El Presidente. − El punto siguiente del orden del día por cierto también es tremendamente importante y actual. Se trata de las declaraciones del Consejo y de la Comisión sobre Kosovo.
Dimitrij Rupel, Presidente en ejercicio del Consejo. − Señor Presidente, señoras y señores, pensándolo bien, y pasando por alto algunos detalles, he de admitir que tanto mi generación como los colegas más jóvenes hemos tenido bastante suerte. Nos ha tocado vivir la mayor parte de nuestras vidas —quizá la mejor parte— en una época llena de oportunidades. Esa época comenzó en 1975, con el Acta final de Helsinki, cuyas consecuencias se hicieron notar, sobre todo, en Europa oriental y central, donde tanto el muro de Berlín como el sistema comunista se vinieron abajo en 1989. Se abrió un nuevo horizonte por encima del muro derribado y al otro lado de las puertas abiertas del ala occidental de la comunidad euroatlántica. Ante nuestros ojos, apareció el amplio, resplandeciente y dinámico panorama de una Europa unida y libre, representada simbólica y hermosamente por el inmenso edificio del Parlamento Europeo. De joven, nunca podría haberme imaginado que llegaría a hablar en él.
En Eslovenia, los ochenta y los primeros años de los noventa se denominan la primavera eslovena. Por desgracia, justo al principio de la apertura democrática, sobrevino la crisis yugoslava, que amenazó con interrumpir el desarrollo democrático e hizo que los pueblos de los Balcanes Occidentales se quedaran muy rezagados.
La mayoría de los países de Europa oriental y central, es decir, los diez nuevos miembros de la Unión Europea, se han enfrentado al desafío histórico, mientras que, en los Balcanes, el tiempo se ha detenido. Entre las difíciles tareas del Consejo de Asuntos Generales y Relaciones Exteriores (AGEX), del que soy Presidente, se cuenta la de llevar a la práctica la perspectiva europea de los Balcanes Occidentales. Esto significa que debe conseguir que países como Croacia, la Antigua República Yugoslava de Macedonia, Serbia, Montenegro, Bosnia y Herzegovina, Kosovo y Albania participen en el sistema de adhesiones, candidaturas y acuerdos europeos.
La crisis yugoslava tendrá que llegar a su fin. Las puertas están abiertas, y el muro ya no existe. La Unión Europea anunció en el Programa de Salónica que los países de los Balcanes Occidentales, tarde o temprano, pasarían a ser miembros de la Unión Europea. Ha llegado la hora de recordar los compromisos adquiridos. Debemos procurar iniciar las negociaciones de adhesión a la Unión Europea con la Antigua República Yugoslava de Macedonia. Serbia debe liberarse del lastre del pasado, de los horrores y las sombras del régimen de Milosevic. Milosevic fue responsable de que los Balcanes Occidentales llegaran a un punto muerto. Y no debemos olvidarnos de Albania, Bosnia y Herzegovina, Montenegro y Kosovo.
El Foro UE-Balcanes Occidentales que tendrá lugar en Eslovenia a finales de marzo revestirá una gran importancia en este contexto. La Comisión está elaborando, en colaboración con la Presidencia eslovena, una Comunicación especial sobre los Balcanes Occidentales. En el marco del Foro, se considerará asimismo la intensificación de la cooperación regional en varios ámbitos, como el transporte, la protección civil, la investigación y el desarrollo, etc.
Con arreglo a las decisiones adoptadas en enero por el Consejo de Asuntos Generales y Relaciones Exteriores, la Comisión está estudiando, con todos los países de la región, la liberalización del régimen de visados. No debemos subestimar la extraordinaria importancia que la supresión paulatina de visados tendría para esta zona. De todas formas, señor Presidente, desearíamos señalar una extraña paradoja. Antes de 1990, los ciudadanos de la ex Yugoslavia viajaban a la mayoría de los países europeos sin visado. Ahora, en cambio, toda una generación de jóvenes que crecieron después de aquel año —que supuso un punto de inflexión para Europa— necesita visados para viajar.
Señoras y señores, en la reunión de enero del Consejo de Ministros de Asuntos Exteriores, invitamos unánimemente a Serbia a firmar el acuerdo político que constituía un nuevo paso hacia la adhesión a la Unión Europea. Cuando el europeísta Borís Tadic ganó las elecciones, confiamos en que, después de tantos años de aislamiento y lento desarrollo, Serbia se uniría a nosotros lo antes posible.
La Unión Europea ya ha enviado una Misión de política europea de seguridad y defensa a Kosovo. Sin embargo, la decisión de entablar relaciones con Kosovo depende de cada Estado miembro. Probablemente no discrepemos en las valoraciones fundamentales expresadas en la reunión de diciembre del Consejo Europeo. Lo más importante es tener consideración y respeto por Serbia. La Unión Europea necesita a Serbia, y Serbia la necesita a ella. En mi opinión, el diálogo intercultural no es una mera expresión vacía de significado. Incluso si las negociaciones se estancan, las posibilidades de diálogo no se han agotado. Ha llegado la hora de que los serbios y los albaneses de Kosovo entablen un diálogo práctico, como también deben hacerlo Serbia y Kosovo y Serbia y la Unión Europea.
Llevamos muchos años preocupados por la suerte de Kosovo. Antes Kosovo formaba parte del sistema federal de Yugoslavia, y en 1974 se le otorgó prácticamente el mismo estatuto que a las antiguas repúblicas yugoslavas. Después de que, a finales de los ochenta, Slobodan Milosevic privara a Kosovo de su autonomía, en 1999, lo ocupó militarmente, y así se consumó una tragedia mundial.
El caso de Kosovo es realmente extraordinario, ya que, después de tener que brindarle su protección por razones humanitarias, la comunidad internacional tuvo que gobernarlo durante casi nueve años. Sin embargo, la decisión adoptada el lunes por el Consejo de Asuntos Generales y Relaciones Exteriores no fue fácil. La resolución y la declaración de independencia adoptadas en Pristina eran de esperar. Así nos lo dieron a entender los hechos que se detallan a continuación. Para empezar, se llegó a la conclusión de que tanto la vuelta a la situación anterior como el statu quo existente eran inaceptables. Las partes no hallaron ningún nuevo modelo de estatuto satisfactorio para Kosovo, y saltaba a la vista que las negociaciones seguirían siendo infructuosas. Desde 1999, la administración de Kosovo ha estado en manos de las Naciones Unidas, y, según la Resolución 1244, durante todo ese tiempo, Serbia ha sido incapaz de ejercer su autoridad de forma efectiva. Antes de 1999, la mayor parte de la población kosovar estuvo varios años sometida a una represión sistemática, que se tradujo en una limpieza étnica y en una catástrofe humanitaria.
Señoras y señores, todos estos hechos, reconocidos, en un principio, por todos los miembros del grupo de contacto, incluida la Federación de Rusia, ponen de manifiesto que el de Kosovo es un caso sui generis muy especial; por lo tanto, la validez del principio de soberanía y de integridad territorial no admite duda.
El Consejo lleva un tiempo convencido de que la Unión Europea debe responsabilizarse de Kosovo; una convicción que fue ratificada en la reunión de febrero del AGEX, mediante la decisión que todos conocemos. En lugar de la desunión que todo el mundo esperaba, se impuso la unidad. Tras largas negociaciones y prolongados procesos de coordinación, las decisiones se adoptaron por unanimidad.
La Unión Europea es una comunidad interesante y única. Naturalmente, nos unen nuestros intereses y valores comunes, entre los que se cuentan el respeto y la tolerancia por las diferencias; aunque también podríamos decir que nos unen nuestras diferencias. Al final de la reunión celebrada en febrero por el Consejo de Asuntos Generales y Relaciones Exteriores, adoptamos una Posición Común. La principal conclusión de la reunión fue que, con relación al reconocimiento de Kosovo, se esperaba que cada Estado miembro actuase con arreglo a su práctica nacional. Hay quienes habrían esperado que Kosovo fuera reconocido por el conjunto de la Unión Europea, pero eso no es posible, porque la Unión Europea no es un Estado.
La Unión Europea ha adoptado la Posición Común sobre los acontecimientos de Kosovo y de los Balcanes Occidentales. En primer lugar, la Unión Europea observa que Kosovo ha adoptado una resolución de independencia. En segundo lugar, la Unión Europea constata que, al adoptar la resolución, Kosovo se compromete a cumplir los principios democráticos, incluida la protección de la minoría serbia y su patrimonio cultural. En tercer lugar, la Unión Europea reitera su compromiso con la misión internacional enviada a Kosovo, así como su voluntad de desempeñar un papel destacado en la región. En cuarto lugar, la Unión Europea reafirma su compromiso con la perspectiva europea de los Balcanes Occidentales. En quinto lugar, la Unión Europea elaborará medidas económicas específicas para toda la región. Y en sexto lugar, si bien la Unión Europea es muy consciente de los principios de la comunidad internacional, considera que dichos principios no se ven cuestionados en el caso de Kosovo, puesto que se trata de un caso sui generis.
Naturalmente, los serbios y su patrimonio y su cultura también forman parte de Kosovo, y desearía señalar que son un componente especialmente valioso de la cultura europea.
Muchos pueblos europeos, incluido el esloveno, al que represento, tienen importantes monumentos a su cultura y a su patrimonio étnico fuera del territorio actual de su Estado. En la Europa contemporánea, este hecho no supone un obstáculo, sino un elemento de unión, y lo mismo sucede en el caso de los grupos étnicos minoritarios.
En nuestra opinión, lo fundamental es que la respuesta de Serbia a la declaración y al reconocimiento de la independencia de Kosovo no sea cerrarle las puertas a la Unión Europea. Insisto en que el asunto de Kosovo y el de la integración europea de Serbia son dos cuestiones distintas. Serbia no debe establecer un vínculo entre ellas. A este respecto, nos cuesta mucho entender la oposición de Serbia a la Unión Europea, y, concretamente, a su misión en Kosovo, teniendo en cuenta que la misión en cuestión beneficia, fundamentalmente, a la población serbia de Kosovo.
Para terminar, la Unión Europea es una de las organizaciones de establecimiento de la paz de más éxito del mundo. Los pueblos y los países de Europa están unidos y son solidarios en su defensa de la paz y de una vida mejor. Esta actitud también radica en la tolerancia y la generosidad, así como, sobre todo, en la comprensión y la compasión cuando los demás están en dificultades.
Señoras y señores, con la decisión a la que acabo de referirme, la Unión Europea no sólo ha tendido la mano a Serbia, sino también a Kosovo.
OCUPA LA PRESIDENCIA: Mario MAURO Vicepresidente
Olli Rehn, Miembro de la Comisión. − Señor Presidente, tengo presente nuestra magnífica colaboración en los Balcanes Occidentales, y desearía darle las gracias por la oportunidad de informar al Parlamento del punto vista de la Comisión en relación con el proceso de determinación del estatuto de Kosovo.
El domingo pasado, la Asamblea de Kosovo declaró la independencia en un clima solemne. En su declaración, Kosovo se comprometía a un respeto absoluto de amplios derechos de los serbokosovares, especialmente con relación a la autonomía local en materia de educación, cultura y sanidad, de conformidad con la exhaustiva propuesta presentada por el enviado especial de las Naciones Unidas, Martti Ahtisaari.
En Kosovo, el acontecimiento se celebró con alegría y con responsabilidad. No obstante, se han cometido actos de violencia tanto en Belgrado como en el norte de Kosovo. Condenamos el uso de violencia e instamos a todos los líderes y ciudadanos de la región a que mantengan la calma, la paz y la estabilidad.
Como bien explicó el lunes el señor Rupel, Ministro de Asuntos Exteriores, los Ministros de Asuntos Exteriores de la UE han dado una respuesta unánime a los acontecimientos. La unidad europea es fundamental para que la Unión Europea pueda llevar a buen puerto el proceso de estabilización de los Balcanes Occidentales y ayudar a llevar a término el proceso relativo al estatuto de Kosovo.
Tras el fracaso de las largas conversaciones mantenidas por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, la Unión Europea se ha visto obligada a llevar a término el proceso. La Unión ya ha adoptado las decisiones esenciales para enviar una Misión PESD por el Estado de Derecho en Kosovo.
El lunes, el Consejo ofreció asimismo una plataforma para abordar la cuestión del reconocimiento. Cada Estado miembro de la UE decidirá individualmente si entablará relaciones con Kosovo, con arreglo a sus procedimientos nacionales. Algunos Estados miembros ya han optado por el reconocimiento de Kosovo. Confío en que la mayoría de los que quedan sigan su ejemplo cuando estimen oportuno hacerlo.
El Consejo reiteró acertadamente la adhesión de la UE a los principios de la Carta de las Naciones Unidas y a los del Acta final de Helsinki de la CSCE, así como a todas las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Señaló que, en vista del conflicto de los noventa y el largo período de la administración internacional, el caso de Kosovo constituye un caso sui generis, en el que los citados principios no se ven cuestionados. La Comisión comparte plenamente esta opinión.
En consonancia con las conclusiones alcanzadas el lunes por el Consejo, la Comisión está dispuesta a brindar todo su apoyo a los esfuerzos realizados por la UE en Kosovo. En estos momentos, la unidad europea también ha de manifestarse entre las Instituciones.
La Comisión utilizará instrumentos comunitarios para apoyar la consolidación institucional en Kosovo e impulsar su desarrollo político y económico. El 5 de marzo propondremos medidas concretas para toda la región a fin de potenciar sus aspiraciones europeas.
En Kosovo, el desarrollo es necesario en muchos ámbitos, y, juntos, debemos esforzarnos por ayudar a Kosovo a ayudarse a sí mismo, a valerse por sí mismo lo antes posible. En este contexto, la Comisión está organizando una conferencia de donantes, que debería mitigar las dificultades financieras relativas a Kosovo más apremiantes. Espero que la conferencia tenga lugar antes del verano.
Sé que Serbia está atravesando un momento difícil, y soy plenamente consciente de la importancia histórica que Kosovo reviste para el pueblo serbio. Sin embargo, creo que ha llegado la hora de pasar página y centrarse en el futuro, y el futuro de Serbia está en Europa. Serbia y toda la región de los Balcanes Occidentales tienen una perspectiva europea, con el objetivo final de la adhesión a la UE. Esa perspectiva europea es lo que mantiene a los países de la región en el camino de la paz y el reformismo, algo sumamente importante en estos momentos tan delicados y difíciles.
Por último, desearía volver a expresar mi agradecimiento por el firme apoyo que el Parlamento Europeo ha brindado a la perspectiva europea de los Balcanes Occidentales. Contamos con su apoyo permanente, a fin de que los ciudadanos de la región puedan cumplir su deseo de llegar a formar parte de la Unión Europea.
(Aplausos)
Doris Pack, en nombre del Grupo del PPE-DE. – (DE) Señor Presidente, Presidente en ejercicio del Consejo, Comisario, Kosovo ha declarado la independencia y ahora es un Estado. Todo el que haya sido testigo de la situación de Kosovo entre 1989 y 1999 debía de saber que esa independencia era inevitable. El difunto Ibrahim Rugova, Presidente pacifista durante muchos años y ganador del Premio Sájarov, estaría encantado con la noticia. Lamentablemente, no se ha podido negociar una solución, aunque estoy segura de que a todos nosotros nos habría gustado formar parte de una. La solución actual recuerda una versión modificada del aforismo de Churchill: esta sería la peor opción, si no fuera por todas las demás.
El domingo observaba, entre sonrisas y lágrimas, el desarrollo de los acontecimientos de Pristina. Entre sonrisas, porque, en mi opinión, ésta era la única manera de salir del punto muerto al que se había llegado, y entre lágrimas, porque no me cabe la menor duda de que se nos plantean unos problemas nada fáciles de resolver.
Así y todo, la UE se ha mostrado firme, a pesar de que la prensa ha pintado frecuentemente un panorama de desunión. La decisión de poner en marcha la EULEX Kosovo se adoptó por unanimidad. No se trata de un ataque contra Serbia, sino de una misión, necesaria incluso para los serbios de Kosovo, ya que controlará de cerca la aplicación del Plan Ahtisaari, que fue aprobado en la primavera de 2007 por mayoría de dos tercios de los votos emitidos en el Parlamento. Este Plan garantiza unos derechos amplísimos a la minoría serbia, así como el respeto de las fronteras y el Estado de Derecho y, por tanto, la protección de otras minorías.
Los políticos de Kosovo han de constituir su Estado con buen criterio y determinación. La lucha contra el desempleo sólo puede ganarse en el marco de un Estado de Derecho operativo. La adopción de medidas radicales a fin de combatir la delincuencia también es una prioridad esencial. La misión de la UE les brindará todo el apoyo que sea posible en este sentido. En Kosovo hay muchos jóvenes instruidos que estarán encantados de contribuir a la formación del nuevo Estado.
El caso de Kosovo no sienta un precedente, porque es único. Su constitución en Estado no es sino la culminación del declive de Yugoslavia, que se inició en Kosovo, por culpa de Milosevic, en 1989. Por lo tanto, lamento que Milosevic no viviera para verlo, pero sus sucesores democráticos han de cargar con este pesado legado. Esperamos que los políticos serbios no pierdan la calma y que, a partir de ahora, se dediquen en cuerpo y alma a conducir a Serbia a la adhesión a la UE.
(Aplausos de la derecha)
Jan Marinus Wiersma, en nombre del Grupo del PSE. – (NL) Señor Presidente, como bien entenderá el Parlamento, en el seno de nuestro Grupo también se ha mantenido un profundo debate sobre la situación actual relativa a Kosovo. La principal conclusión del debate fue que, si bien debemos asumir la realidad, no hay ningún motivo de celebración, puesto que ahora nos enfrentamos a una situación sumamente complicada, sobre todo, en vista de la respuesta de Serbia. No obstante, después de lo sucedido bajo el régimen de Milosevic, y tras años de negociaciones para dar con una solución, los recientes acontecimientos eran inevitables.
Nos gustaría centrarnos, en particular, en el papel de la Unión Europea. Como bien han señalado tanto el señor Rupel como el Comisario Rehn, el reconocimiento de Kosovo depende de los Estados miembros. No obstante, debemos actuar. Nosotros también somos responsables de la estabilidad de la región, así como de la de Kosovo; de modo que nuestro Grupo brinda su apoyo político a la Misión PESD, a la que la Unión acaba de dar luz verde. Naturalmente, también necesitamos que las autoridades de Kosovo lleven a la práctica las propuestas de Ahtisaari, que apuesten sin reservas por un Estado multiétnico y que ofrezcan suficientes garantías a los serbios residentes en Kosovo.
Por último, en cuanto a la cuestión de la propia Serbia, no cabe duda de que se trata de una situación incómoda para todos. Acabamos de tener la oportunidad de escuchar, en la Comisión de Asuntos Exteriores, al Ministro de Asuntos Exteriores de Serbia, quien ha dado una dura respuesta a los acontecimientos, en la que ha arremetido contra Europa, y, en especial, contra los países que han optado por el reconocimiento de Kosovo. Tengo otra pregunta: ¿qué podemos hacer para evitar el aislamiento de Serbia —tanto por su parte como por parte de los demás— con respecto a esta situación? Su respuesta me ha parecido descorazonadora: su intervención se ha centrado exclusivamente en el asunto de Kosovo. Creo, no obstante, que debemos proseguir con nuestros denodados esfuerzos por brindar a Serbia una perspectiva europea, por el bien de su pueblo, que vaya acompañada de una oferta concreta relacionada, por ejemplo, con la facilitación de visados y con una mayor liberalización del régimen de visados. También debemos prestar una atención especial a la generación de jóvenes que recientemente se ha manifestado a favor de una transición a la Unión Europea, a favor de un futuro europeo. Felicito al Gobierno serbio por haberse comprometido reiteradamente a no hacer uso de la violencia. Supongo que tampoco impondrá ninguna sanción económica a Kosovo. Lo que podemos hacer, y lo que el Parlamente Europeo debe hacer, es continuar apostando por una perspectiva europea para toda la región y aplicársela también a Serbia.
Annemie Neyts-Uyttebroeck, en nombre del Grupo ALDE. – (NL) Señor Presidente, Presidente en ejercicio del Consejo, Comisario, todo país que se forme al separarse de un país existente estará vulnerando la integridad territorial del país original y alterando unilateralmente el ordenamiento jurídico internacional. Mi país es un ejemplo de ello, puesto que surgió en 1830, al separarse del Estado constituido por el Congreso de Viena en 1815. La existencia de Bélgica fue reconocida enseguida por la Conferencia de Londres, en la que participaron el Reino Unido, Prusia, Rusia, Austria y Francia; los Países Bajos, en cambio, —el Estado del que se había separado— no optaron por el reconocimiento de Bélgica hasta nueve años más tarde.
Me gustaría haberle dicho esto al Ministro de Asuntos Exteriores de Serbia, si hubiera querido escucharlo. Sin embargo, no ha sido el caso, ya que se ha limitado a repetir hasta la saciedad la consabida posición serbia, sin tener en cuenta lo más mínimo que existen otros puntos de vista. El único aspecto tranquilizador ha sido su claridad respecto al hecho de que Serbia no haría uso de ningún tipo de violencia, chantaje o intimidación.
Ahora debemos preocuparnos por el futuro, el futuro de Serbia, el de Kosovo y el de toda la región. La Unión Europea se ha gastado en Kosovo 3 000 millones de euros hasta la fecha. En los próximos dieciséis meses, se destinarán otros 200 millones de euros, aunque no serán suficientes.
En cuanto a Serbia y a los demás países de los Balcanes Occidentales, debemos acometer urgentemente la facilitación de visados, a fin de que se puedan normalizar las relaciones entre los ciudadanos de esos países y los de los nuestros.
Konrad Szymański, en nombre del Grupo UEN. – (PL) Señor Presidente, al reconocer la independencia de Kosovo, hemos asumido una enorme responsabilidad; la responsabilidad del mantenimiento de la paz y la creación de instituciones sólidas en Kosovo. No podría darse ningún caso que provocara la retirada inmediata de las fuerzas internacionales. Cualquiera de las soluciones, tanto la de dejar a Kosovo en Serbia como la de apoyar su independencia, supone un riesgo de conflicto y de tensiones étnicas.
Sin embargo, los serbios han de comprender que es imposible volver a la situación anterior a 1999. Los intentos de desestabilización no hacen sino redundar en su perjuicio. Serbia sólo tiene un modo de conseguir que se apoyen sus pretensiones en el ámbito de los derechos culturales y sociales: mediante una cooperación constructiva en la región. El fracaso de la independencia de Kosovo supondría el restablecimiento de la idea de una Gran Albania, así como una guerra inevitable; una guerra que derivaría en un desastre político que afectaría, sobre todo, a Serbia. Por eso, ese Estado tiene la responsabilidad de evitar que se llegue a semejante situación y contribuir a la estabilización de la región.
Joost Lagendijk, en nombre del Grupo Verts/ALE. – (NL) Señor Presidente, me complace haber estado en Pristina el domingo pasado, cuando se proclamó la independencia con una gran solemnidad. Lo que allí sucedió el domingo pasado no es sino la consecuencia inevitable de los acontecimientos de 1998-1999, cuando más de 10 000 kosovares fueron asesinados y cientos de miles de ellos se vieron obligados a huir. ¿Podía Pristina haber vuelto a ser gobernada por Belgrado? No. ¿Podía seguir arreglándoselas a duras penas, después de nueve años de una administración cada vez más ilegítima e ineficaz por parte de las Naciones Unidas? No. ¿Habría sido mejor que Pristina y Belgrado hubieran alcanzado un compromiso negociado? Sí. ¿Habría sido preferible que el Consejo de Seguridad hubiera dado su aprobación? Sí. ¿Se ha intentado? Sí. ¿Había alguna posibilidad de éxito? No, sobre todo por la oposición rusa.
Espero sinceramente que, después de la euforia de los últimos días, los kosovares asuman inmediatamente su responsabilidad, ya que ahora son ellos quienes están al mando. En cuanto las Naciones Unidas se hayan retirado y la misión de la UE se haya instalado, los kosovares deberán demostrar que las buenas relaciones con las minorías no existen sólo sobre el papel y que están en condiciones de salvar la economía. Si bien es cierto que las opiniones sobre la cuestión del reconocimiento ahora están divididas en la UE, esta situación durará algunos meses más y luego tocará a su fin. En lo que todos los Estados miembros son unánimes es en el convencimiento de que el futuro de Kosovo reside en la UE. No obstante, el ritmo del acercamiento de Kosovo a la UE también dependerá de la posición de Serbia.
Acabamos de presenciar, en la Comisión de Asuntos Exteriores, el enfado de Serbia y el del Ministro de Asuntos Exteriores, así como la actitud agresiva de éste. Eso tardará un tiempo en cambiar, y, francamente, puedo entenderlo, siempre y cuando siga tratándose de una oposición pacífica. Cuando el enfado se haya pasado, confío sinceramente en que se imponga el sentido común. Es cierto que la secesión de Kosovo era inevitable; tan cierto como que el futuro de Serbia reside indefectiblemente en la Unión Europea. Para hacer realidad este reto, a veces es necesario superarse a uno mismo. Les deseo a los kosovares y a los serbios mucho valor para lograrlo.
Francis Wurtz, en nombre del Grupo GUE/NGL. – (FR) Señor Presidente, es difícil que no cunda la preocupación por las responsabilidades que la Unión Europea y sus Estados miembros han asumido en el asunto de Kosovo.
Para empezar, en principio, la UE aspira a contribuir a una mejora de la gobernanza mundial. Sin embargo, animados por ella, algunos Estados miembros han mermado o están a punto de mermar la futura credibilidad del Derecho internacional, apoyando la declaración de independencia unilateral de una provincia de un Estado soberano, miembro de las Naciones Unidas. Se diga lo que se diga sobre su condición de caso sui generis —puesto que no ha sido decretado—, los principales poderes de la UE están poniendo las relaciones de poder por encima de la ley, y, al hacerlo, han abierto la caja de Pandora. Es un asunto grave.
Para continuar, hay un grave riesgo de que este reconocimiento unilateral vaya en contra de los objetivos establecidos por la UE en relación con los Balcanes. Avivará el nacionalismo, en lugar de apagar su fuego. Además, la UE ha perdido el apoyo del pueblo serbio, sin el que resulta imposible aplicar ninguna política regional en esa zona de Europa. De hecho, no estoy hablando de quienes desearían que volviera Milosevic, sino de aquéllos que estaban en su contra y ahora son mayoría. En cuanto a los propios albanokosovares, ¿podrá la UE cumplir las expectativas que ha alimentado? Es conveniente que nos planteemos esa pregunta, de la que se deriva el tercer motivo de inquietud, llegados a este tercer día de júbilo en Kosovo.
El nuevo desafío que acaba de asumir la Unión Europea es tremendo. Aquí estamos, en primera línea, camino de un nuevo protectorado, a pesar de que no se ha llevado a cabo ningún análisis satisfactorio de los motivos del fracaso del protectorado anterior. El producto interior bruto de Kosovo es equivalente al de Ruanda; la mitad de su población está desempleada; hay más de 200 000 refugiados y desplazados, y se observa una creciente violencia contra las minorías, a pesar de los 2 000 millones de euros recibidos en concepto de ayuda internacional y de la presencia de 17 000 soldados de la OTAN. La EULEX Kosovo no podrá resolver todos esos problemas.
¿Qué perspectivas, amplias y duraderas, puede ofrecer la Unión Europea a los kosovares y a los demás pueblos de los Balcanes? ¿Una perspectiva de estabilización de la situación de la región, que no resulte en la desestabilización de la de otro lugar? ¿Una perspectiva de adhesión? ¿En qué plazo? ¿Con qué condiciones? ¿Con qué probabilidades de cumplir el requisito de la unanimidad de los 27 Estados miembros? No se sabe.
Sin lugar a dudas, mi Grupo no puede sumarse al triunfalismo a corto plazo de los principales líderes europeos.
(Aplausos)
Bastiaan Belder, en nombre del Grupo IND/DEM. – (NL) Señor Presidente, el Representante Especial de la UE en Kosovo y futuro Representante Civil Internacional, mi conciudadano Pieter Feith, ha concedido a la prensa neerlandesa una entrevista brillante sobre la complicada labor que le espera en Kosovo Polje.
Sin embargo, hay una parte de la entrevista que me desconcierta. A la sencilla pregunta de cuál de los agentes externos está al mando en Kosovo —el ex general Yves de Kermabon, quien dirigirá la Misión de la Unión Europea por el Estado de Derecho en Kosovo, o él mismo—, el señor Feith contestaba que, en cuestiones de política, él es quien asesora al comandante francés. Teniendo en cuenta que el Consejo, a su vez, está por encima del señor Feith, me gustaría preguntarle al señor Rupel, miembro de dicha Institución, cómo se están tomando exactamente las decisiones en Kosovo. ¿En qué situación se encuentran las relaciones de poder internacionales? Todo esto es muy importante de cara al futuro.
Para concluir, me gustaría citar las inquietantes palabras de un policía de Kosovo: «Los serbios y los albaneses se las han arreglado para ponerse de acuerdo en el ámbito delictivo. Las mafias serbias y albanesas llevan años colaborando eficazmente.» Espero sinceramente que la misión europea en Kosovo sirva para que esta colaboración inmoral entre serbios y albaneses desaparezca en beneficio de una convivencia interétnica digna, ya que eso es lo único que abrirá la puerta al futuro europeo que, de buena gana, le deseamos a Kosovo.
Slavi Binev (NI). – (BG) Señor Presidente, Señorías, los diputados al Parlamento Europeo de Ataka, a saber, Dimitar Stoyanov, Desislav Chukolov y yo mismo, manifestamos nuestro rotundo desacuerdo con la independencia de Kosovo, proclamada el 17 de febrero de 2008. Ese acto secesionista unilateral sienta un precedente inadmisible en el ámbito de las relaciones internacionales. Como diputados al Parlamento Europeo, creemos que la Asamblea Regional de Kosovo no tiene facultades para adoptar un acto de independencia y, por tanto, consideramos ilegítimo este Gobierno separatista, formado por auténticos traficantes de droga y criminales de guerra.
El reconocimiento de la independencia de Kosovo por parte de los Estados miembros o por parte del conjunto de la Unión Europea equivaldría a una amnistía para los líderes de los terroristas albaneses, responsables de la limpieza étnica a la que todas las comunidades no albanesas de la región han sido sometidas durante los últimos años. Expresamos nuestra más profunda indignación por el hecho de que la limpieza étnica y la destrucción de cientos de iglesias ortodoxas medievales de Metochia, Kosovo, se hayan llevado a cabo ante los ojos de las fuerzas de seguridad internacionales de la OTAN y de las Naciones Unidas. Teniendo en cuenta los delitos que se han cometido, rechazamos firmemente la constitución artificial de un nuevo Estado musulmán, cuyo único propósito es servir de trampolín para el tráfico de armas, drogas y personas hacia Europa occidental.
Como representantes del pueblo búlgaro en la Unión Europea, instamos a sus Instituciones a que no opten por el reconocimiento de Kosovo como Estado independiente y se atengan a las resoluciones adoptadas por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. También instamos al Consejo de Seguridad a que tome medidas drásticas para preservar el statu quo y erradicar las tendencias secesionistas en nombre de la estabilidad política de la Península Balcánica.
José Ignacio Salafranca Sánchez-Neyra (PPE-DE). – (ES) Señor Presidente, la reunión del Consejo de Ministros del pasado 18 de febrero no pasará a los anales de la Unión como una fecha particularmente gloriosa. En vez de buscar una solución entre 27 se ha remitido la patata caliente del reconocimiento al ámbito de decisión de los Estados miembros.
No deja de ser frustrante que, cada vez que tenemos que tomar una decisión sobre un tema sensible en el corazón de nuestro continente y que afecta a principios importantes como el de la intangibilidad de las fronteras, no seamos capaces de hablar con una sola voz. Y para complicar las cosas, las conclusiones del Consejo remiten a la legalidad internacional.
Es cierto que este Parlamento, como otras instancias de la Unión, aprobó el plan Ahtisaari, pero no como un cheque en blanco, sino en el entendimiento de que ese plan contaría con la aprobación del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Evidentemente, no ha sido así y hay que extraer varias conclusiones. La primera es que se ha dicho que este caso no sentará un precedente, que es un caso sui generis, como nos ha recordado el señor Wurtz en su intervención.
Tenemos que plantearnos si somos o no una Comunidad de Derecho. Y no es posible ser una Comunidad de Derecho a la carta. Es evidente que este caso va a sentar un precedente y, cuando uno se salta a la torera la legalidad internacional, no es gratis y desgraciadamente habrá consecuencias.
En segundo lugar, señor Presidente, ¿hasta cuándo vamos a estar conviviendo con un Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en el que existe un anacrónico derecho de veto por parte de los vencedores de la Segunda Guerra Mundial, plasmado en la Carta de San Francisco en el año 1945? Así no se puede construir un orden internacional ni se puede desarrollar un multilateralismo justo y eficaz.
Y en tercer lugar, señor Presidente, o la Unión Europea aprende de una vez por todas que la unión es nuestra fuerza y la fragmentación nuestra debilidad o tendremos que renunciar a nuestra vocación de liderazgo internacional en este mundo globalizado y limitarnos a ser lo que decía el semanario The Economist: la región más próspera, eso sí, del Tercer Mundo en el siglo XXI.
Hannes Swoboda (PSE). – (DE) Señor Presidente, Presidente en ejercicio del Consejo, Comisario, señoras y señores, entiendo la alegría y el júbilo de los albanokosovares por la libertad y la independencia alcanzadas. No obstante, también entiendo el dolor y la consternación de muchos serbios de Kosovo y, por supuesto, de la propia Serbia. Lamentablemente, no se ha podido alcanzar ninguna solución de mutuo acuerdo. El régimen de Milosevic no contribuyó a la integración de la población ni al fomento del respeto a los ciudadanos albanokosovares, sino todo lo contrario.
Por lo tanto, celebro la decisión de la Unión Europea de establecer la EULEX Kosovo. Me gustaría aprovechar la ocasión para transmitirle al señor Rupel, Ministro de Asuntos Exteriores, mi más sincero agradecimiento por el modo en que intentó que se llegara a un acuerdo en el seno del Consejo, en el marco de esta difícil situación. Se trata de algo muy positivo, y así debería hacerse constar abiertamente. Sin embargo, toda la ayuda que está por llegar de Europa no servirá de nada si Kosovo no consigue que la mayoría se comprometa a construir una sociedad multiétnica, en el sentido europeo de la palabra.
En los últimos días, he sido testigo de muchos hechos alentadores, como la actitud del Primer Ministro Hashim Thaci, que me animan a confiar en que el concepto de sociedad multiétnica está muy arraigado en la mente de los responsables del país.
Seremos testigos de algunas manifestaciones en los próximos días, que, sobre todo, tendrán lugar en Serbia. Debemos tener paciencia y tender la mano a Serbia. Tenemos que entender que aquí entra en juego una especie de sentimiento de pérdida colectiva, y, sobre todo, deberíamos hacer hincapié en lo que el señor Jeremic ha dicho hoy en la comisión parlamentaria sobre la renuncia a la violencia y a los boicots. No sólo se trata de un aspecto básico, sino también del fundamento de las futuras conversaciones con Serbia. Queremos acompañar a Serbia en el camino a la adhesión a la Unión Europea. No obstante, ésa es una decisión que depende de Belgrado y que a nosotros no nos corresponde tomar por Serbia.
Soy consciente de la situación de Kosovo. Allí conviven muchas personas, y, aunque puede que ahora exista una oposición entre ellas, creo en la posibilidad de que se mantengan unidas y colaboren las unas con las otras. Esta reciprocidad ha de ser el objetivo de nuestras políticas, tanto en el ámbito de la Unión Europea como en el del Parlamento Europeo.
(Aplausos)
Jelko Kacin (ALDE). – (SL) Señor Presidente, Comisario, Ministro, en Kosovo se respira una paz que incluso podría describirse como ejemplar y prometedora, salvo en el norte, donde residen los serbios. Algunos serbios están provocando incendios, y eso no está bien. En la Asamblea de Kosovo tuvo lugar una declaración de independencia solemne, respetuosa con todos los pueblos de la región y con el talante que debería imperar en el futuro. Los ciudadanos de Kosovo se han ganado nuestra confianza; debemos tener fe en ellos, porque están decidiendo sobre su futuro, porque desean sinceramente que su futuro sea pronto un futuro europeo.
Como ponente para Serbia, celebro la considerada conducta de ese país y el hecho de que no haya impuesto sanciones económicas a Kosovo. En este momento tan delicado para Serbia, entiendo, en cierta medida, el discurso duro y amenazador de algunos políticos. No obstante, sus actos deberían ser razonables y reflejar los valores europeos. La independencia de Kosovo debería brindarle acceso a los recursos del Fondo Monetario Internacional, así como a la inversión extranjera para el fomento del desarrollo.
Es importante que se refuercen los lazos comerciales entre Kosovo y Serbia, a fin de potenciar el crecimiento económico y contribuir a la integración europea. Sólo los Estados pueden ser miembros de la Unión Europea, y ahora Kosovo es un Estado.
Ahora los serbios de Kosovo también tienen una perspectiva europea. También Serbia debería proceder, lo antes posible, a renovar e intensificar sus esfuerzos con relación a su perspectiva europea. Ahora los grupos de trabajo estatales han de trabajar con mayor denuedo. Deberían preparar los próximos pasos para el acercamiento de Serbia y el de su economía y sus ciudadanos a la Unión Europea; un acercamiento muy deseado por los ciudadanos. Los ataques a las embajadas de los Estados miembros de la Unión Europea en Belgrado no pueden conducir a la adhesión a la Unión Europea, y no constituyen el deseo de la mayoría de los serbios.
Ahora que los embajadores de Serbia en los países que han optado por el reconocimiento de Kosovo están volviendo a casa temporalmente, sus representantes deberían esforzarse más por explicar las medidas que está tomando Serbia con objeto de formar parte de la Unión Europea. Ya no hay marcha atrás; el único camino hacia el futuro es el camino hacia la Unión Europea.
Para concluir, desearía dirigirme al Ministro Samardžić. Los incendios provocados son delito en todas partes. En la última década, se han incendiado demasiados pueblos de los Balcanes. Los serbios de Kosovo deberían poder participar en las decisiones del nuevo país independiente. Espero que Belgrado formule una invitación clara a la participación; es lo que se merecen tanto los serbios como los albaneses, y es lo que necesita y se merece la Unión Europea.
Hanna Foltyn-Kubicka (UEN). – (PL) Señor Presidente, la declaración unilateral de independencia de Kosovo plantea un desafío difícil y cargado de responsabilidad a la comunidad internacional, y, sobre todo, a la Unión Europea. Este acontecimiento ha complicado considerablemente la situación tanto en los Estados miembros como en los Estados con los que la Unión está cooperando y estrechando sus lazos, como, por ejemplo, Ucrania y Georgia. La reciente reunión mantenida ostentosamente por el Ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, y los líderes de Abjasia y Osetia del Sur, dos repúblicas rebeldes que se encuentran en territorio georgiano, es una señal de la conducta que podría adoptar el Gobierno ruso. Antes de la declaración de independencia de Kosovo, el Kremlin ya había advertido que consideraría su reconocimiento un precedente aplicable posteriormente a los regímenes separatistas leales a Rusia. Los Balcanes bien podrían considerarse uno de los puntos más candentes del planeta.
La declaración de independencia podría, por tanto, provocar la desestabilización de, por ejemplo, Bosnia y Herzegovina, un Estado del que las provincias pobladas por serbios podrían querer separarse. La situación planteada requiere, por tanto, la adopción de algunas decisiones bien meditadas y responsables por parte de la comunidad internacional, cuyo resultado habrá de ser, en cualquier caso, la paz y la libertad.
Bart Staes (Verts/ALE). – (NL) Señor Presidente, la independencia proclamada el domingo pasado por el Parlamento de Kosovo era inevitable y constituye una de las últimas etapas del proceso de desmembramiento de la ex Yugoslavia. Todo el que esté familiarizado con la situación de la zona sabe que, después de veinte años de discriminación y otros nueve años de control por parte de las Naciones Unidas, Kosovo no podía volver a formar parte de Serbia. En este contexto, la proclamación de independencia es un proceso bastante normal. Además, tuvo lugar en un ambiente de calma y serenidad, sin sentimentalismos y con un profundo respeto por el Plan Ahtisaari en el Parlamento del país. El Primer Ministro de Kosovo garantizó expresamente a la comunidad internacional que brindaría una protección y un respeto absolutos a los grupos minoritarios. A propósito, me gustaría recordarles a sus Señorías que todos los grupos minoritarios de Kosovo apoyan activamente la independencia. Los serbios, con su intransigencia y su orgullo herido, son los únicos que no están a favor. En este sentido, el Ministro de Asuntos Exteriores de Serbia tuvo un discurso bastante desafortunado.
Sin embargo, ello no es óbice para que tanto el futuro de Serbia como el de Kosovo continúen estando en la Unión Europea. Estoy deseando que ese futuro se haga realidad.
Athanasios Pafilis (GUE/NGL). – (EL) Señor Presidente, la invocación del Derecho internacional, los principios de las Naciones Unidas y el Acta final de Helsinki por parte del Consejo y de la Comisión resulta realmente irónica y provocadora. El reconocimiento actual de la independencia de Kosovo por parte del Consejo y de la Comisión supone una vulneración de todo ello y de la Resolución 1244 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, de 1999, de la que se desprende que Kosovo forma parte del territorio serbio.
Se trata de una redefinición flagrante de las fronteras, impuesta y orquestada por los Estados Unidos, con la colaboración de la propia UE. Basta ya de tanta hipocresía. Ya llevan dos años debatiendo sobre la independencia de Kosovo y sobre el envío de tropas por parte de la UE con objeto de salvaguardar sus intereses en la región.
Creemos que se trata de una situación sumamente grave. Provocará nuevas tensiones y desestabilizaciones a corto plazo en los Balcanes y, a largo plazo, en el resto del mundo, ya que sentará un nuevo precedente. Todo el mundo sabe que ustedes siguen el dogma imperialista de «divide y vencerás»: tienen previsto dividir numerosos países de todo el mundo para poder controlarlos.
Opinamos que los pueblos de los Balcanes y los habitantes de Kosovo de origen albanés también sufrirán las consecuencias de los conflictos entre los Estados Unidos, la UE y Rusia.
De ahí nuestra oposición. En nuestra opinión, los Gobiernos no deberían reconocer este «Estado», que, en el futuro, será un protectorado, y creemos que los pueblos de los Balcanes y de Europa no deberían permitirlo.
Georgios Georgiou (IND/DEM). – (EL) Señor Presidente, siempre que la balanza de la ley se inclina a favor de la ley del más fuerte, el resultado es el sufrimiento.
Kosovo es el único lugar en que los acontecimientos se han precipitado a la velocidad de un rayo. En cuarenta años de diplomacia, nunca había visto tanta presteza en un proceso de proclamación de independencia ni tampoco en su reconocimiento por parte de algunos Estados europeos.
Sin embargo, no han optado por el reconocimiento de Kosovo, sino por abrir la caja de Pandora. Yo, por lo menos, nunca me había encontrado con una situación tan peculiar. El de Kosovo no es, de por sí, un caso sui generis; el establecimiento de una base militar en Kosovo, en cambio, sí que lo es.
En cualquier caso, creo que hemos perdido el norte. En esta Cámara, ante los diputados al Parlamento Europeo que, actualmente, representan no sólo a los Gobiernos democráticos europeos y a los partidos democráticos, sino también el sentimiento democrático, he oído decir que hemos intervenido para solucionar el problema que el señor Ahtisaari no pudo resolver. ¿Qué somos? ¿Acaso somos un órgano de apelación? ¿Es este Parlamento un tribunal de apelación?
Señor Presidente, en lugar de preocuparnos por lo que sucederá en Kosovo el día de mañana, sería preferible que pensáramos en lo que pasará cuando el estatuto de las Naciones Unidas se viola de un modo tan insultante y despectivo.
Jana Bobošíková (NI). – (CS) Estoy convencida de que ya no es cuestión de si optar o no por el reconocimiento de Kosovo, sino de cómo mantener la estabilidad política y la seguridad en una región dominada por el odio étnico y el miedo y con una tasa de desempleo del 40 %.
Paradójicamente, la independencia de Kosovo llega en un momento en que los países europeos tienden a la federalización política. La situación de los Balcanes, en cambio, pone de manifiesto que la política de la UE no ofrece ninguna solución que evite la división del Estado y, al mismo tiempo, garantice la convivencia pacífica de todas las entidades étnicas y religiosas.
En este contexto, el hecho de que éste sea el Año europeo del diálogo intercultural casi parece una broma.
Señoras y señores, hace unos años, tanto los Estados Unidos como la Unión Europea anunciaron que no reconocerían la independencia de Kosovo. Ahora no sólo lo han hecho los Estados Unidos, sino también muchos países de la UE. Por lo tanto, salta a la vista que existe, y seguirá existiendo, un proceso de redefinición de las entidades nacionales y que no hay ninguna solución universal para este problema, que, además, perjudica y destruye las relaciones con el país original. Dada la coyuntura actual, nuestro único objetivo debería ser evitar que haya un derramamiento de sangre.
Bernd Posselt (PPE-DE). – (DE) Señor Presidente, Presidente en ejercicio del Consejo, no puedo evitar rememorar el momento en que Eslovenia declaró su independencia, hace ya 17 años. Entonces el Ministro de Asuntos Exteriores era Dimitrij Rupel. La mayoría de los principales países de las Naciones Unidas y la Unión Europea, así como la mayoría de los Estados miembros, se negaron a reconocer la independencia de Eslovenia en aquel momento. El Ministro de Asuntos Exteriores de un gran Estado miembro manifestó que, si Eslovenia se independizaba, los demás países lo aislarían durante 50 años. Eslovenia es hoy un país reconocido, respetado y próspero y ocupa satisfactoriamente la Presidencia del Consejo de la Unión Europea. Algunos de los argumentos formulados hoy en el Parlamento deberían enfocarse desde una perspectiva histórica.
Me alegro de que Kosovo se haya independizado. Los kosovares por fin tienen su propio Estado libre y democrático, después de décadas de opresión y de haber sido, más recientemente, víctimas de un genocidio al que sólo se pudo poner fin con la ayuda internacional. Insto a Serbia a que comprenda que también se trata de una oportunidad para que el pueblo serbio avance hacia su futuro europeo y se libere del lastre del pasado. Aunque, para ello, ha de renunciar a la violencia. Por lo tanto, el Ministro serbio para Kosovo no puede tolerar que se ataque a los guardias de las Naciones Unidas que vigilan la frontera con Kosovo. No está bien acusar de alta traición a los dirigentes de Kosovo —quienes han sido elegidos democráticamente—, en lugar de tratar de entablar buenas relaciones de vecindad con estas víctimas del genocidio.
No puedo hablar más claro: es inaceptable que el obispo Artemije, de la iglesia ortodoxa serbia, haga un llamamiento a la guerra. Es absolutamente inaceptable. Esto tiene que quedar muy claro: nosotros, la Unión Europea, debemos ayudar a Serbia en su transición a Europa, pero Serbia también ha de poner algo de su parte en la creación de un clima pacífico, positivo y cordial. Tres cuartas partes de los diputados al Parlamento estuvieron y están a favor de la soberanía de Kosovo; de modo que no puede decirse la Unión Europea esté dividida, y me alegro de que estemos abrazando un futuro europeo favorable para toda la región.
(Aplausos)
Csaba Sándor Tabajdi (PSE). – (HU) Señor Presidente, cada vez estaba más claro que era inevitable que Kosovo declarara su independencia controlada. Ahora nuestro cometido principal es asegurarnos de que la situación de Kosovo se resuelva con éxito; garantizar la estabilidad de la región; determinar el papel que le corresponde asumir a la Unión Europea, y crear un protectorado de la UE, aunque ésta no asumirá la función de regente.
Por un lado, entiendo el dolor de los serbios: mi país perdió el 60 % de su territorio después de la Primera Guerra Mundial. Serbia está perdiendo una quinta parte de su territorio, y, para cualquier nación, la pérdida de la cuna de su historia, su Estado y su religión es una auténtica tragedia. Por otro lado, hace mucho que Serbia perdió cualquier derecho moral que pudiera tener sobre Kosovo, puesto que el Gobierno serbio no supo brindar una verdadera patria a la comunidad albanesa residente en Kosovo.
Estamos seguros de que la respuesta diplomática de Serbia no pondrá en peligro la integración del país en la Unión Europea. Tenemos que ayudar a Serbia a superar su pérdida acelerando el proceso de convergencia con la Unión Europea. Es importante ofrecer gestos de buena voluntad y lanzar mensajes positivos; así pues, la UE debe adoptar sin falta un plan de acción concreto, con objeto de eximir de la obligación de visado a Serbia y a los demás países de los Balcanes Occidentales. Tenemos que acelerar la integración de Serbia, sin suavizar de ningún modo los requisitos.
Es comprensible que algunos Estados miembros tengan sus reservas. Opino que las preocupaciones de Chipre y España están justificadas, aunque me desconciertan los reparos manifestados por las élites políticas de Rumanía y Eslovaquia. Nadie está poniendo en entredicho la integración de esos países. Las separaciones y las declaraciones unilaterales no han de servir de precedente de cara al futuro de la Unión Europea. La puesta en práctica del Plan Ahtisaari, en cambio, que establece un régimen seguro para las minorías, podría sentar un precedente positivo para Europa, que se podría aplicar en el futuro en el ámbito de la protección de las minorías. Gracias por su atención.
István Szent-Iványi (ALDE). – (HU) Señor Presidente, Comisario, Ministro de Asuntos Exteriores, la declaración de independencia de Kosovo y nuestro reconocimiento de dicha independencia no son un mal menor, sino las únicas medidas oportunas que podemos tomar, dada la situación actual.
Por desgracia, las negociaciones no han surtido efecto, y los repetidos intentos frustrados de alcanzar un acuerdo sobre el estatuto de Kosovo no han hecho sino desestabilizar aún más la región. La semana pasada se resolvió la situación del único modo posible: mediante la determinación definitiva del estatuto de Kosovo y la aceptación de la independencia de Kosovo.
Celebramos el hecho de que la gran mayoría del Parlamento de Kosovo votara a favor del Plan Ahtisaari. Esperamos que Kosovo lleve a la práctica lo dispuesto en el Plan Ahtisaari, centrándose, sobre todo, en todo lo relativo a la protección de las minorías. El Plan Ahtisaari constituye el régimen más audaz en el ámbito de la protección de las minorías y podría servir de modelo y de ejemplo de buenas prácticas para toda la región; de modo que es fundamental que responsabilicemos a Kosovo de este asunto.
Tanto el futuro de Kosovo como el de Serbia radican en la integración europea. Ahora ambos países lo tienen más fácil. Se han librado de un problema grave y agobiante, que, hasta ahora, había consumido toda la energía creativa de ambos países. De ellos depende aprovechar esta oportunidad. Si lo hacen, la Unión Europea deberá brindarles todo el apoyo posible, especialmente en relación con la exención inmediata de la obligación de visado y la prestación de ayudas económicas.
Es fantástico que la Unión Europea aprobara por unanimidad el mandato de la misión civil en Kosovo. Aunque es más preocupante que los Estados miembros de la Unión Europea no alcanzaran la unanimidad en relación con el reconocimiento de Kosovo. Si la Unión Europea espera que se le tome en serio en el ámbito político internacional, no puede permitirse semejante falta de consenso en relación con unos acontecimientos tan importantes que están teniendo lugar en un país vecino. Por consiguiente, es fundamental que la Unión Europea se pronuncie y actúe al unísono.
Para terminar, les deseo buena suerte a Kosovo y a todos sus ciudadanos.
Mario Borghezio (UEN). – (IT) Señor Presidente, señoras y señores, el Presidente Pöttering ha realizado una afirmación histórica al manifestar que la declaración de independencia representa el deseo de los ciudadanos de Kosovo de tomar las riendas de su destino.
La independencia de Kosovo es una aplicación concreta en Europa del principio de autodeterminación de los pueblos recogido en la Carta de las Naciones Unidas. Naturalmente, muchos de nosotros estamos muy preocupados no sólo por la formación del primer Estado islámico de Europa, celebrada por todos los medios de comunicación yihadistas —por ejemplo, el entusiasmado director del canal de televisión vía satélite Al-Arabiya—, sino también por la suerte de la minoría serbia cristiano-ortodoxa, recordada por las sabias palabras del Vaticano.
Sin embargo —y me gustaría hacer hincapié en este punto—, se trata, sin lugar a dudas, de un precedente jurídico y político importante. No tiene sentido negarlo; es fundamental para los pueblos de Europa —desde Córcega hasta Flandes, desde Cerdeña hasta el País Vasco, desde Bretaña hasta Occitania, así como para nuestra Padania, ahora, por desgracia, naciones sin Estado— que aspiran a alcanzar el sueño de la autodeterminación y la libertad. ¡Viva la Europa de los pueblos! ¡Viva Padania libre!
Roberto Musacchio (GUE/NGL). – (IT) Señor Presidente, señoras y señores, como siempre que alguien actúa al margen del Derecho internacional, Europa se muestra divida y perdida.
Los actos unilaterales sientan precedentes muy graves, y ya hemos escuchado la opinión del señor Borghezio. La tensión aumenta en un clima agitado y lleno de comparaciones geopolíticas. A Europa le falta unidad, autoridad y transparencia. Incluso hemos leído que el Gobierno que actualmente ocupa la Presidencia del Consejo de la UE y la Administración estadounidense han mantenido reuniones, en las que esta última ha propuesto las directrices que deben seguirse. La impotencia política actual del Parlamento, pese a la celebración del nuevo Tratado, no es casual. La única manera de pasar página es abrazando el Derecho internacional, así como una perspectiva independiente que defienda la integración de todos los Balcanes en Europa y que reconozca los derechos de toda la zona. Espero que no sea demasiado tarde.
Vladimír Železný (IND/DEM). – (CS) El intento de la Unión Europea de presentar el caso de Kosovo como si fuera único no es sino una mera y embarazosa expresión de sus deseos. El caso de Kosovo no sólo sienta un peligroso precedente, sino que ya tenía antecedentes históricos: es un reflejo exacto de la situación que vivieron Checoslovaquia y su minoría alemana en 1930.
Resulta irónico que la historia se repita. Los primeros cuatro países de la UE que anunciaron al unísono que reconocerían la república separatista también fueron los cuatro firmantes del Pacto de Múnich. Entonces, hace ya 80 años, Chamberlain, Daladier, Mussolini y Hitler dividieron Checoslovaquia, y hoy vuelven a ser el Reino Unido, Francia y Alemania los que reconocen la división de Serbia. Están arrancando de Serbia el territorio histórico de Kosovo Polje, donde, en 1389, la nobleza serbia libró una batalla histórica con objeto de detener la incursión de los turcos otomanos en Europa. Allí fue donde nació la identidad serbia, y ahora nosotros, la Unión Europea, estamos transplantando el corazón histórico de Serbia a otro lugar. Defensores del Pacto de Múnich, debería darnos vergüenza.
Sylwester Chruszcz (NI). – (PL) Señor Presidente, lo primero que desearía hacer en este debate sobre la provincia serbia de Kosovo es protestar por los actos ilegales de las autoridades albanesas, auspiciados por los Estados Unidos. La respuesta de la Unión Europea y de algunos Estados miembros ante el desmantelamiento del Estado serbio ha sido indignante. La Unión Europea ha brindado su apoyo a los separatistas albaneses y, al mismo tiempo, ha decidido enviar a Kosovo una misión de dudosa legalidad, desde el punto de vista del Derecho internacional, y contraria a la postura de las Naciones Unidas. Me indigna el hecho de que las autoridades de la UE deseen tomar parte en el conflicto de los Balcanes sin tener ningún derecho ni ningún mandato en ese sentido. ¿Con qué derecho vuelve a interferir Bruselas en los asuntos de un Estado soberano y, por si fuera poco, a violar las normas de Derecho internacional?
Lo sucedido el lunes en Bruselas me recuerda la Conferencia de Múnich de 1938. En este caso, la sociedad internacional vuelve a guardar silencio y a permitir que Berlín y Washington vean satisfechos sus intereses. Por primera vez desde 1945, se está vulnerando el Derecho internacional para redefinir las fronteras de Europa por motivos étnicos. Es inevitable que los actos de los separatistas albaneses tengan un efecto dominó y desemboquen en futuros conflictos. No hace falta mucha imaginación para darse cuenta de las repercusiones que la independencia de esta provincia serbia podría tener en otras contiendas étnicas de otras zonas de Europa y del mundo.
Sorin Frunzăverde (PPE-DE). – (RO) Señor Presidente, señoras y señores, después de veinte años de enfrentamientos políticos y militares, veinte años de graves equivocaciones en los Balcanes, nos preguntamos si la solución de Kosovo, a saber, la declaración unilateral de independencia de la provincia de Kosovo, es legal y oportuna.
La solución de Kosovo no es legal ni tampoco oportuna. No es legal, porque no hay ninguna norma de Derecho internacional que justifique la declaración unilateral de independencia de la provincia de Kosovo. Es más, el Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas no supo qué contestar cuando, al salir de una conferencia de prensa celebrada recientemente en la Sede de las Naciones Unidas, se le preguntó si la solución era legal o ilegal. Tampoco es oportuna, porque sienta un peligroso precedente, no para los Estados miembros de la Unión Europea ni para Eslovaquia ni Rumanía —unos países con una legislación independiente y moderna en materia de minorías—, sino para Abjasia, Osetia del Sur y, sobre todo, para Transdniéster, donde hay conflictos que llevan enquistados desde que se desató el conflicto de Kosovo. No obstante, también sienta un peligroso precedente para los Balcanes —por ejemplo, para la República Srpska— y para otras regiones de los Balcanes en las que residen minorías, así como también para la Unión Europea.
Suele decirse que los Balcanes tienen más historia de la que pueden asumir. Por lo visto, en esta ocasión, la historia de los Balcanes ha sido más de lo que la propia Unión Europea puede asumir; prueba de ello es la división de opiniones que reina entre nosotros en cuanto al reconocimiento de la independencia de la provincia de Kosovo.
Puedo decirles que Rumanía no reconocerá la independencia de la provincia de Kosovo y que la acción nacional cuenta con el apoyo de la delegación de Rumanía en el Partido Popular Europeo. Señoras y señores, como hemos podido comprobar aquí, en esta Cámara, todos sabemos muy bien qué hacer con respecto a Serbia. Su futuro está, sin duda, en Europa. Sin embargo, no sabemos qué hacer con respecto a Kosovo. Les ruego que me disculpen, pero he de confesarles que el régimen de visados, la liberalización del régimen de visados, no bastará, de por sí, para desarrollar esta región de nuestra Europa.
Kristian Vigenin (PSE). – (BG) Señor Presidente, señor Rupel, señor Rehn, tal vez sea el momento de volver a lamentar que Kosovo y Serbia no llegaran a un acuerdo sobre el estatuto de Kosovo; aunque las negociaciones no podían prolongarse eternamente y ambas partes persistían en sus respectivas posturas contrarias.
También podríamos lamentar que tanto Serbia como el pueblo serbio tengan que pagar hoy el nacionalismo de la Gran Serbia, del que el país ya se está despidiendo, aunque no sin ciertas dificultades. Sin embargo, debemos ser realistas y muy conscientes de que la independencia de Kosovo, si bien no se trata de una independencia propiamente dicha, es un hecho, una realidad que confiere una nueva dimensión a los procesos en curso. Debemos tener en cuenta este hecho, porque, si lo hacemos, las discusiones sobre su reconocimiento tomarán otro cariz.
No podemos evitar pensar en las repercusiones que este acto podría tener en la estabilidad de Europa suroriental, esperemos que sólo a corto plazo. Así y todo, la Unión Europea deberá tomar varias medidas importantes; a saber: contribuir al establecimiento de una estructura administrativa y gubernamental adecuada en Kosovo; acelerar la integración de Serbia mediante la firma inmediata de un Acuerdo de Estabilización y Asociación, y prestar una atención especial a Macedonia, Bosnia y Herzegovina y Montenegro, porque corremos el riesgo de que, al centrarnos en el árbol de Kosovo, no veamos el bosque de la Europa suroriental.
Sarah Ludford (ALDE). – Señor Presidente, estoy de acuerdo con quienes afirman que la independencia de Kosovo era la única opción. La UE se está embarcando en la misión civil de mayor envergadura de su historia, y su éxito es fundamental. Se trata de una situación bastante extraordinaria. Fuera del entorno comunitario, cuesta entender que, aunque no todos los Estados miembros sean partidarios del reconocimiento de Kosovo, todos apoyen la misión EULEX Kosovo. De hecho, España, por ejemplo, está proporcionando recursos humanos a la misión; algo muy típico de la UE, típico de Bruselas. Pero la misión debe tener éxito.
Coincido con el Comisario Rehn en que debemos hacerle entender a Serbia que ha llegado la hora pasar página, y, en ese sentido, comparto la decepción que otros dicen haber sentido esta tarde al escuchar al señor Jeremic, el Ministro de Asuntos Exteriores. Entiendo que se sienta agraviado y víctima de una injusticia, pero hay que seguir adelante, y rápido.
Espero que el Primer Ministro Thaci les deje muy claro a sus compatriotas que la protección de la minoría serbia y de las demás minorías de Kosovo es una cuestión absolutamente prioritaria, puesto que no se tolerará la violencia. En ese sentido, lamento que el Ministro de Asuntos Exteriores serbio no haya condenado los actos de violencia cometidos por los serbios en los últimos años. Si bien ha negado toda motivación e instigación por parte de Serbia, es lamentable que no haya llegado a pronunciar la palabra «condena».
Por último, como ya se ha dicho anteriormente, el desarrollo económico va a ser un factor fundamental. Kosovo tiene una tasa de desempleo del 40 %, y el desempleo también es tremendo en Serbia. Sigamos adelante, hacia una integración rápida en la UE mediante la liberalización del régimen de visados, que espero que se produzca muy pronto.
OCUPA LA PRESIDENCIA: Adam BIELAN Vicepresidente
Seán Ó Neachtain (UEN). ― (GA) Señor Presidente, acojo con sincera satisfacción el anuncio de la independencia de Kosovo el pasado domingo.
Nueve años han transcurrido desde el terrible bombardeo de Kosovo ordenado por el régimen de Milosevic. El pueblo de Kosovo tiene derecho a su independencia y, de algún modo, los acontecimientos de los últimos nueve años han contribuido al advenimiento de esta independencia. Resulta extremadamente importante que los derechos civiles y políticos de la minoría serbia que aún reside en Kosovo se respeten plenamente.
La Unión Europea deberá apoyar el Gobierno de Kosovo para promover la economía del país, porque el índice de desempleo alcanza ya el 40 % y debe reducirse.
Espero que se trate de un nuevo comienzo para Kosovo y que la Unión Europea se complazca en apoyar la reconstrucción de este nuevo Estado en los años venideros. También espero que se convierta en un ejemplo de los deseos de la Unión Europea de que los pueblos y comunidades vivan en armonía.
Georgios Papastamkos (PPE-DE). – (EL) Señor Presidente, la función de la UE no es constituir Estados, sino integrarlos. Las diferencias de opinión en el seno de la UE en relación con el problema de Kosovo constituyen la constatación del fracaso de la PESC. La UE ha puesto el peso político de los Estados miembros por encima de su proceso de consulta interna.
En el artículo 11 del Tratado de la Unión Europea, se establece que la Unión deberá actuar de conformidad con los principios de la Carta de las Naciones Unidas, con los principios del Acta final de Helsinki y con los objetivos de la Carta de París, incluidos los relativos a las fronteras exteriores.
Teniendo en cuenta que la UE es una unión de Derecho, como bien ha señalado el señor Salafranca, ¿cuál es el régimen de responsabilidad jurídica aplicable en el ámbito europeo? Concretamente, ¿con arreglo a qué fundamento jurídico han estado invocando algunos Estados miembros el Derecho internacional para hacer presión para que se opte por el reconocimiento?
En la Resolución 1244 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, de 1999, no hay elementos suficientes que puedan fundamentar su justificación ni su legitimación. Las conclusiones del Consejo de Asuntos Generales y Relaciones Exteriores sobre la condición de caso sui generis de la situación de Kosovo se basan en que se trata de un caso sin precedentes. Espero que no siente un precedente. Se trata de un caso único, puesto que se hace referencia específicamente a la adhesión a los principios fundamentales de soberanía y de integridad territorial de los Estados, que, tal como se establece expresamente, no admiten duda.
Por último, desearía recordarles que éstos son los principios centrales de la legislación internacional en materia de derechos adquiridos.
Manuel Medina Ortega (PSE). – (ES) Señor Presidente, el debate está ya bastante avanzado; no creo que pueda contribuir mucho al mismo, ni siquiera en términos pasionales, pero sí creo que es importante que nos fijemos en la importancia del Derecho internacional y de los compromisos internacionales.
En el año 1991, el 16 de diciembre, los Ministros de la Unión Europea adoptaron unas directrices sobre el reconocimiento de los nuevos Estados en la Europa Oriental y en la Unión Soviética y en ellas se afirmaba el respeto a la inviolabilidad de todas las fronteras, que sólo pdían modificarse por medios pacíficos y por acuerdo común.
En segundo lugar, la resolución en virtud de la cual hay actualmente una presencia de Europa en Kosovo — la Resolución 1244 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas— establece específicamente que tienen que respetarse los principios de soberanía e integridad territorial de la República Federativa de Yugoslavia y de los demás países de la región.
Se ha cometido una violación del Derecho internacional, de los compromisos de los países europeos y de las resoluciones de las Naciones Unidas. Las consecuencias serán caras para todos nosotros.
Bogusław Rogalski (UEN). – (PL) Señor Presidente, al optar por el reconocimiento de la independencia de Kosovo, se está abriendo la caja de Pandora. Se trata de un peligroso precedente que vulnera el Derecho internacional —en particular, las resoluciones de las Naciones Unidas—, que establece claramente que Kosovo forma parte de Serbia.
En este momento, se están tomando medidas para desmantelar un Estado europeo, con el beneplácito de la comunidad internacional. Lo digo como diputado al Parlamento de un Estado cuya historia está marcada por un desmantelamiento similar. Es algo que no se puede consentir y que sienta un peligroso precedente, dado que Osetia del Sur y Abjasia no son las únicas que han expresado su deseo de separarse y de declarar su independencia. ¿Qué podríamos decir de Chipre, un país que está luchando a capa y espada por su unidad? Con un ejemplo así, y al sentar semejante precedente para los chipriotas, les estamos poniendo en una tesitura incierta y ambigua, en la que les resultará imposible luchar por la unidad de su isla.
Señoras y señores, el reconocimiento de la independencia de Kosovo constituye, ante todo, el pistoletazo de salida de la islamización gradual de Europa, y no creo que ninguno de nosotros desee eso.
Francisco José Millán Mon (PPE-DE). – (ES) Señor Presidente, lamento la declaración unilateral de independencia de Kosovo. No es una buena noticia para Europa. Es el último eslabón de una cadena de fracasos: un fracaso de convivencia, que desemboca en la crisis de 1999, un fracaso de las partes y de la propia comunidad internacional para alcanzar una solución pactada y un fracaso del Consejo de Seguridad.
Existe el temor de que la entidad que algunos se apresuran a reconocer constituya un nuevo fracaso. Debe proporcionar un marco de convivencia democrático y seguro, en el que los ciudadanos prosperen y los derechos de las minorías se respeten; también debe evitar ser un problema para la estabilidad de la región. Señorías, también ha fracasado la Unión Europea, que no ha conseguido en su vecindad una solución conforme al Derecho internacional.
Europa debe significar unión, no separación; acuerdo, no unilateralismo; el Derecho, no el hecho; integración, no división étnica. Los europeos tenemos una gran responsabilidad en este asunto: éramos mayoritarios en el Grupo de contacto, eran europeos el Enviado Especial de las Naciones Unidas y su equipo, fue el Consejo Europeo el que en diciembre, apresuradamente, decidió enviar una misión a Kosovo sin base jurídica.
Recuerdo que el apartado 15 de la Resolución de este Parlamento, en marzo, rezaba: «Considera que la adopción de una nueva resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas también es esencial para la futura implicación de la Unión Europea en Kosovo, y que no debería preverse intensificar la participación de la UE en ausencia de dicha resolución».
Las circunstancias del caso de Kosovo son excepcionales. Sin embargo, hay personas irresponsables que quieren alterar las fronteras de los países europeos y lo utilizan como precedente. De ahí la necesidad de que se reitere la inviolabilidad de las fronteras de los Estados miembros de la UE.
Richard Howitt (PSE). – Señor Presidente, estoy convencido de que el de Kosovo es un caso único en el mundo, por los siguientes hechos: Kosovo ya era un protectorado de las Naciones Unidas; la solución cuenta con el apoyo del Secretario General de las Naciones Unidas, y las negociaciones han fracasado. No estoy de acuerdo con quienes afirman que se trata de un acto ilegal. En el apartado 11, letra a), de la Resolución 1244 de las Naciones Unidas, se establece claramente que se trata de una medida «en espera de una solución definitiva». En el apartado 7, se autoriza expresamente que «las organizaciones internacionales competentes» garanticen la seguridad «con todos los medios necesarios».
Admito que está en juego la credibilidad de la Unión Europea y que, si no se respetan los derechos de la población serbia del nuevo Estado de Kosovo, triunfará la limpieza étnica a la inversa, y reconozco que deberíamos hacer hincapié en que tanto Serbia como Kosovo gozarán de la misma consideración como futuros miembros de la Unión Europea.
Pero no dejemos que el fantasma de Slobodan Milosevic se cierna sobre esta decisión ni tampoco sobre esta Cámara. La caída del muro de Berlín supuso el afianzamiento de la paz, el primer paso hacia la reconciliación y el fundamento de toda una región; esperemos que la independencia de Kosovo suponga lo mismo para la ex Yugoslavia.
Alojz Peterle (PPE-DE). – (SL) Después de los cambios que han tenido lugar, nuestro cometido no es explicar la historia ni sembrar la alarma hablando del efecto dominó, sino fomentar el desarrollo, que es lo que, a la postre, estabilizará la región y la acercará a las normas europeas y a una perspectiva europea.
En este complicadísimo contexto, es fundamental que la Unión Europea haya asumido una gran responsabilidad. Se ha mantenido unida en la decisión adoptada en relación con la misión EULEX Kosovo, con objeto de apoyar la consolidación institucional e impulsar el desarrollo político y económico. La Comisión Europea también ha adoptado medidas, a fin de fomentar el desarrollo de toda la región. El objetivo de todo esto es calmar esta situación tan peligrosa y sin perspectivas de futuro y evitar la insólita paradoja de que una parte de Europa —rodeada de Estados miembros— sea un protectorado de las Naciones Unidas.
No soy el único que desea que la reconciliación, la paz y la cooperación que caracterizan a la Unión Europea actual puedan constituir los principios clave o la base de la convivencia en Kosovo, así como de las relaciones entre Serbia y Kosovo.
En estos días tan difíciles tanto para Serbia como para Kosovo, y en la línea de lo que acabo de decir, me gustaría aplaudir las palabras y las acciones de quienes han expresado su compromiso con la paz, la moderación, la apertura y el futuro.
Maria Eleni Koppa (PSE). – (EL) Señor Presidente, nos enfrentamos a una situación que podría tener grandes repercusiones, no sólo en la región de los Balcanes, sino también a escala internacional, y de la que no podemos salir airosos con el mero argumento de que se trata de un caso sui generis.
Es sumamente peligroso eludir la aplicación del Derecho internacional y sus normas. Es la primera vez que se redefinen las fronteras sin el consentimiento de las partes afectadas y sin la aprobación del Consejo de Seguridad.
Una vez más, las posturas respecto a un asunto tan importante como éste han estado divididas en Europa, y se han vuelto a cometer los mismos errores que en el pasado. Tampoco está claro hasta qué punto se puede garantizar la seguridad y la estabilidad de la región con 2 000 soldados.
La declaración de independencia de Kosovo ya es una realidad. Nosotros abogamos por un Kosovo pacífico, multiétnico e integrado en la UE. La única manera de resolver la crisis es garantizar el camino hacia una rápida adhesión de los Balcanes Occidentales a la UE.
Es preciso que se firme inmediatamente el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, sobre todo en el caso de Serbia, puesto que se trata del único modo de brindar un verdadero apoyo a sus fuerzas democráticas. Por último, la forma de resolver la situación será una prueba de fuego para la política exterior europea.
Charles Tannock (PPE-DE). – Señor Presidente, no entiendo las prisas por resolver la cuestión de Kosovo, haciendo caso omiso de las Naciones Unidas y del Derecho internacional vigente. En mi opinión, la conformación de la nueva nación de Kosovo será un proceso difícil, teniendo en cuenta que la UE, cuya presencia está prevista a largo plazo, no tiene una estrategia de salida clara, y dada la hostilidad de la vecina Serbia, así como la envergadura de la delincuencia organizada. Es muy difícil que Rusia y China, miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, reconozcan la independencia de Kosovo en el futuro inmediato.
Hemos conseguido ofender a una Serbia que trataba de olvidarse de Milosevic y construir un futuro democrático. Su pérdida podría avivar el nacionalismo y empujar a Serbia a los brazos de Rusia, que, a su vez, podría aplicar el precedente de la situación de Kosovo a conflictos enquistados, como los de Transdniéster y Abjasia. Curiosamente, Rusia invocará —puede que por primera vez en la historia reciente— la prevalencia de la moral sobre el Derecho internacional.
Puedo comprender la negativa de Chipre a sumarse al reconocimiento de Kosovo de la mayoría de los Estados miembros. El señor Talat, el dirigente de la denominada «República Turca de Chipre del Norte», ya ha alegado el precedente de Kosovo para justificar las pretensiones de su territorio. Al margen de lo dicho por el señor Howitt, las negociaciones de las Naciones Unidas también fracasaron en el caso de la unificación de Chipre; de modo que no se trata de un factor que haya entrado en juego exclusivamente en este caso.
Lógicamente, a España le preocupan el País Vasco y Cataluña, y a Eslovaquia, su minoría húngara. Curiosamente, aunque la Organización de la Conferencia Islámica (OCI) ha reconocido en el Estado independiente de Kosovo un posible nuevo miembro, Azerbaiyán, a pesar de formar parte de la OCI, teme que Nagorno Karabaj reivindique su independencia y se niegue a reconocer la de Kosovo.
Por consiguiente, por mucho que la UE y los Estados Unidos digan que se trata de un caso sui generis, obviamente, no todos los países del mundo están de acuerdo.
Laima Liucija Andrikienė (PPE-DE). – Señor Presidente, me gustaría hacer dos observaciones. En primer lugar, lo fundamental es que la declaración de independencia de Kosovo tuvo lugar después de varios años de control de la zona por parte de la comunidad internacional y de que, tras largas deliberaciones, la comunidad internacional no pudiera encontrar otra solución mejor que la independencia de Kosovo.
Por lo tanto, en vista de los intentos de Rusia por establecer una relación entre la situación de Kosovo y la de otras regiones de Europa, como Transdniéster, Osetia del Sur y Abjasia, esta alegación bien podría ser peligrosa o poco conveniente para la propia Moscú.
¿Estaría Rusia dispuesta a retirarse de esos territorios y dejar el control de los «conflictos enquistados» en zonas europeas en manos de la comunidad internacional? De ser así, nosotros, la UE, tendríamos muchas posibilidades de alcanzar, por fin, una solución, y deberíamos estar interesados.
En segundo lugar, todo el mundo sabe que algunos países siempre tratan de sacar partido de la inestabilidad internacional. En esta ocasión, Rusia, mientras fingía defender los intereses de Serbia, ponía en práctica su propio juego geopolítico, procurando dar la impresión de que ningún problema en el mundo se puede resolver sin su visto bueno. No es una postura nueva ni tampoco inesperada.
Sin embargo, esta vez Rusia no tiene la sartén por el mango, puesto que, en realidad, no puede influir en los acontecimientos de ninguna manera que resulte inaceptable para Occidente. Por ejemplo, puede que, en el futuro, a Kosovo le cueste ser admitido en las Naciones Unidas, pero Rusia no puede provocar un aislamiento significativo del Estado en la escena internacional, porque, en cuanto Kosovo sea reconocido por la mayoría de los Estados miembros de la UE, por los Estados Unidos y por otros países, el aislamiento carecerá de sentido.
Aplaudo la independencia de Kosovo y le deseo buena suerte al pueblo kosovar en la consolidación de su Estado.
Ioan Mircea Paşcu (PSE). – Señor Presidente, la diferencia entre las acciones exteriores de la UE y las de otros actores internacionales radica en el respeto por la legalidad internacional y las decisiones de las Naciones Unidas. Me temo que, al fomentar y reconocer la independencia de Kosovo al margen del marco jurídico internacional vigente y de las Naciones Unidas, ese sello distintivo de las acciones exteriores de la UE se pone en entredicho e incluso resulta indefendible. Sólo espero que no tengamos que llegar a arrepentirnos de la decisión adoptada con respecto a Kosovo.
Árpád Duka-Zólyomi (PPE-DE). – (SK) Kosovo ha declarado su independencia. No es ninguna sorpresa; era de esperar. La comunidad internacional ha de tomar nota. Si desean garantizar la paz y la estabilidad de la región, los Estados miembros deben actuar unánimemente y brindar todo su apoyo al desarrollo del país, con arreglo al Plan de Martti Ahtisaari.
Los Estados miembros y los políticos —incluso eslovacos— que están alimentando el rumor infundado de que este acto sentará un peligroso precedente para los demás países se equivocan. Kosovo es un caso único. Deberíamos recordar el origen de aquellos cruentos acontecimientos de hace nueve años, cuando las fuerzas armadas serbias sometieron a los albaneses a un genocidio. Es bastante comprensible que los miembros de la comunidad albanesa no deseen vivir en la República de Serbia. Si se les obligara a ello, la consecuencia sería la guerra.
La UE debe desempeñar un papel fundamental en la configuración de una sociedad en la que todos los ciudadanos sean iguales y las comunidades minoritarias gocen de amplios derechos para conservar y enriquecer su identidad, así como del derecho a controlar su propia administración pública. Esto supone una gran autonomía para la comunidad serbia.
Elmar Brok (PPE-DE). – (DE) Señor Presidente, me gustaría hacer tres comentarios. En primer lugar, el hecho de que nos encontremos en esta situación pone de manifiesto que, una vez más, no hemos sabido defender nuestra posición intermedia ante los polos opuestos de Rusia y los Estados Unidos.
En segundo lugar, debemos hacer todo lo posible por establecer en Kosovo los derechos de las minorías y los derechos culturales. Por lo tanto, sería aconsejable que el Gobierno kosovar tomara un amplio abanico de medidas prácticas y ambiciosas. Señor Presidente en ejercicio del Consejo, me gustaría darle las gracias por la importante contribución que supone la EULEX Kosovo.
En tercer lugar, por razones históricas y culturales, comprendo muy bien cómo se siente Serbia en este momento y, por eso, creo que debemos tener paciencia y dejar que Serbia siga su camino hacia la Unión Europea, con todo nuestro apoyo en ese proceso. Sin embargo, también debemos dejar claro que no toleraremos la violencia. Continuaremos con la financiación —187 millones de euros en 2007—, a condición de que haya paz, con objeto de preparar el terreno para una región estable.
Vytautas Landsbergis (PPE-DE). – Señor Presidente, la Serbia de Milosevic —e incluso la posterior a él— se dejó guiar por su hermano mayor y siempre salió perdiendo, en lugar de adoptar una postura realista y tratar de suavizar de alguna manera los divorcios, con vistas a un reencuentro en Europa. Puede que ahora sea el momento de que eso suceda.
Un comentario dirigido expresamente a quienes les preocupan las interpretaciones parciales del Derecho internacional, la integridad de los Estados y la soberanía de los territorios y los pueblos: tenemos que entender y tener en cuenta que un Estado que pretende exterminar o expulsar a todos los ciudadanos de una etnia distinta, no sólo está acabando con ellos, sino también, y ante todo, con su propio derecho a la soberanía; la soberanía de las fosas comunes. La integridad de los cementerios no es un argumento aceptable. Tampoco debería admitirse ningún paralelismo con el País Vasco, con Quebec ni con Abjasia. Madrid, Ottawa y Tbilisi no van a bombardear ni a acabar con esos pueblos.
El caso de Rusia es diferente. Rusia también ha sido repudiada por sus repetidos actos de genocidio y tampoco tiene derecho a la soberanía de los supervivientes de Chechenia; se limita a imponer la ley medieval de la fuerza.
Adrian Severin (PSE). – Señor Presidente, hay quienes sostienen que, al hablar de Kosovo, deberíamos olvidarnos del tema del reconocimiento del Estado y centrarnos en el reconocimiento de la realidad.
La realidad es que, tras su declaración de autodeterminación, Kosovo no es independiente y tampoco está, ni estará en mucho tiempo, en situación de ser un Estado independiente y sostenible. Era un protectorado y continuará siéndolo. La realidad es que la Unión Europea está dividida: por un lado, están los denominados «realistas» y, por otro, los «legalistas». La realidad es que, al atribuir a Kosovo la condición de caso sui generis, estamos admitiendo que el Derecho internacional es insuficiente o inadecuado y que, por eso, estamos buscando una solución al margen de la ley. Esto nos llevaría a sustituir el poder del derecho por el poder de la fuerza. No creo que éste sea el objetivo ni el valor fundamental de nuestra Unión.
Luís Queiró (PPE-DE). – (PT) Tras la declaración unilateral de independencia de Kosovo, lo peor que podría suceder ahora es que, llegados a un punto muerto desde el punto de vista político, no pudiéramos hacer otra cosa que mirar mientras las tensiones aumentan. Por lo tanto, debemos determinar el mínimo denominador común a la hora de consensuar nuestras futuras decisiones y acciones. Desde ese punto de vista, lo dicho por el Presidente en ejercicio del Consejo, si bien no me deja plenamente satisfecho, me da esperanzas. Debemos recordarle a Kosovo que el camino por el que opte ahora influirá forzosamente en sus futuras relaciones con la Unión Europea y que, por eso, estamos dispuestos a ayudarle y tenemos el deber —también por nuestro propio bien— de tenderle no una sino las dos manos y de expresar nuestro firme convencimiento de que el futuro de Serbia está en Europa.
Más nos vale que, veinte años después de la caída del imperio soviético, no provoquemos lo que los comunistas de aquella época no consiguieron hacer: empujar a Serbia a la esfera exclusiva de Moscú. No debemos cometer ese error.
Jaromír Kohlíček (GUE/NGL). – (CS) Señoras y señores, por fin ha llegado el momento; el momento de quienes desean que los Estados Unidos reconozcan la independencia de Texas, que el oeste de Rumanía se separe y sea un territorio estrictamente húngaro y que Escocia, Cataluña y el País Vasco sean independientes, por no hablar de todos los Estados que emergerán en Latinoamérica y en África.
Se dice que Kosovo no sienta un precedente y eso no es cierto. Se trata de un territorio en el que se ha perpetrado la limpieza étnica de ocho nacionalidades, con la ayuda y el consentimiento de las fuerzas de ocupación; un territorio asediado por el tráfico de drogas y personas, por una tasa de desempleo del 50 % y por las constantes presiones a las que se someten a los serbios que quedan. Ahora declara la independencia de un segundo Estado albanés, y así se sienta un precedente negativo, que acabarán pagando caro todos los que han atropellado, literalmente, el Derecho internacional en este foro. Debería darles vergüenza; estamos ante otro Múnich y ningún demócrata debería brindarle su apoyo.
Dimitrij Rupel, Presidente en ejercicio del Consejo. − En primer lugar, me gustaría expresar mi más sincero agradecimiento al Parlamento y a los miembros que han apoyado la posición del Consejo. Entiendo que haya diversas opiniones; es lo normal en cualquier parlamento. Sin embargo, creo que la Unión Europea ha sido apoyada en la sesión de hoy.
Me gustaría responder algunas preguntas. La primera pregunta se refiere al sistema de mando, es decir, de futuras responsabilidades, que tenemos previsto; lo que me lleva a pensar en las instituciones de Kosovo, por supuesto. Como es lógico, la Unión Europea ha enviado un representante especial a Kosovo. En lo que se refiere a su declaración de independencia, el Parlamento de Kosovo aceptó, desde el principio, lo dispuesto en el Plan Ahtisaari, que será incorporado íntegramente en la constitución y en su legislación.
Por consiguiente, el cometido del enviado especial de la Unión Europea será vigilar a las autoridades locales y garantizar el cumplimiento de las obligaciones que conlleva el nuevo estatuto. Una vez que se haya establecido la Oficina Civil Internacional, el Representante Especial de la Unión Europea pasará a ser el Alto Representante de la comunidad internacional para los asuntos civiles. También ofrecerá orientación política a la EULEX Kosovo.
Desearía señalar que la Unión Europea se ha esforzado mucho en los últimos días, fundamentalmente, para calmar la situación y garantizar que Kosovo reciba suficiente apoyo. Además de la misión con respecto a la que el Consejo adoptó una decisión hace unos días, me gustaría mencionar la visita que el Secretario General y Alto Representante, Javier Solana, hizo ayer a Pristina.
Me gustaría citar una frase de su discurso. El señor Solana dijo lo siguiente:
«Desearía comunicarles que el sentimiento y la alegría que tan respetuosamente han expresado en los últimos días en las calles ha de transformarse ahora en una energía positiva y constructiva que haga avanzar a la sociedad.»
«Desearía comunicarles que el sentimiento y la alegría que tan respetuosamente han expresado en los últimos días en las calles ha de transformarse ahora en una energía positiva y constructiva que haga avanzar a la sociedad.»
En mi opinión, lo que quiere decir es que todos nosotros también deseamos que nuestros amigos de Kosovo estén preparados para transformar la energía de la que han hecho alarde en los últimos días en medidas razonables que garanticen un futuro europeo digno, no sólo para Kosovo, sino también para Serbia.
Creo que hoy se ha hablado mucho, tanto en los discursos como en las intervenciones de los miembros, del hecho de que Serbia merece continuar su camino hacia la integración en la Unión Europea, y, mientras escuchaba los discursos de varios de los representantes del Parlamento, no he podido evitar imaginarme que, en el futuro, aquí también se hablará serbio. Y espero que albanés también. Espero que lleguemos a escuchar las lenguas de esos países que tanto desean formar parte de este Parlamento y de la Unión Europea.
Sin embargo, en vista de los comentarios de algunos de nuestros amigos españoles, no diría que la armonización del contenido de las decisiones ha sido tarea fácil para el Consejo de Asuntos Generales y Relaciones Exteriores; aunque, al final, hemos conseguido ponernos de acuerdo con nuestros colegas españoles y chipriotas en la redacción de un texto que refleja unanimidad, decisión conjunta y pensamiento colectivo.
Por último, señor Presidente, me gustaría decir que, por supuesto, comparto el discurso de mi colega esloveno, el señor Kacin, concretamente, cuando decía que es preciso que los serbios de Kosovo acepten que Kosovo también es su patria y participen en su gobierno. Naturalmente, Kosovo también es su país y cualquier tardanza en la participación de los serbokosovares en el gobierno de Kosovo podría ser perjudicial.
Permítanme decir que estos debates me han dado ánimos, y desearía darles las gracias, señor Presidente y señoras y señores del Parlamento Europeo, por todos sus comentarios constructivos.
Olli Rehn, Miembro de la Comisión. − Señor Presidente, desearía expresar mi agradecimiento al Parlamento por un debate de lo más responsable. Hoy se ha reconocido, en general, que la Unión Europea ha hecho todo lo posible por contribuir a una solución negociada, pero sus esfuerzos han sido infructuosos. Por consiguiente, ahora tenemos la obligación de llevar a término el proceso.
Muchos de ustedes también han subrayado la importancia de no aislar a Serbia y, sobre todo, la de tratar de llegar a las generaciones más jóvenes de Serbia. Estoy totalmente de acuerdo y me complace comunicarles que ya está en vigor un acuerdo sobre facilitación de visados con los países de los Balcanes Occidentales, incluida Serbia. Este acuerdo supone una simplificación de los procedimientos de solicitud de visados, así como exenciones aplicables a algunos colectivos, como los estudiantes y los hombres y mujeres de negocios. Me complace comunicarles asimismo que ya hemos iniciado un diálogo especial sobre la exención de la obligación de visados; una cuestión sumamente importante para los ciudadanos serbios de a pie y para los demás pueblos de la región.
Con Serbia lo hicimos en enero, y, de hecho, el señor Frattini, mi colega y Vicepresidente de la Comisión, se encuentra hoy en Skopie, y mañana estará en Podgorica, entablando sendos diálogos con la Antigua República Yugoslava de Macedonia y Montenegro.
Pero, para conseguirlo, hará falta determinación y unidad en todas las Instituciones, incluido el Consejo, en lo que se refiere a los Ministros del Interior con amplios poderes en la zona. En este sentido, cuento con su apoyo, a fin de que, unidos, podamos realizar grandes progresos.
(FR) En lo que se refiere a la unidad Europea, el hecho de que la UE haya sido capaz de mantener la unidad en una cuestión tan delicada y polémica es realmente significativo. Yo incluso diría que la política exterior común ha superado, con responsabilidad, una de las pruebas más difíciles que ha afrontado desde su creación. Me gustaría felicitar a la Presidencia eslovena por los resultados obtenidos, que reflejan su profundo compromiso con el futuro europeo de los Balcanes Occidentales.
También me llena de satisfacción el deseo de la futura Presidencia francesa de brindar todo su apoyo a la perspectiva europea de los Balcanes Occidentales. Por lo tanto, 2008 será un año especialmente importante en el camino de los Balcanes Occidentales hacia Europa.
Presidente. − Se levanta la sesión.
Declaraciones por escrito (artículo 142)
Kinga Gál (PPE-DE), por escrito. – (HU) Los que hemos nacido en las regiones menos afortunadas de Europa —Europa central, oriental y suroriental— sabemos por experiencia que las palabras y las promesas sobre el papel tienen poca credibilidad. Lo importante es hasta qué punto se cumplen en la práctica. En el contexto de Kosovo, el Plan Ahtisaari ha resultado ser una idea, y no una mera promesa, que se puede hacer realidad y que puede reinstaurar la calma en la región.
Hay quienes aseguran que no puede sentar un precedente, pero, si sirve para establecer un régimen de protección de las minorías que funcione, ¿por qué no? Si en realidad se cumple, debería servir de precedente. Los que hemos crecido formando parte de una minoría y sin ser dueños de nuestro destino no podemos sino celebrar cualquier novedad que prometa una solución a largo plazo para las comunidades étnicas que conviven en ciertos lugares. Si el Plan Ahtisaari se cumple y se pone en práctica, la recién estrenada historia de Kosovo podría constituir una solución a largo plazo.
Nos preocupan las minorías que residen en otras zonas de Serbia y que siguen atentamente y con inquietud los acontecimientos actuales. ¿Habrá alguna solución que tranquilice a estas minorías o a la minoría húngara de Voivodina?
Ruego al Consejo y a la Comisión que se aseguren de que el descontento general no desemboque en acciones irreversibles, como, por ejemplo, medidas de reasentamiento en Voivodina. No permitamos que las tensiones étnicas se descarguen en las minorías que siguen viviendo allí. No se debe permitir que los acontecimientos que están teniendo lugar provoquen más privaciones de derechos, sino un fortalecimiento de los derechos de las personas. Debemos asegurarnos de que, finalmente, se sienten unos precedentes positivos en los Balcanes, que, por fin, brinden esperanza y perspectivas de futuro a las comunidades étnicas que viven allí.
Pedro Guerreiro (GUE/NGL), por escrito. – (PT) La declaración unilateral de independenciai de la provincia serbia de Kosovo no es inevitable.
Constituye indudablemente un hecho de extrema gravedad, y un peligroso precedente en el derecho internacional, con consecuencias imprevisibles para la estabilidad de las fronteras, en particular, en el continente europeo.
Representa incuestionablemente una violación flagrante de la Carta de las Naciones Unidas y del Acta Final de Helsinki.
Constituye sin duda una decisión ilegal a la luz de los principios más básicos del derecho internacional.
Se trata indudablemente de la creación artificial de un pseudoestado bajo una soberanía supervisada (y con independencia de lo que sea éste, dispondrá de un menor grado de soberanía), o, más bien, de un protectorado creado e impuesto mediante un acto de agresión y ocupación militar por parte de los Estados Unidos, la OTAN y la UE.
Tampoco cabe dudar de que se trata de un intento de perpetuar, mediante una política de hechos consumados, la dominación política, económica y militar de esta importantísima región de Europa por los Estados Unidos y las principales potencias de la UE.
Esta ilegalidad no debe ser reconocida, ni formalmente, ni en la práctica, sobre todo mediante el envío de la «misión de la UE a Kosovo», y la participación en ésta. Tal misión de la UE no obedece en realidad a ningún mandato de Naciones Unidas. Se trata de una misión de la UE que, además de ser ilegal en sí misma, de lugar a un acuerdo con una entidad igualmente ilegal, lo que le otorga una doble condición de ilegalidad.
Eija-Riitta Korhola (PPE-DE) , por escrito. – (FI) Señor Presidente, Harri Holkeri, Consejero de Estado finlandés que ejerció hace un tiempo como negociador en la crisis de Kosovo, creía que la búsqueda de la independencia de los albaneses no podía pasarse por alto indefinidamente, ya que esta opción supondría un regreso, no a una situación de avance nulo, sino de retroceso.
Como han señalado numerosos diputados, la independencia de Kosovo era un hecho inevitable. Del mismo modo, se ha destacado que Kosovo es un caso sui generis, y por tanto, la independencia no supone amenaza alguna para los principios internacional del derecho en materia de resolución de conflictos. En consecuencia, Europa cuenta con un nuevo país, sobre la base de criterios sostenibles.
Lógicamente, es lamentable que no se haya producido una reconciliación entre las partes, ni siquiera un nivel mínimo de tolerancia. Resulta difícil acusar a la comunidad internacional de no haberlo intentado, dado que, al mando de las negociaciones, se situó al prestigioso conciliador Martti Ahtisaari. Ahora debemos mantener nuestro convencimiento de que el plan de Ahtisaari sigue constituyendo la referencia que guíe la construcción del nuevo país. Sus requisitos brindan una oportunidad al modelo occidental de Estado de derecho y a la estabilidad interna y externa en la región.
La seguridad de Kosovo y los Balcanes occidentales constituye, por encima de todo, un asunto europeo. Por tanto, en un contexto en el que de nuevo resulta evidente que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas es incapaz de asumir responsabilidades respecto a la situación, la UE ha de prepararse para realizar un esfuerzo. La integración de los Balcanes occidentales en el marco general europeo de estabilidad constituye, probablemente, nuestro mayor reto desde el comienzo de la Unión. Actualmente, existe la amenaza de un agravamiento de las tensiones regionales, la nación se encuentra en un estado de frustración a causa del desempleo, y la corrupción y la delincuencia se han generalizado.
La declaración de independencia se esperaba con impaciencia en Kosovo, y generó una enorme alegría entre la población, con la que, como europeo, puedo identificarme fácilmente. Ahora, tal alegría debe aprovecharse para construir lo más difícil: una paz y una estabilidad duraderas. Sucedió hace 50 años en otros lugares de Europa, ¿por qué no ahora en los Balcanes, por fin, después de tanto tiempo?
Erik Meijer (GUE/NGL), por escrito. – (NL) Mi grupo y la delegación nacional de mi partido en el Parlamento Europeo han decidido recientemente rechazar la vía actual hacia la independencia de Kosovo. Puedo entender tal decisión, dado que la UE se comporta actualmente como una superpotencia, imponiendo unilateralmente su voluntad a Serbia, que ha sido humillada ya en numerosas ocasiones, y tratando a Kosovo como su protectorado.
Ésto no significa que retire lo que he dicho sobre este asunto en años anteriores. De conformidad con la Constitución yugoslava de 1974, en la que se otorgaba a Kosovo casi tanta autonomía como las seis repúblicas federales de la época, podría haber seguido siendo posible para serbios y albaneses coexistir de manera pacífica en un único Estado federal. La abolición unilateral de tal autonomía en el decenio de 1980 convirtió al Estado serbio en una entidad sin sentido e incluso dañina a los ojos de la mayoría de los habitantes de Kosovo. Kosovo lleva comportándose como un estado independiente desde una fecha tan temprana como la de septiembre de 1991, con su propio presidente, parlamento y sistema educativo.
Si, en aquel entonces, el mundo exterior hubiera actuado oportunamente y hubiera reconocido aquel Estado, junto con los demás estados herederos de Yugoslavia, no habría surgido ningún UÇK violento, los habitantes de Kosovo no habrían sido condenados a recurrir a la delincuencia como fuente de ingresos, y no habría habido causa alguna para la guerra de 1999.
Dimitrios Papadimoulis (GUE/NGL), por escrito. – (EL) Ochos años después de la guerra de la OTAN en Yugoslavia, el problema de Kosovo no solo permanece sin resolver, sino que su solución cada vez plantea más dificultades. El criterio de «normas antes que estatutos» (es decir, democracia, regreso de refugiados, condiciones de coexistencia multicultural, etc., antes de que se decida el régimen definitivo) establecido en la Resolución 1244 de las Naciones Unidas, no se ha satisfecho en términos básicos. Sin embargo, el Gobierno Bush impulsó a los líderes de los albano-kosovares hacia una declaración unilateral de independencia, con todo lo que ello conlleva para la paz y la estabilidad en los Balcanes, así como para otros asuntos internacionales. Mediante la aprobación de una nueva misión en la región, la UE respalda esta política y contribuye a la violación de la Resolución 1244 de las Naciones Unidas, de 1999. La declaración unilateral de la independencia de Kosovo provocará una reacción en cadena de desestabilización en los Balcanes occidentales, y constituye un precedente negativo para el tratamiento de muchas cuestiones internacionales. Hemos de fundamentar una solución en el derecho internacional, de un modo que no favorezca ni la política de «divide y vencerás», ni las ideas expansionistas y nacionalistas locales, ni las modificaciones de las fronteras. Creemos que aún es posible encontrar una solución mutuamente aceptable en el marco de las Naciones Unidas, sobre la base del derecho internacional. Por tanto, nos manifestamos a favor de unas negociaciones continuadas.
Toomas Savi (ALDE), por escrito. - Es triste que la Unión Europea se muestre dividida respecto a la cuestión de Kosovo. La Unión ha asumido desde hace tiempo un compromiso con el aseguramiento de la estabilidad en los Balcanes occidentales y, como la organización supranacional más influyente del continente, hemos de transmitir un mensaje inequívoco y hablar con una sola voz.
La paz y la seguridad en Kosovo han de constituir una prioridad para la Unión, dada su condición de vecino de la Antigua República Yugoslava de Macedonia, un país candidato a la adhesión a la UE, y debemos desempeñar un papel destacado como entidad mediadora entre Serbia y Kosovo. No será una tarea fácil, cuando no existe acuerdo en la Unión, respecto a si debe reconocerse la independencia de Kosovo in corpore o no.
La actual conducta de indecisión de la Unión genera únicamente más confusión en Kosovo. Los Estados miembros han de encontrar una vía para superar sus diferencias, con el fin de comenzar a cumplir nuestro compromiso con la región.
Csaba Sógor (PPE-DE) , por escrito. – (HU) El domingo estuve en Priština. Es algo poco habitual encontrarse en un país cuando éste declara su independencia. Mi intención fue que mi presencia se entendiera como un mensaje: aún cuando esta decisión resulta dolorosa para muchos, se anunció en circunstancias en las que no teníamos miedo.
La independencia se anunció en un hotel en el que, hace años, se daba la bienvenida a los huéspedes mediante un cartel colocado sobre la puerta en el que rezaba lo siguiente: «Se prohíbe la entrada a perros y albaneses».
El proceso que condujo a la independencia de Kosovo no fue instigado por la UE. Serbia lo inició al no garantizar los derechos humanos fundamentales, los derechos individuales y colectivos a aquellos de sus ciudadanos que residen en dicho territorio.
La Alianza Democrática de Húngaros en Rumanía (DAHR) considera que Rumania debe reconocer la independencia de Kosovo a la mayor brevedad posible. Los que se muestran reacios a reconocer la situación quizá mantienen asuntos sin resolver con las minorías en su propio país.
Desde su creación, la DAHR ha deseado, y sigue deseando, luchar por los derechos de los húngaros de Transilvania sirviéndose únicamente de vías políticas y parlamentarias, y rechazando los medios violentos.
Puede que ahora quede claro para todos que la cuestión de los derechos individuales y colectivos de las minorías nacionales tradicionales no puede constituir un asunto meramente interno de un país. Es hora de elaborar un acuerdo normalizado en la Unión Europea (UE) de aplicación obligatoria y universal que proporcione tranquilidad a las minorías.
La tarea principal de la Unión Europea es ofrecer ayuda para estabilizar la región en las áreas de desarrollo económico y social, no sólo en Kosovo y Serbia, sino también en la región de los Balcanes occidentales en su conjunto.
Alexander Stubb (PPE-DE) , por escrito. – (FI) Señor Presidente, señoras y caballeros, me gustaría brindar a Kosovo una sincera bienvenida como uno de los países de Europa. La declaración de independencia fue un acto de valentía por parte de Kosovo. Ahora, el país y sus ciudadanos han de mostrar el mismo coraje y seguridad en sí mismos al emprender la construcción de su propia sociedad multicultural.
Durante mucho tiempo ha resultado obvio que la lucha por la independencia de Kosovo era una calle de una sola dirección. Era únicamente una cuestión de tiempo. El plazo límite para la independencia habría sido la adhesión de Serbia a la Unión Europea. Por fortuna, no necesitaron esperar tanto. Kosovo lleva ya diez años bajo la administración de las Naciones Unidas. La situación es completamente diferente a la que se ha dado en otras regiones separatistas.
Los próximos años requerirán visión de futuro y sabiduría por parte de los dirigentes de Kosovo. Creo que mostrarán tales cualidades. La guerra, el odio entre etnias y una administración gestionada por la comunidad internacional son experiencias de las que han de extraerse lecciones. Lo más importante ahora es centrarse en la construcción de una sociedad civil estable. La independencia también despeja la incertidumbre que ha mantenido alejadas las inversiones, tanto nacionales, como extranjeras.
El plan del señor Ahtisaari brinda un marco excelente para las fases iniciales de la independencia del país. El éxito sólo será posible si los líderes y la población perciben la construcción de su país como un proyecto propio, y no como un conjunto de normas y reglamentos que se les imponen desde el exterior. La comunidad internacional ha de ser capaz además de mantener la distancia y permitir que las poblaciones kosovar y serbia del país construyan su propio modelo de coexistencia. Existen casi tantos ejemplos de países multiculturales, como Estados europeos. Kosovo no es una excepción a este respecto.
Una vez más, felicito a los kosovares y les doy la bienvenida como nuevo país independiente.
László Tőkés (NI), por escrito. – (HU) La declaración de independencia de Kosovo ha provocado una gran conmoción en nuestra región. Los partidos rumanos que se preparan actualmente para las elecciones aprovechan la ocasión para generar una histeria antihúngara. Todos se alinean contra los húngaros en Transilvania, de tamaño parecido al de Kosovo y con una población similar a la de la provincia albanesa.
La «honda preocupación» del parlamento rumano está completamente infundada e injustificada. Rumanía no debe temer a los húngaros. Nuestra comunidad nacional en Transilvania sí respeta la constitución y la integridad territorial rumanas.
No obstante, al mismo tiempo, tenemos motivos para esperar que, sobre la base del principio de «derechos territoriales», Rumanía trate la situación de nuestra comunidad nacional de un modo europeo, y garantice la autonomía personal de los húngaros (1) y la autonomía regional de Transilvania y otras regiones (2), con arreglo al principio de autogobierno que se aplica en la Unión Europea.
De conformidad con la Recomendación nº 1609/2003 del Consejo de Europa, basada en el informe Gross, admitimos que las regiones autónomas promueven en gran medida la resolución de conflictos y refuerzan la estabilidad de Europa.
Simultáneamente, nos gustaría llamar su atención respecto al hecho de que la propia Rumanía puede beneficiarse asimismo de la nueva situación, dado que el modelo de autonomía de los serbios kosovares puede proporcionar igualmente una solución a las comunidades rumanas que residen más allá de su frontera, en Serbia y Ucrania.
Teniendo todo esto en cuenta, sería aconsejable para Rumanía no subordinar su acuerdo amistoso a prejuicios etnopolíticos, y reconocer la independencia de Kosovo a la mayor brevedad posible, al igual que la mayoría de los demás Estados miembros de la Unión.
Iuliu Winkler (PPE-DE) , por escrito. – (HU) Acojo favorablemente la participación activa y la asunción de responsabilidad de la Unión Europea respecto a la búsqueda de una solución para Kosovo. Reconozco mi satisfacción por que el Parlamento kosovar haya asumido la responsabilidad de que Kosovo respete los principios de la democracia, la igualdad de los ciudadanos y la protección de las minorías. Confío en que se desarrolle la solidaridad entre los distintos Estados miembros de la Unión, en lo que atañe a la asunción de un papel eficaz en Kosovo. La solidaridad entre los Estados miembros de la UE en relación a Kosovo debe manifestarse en el reconocimiento por éstos de la independencia kosovar, tan pronto como sea posible.
La Unión Europea debe prestar su apoyo a Kosovo en sus esfuerzos por convertirse en un estado democrático europeo. Acojo favorablemente el hecho de que la Unión siga garantizando su presencia decidida, puesto que, de este modo, podrá contribuir de manera directa a la estabilidad en la región de los Balcanes occidentales.
Estoy seguro de que la minoría serbia en Kosovo garantizará plenamente los derechos individuales y colectivos necesarios para su permanencia en la tierra de su nacimiento.
La asunción de responsabilidad de la Unión Europea en Kosovo es ejemplar. Sabemos que la situación de cada minoría europea es singular, por lo que no existen soluciones generales, pero la Unión debe desempeñar un papel en la garantía de los derechos individuales y colectivos de las comunidades minoritarias, sirviéndose de su influencia para reforzar la eficacia del diálogo democrático y el acuerdo político entre la mayoría y las minorías.
Resulta crucial para las comunidades minoritarias residentes en los Estados miembros que se establezca la regulación local de la protección de las minorías en la Unión.