Pino Arlacchi, ponente. − Señora Presidenta, el informe que hemos considerado hoy ha sido aprobado casi por unanimidad en la Comisión de Asuntos Exteriores de este Parlamento. Es el resultado de un año de trabajo de un equipo que lideré y se basa en amplias consultas realizadas en Kabul y Bruselas.
Este informe intenta explicar una paradoja: ¿por qué ha habido tan pocos resultados en Afganistán, a pesar de nueve años de participación internacional? Desde 2001, las operaciones militares en este país han supuesto un coste superior a 300 000 millones de euros y se han cobrado más de varios miles de vidas humanas, y al menos otros 40 000 millones de euros se han gastado en el ámbito civil: en total, estas cifran superan en más de 30 veces el actual PIB afgano.
A pesar de este enorme esfuerzo, Afganistán sigue siendo el primer productor de estupefacientes. Sigue siendo uno de los países más pobres del mundo, donde —para la mayoría de la población afgana— la vida es corta, brutal y dura, como lo era en nuestro continente hace cinco siglos. Hay más víctimas de mortalidad materna en Afganistán que víctimas de guerra: más de 20 000 al año frente a 2 300. La respuesta a esta paradoja no es sencilla. Deben tenerse en cuenta el problema del opio y la intensidad de la insurgencia, junto con la creencia en la ilusión de una rápida victoria militar, que dominó los primeros años de la presencia internacional. También se ha sobreestimado la legitimidad del gobierno central, así como la eficacia de la ayuda internacional en la reconstrucción del país.
Este informe no intenta simplificar todos estos asuntos, sino que acepta el desafío en toda su dimensión, y este documento es un intento de proponer nuevas direcciones para nuestras políticas. El informe adopta un planteamiento europeo con respecto al tema, lo que equivale a considerar la crisis afgana desde un ángulo que no se limita únicamente a copiar la perspectiva americana al respecto. Los principios y los valores europeos importan. Influyen en el modo en que los ciudadanos europeos ven el problema afgano, y ellos no creen en una solución militar en principio, porque hace más de 65 años abandonamos la idea de que la guerra y la ocupación de territorios extranjeros constituye una solución satisfactoria.
La Unión Europea de hoy en día se construye sobre la aversión a la guerra, y este informe refleja este sentimiento. Con respecto a la cuestión concreta de Afganistán, los ciudadanos de la UE apoyan firmemente un planteamiento civil como alternativa al uso de la fuerza. Nuestro planteamiento no es ingenuo; no es la suavidad de Venus contra la fuerza de Marte, como se ha sugerido. Es el poder de la razón, de la solidaridad humana, aplicado a una crisis como la afgana, que no puede resolverse con una mentalidad y una solución simplistas.
Este informe propone una estrategia que no excluye el uso limitado de medios coercitivos. La seguridad del pueblo afgano frente a los terroristas y a los ataques criminales constituye un requisito previo para el desarrollo, y este Parlamento cree que las acciones de paz, la diplomacia multilateral, las negociaciones de paz en el ámbito nacional, las medidas eficaces de reducción de la pobreza, el establecimiento de instituciones democráticas y la protección de los derechos de las mujeres constituyen en conjunto los pilares de una estrategia de victoria nueva en Afganistán y en cualquier otro lugar.
Espero que el nuevo sistema aplique con detenimiento la estrategia que se describe aquí, y aprovecho esta oportunidad para invitar a la baronesa Ashton a que se una al Parlamento en esta tarea.