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Acta literal de los debates
Miércoles 24 de noviembre de 2010 - Estrasburgo Edición DO

4. Conclusiones de la reunión del Consejo Europeo (28 y 29 de octubre) y gobernanza económica (debate)
Vídeo de las intervenciones
Acta
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  Presidente. – El siguiente punto es el debate prioritario sobre las conclusiones de la reunión del Consejo Europeo (28 y 29 de octubre) y gobernanza económica [2010/2654(RSP)].

Quiero dar la bienvenida a la Cámara al Presidente del Consejo, el señor Van Rompuy, y al Presidente de la Comisión, el señor Barroso. También nos acompaña un grupo de representantes de la Presidencia belga y de la Comisión. Comenzaremos con la información que va a presentarnos el Presidente del Consejo, el señor Van Rompuy.

 
  
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  Herman Van Rompuy, Presidente del Consejo Europeo. – Señor Presidente, la reunión del Consejo Europeo de los días 28 y el 29 de octubre se centró en la gobernanza económica de nuestra Unión, en especial con el informe del grupo de trabajo sobre la gobernanza económica. El informe refrendado por el Consejo y los acontecimientos que han tenido lugar posteriormente —me refiero concretamente a Irlanda— han puesto de manifiesto la importancia de esta cuestión en general y la necesidad de un despliegue rápido del mecanismo financiero que acordamos en mayo.

Elogio desde aquí la velocidad de respuesta de los Ministros de Finanzas durante esta última semana, y subrayo que ello ilustra el nivel de determinación de nuestro interés por salvaguardar la estabilidad del euro.

«Se prestará apoyo financiero de la UE y de la zona del euro en el marco de un programa político sólido que la Comisión y el FMI, en colaboración con el Banco Central Europeo, negociarán con las autoridades irlandesas. [...] Habida cuenta de la solidez de las bases de la economía irlandesa, la aplicación decisiva del programa debería permitir el retorno a un crecimiento robusto y sostenible, salvaguardando la cohesión económica y social». Cito en este punto a los Ministros del Grupo del Euro y del Consejo de Economía y Finanzas.

El grupo de trabajo no era una conferencia intergubernamental, sino una revisión de nuestros métodos de trabajo, prioridades y procedimientos en este ámbito. Hemos intentado alcanzar el equilibrio adecuado entre, por una parte, la creación de un marco general europeo en relación con la necesidad de evitar los déficits fiscales y los desequilibrios económicos excesivos en el seno de la Unión y, por otra parte, permitir a los gobiernos nacionales elegir libremente el objeto de su fiscalidad y su modelo de gasto, de conformidad con sus procedimientos políticos nacionales y la legislación europea.

Queremos asegurarnos de que cada Estado miembro tenga plenamente en cuenta las repercusiones de las decisiones económicas y fiscales sobre sus socios y sobre la estabilidad de la Unión Europea en su conjunto. Al mismo tiempo, queremos reforzar la capacidad de reaccionar a escala de la Unión cuando las políticas de un Estado miembro planteen un riesgo para el resto de la Unión.

Estas recomendaciones, al igual que el resto de las formuladas por el grupo de trabajo, resultan asimismo muy similares a las propuestas de la Comisión. También he debatido estas cuestiones en dos ocasiones con los líderes de los grupos del Parlamento Europeo y con los Presidentes de las comisiones competentes, de acuerdo con el formato que ustedes solicitaron.

Una aclaración. Algunos dicen sentirse decepcionados porque no se contempla una mayor automaticidad en la toma de decisiones. Pues bien, una mayor automaticidad es exactamente lo que proponemos. El Consejo —y era el Consejo en virtud del Tratado— decidirá las sanciones sobre la base de la denominada «mayoría inversa». Ello significa que cualquier propuesta de la Comisión en materia de sanciones prevalecerá a menos que una mayoría cualificada vote en contra; hasta ahora, las sanciones tenían que aprobarse por mayoría.

Hace tan solo unas semanas, algunos Estados miembros se mostraban muy reacios a la mayoría inversa. Realmente es un gran avance, y, además, el grupo de trabajo propuso una serie de medidas adicionales encaminadas a reforzar el Pacto de Estabilidad, como una mayor coordinación de las políticas —el semestre Europeo—, estadísticas sólidas y consejos fiscales independientes.

Los Estados miembros deben ser conscientes de que sus decisiones políticas afectan a todos sus socios y a la Unión en su conjunto. Es una gran lección que nos deja la crisis. Una observación general: el grupo de trabajo hizo las veces de marco político orientado a generar rápidamente un consenso. Todos los avances que hemos logrado deben traducirse ahora en textos legislativos. Esa tarea corresponde a la Comisión, al Consejo y al Parlamento. Confío en que todas las instituciones mantendrán el impulso. Es una responsabilidad vital.

En relación con el tercer y último elemento principal del grupo de trabajo, ello también me lleva al seguimiento del grupo de trabajo. Recomendamos un mecanismo permanente de crisis sólido y creíble para salvaguardar la estabilidad financiera de la zona del euro en su conjunto. Todos los Jefes de Estado o de Gobierno coincidieron en la necesidad de este mecanismo y en el hecho de que ello obliga a realizar una modificación limitada del Tratado.

Antes de concluir este punto, quiero subrayar que el trabajo sobre el Pacto de Estabilidad no se limita a castigar a los Estados miembros o a rectificar errores del pasado. Es importante analizarlo en un contexto más amplio. No debemos perder de vista el desafío más amplio de mejorar la estructura de Europa y las tasas de crecimiento sostenible, así como el rendimiento general de la economía.

Este era el tema central de la Estrategia UE 2020, acordada por el Consejo Europeo a principios de este año. La respuesta a los que temen que el ajuste fiscal reduzca las tasas de crecimiento económico es centrarse mejor en los factores estructurales subyacentes que dificultan nuestro rendimiento económico y ponerles remedio. Ese será el objetivo principal de las reuniones del Consejo Europeo de febrero y marzo del próximo año.

El Consejo Europeo también celebró un breve debate sobre cuestiones presupuestarias de la UE, estimulado, entre otros factores, por el discurso de su Presidente durante la apertura de nuestra reunión. Hemos acordado volver a tratar este asunto en diciembre.

Mientras tanto, nuestras conclusiones se limitaron a señalar que, y cito: «es fundamental que el presupuesto de la Unión Europea y el próximo marco financiero plurianual reflejen los esfuerzos de saneamiento que están llevando a cabo los Estados miembros con el fin de conducir el déficit y la deuda por una senda más sostenible. Respetando —y subrayo este punto—, respetando el papel de las distintas instituciones, y la necesidad de alcanzar los objetivos de Europa, el Consejo Europeo tratará en su próxima reunión el modo de garantizar que el gasto a escala europea pueda hacer una contribución adecuada a esta labor».

Pueden estar seguros de que reconocemos el nuevo papel del Parlamento de acuerdo con el Tratado de Lisboa. Obviamente, no adoptamos una posición como Consejo Europeo sobre el procedimiento presupuestario de 2011, ya que ello compete al Consejo de Ministros y al Parlamento.

En calidad de Presidente del Consejo Europeo, hago un llamamiento a todas las partes interesadas a dar continuidad a sus consultas con el fin de llegar a un acuerdo sobre el presupuesto para 2011 con el menor retraso posible. En todo acuerdo deben tenerse en cuenta las diversas preocupaciones, al tiempo que, por supuesto, se respetan los Tratados.

Este Consejo Europeo también sirvió —como sucederá con todos los Consejos Europeos— para preparar las posiciones comunes de la Unión Europea ante grandes eventos internacionales. En este caso, nuestra atención se centró en los preparativos del G-20, la Conferencia sobre el Cambio Climático de Cancún y una serie de cumbres bilaterales.

En relación con el G-20 —que, por supuesto, acaba de celebrarse—, acordamos las prioridades que posteriormente fueron promovidas por los representantes de la Unión y por los Estados miembros de la UE que forman parte del G-20. Entre dichas prioridades se incluía lograr la aprobación de los Acuerdos de Basilea III sobre requisitos de capital y sobre la reforma del FMI. En cuanto a este último, quiero hacer hincapié en que esta importante reforma fue posible gracias al enfoque abierto y constructivo de los europeos. Cedimos dos escaños para alcanzar el acuerdo final, asumiendo, por tanto, una gran parte de los esfuerzos de adaptación.

En cuanto a la cuestión de los desequilibrios en la economía mundial y la política relativa a los tipos de cambio, los debates fueron tensos en el período previo a la reunión del G-20. Durante la cumbre se llevó a cabo un análisis correcto y se acordó un proceso. Acogemos con satisfacción la decisión de establecer un conjunto de indicadores sobre los desequilibrios, así como la evaluación que se realizará en 2011. Lo que ahora es fundamental es llegar a un acuerdo sobre las conclusiones referidas a las políticas y, en caso necesario, sobre las medidas correctivas basadas en esta evaluación.

Sobre Cancún, el Consejo Europeo también preparó la posición de la UE para las negociaciones que comienzan a finales de este mes. Desde la Cumbre de Copenhague del año pasado, se han mantenido numerosas conversaciones —formales e informales—, pero evolucionan con lentitud y siguen siendo muy complejas. Probablemente Cancún sea sólo un paso intermedio hacia un marco mundial de lucha contra el cambio climático. Evidentemente, la Unión Europea lamenta que ello sea así.

Por último, con respecto a nuestras cumbres bilaterales, el Consejo Europeo debatió nuestras prioridades y estrategias para las próximas cumbres, es decir, las que se celebrarán con los Estados Unidos, Rusia, Ucrania, la India y África. Ello resulta muy útil para el Presidente Barroso y para mí mismo, y garantiza que en tales ocasiones no hablemos únicamente en nombre de las instituciones de Bruselas, sino de los 27 en su conjunto. Mi intención es que este procedimiento sea lo habitual en las reuniones del Consejo Europeo.

Señorías, con ello concluyo mi resumen de la última reunión del Consejo Europeo, que se celebró hace casi un mes. En todo caso, continuaré con mi práctica de informar a los líderes de sus grupos políticos con carácter inmediato, un par de horas después del final de cada reunión del Consejo Europeo. Espero con gran interés sus puntos de vista.

 
  
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  José Manuel Barroso, Presidente de la Comisión. – Señor Presidente, Señorías, si en política una semana es mucho tiempo, un mes puede parecer una eternidad. Han ocurrido muchas cosas desde el último Consejo Europeo, entre las que destacan los recientes acontecimientos ocurridos en Irlanda. La acción prevista es un paso adicional determinante para salvaguardar la estabilidad financiera de Irlanda, de la zona del euro y de la Unión Europea en su conjunto. Los dos instrumentos que establecimos en mayo son instrumentos eficaces que están en condiciones de cumplir su cometido. Irlanda debe hacer frente a problemas muy específicos, y estos instrumentos pueden dar respuesta a las exigencias de la situación. Ahora, esta intervención debe permitir que la economía irlandesa vuelva a la senda del crecimiento sostenible, desarrollando sus fortalezas básicas.

Los últimos meses han sido un desafío. Hemos recorrido un largo camino, pero el trabajo aún no ha concluido. Nuestra gobernanza económica está transformándose. El grupo de trabajo presidido por el Presidente Van Rompuy ha presentado sus resultados, que son muy positivos. Ha logrado una amplia convergencia en torno a las propuestas legislativas de la Comisión, y también ha cubierto otros aspectos muy importantes de la gobernanza económica. Para ello, se ha beneficiado de importantes aportaciones de la Comisión.

De manera crucial, se han mantenido unas normas fiscales más estrictas y una mayor vigilancia económica —dos piedras angulares del paquete de la Comisión. He subrayado en numerosas ocasiones la importancia de que el nuevo marco esté operativo tan pronto como sea posible, así que me complace que el Consejo Europeo haya respaldado nuestra idea de un enfoque de «vía rápida», y se haya fijado el objetivo de alcanzar un acuerdo sobre las propuestas legislativas de la Comisión en el verano de 2011 a más tardar.

Cabe destacar que las dudas expresadas en septiembre pasado sobre el hecho de que la Comisión presente propuestas legislativas se hayan convertido ahora en un deseo de acelerar dichas propuestas. Ahora, durante los próximos meses, el procedimiento legislativo normal debe seguir su curso. Cuento con que el método de la UE funcione tan bien como siempre lo ha hecho y que nos ayude a reforzar la gobernanza económica en la zona del euro y en Europa.

Estoy convencido de que acabaremos por adoptar unas normas estrictas basadas en unos incentivos adecuados para su cumplimiento, una aplicación semiautomática y un marco eficaz para abordar los desequilibrios macroeconómicos más amplios. Necesitamos una gobernanza económica reforzada y rigurosa para lograr un crecimiento estable y sostenible, que es algo esencial para el empleo y el bienestar de nuestros ciudadanos.

Contar con un mecanismo permanente de resolución de crisis para la zona del euro es una pieza esencial de este rompecabezas. El mecanismo temporal actualmente en vigor finalizará en 2013, así que es vital que para entonces pongamos en marcha una alternativa creíble, sólida, duradera y basada en las realidades técnicas esenciales. Por este motivo, la Comisión ya ha comenzado sus trabajos preparatorios sobre las características generales de un nuevo mecanismo futuro para la zona del euro. Este mecanismo, que estamos elaborando en estrecha consulta con el Presidente del Consejo Europeo, debe considerarse en el contexto del esfuerzo general para reforzar la gobernanza económica en la Unión Europea y en la zona del euro.

Quiero dejar claro que, incluso si el mecanismo se financia con cargo a los presupuestos nacionales, seguirá siendo una iniciativa «europea», y, sin duda, hará uso de la experiencia, la independencia y la imparcialidad de la Comisión para su funcionamiento. El mecanismo estará formado por tres elementos principales: un programa de ajuste macroeconómico, un acuerdo de financiación y la participación del sector privado. Este último aspecto puede adoptar muchas formas, pero ante todo quiero dejar claro que las decisiones que se tomen con respecto a la participación del sector privado sólo se aplicarán a partir de 2013.

Los Jefes de Estado y de Gobierno decidieron por unanimidad que es necesario modificar el Tratado para establecer este mecanismo. Cuando el año pasado concluimos el Tratado de Lisboa, nadie imaginaba que se iban a proponer nuevos cambios tan pronto. Sabemos que este proceso nunca es fácil, y todos entendemos los riesgos. Esta es una de las razones por las que he explicado —durante el Consejo Europeo e incluso con anterioridad— que no debemos aceptar una revisión del Tratado que ponga en tela de juicio el derecho de voto de los Estados miembros. Me alegra que se haya aceptado este argumento, y que cualquier revisión que se plantee sea limitada —de hecho, un retoque puntual.

Para nosotros, también tiene sentido que el proceso sea lo más sencillo posible. Por este motivo, quiero hacer una advertencia contra la tentación de empezar a vincular esta cuestión a otros asuntos no relacionados.

Todas estas acciones no se realizan en vano. El Consejo Europeo, la Cumbre del G-20, la Cumbre UE-Estados Unidos celebrada en Lisboa la semana pasada: todo son escalas, partes de nuestro plan más amplio para recuperar la estabilidad y el crecimiento en Europa. Vamos a hablar sobre la Cumbre del G-20 en el próximo debate de esta Cámara, así que permítanme que, en este momento, me concentre muy brevemente en la importantísima Cumbre UE-Estados Unidos de Lisboa.

La cumbre se celebró en un ambiente íntimo, agradable y centrado en las cuestiones importantes. Junto con el Presidente Van Rompuy, acordamos con el Presidente Obama la necesidad de una agenda transatlántica para el crecimiento y el empleo que incluya una convergencia reglamentaria y consultas iniciales en temas como la competitividad y la reforma global. Hemos encargado a los Ministros y a los Comisarios que hagan avanzar esta tarea concreta, especialmente a través del Foro Económico Transatlántico.

La economía mundial, el G-20 y las economías emergentes también ocuparon gran parte de la agenda. Mi opinión es la siguiente: la Unión Europea sólo podrá alcanzar sus objetivos si activamos todos los ámbitos políticos, si aprovechamos al máximo las relaciones que tenemos con todos nuestros socios clave, si utilizamos el apalancamiento disponible de manera integrada a todos los niveles, a escala nacional, europea y mundial. Hay una cosa clara: tendremos más influencia en el exterior si somos capaces de llegar a un acuerdo entre nosotros, en el seno de la Unión Europea. En este sentido, me preocupa que algunos de los posicionamientos más recientes no han contribuido al enfoque y a la coherencia de nuestra acción conjunta.

Creo que el progreso que hemos logrado hasta ahora en la gobernanza económica indica que, con suficiente voluntad política de todas las partes, podemos hacer de Europa una fuerza más poderosa en el mundo en beneficio de nuestros ciudadanos, pero, para ello, seamos claros: necesitamos voluntad política y necesitamos un sentido de objetivo común, no solo de las instituciones europeas, sino de todos nuestros Estados miembros. Este es el llamamiento que hoy quiero hacer: más coherencia, más convergencia, más sentido de objetivo común.

 
  
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  Joseph Daul, en nombre del Grupo PPE. – (FR) Señor Presidente, Señorías, según una encuesta de opinión que leí ayer en un periódico, el 70 % de los franceses cree que todavía están atravesando una crisis y que dicha crisis aun no se ha solucionado. Estoy seguro de que una encuesta más amplia en el conjunto de Europa arrojaría los mismos resultados.

Por tanto, debemos dar respuesta a las preocupaciones legítimas de nuestros ciudadanos, que viven tiempos difíciles y que se impacientan ante la lentitud y la complejidad de los procesos de toma de decisiones a escala europea y mundial. Muchas de estas personas también me preguntan sobre lo que estamos haciendo y lo que Europa está haciendo por ellos y sus familias. La gente tiene miedo. Al mismo tiempo, veo que cada vez más políticos y más países, incluso en esta Cámara, utilizan, manipulan y explotan el miedo y la ansiedad de la gente, y que no tienen ninguna propuesta.

Este enfoque populista, que está corrompiendo nuestra política, es grave, y quiero mencionar aquí que este no es el camino para resolver los problemas reales y graves a los que se enfrentan nuestros países y Europa en el mundo. Creo que los partidos políticos y los grupos parlamentarios que están en contra de estas muestras de populismo y demagogia deben alzar la voz.

No, la respuesta a la crisis no es aislarse ni recurrir al proteccionismo. No, no existe una solución rápida ni sencilla para la crisis a la que nos enfrentamos. No, no podemos dar la espalda a la solidaridad ni a los esfuerzos para fortalecer a todos nuestros países ante la globalización para después darnos cuenta de que necesitamos socios cuando la situación se vuelve difícil.

Tenemos que aprender algunas lecciones de lo que sucede en Irlanda —y no es una crítica hacia Irlanda, señor Presidente del Consejo, señor Presidente de la Comisión. Debemos aprender lecciones, porque las dificultades que atraviesa este país no se deben únicamente a los bancos, sino también a la política fiscal y económica del gobierno actual durante los últimos años. El «tigre celta», que era el único responsable de su propio crecimiento, con un sistema fiscal atípico, una regulación bancaria mínima y un código de inversiones que no se asemejaba al de ningún otro país de la Unión Europea, asiste hoy al hundimiento de su burbuja inmobiliaria, al endeudamiento de los hogares, a unas cifras de desempleo récord y a la parálisis del sector bancario. El Gobierno irlandés ha garantizado el conjunto del sistema bancario comprometiendo 480 000 millones de euros (tres veces su PIB), lo que incrementa su déficit público al 32 %.

A día de hoy, el Gobierno irlandés ha apelado a la solidaridad europea, y la ha obtenido con toda justicia. Acojo con satisfacción que ello haya sido así, y, como señaló el Comisario Rehn en este Parlamento el pasado lunes, la ayuda que Irlanda debería recibir en breve salvaguardará la estabilidad del conjunto de la zona del euro. Pero, ¿ha sido esta solidaridad europea, que Dublín recibe hoy de manera justa, al igual que lo hizo cuando se unió a la UE, la que el propio Gobierno irlandés ha mostrado durante los últimos años?

¿Cuántas veces han intentado los Estados miembros armonizar los impuestos —un requisito previo, como hoy es más que evidente— para la adecuada gobernanza del euro? Cada vez que se planteaba esta cuestión, determinados países, siempre los mismos, manifestaban su oposición.

No señalo a nadie, pero creo que es hora de que aprendamos las consecuencias de este comportamiento para el futuro. Como he dicho ya en varias ocasiones en esta Cámara, una crisis es una oportunidad para el cambio, y no debemos tener miedo a cambiar algunas de nuestras costumbres, que no han tenido el efecto positivo que esperábamos.

Señorías, las medidas adoptadas por el Consejo Europeo hace algunas semanas y las directrices acordadas en Seúl por el G-20 van en la dirección correcta, pero no lo suficientemente lejos. Dicho de otro modo: necesitamos una conciencia de la necesidad de cooperación en Europa y entre los principales bloques regionales para hacer frente a la inestabilidad de los mercados financieros y los desequilibrios comerciales, así como para evitar una guerra de divisas.

Todos sabemos que, en todos estos temas, nuestros países, por sí mismos, serán incapaces de encontrar una solución viable a largo plazo que satisfaga las expectativas de los 500 millones de europeos, que, como he señalado al comienzo, esperan que sus políticos —es decir, todos los que estamos aquí y en nuestras capitales— tomen decisiones con visión de futuro.

Señor Presidente del Consejo, si algo nos ha enseñado la crisis es que las soluciones de ayer no son necesariamente las de mañana. Estamos pagando un alto precio por tener que reconocerlo en un momento de crisis, pero pagaremos un precio todavía mayor si seguimos ignorándolo. Insto a las instituciones europeas y a los Gobiernos de nuestros Estados miembros a que cambien, a que extraigan lecciones políticas de la crisis y a que dejen de buscar la solidaridad sólo cuando ya es demasiado tarde.

Señor Presidente, quiero añadir una última cuestión. No se trata de un combate entre el Consejo y el Parlamento: se trata de aplicar los Tratados, de mostrar solidaridad y de trabajar mano con mano. Este es el mensaje que quiero transmitirles para que podamos superar la crisis en beneficio de nuestros conciudadanos.

 
  
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  Martin Schulz, en nombre del Grupo S&D. – (DE) Señor Presidente, al escuchar al Presidente del Consejo Europeo he percibido un tono distinto del empleado por el Presidente de la Comisión. El Presidente del Consejo nos ha presentado un informe, y, señor Van Rompuy, si me dejo embelesar por lo que ha dicho, la única conclusión posible es que todo marcha a pedir de boca. Sin embargo, si escucho al señor Barroso, tengo más la impresión de que —y cito— «algunos de los posicionamientos más recientes no han contribuido a la coherencia». Ello es lo que ha señalado el Presidente de la Comisión sobre el Consejo, que, según lo que usted nos dice, transcurrió en completa armonía.

No, la realidad en Europa es algo distinta. La realidad en Europa es que la UE está dividida en tres partes: el eje franco-alemán de toma de decisiones, los demás países de la zona del euro, y el resto, que no pertenecen a la zona del euro, con una posición especial del Reino Unido. Esta es la realidad de Europa.

La situación especial del Reino Unido también merece un análisis especial. La alianza franco-alemana Merkel-Sarkozy de toma de decisiones ha llegado a un acuerdo con el señor Cameron. Es algo que todo el mundo sabe, y sobre lo que también hay que hablar abiertamente. El acuerdo funciona del siguiente modo: «Necesito una revisión del Tratado para el Pacto de Estabilidad». «De acuerdo», dice Cameron, «no es algo que me resulte sencillo, porque tengo diputados de la Cámara de los Comunes que se oponen, pero a cambio quiero un presupuesto diferente». Entonces la señora Merkel y el señor Sarkozy dicen «bien, nos ocuparemos de ello».

Esta es la realidad de Europa. Se trata de un enfoque que no solo no tiene nada que ver con el espíritu de la UE, sino que acabará por destruir la coherencia de la Unión Europea y, a largo plazo, también la destruirá. Me temo que hay algunos que quieren que esto suceda. Lo aplauden con entusiasmo. Son esos diputados de ahí.

(Aplausos)

Si no queremos que sean estas personas las que manden en este continente en el futuro, debemos dirigir Europa en una dirección diferente.

(Interrupciones)

Intentaré continuar. El señor Langen se excita con facilidad. Se está condicionando la reforma del Pacto de Estabilidad de la UE a la aprobación de un país que ni siquiera pertenece a la zona del euro. La señora Merkel está consintiendo una revisión del Tratado en un momento en que nadie en esta Cámara puede predecir lo que pasará en Irlanda. Además, no estoy seguro de que la revisión del Tratado de la UE vaya a aprobarse en Irlanda con la facilidad que parece desprenderse de su informe sobre el Consejo Europeo.

La señora Merkel dice que el sector privado debe participar. Señor Rehn, quiero formularle una pregunta en relación con el sector privado de Irlanda. ¿Cómo es posible que los bancos irlandeses pasaran las pruebas de resistencia? ¿Nos lo puede explicar?

Lo que está haciendo la señora Merkel constituye una prueba de resistencia para el euro. Les diré lo que ocurre: la participación del sector privado es algo positivo, y es razonable que participe. En el Parlamento Europeo decidimos optar —y yo lo respaldo— por una forma de participación del sector privado que contó con un amplio consenso: la introducción de un impuesto sobre las transacciones financieras a escala europea.

(Aplausos)

Esta cuestión se debatió brevemente en la Cumbre del G-8, tras lo que afirmaron: «No, no queremos un impuesto sobre las transacciones financieras». Y a continuación dijimos: «De acuerdo, entonces nos olvidamos de ello». Por la tarde, a la hora del café, el impuesto sobre las transacciones financieras estaba enterrado. Si hay alguna manera de hacer participar al sector privado, y que realmente tenga algún efecto sobre el mismo, es mediante este impuesto. Ahora se dice que el Reino Unido no lo quiere. ¿Es que el Reino Unido lo decide todo en Europa? ¿Y si, por ejemplo, empezamos con un impuesto sobre las transacciones financieras inicialmente en la zona del euro, y decimos que, de este modo, vamos a recaudar cuotas del sector financiero privado en la zona del euro?

(Interrupciones)

Me limitaré a repetir lo que ha dicho para que el intérprete pueda traducirlo: «un pueblo, un imperio, un líder». Eso es lo que ha dicho esta persona.

Casi he terminado. Dado que este diputado se pasea por la Cámara gritando «un pueblo, un imperio, un líder», sólo tengo una cosa que decir: lo que yo intento combatir es la forma de pensamiento de la gente que utilizaba esa expresión en Alemania, pero creo que las opiniones de este caballero se acercan más que las mías a esta forma de pensamiento.

 
  
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  Joseph Daul (PPE).(FR) (dirigiéndose al señor Bloom) Lo que ha dicho me resulta inadmisible. Vivimos en una era democrática y bajo un sistema democrático. Le pido una disculpa oficial, o de lo contrario presentaremos una queja formal. Hay gente que ha dicho menos que eso, y no es justo.

(Aplausos)

Ha estado a punto de añadir que se estaban creando campos de concentración para resolver el problema.

 
  
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  Presidente. – Estimados colegas, debemos seguir adelante. Lo tendré en cuenta. Permítanme leerles el apartado 1 del artículo 152 del Reglamento: «El Presidente llamará al orden a los diputados que perturben el correcto desarrollo de la sesión o cuyo comportamiento no sea compatible con las normas pertinentes del artículo 9». Le pido, señor diputado, que se disculpe ante la Cámara.

 
  
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  Godfrey Bloom (EFD). – Este es el caso de las opiniones expresadas por el señor Schulz. Es un fascista antidemócrata.

 
  
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  Presidente. – Estimados colegas, esperábamos algo muy diferente. No queremos que nuestro debate sea perturbado de este modo. Señoría: le convocaré a una reunión conmigo, y tendremos que tomar una decisión sobre los próximos pasos.

Es imposible celebrar nuestros debates en un ambiente así. Señoría, como puede ver, la Cámara protesta de manera airada en contra de su comportamiento. Leeré el apartado 3 del artículo 152 en mi lengua materna.

 
  
 

«Si prosigue el desorden o en caso de nueva reincidencia, el Presidente podrá retirarle el uso de la palabra y expulsarlo del salón de sesiones con prohibición de asistir al resto de la sesión. También podrá recurrir a esta última medida, sin necesidad de llamarle al orden por segunda vez, en los casos de excepcional gravedad. El Secretario General, asistido por los ujieres y, si fuere necesario, por el personal de seguridad del Parlamento, velará inmediatamente por el cumplimiento de esta medida disciplinaria».

Señor Bloom, como ve, la mayoría de los diputados de la Cámara encuentran su comportamiento totalmente inadmisible. También a mí me lo resulta. En vista de ello, debo pedirle que abandone la Cámara.

 
  
 

Como sabe, puede debatir y expresar sus opiniones, pero no hasta el punto de molestar a los demás. De lo contrario, es imposible que podamos mantener el orden en nuestra Cámara.

 
  
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  Guy Verhofstadt, en nombre del Grupo ALDE. – (FR) Señor Presidente, en primer lugar, creo que lo que ha ocurrido es muy grave. También creo que los grupos políticos deben responder hoy mismo con una posición común sobre esta cuestión y espero que todos los grupos políticos, excepto, por supuesto, el grupo del diputado afectado, sean muy claros en el apoyo a las medidas que usted ha adoptado para evitar que esto vuelva a suceder.

(Aplausos)

Creo que lo que el señor Daul ha dicho sobre Irlanda —porque ha analizado detenidamente la situación de Irlanda— es totalmente cierto, pero, no obstante, quiero decirle que si en octubre de 2008, al inicio de la crisis financiera, hubiéramos establecido un plan de rescate europeo para los bancos, como propuso la Comisión pero rechazaron los Estados miembros, Irlanda nunca se habría enfrentado a los problemas a los que se enfrenta hoy en día. Aquella propuesta se rechazó en octubre de 2008 diciendo: «No, no es necesario. En Alemania tenemos dinero suficiente para resolver nuestros problemas por nosotros mismos». Bien, ya hemos visto cuál fue el resultado.

En segundo lugar, quiero tratar el tema actual, porque todavía está rodeado de tensión. Por lo que a mí respecta, espero que el euro vuelva a estabilizarse mañana o pasado mañana, porque todavía tiene que hacerlo. Por tanto, creo que lo que el Presidente del Banco Central Europeo y el señor Rehn dijeron ayer debe tomarse muy en serio.

Creo que lo que el señor Trichet dijo durante el debate de ayer —no había muchas personas presentes durante el debate— es muy significativo. Dijo que el paquete no era suficiente para restablecer la estabilidad en la zona del euro. Por tanto, en el Parlamento tenemos una responsabilidad especial, porque somos responsables conjuntos de la toma de decisiones en todos estos ámbitos. Es algo que debe tomarse en serio. De hecho, ¿cuál es exactamente el problema? En ningún lugar del mundo existe una moneda que no esté respaldada por un gobierno, una política económica única, una estrategia y un único mercado de bonos. Nosotros creemos que en la zona del euro es posible actuar con 16 gobiernos, 16 mercados de bonos y 16 políticas económicas distintas; creo que esta es la base sobre la que debemos actuar y la conclusión a la que tenemos que llegar. Debemos ir más allá de las decisiones del Consejo. Señor Rehn, creo incluso que debemos ir más allá de las propuestas de la Comisión, y debemos apoyar al señor Trichet.

Si el señor Trichet, que, después de todo, es el responsable de la estabilidad del euro, insta al Parlamento y a las autoridades europeas a que refuercen el paquete, la única decisión que podemos adoptar ante los mercados financieros es reforzar el paquete, comunitarizar, introducir sanciones plenamente automáticas —que no se aplican actualmente— y crear un mercado de bonos en euros. Las diferencias entre Grecia y Alemania y entre Irlanda y Alemania no van a desaparecer si no existe un mercado de bonos único. También podría introducirse una sanción adicional realmente efectiva para los países que no cumplan con el Pacto de Estabilidad.

Por último, quiero decir que necesitamos el tipo de gobernanza económica real que estimula la inversión, y, si el Gobierno alemán pide que se modifique el artículo 136 del Tratado con este propósito, hagámoslo así, pero hagamos también lo que es necesario e incluyamos una verdadera gobernanza económica y unas sanciones plenamente automáticas en el artículo 136 en el futuro. Hagamos de estos cambios del Tratado una verdadera oportunidad para preparar el euro para el futuro, es decir, mediante el establecimiento de una gobernanza económica en la zona del euro y en la Unión Europea.

(El orador acepta una pregunta con arreglo al procedimiento de la «tarjeta azul» de conformidad con el artículo 149, apartado 8, del Reglamento)

 
  
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  William (The Earl of) Dartmouth (EFD) . – Señor Presidente, en el caso de que la Comisión consiga la gobernanza económica que pretende y que usted pretende, ¿considera usted, señor Verhofstadt, que las decisiones de la Comisión serán siempre correctas?

 
  
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  Guy Verhofstadt (ALDE). – Señor Presidente, creo que tengo más confianza en la intención de la Comisión Europea de tomar medidas contra los países que no apliquen el Pacto de Estabilidad que en el propio Consejo, donde se encuentran los Jefes de Gobierno. Pasé nueve años en el Consejo, y nunca he visto a un país señalar a otro y decirle «no estás cumpliendo el Pacto de Estabilidad».

Lo vimos en 2004 y 2005 con Francia y Alemania. No aplicaron el Pacto de Estabilidad, y no se aplicó sanción alguna contra ninguno de estos dos países. Esa es la razón por la que la Comisión Europea, que es la institución comunitaria por excelencia y sigue realmente el método de Monnet y Schuman, tiene que llevar la iniciativa en esta cuestión.

 
  
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  Barry Madlener (NI). (NL) Señor Presidente, de acuerdo. No he podido intervenir cuando ha expulsado de la Cámara a nuestro colega del Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP), pero, a pesar de todo, quiero expresar mi oposición a la aplicación sesgada de las normas. El señor Schulz llamó fascista a mi colega, el señor van der Stoep, en esta Cámara y usted no hizo nada; no se ofreció ninguna disculpa. No se tomó ninguna medida contra el señor Schulz. Lo que está haciendo ahora el señor Schulz es exactamente lo mismo...

(El orador continúa, pero se apaga el micrófono)

 
  
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  Presidente. – Debo poner fin a esta conversación. Si tiene alguna duda sobre lo ocurrido, puede acudir a mí para hablar sobre ello. Estoy dispuesto a hablar con usted. Hablaremos juntos sobre ello.

 
  
 

Señor Farage, como sabe, también le he pedido a usted que hablemos sobre algunas cuestiones muy importantes y he utilizado mi intervención personal para dirigirme a usted. Le he expresado mi punto de vista y le he transmitido todos los detalles de mi punto de vista. Desde este punto de vista, también le pregunté si tenía alguna duda sobre mi decisión.

 
  
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  Rebecca Harms, en nombre del Grupo Verts/ALE. – (DE) Señor Presidente, Señorías, resulta bastante difícil hablar en esta atmósfera tan cargada. Hasta cierto punto, es también una muestra de la situación en que podría encontrarse la Unión Europea si no formulamos de nuevo la política europea de una manera más cuidadosa y más decidida. Mi opinión, señor Schulz, es que el problema no son los pequeños cambios en el Tratado que Alemania desea y necesita, porque la crisis financiera no es una catástrofe natural. Más bien, el problema es que, en esta crisis, el Consejo Europeo y, en particular, los representantes de los grandes países en el Consejo Europeo, ya no están en condiciones de garantizar que cualquier chispa positiva de la reunión de Bruselas se extienda al conjunto de la sociedad de los Estados miembros de la Unión Europea. Me parece realmente extraña la rapidez con que se ha perdido este espíritu proeuropeo. También me parece extraño que, de entre todos los países, precisamente Alemania, que tanto se benefició de la solidaridad en nuestro pasado común lejano y más reciente, no consiga alejarnos de un debate que hoy se caracteriza por el egoísmo y la estrechez de miras y llevarnos a un debate sobre los motivos por los que es correcto que los Estados miembros de Europa hayan vinculado su suerte tan estrechamente entre sí, y sobre por qué el Consejo, y también usted, señor Van Rompuy, ya no consigue explicar a los ciudadanos —cuya incertidumbre ha descrito tan bien el señor Daul— por qué sólo será posible superar esta crisis si trabajamos juntos en lugar de competir unos contra otros. La ausencia total de este espíritu es uno de nuestros problemas.

El segundo es que no se ha producido ninguna declaración política sincera sobre el hecho de que no estamos rescatando a todos los griegos ni a todos los irlandeses: en ambos casos, estamos rescatando a los bancos; tampoco sobre el hecho de que lo que ocurre en Irlanda no es sólo una crisis irlandesa, es también una crisis alemana y una crisis británica, aunque este sea un mensaje que quizás no quieran oír. Creo que esta honestidad sentará las bases para persuadir a los ciudadanos de que apoyen realmente las decisiones que se toman en Bruselas durante estos tiempos de crisis.

Mi tercer punto es que creo que el señor Verhofstadt tiene toda la razón. Ahora mismo, hay que dar forma a la gobernanza económica. Todos lo sabemos. No importa la frecuencia con que el Consejo o la Comisión declaren que quieren tomar las medidas necesarias lo antes posible, haciendo saltar las alarmas, porque es precisamente esta falta de espíritu proeuropeo de solidaridad lo que hará que no se tomen estas medidas necesarias y lógicas para la integración. Una cosa es hablar ahora sobre el dumping fiscal en Irlanda. Hay que hacer cambios al respecto. La manera en que se hagan es otra cuestión. Y cuándo, y en qué plazo, es otra más. Sin embargo, en general, los Estados miembros deben coordinar sus políticas fiscales, o de lo contrario las cosas dejarán de ir bien en la Unión Europea.

Hay un debate que debemos tomarnos en serio, porque también se le ha dado prominencia: la participación de los acreedores, la reestructuración de la deuda, incluidos algunos que fueron causa directa de la crisis. Tengo que decirles algo: para mí es muy difícil juzgar qué está bien y qué está mal en esta cuestión. Sabemos que para España y Portugal ha empezado la cuenta atrás. Sabemos que es sólo cuestión de tiempo que también ellos busquen solidaridad y gestión de crisis. No sé si nos estaríamos haciendo un favor a nosotros mismos si ahora implicamos a los acreedores o si, en este momento, no sería mejor, de hecho, decir que queremos esta gobernanza económica, que queremos una regulación estricta del sector bancario, que queremos el impuesto sobre las transacciones financieras o gravámenes sobre el capital para los que se benefician de la crisis. Es algo que debemos sopesar juntos. No tiene absolutamente ningún sentido actuar como si no hubiera que tomar ninguna decisión en este punto. Gracias por su atención.

(El Presidente interrumpe a la oradora)

 
  
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  Kay Swinburne, en nombre del Grupo ECR. – Señor Presidente, por una vez los dos temas principales objeto de debate tanto en el Consejo Europeo como en los medios de comunicación de mi circunscripción de Gales son los mismos. En primer lugar, cómo va a hacer frente la UE a la situación de Irlanda, y, en segundo lugar, cómo se va a resolver el punto muerto en que se halla el presupuesto de la UE. En Gales apreciamos enormemente los fondos recibidos de la UE, y todos mis electores aprecian la necesidad de una zona del euro estable. No obstante, las diferencias entre el modo de debatir los dos temas en Cardiff y en Bruselas son pronunciadas.

En Bruselas, en el Parlamento Europeo, cogemos los dos temas y los debatimos por separado. La respuesta del Parlamento Europeo y la del Consejo para salvar el euro es que necesitamos mejorar la gobernanza económica, más reglas para los gobiernos nacionales y el control de su aplicación mediante multas y sanciones.

En mi ciudad, Cardiff —y estoy segura de que también en Dublín—, mientras que en relación con el presupuesto concluimos que es necesario que los Estados miembros dejen de ser egoístas y sitúen en mayor medida a Europa por encima de las necesidades de sus propios países, al final todo se reduce a la cuestión de cómo y en qué debería gastarse en dinero de los contribuyentes. La gente sabe que los paquetes de austeridad son necesarios. Todos los días se les recuerda lo endeudados que están sus países. Saben que hay que tomar decisiones difíciles, pero también quieren decidir cómo va a gastarse el dinero que con tanto trabajo han ganado. Para muchos electores, que se les pida dedicar aun más dinero a la financiación de proyectos de la UE mediante el incremento del presupuesto de la UE, en un momento en que se les pide renunciar a una parte de sus pensiones públicas, e incluso, en algunos casos, a las prestaciones básicas de bienestar de las que han llegado a depender, equivale a ir demasiado lejos.

Cuando la propia UE reconoce que no ha hecho un buen trabajo al garantizar el cumplimiento de sus propias reglas y normas dentro de la zona del euro, los ciudadanos no tienen demasiados incentivos para darle aún más dinero. Durante estos tiempos de gasto público estricto, y mientras revisamos las reglas sobre la gobernanza económica para los Estados miembros, nosotros, el Parlamento Europeo, debemos respetar las presiones a las que están sometidos los Estados miembros, y aceptar que todos los proyectos no urgentes de las instituciones de la UE deben aplazarse a fin de permitir la creación de un presupuesto de la UE que refleje los tiempos económicos difíciles en que nos encontramos.

(El orador acepta una pregunta con arreglo al procedimiento de la «tarjeta azul» de conformidad con el artículo 149, apartado 8, del Reglamento)

 
  
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  William (The Earl of) Dartmouth (EFD) . – Señor Presidente, ¿se da cuenta la oradora de que los denominados fondos de la UE a los que se ha referido aludiendo a su recepción por parte de sus electores son simplemente una devolución del propio dinero del Reino Unido, pero que se devuelve sólo en parte y después de que la Unión Europea se haya apropiado de su parte? ¿Se da cuenta de ello o lo comprende?

 
  
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  Kay Swinburne (ECR). – Señor Presidente, como sabe este caballero, soy plenamente consciente del origen del dinero y de quiénes son los contribuyentes netos al presupuesto de la UE. No obstante, mis electores de Gales simplemente perciben que reciben inversiones en proyectos cruciales cuando en realidad tienen un PIB inferior al de cualquier otra región del Reino Unido. Por ello, siempre defenderé el gasto de fondos de la UE en mi circunscripción.

 
  
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  Lothar Bisky, en nombre del Grupo GUE/NGL. – (DE) Señor Presidente, si los Jefes de Estado y de Gobierno han acordado crear un mecanismo permanente de crisis para salvaguardar la estabilidad financiera de la zona del euro, no puedo sino acoger el acuerdo con satisfacción. Los resultados de la labor del grupo de trabajo del señor Van Rompuy sobre la gobernanza económica a lo largo de varios meses dejan mucho que desear, aunque tengo opiniones diversas sobre dichos resultados. Se están realizando esfuerzos para llevar a cabo un control presupuestario tan estricto como sea posible, a fin de evitar los déficits a largo plazo, pero la recuperación cautelosa de la crisis se verá nuevamente en peligro de manera inmediata por el recorte radical del gasto público. Esto no solo es totalmente contraproducente, sino que, en mi opinión, también es absurdo. Parece que no hemos aprendido nada de nuestra experiencia pasada con el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. No se puede imponer sanciones monetarias adicionales a un país que ya está muy endeudado. La prohibición del rescate y el Pacto de Estabilidad y Crecimiento destruyen la solidaridad entre los Estados de la unión monetaria.

¿Es la economía la que dicta nuestras políticas? Una vez más, serán los ciudadanos los que sufran las consecuencias de la crisis. Cabe esperar dumping salarial y social, recortes en el sector de la educación y un aumento del desempleo. Ello aumentará aún más las cargas de los países afectados y hará que su recuperación sea más difícil. No tiene ningún sentido incrementar la presión sobre países como Irlanda, Grecia o Portugal. Más bien, deberían reducirse las grandes diferencias económicas existentes en Europa; dicho de otro modo, necesitamos una gobernanza económica. Queremos una Europa social y justa basada en el principio de la solidaridad. Debemos conservar o recuperar la prioridad de la política sobre la economía.

 
  
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  Nigel Farage, en nombre del Grupo EFD. – Señor Presidente, el señor Van Rompuy ocupa su cargo desde hace un año, y, durante ese período, todo el edificio comienza a derrumbarse. Hay caos. El dinero se acaba. Debería darle las gracias al señor Van Rompuy. Tal vez debería ser el hombre emblemático del movimiento euroescéptico.

Pero observe el panorama que ofrece esta Cámara esta mañana, señor Van Rompuy. Fíjese en esos rostros. Observe el miedo. Observe el enfado. El pobre Barroso parece que haya visto un fantasma. Empiezan a entender que se ha acabado el juego, y, sin embargo, en su desesperación por conservar su sueño, quieren eliminar del sistema cualquier resto de democracia. Está bastante claro que ninguno de ustedes ha aprendido nada. Cuando usted mismo, señor Van Rompuy, dice que el euro nos ha aportado estabilidad, supongo que podría aplaudirle por su sentido del humor. ¿Pero acaso no es esta una muestra de una actitud defensiva?

Su fanatismo está a la intemperie. Se ha referido al hecho de que no es acertado creer que en el mundo globalizado del siglo XXI pueda existir el Estado nacional. Bueno, puede que sea cierto en el caso de Bélgica —que ha estado seis meses sin gobierno—, pero para el resto de nosotros, en cada uno de los Estados miembros de esta Unión (y tal vez esa es la razón del miedo que reflejan los rostros), la gente dice cada vez más: «No queremos esa bandera, no queremos el himno, no queremos esta clase política, queremos tirarlo todo al cubo de la basura de la historia».

A principios de este año asistimos a la tragedia griega, y ahora nos enfrentamos a la situación en Irlanda. Sé que la estupidez y la avaricia de los políticos irlandeses tienen mucho que ver con ello. Nunca deberían haberse adherido al euro. Sufrieron con unos tipos de interés bajos, un falso despegue y un hundimiento masivo. Pero analice la respuesta que se les ha dado. Lo que se les dice, mientras su Gobierno se derrumba, es que no sería conveniente que convocaran elecciones generales. De hecho, el Comisario Rehn ha dicho aquí que antes de que se les permitiera convocar elecciones generales tendrían que acordar su presupuesto.

¿Pero quién demonios se creen que son ustedes? Desde luego son gente muy peligrosa. Su obsesión con crear este «euroestado» significa que no les importa destruir la democracia. Parecen felices de que millones de personas estén desempleadas y sean pobres. Incontables millones de personas tienen que sufrir para que su «eurosueño» pueda continuar.

Pues bien, no va a funcionar, porque Portugal será el siguiente. Con sus niveles de deuda del 325 % del PIB, son los siguientes de la lista. Y después, sospecho que será España. El rescate de España sería siete veces mayor que el de Irlanda, y, llegado ese momento, se agotará todo el dinero del plan de rescate. No habrá más.

Pero hay cuestiones incluso más graves que las económicas, porque si roban a la gente su identidad, si le roban su democracia, entonces lo único que les quedará será el nacionalismo y la violencia. Sólo me queda esperar y rezar por que los mercados destruyan el proyecto del euro antes de que esto suceda realmente.

 
  
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  Angelika Werthmann (NI).(DE) Señor Presidente, Señorías, para superar la actual crisis financiera necesitamos cambios fundamentales en la responsabilidad económica de Europa: una mayor disciplina financiera, el control de la política económica y una mejora en la coordinación de la gestión de las crisis. Reforzar el Pacto de Estabilidad y Crecimiento ocasionaría inevitablemente un aumento de la responsabilidad económica.

Las sanciones sucesivas podrían entrar en vigor en una fase temprana del proceso de vigilancia presupuestaria, y se tendrían en cuenta el criterio de déficit y la deuda pública. Por último, un nuevo mecanismo de crisis supone, entre otras cosas, que los bancos y los proveedores de seguros, por ejemplo, puedan tener que rendir cuentas. Hago un llamamiento a estas instituciones a que sean más responsables de cara a los contribuyentes.

Quiero hacer una última observación con respecto a Cancún. La UE quiere hablar con una sola voz. Estos tiempos difíciles, en particular, ofrecen la oportunidad de invertir en energías renovables y eficiencia energética, por ejemplo, y mejorar así tanto el medio ambiente como nuestra política de crecimiento.

 
  
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  Marianne Thyssen (PPE).(NL) Señor Presidente, señor Van Rompuy, señor Barroso, Señorías, lo que hemos aprendido verdaderamente y hemos experimentado más que nunca con la crisis bancaria, la crisis económica y las situaciones de crisis en las finanzas públicas es el verdadero significado de las crisis en los dos últimos años y medio. Hasta la fecha, las reacciones de las autoridades, especialmente a escala europea, han sido adecuadas. La existencia y la resistencia del euro y también la acción precisa del Banco Central Europeo han impedido la escalada de la situación. En Europa hemos aprendido que «la unión hace la fuerza» y que la solidaridad funciona. Sin embargo, la situación actual demuestra que debemos seguir realizando ajustes estructurales y que realmente necesitamos avanzar hacia la gobernanza económica. Incluso aunque el euro nos haya adormecido un poco, señor Presidente del Consejo Europeo, veamos la gravedad de esta crisis como una llamada de atención para hacer pleno uso de nuestra fuerza europea en el futuro. Se necesitan normas estrictas y mecanismos de ejecución suficientes para el sector financiero, para los presupuestos públicos y para la deuda, y también para corregir los desequilibrios macroeconómicos. Todo ello es necesario para restablecer la confianza, estimular la competitividad, promover el crecimiento económico e incrementar las oportunidades de empleo y prosperidad. Espero que el miedo a que los Estados miembros describan a la Unión Europea como el «hombre del saco» no disuada a nadie de la necesidad de medidas estrictas, ya que lo cierto es que los Estados miembros necesitan una presión externa —posiblemente incluso un hombre del saco— porque, en la era de la globalización, no pueden hacer frente por sí solos a esta tarea. Señor Presidente del Consejo Europeo, las conclusiones que hemos leído, que en gran medida son fruto de la labor de su grupo de trabajo, situarán a la Unión en el camino de los ajustes estructurales necesarios, y en ese sentido las acogemos con satisfacción. No obstante, tengo dos preguntas. La primera es que más de la mitad del paquete de gobierno debe decidirse mediante el uso de la codecisión, y sin embargo usted pide que se utilicen procedimientos acelerados en la toma de decisiones. Me pregunto, por tanto, si deja al Consejo de Economía y Finanzas (Ecofin) margen suficiente para negociar con el Parlamento y para que el Parlamento desempeñe su papel en toda su plenitud, que es lo que queremos. En segundo lugar, y, por último, el Consejo Europeo se opone a los automatismos en el sistema de sanciones: ni se modifica el Tratado ni se abre la caja de Pandora. No obstante, por otra parte, usted se propone modificar el Tratado para permitir la creación del mecanismo de crisis permanente —un mecanismo que necesitamos. ¿Dónde deja todo ello a Pandora, me pregunto? Le agradezco de antemano sus respuestas.

 
  
  

PRESIDE: Libor ROUČEK
Vicepresidente

 
  
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  Stephen Hughes (S&D). – Señor Presidente, estoy seguro de que algo en lo que todos podemos estar de acuerdo es que los Jefes de Estado o de Gobierno son personas muy ocupadas. Por ello, me resulta muy sorprendente que se reúnan más o menos cada tres meses y malgasten grandes cantidades de tiempo y dinero para decidir muy poco en una situación de crisis doblemente subrayada por lo que acaba de suceder en Irlanda.

Basta con analizar la idea de un impuesto sobre las transacciones financieras. Esta idea figuraba en la agenda de la cumbre de marzo, la cumbre de junio y la cumbre de octubre, y una y otra vez se acordó pasarlo al siguiente Consejo. Ahora acaba de pasarse al Consejo de diciembre, y es de esperar que vuelva a trasladarse en el futuro. Necesitamos urgentemente un salto adelante en la gobernanza económica; necesitamos visión y acción, solidaridad mutua y una coordinación estrecha. Pero, en cambio, lo que nos llega es confusión, dudas y desconfianza mutua, lo que conduce a una permanente inestabilidad, en lugar de a la estabilidad.

Hay algunas cosas claras. En primer lugar, tensar más el Pacto de Estabilidad y Crecimiento no será suficiente. Peor todavía: existe un peligro considerable de que el nuevo sistema propuesto acabe resultando procíclico y, por tanto, contraproducente para el crecimiento y el empleo. En segundo lugar, debemos hacer que la unión económica y monetaria sea mucho más eficaz, mediante una coordinación de la política económica verdaderamente equilibrada y eficaz, y no solo mediante el control y las sanciones. En tercer lugar, de una manera u otra, tiene que existir un sistema de gestión de la deuda común al menos para una parte de la deuda pública (tal vez hasta el 60 % del PIB).

Los beneficios económicos de un sistema de eurobonos de este tipo son enormes y evidentes. Presidente Van Rompuy, hay constancia de que usted ha dicho que no le gustan los políticos con visión. Creo que prefiere la acción práctica, y lo entiendo. Pero creo que en este momento puede empezar a actuar para unir ambos enfoques. Espero que tengamos claro el camino a seguir y que el impuesto sobre las transacciones financieras y un sistema equilibrado de coordinación de las políticas económicas estén más allá de la mera vigilancia y la gestión de la deuda común. Creo que ha llegado la hora, Presidente Van Rompuy, de la visión y la acción.

 
  
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  Alexander Graf Lambsdorff (ALDE).(DE) Señor Presidente, hay algo que es importante que también los ciudadanos comprendan: la Unión Europea no está endeudada. Aquí hablamos de una crisis de la deuda en nuestros Estados miembros. La Unión Europea es el único nivel político de Europa que está libre de deudas. Y además me gustaría que siguiera siendo así. No obstante, estamos unidos en un destino compartido por el euro. En este sentido, la señora Harms y el señor Schulz han lamentado con razón la falta de espíritu europeo. Deauville fue un error. Alemania y Francia han sido chantajeadas por el Reino Unido. Las sanciones deben ser impuestas por la Comisión, no por los Ministros de finanzas. Señor Van Rompuy, en Deauville se sacrificó el carácter automático de las sanciones durante la fase preventiva. Una vez más, en este tema los Ministros de finanzas deben tomar las decisiones. Ellos, los que anteriormente fueron responsables de desencadenar la crisis financiera y la crisis de la deuda en los Estados miembros.

¿Qué es la gobernanza económica? Todo el mundo habla de la gobernanza económica, pero ¿qué significa realmente, en términos concretos? ¿Realmente queremos que la Unión Europea interfiera en los detalles de nuestro mercado de trabajo y nuestras políticas sociales? Existe un gran interrogante en torno a este punto. Establecer el marco jurídico para la iniciativa empresarial, estimular el crecimiento, todo eso está muy bien, pero, sobre todo, poner de nuevo en orden las finanzas públicas en los Estados miembros, ese es el reto. Por este motivo es tan importante el semestre europeo, y por ello debe ponerse en práctica.

(El orador acepta una pregunta con arreglo al procedimiento de la «tarjeta azul» de conformidad con el artículo 149, apartado 8, del Reglamento)

 
  
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  Martin Schulz (S&D).(DE) Señor Lambsdorff, usted es, sin duda, miembro de la Dirección Federal del Partido Demócrata Liberal. Su afirmación de que Deauville fue un error ¿es también la opinión del líder de su partido y Vicecanciller de la República Federal de Alemania, o es su opinión personal? ¿Podemos considerar esa afirmación como la opinión del PDL o simplemente como la del señor Lambsdorff?

 
  
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  Alexander Graf Lambsdorff (ALDE).(DE) Señor Presidente, desde luego estoy encantado de responder esta pregunta. Obviamente, el señor Schulz es también miembro de la dirección del Partido Socialdemócrata de Alemania y, asimismo, de vez en cuando hace aquí afirmaciones que probablemente no sean del todo congruentes. No obstante, hay algo que me gustaría decir, y es que, si el señor Schulz puede indicarme qué integrante del PDL estaba presente en Deauville, le estaría agradecido. Realizamos una declaración bastante clara sobre esta cuestión al final de la cumbre.

Creo que el punto clave —a saber, renunciar realmente al carácter automático de las sanciones en la fase preventiva— fue objeto de nuestra crítica en términos muy claros. Si conseguimos cambiar el Tratado, esta cuestión se rectificará de manera retrospectiva. No obstante, la decisión tomada en Deauville fue claramente un error.

 
  
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  Philippe Lamberts (Verts/ALE).(FR) Señor Presidente, durante los últimos 25 años, demasiados Estados miembros han vivido con un modelo de crecimiento económico que se basa esencialmente en la deuda, tanto pública como privada. El problema es que esta deuda financió principalmente la especulación financiera y el consumo en lugar de la inversión, en un momento en que el resto del mundo, como China, Brasil e India, comenzaba a invertir. Tal vez los libros de historia describan esta situación como el momento en que Europa perdió el norte.

No obstante, no tiene por qué ser así. Sin duda, necesitamos una gobernanza económica europea sólida, pero primero tenemos que hacer frente a los estragos causados por esta deuda. Si creemos que podemos resolver el problema simplemente recortando el gasto público, no estamos afrontando la realidad. No superararemos esta crisis sin una reestructuración y una reprogramación de la deuda allí donde haya superado los niveles sostenibles y donde, de manera realista, no quepa esperar que los deudores puedan devolver el dinero.

Tenemos que ser claros sobre esta cuestión. Tanto los deudores como los acreedores son responsables de la acumulación de la deuda. En efecto: los deudores pidieron préstamos por encima de sus posibilidades, pero los acreedores concedieron préstamos de manera irresponsable con la esperanza de obtener beneficios sustanciales y sin riesgos, ya que el contribuyente, por supuesto, siempre estará ahí para echar una mano.

Por tanto, deudores y acreedores por igual tendrán que participar en estos esfuerzos, y, si no nos aseguramos de que ello ocurra, nos condenaremos a un escenario de tipo japonés, es decir: una depresión económica en la Unión Europea. Creo que los ciudadanos de este continente merecen mucho más que eso.

 
  
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  Vicky Ford (ECR). – Señor Presidente, este es un debate sobre gobernanza económica. En Europa, muchos países, incluido el mío, se enfrentan a tiempos económicos difíciles. Este fin de semana, la Unión Europea y el Reino Unido ampliaron el apoyo a nuestros amigos al otro lado del mar de Irlanda. No es el momento de que el Parlamento Europeo se permita insultos o señalar culpables, sino que es hora de aprender de nuestros errores y de tomar mejores decisiones en el futuro.

La semana pasada, a mediados del mes de noviembre, Grecia modificó su informe de cuentas anuales de diciembre por tercera vez. Espero que por fin hayamos puesto punto final a esas cuentas. Si alguna vez ha habido una buena razón por la que los países deberían garantizar una contabilidad y unas previsiones mejores, ha sido esta.

El Consejo Europeo ha avanzado un buen trecho en sus planes detallados para compartir información durante el semestre europeo. Hace falta ponerlo en práctica. Sí, debemos compartir buenas prácticas entre los distintos países, pero también reconocer que no todos los países son iguales y que la adecuada gobernanza económica se puede conseguir de diferentes maneras, pero en beneficio de todos.

 
  
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  Bairbre de Brún (GUE/NGL).(GA) Señor Presidente, con el FMI, el Banco Central Europeo y la Comisión introduciendo condiciones gravosas, es evidente que en Irlanda se están introduciendo miles de millones de euros en recortes. Se perderán empleos, los servicios públicos sufrirán recortes considerables y se elevará el impuesto sobre la renta para las personas con salarios bajos. Los bancos mantendrán sus beneficios mientras que los pobres, los enfermos, los pensionistas y otros grupos vulnerables serán los perdedores de esta situación. No puede considerarse que esto sea una ayuda de Europa, y, por tanto, nos oponemos firmemente.

En lugar de intentar conseguir un mandato para introducir estos recortes, después de que el FMI y la UE examinaran las cuentas, el Gobierno irlandés decidió que no habrá elecciones hasta que se apruebe el presupuesto. Tenía otras opciones, pero el Gobierno irlandés prefirió dejarlas de lado. Han decidido actuar en beneficio de sus amigos de los bancos, y no en el de la gente de la calle de Irlanda.

 
  
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  Mario Borghezio (EFD).(IT) Señor Presidente, Señorías, la verdad es que al Presidente del Banco Central Europeo, el señor Trichet, deben de estar pitándole los oídos con lo que se está diciendo en este debate. Sin duda, si estuviéramos en el antiguo senado romano, algún senador se erguiría, con su toga, para decirle al señor Trichet: «Quousque tandem abutere, Trichete, patientia nostra?» ¿Hasta cuándo va a abusar de nuestra paciencia, señor Trichet?

En efecto, debemos preguntarnos si el camino correcto es evitar la disolución del euro —una tarea muy difícil— o, en su lugar, evitar que el rescate del euro arruine las economías de nuestros Estados miembros, después de que las políticas europeístas del señor Prodi y otros hayan destruido nuestras industrias, especialmente las pequeñas y medianas empresas, en Padania, por ejemplo, arrojando únicamente un saldo de despidos y desempleo.

¿Por qué desangrar a los países que están sobreviviendo a la crisis con una suma de casi 100 000 millones de euros para salvar a Irlanda, que, con su política de un impuesto de sociedades del 12,5 %, ha competido hasta ahora de manera desleal con el resto de países?

¿Dónde estaba la gobernanza europea cuando, un mes después de haber pasado sus pruebas de resistencia, el Anglo Irish Bank se desplomó con un déficit de 8 000 millones de euros? ¿Dónde estaba el señor Trichet? ¿Estamos seguros de que el rescate de Irlanda no viola el Tratado de Maastricht? Por suerte, existe un Tribunal Constitucional en Alemania que dictaminará que la absorción del déficit de otro país en las cuentas de Alemania es inconstitucional. Así que es hora de decir: bye-bye euro, bye-bye euro.

 
  
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  Werner Langen (PPE).(DE) Señor Presidente, he escuchado hoy aquí muchas críticas a la decisión de Deauville, pero todo el mundo sabe que, al inicio de la última reunión de su grupo de trabajo, señor Van Rompuy, todavía existían 20 cuestiones pendientes. Dado que estas cuestiones están sujetas al principio de unanimidad, había que encontrar una solución. Todo el mundo lo sabe. Todo el mundo también sabe que los dos mayores Estados miembros, Alemania y Francia, son los que pecaron contra el Pacto de Estabilidad y Crecimiento en 2004, aunque, en ese momento, como también sabemos, en Alemania había un Gobierno federal de orientación socialdemócrata/verde. Por tanto, la reprimenda del señor Schulz está totalmente fuera de lugar.

Si hoy afirmamos que el Pacto de Estabilidad y Crecimiento debe ser más exigente, el primer requisito para ello es que los Estados miembros cumplan finalmente con este pacto. ¿Qué sentido tiene una mayor exigencia si nadie la cumple? En esta cuestión ha habido una falta de cumplimiento. Tenemos seis propuestas legislativas, dos de las cuales son Reglamentos del Consejo y cuatro son Reglamentos conjuntos del Consejo y el Parlamento Europeo. Sencillamente, no entiendo algunas de estas quejas. Tendremos la oportunidad de plantear nuestro punto de vista en el procedimiento de codecisión. En nombre de mi Grupo, puedo decir que vamos a apoyar las propuestas de la Comisión en este ámbito. Después, negociaremos de nuevo con el Consejo sobre esta cuestión. Esta es la realidad. ¿Por qué nos mostramos tan faltos de pretensiones e insultamos a terceros que forman parte de este proceso legislativo en vez de ejercer nuestros propios derechos?

Permítanme decir algo sobre la necesidad de modificar el Tratado. En mi opinión, el 9 de mayo el Tratado se estiró hasta el límite. Es necesario justificar el paquete de rescate de conformidad con el artículo 122. El hecho de que los Estados miembros no quieran hacerlo así porque, en ese caso, la Comisión y el Parlamento posiblemente podrían verse involucrados resulta, en mi opinión, un error. No será suficiente modificar el artículo 136; más bien, necesitamos una base legal sólida para el paquete de rescate, y, posteriormente, las demás cuestiones se resolverán por sí solas.

 
  
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  Elisa Ferreira (S&D).(PT) Señor Presidente, seamos francos. El mecanismo de solidaridad para la deuda soberana ni ha funcionado ni funciona, el precio de la deuda griega no ha caído, Irlanda sufre una inestabilidad económica y no se ha detenido el contagio. El proceso establecido se estableció demasiado tarde. Se trata de un proceso intergubernamental y debería haber existido con otro formato desde el inicio de la creación del euro.

El Presidente de la Comisión propone ahora una consolidación de este sistema. Sin embargo, se sugiere la participación del sector privado para una tercera parte de los instrumentos que se proponen. Ya habíamos oído esa propuesta de boca de la Canciller Merkel, y, a consecuencia de ese anuncio prematuro e inoportuno, los mercados se dispararon. El Parlamento utilizará plenamente sus poderes con la mayor responsabilidad y espíritu de cooperación en el proceso de codecisión que acompaña el paquete legislativo sobre la gobernanza económica, pero no lo hará a costa de sacrificar la urgencia y la velocidad, dejando la calidad en segundo lugar. Por tanto, para ser claros: el Parlamento Europeo participará activamente, pero un asunto tan grave como el de la resolución de la deuda soberana no puede decidirse al margen de los ciudadanos europeos y de sus representantes o sin la participación de los mismos; los dos elementos van de la mano.

Por último, los europeos necesitamos una visión europea clara en este momento de crisis. Debe existir un mecanismo europeo para la consolidación de la deuda soberana. Es preciso realizar una emisión de eurobonos, y es preciso proteger la zona del euro de manera sostenible a través de los sistemas europeos, no de los intergubernamentales. El presupuesto europeo debe reforzarse, ya que no podemos continuar con el 1 % del nivel presupuestario europeo, y el crecimiento y la convergencia real deben ser el centro de las prioridades políticas de Europa. La Comisión y el nuevo Presidente deben mantener esta agenda. El Presidente de la Comisión no puede estar supeditado al Consejo de Economía y Finanzas. Ello es lo que tenemos que mostrar a los ciudadanos europeos.

 
  
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  Mirosław Piotrowski (ECR).(PL) Señor Presidente, la crisis en la zona del euro es un hecho. Testimonio de la gravedad de la situación son los esfuerzos que aún tratan de modificar las disposiciones del Tratado de Lisboa, aprobado con una gran oposición. Por una parte, es fácil comprender la posición de Alemania y Francia, que no quieren pagar la crisis de Grecia o Irlanda y tal vez otros países. Por otra parte, debería prestarse atención al precedente relativo a la entrada en vigor del Tratado de Lisboa. En principio, se suponía que mejoraría el funcionamiento de la Unión Europea. Claramente, ha ocurrido todo lo contrario.

No obstante, dado que nos vemos obligados a modificar el Tratado de Lisboa, estos cambios no solo deberían referirse a las cuestiones relacionadas con la zona del euro, sino también a cuestiones relacionadas con otros mecanismos institucionales que atraviesan dificultades. Muchos economistas opinan que la crisis griega no existiría a escala europea si Grecia hubiera conservado su propia moneda, cuyo tipo de cambio, en ese supuesto, se habría reducido considerablemente. Ello demuestra que las monedas nacionales habrían aportado una mayor estabilidad a la Unión en comparación con la derivada de la zona del euro.

 
  
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  Mario Mauro (PPE).(IT) Señor Presidente, Señorías, quiero realizar una valoración política de lo que se ha dicho durante este debate.

Con toda razón, los que formamos parte de las principales familias políticas europeas criticamos a los euroescépticos porque no creen en Europa. No obstante, creo que el verdadero problema es que tal vez nosotros mismos no creemos en Europa, así que no podemos culpar a los euroescépticos de lo que realmente es nuestra propia responsabilidad. Somos las principales familias políticas europeas y siempre hemos mantenido unos ideales europeos sólidos y ambiciosos. Sin embargo, es un hecho que todos los gobiernos que son una expresión de nuestras familias políticas ponen continuamente palos en las ruedas, dificultando que estos grandes proyectos políticos puedan realizarse. Así, en muchos casos, lo que durante el día dicen que quieren hacer se deshace durante la noche.

Ello nos sitúa ante una mayor responsabilidad, porque, si no somos capaces de dirigir la ejecución de proyectos concretos mediante debates, desde la cuestión de los eurobonos —para concretar— a la emisión de bonos de la Unión Europea, resultará muy difícil explicarles a nuestros ciudadanos que somos los mismos partidos que desde casa culpamos de todo a Europa y afirmamos que sólo podremos salir de la crisis cuando Europa haya reducido sus gastos.

Creo que este es un principio de responsabilidad básica, que, si lo olvidamos, hará que se pierda la naturaleza misma del proyecto europeo y que perdamos credibilidad, obteniendo a cambio únicamente cámaras vacía y el abandono de las urnas hasta que tan solo un 40 % de nuestros ciudadanos participe.

 
  
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  Anni Podimata (S&D).(EL) Señor Presidente, si hay alguna conclusión fundamental que puede extraerse de las decisiones adoptadas por el último Consejo Europeo, es que no han logrado convencer a los mercados, no han logrado apaciguarlos. Dado que hoy día los mercados tienen la primera y la última palabra, debemos preguntarnos por qué.

¿Es tal vez porque, más allá de las normas muy estrictas de disciplina presupuestaria, los mercados comprenden que estamos ampliando —y no estrechando— la brecha de la cohesión económica y política en el seno de la zona del euro?

¿Es tal vez porque el tratamiento que un grupo de Estados reservaba para la idea de crear un mecanismo de gestión de crisis permanente —por lo demás, una buena idea— pareció anular el valor añadido de este mecanismo en la práctica, enviando así el mensaje equivocado a los mercados y poniéndonos en peligro de acabar con un mecanismo que funcionase como una profecía autocumplida de quiebra controlada?

Si realmente estamos decididos a contar con la participación del sector privado, a repartir las cargas, ¿por qué nos negamos obstinadamente a seguir adelante y a adoptar un impuesto sobre las transacciones a escala europea?

Por último, ¿por qué no podemos entender que hay una diferencia importante entre el endurecimiento de las normas de disciplina presupuestaria y un mecanismo de gestión de crisis permanente? Esta diferencia podríamos salvarla si nos decidiéramos a considerar seriamente la creación de un mecanismo conjunto para administrar una parte de la deuda de los Estados miembros mediante la emisión de eurobonos.

 
  
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  Danuta Maria Hübner (PPE). – Señor Presidente, para empezar, permítame señalar que, durante los próximos años, las condiciones de competitividad a largo plazo en los distintos Estados miembros serán distintas. Por tanto, las causas estructurales de los desequilibrios seguirán existiendo, mientras que la gobernanza económica seguirá siendo bastante débil, como proceso en ciernes.

En este contexto, es de suma importancia que, con la máxima urgencia, la Comisión ponga a prueba tantos elementos de la nueva gobernanza económica como sea posible con la primera encuesta de crecimiento anual en el lanzamiento del semestre europeo de 2011, en especial la importancia del cuadro de indicadores y su capacidad operativa.

En segundo lugar, entiendo que un sistema de sanciones totalmente automático requeriría una modificación del Tratado y que el sistema propuesto sólo puede llevarnos hasta donde podamos avanzar dentro de los límites del Tratado. Por ello confío en que la Comisión y el Consejo harán todo lo posible para evitar etapas adicionales en el tratamiento que retrasen innecesariamente el procedimiento.

En tercer lugar, la salud económica de la UE no equivale a sumar sin más las situaciones nacionales. Además, dado que el sistema se basa en la identificación de los distintos Estados miembros incumplidores, la corrección de sus malas conductas puede tener externalidades negativas.

En particular, el tratamiento de los desequilibrios puede repercutir sobre otros Estados miembros de la zona del euro y del resto de la Unión. Esta posible repercusión debe tenerse en cuenta en los tratamientos individuales, para mejorar la salud económica de la Unión en su conjunto.

Por último, entiendo que una evaluación de impacto completa y en profundidad del modelo de gobernanza económica requeriría un tiempo que no tenemos. Lo que ayuda en este sentido es que, durante los dos últimos años, la Comisión ha adquirido un conocimiento y una comprensión sustancial y en profundidad de las 27 economías, así que ahora quiero pedir dos medidas. Garantizar la comparabilidad de todos los elementos y las relaciones entre los desequilibrios internos y externos.

(El Presidente interrumpe a la oradora)

 
  
 

(Se suspende el debate).

 
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