de opio, hemos de ser sensibles a las características individuales de las distintas regiones afganas. El éxito sólo se puede alcanzar mediante una combinación de medidas. Primero, hay que erradicar la corrupción que impregna la administración central afgana, sobre todo el Ministerio del Interior y la policía, ya que eso ha paralizado todas las políticas de lucha contra la producción de opio. Segundo, la treintena de principales traficantes de drogas identificados en un informe de 2006 de la ONU y el Banco Mundial deben ser buscados, detenidos y procesados a fin de que se pueda parar este tráfico asesino. Tercero, la OTAN tiene que apoyar las operaciones afganas de lucha contra este tráfico, destruyendo laboratorios y depósitos y evitando los transportes de droga. Cuarto, las acciones de erradicación de adormidera tienen que aplicarse y concentrarse, de manera cuidadosa y selectiva, en las zonas donde los agricultores dispongan de alternativas reales.

Eso nos lleva a los puntos de convergencia con el ponente. Todos somos contrarios a la fumigación indiscriminada de plantaciones de adormidera, tal como han propugnado los Estados Unidos, lo que únicamente nutriría las filas de los talibanes sin alterar de manera sustancial la producción de heroína.

Por último, dentro del contexto de un paquete de medidas para tratar el problema de la droga afgana, debería estudiarse la propuesta del ponente en favor de un proyecto piloto para la producción legal de analgésicos a base de opiáceos. Más que nada, este proyecto intenta alentar al Consejo Europeo a ser creativo y valiente en la lucha contra la producción de heroína en Afganistán. No existen soluciones sencillas para este problema, pero sabemos que el terrorismo y el oscurantismo violento propugnado por los talibanes y Al Qaeda solamente serán derrotados cuando Afganistán se vea liberado de las garras de la droga.

Voy a terminar, señora Presidenta. Este informe debe contemplarse como un llamamiento urgente para que los Estados miembros no escatimen esfuerzo alguno en la reconstrucción económica y política de un país que se ha visto tan gravemente afectado por conflictos sangrientos y que es tan importante para la seguridad regional y global.

 
  
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  Marios Matsakis (ALDE). - (EN) Señora Presidenta, intervengo para hablar sobre esta cuestión en mi propio nombre, y no en nombre de mi Grupo.

La producción ilícita de opio en Afganistán ha aumentado desde que los Estados Unidos y las fuerzas aliadas llegaron a ese país. Y eso a pesar de que se han establecido diversas autoridades para combatir la producción de drogas, así como programas antinarcóticos, en ocasiones financiados con grandes cantidades de dinero de los contribuyentes europeos.

Así que hasta los ciegos pueden ver que el pueblo afgano seguirá produciendo opio en cualquier caso. La razón es muy sencilla: las agencias antinarcóticos mundiales están aumentando en tamaño, número y experiencia, y están haciendo su trabajo con mucha más eficacia. Por tanto, están consiguiendo confiscar cantidades mayores de drogas. Pero como la demanda de las personas que sufren drogadicción sigue siendo la misma y como los narcotraficantes siguen obteniendo enormes beneficios con el suministro ilícito de opio a esas personas enfermas, el precio de los opiáceos sube y los beneficios que se obtienen con el comercio de opio aumentan.

Así pues, el pueblo afgano está simplemente aplicando los principios básicos del mercado liberal. Está aumentando su producción para atender la demanda de comercio ilícito y para aumentar sus beneficios. Por tanto, es una pura falacia esperar que la financiación de más programas de control del opio en Afganistán vaya a tener algún efecto significativo.

La única manera de combatir eficazmente la producción de opio en Afganistán y en otros lugares es abordar el problema de las drogas a escala mundial. La única forma sensata de hacerlo es legalizando las drogas y reconociendo que los drogadictos no son criminales, sino enfermos que necesitan ayuda.

Si a esos drogadictos se les ofrecieran drogas terapéuticas en un entorno médico controlado, la probabilidad de evitar efectos secundarios graves y de conseguir su desintoxicación sería mucho mayor. Al mismo tiempo, la enorme criminalidad implicada en el tráfico de drogas desaparecería, y todas las agencias policiales antinarcóticos podrían agruparse, consiguiendo un enorme ahorro presupuestario.

La lógica de todo esto es muy básica, pero políticos de todo el mundo están teniendo dificultades para entenderla.

 
  
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  Salvatore Tatarella, en nombre del Grupo UEN. – (IT) Señora Presidenta, Señorías, el asunto abordado por el informe del señor Cappato es extremadamente delicado y exige un análisis minucioso por parte del Parlamento Europeo a fin de evitar plantear soluciones desencaminadas y desastrosas, aun cuando estén animadas por buenas intenciones.

Quiero resaltar dos puntos. Primero, aumentar la producción de opio y sus derivados en Afganistán podría comprometer la reconstrucción del país y la ya dificultosa estabilización del Estado de Derecho en esa desventurada región. Segundo, la creciente producción de opio —aumentada un 30 % este año— no se ha visto correspondida por una adecuada estrategia antidroga.

Por tales razones, considero que la propuesta planteada en el informe resulta absolutamente inaceptable y me gustaría señalar que:

1. ya se están produciendo en Afganistán las cantidades necesarias de morfina bajo licencias especiales y sometidas a la supervisión de la Agencia contra las Drogas de las Naciones Unidas y el Ministerio Antinarcóticos del Gobierno afgano;

2. la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes sostiene que ya existe un exceso mundial de opiáceos para uso médico;

3. la producción legal a gran escala de morfina conduciría a una mayor producción de drogas; éstas cubrirían en última instancia la demanda de droga en el mercado mundial. Una vez lanzadas al mercado a un precio barato, estarían al alcance de todo el mundo.

Por el contrario, deberíamos oponernos a las drogas —siempre y en todos los casos y por todos los medios— desde la producción, hasta el tráfico y la distribución ilegal. Hay que reducir la demanda por medio de una política basada en el valor y a través de una labor de prevención y campañas de información permanentes y amplias, sobre todo entre la gente joven.

En un país como Afganistán, dadas las condiciones en que se encuentra actualmente, la solución propuesta por este informe podría considerarse como un signo de rendición y derrota; podría asimismo obstaculizar los esfuerzos que están realizando la comunidad internacional, la Unión Europea, las Naciones Unidas y las agencias de reconstrucción en Afganistán a través de programas para dejar a un lado las plantaciones de opio e iniciar otros cultivos, subvencionados mediante incentivos financieros.

Por último solamente quiero mencionar que la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes ha aprobado la decisión del Gobierno afgano de rechazar la propuesta de legalizar el cultivo ilícito de adormidera y de reiterar su compromiso para cumplir sus obligaciones derivadas de los tratados internacionales.

 
  
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  Raül Romeva i Rueda, en nombre del Grupo Verts/ALE. – Señora Presidenta, quiero empezar por subrayar la extrema importancia, oportunidad y valentía de este informe. Las dos emergencias a las que hace referencia merecen, cada una de ellas, una atención y una respuesta política que ahora ciertamente no tienen.

Mientras que la situación relativa a la seguridad y a la producción de opio en Afganistán es cada vez más preocupante, la necesidad de proporcionar analgésicos a escala mundial, por su parte, supone una de las mayores emergencias humanitarias de la actualidad, aunque lamentablemente sea también una de las más silenciadas.

El ponente, señor Cappato, ha hecho con este informe un ejercicio nada fácil, y por ello remarcable, por lo que una vez más le reitero el apoyo de mi Grupo y el mío personal. Como él mismo ha dicho en alguna ocasión, aunque el vínculo entre ambos temas no es sencillo ni necesariamente inmediato, sí es nuestra responsabilidad, como responsables políticos, analizar las realidades complejas para encontrar soluciones complejas a los problemas complejos. Y esto es exactamente lo que hace este informe.

Con relación a la seguridad en Afganistán, qué duda cabe que ésta debe ser una prioridad si queremos llevar a cabo programas de reconstrucción y desarrollo con garantías de futuro. El problema, sin embargo, es que ciertos grupos armados se nutren, precisamente, de la falta de regulación de la producción de opio. Y sabemos también que existe un cultivo y tráfico ilegal de opio que supone, hoy por hoy, el 40 % del Producto Interior Bruto de Afganistán.

Ante esta situación, creo que es oportuno, al menos, estudiar y tener en cuenta iniciativas como las del Senlis Council, quienes proponen apoyar un sistema de autorización de cultivo de opio con fines medicinales en Afganistán, cuyo destino sería, sobre todo, la elaboración de calmantes como la morfina y la codeína, los cuales podrían ser, además, vendidos a otros países que actualmente tienen un acceso reducido o nulo a este tipo de medicamentos esenciales, debido a los acuerdos comerciales preferenciales.

Es una lástima que dicha propuesta no cuente, por el momento y en los términos actuales, con un apoyo más explícito por parte de la Comisión y ni siguiera del propio Gobierno afgano. Pero más preocupante aún es que las medidas que se estén barajando como alternativas sean, en muchos casos, la de la erradicación química, tal y como insisten una y otra vez por parte de las autoridades norteamericanas. Dicha medida, de ser llevada a cabo, proporcionaría a los talibán un nuevo argumento para defender sus posiciones y finalmente conllevaría, muy probablemente, que las comunidades de agricultores acabasen incluso en los campos insurgentes.

Pero es que, además, tendría gravísimas consecuencias en términos de salud y medioambientales. Es obvio, de entrada, que las fumigaciones por aire, como supuestamente se pretende llevar a cabo en Afganistán, garantizan que la contaminación sea expandida a los humanos que habitan en las zonas fumigadas y aledañas, tal y como ya quedó demostrado a principios de año cuando dicha práctica se llevó a cabo por parte de Colombia para fumigar la producción de cocaína en la frontera con Ecuador, con la consecuente queja y denuncia a La Haya por parte de este último.

No soy un experto y es evidente que la cuestión química es mucho más compleja, pero creo que, a estas alturas, deberíamos haber aprendido ya algunos de los desastres causados por el napalm y el uranio empobrecido. Creo —y espero— que no deberíamos repetir esto con una tercera ocasión.

 
  
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  Miroslav Mikolášik (PPE-DE).(SK) Es necesario controlar la producción de opio. Toda la comunidad internacional tiene que ocuparse mucho más del control de la producción de opio en todas las partes del mundo. Los esfuerzos realizados hasta ahora por las Naciones Unidas y su Consejo Económico y Social (ECOSOC), así como por la Organización Mundial de la Salud, para regular el uso de los opiáceos para paliar el dolor, resultan necesarios pero todavía son insuficientes. Al mismo tiempo, la comunidad internacional no debe permitir el empleo sin restricción de los opiáceos y su uso por los drogadictos.

En mi opinión, es obligación nuestra no abandonar la lucha contra el abuso de drogas duras que claramente destruyen la vida de los consumidores. Tampoco apoyo la idea de que la sociedad deba suministrar drogas a los adictos, en lugar de intentar reeducarlos y reincorporarlos a la vida real. ¿De qué trata exactamente el informe Cappato? Según uno de los puntos de vista, la comunidad internacional padece una falta de disponibilidad de opiáceos, o puede sufrir tal escasez en el futuro próximo, y por tanto es necesario, en determinadas circunstancias, adquirir esta droga en Afganistán.

Es cierto que se precisan opiáceos para el tratamiento de diferentes enfermedades, para el alivio del dolor postoperatorio y, no menos importante, para el tratamiento de personas con enfermedades malignas. Sin embargo, esta teoría adolece de varios defectos fundamentales que no se pueden ignorar en la situación presente. Primero, la actual situación política en Afganistán es inestable. En Afganistán es necesario combatir a los talibanes, por una parte, y ponerse del lado del mercado negro del opio, por otra. Este mercado negro tiene un impacto decisivo no sólo sobre la economía afgana, sino también sobre la política y las relaciones exteriores afganas. Tengo serias dudas y preocupaciones sobre este tema y ahora explicaré por que, a mi juicio, un planteamiento así no puede funcionar. Los proyectos que conciernen el cultivo legal de adormidera para la producción de opio no funcionarán porque la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes únicamente puede imponer sanciones a un país a posteriori, pero el país estará cediendo parte de las cosechas al mercado negro.

La demanda internacional es constante. El Gobierno afgano no es capaz de actuar como gestor único de las cosechas de opio. Está claro que, en estas circunstancias, el Gobierno perderá la batalla contra los traficantes. La competencia incrementará el precio del opio y los agricultores que cultiven adormidera de forma legal se volverán hacia el mercado negro. Adicionalmente (y esto es muy importante), los precios afganos no son competitivos si se comparan con Australia, donde un kilo de morfina cuesta 56 dólares, la India, donde alcanza los 159 dólares o Turquía, donde vale 250 dólares. En Afganistán, el precio puede elevarse hasta 450 dólares el kilo.

Por lo que respecta al uso para fines médicos, si el opio afgano se utilizara en productos médicos, eso sólo vendría a sumarse a una mayor sobresaturación del mercado en esta zona. Estoy a punto de terminar, señora Presidenta. Me opongo a cualquier apoyo por parte de la UE y sus Estados miembros al cultivo de adormidera en Afganistán por al menos cuatro razones: infraestructura insuficiente, ausencia de competitividad económica, inmensa expansión en la dirección equivocada y, por último, no existe carencia de opiáceos en los mercados mundiales en estos momentos.

 
  
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  Józef Pinior (PSE).(PL) Señora Presidenta, señora Comisaria, quiero comenzar dando las gracias al señor Cappato por su labor en este informe. El informe constituía un gran desafío al intentar responder a uno de los problemas más difíciles en el mundo contemporáneo.

La producción de opio en Afganistán aumenta de año en año. Según el último informe anual, la producción de opio es ahora el doble de lo que era hace dos años. En la práctica, Afganistán tiene actualmente un monopolio en cuanto a la oferta de la droga más mortífera en el mundo. Es responsable del 93 % de la producción mundial de opiáceos. Nuestro Presidente se cuenta entre quienes creen que la suerte de Afganistán es una causa común nuestra. La heroica lucha del pueblo afgano durante el período de la Guerra fría contribuyó a la difusión de la libertad en el mundo contemporáneo y a la caída del Telón de Acero en Europa. La Unión Europea está moralmente obligada a proporcionar a Afganistán ayuda militar, administrativa y económica.

Eso también incluye asistencia para luchar contra la producción de drogas en Afganistán. Conviene recordar que el principal incentivo para los agricultores afganos a la hora de producir opiáceos es el beneficio económico. Es algo que debe tenerse presente a la hora de diseñar el programa de ayuda europea destinado a resolver el problema. Esa es la razón por la que deseo felicitar especialmente al señor Cappato por las valientes propuestas que plantea en este informe. Pueden muy bien contribuir a resolver la situación en cuestión.

Una de estas propuestas implica prestar ayuda a través de la implantación de un proyecto científico piloto para la producción de adormidera para fines médicos, que permita una ulterior investigación de hasta qué punto la concesión de licencias puede contribuir a la reducción de la pobreza, la diversificación de la economía rural, el desarrollo general y una mayor seguridad. Resumiendo, no se trata de moralizar, sino de que la Unión Europea realice una contribución eficaz a la resolución de este problema en Afganistán.

 
  
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  Horia-Victor Toma (ALDE). - (RO) Según el informe anual de 2007 elaborado por ONUDD sobre el opio en Afganistán de 2007, la producción de opio había alcanzado la cifra récord de 8 200 toneladas, lo que representa el 93 % de la producción mundial de opiáceos. Así, el 40 % del Producto Interior Bruto en Afganistán procedía de la producción y el comercio ilegal de opio, en cuyo proceso participaban 2 900 000 personas. A pesar de este hecho, sólo 10 países consumen el 80 % de los derivados del opio disponibles legalmente en el mundo, mientras que en más de 150 países se han detectado graves carencias en los tratamientos, generadas por el comercio ilegal de opio.

Debemos subrayar que la principal fuente de financiación de los talibanes y los grupos terroristas es el tráfico ilegal de drogas. Además, las acciones para erradicar o destruir las drogas, que están subvencionadas por la comunidad internacional, se utilizan por los dirigentes tribales políticos y militares para su propio beneficio y para eliminar la competencia. Sobre la base de lo dicho hasta ahora, estoy convencido de que un enfoque estratégico y equilibrado del proceso para reducir y controlar la producción de opio debería implicar alternativas sociales y económicas para favorecer el establecimiento de un Estado de Derecho e instituciones democráticas en Afganistán. Esa es la razón por la que una acción así podría representar una de las soluciones básicas para prevenir y erradicar el terrorismo.

Señora Presidenta, considero que un plan antidroga en Afganistán, consistente en el control de las cantidades de opio al utilizarlas para obtener analgésicos y otros derivados, puede representar una, aunque no la única, solución económica alternativa y una forma de reducir el cultivo de adormidera.

 
  
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  Ryszard Czarnecki (UEN).(PL) Señora Presidenta, quisiera comenzar felicitando a la Comisaria Ferrero-Waldner por la extraordinaria actuación del coro infantil de Altenburg que acabamos de escuchar. Estoy verdaderamente impresionado.

Pero ahora tengo que ocuparme de asuntos menos agradables, como el informe Cappato. Los diputados que intervinieron anteriormente insistieron en mencionar la cifra del 40 % del PIB porque éste es el porcentaje del PIB de Afganistán presuntamente generado por la producción de narcóticos. Esta cifra ha sido aceptada, pero quiero insistir en que hace un año nuestros representantes en Afganistán dijeron claramente algo distinto ante la Comisión de Asuntos Exteriores del Parlamento. Sostuvieron que la proporción del PIB es superior al 50 %, es decir, todavía más alta. No me gusta buscar explicaciones, pero como mínimo el 10 % de la población afgana vive de la producción y tráfico de drogas. También es preciso reconocer que hay soldados de la fuerza internacional implicados en este tráfico, al igual que estadounidenses que tienen su base en este país.

Considero que se trata de una propuesta arriesgada, aunque admito naturalmente que contiene algunas ventajas implícitas. Sin embargo, estoy firmemente convencido de que la propuesta tendrá como consecuencia real la legalización del tráfico de drogas más que el de ayuda médica.

 
  
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  Vittorio Agnoletto (GUE/NGL).(IT) Señora Presidenta, Señorías, no es cuestión simplemente de constatar que el 92 % del opio mundial se produce en Afganistán, sino de advertir su tendencia creciente: en 2001, según datos de la agencia de la ONU para la droga, había 8 000 hectáreas dedicadas al cultivo de opio, mientras que el 2006 llegaban a 165 000; en 2001 se cosecharon 185 toneladas, y 6 100 en 2006.

Esto significa claramente que la actual estrategia de destruir los cultivos mediante fumigación no resuelve nada. Antes al contrario, tiene unas consecuencias sociales que hacen que después la producción de opio crezca exponencialmente. Se destruyen los cultivos agrícolas en vez de acabar con los campos de opio, por lo que los agricultores se vuelven aún más pobres y acaban en manos de los traficantes de drogas, es decir, de los talibanes y de los señores de la guerra que se sientan tranquilamente en el gobierno.

Por consiguiente, el objetivo consiste en proporcionar a los agricultores un apoyo que al menos inicialmente debe estar al mismo nivel financiero que ahora, liberándolos de la dependencia de los narcotraficantes. Evidentemente este plan no solucionará el problema, pero nadie pretende que lo vaya a hacer. Estamos hablando de un experimento en una zona limitada, como no podría ser de otro modo en un país destruido por la guerra, cuyo territorio está controlado por bandas rivales. Sin embargo, representa un paso hacia adelante, ya que por lo menos el opio no acabará como heroína, sino como morfina. Creo que esto será beneficioso para Occidente y para el mundo entero.

Por otro lado, creo que debemos aclarar el hecho de que ya se ha previsto la producción de morfina. No tengo constancia, Comisaria, de que exista este tipo de problemas en la India y en Turquía; si existen, entonces necesitamos controlarlos. La resolución presentada contempla, no obstante, una función de control para los organismos internacionales: no sobre el conjunto de Afganistán, algo impracticable por el momento, sino sobre una zona muy reducida.

Además de esto, las asociaciones médicas internacionales han dicho claramente que sigue habiendo necesidad de morfina en la actualidad, no sólo en el Sur del planeta, sino paradójicamente también en el Norte. Naturalmente se deberá vender a los precios oficiales, pero se trata de un analgésico y a mi juicio todo el mundo tiene derecho al mismo, incluso los africanos y los pobres. Si hablamos de gastos, sin duda cuestan menos las medidas de este tipo, introduciendo controles de precios sobre la morfina, que la destrucción de los cultivos con los métodos habituales, lo que no nos lleva a ninguna parte.

Un último comentario: me satisface que el nuestro haya sido un debate pragmático, y no una discusión entre quienes desean liberalizar o legalizar las drogas y los prohibicionistas. Estamos tratando de emprender acciones prácticas y positivas para ayudar a una parte de la población afgana.

 
  
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  Charles Tannock (PPE-DE). - (EN) Señora Presidenta, es importante disponer de sustancias derivadas del opio, como la diamorfina (conocida también como heroína) para fines médicos, sobre todo para el alivio del dolor, pero el cultivo de opio proporciona a los terroristas talibanes del 20 % al 40 % de sus ingresos, lo que les permite matar a soldados de la OTAN. Lamentablemente, la producción afgana de opio ha aumentado un 34 % este año y constituye más del 90 % del suministro mundial.

Tropas de mi país, el Reino Unido, están encabezando la lucha contra los talibanes como parte de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (FIAS). Pero no tienen el mandato ni el personal suficiente para vigilar un proyecto a gran escala de cultivo de opio con fines médicos, ni tampoco para erradicar su cultivo. Ya tienen bastante con tratar de esquivar las balas, como para convertirse en horticultores a tiempo parcial.

Como médico, comparto en parte los argumentos expuestos por la Asociación Médica Británica a favor del cultivo de opio —en condiciones estrictamente vigiladas— para garantizar el suministro rápido de analgésicos. Mi colega en el Parlamento británico, Tobias Ellwood, ha trabajado mucho en la elaboración de un plan a seis años para la sustitución gradual de cultivos de opio en Afganistán por cultivos rentables que desvíen la producción de opio hacia fines médicos.

Por tanto, debemos considerar al menos la idea de un programa piloto muy limitado de autorización de cultivo de copio, conscientes del peligro de que los talibanes se lo apropien para fines ilícitos. Cualquier experimento tendrá que confinarse, inevitablemente, a un área muy pequeña. Para que funcione, necesitará el apoyo de una serie de organizaciones asociadas. Nosotros, desde luego, no podemos distraer a nuestras valerosas tropas de su tarea fundamental de combatir el terrorismo, pero es posible que tenga algunos efectos beneficiosos.

Respecto a la cuestión de la ayuda de la UE a los afganos, necesitamos una estrategia comunitaria más coordinada para la creación de infraestructuras afganas y la lucha contra la corrupción; de lo contrario, los talibanes terminarán imponiéndose, puesto que apenas les estamos pudiendo contener en el sur del país.

Occidente tiene que despertar a las realidades de Afganistán. Los organismos internacionales no están coordinando sus actividades debidamente. La creciente corrupción del Gobierno afgano significa que las provincias están perdiendo la paciencia con el Gobierno del Presidente Karzai en Kabul.

El modelo centralizado actual de gobierno no encaja con la diversidad de intereses y grupos étnicos presentes en el país, que nunca ha tenido una tradición de gobierno central fuerte en el pasado. Las provincias no reciben actualmente fondos operativos para perseguir objetivos distintos a los establecidos por Kabul. No se está siguiendo ningún plan económico a largo plazo para aprovechar sus abundantes recursos hídricos, el 92 % de los cuales salen del país sin haber sido utilizados. La construcción de presas y sistemas de riego permitiría el cultivo a escala industrial de frutas y hortalizas.

Afganistán fue en un tiempo famosa por sus granadas, tan demandadas ahora por el interés que suscitan los alimentos saludables. La construcción del tan necesario sistema ferroviario ayudaría a transportar esos productos al mercado internacional.

Si queremos rescatar al país de un desastre político y económico, siguen quedando muchas cosas urgentes por hacer, señora Comisaria.

 
  
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  Richard Howitt (PSE). - (EN) Señora Presidenta, como alguien que siempre se ha opuesto a la fumigación para erradicar las drogas por considerarlo una medida ineficiente, a menudo contraproducente y siempre con efectos secundarios perjudiciales para la salud humana, lamento que esta resolución combine esa posición con lo que creo que es un intento mal enfocado de promover la producción lícita de opio en Afganistán. En esta resolución se hace referencia al informe del Consejo Senlis, que sugiere una escasez de adormidera en todo el mundo; pero eso no es así. Según la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes, las reservas mundiales de opiáceos legales equivalen a la demanda de dos años, mientras que Johnson Matthey, el mayor productor de morfina del mundo con sede en Londres, asegura que hay un excedente mundial de 250 toneladas.

La Comisaria tiene razón al decir que las condiciones en Afganistán no permitirían a los agricultores afganos obtener beneficios. Éste es sólo uno de los muchos supuestos forzados en la propuesta de resolución. La adormidera se cultiva en menos del 4 % de las tierras de labor. El cultivo lícito se sumaría al cultivo ilícito, no lo sustituiría. Según la encuesta independiente de la Fundación Asia, el 80 % de la población afgana se opone a este comercio de drogas. El Gobierno afgano se opone a él, y el Presidente Karzai dice que el opio es «el enemigo de la humanidad». Unas semanas antes de la época de recolección de la adormidera, enviaría una señal política totalmente equivocada.

El ponente tiene todos mis respetos, pero en esta cuestión, y lo lamento, la Cámara estará dividida. «Adormidera para medicinas» es un lema atractivo; pero lo cierto es que el opio financia la violencia y la inseguridad en Afganistán. Un lema más adecuado sería «adormidera para corrupción y terrorismo».

 
  
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  Bogdan Golik (PSE).(PL) Señora Presidenta, Comisaria, quisiera expresar mi apoyo a la propuesta de recomendación del Parlamento Europeo destinada al Consejo sobre la producción de opio para fines médicos en Afganistán. También deseo felicitar al ponente por su coraje. La lucha contra el tráfico ilegal de drogas es uno de los mayores desafíos globales del mundo contemporáneo. La Unión Europea debería organizar sus actividades de tal forma que tratase, por un lado, de controlar las drogas de forma eficaz reduciendo la oferta y, por otro, de incrementar la disponibilidad de analgésicos reduciendo sus precios.

La propuesta de legalizar la producción de opio para satisfacer las necesidades de la industria farmacéutica internacional puede ser una vía importante para alcanzar los objetivos antes indicados. Siguiendo el ejemplo de Turquía y de Australia, se podrían también conceder licencias en Afganistán para el cultivo de la amapola utilizada en la producción de analgésicos beneficiosos, como la morfina y la codeína. Sin embargo, para seguir adelante con estas licencias es preciso tener en cuenta las circunstancias específicas que existen en Afganistán.

Este país es el principal proveedor de materia prima para la fabricación de opiáceos del mundo. La producción y comercio de opio se ha convertido en un factor importante para el crecimiento del PIB de Afganistán, la base de su comercio internacional, la principal fuente de ingresos para los cultivadores y la única forma de que la mayoría de la sociedad pueda acceder a la tierra, al trabajo y al crédito. La legalización del cultivo de amapola en Afganistán tiene sentido únicamente si se crean las condiciones adecuadas. Para que las autoridades nacionales logren controlar eficazmente el proceso de producción de opio, la situación en materia de seguridad tiene que mejorar, y el país debe llegar a ser políticamente estable. La democracia efectiva tiene que ser una realidad, y los agricultores deben recibir créditos oficiales. Es preciso asimismo regular el funcionamiento de las actividades económicas.

 
  
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  Inger Segelström (PSE). - (SV) Señora Presidenta, quisiera empezar dando las gracias a Marco Cappato por un interesante informe. Dentro de la comisión del presupuesto a largo plazo LIBE soy responsable del programa de drogas. En esta comisión tratamos de ser prácticos en nuestro trabajo relacionado con la reducción de su consumo y suministro ilegal. Creo por lo tanto que el debate sobre Afganistán es crucial, porque éste es el país de origen de la mayor parte de la heroína (93 %) que mata a nuestros jóvenes en las calles. Si es posible, mediante la producción de opio con fines medicinales, reorganizar el control y el cultivo por parte de algunos agricultores bajo supervisión de la UE y de la ONU, entonces digamos que sí al proyecto. Y esto lo dice una persona que viene de Suecia, un país con un programa y una política antidrogas muy duras. Por desgracia no creo que esto sea suficiente, pero lógicamente tenemos que examinar cualquier otra posibilidad, como por ejemplo la producción de energía. Sin embargo, los agricultores necesitan trabajo y medios de vida, y por consiguiente en el Parlamento Europeo tenemos que asumir nuestra responsabilidad y exigir nuevas actuaciones. ¡Vamos a sustituir el 40 % del PIB, y tenemos que asumir la responsabilidad de ello! Por lo que se refiere al apartado 1(a) en el que se insta al Consejo a oponerse a la fumigación como medio para erradicar los campos de amapolas, mi posición es distinta. Creo que debemos analizarlo también como fórmula para salir del punto muerto en que nos encontramos ahora, en el que no está sucediendo nada. Por último, unas palabras acerca de la sobreproducción. Esto no significa que exista una mayor necesidad de analgésicos entre los pobres del mundo, entre las mujeres y los niños. Consumen muy pocos analgésicos en comparación con nosotros en la UE. Adoptemos por lo tanto una visión global, buscando en la UE y la ONU soluciones constructivas junto con Afganistán para apoyar la paz y la democracia y para combatir el terrorismo y las drogas. Gracias.

 
  
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  Marco Cappato (ALDE).(IT) Señora Presidenta, Señorías, quisiera decir algo acerca de la demanda y algo acerca de la oferta.

Por el lado de la demanda, el señor Tatarella, que ya no se encuentra aquí con nosotros, y el señor Howitt han planteado el problema de la sobreproducción: el hecho de que el opio disponible actualmente excede a la demanda de la fabricación de opiáceos para usos medicinales. Esto es cierto, pero únicamente con los niveles de demanda actuales.

Lo que el informe trata de examinar es la demanda potencial. Cerca del 80 % de la población mundial carece por completo de acceso a los analgésicos, ni siquiera para las operaciones más corrientes, para las amputaciones o la atención a los enfermos de cáncer. De esto es de lo que estamos hablando, y la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes tiene una parte de responsabilidad por la falta de una política global para la promoción de los analgésicos.

Por el lado de la oferta, me tomaré la libertad de decir a la señora Comisaria que es cierto que este proyecto piloto costará dinero, recursos del contribuyente. Esto es verdad, pero la política actual también cuesta grandes sumas de dinero del contribuyente.

Por consiguiente, el problema es bien sencillo. Lo que le pedimos es que analice qué resultaría más difícil y costoso: arrancar de una zona los cultivos que con toda probabilidad se trasladarán inmediatamente a otra zona contigua, o por el contrario comprar la cosecha y procesarla in situ, bajo supervisión de la comunidad internacional, de tal forma que no pueda usarse para producir heroína, sino que se emplee allí mismo en la fabricación de medicinas. En mi opinión, la segunda alternativa es menos costosa para los ciudadanos y contribuyentes europeos.

 
  
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  Benita Ferrero-Waldner, miembro de la Comisión. (EN) Señora Presidenta, creo que ha sido un debate muy interesante. De nuevo, aprecio la valiente idea del señor Cappato. Pero, de nuevo, permítanme también que lo argumente y diga: sí, es cierto que nuestra estrategia no ha tenido éxito todavía. Pero, como les dije antes, no es sólo una estrategia frente a las drogas; es una situación de enorme complejidad. Estamos en una situación post-conflicto con, por supuesto, todos sus diferentes elementos: OTAN, la Unión Europea y Naciones Unidas. En las reuniones que tuvimos en Nueva York, hablamos precisamente de esto.

Ahora volvamos a la cuestión de las drogas. Hay, efectivamente, problemas del lado de la demanda y también del lado de la oferta. En el lado de la demanda no ha aumentado, de momento, la necesidad de opio legal para fines médicos, según la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes. Y, según tengo entendido, la demanda mundial está ahora plenamente atendida, y Turquía y la India han tenido que reducir su producción en 2005 y 2006. Las reservas son tan grandes como para atender la demanda mundial durante dos años. Ese es un punto. Entiendo que digan que en otras regiones del mundo la población no tenga ni siquiera la posibilidad de recibir tratamiento médico sin alivio del dolor. Eso lo entiendo. Pero es algo que están sacando fuera de contexto. Esa es la realidad hoy.

En cuanto al lado de la oferta, veamos también un poco las proporciones. Afganistán es, como han dicho algunos colegas, el mayor productor mundial de opio y drogas: 8 200 toneladas. Si se les permitiera producir opio de forma lícita, sólo habría capacidad para producir una cantidad pequeña, y eso sería muy poco. Así que, aunque existiera esa posibilidad, creo que representaría sólo cinco toneladas de producción de opio. Comparemos esas cinco toneladas con 8 200 toneladas: ¡no son nada! Como pueden ver, no existe un verdadero equilibrio ni en el lado de la oferta ni en el lado de la demanda.

Por tanto, aparte de esta situación tan compleja, creo que su idea es valiente; estoy de acuerdo. Pero creo que, para Afganistán, posiblemente no sea útil en este momento. Por el contrario, creo que lo que tenemos que hacer como estrategia es combinar las ayudas al desarrollo a largo plazo con el ofrecimiento a los agricultores de alternativas al cultivo de opio y con una mejor gobernanza. La atención debe centrarse pues en la justicia y la policía, como trataremos de hacer y como ya hemos empezado a hacer.

Hemos fomentado también los programas de desarrollo rural y las ayudas para incentivar el empleo lícito. La Comisión Europea está apoyando también la Estrategia Nacional para el Control de las Drogas del Gobierno afgano, con iniciativas para controlar la oferta y reducir la demanda, así como para mejorar la gobernanza. Por ejemplo, hemos financiado el Fondo fiduciario para el mantenimiento del orden público, hasta ahora con cerca de 135 millones de euros, y para los próximos dos años está prevista una suma de 70 millones de euros.

Pero tengo que decir también, puesto que hemos centrado nuestros esfuerzos en el desarrollo rural, en la asistencia sanitaria y en la justicia, y hemos ayudado a la reforma de la policía y la justicia, así como a la producción alternativa, que como Unión Europea y Comisión, no podemos hacerlo todo solos en Afganistán. Esto es lo que quiero decirle al honorable diputado señor Tannock, porque creo que él se está dirigiendo únicamente a nosotros, a la Comisión Europea y a la Unión Europea, pero hay muchos otros actores importantes aquí. Creo que todos tenemos que actuar conjuntamente. Eso es lo que estamos tratando de hacer cada vez más a través de una estrategia coordinada que, por una parte, va a combatir las drogas. Pero de nuevo creo que posiblemente sea demasiado pronto.

 
  
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  Presidente . Se cierra el debate.

La votación tendrá lugar mañana.

 
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