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Acta literal de los debates
Miércoles 7 de mayo de 2008 - Bruselas Edición DO

11. EMU@10 - Los diez primeros años de la Unión Económica y Monetaria (comunicación de la Comisión) (debate)
Acta
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  Presidente. − El siguiente punto se refiere a la Comunicación de la Comisión sobre los diez primeros años de la Unión Económica y Monetaria.

 
  
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  Joaquín Almunia, Miembro de la Comisión. − Muchas gracias, señor Presidente. Señorías, en estos días celebramos el décimo aniversario de la decisión histórica de introducir el euro, de lanzar la tercera etapa de la Unión Económica y Monetaria, decisión que fue adoptada por el Consejo Europeo celebrado los días 1 a 3 de mayo de 1998.

Esta decisión ha marcado el devenir de la Unión Europea en estos últimos diez años. Hoy, dentro y fuera de nuestras fronteras, el euro es un símbolo de la integración europea utilizado diariamente por 320 millones de ciudadanos europeos.

La Comisión ha entendido que al cumplirse esta primera década de una iniciativa política de gran calibre y tras haber transcurrido un ciclo económico completo valía la pena hacer un balance y reflexionar sobre los retos a los que se enfrenta la Unión Económica y Monetaria de cara a los próximos años.

Este es el propósito de la Comunicación adoptada esta misma mañana por la Comisión y que tengo el honor de presentar ahora a sus Señorías.

La Comunicación se apoya en un extenso informe elaborado por la Dirección General ECFIN de la Comisión, que analiza de manera detallada el funcionamiento de la Unión Económica y Monetaria y los efectos del euro durante estos diez años, y también analiza las perspectivas de futuro.

La conclusión de este trabajo de evaluación de lo que ha supuesto el euro en la primera década de su existencia no puede ser más clara: el euro es un éxito económico y político incontestable.

Gracias al euro los europeos disfrutamos hoy de mayor estabilidad macroeconómica, de tipos de interés más bajos, de una evolución de precios mucho más moderada que en décadas anteriores, a pesar de lo que estamos viendo últimamente con la inflación.

Gracias al euro, la Unión Europea —y en particular los 15 países de la zona euro— es una zona mucho más integrada económicamente, con mayores intercambios, con mayores oportunidades, con más empleo y con un funcionamiento más eficiente de los mercados.

Gracias al euro nuestras economías gozan de mayor protección frente a los choques externos y han ganado peso e influencia en los mercados globales.

Todo ello se ha traducido en muchos beneficios concretos, pero, si me permiten citarlo, el mayor de todos ellos ha sido que en estos últimos diez años en la zona euro se han creado 16 millones de empleos.

Gracias al euro Europa es hoy más fuerte. Está en mejores condiciones de hacer frente a turbulencias y a crisis, como las que conocemos en estos meses, y contamos, gracias al euro, con unas bases más sólidas para sostener en el futuro nuestro crecimiento y nuestro modelo de protección social.

Pero, por muy positivo que sea nuestro juicio, ello no implica que se hayan cumplido todas las esperanzas que depositamos hace diez años en la moneda única.

En primer lugar, el crecimiento económico de estos diez años se ha situado por debajo de las expectativas que teníamos entonces.

En segundo lugar, todavía persisten divergencias entre las economías de la zona, como consecuencia, entre otras cosas, de la falta de incentivos suficientes para acometer todas las reformas estructurales necesarias.

En tercer lugar, todavía no hemos articulado en la zona euro una presencia exterior sólida y homogénea que nos permita pesar a nivel mundial de acuerdo con el tamaño y la importancia de nuestra economía y de nuestra moneda.

Por último, la imagen pública del euro —una moneda que se identifica ampliamente con la imagen de la Unión Europea— no refleja todos los beneficios objetivos que viene representando para nuestros ciudadanos.

Este diagnóstico es materia de reflexión suficiente para plantearnos qué es lo que queda por hacer, y nuestra conclusión es que queda mucho por hacer.

Pero, además, debemos tener en cuenta los nuevos retos que se nos plantean en estos años, con una Europa ampliada, con la aceleración en los cambios sociales, económicos y tecnológicos, con tendencias de fondo tan profundas como la globalización, el envejecimiento o el cambio climático; debemos actualizar los fundamentos y la visión que inspiran el proyecto de Unión Económica y Monetaria.

Es obvio que el nuevo contexto en el que vivimos hoy no era fácilmente previsible hace veinte años, cuando se decidía qué se iba a incluir en el Tratado de Maastricht, o hace diez, cuando se decidió lanzar la tercera fase de la Unión Económica y Monetaria.

Ahora hay que trabajar sobre la base de estos parámetros para lograr una Unión Económica y Monetaria más sólida, con un funcionamiento interno más eficiente y con una proyección externa más homogénea.

Por ello, en la Comunicación que hemos adoptado esta mañana, la Comisión no quiere hacer sólo un balance del pasado, sino que proponemos abrir un debate sobre lo que conviene mejorar de cara al futuro. Como contribución inicial a ese debate proponemos una agenda basada en tres pilares.

El primero se refiere al funcionamiento interno de la Unión. La interdependencia entre las economías de la zona es hoy mayor que nunca; debemos tomar conciencia de ello y avanzar con determinación, en interés de la Unión Económica y Monetaria en su conjunto y de cada uno de sus Estados miembros en particular, hacia una verdadera coordinación de sus políticas económicas. ¿Cómo lograrlo? Hay que profundizar en la vigilancia presupuestaria regulada en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento ampliando esa vigilancia, profundizándola en relación con la calidad de las finanzas públicas o con su sostenibilidad a largo plazo, ampliando el objetivo de la vigilancia a aspectos macroeconómicos, más allá de los estrictamente presupuestarios, y estableciendo una vinculación más estrecha entre la vigilancia presupuestaria y el desarrollo de las reformas estructurales.

El segundo pilar se refiere a la agenda externa. El euro se ha convertido —y es una satisfacción para todos nosotros— en la segunda moneda mundial de referencia, y ello en un plazo de tiempo muy corto. Pero no tiene sentido que, al mismo tiempo que constatamos con satisfacción ese lugar preponderante del euro en los mercados globales, renunciemos a actuar colectivamente de manera coherente con este nuevo estatus. La posición alcanzada por el euro en los mercados internacionales conlleva ventajas indudables, como una mayor protección frente a choques externos. En la última década hemos vivido momentos críticos en los que este papel protector ha sido puesto a prueba. Pero el estatus del euro conlleva también responsabilidades y riesgos. Europa debe asumir plenamente su responsabilidad en la consecución de una mayor estabilidad económica mundial. Tiene que definir, para ello, una estrategia acorde con los intereses de la zona euro y defenderla con coherencia en el exterior, y no cabe duda de que el mejor modo de asegurar esa coherencia es a través de una representación única del euro en el exterior. Aunque sé que es difícil llegar a ella a corto plazo, dados los intereses en juego, también afirmo ante este Parlamento —y sé que el Parlamento coincide con mi opinión— que es un objetivo estrictamente necesario.

Finalmente, el tercer pilar de nuestra agenda de futuro es la mejora de la gobernanza de la Unión Económica y Monetaria. Las instituciones e instrumentos que gobiernan esta Unión son apropiados, máxime si tenemos en cuenta las mejoras que introduce el Tratado de Lisboa. De lo que se trata ahora no es de cambiar los instrumentos, sino de utilizarlos, y de utilizarlos plenamente. La mejor gobernanza de la zona euro vendrá de una asociación plena del Consejo Ecofin en los asuntos de la Unión Económica y Monetaria; vendrá de una profundización de la agenda y los debates del Eurogrupo, en particular en cuanto a la coordinación de políticas económicas a las que me he referido; y vendrá de un diálogo aún más estrecho entre la Comisión y el Parlamento, así como entre el Eurogrupo y el Parlamento.

Por otra parte, en los próximos años la composición del Eurogrupo se irá acercando cada vez más a la del propio Consejo Ecofin.

Esta misma mañana, sin ir más lejos, la Comisión ha adoptado el informe de convergencia por el que se abre la vía para que Eslovaquia se adhiera a la zona euro el próximo 1 de enero de 2009. En las próximas semanas tendré la oportunidad de debatir concretamente con sus Señorías este informe y las propuestas correspondientes.

También debe ser una preocupación colectiva de nuestras instituciones la comunicación al público de los asuntos relacionados con la Unión Económica y Monetaria, de modo que los ciudadanos tengan la percepción del euro acorde con las ventajas objetivas que nos reporta a los ciudadanos que disponemos de esa moneda en nuestros bolsillos.

Concluyo ya, señor Presidente. Tenemos sobre la mesa un tema de trascendental importancia que merece plenamente este primer debate que hoy celebramos. No puedo desarrollar, como es obvio, todos los detalles del análisis recogido en nuestra Comunicación y en el informe, pero pueden contar con mi disponibilidad total para debatirlo en los próximos meses.

El objetivo de la Comisión, como he dicho, es construir un consenso político sólido sobre los pasos que hay que seguir para asegurarnos de que la Unión Económica y Monetaria pueda hacer frente a los enormes desafíos que se nos presentan. Éstas, y no otras, estimamos que son las cuestiones que deben merecer nuestra atención en el debate que hoy se abre.

Quienes redactaron el Tratado de Maastricht y decidieron hace diez años poner en marcha la Unión Económica y Monetaria estuvieron entonces a la altura de las circunstancias, creando un instrumento que nos ha aportado protección y beneficios. Lo más difícil está hecho: el euro ya existe y es un éxito. Podemos, pues, afrontar la nueva etapa con confianza y optimismo, pero también debemos hacerlo con la misma determinación y con el entendimiento de que lo que beneficia a la Unión Económica y Monetaria beneficia a la Unión Europea en su conjunto, a todos sus Estados miembros y a todos sus ciudadanos. Muchas gracias, señor Presidente.

 
  
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  Presidente. − Gracias, Comisario. Deseo darle las gracias, además, por su responsabilidad que testimonia su gran dedicación.

 
  
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  Werner Langen, en nombre del Grupo del PPE-DE. – (DE) Señor Presidente, desearía felicitar al Comisario Almunia por haber tenido el valor de presentar las mejoras propuestas con ocasión del décimo aniversario de la zona del euro. Examinaremos tales propuestas con atención pero, a juzgar por lo visto hasta la fecha, puedo afirmar que nuestro Grupo las aprobará en la medida de lo posible. Deseamos mejorar las condiciones pero no deseamos lo que los diputados del Grupo Socialista en el Parlamento Europeo están solicitando, lo cual consiste en una especie de gobernanza económica. Cuente usted con nuestro apoyo pleno al respecto.

Diez años del euro significan que ha llegado la hora de hacer inventario de lo sucedido a lo largo de la pasada década. Hemos comprobado que el euro ha gozado de un extraordinario éxito. Nadie predijo que, a día de hoy, diez años después de la decisión política, el euro sería la segunda divisa más importante del mundo. Se ha referido a los empleos, los bajos índices de inflación, la convergencia de las economías y los logros que han permitido que el euro se convierta en un referente de estabilidad para Europa en una época de globalización. Si nos paramos a pensar por qué estamos siendo capaces de soportar los altos precios de los productos básicos y de la energía, se trata de otra cuestión para la que el euro aporta una excelente respuesta.

Pese al escepticismo de numerosos ciudadanos de la Unión Europea y de la zona del euro, estoy totalmente convencido de que la introducción del euro en el momento concreto en que se produjo y con arreglo a las estrictas condiciones correspondientes fue lo correcto. Ahora que estamos analizando la posibilidad de modificar tales condiciones, Comisario, le expresamos nuestro apoyo y sólo puedo decir que, echando la vista atrás, usted ha adoptado multitud de decisiones audaces en el pasado. Si pienso en Lituania, si dirijo la mirada a Eslovaquia ahora, me pregunto si la misma audacia está presente en este caso, dado que, aunque es posible que Eslovaquia cumpla los criterios sobre el papel, cabe preguntarse si dicho país podrá seguir haciéndolo habida cuenta de la actual convergencia y de los índices de inflación constantes. Tendremos que debatir el asunto; el Banco Central ha expresado su recelo en sus observaciones preliminares. Por desgracia, no obstante, ello no se menciona en la Decisión de la Comisión de hoy. Acaso debamos hablar del asunto.

En este momento, el procedimiento funciona del modo siguiente: ustedes proponen la adhesión a la zona del euro, se nos consulta, al igual que al Consejo, que comprende los Jefes de Estado y de Gobierno, y, posteriormente, el Consejo de Asuntos Económicos y Financieros debe adoptar una decisión. Así, en la situación actual no tenemos modo de demorar o rechazar dicha adhesión. Me preocupa, sin embargo, que se estén creando las condiciones para la incorporación de un país de tamaño medio que cuenta con unas infraestructuras industriales importantes y que, posteriormente, cuando los países de mayor tamaño deseen adherirse, acaben rebajándose tales condiciones hasta un punto que no seamos capaces ya de justificar.

Tal es la preocupación que compartimos cuando expresamos nuestro recelo ante esta adhesión incondicional y, asimismo, a propósito de las preocupaciones que ya ha expresado el Banco Central Europeo. No debemos olvidar que la actual fuerza del euro como moneda mundial se debe asimismo a la debilidad del dólar: no cabe atribuirla íntegramente a su propia fortaleza. Cuando recuerdo el modo en que debatimos la reforma del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, no puedo por menos de decir que se trata de un desafío para los Estados miembros. Se ha referido a ello en su exposición de tres puntos: los Estados miembros están experimentando dificultades para cumplir las condiciones que ellos mismos firmaron.

Señalo, con cierta preocupación, que acaban de concluir los procedimientos incoados por la superación del déficit máximo contra Italia y otros países. En consonancia con los datos disponibles, contemplo la evolución de la situación en Francia, Italia y, durante los próximos años, también en España, con una considerable preocupación. A comienzos de la década, Alemania era la gran infractora. Los alemanes han logrado controlar la situación pero la estabilidad del euro dependerá de la solidaridad y de la solidez de los mayores Estados miembros. De ahí mi llamamiento a usted, en su calidad de Comisario: no ceda a tales peticiones especiales. Cerciórese de que, en relación con todas las reformas, no se sitúe en primer plano la representación hacia el exterior ni quién representa a quién, sino la estabilidad interior de la zona del euro. Lo que importa es que se cumplan las condiciones y que se haga hincapié en la estabilidad de los precios. En tal caso, dentro de veinte años podremos decir que el euro es el referente de la estabilidad de Europa en el mundo y el fundamento de la prosperidad y el progreso en Europa.

 
  
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  Pervenche Berès, en nombre del Grupo del PSE. (FR) Señor Presidente, Comisario, le doy las gracias por esta Comunicación, por esta oportunidad de hacer inventario y analizar qué tenemos que hacer para el día de mañana.

El euro constituye un éxito, nadie lo duda. El euro nos ha protegido. ¿En qué situación estarían nuestros mercados financieros y nuestras monedas, habida cuenta de las turbulencias del mundo de hoy, si no tuviéramos el euro? Pero este éxito entraña unas obligaciones. Ello significa que tenemos que ser aún más audaces, ya que no somos una simple zona monetaria sino que nos corresponde una responsabilidad especial.

Sí, el euro es un éxito y, sin embargo, revela algunos de nuestros defectos intrínsecos. Con frecuencia somos mejores defendiendo que atacando. Se nos suele dar bien el recuento de puntos, algo que el Pacto de Estabilidad nos permite hacer, pero, cuando se trata de organizar el mejor juego posible, de optimizar el potencial que ofrece la moneda única, es frecuente que no alcancemos el nivel óptimo.

Esto es cierto dentro de la UE. ¿Por qué no empleamos nuestra moneda para mejorar nuestra capacidad de aplicar la Estrategia de Lisboa? ¿Por qué no usamos nuestra moneda para alcanzar los objetivos que nosotros mismos hemos fijado en materia de energía y medio ambiente? En cuanto al exterior, usted se ha referido al mismo y estoy de acuerdo con su diagnóstico.

Propone usted mecanismos de mejora de la vigilancia multilateral y, sin duda, tiene razón, si bien basándonos en dos premisas. La primera consiste en que la Presidencia a largo plazo del Eurogrupo, que ocupa el señor Juncker, ha deparado mejoras en el modo en que opera dicho organismo. La segunda es que la independencia del Banco Central Europeo no está en tela de juicio y que nadie puede cuestionarla. Sobre la base de estas dos premisas, nos queda aún mucho por hacer y cuento con usted, señor Comisario, para reequilibrar esta Unión Económica y Monetaria, que sigue estando desequilibrada. El brazo económico de la misma precisa mejoras desde el primer día, como sabemos, y tenemos que averiguar el modo de reformarlo a medida que se avance. Transcurridos diez años, nos queda aún mucho por hacer.

Hoy han de abordarse las cuestiones que hemos estado planteando desde un inicio, aunque, obviamente, en un contexto completamente distinto. Tenemos que situar dicho contexto a la luz de dos fenómenos principales. El primero es, evidentemente, la actual crisis procedente de los Estados Unidos, la cual es el reflejo de que nos hallamos en la segunda etapa de la globalización, en la que ha regresado la inflación y que se caracteriza por un tipo de cambio euro-dólar que resulta desfavorable para nuestras exportaciones —aunque también entraña sus ventajas— y que se caracteriza asimismo por una increíble subida de los precios de los productos básicos, el crudo y los alimentos.

El segundo elemento contextual que tenemos que tener en cuenta es el Tratado de Lisboa, que supone un cambio de las circunstancias para el Eurogrupo, al que dota de nuevas responsabilidades en materia de representación exterior y de coordinación. Tenemos que ser conscientes de ello y explotar al máximo el potencial de este Tratado.

Comisario, nos pide que contribuyamos a la consecución de un consenso. Si éste es bueno, ahí estaremos. Sin embargo, también pensamos que acaso exista la necesidad de ir más lejos y presentar propuestas concretas. Si le he entendido bien, desearía que el Consejo le facilitara una «hoja de ruta». ¡Muy bien! Tendrá que decirnos, no obstante, en qué condiciones se escucharán las propuestas del Parlamento para mejorar la gobernanza del euro, de modo que el potencial de esta moneda se ponga enteramente al servicio de los ciudadanos y de manera que, en el futuro, aumente el grado de aceptación del Banco Central Europeo por parte de nuestros conciudadanos. El que se haya convertido en una institución nos permite, acaso, analizar el modo en que se designa a sus miembros. Sabe que el Parlamento está de su lado, que es aliado de la Comisión cuando ésta desea avanzar, aunque seremos un aliado exigente. No se limite a escuchar al Consejo; al margen de lo que conste en los tratados, tenga en cuenta asimismo las buenas propuestas que pueda presentar el Parlamento Europeo.

 
  
  

PRESIDE: RODI KRATSA-TSAGAROPOULOU
Vicepresidenta

 
  
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  Wolf Klinz, en nombre del Grupo ALDE.(DE) Señora Presidenta, Comisario, Señorías, en el pasado se han producido varios intentos, por parte de diversos Estados políticamente soberanos, de organizar uniones monetarias comunes. Tales intentos duraron más o menos tiempo pero todos ellos acabaron fracasando.

Por tanto, no ha sorprender que, en el decenio de 1970, el resto del mundo se mostrara muy crítico ante la perspectiva de que Europa emprendiera una aventura tal. Pierre Werner, Ex Primer Ministro de Luxemburgo, junto a Valéry Giscard d’Estaing y Helmut Schmidt, cuando ambos eran Ministros de Hacienda de sus respectivos países, presentaron proyectos encaminados en dicha dirección.

Aun a comienzos de los noventa, la creación de una unión económica y monetaria se contemplaba con ojos muy críticos. Multitud de expertos, incluidos algunos ganadores del Premio Nobel procedentes de los Estados Unidos, la rechazaron, tachándola de poco realista. No obstante, en contra de todas las expectativas, el euro acabó introduciéndose y se convirtió en un éxito.

La unión monetaria europea es, en efecto, una suerte de pequeño milagro político, un caso sui generis. En ese sentido, la declaración del Ex Presidente de la Comisión Walter Hallstein ha vuelto a revelarse como verdadera: aquél afirmó que quien no cree en milagros, en lo que atañe a Europa, no es realista.

No obstante, ciertas personas de multitud de países acogieron la introducción del euro con gran escepticismo. Si entonces se hubiera celebrado un referéndum en los primeros doce Estados miembros de la zona del euro, hoy no tendríamos esta moneda, al menos no en todos estos países. Desde entonces, sin embargo, los ciudadanos han desarrollado una opinión más favorable del euro. Acaso no el 100 % de los mismos esté a favor, pero probablemente la mayoría sí lo está. La mayoría de los recuerdos nostálgicos de las viejas monedas, sean el marco, el florín, el chelín o el franco, ha dado paso a la convicción de que la introducción del euro ha aportado ventajas no sólo a la economía en su conjunto sino, asimismo, a los ciudadanos.

Naturalmente, ello se evidencia de manera más palpable cuando las personas viajan. El control de pasaportes es cosa del pasado en el espacio Schengen y el proceso de cambiar dinero, gravoso y prolijo, ha dejado de ser necesario. La mayoría de los ciudadanos ha comprendido que ni mucho menos seríamos capaces de gestionar la crisis económica que estamos experimentando tan bien como lo estamos haciendo si no contáramos con el Banco Central Europeo y con la moneda única. Además, el aumento del precio de los productos básicos se ha visto ralentizado en cierta medida por la fortaleza de la moneda.

Pese a todo, sigue habiendo ciudadanos que asocian el euro a experiencias negativas. La subida de los precios, en concreto, se achaca a menudo al teuro (que cabría traducir, del alemán, como «euro caro»). Sin embargo, la realidad es que el euro es estable. Ha demostrado ser una moneda estable. Los índices de inflación durante los últimos diez años han sido inferiores a los de los diez años anteriores, incluso en países muy concienciados en materia de estabilidad como Alemania. Gracias no sólo a esta estabilidad, el euro ha ido adquiriendo cada vez más importancia en el ámbito internacional y, en la actualidad, es la segunda moneda de reserva internacional tras el dólar.

Debemos la estabilidad del euro a la independencia del Banco Central Europeo y, por ello, resulta difícil comprender por qué no dejan de producirse intentos de socavar dicha independencia. Los primeros presidentes de la institución, Wim Duisenberg y Jean-Claude Trichet, han llevado a cabo un trabajo extraordinario en la institución.

Nada ha cambiado: una moneda común sin una política fiscal y económica común es y seguirá siendo una empresa arriesgada. La UE se enfrenta a importantes desafíos: un elevado desempleo persistente, el cambio demográfico, la presión migratoria, el aumento del nivel de pobreza de determinados grupos de la sociedad y una mayor competencia resultante de la globalización. La zona del euro puede responder a tales desafíos únicamente si los políticos responsable de la economía de los Estados miembros cooperan aún más estrechamente. La designación de un Presidente de la zona del euro fue un primer paso en dicha dirección, pero sólo fue el primero. Han de darse más.

Ante todo, la zona del euro debe presentarse unida ante el mundo y ante organizaciones como el Fondo Monetario Internacional y la OCDE.

 
  
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  Alain Lipietz, en nombre del Grupo Verts/ALE. (FR) Señora Presidenta, Señorías, espero no superar el tiempo que me corresponde más de lo que el señor Klinz ha superado el suyo.

No voy a referirme al gran éxito del euro, como institución y como instrumento para estabilizar la inflación. Sin embargo, desearía darle las gracias, Comisario, a usted y a la Comisión, por haber acabado con un tabú. Después de diez años, ya es hora de que analicemos los aspectos que no han funcionado.

Lo que no ha funcionado, como ha dicho, es que el crecimiento prometido por el euro no se ha materializado. Peor aún, los Estados miembros de la Unión Europea que no forman parte de la zona del euro han experimentado un crecimiento mayor que los que pertenecen a la misma. Existe un verdadero problema con la construcción del euro, con arreglo al acuerdo de Maastricht, y hemos de abordarlo.

Identifico tres puntos. El primero, que usted ha destacado, es la necesidad de reformar la gobernanza del euro, a través de la coordinación entre las políticas presupuestaria y monetaria. Está claro —y en este punto difiero de la señora Berès— que no podemos solicitar una mayor coordinación entre ambas políticas y, simultáneamente, afirmar que el Banco Central Europeo debe conservar su absoluta independencia. Dicho de otro modo, ello podría significar que la política presupuestaria, a su vez —es decir, el Consejo Ecofin—, debería convertirse en una institución independiente exenta de responsabilidad democrática, lo que se antoja completamente inaceptable. Así pues, es preciso definir el término «independiente» ¿Independiente de qué? De intereses privados, sí; de intereses nacionales, sí; pero no de la política presupuestaria y económica general de la Unión.

El segundo problema consiste en que Maastricht otorgó al Consejo la responsabilidad en materia de política de cambio, mientras que el arma de la política cambiaria es el tipo de interés, y éste lo controla el Banco Central Europeo. Por consiguiente, hay que dejar muy claro que, en lo que se refiere a los tipos de cambio, el Banco Central Europeo debe subordinar sus tipos de interés a la política de tipos de cambio que defina el Consejo.

El tercer punto se refiere a la crisis de las subprime. Hemos aprendido que es necesario distinguir entre diversos tipos de crédito. Sin embargo, ello no constaba en el Tratado de Maastricht. Creo que se ha de afirmar muy claramente que los créditos necesarios para el desarrollo sostenible y para emprender acciones reales encaminadas a combatir el cambio climático deben llevar aparejados unos tipos de interés muy bajos.

 
  
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  Mario Borghezio, en nombre del Grupo UEN. – (IT) Señora Presidenta, Señorías, creo que las muchas palabras de calma contenidas en el largo informe presentado aquí son tranquilizadoras, si bien hasta cierto punto: bastaría con escuchar qué extraen nuestros ciudadanos de este informe técnico, con sus 32 páginas de bibliografía. Sólo tenemos que dirigirnos a las personas, a las amas de casas y a los pensionistas de cualquier lugar de Europa, de Italia, de Francia o de donde sea para comprobar que la gente se las ve y se las desea para llegar a fin de mes.

Tenemos que empezar a concentrarnos en los problemas de la economía real y en las repercusiones que el euro y las políticas del BCE tienen en nuestros trabajadores y productores, partiendo de las pequeñas y medianas empresas, que sufren el peso de políticas susceptibles de granjearse críticas concretas y constructivas que es preciso verter en interés de nuestros ciudadanos y de las economías de los Estados miembros.

Se me ocurren, por ejemplo, dos sugerencias: la primera, dirigida a los bancos, consiste en la adopción de una política de préstamos selectiva, orientada a la productividad y al capital, así como a los trabajadores y productores. La segunda se refiere al mantenimiento y la garantía de la independencia de los bancos cooperativos y regionales, que, con su sistema de voto individual y sus cuotas máximas de propiedad representan un baluarte de la economía real.

Por desgracia, no parece que el BCE —al que el Tratado de Maastricht dotó de soberanía monetaria y, por ende, de soberanía economía con respecto a los Estados miembros— refleje en sus decisiones —de mantener los tipos de interés a un nivel alto o bajo, por ejemplo— los intereses generales de la producción real y de la productividad de nuestros países.

Por ello, no juzgamos favorablemente que, desde la introducción del euro, los tipos de interés se hayan duplicado. Ello ha dado lugar a unas comisiones bancarias muy elevadas, particularmente en Italia. Tampoco nos parece positivo que haya seguido aplicando una política de reducción de la circulación monetaria en el mercado interior, recurriendo a todos los medios posibles —como Basilea II—, con el resultado de asfixiar el consumo y el comercio interior en toda Europa.

Pedimos que el primer objetivo de Europa sea someter al Banco Central Europeo al control de las instituciones políticas. Se debe ejercer control político sobre el Banco Central Europeo y sobre sus actividades, dado que la pregunta —que los ciudadanos europeos plantean a sus bancos y que nosotros reproducimos— es la siguiente: ¿A quién beneficia la política del BCE? Sometemos la respuesta a su reflexión.

 
  
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  Adamos Adamou, en nombre del Grupo GUE/NGL. – (EL) Señora Presidenta, Comisario, con objeto de confirmar el éxito de las políticas seguidas, el informe de la Comisión sobre la nueva fase de la Estrategia de Lisboa hace un hincapié improcedente en que el crecimiento económico en Europa ha aumentado del 1,8 % en 2005 al 2,9 % en 2007 y expone unas previsiones de crecimiento del 2,4 % para 2008.

Ahora, sin embargo, se ha efectuado una corrección, tal como el señor Almunia nos ha indicado: el crecimiento económico descenderá al 2 % este año y al 1,8 % en 2009.

Señalamos esta circunstancia porque de la misma se desprende claramente lo que sucede en unas condiciones de mercado liberalizado. Inevitablemente, de resultas de la UEM y, naturalmente, de la globalización neoliberal, el crecimiento global, que no el esporádico, no representa en modo alguno una certidumbre, toda vez que los mecanismos por los que se rige los dictan exclusivamente las rígidas fuerzas del mercado. Aunque se limite la inflación, supuestamente la prioridad fundamental del Banco Central Europeo (BCE), los índices correspondientes alcanzarán el 3,6 % este año.

¿Qué está sucediendo? ¿No podría ser que, pese a lo limitado de su finalidad, los procedimientos basados en principio del «laissez-faire» estén fracasando? Ahora que la UEM ha cumplido diez años de existencia, procede poner en tela de juicio determinadas cuestiones.

¿Qué cabe espera nos depare el rígido conservadurismo del Pacto de Estabilidad? Con arreglo al mismo, se supone que todos los Estados miembros parten de una situación de igualdad, los presupuestos deben estar equilibrados y el déficit debe reducirse anualmente, independientemente del nivel de vida o de si aquél se halla ya por debajo del 3 %.

¿Qué ventajas sociales obtienen los jóvenes y los trabajadores de la insistencia en que el gasto social no debe incrementarse, ni siquiera en épocas de bonanza? ¿Qué marco y qué políticas se están aplicando a los trabajadores, cuyos ingresos mínimos se sitúan en la mayoría de los Estados miembros entre los 92 y los 668 euros, en una época de aumento de los precios a largo plazo e inflación?

El desempleo debería haberse reducido con respecto a 1999. En cambio, se ha producido un aumento aún mayor del empleo inseguro e incierto, lo que no sólo no contribuye en absoluto a mejorar el nivel de vida de la población, sino que incluso lo perjudica.

Lo que ahora hace falta es un cambio de rumbo radical que se aparte de los actuales marcos y políticas. Tal es la exigencia de la mayoría de la población de la UE, habida cuenta de los beneficios de 4,2 millones de euros a la hora que Shell y BP obtienen gracias al denominado mercado libre, en tanto que los trabajadores padecen una inseguridad laboral cada vez mayor y un descenso del valor real de los salarios.

 
  
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  Jens-Peter Bonde, en nombre del Grupo IND/DEM. – (DA) Señora Presidenta, si tuviéramos que excluir de la unión monetaria a todos los países que han infringido sus normas, pronto quedarían pocos miembros en la misma. La inflación se sitúa ahora en torno al 3,6 %, pese a que se prometió un 2 %. La unión monetaria se fundamenta en un error de concepción. El objetivo de inflación se obtuvo a partir del modelo alemán, pese a que los alemanes sólo habían cumplido los requisitos correspondientes en seis de los treinta años anteriores a la introducción de la Unión Económica y Monetaria. ¡Es absurdo! ¿Cómo podemos tomar en serio un objetivo tal y sacralizarlo sin tener en cuenta otros objetivos? El precio del dinero es un medio, no un fin. El objetivo de la política económica debe consistir en la consecución del pleno empleo y en garantizar que todos los ciudadanos regresen a casa con un salario en lugar de asegurar la obtención de beneficios.

La política monetaria debe ayudar a las personas, no sumirlas en la pobreza. En los Estados Unidos, el índice de crecimiento medio durante los últimos 17 años, de 1990 a 2007, fue de un 2,9 %, mientras que en la UE se quedó en el 2 %. Todos los ciudadanos de la unión monetaria podrían haber tenido 38 000 euros más, de haberse aplicado una política distinta, si el índice de crecimiento de Europa hubiera equivalido al de los Estados Unidos antes de la última crisis. Es un precio muy alto para el proyecto ideológico consistente en eliminar las monedas nacionales. O bien tenemos un Estado común, con un gobierno y un parlamento comunes responsables de la política económica en su totalidad, o bien tendremos que permitir que cada país gestione su propia moneda y contentarnos con una moneda común con la que financiar el comercio transfronterizo. Tal es la enseñanza que cabe extraer del fiasco que representa la unión monetaria.

Sin reformas, no es difícil prever el desplome de la unión monetaria. Acaso sea la Italia de Berlusconi la primera que tenga que apearse para redescubrir la lira. Me complace que en Dinamarca sigamos teniendo nuestra vieja corona. Todas las afirmaciones de nuestros políticos con respecto a las dificultades económicas que dijeron experimentaríamos si rechazábamos el euro han resultado ser falsas. Los daneses votaron «no» el 2 de junio de 1992. De nuevo votaron «no» el 28 de septiembre de 2000. Me pregunto si, en caso de que no votemos «no» por tercera vez, los políticos nos ofrecerán despojarnos de nuestra moneda.

 
  
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  Reinhard Rack (PPE-DE).(DE) Señora Presidenta, Comisario, es apropiado celebrar la introducción de la moneda común europea como un logro. Se han citado algunos puntos. Quedan, no obstante, ciertas cuestiones a las que desearía aludir.

En primer lugar, existe un país en la Unión Europea que, a diferencia de muchos de los países candidatos en su momento, optó deliberadamente por mantenerse al margen, a lo que tiene derecho con arreglo a las disposiciones del Tratado en vigor. Dejemos que los británicos sigan en su isla. Hay, no obstante, otro país —Suecia— que no se reservó dicha opción en sus condiciones de adhesión pero que ha obrado continuamente como si, al igual que el Reino Unido, tuviera derecho a decidir a propósito de la aceptación del euro y de su adhesión a la zona del euro. Ello contradice el compromiso contraído en su momento. Acaso sería necesario arreglar dicha situación.

 
  
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  Monika Beňová (PSE). – (SK) Desearía dar las gracias a la Comisión y al Comisario, personalmente y en nombre del Gobierno de la República Eslovaca, por la valoración positiva que la institución ha transmitido hoy a propósito de dicho país.

El Gobierno de la República Eslovaca adoptó un planteamiento responsable, no sólo para cumplir los criterios obligatorios, sino, asimismo, para garantizar una transición suave que culmine en la adopción del euro el 1 de enero de 2009, la cual comprende el cumplimiento sostenido de tales criterios.

Al respecto, creo que debo responder a los comentarios del señor Langen. Señor Langen, si otros países de la zona del euro hubieran hecho gala de tanta disciplina presupuestaria y presentaran siquiera la mitad del crecimiento económico de la República Eslovaca, el euro podría haber sido una moneda aún más fuerte. Ello por no hablar a las medidas restrictivas en cuanto al acceso al mercado laboral que siguen aplicándose en relación con algunos de los nuevos Estados miembros de la UE. De eliminarse tales restricciones, acaso podríamos estar hablando de unas mejores perspectivas económicas para la UE.

 
  
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  Olle Schmidt (ALDE). – (SV) Señora Presidenta, Comisario, no me cuesta unirme al coro de felicitaciones expresadas en relación con el euro y sus diez primeros años. Pocos podían pensar, si es que había alguno, que la introducción del euro gozaría de una aceptación general tan amplia como aquella de la que goza en la actualidad. El señor Bonde es un hombre valiente. Es un colega afable y capaz pero se equivoca en casi todo y, en este caso, se equivoca de medio a medio. Señora Presidenta, Comisario, los agoreros se equivocaban. El euro constituye un éxito clamoroso. Tras la crisis financiera, el BCE ilustró el significado de obrar de manera rauda y colectiva, más rápidamente aún que la Reserva Federal de Washington. Ello le hace acreedor de otra importante medalla honorífica.

A mi colega alemán, que se ha referido a Suecia, no puedo sino decirle que estoy de acuerdo con él en que la situación no es buena. Tengo la esperanza de que, dentro un plazo de cinco años, mi país, Suecia, acabará siendo miembro de la UEM. Personalmente, me complacería que, en otoño de 2010 o primavera de 2011, se celebrara un nuevo referéndum en Suecia. Puedo prometer al Comisario y sus Señorías que haré lo posible por que Suecia adopte el euro. Sería bueno para este país y para la UE.

 
  
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  Othmar Karas (PPE-DE).(DE) Señora Presidenta, Comisario, el cometido fundamental del euro se ha cumplido con creces. El euro y el mercado interior representan nuestra respuesta más eficaz a la globalización. El euro convierte el mercado interior en un mercado doméstico y aquél, la bandera y el himno son los tres símbolos en que se cimienta nuestra identidad. Los criterios de Maastricht y el Pacto de Estabilidad y Crecimiento motivaron las reformas necesarias en los Estados miembros y apoyaron y, por ende, permitieron el éxito cosechado por el euro.

Desearía referirme, sin embargo, a dos cuestiones para concluir: los criterios se establecen para que se cumplan y Eslovaquia ha de recibir el mismo trato que Lituania. No debemos dar la sensación, con cada decisión que adoptemos, de que no interpretamos los criterios de manera coherente.

Lo que estamos tratando aquí no está lo bastante arraigado en la conciencia pública. Desearía que se organizara una campaña de información sobre los «Diez años del euro» que destacara las ventajas que la moneda entraña para los ciudadanos de los Estados miembros y pido a la Comisión, al BCE y a los Estados miembros que transmitan a la ciudadanía, durante este año, el valor añadido del euro de un modo concreto.

 
  
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  Zita Pleštinská (PPE-DE). – (SK) Hoy conmemoramos el décimo aniversario de la introducción del euro como moneda única. Es un día importante para la República Eslovaca que, con toda probabilidad, comenzará a usar el euro el 1 de enero de 2009. En su Informe de convergencia, la Comisión declara que la República Eslovaca cumple los criterios de Maastricht de manera sostenible y recomienda su adhesión a la zona del euro, a partir de enero de 2009, como décimo sexto integrante de la misma.

En esta ocasión, desearía hacer hincapié en el hecho que se ha brindado a la República Eslovaca la oportunidad de convertirse en miembro de la zona del euro gracias a las importantes reformas emprendidas por el anterior Gobierno eslovaco presidido por Mikuláš Dzurinda. Confío en que el Gobierno actual también se tome en serio las recomendaciones de la Comisión y en que aprenda de la experiencia eslovena. Espero, además, que la República Eslovaca sepa elevarse por encima de las escépticas perspectivas expresadas por el señor Langen en el debate de hoy.

Estoy convencida de que los logros relatados por el Comisario Almunia aportarán optimismo al pueblo eslovaco. La República Eslovaca aprenderá de Malta y Chipre, con sus cifras de inflación aparentemente estables hasta la fecha.

 
  
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  Danutė Budreikaitė (ALDE). – (LT) Diez años representan un periodo suficiente para evaluar las ventajas —o la ausencia de éstas— de la Unión Económica y Monetaria. Ahora es posible identificar tales ventajas, así como sus inconvenientes y fracasos.

Desearía llamar su atención sobre los criterios de Maastricht, cuyo marco teórico se desarrolló antes que la Unión Económica y Monetaria. Hoy día, tales criterios han quedado verdaderamente obsoletos. El factor de la estabilidad y del crecimiento se ha revistado, ya que ningún país ha sido capaz de cumplirlo. A lo largo del periodo de aplicación de tales criterios, ninguno de los países de la zona del euro ha aplicado en realidad un solo criterio de Maastricht.

Desearía referirme asimismo a los nuevos Estados miembros, a los que se han aplicado estrictos requisitos en el ámbito económico. A propósito de la inflación, los índices eran puramente teóricos y no se adecuan a la realidad de hoy. El modo de establecer los índices de inflación sobre la base de los países que no pertenecen a la zona del euro no es correcto y debería revisarse.

 
  
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  Gerard Batten (IND/DEM). – Señora Presidenta los problemas económicos básicos del euro no tienen solución. A largo plazo, no es posible tener un tipo de interés común para una multitud de economías nacionales cuyo rendimiento es diverso. No es posible tener un tipo de interés común externo para una multitud de economías nacionales cuyo rendimiento es diverso. Es posible a corto e, incluso, a medio plazo, pero, en último extremo, tales contradicciones económicas irreconciliables acabarán destruyendo la moneda única. Ello ni siquiera tiene en cuenta los procesos de toma de decisiones no democráticos y exentos de la obligación de rendir cuentas del Banco Central Europeo. Se avecina una crisis económica y, cuando llegue una lo bastante grande, se llevará consigo a la moneda única europea.

 
  
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  Zsolt László Becsey (PPE-DE). – (HU) Gracias, Señora Presidenta. Ante todo, felicidades por el décimo aniversario de la Unión Económica y Monetaria. El euro ha constituido un éxito: se ha creado una moneda estable con un tipo de interés bajo, un movimiento eficaz para combatir la especulación. Desde la adopción del euro, hemos sido capaces de crear muchos más puestos de trabajo que anteriormente. Lo sabemos. Por ello, el euro es atractivo para los países que se han adherido a la Unión Europea pero que aún no son miembros de la zona del euro. La disciplina reviste una importancia vital y un banco central independiente es asimismo de importancia vital, estoy de acuerdo. Sin embargo, la zona del euro no debería ser un club elitista, un club político elitista, y no deberíamos declarar que la pertenencia al mismo sólo está abierta a países que ya hayan logrado cierto grado de convergencia en términos reales. El euro es, de hecho, un instrumento que podría ser particularmente beneficioso para los países que se hallan en una situación de necesidad más acuciante de estabilidad, de cohesión y de medidas para luchar la especulación y combatir el desempleo, con objeto de que devengan verdaderamente europeos. Por esta razón, desconfiemos de los principios ortodoxos, incluso en lo que respecta al criterio de inflación. Es asimismo completamente vital que los criterios se establezcan conforme a normas uniformes. Muchas gracias, señora Presidenta.

 
  
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  Antolín Sánchez Presedo (PSE). – Señora Presidenta, quisiera sumarme a esta celebración del euro, uno de los logros más sobresalientes del proceso de integración europea.

Europa necesitó cuarenta años para disponer de su Banco Central, pero no debemos olvidar que los Estados Unidos necesitaron ciento cuarenta desde su independencia.

El balance ha sido muy positivo, lo ha dicho el Comisario, en términos de estabilidad macroeconómica, empleos, capacidad adquisitiva, cohesión europea e, incluso, de beneficios para los Estados que no son miembros de la zona euro, y ha proporcionado mayor capacidad política.

Pensando ya en el futuro, yo comparto lo que ha dicho el Comisario: para afrontar los retos de la globalización, el envejecimiento y el cambio climático en la dimensión interior habrá que acoger a los nuevos países, intensificar la coordinación para hacer realidad la Estrategia de Lisboa y evolucionar para velar por la estabilidad de los mercados de capitales.

En el ámbito externo será necesario asumir las responsabilidades como un nuevo actor global. La zona del euro, además, está llamada a ser el motor del nuevo avance en la integración comunitaria.

 
  
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  Zbigniew Zaleski (PPE-DE). – (PL) Señora Presidenta, si la adopción del europeo ha constituido tal éxito y ha deparado unos beneficios prácticos y económicos semejantes, me pregunto —y me dirijo en este caso al Comisario Almunia— si no merecería la pena invertir unos cuantos euros en educación y en motivar aún más a los nuevos Estados miembros para que incorporen cuanto antes a esta zona del euro común. Tal como reza el dicho latino, bona pecunia non olet, o, dicho de un modo eufemístico, el buen dinero huele pero no hiede. Así pues, quién sabe, hasta los británicos podrían secundar la idea de adoptar el euro, ya que éste entraña tantas ventajas.

 
  
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  Joaquín Almunia, Miembro de la Comisión. − Muchas gracias señora Presidenta, muchísimas gracias a todas las señoras diputadas y señores diputados que han intervenido en este debate.

Les agradezco mucho los comentarios que han realizado respecto de la iniciativa y el trabajo de la Comisión que hoy les he presentado y que seguiremos debatiendo, sin duda, en los próximos meses y en los próximos tiempos.

El euro, la Unión Económica y Monetaria ?como muchos de ustedes han dicho en sus intervenciones?, es una utopía hecha realidad. Y se ha hecho realidad en el espacio de diez años.

Creo que es un motivo de agradecimiento a quienes lanzaron esta iniciativa en los primeros años, en las primeras décadas de la integración europea: al señor Werner del año 70, primer informe sobre la Unión Económica y Monetaria; a los señores Valéry Giscard d'Estaing y Helmut Schmitt en los 70 y en los 80; sin duda a Jacques Delors y a todos los que, con él, trabajaron para hacer posible el Tratado de Maastricht y la idea actual de Unión Económica y Monetaria que estamos desarrollando.

Y es motivo de satisfacción no sólo porque hemos hecho realidad lo que ellos imaginaron, sino porque esa realidad nos da resultados de los que los ciudadanos normales aprecian.

Algunos de ustedes hablaban de los resultados de los ciudadanos y de la economía real: ¿qué van a entender fuera de aquí? Los ciudadanos entienden mucho mejor de lo que algunos imaginamos que, gracias al euro y gracias a la integración europea, hay hoy, en la zona euro, dieciséis millones de puestos de trabajo más que hace diez años. Dieciseis millones de empleos más. Mucho más empleo creado en la zona euro que en los Estados Unidos. Cinco veces más empleo creado en la zona euro desde que el euro existe que en la década anterior a la existencia del euro.

Y eso lo entiende perfectamente la opinión pública. Lo entienden muy bien los ciudadanos, igual que entienden y nos piden que, ante una situación actual, con desafíos muy importantes y con situaciones muy tensas y difíciles en los mercados y en el entorno económico, no nos quedemos quietos y sigamos tomando iniciativas.

Y ya que disponemos de instrumentos de integración económica, tenemos que utilizar estos instrumentos: los que están previstos en el Tratado, los que se pusieron en marcha hace diez años sobre la base de lo conseguido y aprendiendo de la experiencia sobre lo difícil que es conseguir algunos objetivos.

Tenemos que coordinar mejor las políticas económicas, no sólo las presupuestarias. De eso hablamos cuando hablamos de la Estrategia de Lisboa; pero hay que hablar, en particular, cuando nos referimos a la zona euro, de las necesidades específicas de la zona euro, tanto en la coordinación de políticas presupuestarias como en la coordinación de reformas estructurales cuyo desarrollo es imprescindible para el buen funcionamiento y para los buenos resultados de la zona euro en términos de empleo, de crecimiento, de bajo crecimiento de los precios y de mayores oportunidades para los ciudadanos, para aquellos a los que representamos.

Hay logros, sin duda, y no debemos ocultarlos.

Por ejemplo, un logro: se han corregido todos los déficits excesivos de la zona euro. Hoy hemos aprobado en la Comisión también la derogación del déficit excesivo de Portugal y de Italia. No hay ningún país de la zona euro con un déficit superior al límite marcado por el Tratado y por el Pacto de Estabilidad y Crecimiento.

Y eso, hace todavía muy pocos años, cuando debatíamos aquí la reforma del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, muchas de sus Señorías no lo podían imaginar. Pero el éxito del Pacto de Estabilidad y el éxito de los compromisos de los Gobiernos de los Estados miembros de la zona euro lleva a este resultado de que no hay déficits excesivos.

Pero hay cosas muy importantes que hacer, y hay que hacerlas. Y de eso es de lo que se trata con esta iniciativa: de ponernos de nuevo en marcha, y yo les traeré aquí una lista de cuestiones sobre las que debatir —debatir en el Parlamento, debatir en el Eurogrupo—, y coincido con aquellas de sus Señorías que han dicho que es extraordinariamente importante el trabajo del Eurogrupo y muy positivo el trabajo que viene realizando bajo la presidencia de Jean Claude Juncker. Hay que debatirlo en los Parlamentos y ante las opiniones públicas nacionales y con los Gobiernos de los Estados miembros, y hay que dialogar con el Banco Central Europeo sin miedo, con respeto y con satisfacción, visto el modo en que ejerce su independencia el Banco Central Europeo, que es un banco extraordinariamente eficaz aunque sea un banco extraordinariamente joven en comparación con el Banco de Inglaterra, la Reserva Federal, el Banco de Japón o cualquier otro.

Dos comentarios finales. Uno, sobre los países que no están, ni aparentemente quieren estar, en la zona euro. No me refiero a los candidatos que lo estarán en los próximos años, en cuanto cumplan las condiciones, sino a los que han decidido o bien por una cláusula opt out o bien en referéndum que no quieren estar.

Alguna de sus Señorías ha dicho: «la zona euro tendrá problemas en el futuro». Yo les auguro que quienes van a tener problemas en el futuro son los que no quieran estar en la zona euro.

En la economía global, quienes sufrirán las consecuencias de estar aislados son los que desean estar aislados. Los que se integran, los que están dispuestos a poner en común y a decidir su política económica en común, adoptarán decisiones correctas, acertadas, y obtendrán para sus ciudadanos los beneficios de vivir integrados.

 
  
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  Presidenta. – (EL) Se cierra el debate.

Declaraciones por escrito (artículo 142 del Reglamento)

 
  
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  Alessandro Battilocchio (PSE), por escrito. – (IT) Las previsiones de crecimiento económico de la UE para los próximos años apuntan a una preocupante ralentización de nuestro sistema productivo. Desde el 2,8 % de 2007, el crecimiento económico de la UE disminuirá en un punto porcentual en dos años, hasta el 2,0 % de 2008 y el 1,8 % de 2009. Obviamente, ello no se relacionará únicamente con el mercado interior, sino con una ralentización generalizada de la actividad económica mundial, influida por la difícil situación de los Estados Unidos y por el alza del precio de los productos básicos.

La Comisión espera que la inflación alcance sus niveles máximos en un futuro próximo, debido al aumento vertiginoso del precio de los alimentos, la energía y los productos básicos. Se trata de un fenómeno particularmente preocupante, dado que repercute directamente en las vidas de nuestros ciudadanos y reduce su poder adquisitivo. Crea, además, una carga adicional para nuestras empresas, que están perdiendo gradualmente su ventaja competitiva con respecto a las nuevas economías emergentes. Sin embargo, pese a todo cabe identificar síntomas positivos relativos al objetivo de «empleo» de la Estrategia de Lisboa, ya que se han creado cuatro millones de nuevos puestos de trabajo en Europa.

Nuestra labor consiste en determinar si dicho «nuevo» dinamismo del mercado de trabajo se asocia, de hecho, al empleo precario, ya que dicha información sólo tendrá repercusiones favorables en la economía si fomenta las expectativas de estabilidad.

 
  
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  Ilda Figueiredo (GUE/NGL), por escrito. – (PT) Es impresionante oír a los responsables de la Comisión y de la Unión Europea hablar de los éxitos de la zona del euro, pese a que las estadísticas reales demuestran lo contrario, sea en lo que respecta al crecimiento económico o en lo que atañe a la calidad de vida de la población europea. A todas luces, los éxitos en cuestión se relacionan con el aumento de los beneficios y las fabulosas ganancias que los grupos económicos y financieros han obtenido durante estos primeros diez años de Unión Económica y Monetaria.

Es, sin embargo, inaceptable que obvien sistemáticamente el aumento de las desigualdades sociales y el aumento del trabajo precario y mal pagado, que lleva a cada vez más millones de trabajadores a situaciones de pobreza, agravando su explotación e impidiendo que gocen de unas condiciones que garanticen una vida digna para sus hijos.

No sorprende, pues, que el plan que presenta la Comisión Europea sea más de lo mismo: más vigilancia económica para garantizar una mayor competitividad y estabilidad financiera para los grupos económicos, mayor supervisión presupuestaria para forzar la liberalización de los servicios públicos y más presión y controles para impedir aumentos salariales.

Ello dará lugar a una mayor tensión social y a más luchas para defender los derechos sociales y laborales y evitar el aumento de la explotación.

 
  
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  Diamanto Manolakou (GUE/NGL), por escrito. – (EL) La UEM y el euro se crearon con arreglo a los objetivos contrarios al pueblo y a los trabajadores del Tratado de Maastricht, para preparar el terreno del reaccionario Tratado de Lisboa y la intensificación del ataque contra los derechos y las libertades de los trabajadores.

El centro-derecha y el centro-izquierda han ratificado tales decisiones de la UE y de los gobiernos. En Grecia, Nueva Democracia, el PASOK y la Coalición de la Izquierda y el Progreso votaron a favor del Tratado de Maastricht. Se ha impedido la celebración de referéndums. Ello sirve admirablemente a los intereses del capitalismo y demuestra cuánto temen los capitalistas la reacción popular.

La transferencia de un mecanismo de la política económica clave de los Estados miembros al control de BCE ha contribuido a que los capitalistas reduzcan los costes laborales y multipliquen sus beneficios. Las restricciones salariales, que el BCE ha fomentado desde su misma creación, han dado lugar a una drástica caída del poder adquisitivo de los trabajadores, a un rápido deterioro del nivel de vida de las familias trabajadoras y a situaciones de pobreza.

En la mayoría de los países, la UEM y el euro se están poniendo cada vez más en tela de juicio. Los argumentos sobre la estabilidad de los precios, la protección de las economías, etc., han resultado ser una farsa. El euro sólo protege los beneficios de los monopolios, facilita la privatización y las fusiones y abona el terreno para una explotación aún mayor.

 
  
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  Cătălin-Ioan Nechifor (PSE), por escrito. – (RO) La creación de la Unión Económica y Monetaria (UEM) no sólo ha determinado la construcción de una mera zona de libre comercio en la Unión, sino que ha otorgado además un mayor poder político a la Unión en el ámbito internacional y ha impuesto unos criterios que han deparado la reunificación del continente y la aparición de la moneda única, el euro, capaz de competir con el dólar estadounidense.

La ventaja de la UEM consiste en que ha garantizado bajos niveles de inflación y tipos de interés asimismo bajos, en beneficio de los consumidores y de las empresas, y ha fomentado la solidez y la viabilidad de las finanzas públicas, en tanto que la introducción de la moneda única ha supuesto la desaparición de los costes aparejados al cambio de divisa y ha facilitado el comercio y la equivalencia de precios en los países que integran actualmente la zona del euro.

En la actualidad, Europa se prepara para celebrar el décimo aniversario de la adopción de la moneda única y, aunque los Estados miembros meridionales de la UE se hayan enfrentado a una serie de dificultades tras la adopción de la misma, las autoridades no han expresado aún queja alguna. La explicación de los analistas consiste en que, pese a los cambios experimentados en el mercado financiero de los Estados Unidos, Europa ha permanecido estable. Diría incluso que el éxito del euro lo demuestra el hecho de que los daneses, que en un principio rechazaron la adopción de la moneda única, quieren ahora el euro.

Para Rumanía, la introducción del euro sigue siendo un objetivo importante en la actualidad y será necesario emprender importantes esfuerzos para cumplir los criterios de convergencia y aumentar la competitividad de las empresas rumanas en el mercado único.

 
  
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  Esko Seppänen (GUE/NGL), por escrito. (FI) La adhesión de Finlandia a la UE fue el resultado de un referéndum. Por entonces, la elite política prometió al pueblo un nuevo referéndum en caso de que Finlandia fuera a abandonar su propia moneda, el marco. A diferencia de lo sucedido en Suecia, la promesa no se cumplió y muchos finlandeses desean recuperar su moneda.

El euro ha sido un éxito en el sentido de que los turistas pueden usar la misma moneda en todos los países de la UEM y comparar precios. Sin embargo, el dinero de viaje no representa la verdadera esencia la Unión Económica y Monetaria: lo es la política monetaria común. Ésta no ha logrado el mismo éxito, debido al inmenso tamaño de la zona del euro y a las diferencias de sus economías.

Primero se devaluó en una tercera parte con respecto al dólar, tras de lo cual siguió una revaluación de dos terceras partes. Los efectos de la UEM deberían evaluarse asimismo desde el punto de vista de la política de tipos de interés común, que ha dado lugar a la explosión de la burbuja inmobiliaria en muchos países.

 
  
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  Winkler, Iuliu (PPE-DE), por escrito. – (RO) En el año 2008 se celebra el décimo aniversario de la creación del Banco Central Europeo (BCE), uno de los proyectos más audaces de la construcción Europea. Diez años después de su creación, los resultados obtenidos por la Unión Económica y Monetaria representan un éxito incuestionable. El uso exclusivo de criterios económicos para fundamentar las decisiones del BCE y la eliminación de toda influencia política en el proceso de toma de decisiones han deparado el éxito de este proyecto, el cual ha aportado beneficios a las economías de los Estados miembros participantes.

En el momento de adherirse a la UE, tanto el Gobierno como el Banco Central de Rumanía evaluaron la perspectiva de la adhesión de nuestro país a la UEM en el año 2014. La adopción del euro en Rumanía entraña la participación previa en el mecanismo de tipos de cambio (MTC II) durante un periodo de dos años, es decir, a partir de 2012.

Para que tales plazos sean viables, tendremos que seguir esforzándonos para coordinar las políticas fiscales del Gobierno con las políticas monetarias del Banco Central, lo que requerirá moderación y prudencia en la ejecución presupuestaria. Para mantener la inflación dentro de los límites propuestos por el BNR, tendremos que evitar las tentaciones propias de los años electorales. La política del BNR en materia de inflación tiene que sustentarse en la estabilidad fiscal, en decisiones responsables del Parlamento de Rumanía y en una ejecución presupuestaria equilibrada y eficaz por parte de todas las instituciones del Estado.

 
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