Presidenta.- – El punto siguiente es el debate de seis propuestas de resolución sobre la situación en la República Democrática del Congo y la violación como crimen de guerra(1).
Raül Romeva i Rueda, Autor. − (ES) Señora Presidenta, la violencia sexual, y la violación en particular, como arma de guerra no es, lamentablemente, un asunto nuevo.
No resulta menor el hecho de que el Estatuto de Roma que establece la Corte Penal Internacional de 1998 establezca, en sus artículos 7 y 8, que la violación, la esclavitud sexual, la prostitución forzada, el embarazo forzado, la esterilización forzada o cualquier otra forma de violencia sexual se traten como crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra, y que se igualen, en cuanto a tratamiento y persecución, a la tortura o a los crímenes de guerra graves, sean o no estos crímenes cometidos durante un conflicto armado.
La guerra en la República Democrática del Congo muestra hasta qué punto éste es un tema que merece una atención mucho mayor de la que se le ha concedido hasta la fecha. Se cuentan por decenas de miles las denuncias por violación o asalto sexual reportadas anualmente en esa región. Muchas de ellas, además, tienen lugar en campos de personas desplazadas o refugiadas y, a menudo, son actos cometidos por fuerzas gubernamentales, grupos rebeldes u otras fuerzas.
En este sentido, considero de gran importancia que este Parlamento no sólo condene dichas prácticas, sino que inste a las autoridades de la República Democrática del Congo a que ataje, investigue, juzgue y condene dichas prácticas de inmediato, como también a que garantice la protección de víctimas, testigos y familiares.
Asimismo, debemos recordar a nuestras propias instituciones que la Resolución 1325 del Consejo de Seguridad de as Naciones Unidas enfatiza la responsabilidad de los Estados miembros de poner fin a la impunidad y perseguir a quienes sean responsables de crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra, incluidos aquellos relativos a la violencia sexual u otro tipo de violencia específica contra las mujeres.
Erik Meijer (GUE/NGL), autor. – (NL) Señora Presidenta, los Estados europeos reunieron en sus colonias africanas a tribus que no mantenían buenas relaciones entre sí, y dividieron otras tribus creando fronteras que pasaban por el medio de sus tierras. La República Democrática del Congo, un inmenso territorio con una gran variedad de grupos raciales, no tuvo la oportunidad de acceder a la independencia mediante una progresiva autonomía antes de 1960, durante la época de la colonización belga. La colonización no fue preparada previamente: se volvió inevitable de repente, después de que el Reino Unido y Francia hubieran concedido a finales de la década de 1950 la independencia a sus colonias vecinas, más pequeñas, en parte como consecuencia de las guerras de liberación de Marruecos, Túnez, Argelia y Kenia.
Desde entonces el Congo ha sido una zona de guerra permanente. Los primeros años estuvieron dominados por el conflicto entre Kasavubu en el oeste, Lumumba en el nordeste y Tshombe en el sureste. Cada uno de ellos representaba una ideología e intereses distintos, pero lo más importante es que su popularidad se limitaba a algunos sectores de la población congoleña.
La dura dictadura militar del aventurero Mobutu mantuvo unido el país durante años en una paz aparente, pero las diferencias nunca se acortaron. Tampoco las últimas elecciones han traído consigo unidad y buen entendimiento. El país sigue siendo una zona de conflicto con fronteras flexibles donde, al igual que en los años sesenta, todo gira alrededor de la delimitación de los territorios étnicos y del control de las zonas mineras. Las empresas extranjeras han sacado partido de esto. Parece que actualmente lo que se pretende decidir con el conflicto es cuál será la tribu, dentro de esta multiplicidad de clanes tribales, que dominará a las demás. Tal como están ahora las cosas, el futuro del Congo parece no tener perspectivas.
Las atrocidades a las que hace referencia la resolución, incluyendo la criminalidad generalizada y las frecuentes violaciones de mujeres, tienen todas ellas que ver con este caos. La Ley del año 2006 contra la violencia sexual no resolverá este problema, mientras continúe el conflicto y haya tanta gente sin un lugar permanente donde vivir.
La resolución hace bien en referirse al papel de los representantes del Gobierno, de las fuerzas de pacificación y de las organizaciones humanitarias; estas personas deben hacer lo que puedan para evitar tales atrocidades, pero sin verse implicadas en las mismas. El reconocimiento como crímenes de guerra de las violaciones, embarazos forzados, explotación sexual y otras formas de violencia sexual por la Unión Europea y por las Naciones Unidades es un requisito necesario, pero la eliminación del caldo de cultivo de esta violencia deberá hacerse sobre el terreno.
Ryszard Czarnecki (UEN), autor. (PL) Señora Presidenta, estuve hace tan sólo tres semanas en la República Democrática del Congo, de forma que mis conocimientos de la situación no proceden exclusivamente de los documentos, aunque estos últimos son muy importantes.
Se trata realmente de un país desdichado, cuyo nombre ha cambiado muchas veces. Solía llamarse el Congo, después se convirtió en Zaire y ahora es conocido como República Democrática del Congo. Sin embargo, los desplazamientos masivos de su población han sido mucho más frecuentes que los cambios de nombre. Los documentos que manejamos indican que, sólo durante el último año, 400 000 de sus habitantes se han visto obligados a abandonar sus hogares. El número total de personas que han sido forzadas a hacerlo en los últimos años es cuatro veces mayor, llegando a los 1,5 millones.
Tengo que referirme también a la violación como un arma utilizada deliberadamente con fines políticos tanto por los guerrilleros en el lado rebelde como por la policía y el ejército en el lado gubernamental. Esto es algo que no tiene precedentes, y la Unión Africana es impotente para abordar el problema.
Tadeusz Zwiefka (PPE-DE), autor. (PL) Señora Presidenta, tengo la viva impresión de que las palabras «República Democrática» que forman parte de la denominación oficial del Congo suenan bastante vacías actualmente, porque precisamente en este país se está desarrollando ante nuestros ojos una de las peores crisis humanitarias de los últimos años.
Más de 650 000 personas van constantemente de un lado para otro en este país. Tan sólo en una provincia, Kivu, el 80 % de las familias han sido desplazadas durante los últimos cinco años, cada mes unas 1 000 mujeres son víctimas de violaciones, y decenas de miles de niños han sido convertidos en soldados. En la República Democrática del Congo, el paso de los ejércitos va acompañado de todos los tipos posibles de crímenes contra la población civil, como violaciones, asesinatos y saqueos. Se utiliza la violencia sexual para aterrorizar y castigar a los habitantes de la República Democrática del Congo que en el conflicto dan su apoyo al lado equivocado. Es algo tan extendido que, según Médicos sin fronteras, el 75 % de todas las violaciones del mundo tienen lugar en la región oriental de la República Democrática del Congo. La violación va acompañada de bárbaras torturas, como palizas con porras y mutilaciones con cuchillos. Muchas jóvenes han sido obligadas a servir como esclavas sexuales.
Debemos recordar que la mayor fuerza para el mantenimiento de la paz que la ONU tiene desplegada en el mundo, con más de 17 000 soldados, es la que mantiene actualmente en la República Democrática del Congo. ¿Cuál es su principal medio para prevenir la violencia sexual? Anuncios en las paredes diciendo que la violación es inhumana. Y el hecho más alarmante en que los propios soldados de la ONU se han visto implicados en este escándalo. Los investigadores de la ONU han descubierto que los mismos soldados de la ONU han obligado en más de una ocasión a las muchachas congoleñas a prostituirse. Sin embargo, ha resultado simplemente imposible castigar a los soldados implicados, porque los jefes de sus unidades han hecho todo lo posible por impedir que fueran acusados. Los soldados han cometido violencias en lugar de proteger de la violencia en más de una ocasión, y cada vez lo hacen con mayor frecuencia. Esto sólo puede definirse como un escándalo.
Quisiera instar a la comunidad internacional a que apoye acciones inmediatas y decididas encaminadas a identificar y castigar a los responsables de delitos de carácter sexual. También quisiera insistir en que los países que envían unidades militares al escenario del conflicto, bajo los auspicios de la ONU, tienen la responsabilidad de llevar a cabo las investigaciones apropiadas de cualquier denuncia de conducta delictiva por parte del personal que participa en las misiones de mantenimiento de la paz de la ONU.
Me doy cuenta de que las opciones de la Unión Europea respecto a la resolución de conflictos de este tipo son limitadas. Sin embargo, pido que se pueda disponer de fondos para la organización de una conferencia de paz en Kivu. La ayuda de la Unión Europea debe orientarse también a ofrecer asistencia médica, legal y social a todas las víctimas de delitos sexuales.
Confío en que la Unión Europea y la ONU reconocerán formalmente que todos los delitos de carácter sexual son crímenes contra la humanidad.
Josep Borrell Fontelles, Autor. − (ES) Señora Presidenta, la descripción de la violencia sexual en Kivu, en Congo, nos produce un inevitable sentimiento de repugnancia. Los colegas han descrito ya lo que ocurre allí y no voy a repetirlo. No debemos quedarnos solamente en condenarlo porque podemos ser la voz que clama en el desierto: tenemos que hacer algo para impedirlo. Y lo que podemos hacer es hacer presión sobre el Gobierno del Congo porque no son sólo los rebeldes, son también sus fuerzas armadas las que hacen esta clase de atrocidades destinadas a humillar a la mujer y socavar las bases morales de la sociedad en la que vive.
Tenemos que hacer que las Naciones Unidas y la Unión Europea declaren la violencia sexual como crimen contra la humanidad. Tenemos que pedir a la Comisión que destine los fondos de ayuda al desarrollo al Congo, fundamentalmente y prioritariamente a la ayuda a estas víctimas: ayuda legal, social y médica.
Tenemos que hacer que el personal de las Naciones Unidas allí destacado se tome como prioridad la defensa de estas víctimas y la búsqueda de sus responsables, y para eso tenemos que ampliar el mandato de la MONUC para que esté más directamente vinculado a la lucha contra esta clase de acontecimientos.
Y, finalmente, tenemos que exigir a los que participan en la Conferencia de Kivu que saquen de allí resultados concretos que permitan exigir justicia y exigir responsabilidad, porque si después de todo lo que ha ocurrido resulta que los violadores acaban impunes vestidos de uniforme del ejército oficial de la República del Congo, las víctimas serán humilladas dos veces, la primera cuando sufrieron la violación y la segunda cuando vieron que quedaba impune.
Eso es lo que podemos y debemos hacer. Espero que la Comisión tome buena nota y reoriente los fondos de ayuda al desarrollo que dedicamos al Congo, tal como he pedido, hacia la ayuda a las víctimas y para prevenir que esta carnicería salvaje contra la dignidad de la mujer continúe.
Urszula Gacek, en nombre del Grupo del PPE-DE. – (PL) Señora Presidenta, el texto de la resolución que tenemos delante contiene datos alarmantes. Pero debemos tener en cuenta que detrás de estas estadísticas se hallan las tragedias de mujeres concretas.
Me gustaría narrar a la Cámara la historia de Lumo. Fue víctima en 1994 de una violación multitudinaria. La agresión fue tan brutal que esta joven sufrió lesiones internas permanentes. Después de años de tratamiento y de cuatro operaciones aún no ha recuperado la salud, y probablemente nunca la recuperará por completo. Ha sido rechazada por su novio, por casi toda su familia y por la sociedad. Su único apoyo ha sido su madre y la organización caritativa africana HEAL Africa, que gestiona un hospital en Goma, la capital de las violaciones de la República Democrática del Congo. Este hospital se ha especializado en el tratamiento de las víctimas de los casos brutales de violencia sexual. Los médicos han logrado muy buenos resultados, y las denominadas madres proporcionan apoyo psicológico a las víctimas.
La Cámara debería felicitar a estas personas por su trabajo, pero la mera felicitación no es suficiente. Tenemos que examinar la forma de prestarles ayuda práctica. Debemos esta ayuda a Lumo y a las miles de hermanas suyas del Congo.
(Aplausos)
Karin Scheele, en nombre del grupo del PSE. – (DE) Señora Presidenta, con la propuesta de hoy sobre la situación en la República Democrática del Congo y sobre las violaciones como crímenes de guerra, invitamos a la Unión Europea y a las Naciones Unidas a declarar formalmente que la violación, el embarazo forzado, la esclavitud sexual y las demás formas de violencia sexual constituyen un crimen contra la humanidad y una forma de tortura. Instamos también a ejercer presión sobre el Gobierno congoleño para que acabe con una situación en la que se cometen impunemente tales delitos. Estas medidas son necesarias para mejorar la terrible situación en que se encuentran cientos de miles de mujeres.
La violencia sufrida por las mujeres en la República Democrática del Congo es inimaginable. En la provincia de Kivu, más de una tercera parte de las mujeres han sido víctimas de violación, y muchas han sido violadas repetidamente durante largos períodos. Esto ha estado sucediendo a lo largo de muchos años. La mayoría de los responsables son soldados de ambos lados y miembros de las fuerzas de seguridad y de la policía congoleña. El ponente especial de la ONU sobre la violencia contra las mujeres presentó su informe el pasado mes de septiembre.
Las atrocidades cometidas por las fuerzas armadas son de una brutalidad inimaginable y están dirigidas a lograr la completa destrucción física y sicológica de las mujeres. El trauma de la violación se agrava por el hecho de que muchas de las víctimas padecen discriminación social y ostracismo por parte de sus familias y comunidades. Éste es el motivo por que solamente se denuncian una pequeña proporción de las violaciones que realmente se cometen.
Haciéndome eco de lo que mi colega el señor Borrell Fontelles acaba de decir, desearíamos ver ampliado el mandato de la ONU para incluir la protección del personal civil contra la violencia sexual. Las denuncias de conductas impropias de carácter sexual por parte de los miembros de la misión de mantenimiento de la paz de la ONU deben ser investigadas a fondo, y los responsables deben ser llevados ante un tribunal.
Hace algunos años que se inauguró la Conferencia de Goma sobre paz, seguridad y desarrollo. Pedimos con insistencia a todos los participantes que aborden el problema de la violencia sexual contra mujeres y muchachas, que hagan lo necesario para llevar a los responsables a los tribunales y que pongan fin a la actual situación en que tales actos se cometen con impunidad.
Marcin Libicki, en nombre del grupo UEN. – (PL) Señora Presidenta, estamos debatiendo hoy la violación como crimen de guerra en la República Democrática del Congo. Resulta irónico que ese país se llame República Democrática del Congo. En nuestros días parece que cuanto más se alude a la democracia en los títulos y en los discursos, tanto menos disfruta de derechos humanos la gente corriente.
Diré una vez más que la única forma de parar los pies a estos señores de la guerra africanos elevados a la dignidad presidencial es mediante sanciones económicas, por un lado, y mediante la intervención armada, por otro. Hasta que la Unión Europea no cree una fuerza de policía, que lógicamente no podrá intervenir en todas las guerras civiles, pero que al menos podrá supervisar los campos, los denominados campos de refugiados de la República Democrática del Congo, donde se están cometiendo los peores crímenes contra la humanidad, todo lo que podremos hacer es seguir debatiendo el asunto. Y la gente continuará sufriendo y muriendo mientras nosotros seguimos debatiendo.
Hiltrud Breyer, en nombre del Grupo Verts/ALE. – (DE) Señora Presidenta, las terribles violaciones masivas que tienen lugar en el Congo están siendo organizadas sistemáticamente, y esto significa que se utilizan también como estrategia militar, por lo que no es solamente una guerra, sino terrorismo sexual contra las mujeres. Las violaciones brutales están siendo cometidas actualmente por todas las facciones que combaten en el este del Congo, ya sean milicias tribales locales o soldados del ejército nacional, como señal de fuerza y como método de intimidación.
Son precisamente los más débiles de la sociedad, es decir, las mujeres, los niños y hasta los bebés, los que están siendo maltratados de forma bárbara, lesionados deliberadamente, mutilados, infectados de VIH y de otras enfermedades e incluso asesinados. Sabemos, y hemos oído, que el nivel de brutalidad excede la capacidad de la imaginación humana, y ahora necesitamos urgentemente que la violación sea condenada por fin como crimen contra la humanidad, como crimen de guerra y forma de tortura. Por otra parte, cuando las víctimas de violación regresan traumatizadas y solas a sus aldeas, después de haberse sometido a dolorosas intervenciones —en las que muchas de las mujeres pierden por completo sus órganos genitales— apenas encuentran acogida.
Por lo tanto, sólo puedo apoyar las observaciones del señor Borrell y de la señora Scheele: debemos utilizar también los fondos europeos para construir hogares destinados a las mujeres, que puedan servir como refugio para las que terminan su estancia en el hospital, y donde puedan tratar de rehacer sus vidas. En efecto, además de la violencia física que han debido soportar, la violencia sicológica a que se somete a las víctimas es lo más terrible que se puede concebir.
Sabemos que la mayoría de estas agresiones han sido cometidas por los rebeldes, pero casi una quinta parte de los incidentes registrados se pueden atribuir a las tropas del Gobierno y a la policía, y desde luego resulta vergonzoso que no se haya detenido, ni siquiera acusado, a ningún culpable. Se acabó el tiempo de declaraciones vacías. Necesitamos medidas políticas por parte de la ONU y de la Unión Europea, porque si nosotros...
(La Presidenta interrumpe a la interviniente)
Urszula Krupa, en nombre del Grupo IND/DEM. – (PL) Señora Presidenta, cuando hace poco tomé la palabra en un debate sobre la esclavitud sexual en Japón durante la segunda guerra mundial, manifesté también mi oposición a la brutal violencia contra las mujeres que se está produciendo actualmente en la República Democrática del Congo. De acuerdo con los informes de Médicos sin fronteras, el 75 % de las violaciones cometidas en el mundo tienen lugar en la República Democrática del Congo. Lo anterior resulta aún más alarmante por el hecho de que la violencia va acompañada de una crueldad especial. Hay hasta niñas de tres años afectadas.
Los grupos armados utilizan la violación como una táctica para quebrantar la resistencia y castigar a los grupos étnicos. Y esto lo hacen no solamente los rebeldes armados, sino también el ejército congoleño. Además de la escasez de alimentos y de las enfermedades, la violencia y agresiones sexuales en una escala sin precedentes al contribuido a convertir a esta región en un infierno sobre la tierra. Debemos recordar que la rivalidad intertribal viene de la época colonial, cuando se favorecía a unos tribus respecto a otras.
Leopold Józef Rutowicz (UEN). – (PL) Señora Presidenta, la República Democrática del Congo es el país más extenso de África. Es rico en recursos naturales, como agua, selvas tropicales y tierras agrícolas, pero la civilización está allí en un estado de ruina. Más de cuatro millones de personas han perdido la vida en la República Democrática del Congo como consecuencia de dos guerras civiles, de los conflictos tribales y de las actividades de grupos armados y de guerrilleros. Para complicar aún más la trágica situación de la gente, se han producido deportaciones masivas de personas de sus zonas de residencia originales, y ha habido que soportar gobiernos corruptos e ineficaces, la epidemia de SIDA y, más recientemente, la embestida del virus de Ébola.
¿Cómo se puede ayudar a estas personas? Además de la ayuda humanitaria y la asistencia técnica, es esencial proceder contra los líderes y organizadores responsables de estos actos horribles. No fueron castigados y siguen impunes, cuando deberían haber sido excluidos de la sociedad congoleña. Los criminales responsables del genocidio deben ser perseguidos por fuerzas especiales internacionales, de forma que se les pueda llevar ante los tribunales de justicia.
Zbigniew Zaleski (PPE-DE). – (PL) Señora Presidenta, no deseo repetir lo que ya se ha dicho, por lo que solamente mencionaré que por lo que a nosotros respecta no cabe duda de que es preciso prestar ayuda. Esperamos que esta ayuda sea lo más sustancial y amplia que sea posible.
También me gustaría decir que cuando estuve en la República Democrática del Congo durante las elecciones, me sentí trastornado al descubrir que todo lo que se enseña a muchachos de tan sólo 13 años son dos cosas: a combatir y a violar a muchachas aún más jóvenes que ellos. Éste es el retrato de los denominados soldados del grupo que apoya al candidato presidencial de la oposición, el señor Bemba. Pero no se trata de una excepción. La situación es similar en todas las facciones. Apoyo por consiguiente la declaración del señor Borrell de que los fondos y recursos disponibles se dirijan a reeducar a estos jóvenes, entre otras finalidades. Si estos jóvenes continúan con actuales comportamientos, al único futuro al que pueden aspirar es una vida de bandidos violadores y asesinos. Es preciso hacer algo por ellos. Tenemos el desafío de encontrar una forma de ayudar a estas personas a cambiar su actitud frente a la vida y al sexo opuesto.
Meglena Kuneva, Miembro de la Comisión. − Señora Presidenta, la Comisión está muy preocupada por el deterioro de la situación de los derechos humanos —en concreto por el aumento de la violencia sexual— en la región oriental de la República Democrática del Congo, y condena firmemente todo acto de violencia contra la mujer.
En el clima reinante de violencia e inseguridad, todos los grupos armados presentes en la región oriental de la República Democrática del Congo, incluidos algunos efectivos de las fuerzas armadas nacionales, están en cierta medida relacionados con el enorme aumento de este tipo de actos. En un contexto como éste, es importante promover la lucha contra la impunidad, y también abordar el problema desde la raíz. Se debería tener en cuenta que la violencia sexual en la parte oriental de la República Democrática del Congo forma parte del contexto de violencia y conflicto constante en la región.
La paz es necesaria para el mantenimiento de la seguridad y estabilidad, los dos elementos clave ligados a la prevalencia de la violencia sexual en la República Democrática del Congo. Por esta razón, la Comisión junto con los Estados miembros de la UE, ha estado desarrollando de manera continua una solución política para la crisis en la región oriental de la República Democrática del Congo.
La actual Conferencia sobre paz, seguridad y desarrollo de Kivu, junto con un reciente acuerdo alcanzado entre la República Democrática del Congo y Ruanda, en Nairobi en noviembre de 2007, podría representar un importante paso adelante en el proceso, aunque se reconoce que aún quedan muchos retos por delante antes de que se pueda lograr una paz sostenible en las provincias de Kivu Norte y Kivu Sur.
Sin embargo, estos esfuerzos no son suficientes y tienen que complementarse con un apoyo activo para reforzar la capacidad del Estado a la hora de ofrecer protección a su pueblo. A este respecto, la Comisión trabaja junto a los Estados miembros reforzando el Estado de derecho y luchando contra la impunidad, apoyando la reforma del sector de la seguridad, compuesto por el ejército, la policía y el poder judicial.
Me gustaría reflexionar sobre algunas de las preguntas de los diputados e intentar darles respuesta. En concreto, la Comisión afronta el problema de la violencia sexual y de la delincuencia a través de un proyecto, que cuenta con el apoyo de donantes multilaterales, sobre rehabilitación y justicia en el área oriental de la República Democrática del Congo, que se centra entre otras cosas en el desarrollo de capacidad de los actores judiciales y refuerza la prestación de asistencia legal a las victimas de violencia sexual.
Además, la Comisión aporta una importante ayuda humanitaria —alrededor de 40 millones de euros anuales— a la República Democrática del Congo, en especial a Uturi y las provincias de Kivi Norte y Kivu Sur. Nuestros programas humanitarios y en materia de salud tienen en cuenta la violencia de género, desde una perspectiva creativa así como de sensibilización.